Jardines (1) [completo]

Tamlin volvió a los jardines, la noche anterior, tras el encuentro con la pareja romántica, no había tenido tiempo de echar un vistazo a fondo por el lugar.

Una vez más, se encontró con que no era el único que había decidido echar un vistazo a la zona. Había una Parvus al parecer dando un paseo. Tam pensó que esta ocasión podría ser mejor que la de la noche anterior a la hora de conocer a alguien de palacio, sin interrumpir ningún tipo de encuentro apasionado a la luz de la luna, así que se acercó a la Parvus, dejando algo de distancia entre él y ella para poder tener angulo de visión (nunca acabaría de acostumbrarse a la pequeña estatura de aquella raza).

-Buenas noches, soy Tamlin Al'Morin y acabo de llegar a Palacio. - Dijo a modo de presentación.- ¿Te importa que te acompañe?

Una voz interrumpió mi silencioso paseo (¡Al fin!). Dirigí mi cara hacia él, era un hombre alto -casi todos lo eran para mí- y de caminar erguido. Entre la oscuridad era un poco difícil distinguir algo más.
Decía llamarse Tamlin Almorin y que era nuevo en el palacio de Brontë. Me alegraba pensar que aún había gente que se acercase al palacio para ofrecer su ayuda.

- ¡Un nuevo miembro! ¡Claro que no me importa! - Exclamé mientras dibujaba una amplia sonrisa en mi cara, sin importarme que pudiese verla o no en medio de la oscuridad.

Me llevé la mano al pecho y alcé la barbilla - junto con la cabeza - ligeramente, a la vez que cerraba los ojos.

- Yo soy Elektra Samon, encantada - respondí a su saludo, correspondiéndole como debía, pues me habían educado con muchos modales.

Dirigí entonces mi mirada hacia sus hombros, parecía tener alas.

FdR: Tamlin -------> Aether

Tam se llevó la mano al mentón y se rascó la barba mientras sonreía un poco. Tampoco se acostumbraría nunca a la vitalidad que desprendían los Parvus, debía ser que como eran tan pequeños, la tenían toda concentrada... Era un fenómeno curioso, pero lo cierto era que le caían bien.

-Pues sí, acabo de llegar con intención de echar una mano, aunque parece que de momento no me necesitan para nada -dijo sonriendo un poco- acabo de dejar mi granja en Ventus, espero que las cosas vayan bien por allí.

Tam adecuó su paso al de la Parvus, dada la diferencia de longitud, aunque esta era bastante rápida para su estatura.

-El Palacio es bastante bonito, pero me resulta un tanto agobiante la cantidad de gente que se pasea por él durante el día, por eso he venido a dar un paseo por aqui, los jardines están bastante tranquilos durante la noche -dijo a modo de explicación para iniciar la conversación.

Asentí varias veces ante la explicación del aether -confirmado al 100%-. Parecía que en Ventus trabajaba en una granja, ¡qué guay! ¿Qué clase de animales habría en Ventus?

- La verdad es que no hay gran cosa que hacer por aquí, parece que nos hubiesen avisado antes de tiempo... - comenté algo pensativa, llevándome la mano al mentón y rascándolo con suavidad -. Pero siempre puedes hablar con alguien, o entrenar.

Observé que redujo un poco la velocidad, aunque mejor, así no tendría que darme prisa.

- ¿Granjero? ¡Qué guay! ¿Cómo es tu granja? - Exclamé sonriente, la idea de una granja aether me activaba totalmente, no podía ni imaginármela.

Me encantaba averiguar cosas de los demás. El simple hecho de mantener una conversación con alguien, y aprender cosas de ese alguien hacía que tuviese un cosquilleo en la barriga, no entendía muy bien por qué, pero mientras me haga sentir bien no tendría que preocuparme.

Tam sonrió un poco. Si, los Parvus no cambiarían nunca.

-Pues es una granja normal, supongo, cultivamos tabaco y lo vendemos a algunos comerciantes, no es nada del otro mundo. No da mucho dinero pero es suficiente para vivir. También cultivamos algunas hortalizas por si las cosas salen mal tener algo que comer y si no, siempre quedan los ahorros... - explicó a la Parvus.

-¿Hablar y entrenar eh? Pues no me vendría mal entrenar un poco un día de estos, hace mucho tiempo que no practico con otra persona y lo cierto es que he perdido muchas facultades, tendré que recuperarlas -dijo con una sonrisa algo avergonzada.

-Esperaba que hubiese más cosas para hacer, la verdad, pero no me voy a quejar por tener tiempo para descansar después del viaje desde Ventus, si he de ser sincero - comentó.

Tam caminaba muy recto y con ritmo marcial, que no apresurado, para él, andar de esa forma se había convertido en algo natural tras los largos años de servicio en el ejército.

Abrí la boca con sorpresa, la cual tapé con la mano izquierda al momento, al descubrir que se trataba de una granja de tabaco -fue un poco decepcionante, aunque no lo mostré-. Asentí fingiendo estar muy interesada -era interesante, pero después de saber que sólo era tabaco perdí algo de interés-.

- Yo en Humus trabajaba en las minas, aquí donde me ves - comenté alzando el brazo y dirigiendo la mano hacia mí, con el dedo índice extendido.

Entonces Tamlin comentó algo de que le gustaría entrenar un día de estos, entonces pequé un pequeño salto y me detuve mirando hacia él haciendo un puño con la mano izquierda y cubriéndolo con la mano derecha abierta, como señal de ruego.

- ¡Entrenemos tú y yo un día! - Exclamé.

De repente abrí los ojos extrañada, ese comportamiento tan activo no era propio de mi. De repente me sonroje, y continué caminando con la cabeza gacha.

- Sólo si te apetece, claro... - susurré avergonzada por lo que acababa de hacer.

Tam miró a la pequeña Parvus y sonrió. No es que fuera especialmente arrogante, pero en sus días mozos había sido un espadachín bastante hábil y dudaba seriamente que la joven de pequeña estatura pudiese plantearle un verdadero entrenamiento, pero aún así asintió con un leve cabeceo.

-Claro, si quieres entrenar no tengo ningún impedimento, Elektra. - dijo ensanchando la sonrisa. Dedujo por su actitud que tenía bastantes ganas de hacerlo. - Aunque no sé cual es la zona acondicionada para el entrenamiento.

-Así que en una mina, ¿Eh? debes ser mucho más fuerte de lo que aparentas, entonces. Y eso que los miembros de tu raza acostumbran a ser bastante fuertes. -comentó fingiendo un poco de impresión, suponía que eso haría feliz a la Parvus.

Tam sonreía, la joven Parvus era bastante animada y eso le hacía gracia, no es que se riese de ella, si no más bien que le resultaba ligeramente contagioso.

Parecía que Tamlin también se veía con ganas de entrenar algún día conmigo. ¡Eso era genial! Así podría analizar su forma de combatir, y sería otra cosa nueva que añadir a la lista de mi nuevo conocido.

- Yo sé donde podemos pelear sin contenernos, pero es dentro del palacio... - comenté algo misteriosa, a lo mejor hasta le apetecía pelear conmigo esa misma noche, y eso sería realmente fantástico -. Si quieres puedo enseñarte el sitio... Para la vez que combatamos...

Alcé otra vez la vista, al menos no lo había incomodado o molestado.
Hizo mención a las minas, ¡pues claro que era muy fuerte! Jaogín y yo siempre habíamos hecho un dúo poderoso, aunque bien era cierto que hacía meses que no participaba en ninguna batalla de ninguna clase.

- Bah... La verdad es que no soy gran cosa... - comenté conteniendo lo que de verdad pensaba, no quería quedar de impertinente -. Dicen que tengo muchos puntos débiles a la hora de pelear.

-Bueno, bueno, no te valores por debajo de lo que valgas, si estás en Bronte por algo será. -Dijo Tam amablemente.

La Parvus era humilde, eso era bueno, al menos desde el punto de vista de Tam. Pero también era bueno confiar en las posibilidades de uno mismo. Además, siempre podía enseñarle un par de trucos de perro viejo a aquella joven, que no le vendrían mal para sobrevivir si las pruebas con las que esperaba encontrarse eran la mitad de duras de lo que imaginaba. O al menos, eso creía él, que podía enseñarle algo.

-Muestrame el camino, de hecho, no estaría mal estirar los músculos un poco ahora mismo, así me despierto un poco -dijo sonriendo de nuevo.

Se dispuso a seguirla a las salas de entrenamiento.

*se va siguiendo a la Parvus*

La chica parecía haberse hecho daño. Yo, como buen y fuerte (y también noble) flamma que era decidí que si la caída que había sufrido había causado alguna lesión en ella, fuera quien fuera, mi nueva misión era escoltarla hasta palacio para que pudiera descansar y, de esa forma, cuidar de que aquello no fuera a más.

- ¡Vamos! -dije mientras la alzaba como si fuera una pluma y me la cargaba a hombros como hacían los padres con sus hijos-. ¡Agárrate bien, que te voy a llevar dentro!

Nada de lo que ella dijera me haría cambiar de idea. Mi misión era salvarla.

*parte hacia el palacio con Julie a hombros*

Paseo por los jardines. O quizás no debería decir paseo, porque en mi cuerpo no hay un solo ápice de relax. Con mi arma a la espalda, seguramente para muchos tenga una imagen muy cómica, caminando como un enanito con algo muy grande. Sin embargo, a nadie le hará tanta gracia si comete el error de provocame. Un jardín es un lugar tan bueno como otro cualquiera para entablar batalla si fuera necesario. O mejor incluso, porque al estar tan próximo a palacio cualquier otro líder podría venir a acudirme en el poco probable caso de que el enemigo me superase.

Sin embargo ahora mismo espero no tener que luchar. Estoy, más bien, esperando "el correo". Y pronto llega, aunque no de la forma usual para el resto de los guerreros. Un pajaro alargado y rojizo, con grandes y vistosas plumas en la cola. Al principio no es más que un punto en el cielo, pero en cuanto se acerca puedo comprobar que sí es el mensajero al que espero.

- Drríade -digo, alzando una mano, llamando al ave.

El pájaro vuela hacia mí y se posa sobre mi brazo. Ha debido de volar una gran distancia, pero no parece especialmente cansado. En una pata lleva atado un trozo de pergamino que cojo y leo.

Enseguida me tenso. Sabía que las noticias no eran buenas, pero esto es peor. Es una muestra de que la inseguridad del mundo llega mas allá de Brönte.

Releo el papel y luego lo guardo. Con el pájaro al hombro, entro en palacio con pasos rápidos.

*se va*

Tras lo sucedido el día anterior, no había logrado levantar cabeza. Ni siquiera el noble Rick Dehnel, miembro de una familia de fuertes guerreros que muchas veces habían de despedirse de sus camaradas de combate, había encajado bien la muerte de la noble Adela. Suspiré. Al menos no había sido la hermosa Inger, cuya muerte hubiera lamentado mil veces más.

Los jardines estaban vacíos, totalmente aptos para entrenar, pero yo no me sentía con la fuerza para hacerlo. Y aún por encima Nagorr Brumm, gran (y pequeño) líder Parvus me había hecho prometer que, por el momento, no diría nada a nadie, por lo que ni siquiera podía llorar mis penas junto a algún amable compañero que, como yo, comprendiera lo dura que era la pérdida de tanto valor y nobleza.

Estaba solo y sentado en un banco mirando hacia el cielo y pensando consas filosóficas. Si yo hubiera estado allí nada de esto hubiera sucedido, por lo que a partir de ese momento era mi tarea hcer cumplirse la justicia y enfrentarme a aquellos que había cometido tal atrocidad. Ella lo hubiera querido así, sin duda alguna.

*se queda entristecido pensando*

El pequeño dragón llevaba semanas vagando sin rumbo por las inmediaciones de palacio, había perdido mucho peso, no volaba por falta de comida y fuerza, ya que alimentarse de bichos solo no era suficiente. Caminaba completamente sucio y sin ánimos. Se había asilvestrado un poco y rehuía ya de los humanos más que de costumbre, pero al ver al flamma se acercó cautelosamente, con los ojos entornados y curiosos.

FdR: es tristán, por lo que entended que los post sean cortos xD

Mientras observaba el cielo, solo y triste, se me apareció de pronto una anguila voladora. A punto estaba de atacar cuando me fijé en que el ser escamoso (como yo) me miraba con cierta curiosidad. Era demasiado pequeño para comerse a alguien como yo, por lo que pronto di por hecho que no me haría nadie.

- ¿Quién eres tú? ¿Una salamandra? -le pregunté, curioso, aunque dudaba de que pudiera hablar.

No sabía bien la razón, pero me resultaba vagamente familiar... ¡Quizás había aparecido para ayudarme a superar el pesar de lo de Adela! No creo que la norma de Nagorr de no hablar de ello con nadie incluyera a salamandras.

- Un placer. Yo soy Rick Dehnel -. Sonreí.

El lagarto se acercó y silbó agudo. Abrió la boca un par de veces y se acercó.
Escaló por su pierna y se posó en su hombro, para luego, darle un mordisco a su oreja, para probar si era comestible, pero puso mala cara y bufó enfadado.

El lagarto sabía que ese era amigo de Silvanus, quizás el supiera donde estaba, por lo que volvió a morder su oreja en referencia a su amo, a ver si se daba cuenta de a quién se refería.


FDR: T·T mierda debo huir a comer T3T puedes decir que se va, que se queda... puedes hacer lo que quieras con el xD lol incluso rolear con otras personas con tristán delante, yo cuando vuelva, posteo si no te fuiste, pero ahora huyo cual gacela T3T chaooous

El bichejo me mordió la oreja. ¡Maldito malandrín! Y yo pensando que sería inofensivo. Pero entonces, tras el segundo mordisco, caí en la cuenta... ¡Tenía hambre!

Dispuesto a ejecutar una noble misión de salvamento animal de salamandras rebusqué en mis bolsillos hasta dar con unos trozos de cecina que comía cuando entrenaba para conseguir proteínas y fuerza y se la tendí.

- ¿Es esto lo que quieres, salamandra, verdad? -. Sonreí-. Come, come. No todos los anfibios tienen la suete de encontrarse con el bondadoso Rick Dehnel, así que aprovecha y come.

FdR- A Rick le cuesta más que al resto XD

El dragón se lanzó como un salvaje monstruo a por la comida y devoró la carne e incluso mordió y lamió salvajemente un par de dedos de su benefactor, al fin y al cabo, sus modales se habían perdido un poco.
Entornó los ojos y descansó de nuevo en su hombro y, con fuerzas renovadas, pudo lanzarse desde al altura del flamma planeando hasta caer al suelo entre la hierba alta del jardín. Le vio de refilón y con un aspecto serio y asqueado, pero agradecido en el fondo, lanzó una llamarada azul al aire y su rojizo cuerpo se perdió en las inmensidades del jardín.

Buscaría a su dueño hasta el fin de los días si fuese necesario.

*se va*

Nunca antes había visto a una salamandra echar fuego por la boca. ¿Sería acaso un nuevo ser desconocido del cual yo era descubridor? Debía informar inmediatamente de ello al líder claritas, afamado cientifistudiante y gran amante de las salamandras extrañas.

Me puse en pie y estiré los brazos. Seguía triste por lo de Adela, pero me había despejado un poco gracias a aquel gracioso insecto.

- ¡Vamos allá! -me dije para autodarme ánimos-. ¡Venga!

*se va*

Llegué al jardín. Me había despertado muy tarde y dudaba que hubise mucha gente despierta. Por eso, tras ducharme y comer algo en el comedor, había decidido que sería buena idea ir a entrenar a los jardines. Hacía mucho que no entrenaba y, si no quería olvidarme de cómo blandir una espada, lo mejor sería que aprovechase lo tarde que era para practicar. En casa, a fin de cuentas, intentaba practicar un poco todos los días...

Observé el lugar durante unos segundos, comprobando que no había nadie, y, después, comencé a calentar dando vueltas alrededor de los jardines.

*se queda*

Me arrastraba por los jardines, perdido y helado en aquella oscuridad, como una mascota adorable con el alma manchada de negro y maldad. Mientras lo hacía, mis ojos permanecían semihúmedos. Merecía morir. ¡O PEOR! Merecía volverme vegetarista y no comer carne nunca más por no haberme entrenado frente a maldiciones de arpías.

Ojalá no me hubiera despertado. Ojalá no hubiera ido al río...

Ojalá no hubiera tratado mal a Lester. Nadie me hechizaría con ella delante... Ella era demasiado antierótica...

Mientras corría, pude distinguir la figura de Rick, que caminaba por los jardines. Parecía bastate decaído y, pese a que estaba molesta con él por lo ocurrido en nuestro último encuentro, no pude evitar preocuparme por él. ¿Le habría pasado algo...?

Reduje mi velocidad y me acerqué hasta donde él estaba situado. Cuando llegué, me pasé una mano por el cuello y pensé en qué debía decirle. Seguía molesta con él, pero también me preocupaba. Suspiré. Decidí, entonces, que, dijese lo que le dijese, al menos debería saludarle. Luego ya podría decirle que seguía molesta con él y preguntarle qué le pasaba.

—Hola... — murmuré.

No veía nada más que oscuridad, tanto en mi corazón como en la noche, pero hubiera reconocido esa voz en cualquier lugar aunque tuviera los oídos taponados de cera hasta los topes. Mis ojos se inundaron al escucharlo.

- Inger... -balbuceé, sintiéndome como un niño al instante-. Ingeeer...

Aunque sabía que era ella, no sabía donde estaba, así que me limité a pasar un brazo por mis ojos para secar el líquido innoble que quería escaparse de ellos.

En cuanto vi cómo su expresión cambiaba, me sorprendí y me acerqué a él preocupada. Olvidé que estaba molesta con él (o decidí que no era tan importante y que mi enfado había sido una tontería) . ¿Qué le había pasado?

—Rick, ¿qué te pasa? — inquirí, casi en un susurro y con la cabeza ladeada.

Justo entonces él se pasó un brazo por el rostro, como si quisiese limpiarselo o algo así, y yo, como respuesta, lo abracé. ¿Le había pasado algo muy malo? Recordé entonces los anuncios y la idea de que se hubiese encontrado con quién que se había colado en Palacio apareció en mi mente. ¿Y si se había encontrado con él (o ella)?

Tragué saliva.

—O... Oye, ¿estás bien...? ¿Qué te...? ¿Qué te ha pasado...? — balbuceé.

Un par de lágrimas impuras lograron rodar por mi rostro, escapándose vilmente de mis hermosos ojos de Dehnel sucio. Tenía el cuerpo congelado y la ropa mojada por habérmela puesto sin secarme.

- Una sirena me ha embaucado... Me ha arrebatado todo aquello que guardaba para ti, Inger -dije entre tartamudeos y algún sollozo ocasional-. No atendía a razones... El vil de Lyam no quiso ayudarme y se marchó sin volverse siquiera a socorrerme... Y ella me inmovilizó con un hechizo y se apoderó de mi persona. No podía moverme por el frío y el encantamiento, y violó cada parte de mi honor y del de mis ancestros... Se hizo conmigo y me arrebató lo que es tuyo sin dejar siquiera que mis negativas, que mis intentos por oponerme a ella, hicieran mella en su maldad... Se disfrazó de sirena y me embaucó mientras le repetía tu nombre para que me dejase ir...


Terminé de hablar horrorizado, tiritando de frío y de más cosas.

Al abrazarlo, me di cuenta de que su ropa estaba mojada, así que deduje que acaba de volver del lago o del río. Sin embargo, no lo solté, sino que continué en aquella posición hasta que comenzó a hablar. Entonces fruncí ligeramente el ceño, y lo solté y retrocedí un par de pasos para observarle en silencio.

Escuché lo que decía sin pronunciar palabra y con la cabeza gacha. Me pregunté quién sería ese tal Lyam, quién sería la sirena, a qué hechizo se refería y si todo aquello que decía era verdad o no. Cuando terminó, asentí con lentitud y lo miré. No sabía muy bien qué debía decirle. Es decir, ¿debía consolarle...? ¿O no?

Tragué saliva de nuevo.

—Oh. Eh...

Bajé la cabeza. No sabía qué decirle y tampoco tenía demasiadas ganas de hablar en esos momentos.