Jardines (1) [completo]

-Bueno, como nunca nos habíamos visto pues yo pensé que...- digo frotándome la nuca.

Se dirije a mi lado y me dice su nombre. -yo soy Silvanus Kettleburn. Encantado.

Entonces le ofrezco asiento.- si quieres puedes sentarte.

-¿Conoces a mucha gente? - pregunto por sacar tema. no se me da bien empezar a hablar con gente que no conozco-.

Parecía algo nervioso, o callado, no sabía muy bien cómo clasificarlo. Al parecer él se llamaba Silvanus Kettleburn.

Me ofreció sentarme a su lado, sobre el banco de piedra. Entonces le dirigí una amplia sonrisa y sin responderle me senté con delicadeza a su lado.

- Bueno... No mucha - respondí mirando a sus preciosos ojos -. Digamos que no he tenido la suerte de encontrarme a mucha gente con la que hablar.

Apoyé las dos manos en el bordillo del banco y alcé la mirada hacia el cielo. Había muchas nubes, pero no parecía que fuese a llover.

Dirigí mi vista hacia el pequeño dragón.

- ¿Es tuyo? ¿Cómo se llama? - La primera pregunta era casi obvia, pero nunca estaba de menos preguntarlo.

Sonrío ante su respuesta y me froto las piernas. - Si si, es mío. Y claro que puedes tocarlo- le digo al escuchar su segunda petición.- Se llama Tristán. ¿te gusta?

-Hey, ¿te has enterado? se va a celebrar un torneo, ¿te has apuntado? quizás estés a tiempo- digo mientras hago círculos con mi dedo índice en la parlma de mi otra mano.. por hacer algo.

La veo de reojo. Es bastante guapa. ¿Cuantos años tendrá? - oye... ¿cuantos años tienes? no tienes que decírmelo si no quieres- digo un poco rojo.

Observé como se frotaba las piernas, ¿tendría mucho frío?

El dragón se llamaba Tristán, y cuando me dijo que podía tocarlo, no dudé en propinarle una suave caricia en la nuca.

Escuché atentamente sus siguientes palabras, parecía que él también iba a participar en el torneo de lucha.

- Por supuesto que voy a participar, ya me anoté hace mucho tiempo - respondí sonriente.

Así que resulta que Silvanus es el Silvanus que aparecía en la lista de los participantes, la había leído varias veces, y había intentado memorizar algunos nombres, sobre todo los de los posibles luchadores que podrían ir contra mí.

Me extrañó un poco su última pregunta, ¿acaso importaba la edad que tuviese? Bueno... Si yo le decía la mía, supongo que él también me diría la suya, así que opté por responder.

- Ahora mismo tengo 21 años... - Respondí con ganas de añadir un: ¿Por? Pero me limité a dar la información que me pedía.

-Ah! que fantástica noticia! jaja quizás nos toque enfrentarnos- digo viendo al cielo con una sonrisa. - ja! no vas a poder hacer nada contra mí. Soy discípulo de dos de los caeruleus más fuertes del palacio y estoy bien entrenado.

No era mentira. Alexander me adiestraba en el campo de batalla y Aren adiestraba mi mente (quizás no de la manera más ética, pero era adiestramiento, al fin y al cabo.

Me dice su edad y abro un poco los ojos. Su tamaño me ha vuelto a engañar... los parvus siempre me confunden. - pues parecías más joven.- digo un poco sonrojado. - yo tengo dieciocho.

Tristán se revuelve del gusto entre las manos de la joven dejando salir minúsculas llamas azules y naranjas por su hocico para enseñarle a ja joven que el también está muy bien entrenado.

Sonreí ante la reacción de Silvanus, parecía un poco infantil, pero le daba un aire muy mono. Dijo algo sobre ser discípulo de dos caeruleus, ¿qué significaba eso? ¿Acaso estaba al mando de los caeruleus, siendo piscis?

- ¿Aprendiz de dos caeruleus? - Pregunté abriendo los ojos con sorpresa, para ver si daba un poco de su parte y me contaba más cosas.

El dragón jugueteaba en la palma de mi mano, incluso comenzó a provocar pequeñas llamas; por lo que decidí dejar de hacerle caricias en la nuca, colocando la mano de forma que volase hacia su "amo".

- ¿En serio? ¿Más joven? ¿Cuántos crees que tengo? - Pregunté con una sonrisa de simpatía.

Me gustaba que la gente pensase que era más joven, aunque creo que con el paso del tiempo lo iría agradeciendo aún más.

-Si bueno... es una larga historia. Jaja ya verás cuando me veas luchar. Lo voy a hacer muy bien. Seguramente llegue lejos... pero claro, no sé. Yo estoy esperando a verte luchar a ti también. - dijo viéndole firmemente a los ojos con un brillo de entusiasmo. La verdad es que hablar del torneo, me han dado ganas de participar ya.

-Pues no se... ¿19? jaja no me hagas caso, que soy muy malo para esas cosas.

Me paso una mano por los dorados cabellos mientras la veo y me sonrojo un poco.

-Bueno, es tarde, creo que me voy a ir yendo. Un placer Elektra- digo dándole un abrazo efusivo de los que me caracterizan. -No vemos!

Salgo corriendo con mi dragón siguiéndome de cerca.

*se va*

Silvanus tenía que irse, vaya, era una pena, casi no habíamos hablado. Parecía un chico majo, además me echaba 19 años, dos menos de los que tengo realmente.

- Yo también espero poder verte luchar - respondí a su comentario, con una sonrisa -como de costumbre-.

Cuando Silvanus se marchó con su pequeño dragón Tristán dirigí mi mirada hacia el cielo. Parecía que había pasado mucho tiempo, y sin embargo hablamos apenas unos minutos.

- Será mejor que yo también me vaya - dije para mi misma, abandonando el lugar , y entrando en el castillo, poco después.

*Se va*

Llegué a los jardines con un libro entre las manos. Lo había cogido hacia un par de días en la biblioteca, y apenas había leído un par de páginas. Ya había leído el libro un par de veces antes, pero, como me gustaba, cada vez que no sabía qué leer lo cogía y lo releía. Tal vez por eso había avanzado tan poco en los últimos días...

Me acerqué a uno de los bancos y me senté. Luego abrí el libro por la página en la que me había quedado y comencé a leer. El libro, como todos los que solía leer, era una recopilación de cuentos populares. El que estaba leyendo en esos momentos trataba de una chica chrysos que malvivía en los barrios bajos y que lograba cambiar su mala fortuna gracias a la ayuda de un hechicero flamma.

*se queda*

Cerré el libro al terminar el cuento. Al final, el hechicero moría consumido en llamas y la chica chrysos entraba en un estado de locura por culpa de la magia negra que ambos habían usado. Me levanté del banco, estiré los brazos, y volví al interior del palacio.

*se va*

Salgo a los jardines. Si dentro del palacio no hay nadie, quizás por aquí fuera encuentre alguna persona dispuesta a compartir una banal conversación. Sin embargo, tras dar un par de vueltas por el lugar suspiro y tomo asiento en un banco cercano.

Que no digan que soy cien por cien antisocial... A veces me apetece ver a alguien, aunque sea para intercambiar dos palabras.

*se queda*

Escucho entonces una voz y busco con la mirada, tensa, a su portador, aunque por el nombre utilizado solo puede ser una persona. Al final lo hallo en los tejados, y aunque mi imagen de él no sea la mejor del mundo, accedo a subir por no tener nada mejor que hacer.

*se va*

Salí a los jardines con una sonrisa. El aire era fresco y agradable, y el colorido de las plantas alegraba el paisaje. Me dediqué a pasear por el lugar, por el simple placer de caminar un poco.

*Pasea*

Estoy sentado en los jardines intentando arrancarle un par de notas a mi nueva flauta. Es difícil y me gustaría aprender. Estoy tan ensimismado que ni cuenta me doy que Tristán ha salido volando hacia Massen, que viene por la otra punta del camino.

*se queda*


Mientras, Tristán se le hecha encima y se posa encima de su cabeza, haciéndole señas para que se acerque a junto de mí.

Llegó al jardín. Había estado toda la tarde encerrado en la biblioteca, buscando información de diversos temas, y hacía un rato había decidido que le sentaría bien tomar aire fresco. Nada más salir del Palacio, se topó con Kettleburn, que estaba intentando tocar la flauta. El chrysos lo observó en silencio durante unos segundos, mientras intentaba descifrar qué estaba tocando y mientras se preguntaba si ya sabría quién le había regalado el instrumento. Luego, cuando decidió que no sabía (ni sabría nunca) qué estaba intentando tocar el piscis si no le preguntaba, se acercó.

—Buenas noches, Kettleburn — Estiró ambos brazos. Sonrío jocoso —. ¿Qué intentas tocar exactamente?

Observó los jardines. Le parecía un sitio bastante agradable, a pesar de que no solía pasarse por ahí. En un punto, sus ojos se encontraron con la figura de alguien a quién no había visto antes. Alzó ambas cejas, miró a Kettleburn de reojo y señaló al cuerpo con el dedo índice.

—¿Quién es?

FdR. random post is random.
fdr2. a veces mi personaje es TAN sutil.

Al cabo de un rato de pasear, vi a Tristán, el dragoncito, acercarse a mí. Le sonreí, animada de verlo, y lo saludé. Cuando llegó junto a mí lo tomé en brazos.

- Hola, pequeño -le dije alegremente-. ¿Estás sólo? ¿Dónde está tu amigo?

Miré alrededor, y divisé a lo lejos un par de figuras. Uno de ellos debía ser Kettleburn. Cuando me hube acercado, comprobé que así era. El piscis hablaba con un chico al que no había visto nunca. Un chico... con el pelo... ¿verde? Intenté no fijar la vista en ese detalle, pues me pareció de mala educación.

- Buenas tardes, Silvanus -saludé, sonriendo. Luego miré al otro, y no pude evitar sonrojarme un poco-. Buenas tardes -repetí, con una leve inclinación de cabeza.

FdR.: Buenas tardes. Uy, si, tan tardes... tan tardes que son noches (ignoradme)

-Hola Lyam! - digo contento de verlo. - ¿qué tal? - me pregunta quien es aquella chica. - ah! mira, es Massen. Es piscis, como yo- digo señaléndome y enseñando todos los dientes.

-Hey Massen! -digo cuando está lo suficientemente cerca. - Mira este es Lyam. No sé si os conocíais. Es majete- digo contento.

Tristán vuela entonces hasta la cabeza de Lyam. no sé que le pasa ahora, que se posa ultimamente en las cabezas de todos. Me encojo de hombros y continúo hablando.

-¿Que tal el día chicos?- pregunto balanceándome sobre las plantas de mis piés de adelante a atrás.

Frunció ligeramente el ceño y asintió. No había visto nunca a la tal Massen, ni había oído hablar de ella (al menos que él recordara). Se preguntó, mientras la chica se acercaba, cómo sería. Y cuando esta estuvo lo suficientemente cerca, clavó sus ojos en ella... Y alzó las cejas. Como había dicho Kettleburn, era una piscis. Una niña piscis. ¿Qué hacía ahí, en Palacio, una niña? Si aún fuera un joven con la mentalidad infantil como Kettleburn, lo entendería. ¿Pero una niña? ¿En un Palacio? ¿Yendo por ahí a cumplir misiones? Eso no tenía ningún tipo de... Lógica. Ni sentido. No tenía nada de nada. Era surrealista. Completamente surrealista. ¿A quién demonios se le habría ocurrido...?

Movió la cabeza a ambos lados para que el dragón de Kettleburn se apartase y miró a la niña. Esbozó una amplia sonrisa e, imitando el gesto de ella, inclinó la cabeza.

—¡Muy buenas noches, señorita! — Le tendió la mano —. Encantado.

Miró de reojo a Kettleburn, que acaba de preguntar cómo les había ido el día, y se encogió de hombros.

—Pues... Mi día ha sido todo lo apasionante que puede ser un día de encierro en la biblioteca — Desorbitó ligeramente los ojos y rió —. Pero bueno, he tenido días peores. ¿Y el tuyo?

Fdr. pero wtf de los fucks qué hace aquí una niña wfrtsjda??

El chico de pelo verde, cuyo nombre resultó ser Lyam, sí tenía pinta de "majete", tal y como afirmaba Kettleburn. Al menos, por su forma de saludarme. Le sonreí, azorada, y estreché la mano que me tendía.

- I-igualmente... -murmuré con timidez.

Miré a Tristán, que me había abandonado por aquella graciosa mata de pelo verde, y luego a Silvanus, que estaba hablando. Cuando Lyam hubo contestado a su pregunta, me encogí de hombros y contesté yo también.

- La verdad es que no he hecho gran cosa de provecho... -comenté, sin saber muy bien qué decir.

FdR.: La chiquilla es tímida. Qué lle pedides u.u

Sonreí. Parece que ambos habían pasado el día haciendo sus cositas.
Tristán reboltea a nuestro alrededor, y pasa a ser un incordio. -TATE QUIETO YA- digo saltando en el aire intentand pescarlo con la mano. Pero el condenado es bastante rápido y se me escabulle varias veces.

Salgo corriendo detrás de el, dando vueltas alrededor de mis amigos, dando saltos, bastante cabreado con el enano, por no dejarme que lo coja.

-Maldito! ven aqui!- digo divertido.

Al final logro pescarlo y lo cierro con cremallera en mi mochila. Ale, ya está. ¿Nos sentamos en este banco?- digo sentándome el primero.

Hoy por fín puedo dar mis primeros pasos. Llevo conmigo un bastón negro y brillante en el que me apoyo. Tengo el torso vendado, pero llevo una chaqueta por encima. Hace un poco de frío.

Hoy solo daré una vuelta y prntó regresaré a cama.

Pero a lo lejos veo una reunión de alumnos. Quizá deba acercarme a hablar con ellos... si quiero cambiar un poco, como le dije a Inger, debo a empezar a relacionarme un poco más con los alumnos de una forma igualitaria... aunque entre ellos esté Lyam.

Me acerco.

-Buenas noches.- digo carraspeando.- ¿molesto?- pregunto sacudiéndome la coleta hacia atrás. En otra ocasión no habría pedido permiso.

Veo que Ketleburn está con ellos.

-Kettleburn. Mañana temprano en la biblioteca.- digo esbozando una sonrisa lo más amigable posible.
Se me dá mal fingir.

Veo a Massen y hago una cordial reverecia de respeto.

Sonrió y miró a la niña.

—Entonces ya somos dos — dijo, al tiempo que estiraba los brazos.

Contempló cómo el dragón del piscis revoloteaba y suspiró. Cuando Kettleburn comenzó a perseguirlo, puso los ojos en blanco y torció una sonrisa. Observó de soslayo a la niña y ensanchó la sonrisa.

—Va a ahogar a su dragón dentro de la mochila. Ya verás. Va de tonto y seguro que en el fondo es un dragonicida o algo así — Se pasó una mano por el pelo (echándose el flequillo hacia atrás al hacerlo) y dio un par de pasos, acercándose a Kettleburn. Cuando estuvo a unos metros del banco en el que el piscis estaba sentado, volvió a sonreír —. ¿En serio crees que Tristán se merece el encierro? El bichejo no se merece ese trato, hombre...

Volvió a estirar los brazos y se pasó la mano derecha por la nuca. Escuchó, entonces, una voz que le resultaba familiar... Y completamente irritante. Frunció el ceño, bufó y se giró para poder mirar a Alexander Price. Al hacerlo, se fijó en que el caeruleus llevaba un bastón y se preguntó qué le habría pasado. Si la niña no hubiese estado delante, se lo hubiese preguntando con sorna. Pero, como no quería que la piscis pensase que era un cabrón o algo así, optó por limitarse a responder... Con sorna. No dejaba de ser Price y no se merecía un trato mejor.

—¿Tú? ¿Molestar? — Alzó ambas cejas y sonrió —. ¡Eso nunca, Price, querido!

Fdr. odio, odio contenido everywhere

Asentí a la invitación de Silvanus y me acerqué al banco para sentarme. Cuando Lyam comentó que Silvanus iba a ahogar al pequeño Tristán me limité a sonreír, divertida por la ocurrencia. Sin embargo, no pude evitar una mirada de reojo a la bolsa, con cierta preocupación... ¿No hablaría en serio, no? Pero me limité a observar en silencio, sin hacer ningún comentario.

Cuando, al cabo de un momento, Alexander apareció por el camino y se acercó a nosotros, me quedé helada. Sin embargo, a pesar de que nuestro último encuentro no había sido demasiado favorable, parecía estar de mejor humor hoy. Cuando me hizo una reverencia, me quedé algo sorprendida, y no pude evitar enrojecer. Bajando la vista, sin saber muy bien cómo debía reaccionar, correspondí al gesto.

- Buenas noches, señor -murmuré, algo incómoda. Luego me pegué un poco más a Silvanus en el banco, como buscando una cierta protección, y observé las reacciones de mis compañeros, intentando pasar desapercibida.

-¿Se puede morir si lo tengo ahí encerrado?- pregunto llevándome una mano a la boca, preocupado y viendo la bolsa cómo se revuelve porque Tristán no para de moverse.

Entonces decido dejarlo suelto, a lo que el reptil sale disparado para posarse en las manos de Massen y bufarme enfadado, con las escamas de la espalda levantadas.

-Ei, ei... traqui, tronqui- digo sonriente. -Que tampoco has sido para tanto.

Me lo estoy pasando muy bien... todo fluye hasta que... Alexander aparece.

-Señor- digo poniéndome de pie- si señor- digo tenso ante su petición.

Agacho la cabeza y me quedo de pié, a su derecha. Como siempre debo hacer cuando hay gente delante.

-Gracias... Lyam- digo tragándome una sarta de insultos.

Respiira, Alexander, recuerda tus modales.

Me llevo la mano a la boca y carraspeo.- podéis seguir hablando de lo vuestro, yo solo pasaba por aquí.- digo serio y con los ojos cerrados, ya que me ha dado un pinchazo en la espalda y me duele.


Veo a todos en silencio.- me alegro de veros a todos...- hago una pausa- bien.

Entonces, llevo una mano un poco temblorosa al hombro de Kettleburn y se lo aprieto amigablemente para luego darle un par de toquecitos.
-Muy bien, muy bien- no me puedo creer que le haya tocado en público y no haya sido para abofetearle.

-Massen, espero tener una nueva conversación contigo de nuevo muy pronto- digo en un tono amable, pues parece asustada.

Por un lado me reconforta que todos me teman. Me hace sentir superior y eso, pero por otra parte, ese logro casi me lleva a una muerte segura, por lo que tengo un largo trabajo para cambiar todo lo que he hecho.

-En cuanto a ti...- le digo a lyam.- perdon por lo del otro día, supongo- digo haciendo referencia a lo de su cara.

Siento un cólico y ganas de vomitar al sentir como me disculpo. Pero guardo las formas. Creo que he tenido suficiente. Como me responda de mala manera, creo que no voy a mantener más esta actitud encomiable, por mi parte.

Esbozó una amplia sonrisa jocosa al escuchar el primer comentario del caeruleus.

—De nada. Siempre es un placer, ya sabes...

Torció la sonrisa y observó en silencio cómo los piscis reaccionaron a la llegada de Alexander. Luego escuchó en silencio las palabras que este último les dedicaba, con el ceño fruncido y con las manos en los bolsillos. Cuando el caeruleus se dignó a tocar el hombro del piscis, se sorprendió. Y cuando se dirigió a la niña, alzó una ceja. Miró a la piscis de soslayo y luego a Alexander. Se preguntaba por qué tendría interés Alexander en hablar con ella...

Sus dudas se disiparon en cuanto el caeruleus se disculpó con él. El chrysos, ante semejante gesto, frunció el ceño y dibujó una mueca de confusión en su rostro. ¿Alexander Price disculpandose con él por algo? ¡Por Mithos, eso era aun más surrealista que el hecho de que hubiese una niña en el Palacio! Se llevó una mano a la mejilla donde le había hecho el corte y alzó ambas cejas.

—¿Gracias? — Frunció el ceño —. Supongo que sí, aunque, si yo fuese tú, me disculparía por más cosas...

Sonrió jocoso.

Miré a mi alrededor con los ojos muy abiertos: Lyam parecía molesto, Silvanus se mostraba sumiso y Alexander estaba extrañamente amable. ¿Qué es lo que estaba pasando? De pronto, me sentía algo fuera de lugar, y los tres me parecían seres totalmente extraños e incomprensibles. Los miré a los tres de reojo, uno por uno, sin entender muy bien la situación. Cuando Alexander se dirigió a mí, lo miré, confusa y sorprendida por el nuevo cambio en su trato, pero intenté responder de la forma más agradable posible.

- Por supuesto... -respondí, intentando sonar convincente-. Será un placer hablar con usted en algún momento, si le parece bien -sin estar muy segura de si era correcto mencionarlo, continué-: Supongo que lo correcto sería arreglar nuestras recientes diferencias, pues siempre hemos tenido buen trato... -a medida que avanzaba en mi breve discurso, me sentía cada vez más insegura. Sin embargo, no pensaba perder mi oportunidad para escapar de aquella incómoda situación. Me levanté, sonreí al trío, y me incliné levemente en señal de despedida-. Aunque ahora, señor, no es el mejor momento. Es muy tarde, y debería descansar. Pero soy sincera cuando digo que estaré encantada de hablar con usted en otro momento -miré al piscis-. Buenas noches, Silvanus -luego al chico de pelo verde-. Ha sido un placer, Lyam. Espero volver a verle pronto para poder conocernos mejor. Hoy se me ha hecho un poco tarde. Disculpen.

Y, con una última inclinación de cabeza, me giré en dirección al castillo.

*Se va*

FdR.: Salir por patas. Nivel: Massen. (Es que tengo sueño :__D)