Camino de entrada

El camino fue muy agotador. Ya no podía más. Me sente abajo de un árbol a tomar una botella de agua que tenía en un bolisito chiquito y casi no me quedo nada, de tanta sed que tenía. Luego levante la vista y vi un sendero enorme y me pregunté -¿Ese es el sendero para el palacio de Brontë que tanto estuve caminando?. Agh - suspiré. -Espero que sí.- Pude observar de qué tenía mucho espacio incervible, para mí gusto, pero eso era lo que menos importaba. Era un "Jardin" gigantezco, con muchos pastos verdes. Me dirigí hacía el sendero. Camine y camine -Me hubiese quedado en el árbol.- me queje, ya que odio caminar muchisimo. Luego de caminar más y más llegue al palacio. Cuando llegue, las puertas abiertas y no se observaba a nadie a los alrededores, yo decidido entre al palacio.

*Entro*

Salí del Palacio con intención de dar una vuelta. Todo estaba muy silencioso, pero sobre todo aburrido. Hasta las plantas a los lados del camino parecían aburrirse. Decidí salir a entrenar un poco, aunque sólo fuera porque no tenía nada que hacer.

*Se dirige al Bosque*

-Menudo viajecito me he pegado- pensaba mientras me bajaba del bismonte que me había traido.
-Ala! a correr por ahí! -dije dándole una palmada en sus cuartos traseros.

Cargué mis bártulos y entorné los ojos: allí estaba, el Palacio de Brontë.

Me remango las mangas de la camisa y doy mi última caminata.
-Vános allá, quiero saber que basura le están dando de comer a nuestros guerreros.

*se va*

Camino con las manos en los bolsillos mientras le voy dando pataditas a un piedra. Es de noche y un buho pasa cerca de mi. Lo veo con curiosidad. Me gustan los buhos... son listos: como yo.

Ya era bastante tarde cuando visualizó el Palacio. El sol, que le había acompañado durante su viaje, hacía horas que se había perdido. No le importó demasiado (a fin de cuentas, él era un chrysos y tendría luz siempre que quisiese), pero llegar a aquellas horas le parecía un poco inútil y absurdo, pues no podría hacer nada interesante hasta la mañana siguiente.

Pero, sin embargo, ahí estaba.

Parado en el camino de entrada, agarrando con fuerza el morral, Lyam observaba la entrada al Palacio. El lugar donde se forjaría como un buen guerrero. Al menos eso era lo que predicaban. Y esa predicación era lo que le había impulsado a ir hasta allí. O, mejor dicho, era lo que había motivado a su jefe para dejarle marchar, tanto a él como a muchos de los suyos. Si no hubiese contado con la aprobación del jefe, no hubiese vuelto desde Ignis a su Fulmen natal. No porque el camino fuese largo, sino porque el trabajo era lo importante. El resto era secundario. Tanto que ya se había hecho a la idea de que no iría a Brontë. Pero, claro, eso ocurrió antes de saber la aprobación del jefe.

Formarse está bien, había dicho. Responder a la llamada también, había añadido. Todo eso lo había dicho cuando apenas llevaban un par de días en Ignis. El jefe había reunido a toda la banda con el pretexto de decidir qué hacer y cómo hacerlo. El tema de la reunión, si bien lo había resuelto, no tardó en perder importancia para dársela al aviso, a la llamada de Brontë. Y cuando el tema surgió, el jefe se pronunció al respecto, provocando que, al día siguiente, se produjese una pequeña baja en sus filas, aunque no le importó demasiado. A fin de cuentas, no tardarían en volver. Y no volverían como antes, sino que regresarían con grandes mejorías en todos los aspectos. Y, quién sabe, a lo mejor hasta alguno le llevaba alguna sorpresa.

Sonrío de lado.

Sorpresa. Eso se lo llevaré yo, pensó, antes de entrar en Palacio.

*entra*

Caminaba a paso lento y con mucha tranquilidad respirando el limpio aire de aquel paisaje. Estaba muy emocionada ya que había estado mucho tiempo pensando sobre el aviso y por fin me había decidido a ir.
Después de caminar mucho raro pude ver a lo lejos el enorme castillo y los ojos me brillaron. "Por fin... Que bonito"

Me encontraba arriba de un árbol, mirando el paisaje y descansando un poco luego de 3 días de caminar. De en vez cuando miraba el cielo, y cuando me aburría miraba el suelo. Pero de repente, una briza fresca del noroeste me empuja y caigo libremente al suelo. Me asusté mucho, pensé que era algún ser vivo invisible, capaz de deborarme. Muy aterrado, saque mi espada y empeze a cortar el aire, pero lamentablemente uno de esos cortes lo recibí yo -¡Auuch!- me caí al suelo. El pasto ya no era verde, si no rojo gracias a mi sangre. Mire a mi espada y a mi bango (que en ese momento lo tenía en mis espaldas, luego lo puse al lado de la espada), las abrazo y le digo -Ustedes son mis mejores amigos- y les dí un beso a los 2 objetos. -Ya es tarde, creo que tendré que seguir caminando- pensé. El viaje nuevamente comenzo, pero no tardo mucho en que apareciera otro camino, me preguntaba miles de veces si tenía que tomarlo, no sabía si el camino me llevaría al Palacio de Brontë. -Va-vamos Eryx, ti-tiene-nes que ser va-va-liente- dije con mucho miedo. No era momento de cobardear, así que me puse firme y camine hacía donde me llevaba el camino. Pasaron horas, y todavía no lo termine, ya no podía más. Comenze a caminar lento, pasos cortos, hasta por fin llegar al Palacio de Brontë. Mire para arriba, es muy grande, me agarre el codo izquierdo con la mano derecha, y con mucho miedo dije: -¿Es-este es el Pa-pa-palacio Bron-brontë?. Te-tengo que en-trar-.

*Entro*

Después de abandonar su nave, se dirigió hacia el único lugar cercano que conocía.
Caminaba con paso rápido y golpeando fuerte el suelo, como ella lo solía hacer. Sus botines con alza y hebilla resonaban en el camino de piedra produciendo un acompasado y rítmico sonido.

No era posible que la mas grande se encontrara es aquella tesitura. Ella aún no se lo creía: después de meses... bah! al cuerno.

Tenía hambre, por lo que desenvainó su florete y con el pinchó una manzana de un árbol cercano para continuar luego con su viaje.

Bocanegra llegaba a Brontë, pues ya lo podía visualizar muy a lo lejos.


*continúa*

Ambos salimos a la oscura noche. Y, conforme nos alejabamos de Brontë, la penumbra se apoderaba de nosotros con afiladas garras y macabra sonrisa.

-Mi señor... no veo nada- dije alzando la vista hacia atrás, pero no conseguí verle.- ¿puedo encender una antorcha o algo?- entonces me tropecé con una piedra y me caí al suelo.

La noche es clara y los objetos se definen nitidamente en mis retinas.

Voy callado admirando el apisaje y recordando la primera vez que hice este camino, pero en sentido contrario.

Por un lado me da miedo salir de Brontë, no quiero que me encuentren, aunque bien pensado, si enviaron a Clara a Brontë, es porque saben que estoy ahí refugiado, pero dudo que se atrevan a atacarme dentro del palacio. El caso es que ahora no hay un septeto de líderes protegiendonos y ni unica compañía es este besugo.

Suspiro y veo como el vaho se pierde en la fantastica noche.

Veo a un arbol y en el yace un buho, quizas el mismo que vi la primera vez cuando iba por este camino.
Le sonrio y continuo mi camino.

Entonces Kettleburn me habla.
Cierto, el no ve un pimiento.
-Si. claro que pued...- entonces se cae al suelo.- Levanta, torpe- digo cogiéndolo por su oreja sana.- te he dicho que tengas cuidado con mis cosas.

-Arriba, venga.- digo con el ceño fruncido y tirando con fuerza

Coge esa rama del suelo y dile a tu dragón que use su fuego.

Muevete: es tarde.

Alexander me cogió de una oreja y tiró con fuerza de mí hacia arriba.

-AAAAAAAAAAAAAhhhh me duele, pareeeee- no podía ponerme de pie facilmente por el peso de la mochila que era tan grande como yo, por lo que me costaba erguirme y el tirón fue largo.

-Es usted ...- pero calle de inmediato no quería problemas.

Cogí el palo que me ofreció y se lo puse a tristán demante de su cara.

-Venga, Tris... enciende.- dije mientras me frotaba la oreja.

Una bocanada de fuego azulado y anaranjado, propio de los dragones, prendió indefinidamente el tronco, por lo que ambos, jefe y criado, pudieron continuar su camino.

*se van*

Salí del Palacio tras atravesar el Hall. Era de noche, por lo que podía apreciar perfectamente las diferentes figuras que adornaban el camino de entrada. Me fijé, durante unos segundos, en los árboles y los arbustos, y en las pequeñas piedras que estaban desperdigadas por el camino. Luego clavé mi vista en el mapa que tenía entre las manos, y, tras observarlo durante unos escasos segundos, lo guardé en el zurrón que llevaba colgado.

Tras dedicarle un último vistazo al Palacio, me di la vuelta y comencé a caminar, alejándome, así, del Palacio de Brontë.

*se va*

Me recoloqué mi mochila, en la que sólo llevaba una muda, un bocadillo mal envuelto y la carcasa de Loksass. No podía evitar la sonrisa de oreja a oreja que, debido a la emoción, se extendía por mi cara. Me sentía orgullosa de haber sido admitida en la que sería mi primera misión, y esperaba dar lo mejor de mí.

Con un suspiro di el primer paso fuera del Palacio, y comencé a andar por el camino, con una rendija de luna escoltándome en mi marcha, como una sonrisa de ánimo a mis espaldas.

*Se va*

estaba en éxtasis, al fin algo de movimiento!!
Me había levantado, bañado, vestido con mis cueros y plumas más calientes, había engrasado a Arpa y afilado mis dos docenas de flechas y mi daga y había guardado a buen recaudo la suma de dinero que me había traído un siervo el día anterior.
Llegué a la entrada del castillo, acerqué la mano derecha a Arpa y con la izquierda, toqué el pequeño bulto que sobresalía de mi pierna izquierda debajo de la falda para verificar que el dinero estaba en su sitio; miré el cielo. - Allá vamos.- Murmuré, y paso a paso salí del castillo.

*Se va*

Llegó bien abrigado con su capa y encorvado, como solía andar. Tenía una expresión indescifrable en su cabeza gacha y al tenerla de esta forma sus ojeras se pronunciaban todavía más.

Cuando la mole de piedra estuvo a la vista, alzó algo la cabeza, deteniéndose, y la contempló. Tras esbozar una sonrisa siniestra en sus pálidos labios continuó caminando con un paso algo más animado.

Había sido un largo viaje.

*se va*

Llegué por fin al camino de entrada montando un pequeño poni marrón que había alquilado antes de salir de casa. Me animó el ver el castillo en el horizonte, y azucé al animalillo para que siguiera avanzando.

*Cabalga al trote hacia la entrada*

Continuaba caminando por mi camino. Se sentía ya un poco de cansancio tras el largo viaje para por fin llegar, pero como buen guerrero novatillo tenía que demostrar valor en mi mirada, y firmeza en mi postura.
Al fin se alzaba el castillo al final del camino, abrazado por hileras de árboles que daban un aspecto como de cuento a la escena.
Me paré cerca del, observando con curiosidad sus amplios y viejos muros. Sentía al verlos una ráfaga de ilusión por empezar una nueva vida allí, e iba preparándome mentalmente para hacerme fuerte.
Abrí uno de los grandes portones como pude, arrastrando tal masa de hierro o acero o lo que fuese, y me adentré en palacio..
Tenía el presentimiento de que todo iba a ir bien.

Por fin en el camino de entrada. Trato de caminar con calma aunque mi paso tiende a acelerarse, estoy realmente deseoso de juntarme con mis compañeros para cumplir la misión de la posada de Däer. Puede que no sea nada relevante o peligroso, pero estoy emocionado.

*Se va*

Cruzo el camino con pasos rápidos. No siento en ningún momento la necesidad de volverme a contemplar el magnífico palacio en el que ahora resido: no es mi hogar.

Apurando el paso un poco más, mientras miro hacia adelante esperando encontrarme ya con algún peligro, me pregunto quiénes serán los que me acompañen.

*se va*

Mantuve la carrera, quería llegar cuanto antes a la posada a la que deberíamos ir, la posada... ¿"Red"?
Corrí y corrí, no estaba increíblemente cansado. Entonces, pasó ya un minuto y mis piernas se detuvieron, la suerte siempre tenía un fin. Comencé a jadear, y me detuve en mitad del camino. En ese momento decidí ir a trote, para recuperar un poco el pulso inicial.

*Me fui*

Llegó al camino de entrada al cabo de unos minutos.
Caminaba con pasos rápidos, sin detenerse a observar el Palacio que acababa de abandonar. Se preguntaba quiénes serían sus compañeros, y si los conocería. Por el momento, conocía a bastantes alumnos, aunque estaba casi seguro de que había más gente en Palacio (para forma un ejército, el número de personas que conocía le parecía escaso). También se preguntó, mientras caminaba, si la misión sería peligrosa o si solamente tendrían que convencer a una persona para que acudiese a Brontë.

*se va*

FdR. post cutre porque sí.
bah.

Posada de Däer.

Ese era el objetivo de la mujer. Caminaba con una enorme gabardina marrón, que parecía estar hecha de plomo y que arrastraba de lo larga que era.

Su cara reflejaba asco y un tic nervioso se había apoderado de su ojo izquierdo.

Se encontró un caracol atravesando el camino por el que ella partía y lo pisó con furia y asco pensando que era Aren Darvenwish.

-La madre que te parió.- musitó con las manos en los bolsillos y acelerando un poco el paso. Quería dejar atrás al palacio pronto para ver si el cabreo de estos últimos días se le iba.


*se va*

Allí estaba. Por fín después de tanto caminar estaba llegando al Palacio de Branto... o algo así me habian dicho que se llamaba. No estaba muy seguro de como se llamaba realmente por que no atendí demasiado cuando me lo habían explicado, pero bueno, yo soy de esa gente que prefiere vivir el momento a meditarlo todo demasiado y que se las apaña como puede... y sin duda ninguna eso hice. Llegué al camino del palacio sin problema ninguno (aun que un poco tarde, ya que era noche).

Tenia los pies molidos. No pude aguantarlo más, así que me senté en pleno camino y exclamé: -¡Agh! ¡Este camino es demasiado largo! ¿No podrían haberlo acortado un poquito? ¿Tanto les costaba?

En ese instante me dí cuenta de que estaba hablando solo... o no. A saber que clase de bichos habitaban en los árboles cercanos al camino. Eran tan sospechosos...

De todas formas siempre fui un chico valiente, y ningún bicho de ningún tipo podía asustarme. Bueno... sí, los Tidnles, pero esa es otra historia... una muy larga de contar.

Dejando las paranoias a un lado me levanté, me sacudí el polvo, agarré el farol de hierro y mi preciado pico (el cual me servía de apoyo debido a su largo mango) y seguí el largo camino que me llevaría a mi destino.

Tiempo después llegué por fin a la entrada del palacio. No había nadie por allí, así que entré sin más.

*entra*

Si hay algo que tengo muy claro es que no me gusta trabajar en equipo, y menos con gente distinta a mi.
Pero estas últimas semanas todo es distinto, la gente está cambiando y siento que ya es hora de que yo también cambie.
No me puedo permitir quedarme quieta mientras otros luchan para proteger este mundo, jamás me lo perdonaría.
Si los otros van a dar su vida yo no puedo ser menos.

Solo tardé un par de minutos en recoger mis cosas. Tampoco es que tenga demasiadas pertenencias... de lo único que nunca me separaría es de mi Furitsu, mi compañera inseparable en cada una de mis batallas.
Volveré algún dia a mi hogar? Creo que solo el destino tiene la respuesta.

Por el camino me he cruzado con mucha gente, algunos guerreros como yo dispuestos a partir hacía la batalla, y otros cobardes que se aferran a la protección de las paredes de sus casas. Pobres ilusos...

Tras 4 días y 3 noches he llegado a mi destino, al punto de partida de una gran aventura. Solo un último camino me separa del castillo.

Me imagino que ya no quedará nadie en castillo, ya ha pasado tiempo desde el día de la llamada, pero bueno, a ver que me encuentro dentro.

*Entra*

Saqué el brazo por la ventanilla de la carroza que me traía. Apoyé mi cabeza en la puerta y suspiré. El viaje había sido eterno.

Al fin, oteo en el horizonte el palacio y esbozo una sonrisa. Al fin.

Llegamos y mi chófer se bajó y cargó mis maletas.

Ambos entramos en el palacio y nos perdimos en su interior.

*se van*