De todos los días que tengo que llegar, evidentemente tiene que ser el día frío. Supongo que esa es mi suerte, a fin de cuentas. Aunque después de todo el tiempo que he pasado en Aqua, me encuentro con que la nieve y el clima de aquí es mucho más benigno de lo que recordaba. Hace años no hubiese sido apenas capaz de salir de la cama, y lo haría arrebujado en una capa tan gruesa como una manta de invierno.
No me puedo creer que esté aquí. Siento hasta cierta opresión, como un cosquilleo, en la boca del estómago. Aún recuerdo la primera vez que vine. Qué asustado estaba. Se me hace raro recordarlo. El miedo que me daban los guerreros, el miedo que me daba estar, simplemente, lejos de casa.
Acomodo la mochila que llevo a los hombros, cargada de todas las cosas que he considerado oportuno traer, que no son pocas, y sigo avanzando.
*llega*