Jardines (1) [completo]

-En la próxima ocasión, recuérdame que te notifique el porqué de cada gesto que hag... - negó con la cabeza, más para sí mismi que para ella.- Está bien, sólo ha sido un malntendido, ¿No? Pues ya está. - aunque exteriormente no se viese reflejado, le costó mucho pronunciar estas palabras, pues no solía desaprovechar la oportunifad de llamar necio a alguien cuando tenía ocasión.

-Vamos a estar en el mismo ejército ¿Cierto? No parece muy buena idea que queramos matarnos entre nosotros antes si quiera de que haya cualquier tipo de batalla. Creo que hacer el trabajo de nuestros enemigos no es la mejor estrategia para vencer...- ahora asintió, como recordándose a si mismo que esas palabras también iban dirigidas a él. Ya no estaba estudiando por su cuenta, no convenía que aquellos que tendrían que cuidarle las espaldas añgún día estuvieran tentados de clavarle una daga por la espalda.

-Olvidemos lo sucedido, ¿De acuerdo?

Asentí ya que estaba de acuerdo con él en prácticamente todo lo que dijo, debíamos estar unidos.
Suspiré y finalmente le respondí.- De acuerdo.- Me acerqué con un par de zancadas a su lado y me senté en la hierba.- Así que llegaste anteayer....- Murmuré para entablar una conversación civilizada.- Supongo que vienes de Ignis, me equivoco?- Le pregunté girándome para verle la cara. De entre todos las áreas dónde vivían las razas, sin contar Ventus, claro; Ignis era de la que más sabía, ya que mi madre me había hablado mucho de esa tierra y, por su fuera poco, había tenido una misión allí. Recordé el calor sofocante de esas tierras.- Una vez fui allí...- Comenté.- Fue como meterse en un horno.- Me reí débilmente, ya que poco me había desvido de la verdad. Además, entre la nieve de aquí, el calor de allí, la caminata que nos pegamos y la dura lucha que tuvimos, estuve enferma una semana entera; aunque posiblemente se debieramás a los cambios de temperatura que al cansancio físico.

-No. Osea, sí, nací en Ignis, pero mis estudios me han mantenido dando vueltas por el mundo desde ya hace algún tiempo. -no parecía que hubiese disfrutado precisamente de los viajes.

-La mayoría de lugares del mundo, tienden a ser fríos y este no es una excepción. Por suerte los Flamma podemos elevar la temperatura en cuerpos o objetos, así que no es algo que no tenga arreglo...

-¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Puedes explicarme un poco la situación actual?

Viajar por el mundo, es algo que me encantaría hacer si esta maldita guerra no existiera.- Si bueno, pero yo casi prefiero el frío al calor, si tienes frío siempre puedes cubrirte, pero el calor... es agobiante.- Dije recordando la desastrosa caminata.

-Pues... llevo aquí desde finales de verano, así que te puedes hacer una idea.- Sonreí, pero con la siguiente pregunta se me borró la sonrisa de la cara.- La verdad, estoy intentando investigar la situación por mi cuenta...- Eso me recordó que tenía que hablar ocn Silvanus.- pero no llevo ninguna mejora y aún por encima los jefes mantienen todo en alto secreto...- Me levanté del césped y me sacudí la falda.- Supongo que las cosas todavía no están lo suficientemente feas como para que nos informen, pero ya que vamos a dar la vida para salvar este mundo, lo mínimo era saber contra qué nos enfrentamos....- Fruncí el ceño. Al recordar la conversación con Timber.- Supongo que algún día nos lo dirán, y hasta entonces, habrá que entrenar e intentar sobrevivir...- Miré al chico y volví a sonreír, intentando quitarle importancia al asunto.

Miré el cielo una vez más de reojo.- Es tarde...- Suspiré.- Tal como has dicho, tienes que descansar, y la verdad es que a mi no me vendría mal...- Un bostezo surgió de mi boca reafirmando mi comentario.- Buenas noches Rais.- Incliné un poco la cabeza.- Espero volver a vernos.- Le sonreí una última vez amablemente y entonces empecé a caminar hacia la puerta del palacio.- Ah!- Me giré.- Y si encuentras alguna información, no te olvides de decírmelo...- Levanté la mano a modo de despedida y me fui.

*Se va*

FdR: Siento irme tan de repente, pero me tengo que ir y ya llevamos muchos días con el rol y como se supone que es a tiempo real...

-hmmm - Rais se rascaba la barbilla, mientras suspiraba. Seguía sin haber obtenido ninguna información relevante, iba a necesitar más tiempo.

Volvió a envolverse en la capa mientras se ajustaba el embozo y se echaba la capucha, dejando visibles únicamente las dos rendijas rojas de nuevo. Se quedó un rato pensativo, dando vueltas a la mínima información de la que disponía tras la conversación.

Llegó a la conclusión de que seguía igual, no sabía nada, cero. Suspiró de nuevo, mientras volvía a ajustar la cadenita de la daga a la altura de la muñeca, de modo que con un golpe seco cayese en su mano.

Rais miró una última vez a las estrellas, durante un instante.

-Sí, son bellas.- Dijo.

Y entonces, se marchó.

Veo al fondo de los jardines a Kettleburn. Al fin le encuentro. Me acerco por la espalda y le doy un par de toques con mi mano enguantada en el hombro. – Que, se vive bien, ¿verdad?- digo con tono burlesco, pero serio, como echándole la bronca por estar vagueando y no limpiando mis cosas o simplemente por verle hacer nada.
-¿Cómo lo llevas Kettleburn? Te veo bien. Ya he vuelto de mi misión, así que tengo ya planes para ti. Deja todo lo que estés haciendo y prepárate para esta noche. Quiero que te duches te limpies, te vistas con tus mejores galas… que hoy tenemos que atender a unos invitados muy especiales- digo con tono monocorde. – Ah, y recuerda hacerte la raya a un lado. Sabes que odio que andes con el pelo revuelto. Lo azuzo con las manos. Venga, venga. ¿A qué esperas? – le digo con el ceño fruncido. ¡Largo!- sentencio dándole un pequeño empujón.

Todo sale a la perfección, pero sus últimas palabras sobre ese tal flamma me inquietan un poco. Dudo que fuese alguien que me está buscando. Más que nada porque no son tan imbéciles como para venirse a vivir a Brontë tan alegremente para matarme allí dentro.
No. Debe ser solo un tipo serio y borde y a Kettleburn le habrá parecido la peor persona del mundo, porque claro, si no haces gilipolleces, para Kettleburn eres aburrido. Y a mí lo que me importa.

Hago un ademán echándome la coleta hacia atrás y, con aires altivos, y la cabeza erguida, vuelvo sobre mis pasos.
Tendré en cuenta lo que me ha dicho Kettleburn, pero tampoco voy a ponerme a buscar a ese tipo obsesivamente… por desgracia, ahora tengo cosas mucho más preocupantes en la cabeza.

*se va*

Llegué a los jardines para tomar el aire. Durante las últimas semanas apenas había salido a pasear por los exteriores del Palacio, así que, aprovechando que ya era lo suficientemente tarde como para que no hiciese demasiado calor, había decidido ir a dar una vuelta por el jardín. No tenía nada mejor que hacer, si decía la verdad. Como había permanecido bastantes semanas vagando por los interiores del Palacio, había terminado alguno de los libros que había cogido de la biblioteca y había enviado algunas cartas a casa.

Avancé hasta uno de los bancos donde solía sentarme a leer y observé el paisaje, preguntandome si habría alguien con quién hablar en aquel lugar. Tras dedicarle un rapido vistazo a la zona (y tras descubrir que allí no había nadie), comencé a pasear. Durante los primeros segundos me dediqué a caminar y a observar las plantas y los bancos del lugar, pero luego decidí que no sería mala idea hacer algo de ejercicio (por eso de que llevaba semanas sin entrenar o sin hacer nada que no fuese leer y escribir), así que empecé a correr.

Una buena guerrera tenía que hacer esas cosas, ¿no?

*corre*


Fdr. xDD siete líneas... :'D

No se veía un bismonte a tres pasos. Quizás hasta hubiera un dragón enorme justo frente a mí y mi ceguera nocturna me impedía el enfrentarme a tamaña y malvada bestia.

Desenvainé mi mandoble a duras penas, pues el enorme saco de flores ocupaba mis dos manos, y aparatosamente planté cara al frente.

- ¡¡SAL DE DONDE QUIERA QUE ESTÉS, LAGARTO INMUNDO!!-grité a la noche.

Nada ni nadie respondió, lo que me enervo. ¡Odiaba enfrentarme a cobardes! Y lo peor era que en ese momento tenía algo muy importante que proteger. Solo de pensar en que el dragón calcinara mi mercancía en la batalla... ¡Ir a buscar más no sería moco de pavo!

Un grito que resonó en los jardines hizo que me detuviese. Sin moverme del sitio, sonreí y busqué el lugar donde debería estar Rick, el dueño de la voz. Cuando lo localicé, ensanché la sonrisa y comencé a caminar hacia él. Hacia mucho que no nos encontrábamos, así que tenía bastantes ganas de verlo y hablar con él y demás.

Conforme fui acercandome a él, comencé a distinguir un saco (o algo así). Fruncí ligeramente el ceño, confusa, y me pregunté qué habría ahí dentro. Luego pensé que a lo mejor no me había encontrado con él porque él había estado ocupado llenando su saco de cosas raras, por lo que no había tenido tiempo de pararse por Palacio o algo así.

Me detuve a unos metros de él.

—Aquí no hay ningún lagarto, Rick — dije, con un tono jocoso y con una enorme sonrisa.

Una voz familiar llegó a mis oídos. Busqué su origen orientando la cabeza en diferentes direcciones mientras gritaba.

- ¡INGER! ¡¿ESTÁS AHÍ?! ¡¿POR QUÉ NO PUEDO VERTE?! ¡ME HAN HECHIZADO, INGER?! ¡¿CÓMO SINO NO PODRÍA ENCONTRAR ENTRE TANTA OSCURIDAD LA PURA Y RESPLANDECIENTE LUZ QUE TE RODEA, COMO HARÍA EL HALO DE UN ÁNGEL O UN TROZO DE PAN ENMOHECIDO?!

Además de mis gritos, saludables y potentes, con cada giro bamboleaba mi espada y el saco que, con gran dificultad, llevaba a la espalda, haciendo harto peligroso el acercarse a mí y que el sonido de las flores dentro de la rugosa tela me ensordeciese todavía más.

Ciego y sordo, mi desesperación aumentaba.

Retrocedí un par de pasos al ver cómo Rick bamboleaba su espada de un lado a otro, como si quisiese impedir que alguien se le acercase o algo así. Mientras me alejaba de él escuché lo que decía (aunque estaba más pendiente de la espada que de sus palabras), así que no pude evitar sonrojarme al escuchar el primer simil ni fruncir el ceño al escuchar el segundo. ¿Un trozo de pan enmohecido...? ¿Qué clase de comparación era esa?

—Primero... Yo te recomendaría que dejases de mover la espada — Clavé mi vista en sus ojos y sonreí —. Segundo, no puedes ver nada porque es de noche y te recuerdo que tú no ves nada de nada de noche — Reí. Luego, con un tono jocoso, añadí —: Y tercero... ¿En serio crees que el simil del pan enmohecido queda bien?

En cuanto soltase esa espada correría a darle un abrazo, pero hasta que no lo hiciese no pensaba acercarme.

Sus palabras sonaban lógicas. Bueno, menos las relacionadas con mi capacidad para la prosa. Se notaba que ella no era una entendida como yo, especialemente en los temas relacionados con los símiles. Pero eso era normal. ¿Acaso yo planchaba tan bien como ella? Lo dudaba mucho, desde luego. Y lo mismo pasaba con los bordados. Del mismo modo, mis símiles eran incomprensiblemente buenos para ella, así como mis guisos.

Envainé mi arma y dejé el saco en el suelo con cuidado.

- ¡Tienes razón! ¡No son estás horas para que alguien como yo vea! Menos mal que te tengo a ti, que siempre sabes guiarme por los caminos correctos, mi hermosa dama -dije, mirando a donde creía que estaba.

FdR- Mira en dirección contraria.

Suspiré en cuanto envainó la espada y dejó el saco en el suelo y caminé hacia él.

—Deberías evitar eso de lanzarte al ataque cada vez que crees que hay algo en los jardines — murmuré cuando ya estuve a su lado. Forcé una sonrisa—. Cualquier día le vas a hacer daño a alguien y entonces a ver qué te pasa...

Clavé mi vista en él y me pasé una mano por la nuca mientras escuchaba lo que decía. Cuando se giró, no pude evitar soltar una sonora carcajada.

—Estoy del otro lado, tonto... — murmuré, acercándome más a él y colocando una mano en su espalda —. Justo detrás tuya, como una sombra o algo así... Bueno, no como una sombra porque tú tienes una sombra, pero sí que estoy detrás y... — Negué con la cabeza —. Olvídalo... Simplemente, estoy detrás...

Me volví de un salto caballeresco para estar en la posición correcta.

- Ya lo sabía -. Sonreí-. Pero estaba probando si tu visión era tan buena como antes. He de admitir, Inger, que sigues siendo infalible.

Me rasqué la nuca. Estaba algo sudado por el viaje y me picaba. Necesitaba un buen baño para revitalizar mi cuerpo, mi alma y, además, limpiarme de impurezas.

- Para que lo sepas, mi hermosa dama, no me lanzo siempre al ataque porque sí. Mi tío abuelo Rak Dehnel murió antes de nacer yo y... ¡¿Sabes cómo fue?! Una panda de gringlots malvados se lo comieron tras atacarle por la retaguardia, como burdos cobardes. Por eso mismo me mantengo siempre alerta. Hay que aprender del pasado, y yo he aprendido de esa historia que nada de lo que venga por detrás puede ser bueno.

FdR- Homofobia (?) XD

Le devolví la sonrisa y lo abracé cuando se giró.

—Ya, ya, ya, ya... Claro. Te creo, Rick Dehnel, te creo — murmuré, con un tono entre irónico y jocoso. Luego fruncí el ceño y añadí, con un tono más cómico que antes —: Todos sabemos que no ves nada de noche, así que no intentes engañarme.

Alcé la cabeza y observé su cara en silencio mientras él hablaba. Escuché su historia con atención e intenté imaginarme a su tío y a los gringlots (ser que no me sonaba de nada), pero lo máximo que conseguí imaginar fue un Rick mucho más alto y con barba siendo perseguido por dragones pequeños y verdes.

—¿Qué es un gringlot? Y... Eh. Bueno, siento lo de tu tío — Torcí una sonrisa —. Se... Seguro que era un hombre noble y grande y flamma, o algo así. Yo no tengo tíos, porque mis padres son hijos únicos, pero... Eh... Bueno... Seguro que fue... Duro... O algo así... Saber lo que le pasó a tu tío... — Fruncí el ceño —. ... Creo.

Abrí mis ojos con sorpresa al escuchar la noticia.

- ¡¿No sabes qué es un gringlot?! Oh, qué peligro corres entonces... Porque son las bestias más sanguinarias, malvadas y traidoras existentes en toda la faz de Mithos. Atacan por la espalda, se cuelan entre tus piernas y te muerden los tobillos hasta que caes al suelo. Entonces te devoran. Y lo peor es que nunca son vistos, porque son tan letales que si aparecen ya jamás podrás contarlo. Debes cuidarte de ellos.

Asentí para mí. Sin duda yo podría con todos ellos a la vez, pero para una dama como ella lo mejor era no arriesgarse. La belleza no llegaba al mundo para marchitarse tan pronto.

- Y lo de mi tío no fue tan triste. ¡Así paso a ser un héroe y mi destino es seguir sus pasos, como los del resto de mis ancestros!

Saqué pecho con orgullo, pero entonces me relajé. Tenía que ser un caballero, no un jactancioso.

- Por cierto, dulce dama... ¿Cómo has estado en mi ausencia?

Escuché su explicación sobre los gringlots con interés. Por lo que decía, parecía que esas bestias eran terribles, así que tendría que tener cuidado para no encontrarme con ellas. Porque, claro, si no podía verlas, ¿¡cómo iba a defenderme de ellas!? Imposible. Me pregunté, cuando terminó de hablar, si sabría dónde vivían los gringlots, pero no tardé en responderme a mí misma: si nadie los había visto nunca, era evidente que nadie debía saber dónde vivían.

Fruncí el ceño.

—Pe... Pero si nadie los ha visto nunca... ¿Eso quiere decir que están en cualquier parte? — susurré. Miré a los lados. —: Y eso quiere decir que podrían estar aquí... ¿no? O... O... ¿O no se pueden acercar al Palacio o algo así...? — Tragué saliva. Luego hablé de nuevo —. Y... Y... Yo no quiero te coman los gringlots, jo... Así que no sigas los pasos de tu tío... O al menos no todos...

Desvié la vista y me pasé una mano por la nuca. Cuando volví a escuchar su voz, lo miré de reojo y esbocé una corta sonrisa.

—Bueno... Un poco aburrida, la verdad. ¡Te eché de menos! — Exclamé. Luego noté cómo me sonrojaba y bajé la vista—. Eh... Y, bueno... Hice cosas, pero nada interesante... ... ¿A dónde habías ido...?

Sonreí, ensanchando mi envergadura poniendo las manos en jarras mientras sacaba pecho.

- ¡No te preocupes! ¡Ni todos esos bichejos juntos se atreverían a acercarse a mí, y mucho menos a ti! ¡Volvería del mismísimo infierno a protegerte si hiciera falta!

Desde luego, estaba hecho un caballero, y eso no se me podía negar. Cualquiera que lo intentase se daría cuenta enseguida de que no era sangre lo que corría por mis venas, sino nobleza en estado puro.

Su siguiente pregunta me intrigó y me extrañó a partes iguales.

- ¿A dónde he...? ¡¿A dónde he ido?! ¡A por flores, obviamente! -exclamé, dando por hecho que era de esperar.

Suspiré al escuchar su primer comentario y miré a otro lado.

—Sí, ya... Eso dices ahora, pero tú no conoces a los bichos... — murmuré, con la vista clavada en la hierba —. Seguro que son horribles y malos y... — Negué con la cabeza. Lo miré —. Bu... Bueno, seguro que no se pueden acercar aquí... Así que... Da igual... No me preocupo.

Desde luego, se suponía que el Palacio tenía que estar protegido, así que esos bichos no podían aparecer por ahí. Y si no podían aparecer, no tenía motivos para preocuparme de momento. Luego, a lo peor, mi preocupación volvía si salíamos de allí o algo así.

Sus siguientes palabras hicieron que mi cara (que reflejaba más preocupación que otra cosa) cambiase radicalmente. Alcé ambas cejas y alcé la vista del suelo para mirar a Rick con las mejillas sonrojadas y una pequeña sonrisa dibujada en los labios.

—¿Has traído flores...? — murmuré —. ¿Flores para mí...? — Mi sonrisa se ensanchó involuntariamente y me ruboricé más. Me pasé una mano por la nuca —. Ow...

Ningún monstruo se acercaría. Eso parecía estar claro. Así que, sonriente, pasé al tema de las flores.

Tanteé a mi alrededor hasta dar con el saco, el cual levanté con una mano. Sonreí mientras lo hacía.

- ¡Todas estas! ¡He obtenido las más suaves, blandas y perfumadas para el lecho que te prometí! -exclamé-. ¡¿Qué te parece?!

No podía verle la cara debido a la oscuridad, pero incluso sin luz alguna que iluminase su rostro yo sabía que lo que sentía ella en ese momento, al darse cuenta de qué le hablaba, era una profunda emoción, así como excitación al verse envuelta en algo así con un mozo tan fuerte y apuesto como lo era yo.

El líder caeruleus se presenció en los jardines tras haber repasado los lugares poblados del interior y el lago, donde supuestamente había ido Kettleburn según la última fuente que le había informado. Se apresuró a centrarse en los presentes en aquel momento y, al ver de quién se trataba, quiso ser conciso.

-Flamma, Nielsen, ¿Habéis visto hoy a Silvanus Kettleburn? -La idiotez de ambos sumado a su enamoramiento esparcido por el palacio resultaba un enorme estorbo, pero no podía perder los nervios por una nimiedad en medio de tal conflicto.

Tras obtener la respuesta de ambos y tratar de no ajusticiarlos en el intento, continuó su búsqueda.

*Desaparece*

Observé cómo levantaba el saco (no sin sorprenderme) y escuché lo que decía, notando cómo me ruborizaba aún más. ¿Había cogido tantas flores como para llenar un saco? Y... ¿Esas flores eran para mí? No pude evitar esbozar una amplia sonrisa al pensarlo.

Sin embargo, mi alegría se rompió cuando el líder caeruleus, Aren Darvenwish, apareció en los jardines. En cuanto mis ojos repararon en su presencia, bajé la cabeza, rehuyendo de su mirada, y clavé mi vista en el suelo mientras esperaba pacientemente lo que quisiese que fuese a decir. Cuando lo hizo, fruncí ligeramente el ceño, sorprendida ligeramente por la pregunta del caeruleus. ¿Por qué nos preguntaba por un alumno si se suponía que era una víbora horrible? ¿Habría hecho algo malo Kettleburn y el señor Darvenwish quería castigarle por ello...?

—Yo no lo he visto, Señor... — murmuré, con la mirada clavada en sus pies. Rick respondió lo mismo y, justo después, el líder caeruleus desapareció. Ladeé la cabeza hacia la derecha y miré a Rick con una ligera preocupación.

—¿Por qué crees que lo busca...?