Jardines (1) [completo]

Como no entendí bien las directrices de la chica, me eché un poco a la izquierda y me cubrí la parte posterior del pecho y la cara con los antebrazos, esperando el golpe que probablemente llegaría, pues no veía nada de nada. Esperaba, al menos, que mi posición me ayudara a encajarlo.

Una rama partiéndose y un cobarde grito.

La sangre comenzó a hervirme.

- ¡¡MALDITA SEA, ESPECIE DE ANFIBIO COBARDE!! ¡¿POR QUÉ NOS ATACAS?!

La primera vez que había visto a Silvanus me había caído bien, por eso le había pasado por alto que ayer me atacara sin motivo en la habitación, pero no comprendía su insistencia en hacerme enfadar. Y la voz de aquel grito había sido, sin duda, la suya, sino una muy parecida, como la de su gemelo.

- ¡LÁRGATE ANTES DE QUE TE PERSIGA Y TE ARRANQUE LA OREJA QUE TE QUEDA! -bramé, aunque no iba en serio. Yo no desmembraba a los compañeros.

Y no me hizo caso, pero casi...

Y se desplomó.

El crujido y el grito... No puedo evitar suspirar, pero empiezo a moverme. Rodeando a los que parecen tener mayor control de la situación, me voy moviendo sigilosamente tras los árboles buscando a Kettleburn, aunque no tengo intención de acercarme demasiado, y menos aún de ser vista, por lo que mi prioridad sigue siendo esconderme.

Sin embargo, de pronto algo llama mi atención y la de todo el continente. A este chico deberían darle un premio por sus pulmones. Incluso logra arrancarme una sonrisa sobre sus gritos sobre orejas y anfibios.

"Pez en todo caso" pienso.

Y, comienzo a plantearme, tal vez vaya siendo el momento de dejarse ver un poco, pero el piscis es abatido antes de que esto se convierta en buena idea.

Debido a la precaria información de la caeruleus, el primero de los Acuaerum golpeó el cuadriceps de Rick mientras que el segundo paso por su lado apenas rozándole el hombro derecho.

Por su parte, el Âchnam de Inger golpeó la nuca del piscis Silvanus en cuanto este trataba de arrastrarse por el suelo, dejándolo inconsciente.

A pesar de los gritos furiosos del flamma, el contrincante no dio más señales de vida dando la disputa por finalizada.

Una de las esferas le dio a Rick en una pierna. Preocupada, me acerqué hasta quedar a su lado. Le miré, con una mezcla de culpabilidad y timidez, y me pasé una mano por el cuello.

— Lo siento... — Bajé la cabeza —. Te ha dado por mi culpa... Tenía que haberme explicado mejor. Soy un desastre... ... ¿Estás bien?

Le observé, esperando a que dijese algo. El piscis parecía haberse desplomado, o algo así, por lo que centré mi atención en mi compañero. Observé, de nuevo, la venda que tenía en el brazo y la tirita que tenía en la cara. Si ya estaba herido de antes, ahora estaría mucho peor. A lo peor se había hecho daño en el brazo, a pesar de que no recordaba que ninguna esfera le hubiese alcanzado ahí, y se había abierto la herida o algo así. Suspiré y me pasé una mano por la nuca. Luego volví a clavar mi vista en él.

— ¿Te encuentras bien...? Sé que ya lo pregunté... Pero... ... Eso...

Bajé mi vista al suelo, esperando una respuesta.

Estaba furioso, pero la preocupación de la chica me calmó, en parte porque es bien sabido que todos los héroes son calmados siempre por las preocupadas palabras de las damas. Traté de borrar la frustración y la ira de mi rostro heroico y puse una mano sobre su hombro, clavando mis ojos en el negro velo detrás del cual suponía que se hallarían los de ella.

- Tranquila, Inger. Yo estoy bien.

Pero no di sonreído, ni me di calmado. Ni siquiera me planteé que yo le gustaba en ese momento. Todo mi ser estaba echando chispas.

Hermosa escena se desencadena (mierda, rima), más no tan interesante como la batalla (pero sí un poco menos patética). Sin embargo, creo que no es momento de darse a conocer, pues no haría más que alimentar las extrañamente acertadas impresiones de Dehnel sobre mí (en lo relacionado con el espionaje, nada más), así que, lentamente y sin movimientos bruscos, me voy alejando de ambos entre los árboles.

Maldita visión caeruleus. Qué difícil me pones las cosas.

Al menos he sacado algo en claro.

La muchacha, Inger, se ha vengado al fin del acoso de Kettleburn. Bien por ella.

*se va*

Rick puso una de sus manos en mi hombro, y me aseguró que se encontraba bien. Yo ladeé la cabeza hacia la derecha. Aún estaba preocupada, y así lo expresaba mi rostro, pero él no podía verlo. Le observé. No parecía muy animado. De hecho, parecía todo lo contrario a animado. Supuse que estaría enfadado (a fin de cuentas, yo también lo estaba).

Me pasé una mano por el cuello.

— Creo que el piscis está allí — Señalé el lugar en el que había visto desplomarse al piscis —. No sé quién es, porque no alcancé a verlo bien, pero su voz me sonaba... ... ¿Qué hacemos con él?

¿Lo íbamos a dejar ahí? ¿Deberíamos llevarle para dentro? Nos había atacado, sí, pero dejarle ahí me parecía demasiado... ¿cruel? No tenía claro que me parecía, pero sabía que no aprobaba la idea de dejarle ahí tirado.

Miré de reojo la venda del brazo izquierdo de Rick. Mi anterior pregunta también había hecho referencia a esa herida (así como a la de la cara), pero no sabía si él lo había interpretado así.

— ¿Qué te pasó en el brazo...? ¿Te duele...? No hace falta que respondas... Es mera curiosidad... ... ... O preocupación... Algo así...

Mi mirada se perdió en la oscuridad, buscando al piscis caído.

- Yo lo llevaré adentro -murmuré.

La siguiente pregunta de Inger va dirigida a mis vendas. Dirijo mis ojos a lo que se ve de ella y la observo por unos largos segundos. ¿Debo contárselo acaso o me tomará por loco? Porque, al fin y al cabo, cada vez tengo menos pruebas que expliquen todos los ciertos pensamientos que me asolan. Así que decido sonreír y quitarle importancia.

- Es una larga y heroica historia, pero es algo larga y tendría que contártela con todo lujo de detalles, así que mejor otro día. Así nos aseguramos de que nos volveremos a ver -. Le guiñé un ojo. Siendo como era y sintiendo lo que sentía, se sonrojaría seguro-. ¿Y tú cómo estás?

Al parecer Rick estaba dispuesto a llevarle a dentro.

— De acuerdo...

Tras su afirmación, me dijo que, para explicarme cómo se había hecho las heridas, tenía que contármelo con lujo de detalles, por lo que no tendría que explicármelo otro día. Sonreí al escucharle y, cuando me guiñó el ojo, bajé la vista, azorada.

— Yo me encuentro bien... ... Los ataques esos me hicieron algo de daño, pero nada grave — Me pasé una mano por la nuca —. Ahora mismo sólo siento que tengo el pelo mojado, y la espalda empapada.

Lo observé en silencio. Entonces recordé al piscis. Teníamos que ir a buscarlo. Me acerqué a Rick y le cogí la muñeca derecha con mi mano izquierda. Luego comencé a caminar. Quería terminar el asunto del piscis rápido. Y, si me paraba cada dos por tres para comprobar que Rick me seguía, tardaríamos bastante en ir y volver.

— Como seguro que no ves... Te llevo yo hasta el piscis.

Por mucho que intentara justificarse, rápidamente comprendí el sentido de que rodease mi muñeca con los dedos. Era obvio que la oscuridad solo era una excusa, pues ella lo que realmente ansiaba era poder tocarme, aunque comprendía que, habiéndonos conocido hace tan poco, no se atreviese a lanzarse sobre mí o a, simplemente, tomar mi mano. Ese gesto suyo me hizo sonreír y sentí que me calmaba un poco. Al menos había alguien tierno por allí, aunque solo fuera tierna por esos sentimientos ocultos que me profesaba.

A mitad de camino, antes de tener que cargar con el piscis y desaparecer de los jardines, me detuve, esbozando una sonrisa y clavando mis ojos oscuros en su nuca, a la espera de que se volviera y entrever así ese rostro que tan sonrojado debía de estar en ese instante.

- Inger... -. Sonreí.

Anduvimos en silencio. Yo, evidentemente, iba delante, con la cabeza gacha; y Rick iba detrás mía. Como le agarraba por la muñeca, no tenía que pararme cada dos por tres para comprobar si me seguía o no, por lo que avanzamos con bastante rapidez.

A mitad de camino, Rick se detuvo. Arqueé una ceja, preguntándome por qué se habría parado, y me giré con lentitud, al tiempo que él pronunciaba mi nombre. Alcé la vista del suelo y lo observé. Sonreía. Me pregunté por qué sonreiría y no pude evitar sonrojarme levemente. Como era de noche, no lo vería, pero aún así bajé levemente la cabeza.

— ¿Sí...?

No... No era justo... Ella no me había dicho lo que sentía y yo la estaba precionando. Por desgracia, me di cuenta de esto demasiado tarde, pues ya se había vuelto hacia mí. No tenía tiempo para pensar, pero si iba y la besaba sin más, además de darle esperanzas que no sabía si iba a poner respetar, podría acabar tachado de violador, y eso sí que no iba con Rick Dehnel.

Ya se declararía cuando se sintiese preparada.

Dibujé una amplia sonrisa (pero muy muy amplia) y puse mi mano libre en su cabeza, acariciando un poco su pelo. Parecía tan pequeñita y frágil en comparación conmigo. Casi como una niña.

- ¡Vamos a llevarlo dentro!

Rick dibujó una enorme sonrisa en su rostro. Yo ladeé la cabeza, preguntándome si me había llamado sólo para verle sonreír. Él, por su parte, colocó su mano libre en mi cabeza y acarició un poco mi pelo, que estaba mojado. No tardé ni un segundo en bajar la cabeza, sonrojada. Ahora ni entendía su sonrisa ni su gesto.

Permanecí así, mirando al suelo, unos segundos, hasta que él volvió a hablar. Al escuchar su exclamación, asentí y me di la vuelta. Comencé a andar, con la cabeza gacha.

— Sí... Vamos, vamos...

Pronto llegamos junto al cuerpo. Sin esperar un instante, comprobé si estaba consciente y luego me lo cargué al hombro como si fuera un saco mientras dejaba salir un "humpf" por el esfuerzo, aunque no pesaba demasiado.

- Lo tengo -anuncié sonriente.

Esperaba no tener que arrepentirme de sacarlo de ahí, porque, la verdad, al chico podía darle por hacer cualquier cosa en cualquier momento, y yo nunca llegaba a entender sus razones.

- Podemos irnos, enonces-. Tendí la mano hacia la chica, sin ánimo de avergonzarla; solo quería que pudiese sentirse libre de tocarme. Al fin y al cabo, había luchado junto a mí-. ¿Me guías?

Desde luego, sabía cómo tratar a las damas.

No tardamos demasiado en llegar a junto el piscis. Estaba tirado en el suelo. Probablemente mi hechizo, sumado a la caída, le habían hecho perder el conocimiento. Al observarlo de cerca, descubrí que se trataba de, nada más y nada menos, Silvanus Kettleburn, el piscis que se había propasado conmigo el otro día. Fruncí ligeramente el ceño, mientras Rick se lo cargaba al hombro. Qué poco le duraban las disculpas a ese ser. Ahora sí que esperaba no volver a toparme con él nunca más.

Miré de reojo a Rick, que acaba de dirigirme la palabra. Me estaba tendiendo la mano. Tras ruborizarme levemente, le cogí la mano y asentí.

— Sí, claro...

Y comenzamos a rehacer nuestros pasos. Al parar en el lugar donde Silvanus nos había atacado, recogí el libro que había sacado de la biblioteca. Por suerte, no estaba mojado. Tras suspirar, volví a junto a Rick y volví a cogerle de la mano. Luego, seguimos andando hasta entrar en el Palacio.

*se van*

FdR. Más cutes y majosos que las pesetas <.<

Llegué a los jardines con el libro que había cogido ayer de la biblioteca. Ayer, en lugar de devolverlo a su sitio, me lo había llevado al dormitorio de las chicas, por lo que ahora lo tenía conmigo.

Había decidido leer en el exterior porque, a pesar de que ayer no había podido avanzar nada mi lectura por culpa de las interrupciones del líder de Caligo y del piscis Kettleburn, el sitio me seguía pareciendo tranquilo y agradable. Además, no me apetecía estar en el interior del Palacio porque, a lo peor, me encontraba con el piscis, pues este estaba en la enfermería.

Me acerqué a una de las mesas, pero, en lugar de sentarme en uno de los bancos, me senté en el suelo. Una vez sentada, abrí el libro y comencé a leer.

*lee filis -w-*

Me acerco por la espalda de la chica. No la veo bien, pero sé que es la de ayer, Inger, con la que todavía no he tenido el placer de intercambiar vocablos. Parece concentrada en su lectura, y esto me arranca una sonrisa. Seguramente, cuanto más tarde sea mejor podrá leer, y eso para mí es ligeramente contradictorio.

Cosas de razas, supongo.

Me detengo a un par de metros de ella y observo su nuca.

- Buenas noches -saludo con voz queda.

FdR- Ale u.u

Una voz sonó detrás mía. Con rapidez, giré la cabeza hacia la derecha, para comprobar quién era su dueña (la voz no parecía muy masculina).

Una joven chrysos de, más o menos, mi edad estaba ahí plantada. Tenía la piel oscura, el pelo negro y largo y los ojos verdes. Como todos los chrysos, estos eran opacos. Fruncí ligeramente el ceño. No la había visto antes. ¿Sería ella la chrysos de la que Rick me había hablado? Tras unos segundos en silencio, decidí responder a su saludo.

— Buenas noches...

FdR. Aaale~

Hago un gesto con la cabeza.

- Disculpa un momento...

Ilumino ligeramente los ojos (lo justo para ver un poco pero no molestarla) y miro a los suyos. Castaños. Y el cabello rojo.
Todo vuelve a la oscuridad enseguida. Más que nada porque si la miro de esta forma puede saber todo lo que estoy viendo en cada momento.

- Soy Alehyss Lester. Y creo que no debería molestar a otros mientras leen, así que supongo que esta conversación finalizará aquí...

Sabiendo lo de Kettleburn y habiendo visto su "batallita" de ayer pretendo utilizar alguna clase de estratagema para ganarme su, por lo menos, agrado. Y voy a tener que esforzarme, pues la vi con Dehnel y él no pierde el tiempo cuando se trata de manchar mi nombre.

La chrysos iluminó ligeramente sus ojos. Cuando lo hizo, yo entrecerré los míos, aunque la luz no me molestaba. Simplemente, me había llamado la atención. Luego, al recordar que ya era bastante tarde, comprendí su gesto.

La luz no tardó en desaparecer, y nos quedamos a oscuras. La chrysos, tras "apagar la luz", se presentó. Como había aventurado, se trataba de Alehyss Lester, la joven de la que Rick me había hablado con anterioridad. En nuestra conversación, el flamma dijo que Alehyss Lester era la única bestia del Palacio, además de acusarla de mala chrysos. La observé, en silencio. A primera vista parecía bastante normal, pero supuse que las palabras del flamma vendrían por algo.

— Inger Nielsen... — murmuré —. Y, bueno, la verdad es que ya me he... cansado de leer, así que puedes quedarte.

Llevaba toda la tarde leyendo. Era normal que me hubiese cansado. Además, quería conocer yo misma a la tal Alehyss Lester.

FdR. XDDDDDDDD Rickfluencia

Asiento en silencio y observo su silueta. Decido no iluminar nada; para mí es más incómodo así, pues no veo sus expresiones y eso me incomoda, pero he de recordar en todo momento que no he venido venido aquí a investigarla como al resto, sino a... Bueno... Arreglar lo que Dehnel va estropeando por ahí y tal vez enterarme de algo interesante.

- Espero que lo que dices no sea una excusa para no echarme -. Alzo una ceja y hago un amago de sonrisa, aunque me sale, tal vez, demasiado torcida-. En serio.

"¿Qué leías? ¿Cómo estás? ¿Qué me cuentas? Está oscuro, ¿no?" Y, sin embargo, me quedo sin palabras rápidamente, como si se secaran en la garganta y se negaran a salir. Tal vez porque no sé si tiene alguna opinión de mí o esta es su primera noticia de mi existencia.

Evaluar y esperar, Alehyss.

Y por esa razón no digo nada más.

Negué con la cabeza varias veces.

— No te preocupes, no es una excusa — murmuré, mirando a la chrysos de reojo —. Siéntate si quieres.

Me eché hacia a un lado, dando a entender que podía sentarse. La chyrsos me despertaba curiosidad. Me preguntaba por qué Rick la había tachado de bestia y de mala chrysos, y eso hacía que quisiese "conversar" con ella. Simon siempre decía que había que no se podía juzgar a alguien por lo que una única persona te decía de ella. Por tanto, y a pesar de que, en parte, creyese las palabras de Rick, tendría que hablar con aquella chrysos para poder tener una opinión sobre ella.

Sin embargo, no alcé la voz y permanecí en silencio, a la espera de que ella dijese algo.

Me siento tras susurrar un "gracias" y dejando un espacio entre ambas para que no haya contacto (me gustaría decir que por ella, pero a mí tampoco me interesa que todos los desconocidos se comporten como Kettleburn).

Espero a que hable, pero espero en vano. Entonces decido hacer uno de esos esfuerzos que te ves obligada a hacer a veces, como esas veces en las que decides iniciar una conversación nocturna con una desconocida.

"¿Cómo es adaptarse al horario de Fulmen? ¿Cómo es Cáligo? ¿Has visto a Aren Darvenwish? ¿Podrías explicarme para qué quiere mis chrysantae? ¿Tienes familia flamma? ¿Te ha dicho Rick Dehnel que soy una asesina?"

- ¿Es bueno el libro? -pregunto finalmente con cautela, evitando mirarla, incapaz de encontrar algo mejor por lo que empezar.

Ladeé ligeramente la cabeza hacia la derecha. La verdad era que ya había leído bastante veces el libro, a pesar de que la mayoría de mis conocidos lo considerasen demasiado infantil. Cogí el libro y observé la portada durante unos segundos. Luego se lo tendí a la chrysos.

— A mí me gusta, pero la gente lo considera infantil. Dicen que son para niños y que... — fruncí ligeramente el ceño. Tras pensar durante unos segundos en una palabra que no me acabó apareciendo en mi mente, seguí hablando —. Bueno, dicen que son cuentos de hadas, o algo así... — Me encogí de hombros, y esbocé un amago de sonrisa —. Pero, como ya he dicho, me gustan.

Tomo el libro que me tiende y acaricio las tapas.

-Disculpa...-susurro, volviendo a iluminar los ojos, y pasando la vista por la portada.

Lo abro en una página al azar y leo un par de líneas.Paso las páginas sin detenerme en ninguna en especial, leyendo algunos de los títulos y palabras aleatorias. Finalmente, lo cierro con cuidado y se lo devuelvo a su dueña.

-Si te gustan a ti es suficiente, al fin y al cabo

Y de nuevo, oscuridad.

-A mí suelen gustarme los cuentos vinculados a tradiciones -comento, por si le importa-. Pueden llegar a servir para comprender ciertas actitudes o comportamientos.

Me encojo de hombros. Ya debo de empezar a sonar a estudiosa rara o algo así. Debería estar investigando tipos de tierra y cultivos de flores, y no de aventuras en un Palacio.