Jardines (1) [completo]

Negué ante la pregunta del desconocido que estaba en las sombras. Al instante caí en quién era. Apreté la mandíbula. ¿Había pasado algo? Si era así... ¡¡¡NO PODÍA PERDONÁRMELO!!! ¿Acaso no era mi misión proteger a los inocentes?

Sin embargo, ni Inger ni yo llegamos a saber qué había pasado.

- Flagrare -murmuré, haciendo aparecer una llama en mi mano.

Iluminé el rostro de Inger, mirándola con el ceño fruncido, interrogante.

- No lo sé... -respondí-. Pero no parecía ser para felicitarlo...

Salgo afuera corriendo, en busca de alguna respuesta a todas las preguntas que rondan mi cabeza, ahora ampliadas. Un resplandor me hace dirigirme a los jardines, y al llegar allí mi decepción se presenta. Sin embargo, me acerco igual a ellos: Inger Nielsen y... Dehnel.

Jadeante, llego al lado de la pareja. Mi cuerpo brilla, aunque no sé si lo hago para poder ver o es un acto involuntario. Fulmino a Dehnel con la mirada nada más llegar, pero pronto me relajo un poco con respecto a él.

- ¿Habéis visto algo raro? -pregunto apurada y algo seca.

¿Por qué nunca estoy en el lugar indicado cuando suceden las cosas? Aunque en este caso quizás sea mejor así... No parece algo en lo que apetezca estar envuelto.

Clavé mis ojos en el suelo cuando Rick conjuró su flagrare.

—Ya... — murmuré. Luego añadí —. Espero que no sea nada malo...

Alcé la vista y miré a Rick. Iba a añadir algo más cuando en los jardines apareció Alehyss Lester, que parecía haber estado corriendo para llegar cuanto antes. Observé cómo llegaba hasta nosotros y escuché su pregunta en silencio, notando cómo mi preocupación iba en aumento. ¿Qué se suponía que pasaba?

—Pues... Acaba de aparecer el líder caeruleus preguntando por Silvanus Kettleburn... — murmuré, con los ojos clavados en la chrysos —. Cuando le hemos dicho que no, desapareció... — Callé durante unos segundos, antes de preguntar —. ¿Por qué preguntas...?

De reojo, miré a Rick y deseé que no le dijese nada malo a la chrysos.

- Maldita puta -murmuré en cuanto vi venir a Lester.

¡Como viniera a burlarse de mí por los de las flores iba a hacérselas comer aunque tuviera que ir luego a recogerlas otra vez una a una! Merecería la pena.

Y aún por encima, como si su solo brillo no fuera suficientemente molesto, se puso a hacer preguntas como si fuera una maldita espía.

- ¡¿Qué te importa?! -le grité.

Sin embargo, al ver a Inger a mi lado cerré la boca.

- Bueno, sí, eso del líder... -mascullé de mal humor.

Sus respuestas -ignorando los insultos de Dehnel- me hacen ponerme algo más nerviosa. Me muerdo el labio inferior, dirigiendo mi pensativa mirada al suelo, una clara muestra de nerviosismo y debilidad que no suelo dar.

- Creo que ha pasado algo malo -les digo, sin saber bien por qué. Supongo porque en el fondo somos todos compañeros, al fin y al cabo-. También ante mí se apareció preguntando por Silvanus.

Miro a Inger (la que menos odio de los dos). Hablo tras un breve silencio.

- Estoy algo preocupada. Me gustaría que si os enteráis de algo me lo digáis. No estoy segura de por qué, pero me temo que no ha sido una simple chiquillada del piscis.

Fruncí el ceño y miré con la molestia reflejada en la cara a Rick cuando este habló. ¿De verdad no era capaz de hablar con la chrysos con algo de respeto? ¡Ella ni tan siquiera le había dicho algo de malas, ni lo había insultado ni nada!

Cuando Alehyss comenzó a hablar, desvié la mirada y escuché en silencio lo que decía. Sus palabras solo hicieron que mi preocupación aumentase. Pese a que el piscis no era la persona con la que mejor me llevaba de Palacio (de hecho, no nos llevabamos realmente bien), no pude evitar preocuparme con él. Ambos éramos compañeros, así que... Era normal, ¿no? Además, tal y como había dicho la chrysos, aquello no parecía una chiquillada. No me imaginaba a la víbora de Darvenwish dirigiendose a los alumnos por una tontería.

—Si sabemos algo, te lo haremos saber — murmuré. Luego fruncí el ceño y miré de reojo a Rick —. Ambos lo haremos — repetí (u ordené), antes de dirigirme de nuevo a la chrysos —. Y... Bueno... Si tú puedes hacer lo mismo... — Desvié la vista —. Ahora que has aparecido tú y que ha aparecido el líder caeruleus, no puedo evitar estar un poco preocupada... Como tú, claro... Y, bueno... — Me pasé una mano por la nuca —. Espero que no sea nada grave...

Ante las palabras de Inger, agaché las orejas como un perro arrepentido. La verdad era que el problema tenía que ver con Silvanus, y aunque la puta de Lester fuera una persona horrible en ese momento yo tenía que evitar molestarme porque había asuntos más importantes para tratar.

- Está bien -mascullé entre dientes-. Si sé algo te informaré y también espero recipraciedad.

Con este gesto esperaba no solo averiguar qué había pasado, sino también resarcirme ante Inger para que me perdonara. ¡No en vano había ido yo a por flores para prepararle un lecho!

Los escucho a ambos, aunque al flamma lo ignoro un poco. Al menos ella ha conseguido serenarlo un poco.

- Gracias -digo a la caeruleus, agradeciendo su colaboración-. Me iré a buscar algo más.
Estrecho los ojos, frunciendo el ceño, barajando en mi mente muchas cosas. Lo malo es que Silvanus nunca me había hablado de nada tan potencialmente peligroso. Espero que siga vivo, esté donde esté...

- Tranquila, no será nada grave -añado antes de irme, con seguridad-. Ya lo verás. No será nada.

Sin embargo, aunque las diga confiada, ni siquiera yo soy capaz de creerme mis palabras. De todas formas me obligo a decirle eso porque no deseo que sea de otra forma. Qué más quisiera que creérmelas.

Tras despedirme, escueta, me alejo de ellos.

"Hay que ver qué malo es el aprecio", pienso. Además... ¿Quién me iba a decir que de todo el palacio iba a ser el piscis pesado el que removiera así mis emociones? Desde luego si está vivo y lo pillo lo mataré yo misma por hacerme sentirme tan débil.

Me marcho de allí para buscar algo más de información. De todas formas, con tan poca luz será difícil. Si ni siquiera Aren Darvenwish fue capaz de encontrar alguna pista sin más... ¿Qué puedo hacer yo?

*se va*

Miré a Rick de reojo cuando habló, pero no dije nada. Estaba un poco molesta con él porque parecía que no era capaz de comportarse cuando se suponía que la situación era importante.

Volví a mirar a Alehyss segundos después, cuando ella habló, y asentí.

—Suerte con tu búsqueda — le dije, esbozando una corta sonrisa. Luego, cuando añadió que seguro que no era nada grave, volví a asentir —. Eso espero...

Justo después se fue y Rick y yo nos quedamos a solas. Lo miré de reojo durante unos segundos, sin decir nada, y luego suspiré. Pese a que todavía estaba molesta con él (aunque mucho menos que antes), cogí su mano izquierda para que ambos fuesemos al interior del Palacio. Mientras caminaba, pensaba en lo que había dicho la chrysos y deseé que no fuese nada grave.

*se van*

Tras mucho andar y mucho chocarse con puertas y dar con pasillos vacíos, Julie consiguió volver a la entrada. Decidió que ya era hora de explorar los misteriosos y fantásticos jardines de palacio y atravesó de nuevo las puertas. En el pequeño segundo que transcurrió mientras éstas se abrían, Julie se formó una imagen mental del jardín que esperaba encontrar. Grandes árboles fruteros, fuentes de aguas cristalinas con peces de brillantes colores, senderos de rosales que se perdían en pequeños escondites para los amantes... El lugar en el que ella se habría imaginado cualquier situación amorosa que sucediera en el castillo. Pero también se imaginó grandes laberintos que te tragaban entera si dabas un paso en falso, o madrigueras en las que habitaban criaturas extrañas y hambrientas...

La recibió un jardín de lo más común y vulgar. Había unos cuantos árboles y una fuente, pero poco más casaba con su imaginación. El jardín era bonito, pero nada exuberante. Decepcionada, le dio un puntapié a una piedra en su camino y se sentó en un banco. A continuación sacó su libretita y un lápiz y se dispuso a anotar todo lo que había aprendido en el día pero no había tenido ocasión de documentar en el momento: el misterioso incidente de la piedra, los pasillos que no llevaban a ningún lado, las puertas de la mazmorra que se movían de sitio si alguien indeseado intentaba entrar... Si había algo que le molestaba era la falta de gente en sus notas. Necesitaba investigar más sobre ellos, pero ¿por dónde empezar? Ojalá volviera la chica de la piedra. Seguro que ella podría contarle algo más sobre aquellas personas.

Se estaba tan a gustito, con la intensidad del sol en el punto justo, que se empezó a amodorrar. De momento se quedaría allí un ratito. Las grandes aventuras empezarían después.

*se queda*

Llegó a los jardines. Acababa de volver de explorar el pueblo que estaba cerca del Palacio y que, en teoría, tendría que visitar en un par de días. Recorrer el pueblo le había llevado casi toda la tarde, no porque fuese excesivamente grande (aunque tampoco podía decirse que era pequeño), sino porque se había perdido un par de veces. Como consecuencia de la infinidad de vueltas inútiles que había dado, ahora mismo estaba un poco cansado y, como estaba cansado, había decidido que no iba ni a leer ni a tomar notas ni a hacer algo relacionado con el estudio de la política de Ventus y que, en su lugar, aprovecharía para dar una vuelta por el exterior del Palacio.

Nada más pisar el césped, encendió sus ojos para poder ver y dio un par de pasos hacia delante, sin apartar la vista de la hierba. Cuando intuyó que se acercaba a la zona de las mesas, alzó la cabeza.

Sus ojos se encontraron con la espalda de una chica pelirroja a la que no había visto antes. Estaba sentada en uno de los bancos que estaban a unos metros de él y parecía que estaba ocupada escribiendo algo. El chrysos la observó en silencio, con los ojos entrecerrados e iluminados y con los hombros caídos, durante unos segundos. Dedujo que la chica debía de ser nueva, porque la idea de que todavía quedasen alumnos a los que no conocía a pesar del tiempo que llevaba ahí le parecía absurda e improbable. Se preguntó, tras concluir que la chica era nueva, cuándo habría llegado, cómo se llamaba, cuál era su raza y cuál era el motivo que la había arrastrado a Brontë. Y como las respuestas no se las iba a dar el viento, decidió acercarse.

—Buenas noches — murmuró.

FdR. Vago, que eres un vago, Lyam E___E

A Julie le pareció oír una voz mientras escribía, aunque no podía estar segura, ya que siempre se olvidaba del mundo que la rodeaba cuando se ponía a escribir en serio. Alzó la mirada y se encontró con un joven. Se quedó un momento en silencio. De pronto reaccionó, pegando un gritito y cayéndose del banco. Se apresuró a ponerse en pie.

Observó al chico con curiosidad. No parecía un héroe... Pero quién sabía, ¡los héroes se escondían entre la gente más corriente! El mismo príncipe Arthur no había sido más que un flamma sin destreza hasta que había desenterrado la espada Excalibor de la piedra mágica. Había nacido flamma, pero tenía la fuerza de un parvus, y por ello se le había coronado. Lo más enternecedor de aquella historia para Julie era el hecho de que era una historia que hasta los niños más pequeños sabían que era cierta, y demostraba que cada uno destacaba en lo que destacaba, sin importar cuáles fueran las expectativas de la gente... Es decir, que demostraba que la gente no era lo que parecía por fuera, ¿no? Ay, se estaba liando.

¿Por qué estaba pensando aquello...? ¡Ah, sí, el chico chrysos! Pobrecito, siempre malinterpretado... En un impulso le dio un abrazo, para intentar compensar todo lo malo que hubieran podido pensar de él. Sólo entonces se acordó de su investigación. ¡Estúpida Julie! Había venido al castillo con la misión de obtener información, y eso haría.

- ¡Hola, encantada! ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? Quiero que sepas que comprendo por lo que estás pasando, pobrecillo. Oh, por cierto, que casi me olvidaba, ¿hay más gente como tú en este palacio? ¿Sois todos valientes luchadores? ¿O hay espías? ¿Conoces algún pasadizo secreto por el que pudieran colarse? Hablando de eso, ¿sabes cómo llegar hasta el pirata encerrado en la mazmorra? Vaya, no debería haber mencionado eso, se suponía que era un secreto...

El chico avanzó hasta colocarse frente a la chica y clavó sus ojos en su rostro, descubriendo, al hacerlo, que la chica era una chrysos con los ojos claros, gafas y pecas repartidas por las mejillas. El chrysos permaneció en silencio, sin apartar la mirada, esperando a que la chica dijese o hiciese algo. Y cuando ese algo llegó convertido en forma de grito y posterior caída, no pudo evitar alzar ambas cejas y acercarse hasta el banco con la extrañeza reflejada en la cara.

—Eh... ¿Estás bien? — inquirió, frunciendo ligeramente el ceño.

Iba a darle la mano para ayudarle a levantarse, pero la chrysos se adelantó y se incorporó sin su ayuda. No respondió a su pregunta y, en su lugar, se limitó a observarlo. El chico pensó entonces que, a lo mejor, debía decir algo más (algo como: ¿qué tal? ¿cuánto tiempo llevas en Palacio? o algo así), pero, antes de que pudiese pronunciar palabra, la chrysos hizo algo que provocó que sus posibles preguntas se evaporasen.

—¿Ah...? — alcanzó a decir, con los brazos de la chica rodeándolo, los ojos ligeramente desorbitados, las cejas enarcadas y las manos en alto.

No era que no estuviese acostumbrado a los abrazos y que no supiese qué hacer cuando alguien lo abrazaba (de hecho, no lo estaba y sabía cómo responder a los abrazos) . El problema estaba en que no sabía por qué demonios lo estaba abrazando aquella extraña. No creía haber dicho algo que mereciese un abrazo y la chica no le sonaba de ninguna otra parte (aunque, quién sabía, a lo mejor la había visto algún día y no la recordaba). Además, ni tan siquiera le había dicho quién era ni le había respondido al saludo.

El chrysos se limitó a darle un par de palmaditas en la espalda. Cuando la chica lo soltó, chasqueó la lengua y miró a ambos lados, sin saber muy bien qué decirle. Esta vez, sin embargo, no se produjo ninguna clase de silencio. La desconocida empezó a hablar sin descanso nada más soltarlo: le preguntó quién era, de dónde era, le dijo no sé qué de comprensión y algo de guerreros y espías... Y pese a que el chico intentaba responder a lo que entendía, la chica no dejaba espacio entre pregunta y pregunta. Cuando se calló, el chyrsos no pudo evitar mirarla con confusión, con los labios entreabiertos y el ceño fruncido.

Parpadeó.

—Eh. Primero, me llamo Lyam — murmuró —. Y... Soy de Fulmen... — Forzó una sonrisa y luego frunció ligeramente el ceño —. ¿Tú eras...?

Se había perdido en algún punto del discurso, pero no pensaba confesarlo.

Oh, vaya, el chico estaba tan emocionado que se había quedado sin habla... Pobrecito, pensó Julie, seguramente no había recibido mucho cariño en su infancia... Sacó su libreta de nuevo y garabateó unas nuevas notas bajo un título que rezaba: "Lyam: la historia". Había dicho que había nacido en Fulmen, ¿verdad? Oh, aquello lo hacía todo mucho más trágico. Ay de él, pensó mientras meneaba la cabeza con tristeza. Se moría por preguntarle todo sobre su pasado, pero recordar aquellos duros tiempos sólo lo pondría mucho más triste... Vaya, qué dilema.

Se había quedado tan absorta con sus pensamientos que tardó unos segundos en darse cuenta de que tenía que responder. Pero ¿qué decir? No quería tocar el tema de su familia. El pobre estaba tan abrumado que se había olvidado de responder sus preguntas, pero en el estado en el que se encontraba, no podía culparlo. Decidió dirigir la conversación por otros derroteros.

- Oh, ¿yo? Nadie importante, pero puedes llamarme Julie si lo deseas. Pronto seré Julie, la valiente, pero opino que no merezco ese título aún, ¿no crees? - hizo una pausa -. Sea como sea, tengo unas preguntas que necesitan respuesta con urgencia, y espero que puedas ayudarme. Necesito saber todo lo que pueda sobre la gente del castillo. Es de vital importancia -a medida que se iba emocionando con el discurso fue abriendo más y más los ojos, inclinándose sobre sus pies -. ¿Ves esta piedra? Me la dio una chica del castillo. Pero es un secreto, ¿eh? ¡No se lo digas a nadie! Pues resulta que esa piedra se la quitó a un pirata que capturó hace poco. O fue hace poco, ¿no? Bueno, da igual. Al parecer éste se encuentra encerrado en las mazmorras. ¡Sí, increíble! Y yo me muero por ver a ese pirata, pero no sé si debería, y cuando fui a hacerlo me atacó un grupo de fregonas asesinas, y, y, y... Todo esto es un secreto - cuando quería, Julie podía ser muy manipuladora.

Un momento, no le había preguntado nada de lo que quería preguntarle.

En lugar de responderle, la chica cogió una libreta y comenzó a escribir algo que el chrysos no pudo leer desde su posición. Pese a ello, el chico no apartó su mirada del cuaderno. Frunció el ceño y apretó la mandíbula. Se preguntaba qué estaría escribiendo y por qué. ¿Sería una espía o algo por el estilo? ¿O tomaba notas porque sí; porque era extraña y le apetecía? No la conocía, así que no podía responder con seguridad a ninguna de las dos preguntas (a pesar de que le parecía absurdo que un espía anotase cosas delante de la persona a la que estudia). Lo que sí podía hacer, no obstante, era todo lo que hacía con los alumnos de Palacio: preguntar, sacar datos y evaluar. Tendría que hacerlo aunque la chrysos no hubiese sacado la libreta, pero el cuaderno le daba aún más motivos para hacerlo.

La chica volvió a hablar y él relajó la expresión y escuchó lo que decía con un amago de sonrisa dibujado en la cara. Por lo que decía, se llamaba Julie y parecía tener un especial interés en conocer todo lo que pudiese sobre el Palacio. El chrysos se preguntó a qué vendría ese interés, mientras retrocedía un par de pasos al ver cómo la chica se iba inclinando sobre sus pies. La respuesta, por su suerte, no tardó demasiado en llegar.

La pelirroja, desde aquella posición, le mostró una piedra que le había dado una chica de Palacio y le contó la historia de un pirata que, al parecer, estaba encerrado en las mazmorras y que el chrysos no se creyó. De hecho, lo único que pensó al escuchar aquello fue que la chica tenía una excesiva imaginación solo comparable a la de Rick Dehnel (aunque, por suerte, las ocurrencias de la chrysos eran más simpáticas y agradables que las del flamma). Lyam enarcó una ceja y esbozó una sonrisa jocosa. Se planteó, antes de responder, si debía decirle que en las mazmorras no había ningún pirata encerrado o si debía dejarla en su fantasía.

—Oh, así que esa es la piedra que pertenece al pirata de las mazmorras — murmuró mientras cruzaba los brazos —. Interesante. Me pregunto quién te la habrá dado. Creo que el Capitán Lawrence Oliver Jefferson de Barba Azul , el pirata, lleva semanas buscándola. Dice que es algo necesario para no sé qué — Frunció ligeramente el ceño, adoptando una expresión pensativa —. Creo que es para algo de una estatua que quiere construir... No recordarás, por casualidad, quién te la habrá dado, ¿no? No lo tendrás anotado en el cuaderno, ¿verdad? Es que creo que eso podría ayudarle un poco — Suspiró y bajó la mirada al césped —. El pobre Lawrence Oliver lleva semanas desesperado por culpa de esa piedra. ¡Dice que no puede vivir sin ella, qué la necesita para esa estatua que quiere hacer para su amada...! Y también dice que no sabe por qué está encerrado — Negó con la cabeza y miró a la chica de reojo. Torció una sonrisa —. Sé todo esto porque estuve con él en las mazmorras, pero no preguntes qué hacía yo ahí — Le guiñó un ojo.

Aquello, pese a como mucho le reportaría el nombre de la persona que le dio la piedra y le daría alguna clase de pista sobre lo que anotaba en el cuaderno, se le antojó divertido. Además, no tenía pensado dejar que la broma fuese muy lejos. Solo quería saber un par de cosas.

FdR. desgraciado lol

En cuanto el chico que se había identificado como Lyam mencionó su libreta, Julie pegó un respingo. ¡Su libreta! ¿La había visto? ¿Cuándo? Oh, no, su libreta estaba en peligro. Escondió la libreta a sus espaldas, comenzando a ponerse nerviosa, pero entonces escuchó la historia del chico y en un abrir y cerrar de ojos ya se había olvidado de ella. ¡Información sobre el pirata! Enarboló el lápiz como si se tratara de un arma mortífera y apuntó minuciosamente toda aquella nueva información, sin perderse detalle. Escogió una hoja que le pareció bonita y la tituló: Capitán Lawrence Oliver Jefferson de Barba Azul: la historia, y a continuación anotó todo lo que había oído en boca del chico. La historia se estaba poniendo emocionante. ¿Por qué habría querido aquella chica parvus impedir que el pirata recuperara una piedra tan importante?

La respuesta cayó sobre ella como una losa. Claro... La pobre parvus estaba perdidamente enamorada de aquel pirata. Era la única respuesta posible. Sólo así tendría sentido que lo hubiera capturado y robado la piedra para su estatua, pues así contrariaba a su competidora y ganaba a su amado. Dos pájaros de un tiro. Apuntó esta nueva información, cada vez más emocionada. Vaya, Julie tenía cada vez más ganas de ver a aquel pirata... También sentía curiosidad por algo que había mencionado Lyam, así que alzó la cabeza de sus notas y dijo:

- Te contaré todo lo que sé sobre esta historia si tú me cuentas qué hacías en las mazmorras y me llevas a ver a Capitán Lawrence Oliver Jefferson de Barba Azul - no era un tema de su pasado, así que no creía que hubiera inconveniente en mencionarlo.

El chrysos observó la reacción que tuvo la chica cuando mencionó su libreta. Parecía que aquel cuaderno era importante. Volvió a preguntarse qué anotaría exactamente ahí, pero decidió dejarlo correr. La chica parecía demasiado crédula e imaginativa como para ser una espía o algo por el estilo. Mientras hablaba contempló cómo la chica escribía. Pensó, entonces, que lo más probable sería que estuviese escribiendo la historia del pirata que le estaba contando. Tal vez la chica anotaba todo lo que escuchaba por algún problema de memoria o por simple curiosidad. O porque le gustaban las historias. Ya había comprobado que tenía una imaginación desbordante, así que... ¿por qué no?

Cuando el chico terminó de contar la historia del pirata, Julie lo miró. El chrysos pensó que respondería a sus preguntas, pero, en lugar de eso, le propuso un trato: ella le contaría lo que sabía a cambio de que él le dijese que hacia en las mazmorras y a cambio de que le llevase a ver al pirata. Lyam frunció el ceño. No solo era más imaginativa que Dehnel, sino que también era menos bocazas.

Chasqueó la lengua. No tenía problemas en inventarse un motivo que justificase su estancia en las mazmorras, pero sí tenía problemas con lo segundo. ¿De dónde iba a sacar a un pirata? Dudaba que alguien quisiese disfrazarse de Lawrence Oliver Jefferson de Barba Azul solo para contentar a una niña (porque la chica, pese a no parecer tan niña como la piscis Massen, sí que parecía más joven que la mayoría de los alumnos con los que se había encontrado). Además, ni tan siquiera sabía a quién podría pedirle el favor en caso de que decidiese hacerlo (cosa que no haría, por supuesto). Suspiró. Siempre podía llevarla a las mazmorras y decirle que el pirata se había escapado. A fin de cuentas, si se había creído lo que había dicho antes, ¿por qué no iba a creer aquello?

Miró a la chica y sonrío antes de hablar.

—Bueno... — Tomó aire. Chasqueó la lengua —. Te contaré qué hacía yo en las mazmorras, pero creo que ahora es un poco tarde para ir a ver al Capitán Lawrence Oliver Jefferson de Barba Azul — Puso la voz más grave al mencionar el nombre del pirata imaginario. Se pasó una mano por el pelo, echándoselo hacia atrás, y esbozó una sonrisa sesgada. Luego, volviendo a su tono de voz normal, dijo—: Yo fui a las mazmorras un noche oscura, de luna llena, donde el aire soplaba muy fuerte — Alargó las últimas vocales al hablar. Miró a los lados. Luego clavó sus ojos en Julie, con la seriedad reflejada en su cara—. De niño había escuchado historias de monstruos y pensé que, a lo mejor, en el Palacio se escondía alguno entre los alumnos. Era uno de mis primeros días aquí, no sabía dónde estaban los sitios y no conocía a casi nadie — Sonrío de lado —. Entonces, mientras caminaba por los pasillos escuché un ruido extraño — Se encogió un poco —. Venía de lo más profundo de unas escaleras. Movido por la curiosidad, descendí en busca de aquel ruido. La idea de que un monstruo rondase por Palacio todavía seguía en mi mente, pero esperaba que no fuese necesario pelear contra él. A lo mejor, quién sabe, se prestaba al diálogo... O al menos eso pensaba.

Tomó aire y se acercó un poco a la chrysos, con una sonrisa torcida pintarrajeada en el rostro.

—Cuando llegué abajo, me encontré en un sitio húmedo y oscuro. No se veía nada, pero el ruido se había hecho más fuerte. Entonces encendí mis ojos (tras dar gracias a Mithos de que fuese chrysos) y comprobé que había llegado a las mazmorras. De nuevo movido por la curiosidad, avancé por el lugar en busca del monstruo. Caminé y caminé, pero no encontré nada más que celdas vacías hasta que llegué al final del lugar. Entonces me encontré con el pirata. El Capitán Lawrence Oliver Jefferson de Barba Azul estaba sentado, con un brazo entre los barrotes, pidiendo agua y que, ¡por favor! alguien le devolviese su piedra.

Suspiró y soltó una suave risa.

—Básicamente, eso hacía en las mazmorras: buscar un monstruo. No quería contarlo porque es muy infantil que un chico de mi edad se dedique a hacer esas cosas, pero no me has dejado elección — Se encogió de hombros —. Así fue como conocí al pirata. También descubrí que tiene horarios muy raros y que por las noches tiene un hambre atroz. ¡Y que se va a dormir temprano y que no le gusta que le despierten! — Sonrío —. Así que... ¿Qué te parece si vamos otro día a verle, huh?

FdR. repetiré el desgraciado xDU

Tamlin decidió dar un paseo por los Jardines, una vez hubo salido de Palacio, la naturaleza, le agradaba, especialmente de noche, cuando todo estaba tranquilo. Sin embargo había dos personas hablando, Tam no distinguía sobre qué, pero decidió acercarse a echar un vistazo, ir conociendo a alguien por allí no le vendría mal.

Se ajustó bien la espada y avanzó, totalmente recto, con sus andares militares (No lo hacía a propósito, sencillamente es algo con lo que no podía luchar, tan natural en él como el respirar.)


-Buenas noches. -Dijo inclinándose ante ambos levemente - Me llamo Tamlin Al'Morin y no he podido evitar avistaros mientras daba un paseo. Acabo de llegar a Bronte. - explicó.


FdR: Ala, me meto a lo acoplado, que no hay nadie en el chat para preguntarle si es buen o mal momento.

Julie había seguido la historia de Lyam con gran interés. Con tal interés que había olvidado la libreta por completo. Qué historia tan emocionante. Debía recordar anotarla entera cuando tuviera un momento. Pero, además, ¡un monstruo! ¡Un verdadero monstruo en el castillo! ¿Quién lo habría imaginado? Porque Julie no, desde luego, pero no podía alegrarse más por aquella noticia. Un monstruo era el villano perfecto para el primer combate de su historia. Debía encontrar rápidamente al héroe de su historia y comunicarle esta información para que liderara una búsqueda y batalla contra la bestia. Sería la escena épica más emocionante jamás contada.

Cada vez hacía más calor, y los pájaros habían empezado a piar con fuerza. Julie asintió con mucha energía ante la proposición de Lyam. ¡No se perdería la visita al pirata! Ya estaba a punto de contarle todo lo que sabía cuando... Un momento... ¿Pájaros? ¿Aquellos seres orondos de pico prácticamente metálico y mortífero? Juile abrió mucho los ojos. En ese momento apareció una tercera persona, y Julie empezó a angustiarse. Una nueva persona era todo lo que había estado esperando. Quería hablar con él; quería contarle a Lyam lo que sabía sobre la chica y su historia; pero los pájaros no paraban de piar, recordándole su presencia.

Finalmente, no aguantó más.

- Disculpadme, pero acabo de recordar que tengo que, eeeeh, entrar en el castillo porque, esto, hace mucho calor, y, bueno, claro, cuando hace calor los pájaros vuelan, digo, cantan, digo, matan, y... ehh, pues eso. ¡Nos volveremos a ver, queridos amigos! - gritó, corriendo ya hacia la puerta - ¡No olvidaré nuestra promesa, Lyam! ¡Será nuestro secreto!

*se va*

FdR: lo siento, me tenía que ir pero ya.

En cuanto el chrysos terminó de contar su historia, un aether al que no había visto antes apareció. El chico frunció ligeramente el ceño y ladeó la cabeza hacia a un lado, con la curiosidad reflejada en su rostro. Al igual que había hecho con Julie, dedujo que el aether debía de ser nuevo, hecho que confirmó al oír sus palabras. Lyam lo saludó con un gesto de la cabeza.

—Lyam... — murmuró. Reprimió un bostezo —. Encantado...

Luego volvió a clavar su vista en la chrysos, que acababa de hablar. Enarcó las cejas al escuchar lo que decía porque aquello, sin duda alguna, no tenía sentido y se despidió de ella con la mano. Se preguntó qué le contaría la próxima vez que se viesen y pensó que, muy probablemente, no había sido buena idea empezar a contar todas esas historias. Tampoco se esperaba que se las fuera a tomar con tanto entusiasmo y quizás fuera por eso por lo que pensaba que había sido mala idea: a saber cómo reaccionaba al saber que no había tal pirata. Esperaba que no se decepcionase demasiado porque no le apetecía lidiar con una chrysos extraña y triste.

Reprimió otro bostezo y miró de reojo al aether. Tenía muchas preguntas que hacerle, pero también tenía sueño. Ya estaba cansado cuando había comenzado a hablar con Julie, y ahora que la noche había avanzado estaba aún más cansado. Suspiró.

—Esto, lamento mucho esto, pero creo que me voy a ir a dormir — susurró. Esbozó una corta sonrisa justo después —: Estoy bastante cansado porque he estado dando vueltas toda la tarde. Espero, y realmente lo espero, que podamos encontrarnos otro día. Buenas noches y disfruta de tu... Estancia en Brontë.

Se despidió con un gesto de cabeza y, luego, caminó hasta la entrada al Palacio.

*se va*

FdR. Lo siento, pero me muero de sueño xDU

Tam ató cabos mentalmente. Encuentra a un Chrysos y una Chrysos en mitad de los jardines charlando a la luz de la Luna. Entonces el se presenta ante ellos y la chica se pone muy nerviosa de repente, comenzando a decir incoherencias sobre el calor que hace y pájaros que mata, tras eso le dice a Lyam (El Chrysos, supuso Tam) que no olvide su promesa, que será su secreto. Mientras dice todo esto, el Chrysos la mira con atención y alza las cejas en gesto de sorpresa. Acto seguido, desaparecida la Chrysos, Lyam dice que espera que se vean en otro momento y que disfrute de su estancia en Palacio, marchándose...

"Parece ser que he interrumpido a una joven pareja feliz, vaya, que patoso soy..." Pensó sintiendo un pinchacito de culpabilidad.

-Ya veo... Entiendo... Bueno, buenas noches, Lyam, ya nos veremos. -dijo antes de irse a buscar su propia habitación.


*Se va, convencido de que los Chrysos son una parejita feliz*

Llegué a los jardines cargado de energía. Acababa de comer lo digno de todo un guerrero y, tras el reposo pertinente, me sentía totalmente lleno de energía. Aún recordaba la conversación con la puta de Lester y, aunque ella fuera una maldita contrabandista, no me gustaba pasar por alto la idea de que un peligro podía rondar cerca. Por lo tanto, Värdjas pendía de mi espalda, bamboleándose hacia un lado y hacia otro con cada uno de los impulsos que usaba para desplazarme.

Mientras corría, cantaba.

- ¡RICK DEHNEL VA A GANAR! ¡RICK DEHNEL VA A VENCER! ¡LOS MONSTRUOS DE ESTE MUNDO ME VAN A TEMER!

Los jardines eran un buen sitio para entrenar. Emanaban una fragancia relajante que templaba mi carácter.

Desenvainé mi mandoble tras deshacerme de mi camiseta. Extendí los brazos, asiendo con fuerza la espada y comencé a levantar y bajar a Värdjas, golpeando el aire, con el fin de fortalecer mis brazos y mi espalda. Ya luego entrenaría la técnica.

*se queda*

Julie apareció a la carrera. Se había levantado unos minutos antes, y tras comprobar sus notas de la noche anterior había recordado que le debían un viaje a las mazmorras. Rogando para que Lyam siguiera en el sitio en el que lo había dejado, se vistió a toda prisa, olvidando recoger su pelo en sus trenzas, que ahora ondeaba en una masa de rizos pelirrojos, y salió disparada hacia los jardines.

Al llegar al jardín no encontró a Lyam por ninguna parte. En su lugar, se encontró con un misterioso guerrero. Estaba ocupado en algo. Levantaba y bajaba la espada de forma rítmica y enérgica. Julie observó con curiosidad desde una distancia prudencial. Parecía que estuviera atacando a alguien, pero no había ningún enemigo a la vista... A no ser que... Comenzó a atar cabos con esa escena y lo que Lyam le había contado la noche anterior, y finalmente dio con una respuesta al problema. ¡Estaba luchando contra el monstruo que Lyam buscaba! Claro, por eso Lyam no lo había encontrado aún: era invisible.

Emocionadísima, pues acababa de encontrar su primera batalla real, sacó su libreta y apuntó el nuevo descubrimiento. A continuación buscó con la mirada un lugar desde el que pudiera observar, ya que no quería interrumpir la pelea del valiente guerrero. Encontró un árbol al que podría subirse con facilidad y empezó a trepar. Se agenció de una rama y desde ella se dispuso a observar al joven en su contienda. Pasó el tiempo, y él seguía repitiendo el mismo gesto. ¿Tan difícil sería de matar aquel monstruo? A lo mejor necesitaba ayuda...

Estaba a punto de bajar de su rama para ayudarlo, cuando oyó un sospechoso *crack*. Tuvo tiempo de gritar antes de que la rama se partiera por la mitad y ella se precipitara al vacío. Cayó con un sonoro batacazo, golpeándose con fuerza el trasero.

- Ayyyy qué dañoooo.

Un sonido me distrajo. En guardia, preparado para cargar contra la bestia, me volví, raudo y veloz como un rayo. Sin embargo allí no había ninguna bestia, sino una hermosa jovencita que acababa de caerse al suelo. Me apresuré a envainar mi espada y correr hacia ella para ayudarla a levantarse.

Cualquier persona ignorante o de mente débil hubiera corrido el peligro de que aquella joven no fuera más que un espejismo creado por una malvada criatura para atraer a los hombres y chuparles la juventud, pero mi experiencia luchando contra el mal a lo largo de los años me había enseñado a diferenciar con clara nitidez a las bellas damas de las arpías y otras fieras.

- ¿Te encuentras bien? -inquirí, portando mi rostro la más noble y encandiladora sonrisa Dehnel, mientras extendía a la joven mi fuerte brazo sudoroso debido al esfuerzo-. No me había dado cuenta de que estabas por aquí, lo siento.

Mi cuerpo poderoso brillaba por el sudor, y en la parte delantera se apreciaban los tatuajes de los que tan orgulloso me sentía. Tanto si ella se fijaba en ellos, como si lo hacía en mi poderoso tórax, acabaría profundamente encandilada, y yo era consciente, por lo que procuré no ser encantador de más. No era mi sueño ir rompiendo corazones así, de buenas a primeras.

Tal vez a la pequeña chrysos, pues eso era, le fueran más los guerreros, por lo que las cicatrices de látigo que había trazadas en mi espalda podían hacer las delicias de su libinidosa mente adolescente.

FdR- Ale XD

Salí del palacio en busca de alguien con quien poder hablar, alguien que me pudiese hacer un poco de compañía. No es que me gustase especialmente estar con la gente, pero era cierto que cada persona albergaba secretos e historias que podían ser compartidos y escuchados con mucho interés.

Hacía fresco en el jardín, se estaba bastante bien. Todo estaba calmo, lo malo es que no se podía distinguir nada a tres pasos más que sombras y algún que otro destello.
Me puse a caminar con lentitud, siguiendo lo que debía de ser el sendero más o menos establecido para que la gente pudiese caminar al rededor del palacio sin encontrarse ningún estorbo.

*Se queda*