Camino de entrada

Por fin, tras largos y agotadores día de viaje, llego a mi destino: el palacio de brontë. Todavía quedaba un largo camino por recorrer, pero al menos podía divisar el palacio a lo lejos.

—¡OH, MILTON! — le dije a mi querido y fiel cerdito mientras me agachaba para cogerlo del suelo. — ¿No te parece maravilloso...? ¡QUÉ EMOCIÓN! ¡MÍRALO! Es tan bello... tan enriquecidamente bello... oh... fascinante. — dije alzándolo hacia delante para que observase el magnífico palacio.

—¡IMAGÍNATELO! Yo ya lo estoy viendo... ¡SERÁ ASOMBROSO! ¡INCREÍBLE! ¡ABSOLUTA E IRREVOCABLEMENTE... genial. — le dije mientras dábamos vueltas rápidamente. Finalmente le dí un besito en el hocico y lo apoyé encima de mi baúl, para que no tuviese que caminar más.

—¿Qué clase de personas habrá allí? Oyyy... No puedo esperar.

—¡CORRE MOZUELO! ¡ERES MÁS LENTO QUE UN CARACOL HIPOTENSO SOBRE UNA SUPERFICIE CON CLORURO SÓDICO! — le dije al joven lacayo que llevaba mi baul. Juraría que murmuró algo, pero no se el qué. Tras esto heché a correr por ese enorme camino. ¡Me dolían los pies horrores, pero me daba igual!

Tras varios minutos llegué a la entrada con los pies destrozados y sin aliento. Maldita impaciencia la mía.

—Co... corre... mo... mozuelo... vennnnga...


*entran*

Llevo días sin salir del palacio. Aquellos hombres me han asustado y... bueno. Ultimamente he estado distantes con todos, por precaución a que se note mi malestar y mi miedo. Pero ahora quizás sea tiempo de irse.

He abandonado Brontë y estoy a bastantes metros ya de él. Tengo los puños cerrados y temblorosos por la ira que todo esto me produce. A mi derecha le acompaña el bastón negro del cual no me separo ya. Mis músculos que mantienen mi postura han quedado realmente dañados y, aunque mis heridas ya han curado, creo que nunca volveré a tener las mismas condiciones de antes.

Si me voy... si me voy volveré a estar fuera de la pista de esos tipos... seré feliz un tiempo pero seguramente acabarán encontrándome. No sé si huir tanto vale la pena. Ya llevo bastante escondiéndome y a casa no puedo volver o todos ellos se enterarán de lo que he hecho. Mis padres... todos. Y no quiero deshonrar más a mi familia.

Pero no quiero pasarme la vida siendo un tipo buscado. Quiero vivir bien y tranquilo. No. Esta vez no huiré. Me quedaré en Brontë y les plantaré cara.

Doy un golpe con el bastón en el suelo y saludo a un buho que me ve desde las alturas de su rama. Entonces giro sobre mis puntas con gran velocidad y regreso a palacio.

*vuelve*

Tras una mirada para ubicarme decidí bajarme del árbol, llevaba un par de días siguiendo el camino, viajo por el bosque es más seguro, además solo los tontos y los bandidos usan el camino y mis anteriores viajes así me lo habían enseñado. Viajaba ligero pues solo llevaba lo imprescindible, el bosque se encargaba de darme alimento y refugio. De este forma en poco tiempo llegué al visualizar en la penumbra de la mañana el contorno del palacio, el sol iluminaba el bosque llenándolo de agradables colores, el roció se dejaba ver en cada hoja del bosque. A ese ritmo llegaría ese mismo día al palacio, una duda perpetró rápidamente mi cabeza, llevaba semanas por el bosque, olía a sudor, mis ropas estaban algo desgastadas y mis pelos enmarañados, no era forma de presentarse ante todos los honorables guerreros que iba a conocer.

Me pesaba haber tenido que partir en una hora tan temprana sin tiempo a prepararme adecuadamente, pero sabía que mis piernas me retrasarían y que si no fuera por mi bastón el sendero me causaría un par de tropiezos. No encontré forma de asearme adecuadamente para el palacio y no quería perder un día más buscando algún lago o rio por los alrededores. Continúe andando por el bosque hasta que llegué finalmente a palacio, frente a la puerta me desbordaron sentimientos que llevaban todo el camino floreciendo en mi mente
¿Y si era ya demasiado viejo para mas aventuras? ¿Había pasado ya mí tiempo? Con mis grandes y arrugadas manos empujé la puerta.

Entro

Volví de mi ciudad de nuevo a Brontë. Al final, el anciano al que fui a cuidar murió en casa y en paz, bajo mi atenta mirada. Fue una muerte bastante agradable. Las había visto peores.

Pero esta vez no venia sola. Traía un acompañante entre sus manos.

Spoiler:

FdR: :___D yo me los imagino asi, espero no haber diferido mucho de la realidad :__D

Era el boro de mi vecino. El pobre hombre estaba solo y no tenía nadie que quisiera quedarse con su boro, ya que tiene un fuerte carácter y solo limpiaba para alimentarse, no por ayudar a los humanos.
Bred, que así se llamaba, ahora dormía entre mis brazos.
La verdad, esa era la ilusión de mi vida, aunque fuera un boro desobediente y pasota (FdR: como el charizard de Ash xDDDDDD) era un boro al fin y al cabo, por lo que estaba muy contenta de tenerlo entre mis manos.

*entra*

Decidido. Debía ausentarme para conseguir dinero. El tiempo se me echaba encima y debía conseguir dinero si quería mantener mi cabeza sobre los hombros.

Me pongo la chaqueta con los hombros y, no sin antes recogerme el pelo en un moño y ponerme un sombrero negro, que me tape bastante la cara. No quiero ser reconocido.

Con un vistazo hacia atras y una sonrisa de preocupación, me pierdo por los caminos.

*se va*

Al fin había llegado al palacio. Me paré todavía a demasiados metros de distancia y me quedé mirándolo con la mitad inferior de la cara tapada por mi ropa. Sabía que conseguiría encontrarlo. Me bajé la tela que cubría mi cara al tiempo que me ponía la máscara.

Era bastante tarde ya, con lo que eché a correr prácticamente de puntillas, con el cuerpo echado hacia adelante y las manos hacia atrás consiguiendo un paso silencioso y rápido. Una vez llegé a la entrada me frené y me quedé viéndola un rato más. Aquí estaba.

*Entra*

Por fin llegué al castillo, no esperaba tardar tanto. No lo imaginaba así, supongo que ningún lugar es como lo imaginas, la verdad es que había bastante gente llegando al castillo. Supuse que todos estaban en la misma situación que yo, venían por el mensaje. Me pasé la mano derecha por el pelo, suspirando, mientras con la izquierda apretaba con fuerza el arco plateado que llevaba. Un viaje largo, una llegada sorprendente. No. Nadie iba a protagonizar una llegada sorprendente porque había demasiada gente como para que se le ocurriera a nadie una idea/estupidez así. Y había otras preocupaciones. Dejé de batir las alas lentamente y empecé a andar a lo largo del camino hasta el palacio.
"El Palacio de Brontë."- Pensé.
Ahora que había llegado, ¿no sabía que era lo siguiente? Lo que debía hacer. Simplemente sacudí la cabeza, estaba demasiado cansada y esas dudas "existenciales" me mareaban. Esquivé a la gente que caminaba más lento que yo y llegué a la entrada rápidamente. Reprimiendo un bostezo de cansancio, no lo dudé más.
*Entro*

Tras semanas de viaje, el Palacio aparece ante mí. Me detengo, colocando ambas manos en mi cintura, y echo el cuello hacia atrás. Entrecierro los ojos y, desde esa posición, miro a ambos lados, contemplando así los árboles que me rodean. Luego, sonriente, desvío mi mirada y la clavo en la silueta del Palacio.

Ensancho la sonrisa. Alzo ambas cejas. Separo las manos de mi cintura y cierro los puños.
Levanto los brazos.

—¡¡WOOOOHO!! — exclamo, al tiempo que salto y separo los dedos. Cuando mis pies vuelven a tocar el suelo, río —. ¡Sí, señor! ¡Sí! ¡Y antes de lo previsto! — Tuerzo la sonrisa —. Je, para que luego me digan que no soy lo suficientemente adulto como para llegar a los sitios yo solo.

Río entre dientes y suspiro, antes de reanudar el camino con pasos largos y animados, como si estuviese pegando pequeños saltos en lugar de caminar.

*se va*

Fdr. yo's probando personalidades e.e

El Palacio se erguía ante él, imponente. Rais contemplaba desde las oscuras simas de su capucha la edificación, habia visto muchos dibujos de la estructura en sus libros, pero tener ante sí la obra era na cosa bien diferente.

Entrecerró los ojos mientras sometia a escrutinio el lugar, habia viajado mucho, persiguiendo lo que él consideraba, una oportunidad.

Tras largo rato de contemplación, terminó por decidirse, asintiendo para si mismo. Alzó la cabeza mirando hacia el manto nocturno un instante antes de envolverse en su capa, oscura como la propia bóveda pero carente de cualquier luminosidad, exceptuando las dos rendijas rojas que escudriñaban todo febrilmente desde la profundidad de la capucha.

La figura, se alejó de la estructura. Había sido un largo viaje, sí, pero aún quedaban muchos pasos por dar...

*huye*.

*TA TA TA TA TA TA TA TA TA TA*
Los sonidos de mis pasos se escuchan ya desde lejos. Vengo a toda leche por el camino hacia Brontë. Tengo unas ganas locas ver al tío. Hace ya casi un año que no lo veo. Seguro que ya tiene canas en la barba. Me tiene que dar la paga de mi cumple y seguro que me tiene un montón de regalos.

Por la madre del Topo más grande de Hummus, ¿cuanto falta para llegar a Brontë? Ya estoy un poco cansada.

-Ajajajajaja - Rio, se me ha ocurrido una idea maravillosa. - ¡Perrrvatia! - grito con fuerza alzando el dedo índice bajo mis pies para levantar un muro de piedra bajo mi, elevándome un par de metros, - ¡Perrrvatia!- vuelvo a conjurar y levanto de nuevo a un metro de distancia un nuevo muro que, como fichas de dominó y ante mis hechizos, se van levantando a mi paso, por lo que avanzo hacia al palacio (que ya se ve al fondo) dando saltitos de muro en muro. - Así me canso menos, que correr tanto cansa. - me digo divertida y con una sonrisa de oreja a oreja, riendo al fondo de mi garganta, con una mano en una nuca enseñando todos mis dientes. -TIOOOOO HAYAAA VOOOYYYY- chillo saltando de muro en muro, mientras conjuro hechizos por doquier, sobre los cuales voy saltando alegre.

*Se va*

Llego con la mano apretando mi costado. No he podido hacerme la cura de la cuchillada que he recibido en mi misión la cual no ha servido para nada. Ya no queda tiempo y yo sigo con las manos vacías.

Algo se me tiene que ocurrir, algo... necesito saldar mi deuda de una vez por todas o ni cuello rodará por el suelo.
Saco un calendario pequeñito del bolsillo.
-Esta noche vendrán de nuevo a por mi y si no tengo nada entre manos... de nada servirá todo mi esfuerzo. - tengo una idea en la cabeza que podría funcionar, pero que es tan... issss... tan... arriesgada, tan... tan moralmente equivocada... en fin, es eso o mi vida.

Suspiro.

Tendré que madurar la idea.

*se va*

Caminaba en dirección al palacio con el saco de las flores más hermosas que había podido encontrar durante mi viaje. Todo el que me viera, cargando semejante bulto al hombro, podría tomarme por un loco o por un mercader ambulante, pero lo cierto era que me sentía tremendamente orgulloso del material obtenido. Y cuando decía orgulloso, me refería no solo a la fragante carga, sino también al libreto de historias y cuentos, basados todos ellos en mis propias aventuras, que había logrado reunir en todo este tiempo.

¡Qué contenta se iba a poner Inger! Estaba deseando encontrármela. Y también a Lester, para ver su cara, una mezcla de decepción y miedo, cuando se enterase de que Rick Dehnel había regresado a palacio.

*se va*

Salgo corriendo de Brontë como alma que lleva el diablo. La verdad, no quiero que nadie me encuentre esta noche, manchado de sangre y con la conciencia ardiendo en mi interior. ¿Estará bien Kettleburn en manos de ese desequilibrado mental?...

*se va*

Tamlin llegó por fin al camino de entrada, el polvo de los caminos le pesaban sobremanera, el camino desde Ventus no había sido fácil ni corto y bueno, el ya tenía una edad, al fin y al cabo.

Llevaba puesta un chaleco de lana gruesa y una camisa de lino. Los pantalanes de lino tambien remataban en unas botas de cuero y, a la espalda, para cubrirse del frío, una capa larga, también de cuero. De la cintura le colgaba su espada bastarda y la marca de la garza impresa en la empuñadura destelleaba con la luz de la luna.

Tras eso, siguió hacia Palacio.


*se va*

Mi paseo me llevó a recorrer el camino que, en su día, me había conducido al palacio. Era una noche tranquila y sin luna, en la que todo el sonido que se podía percibir era el de pequeños insectos nocturnos. Caminaba, cosa rara en mí, sin prisas... Aquel era sin duda un día extraño. No recordaba haberme sentido tan relajada desde hacía muchísimo. Tal vez fuera, simplemente, sueño. Al menos, eso esperaba, o tendría que echarme un cubo de agua fría por encima para volver a ser la yo de siempre.

*Se va*

Desde que le habían dicho que su tan anhelado objetivo estaba a un par de kilómetros de distancia, Lyn no había parado de correr. Su fiel compañero Khan la seguía desde el cielo hasta que habiendo superado el medio kilómetro no pudo más, dejándose caer en la cabeza pelirroja, el cual era uno de sus lugares favoritos de descanso después de los brazos de la joven Flamma. - ¿Ya te cansaste? - le preguntó con un tono burlón que no se disimuló a pesar de la respiración agitada de la chica que siguió avanzando hasta encontrarse con un camino que, supuso, era parte de la entrada a aquel lugar que le habían dicho.

- ¡Mira, estamos cerca! - Dijo y tras un rato el dragón emitió unos grititos que coincidieron a los pocos segundos con la aparición en el rango de visión de Lynth del famoso Palacio. Aquello le motivó a correr más rápido aún, deteniéndose por fin cuando la puerta estuvo frente a ella. Se apoyó en las rodillas para recobrar un poco el aliento y su dragón bajó de un salto hasta mirarla de frente - Tranquilo Khan...estoy bien...continuemos...- Le sonrió y juntos ingresaron al edificio.

Había sido un viaje largo desde su natal Ignis, pero desde ahora una nueva aventura daba inicio.

*Ingresan*

Tras semanas y semanas de caminata, Corbin vio aparecer la figura altiva de lo que debía ser el Palacio de Brontë. El joven suspiró, aliviado, pues hacía tiempo que había empezado a preguntarse si no se habría perdido. Sin embargo, en lo más profundo de su ser lamentaba estar ya tan cerca, pues había disfrutado mucho con el viaje. Le consolaba pensar que tendría la oportunidad de conocer los alrededores, y el hecho de que pronto podría volver a dedicarse a la lectura.

Avanzaba con calma y paciencia, como quien da un paseo, observándolo todo a su alrededor y disfrutando deL buen tiempo que hacía. Aquello no se parecía en absoluto al lugar donde se había criado, y la idea de que el paisaje hubiera cambiado tanto lo llenaba de una especie de euforia, una extraña sensación de victoria. Pronto todo lo vivido parecería muy lejano ya, y nuevos recuerdos inundarían su mente.

Con estos pensamientos, fue avanzando tranquilamente hasta llegar al palacio. Una vez ante la puerta,la empujó con seguridad y entró en el palacio. Ya estaba en su nuevo hogar.

*Entra*

Con el corazón en la temblorosa mano y las lágrimas asomando con grandes ganas de saltar de mis ojos encontré el camino de entrada y, una vez lo vi, no quise mirar atrás. Eché a correr más rápido aun que antes diciéndome a mí misma que ni los esthrel más rápidos podrían haberme cogido. Corrí y corrí y, una vez que llevaba un par de minutos corriendo y llegué a una de las curvas montañosas, me di el lujo de frenar un momento para mirar atrás. Y mis ojos se maravillaron y la emoción al fin consiguió inundarme junto con las lágrimas que surcaron mis mejillas. Me llevé las manos delante de la boca y sonreí apretando los labios. Veía el imponente palacio ya muy al fondo mientras recuperaba el aire que mi desbocado corazón pedía a gritos y lo encontré precioso y mágico. Allí, en lo profundo de la oscuridad, una enorme construcción preciosas brillaba con fuegos chispeantes y luces encantadoras. Allí estaba dejando un motivo, allí estaba dejando a aquellos que había conocido en mi viaje, allí dejaba a mis hermanos y hermanas que me habían despedido para que fuese a cumplir con el cometido de un guerrero de Mithos... Y allí se quedaba, pegada a una de las pequeñas ventanas del dormitorio de las chicas, una Summer miedosa y aplacada por unas creencias que no la habían dejado florecer y sentir lo que era la felicidad verdadera del alma. "Lo siento, hermanas y compañeros, pero este es mi camino y está separado de vosotros". Las lágrimas ahora no dejaban de caer bañando mi cara mientras recordaba cientos y más cosas del santuario y, por qué no, muchas también del palacio que ahora abandonaba y que me había ayudado a descubrir mi camino.

Me poyé en la pared rocosa de la montaña, temerosa de darme la vuelta, despidiéndome del palacio que me había servido como desvío en mi camino. Dije adiós, al fin, al palacio que me enseñó la vida, manteniendo en mi interior una deuda que prometía cumplir con creces en cuanto fuese mi momento.

*Summer se va de Brontë*

Barthemius abrió la puerta y el líder subió al carromato antes que el sirviente, acomodándose a gusto en el mullido y aterciopelado asiento. El cochero dio la orden y los caballo echaron a andar con paso ágil. El líder, a pesar de mantener la entereza, dejó salir un suspiro aliviado una vez sintió que Brontë quedaba atrás. Miró a Barthemius que, prácticamente inerte, miraba al frente, para luego responder con humildad a su mirada. Se sacó la gorra y la dejó a su lado en el asiento para, posteriormente, aflojarse el pañuelo del cuello.

—Al fin vuelvo a casa —dejó escapar en un susurro que dejó entrever una sonrisa ligera—.Vinimos aquí hace casi dos años porque el mundo comenzaba a estar patas arriba. Creamos nuestro propio mundo globalizado en este palacio y ahora el caos está por todas partes. ¿Qué debimos hacer? O, mejor dicho, ¿todo esto ha servido de algo? —A las preguntas del líder el claritas se mantuvo impasible. Un silencio únicamente apagado por el traqueteo de la carroza y las coces sobre el suelo inundó la pequeña estancia rodeando a los hombres—. Claro que sí, Barthemius, cualquier cosa vale la pena. —El líder sonrió de medio lado sin despegar la mirada de la pequeña ventanita que le dejaba ver el paisaje en penumbra que escrutaba perfectamente. Se giró hacia su vasallo—. Incluso tú —indicó con un gesto más animado para luego volver su vista al oscuro paisaje. Su sonrisa se borró a causa de la niebla de pensamiento que lo abordaron al ver ya el perfil Brontë en la lejanía—. Incluso... —se habló para sí con el gesto pensativo y serio y se llevó la mano al interior del chaleco para sacar del bolsillo el cristal con la oreja de tritón todavía conservada. Apretó las comisuras y entornó los ojos. No le había comentado nada a ningún miembro del palacio, pero a pesar de carecer de palpitaciones, su magia le confirmaba que el piscis no había muerto.


*Aren se ha marchado de Brontë*

Apoyado en un bastón de viaje, se aproximaba, sin prisa ni pausa, al imponente castillo que poco a poco surgía tras los últimos árboles. A zancadas, no le llevó demasiado tiempo llegar a lo que, declaradamente, era un camino preparado artificialmente como guía hacia el edificio principal.

No le hacía demasiada ilusión instalarse. Tampoco esperaba encontrar nada interesante en aquel lugar. Simplemente, escapaba de otro que, a su parecer, era bastante más absurdo. La simple idea de perder de vista aquel mundo de fingida superioridad y poder inexistente le provocaba escalofríos de placer. Si algo tenía claro era que alargaría su estancia en aquel lugar en la medida de lo posible, y que si conseguía una excusa, por nimia que fuera, para no volver jamás, se aferraría a ella sin dudarlo.

Paró un momento la marcha, jadeando, para recolocarse los bultos de viaje y las alas en la espalda. Para evitar más problemas de los necesarios, se había asegurado de vendar y atar estas últimas con fuerza para evitar incomodidades. Sin embargo, y a pesar de su cuidado a la hora de envolverlas, no podía evitar aumentar con ello, aunque fuera mínimamente, el dolor que le provocaban.

Aspiró con fuerza y una mueca de rabia antes de escupir con desprecio en el suelo. Era un desprecio personal, hacia sí mismo y, como mucho, hacia su madre, pero era algo que no podía evitar. Deshacerse de todo lo que le recordara a ella era una de sus principales preocupaciones en aquel momento, y aquel par de extremidades inútiles era un recuerdo que no podía borrar sin más. Tal vez algún día, pensaba, alguien tendría el gusto de arrancárselas de cuajo y sin miramientos. Cierzo estaba convencido de que, si eso llegara a suceder, jamás guardaría rencor a ese alguien. Incluso si aquello le costaba la vida.

Con un suspiro, se decidió a reanudar la marcha. En el fondo, si de verdad fuera capaz de deshacerse de sus alas sin más, ya lo habría hecho muchos años atrás. El castigo a su cobardía era, sencillamente, el mantener sus alas en la espalda, y todo de lo que era capaz era de esperar la actuación de un tercero. Este era uno de los principales motivos de su desprecio a sí mismo.

No quedaba mucho camino, y en unas cuantas zancadas alcanzó la puerta principal del edificio. Sin dudarlo un instante, la empujó y penetró en el lugar.

*Entra*

El frío de lluvia no era nada comparado con el de mis lágrimas. Los árboles creaban una capa espesa y verde a mi alrededor, espesura que me recordaba al dolor, al sufrimiento de una vez tener lo que quería; verdor que me recordaba la soledad del bosque, cómo Myeon solía jugar en él, enredándose entre los árboles, cantando con los animales. Ya podía ver la gigante montaña que se alzaba a pocos pasos, pasos que quedaban por realizar, tropezando con pedruscos, sumergiéndose en pequeños charcos y dejando una huella; pasos que parecían tener vida.

El destino parecía haberme castigado, y todo porque nunca pude ser la madre que debía ser, porque nunca pude ayudar proveer a mi familia; ahora mi castigo era vivir en soledad, rodeada de violencia, de salvajes.

“Querida Myeon” - pensé para mí misma .- “Ahora que tu torpe madre no está cerca de ti, ya no correrás ningún peligro, ya no tendrás que sufrir nunca más”.

Alcé mis ojos palpitantes, ya había alcanzado el palacio sin haberme dado cuenta. Mi castigo no hacía nada más que empezar. Acarcié la puerta, sin poder determinar con mucha seguridad el material, tan sólo pude percibir frío.

Frío, últimamente era lo único que podía sentir.

Lluvia caminaba con pasos cortos, la cabeza gacha y las manos hundidas en los bolsillos de la chaqueta que llevaba por debajo de la caperuza. A su derecha, una aether mucho mayor que ella llevaba las posesiones de la joven. Ambas habían abandonado el pueblo de paso hacía unas horas, cuando la lluvia amainó un poco, y ahora recorrían el camino de entrada al Palacio de Brontë.

La chica suspiró y se apartó un mechón húmedo de la frente. La idea de permanecer los dos siguientes años en Brontë no le gustaba demasiado. Para empezar, aquello no había sido idea suya (sino de sus padres) y para seguir, ella no era, ni sería, una buena guerrera: por mucho que aprendiese algo en Brontë, dudaba que sus escasas dotes para el combate aumentasen significativamente. Como mucho, pensó, aprendería a manejar de alguna forma el arco que llevaba a su espalda.

Volvió a suspirar, resignada. Por mucho que se quejase, ya no podía hacer mucho más. Ya había ido a Fulmen (donde había pasado con Euterpe, la aether encargada de su cuidado, un par de semanas) y ya estaba a las puertas del palacio. Además, sus padres no habían aceptado sus negativas antes y dudaba que ahora se apiadasen de ella.

Euterpe y ella llegaron a la puerta y se detuvieron. Tras pasar unos largos segundos despidiéndose, la criada le tendió el equipaje a Lluvia, y la aether, todavía cabizbaja, entró en Brontë.

*entra*

Todavía el día era pleno cuando la carabana del líder Darvenwish asomó por el camino de entrada que daba al palacio. Los caballos negros de gran oído, con los ojos tapados para viajes de tales condiciones, mantuvieron el paso firme a órdenes de su cochero.

El líder entornó los ojos debido a la molestia del sol en cuanto apartó la cortinilla ligeramente para observar el palacio. Con el brillo pleno del mediodía le costaba diferenciar bien su estructura, pero esta había quedado tan plasmada en su memoria que reconocía cada uno de los resplandores molestos que lo envolvían. Sonrió para sí con cierto cansancio y se colocó bien los guantes con un ligero y elegante tirón de cada uno.

—Por fin de vuelta al agujero. Me pregunto si me habrá echando de menos en este tiempo... —Comentó con una sonrisa que enseñaba los dientes. —¿Qué será de los chicos? Espero que no se hayan malacostumbrado en mi ausencia —Se asó ambas puntas de su lengua del colmillo izquierdo al derecho y se recolocó su gorra militar mientras respiraba hondo. Sacó la oreja, de nuevo apagada, y, tras mirarla durante unos segundos con orgullo, la besó ligeramente y volvió a guardársela.

*El líder Darvenwish ha llegado a Brontë*