Camino de entrada

El frío es terrible. Kyoti avanza con paso rápido, tan rápido como puede, aunque el sentir el aire helado en la cara con cada paso no lo anima demasiado a seguir. Se concentra en pensar en lo que le espera, se arrebuja en su capa de cuero forrado, la que ha preparado especialmente para trasladarse a Fulmen, la que, pese a haberle parecido exagerada en su momento, ahora ni siquiera parece suficiente.

Podría haber llegado la noche anterior. Así se habría ahorrado el viaje por la mañana. Eso piensa, apretando los dientes, aunque sabe que, de no haber sufrido el aire helado por la mañana, lo habría sufrido por la noche, y probablemente de una forma más dura. Por algo decidió esperar a la salida del sol, después de todo. Pero el sol no parece calentar.

La visión del edificio a lo lejos llega a hacerle esbozar una sonrisa, recuperando algo de ánimo, cerrando un poco más la capa sobre el cuerpo, subiendo un poco más el cuello, hasta tapar la nariz, de forma que el propio aire de su respiración mantenga su cara un poco caliente. Y entonces ya no le preocupa tanto el frío, y gana velocidad para acercarse, para llegar antes.

En cuanto se encuentra ante la puerta, no duda en pedir refugio. Un par de golpes rápidos y él mismo abre, entrando al palacio.

*Llegaaa *

Su camino lo ha llevado hasta ese punto, y se detiene un momento para contemplar el edificio que lleva tiempo frente a él, cada vez más cerca, más difícil de vislumbrar en la oscuridad, pero visible de todos modos por la luz que emite. Y luego alza la vista hacia el cielo, escudriñándolo por un momento, buscando la sombra que tan bien conoce, sobrevolándolo, pero esta ya le es imposible de ubicar.

Alzando una mano, el muchacho llama a Dardo, con un silbido, y en pocos segundos el animal ha descendido en picado, deteniéndose muy cerca, posándose en el brazo y tomando el premio que su dueño le ofrece, junto con una suaves caricias en las plumas.

-Ya estamos -comenta entretenido, con una sonrisa algo enigmática, retomando la marcha, dejando que el ave vuele de nuevo, esta vez simplemente hasta su cabeza, en la que se acomoda, aferrando el pelo con las garras, aunque sin tirar de él.

Y ambos, hombre y pájaro, caminan un poco más, hasta llegar, finalmente, al pie de la estructura.

La marcha es dura. Caminar es duro. Volar es mucho más sencillo, mucho más grácil, mucho más admirable. Eso lo sabe cualquiera. Lo sabes tú y lo saben todos. Es un hecho confirmado, uno que nadie podría negar jamás. Y el dolor de los pies al caminar también lo sientes, y también lo entiendes, y te parece lo más insufrible con que te podías topar. ¿Qué es eso de no poder abrir las alas? Son preciosas. ¿Quién impide que el mundo pueda apreciar lo preciosas que son? ¿Acaso el mundo no merece disfrutar de su visión? ¿Es el mundo tan miserable como para no poder apreciar lo que tú has cuidado con tanto mimo y dedicación para su disfrute? El mundo tiene un problema, desde luego. Pero, en fin, el mundo comprenderá su error en algún momento, eso es seguro.

Así que caminar. Pues que sea caminar. Tampoco importa tanto, ¿no? Cualquiera puede caminar, cualquiera de esos desalados. Quizás sea una prueba de humildad. ¿Será una cuestión de diplomacia? Es más que probable. Una prueba de que los aceptas a todos tal y como son, aunque no estén a la altura. Una prueba de que puedes hermanarte con ellos, incluso si deberían considerarte superior. Y, después de todo, una viene a demostrar que aprecia a los que saben valorarla, ¿no? ¿No es a eso a lo que has venido? Un paseo por tierra no echará abajo una determinación de ese tipo. Cuando tienes algo en mente, sabes que debe llevarse a término. Que así sea, esta vez también.

*Llega a Brontë :3*

Había dejado de llover momentáneamente y él había decidido aprovecharlo a pesar de que había un par de libros que no había terminado de leer. Tampoco importaba, pensaba, porque las ideas principales sí las tenía y porque había logrado encontrar un mapa, que para él, de alguna forma, era lo más necesario en el momento en el que uno emprende un viaje. Siempre había viajado solo con mapas cuando aún estaba en la banda y Dena y los de arriba aún lo enviaban a cumplir algún encargo, así que no sentía preocupación por la posibilidad de perderse. Si sucedía, sabría encontrarse. Siempre había sido así, siempre sería así. Solo necesitaba un mapa.

Había devuelto los libros que aún no había terminado a la biblioteca y después se había pasado un momento por el dormitorio común masculino para recoger las escasas pertenencias que aún podían permanecer en aquel baúl. No había encontrado mucho, ya era algo con lo que contaba, pero sí había un par de cosas que merecía la pena llevarse, así que las había terminado por meter en la mochila que ahora cargaba sobre los hombros. No era muy grande y estaba vieja, pero le servía. Había abandonado algunas cosas, por diferentes motivos, así que no tuvo problemas para lograr empaquetar todo lo que consideró necesario.

Fuera, ya en el camino, el chrysos se detuvo un momento para mirar el mapa y el pergamino donde llevaba anotado lo que había recolectado de los libros que había leído en los últimos días. No parecía un camino fácil, pero encontraría la forma de hacerlo. A fin de cuentas, Dena siempre había logrado encontrarlo, en cualquier momento, cuando él más parecía necesitarla. Y él lo haría también porque no eran Lyam y Dana, sino Lloyd y Dena. Y Lloyd y Dena, al final, siempre se encontraban, y aunque aquella fuese la última de las veces, la encontraría. Y cuando la viese, cuando finalmente supiese dónde y cómo estaba, ya decidiría.

Tenía un mapa.
Solo necesitaba un mapa.

*se va*

Había alquilado un caballo en el pueblo de paso, y un chico me lo había acercado a Brontë, yéndose en cuanto recibió la propina. Era un animal joven y fuerte, de lustroso pelaje gris azulado, y me habían dicho que era veloz. Lo fuese o no, sería más veloz que cualquier carro. Ya me las arreglaría para guiarlo con una mano. La última vez que había montado había sido en mi viaje a Lumen.

Caballo aparte, lo que menos importaba era aquello. Había dejado a Telma en cuidado de Lea, y me había parecido, por la mirada de la bismonte al despedirme, que me había entendido perfectamente. Solía enfadarse cuando me iba, pero aquella vez me dio una caricia con el morro en la cara y se dio la vuelta para comer.

Lea me había acompañado hasta allí. No le había hablado de lo que había sucedido la noche anterior, con Adain, pero ella solía tener la habilidad de mirarte y poner aquella cara como de que sabía algo más. Aunque quizás, pensé, era solo mi impresión.

-Hace buen día para viajar -comenté, volviéndome hacia ella-. Con un poco de suerte podré llegar a algún pueblo antes de que deje de verse.

Dije aquello y me pareció inapropiado, de pronto: demasiado técnico, demasiado serio. Ni siquiera le había dicho cuándo regresaría.
Me preguntaba si ella, como Adain, pensaba también que quizás no lo hiciese.

Ni Vilo ni Telma, y ni siquiera Lis, nos han acompañado hasta la puerta. Yo pronto volveré a buscarlos, claro, pero antes tengo que despedirme. Rick está serio, y yo tampoco hago intentos por cambiar ese hecho. Ni es algo que se me dé bien ni merece la pena intentarlo, por lo que he comprobado.

Asiento con calma.

-No creo que tengas problemas -señalo, sin darle mucha importancia-. Además, el tiempo irá mejorando a medida que te acerques a Ignis. Y el tiempo está bastante estable estos días. No apures la marcha sin necesidad. No te conviene.

Esperaba que aquello fuese cierto. Aunque tenía sentido. Cuando más cerca de Ignis estuviese menos me preocuparían las lluvias. Y el calor no me importaba demasiado. Quizás los echase en falta y reencontrarme con él me hiciese ver las cosas de otro modo, aunque en la misión no había funcionado. No era el miso tipo de viaje tampoco, así que la posibilidad seguía ahí.

-Bueno...-. "Hasta aquí." Decir aquello se me hacía incómodo. La situación se me hacía incómoda. Era todo culpa de Adain y su maldita conversación del día anterior, que había acabado por convencerme de que no volvería.

Busqué en un bolsillo con la izquierda hasta dar con el aro, y lo saqué envuelto en mi puño. Di la vuelta a la mano y la abrí frente a ella, dejando a la vista el anillo que Ciria Mënlhoc me había dado en Lumen. La sonrisa que esbocé no fue mi mejor sonrisa.

-No creo que me haga mucha falta en casa. Te servirá más a ti-."Hasta que regrese". Y aquello si le servía. Quizás en el pulgar...-. Eres fuerte, puedes defenderte sola, pero ya sabes lo que me gusta pensar que ayudo en algo...

Porque allí, a punto de irme, me daba cuenta de que por más que sintiera que quería desfallecer, que no podía luchar más, Lea seguía allí. Y yo me iría, pero ella no.
Pensar en aquello me asustó un poco.

-Buen viaje -corto a Rick antes de que termine la frase. Mejor no empezar con tonterías.

Alzo una ceja cuando me enseña el anillo, sin estar muy segura de lo que pretende. Lo reconozco al cabo de un momento y lo acepto. No veo motivos para no hacerlo. Es cierto que me será más útil que a él.

-Más te vale no hacer tonterías, y menos si vas a dejármelo -le advierto de todas formas-. Si vas a salir a correr aventuras, recupéralo primero.

Sé que no está de humor para aventuras, pero eso es indiferente. Sé que no suele planear mucho esa clase de cosas. Y, aunque él crea que no, sé que puede ocurrir algo que lo haga cambiar de opinión de pronto. La cosa menos pensada.

-Y descansa bien.

Desde luego, si yo era seco ella lo era más. Aquello tenía un punto entrañable, de alguna forma, y me alegró un poco. Si perdía el camino que quería seguir, siempre tendría allí a Lea, sabiendo decir con pocas palabras lo que más sentido tenía, aunque sonase un poco frío.
No sabía si sería un buen viaje, pero trataría de que llegase a servir para algo.

-No haré tonterías -prometí, asintiendo-. No me meteré en problemas. Es una visita, y sigo herido -le recordé, aunque no había sido la primera vez que me embarcaba en alguna locura sin estar repuesto de todo. Pero aquella vez era diferente-. Y descansaré-. Esbocé una sonrisa un poco más relajada-. Tú trata de no forzarte demasiado y recuérdale a Telma de vez en cuando que la echo de menos. Y si te encuentras a Adain dile de mi parte que no tiene que convertir los problemas de otros en los suyos -añadí, algo inseguro. Sonaba como si me lo dijera a mí mismo. Pero lo había visto preocupado, y tampoco quería que lo pasase mal.

Quería advertirla de que con lo que había pasado en Ignis podría ser que tuviesen noticias pronto, y quizás amargas. Pero si pensaba en aquello me quedaba paralizado y no lograba pensar en irme. Pensé que si lo decía empeoraría.

Al final me acerqué para abrazarla, aunque solo tuviese un brazo apto para hacerlo. Me costaba dar el paso, coger e irme, pero aquello ayudó un poco. No era como si no fuese a volver a verla. Y si estaba en casa no me tendría por allí rondando con cara larga. Estaría más tranquila.
Al apartarme de nuevo le di un beso suave. Con todo lo que había pasado y por mi humor, el contacto solía hacérseme algo violento, pero en aquel momento se me hizo hasta insuficiente.

-Cuidate -le dije, en vez de "ten cuidado".

No quería que supiese que tenía algo de miedo, aunque podía ser que ya lo supiese. Yo no era demasiado bueno disimulando, y ella parecía poder leerme la mente.

FdR- Pausau

Niego con suavidad. No voy a empezar una discusión, pero prefiero dejar las cosas claras y evitar problemas. Aunque yo no vaya a hacer más que advertir.

-No sería la primera vez que no estás curado -observo, sin inquina.

Asiento también a sus peticiones. No voy a preguntar por Adain, pero me imagino por dónde van los tiros. Por lo que sé de su carácter. Ese chico debería aprender a morderse la lengua más a menudo, independientemente de lo buenas que puedan ser sus intenciones. Le haría un favor al mundo.

Acepto su abrazo cuando lo ofrece, rodeándole el cuello con los brazos con firmeza y dejando un beso suave en su mejilla, junto a la oreja. Acepto también su beso, al que respondo con algo más de ímpetu, aunque sin cambiar el tono. Quizás sea sencillamente para espabilarlo.

-Tú también -respondo-. Y escribe cuando llegues. Yo te mantendré informada de cómo están las cosas por aquí.

Por último, doy un pequeño paso atrás, para evitar que la despedida se prolongue innecesariamente. Si no, al final, sí se le hará de noche en mitad del camino.

Bajé la vista. Era cierto. No era la primera vez.
Asentí. Tendría cuidado y no haría nada. Solo iba a descansar. De hecho, era uno de los motivos por los que le dejaba a ella el anillo. Si me dolía más, si me sentía menos invulnerable, me lo pensaría dos veces. Aunque ni fuerzas tenía para plantearme nada.

El abrazo me reconfortó un poco, y su respuesta al beso me hizo sentir un cosquilleo en la garganta, y me relajó, pero no busqué prolongarlo. Aunque desease que ambas cosas durasen más, si me dejaba llevar por aquello no me iría jamás. Fue Lea, de hecho, la que se apartó definitivamente, marcando la distancia que necesitaba.
Tenía que irme para pode volver.

Escribir... Asentí firme, serio. No lo había pensado.

-De acuerdo-. Inspiré hondo-. Gracias-. Hice una pequeña reverencia, lo que me resultó algo extraño incluso a mí-. Adi... Hasta pronto.

Tras la despedida me acerqué a mi montura. Värdjas y el resto de mi equipaje ya estaban en el caballo. Me costó un poco subirme sin una de las manos, y una vez arriba volví la cabeza hacia Lea y hacia Brontë. Le hice un gesto con la mano, pero cuando espoleé al caballo ya no hubo vuelta atrás.
Ni motivos para que la hubiese. Era lo que quería. Marcharme de allí, cerrar los ojos y estar lejos. Pero todavía quedaba un largo camino para aquello.

*se va de Brontë y fin de escena*

Aunque el sistema de portales permite que lleguemos en seguida, Brontë no está en su mejor momento para recibir a cualquiera con los brazos abiertos. Nos toca hacer el último tramo a pie, y eso nos retrasa un tanto.

Tampoco es que sea un problema. No está de más conocer los alrededores del palacio antes de llegar, ni tampoco avanzar con cautela. Zhenno y Madeth, que cargan con el equipaje, quizá no estén tan de acuerdo con el paseo, pero no rechistan. La que sí lo hace es Menneh, a la que había prometido que no habría más viajes este año. Ni siquiera la insistencia de su madre en el presagio que supone que nos reciba la lluvia puede acabar con esa cara de morros. De todos modos, no me preocupa. Sé que se le pasará en unos días.

He avisado con antelación de nuestra llegada, y unos cuantos sirvientes salen a recibirnos. No es que haya sido un viaje muy agotador, pero es agradable tener la posibilidad de instalarnos en nuestras habitaciones lo antes posible. Después, tendré que ponerme al día con el trabajo. Los informes que me enviaron a Aqua no eran más que una introducción de lo que aquí me espera, o eso es lo que me han advertido.

*Entra con su pequeño séquito*

Gwendoline Viëla Al'luën llegó el mediodía, acompañada por su hijo Majid, un niño de once años que la acompañaba cabizbajo, con expresión sombría. Ella ni lo miraba; tenía la vista puesta en el frente, en el palacio que se dibujaba cada vez más amplio, con una sonrisa suave y curiosa, avanzando con pasos largos y enérgicos.

Había llegado algo más tarde de lo que le habían dicho, pero tenía cosas que hacer primero. No se había molestado en avisar de su llegada, por otro lado. No le gustaba que las cosas se cambiasen para recibir a nadie, ella quería ver con sus propios ojos lo que había en Brontë, sin adornos ni preparativos.

Si hijo iba rezagado varios metros, y ni siquiera volvió el rostro hacia él cuando le habló.

-¿Qué te parece, Majid? -le preguntó, alzando el tono, examinando la construcción, ya muy cercana.

No tenía claras las expectativas que debía tener. Le resultaba agridulce haber tenido que irse de Lumen para atender aquello, dejando a medias sus proyectos allí.

El niño tardó en responder. Tampoco parecía que ella lo escuchase demasiado.

-Quiero volver a casa.

La nueva líder acomodó el equipaje que llevaba a su hombro. Cargaba el fardo sin dificultad, aunque parecía pesado. Ensanchó la sonrisa, haciéndola fiera, lobuna.

-Pues tenemos casa nueva.

Gwen todavía dudaba de aquello, pero no iba a amilanarse. Ya tendría tiempo de decidirlo. El examen empezaba.

*llegan a Brontë*

Pris era más bajita que su hermana, y dada su ritmo, tenía que caminar bastante rápido para seguir a su altura. Zaih caminaba decidida, viendo ya las puertas ante sí. Pris, que estaba muerta de frío, se envolvía en una capa gruesa, tensa y algo cansada.

-Ya casi... -comentó, animada ante la perspectiva de llegar.

El camino había sido largo, y en el estado de Zaih, no había sido el más agradable. Pris se moría de ganas por llegar y arrebujarse en una de esas camas de palacio. Seguro que si lo pedía le daban un buen montón de mantas para cubrirse. No esperaba que Fulmen fuese tan frío.

No había sido el mejor de los viajes. Mi estado de humor no había mejorado, y el clima tampoco. Tras la frontera nos habían esperado las lluvias y los vientos fríos, y habían llegado a hacer que me arrepintiese de haberme marchado de casa. Pero de volver a imagina el rostro de Altan no podía evitar chirriar los dientes para mí, enfurecida. Pris había servido para hacerlo todo un poco más llevadero.

Yo iba delante cuando vislumbramos la enorme sombra que era el palacio de Brontë. Iba pensando en mis cosas, con los pies encharcados y la moral baja. Las capas no eran suficientes para mantenernos calientes y secas.

-Venga, vamos -apremié, cuando ella recalcó lo poco que faltaba.

No tenía ni idea de qué me esperaba en Brontë, pero esperaba que, al menos, estuviese seco por dentro. Al menos a corto plazo.

*llegan al palacio~*

Pese al capítulo de esta noche, no vamos a posponer la marcha. Ya nos hemos despedido y estamos preparados. Y no parece que el hecho de estar sonámbulo haya tenido nunca otras consecuencias, además del susto. Si pasa más tiempo volverán las lluvias, y ninguno de los dos quiere eso.

Me he dado cuenta de que su equipaje es menor que el mío, pero ninguno de los dos ha dicho nada. Le entrego el amuleto con una sonrisa tímida. Supongo que de ahora en adelante no necesitará quitárselo... Al menos mientras estemos los dos solos, viajando. Es así como lo hicimos cuando fui a Ventus. Me ahorraré escribir y será más cómodo.

Por fin ha llegado el día. De alguna forma es como si Brontë, ya a mi espalda, me pareciese una prisión ahora, aunque le tenga alguna clase de cariño. Deseaba salir y lo estoy haciendo. Aqua es tan buen destino como oto cualquiera por una vez, aunque sea con nieve, hielo y frío. No estar en compañía del mejor de los guerreros tampoco es un problema esta vez.
Ya es más alto que yo, pero me sigue pareciendo más pequeño, con la actitud que lo envuelve. Me pongo su amuleto cuando me lo tiende, pero hablo yo primero.

-Hoy no descansaremos hasta que anochezca -le aseguro, con firmeza, seria-. Más vale que hayas comido bien.

Si lo trato con mano dura desde el principio no flaqueará. Y no puedo dejar que flaquee, que aún nos queda mucho viaje por delante.

*se van*

La noticia de la muerte de Silvanus Kettleburn permaneció en el más absoluto secreto de cara al exterior de Brontë un par de meses, pese a todo la noticia no pudo demorarse por más tiempo y a la familia del piscis le fue comunicada su muerte.
La noticia se extendió entre los hermanos de Silvanus como la pólvora y todos ellos decidieron que lo mejor sería no decírselo a su convaleciente madre y a su cansado padre. Prefierieron pues que para sus padres, Silvanus seguiría en el palacio sirviendo al Mundo como lo había hecho los últimos años. Hubo dudas si aquello estaba bien o era realmente justo pero el mero hecho de imaginar el dolor y pena que sentirían sus padres ante la noticia, convertiría la muerte de uno en el fallecimiento de sus padres por pena.

Pese a todo, querían que el cuerpo de su hermano descansase en Aqua, por lo que Gabriel fue enviado al palacio con el fin de esclarecer la muerte de su hermano y llevárselo a aqua lo más rápido posible.

*entra*

Allí estaba. Ni siquiera sabía cómo sentirme, pero lo que sí notaba era la inquietud. Mucha inquietud.
Apremié al caballo, ya cansado, para que recorriese los últimos metros que me separaban de Brontë. Allí buscaría a alguien que se hiciese cargo de él y luego... Luego...

Tragué saliva, nervioso. Quizás debiese ir yo a los establos y saludar a Telma, pero si lo hacía no me dejaría irme...
Bueno, solo un momento, me dije. Un saludo rápido. Se lo debía también a ella.

*llega a Brontë*

Hace frío, o eso te parece. Desde que llegaste a Fulmen el paisaje ha estado lleno de colores que no acostumbras a ver, pero sigue pareciéndote algo triste debido a la lluvia y las nubes que empañan el cielo. Te gusta el color de la arena y del sol brillando en el cielo más que el del barro y el verde sucio de las hojas cuando no les llega suficiente luz.

Has traído poco equipaje; el necesario: ropa, tu bastón, algún libro y documentos. Documentos que te acreditan y que esperas que sirvan para convencer a los objetores, aunque si ya estás ahí es porque no debe de haberlos.
Aunque siempre los haya.

Has tardado en llegar más de lo que te hubiese gustado, pero los asuntos burocráticos toman su tiempo, y tras los últimos sucesos en Ignis todos parecían ir con pies de plomo. Respetas los procesos tanto como los plazos, de modo que no has puesto objeciones a la tardanza.

Alzas la vista de nuevo, hacia la mole de rocas. Repeles la lluvia con una fina capa color ocre que, con un fulgor anaranjado, la evapora antes de que te toque. Los pies los tienes mojados, de todas formas, y te apetece sentarte, aunque tienes claro que ni una vez hayas cruzado el umbral tendrás tiempo para descansar.

Te preguntas cómo será ese lugar. Cómo serán las personas que viven en él. Qué pensarán de ti.
Lo que todos, supones: que eres muy joven. Y muchas veces la juventud se toma por lo que no es.

Piensen lo que piensen, tú buscarás hacer bien tu trabajo. Muchos querían acudir, y otros tantos lo rehuían. Tú, que no te encontrabas en ninguno de los dos extremos, todavía no tienes claro cuánto peso vas a cargar sobe los hombros.

*llega*

Tras días de un viaje aburridísimo en carro, por fin, aquí está. ¿Cuánto tempo llevo babeando sin siquiera parpadear aquí plantada? Pero es que solo el largo camino de entrada ya impone. Venga, Kris, espabila. No has venido con prisas y corriendo para ahora paralizarte antes de llegar a la puerta.

Empiezo a andar. Y ya no puedo parar. Creo que cada vez voy más rápido, pero me esfuerzo en controlarme para no correr. No quiero parecer una loca.

Dios, qué nervios. Me cuesta tanto no saltar de alegría al ver el castillo. ¿Cuántas experiencias, cuánta gente interesante, cuánta magia me espera aquí? Solo de imaginarlo se me cubre la cara con una sonrisa.

Solo unos pasos más.

Solo unos pasos más.


*avanza hasta el castillo*