Pasillos

El líder Caeruleus caminaba manteniendo su paso firme y elegante mientras daba directrices a su lacayo sobre las últimas indagaciones. Una sonrisa plasmada en su pálido rostro delataba lo bien que llevaba toda su investigación. El gusto del trabajo bien hecho y los buenos resultados era un aroma embriagador que siempre ensimismaba al líder.

- Ahora solo tengo que encontrarme con Lester un par de veces más, pero supongo que su asunto estará saldado. Respecto a los rescoldos del pueblo de... -El líder abrió los ojos y se paró en seco sin variar su postura.

Su mandíbula se apretó, sus hombros se contracturaron, sus piernas tomaron tal tensión que casi empezaron a temblar. Su mirada se perdía en algún punto infinito del pasillo y una gota de sudor asomó a su sien mientras una vena comenzaba a palpitar con fuerza.

Barthemius se aproximó a su amo con extrañeza y este cripó sus dedos y aferró el brazo del hombre como un águila que acababa de atrapar a su presa.

- Llévame a la enfermería...- Barthemius apenas tardó una milésima de segundo en moverse, pero ese tiempo fue suficiente para crispar a su amo- ¡AHORA!

El claritas agarró a su señor y trato de desaparecerse pero, tras una intermitencia, aparecieron en el mismo lugar con un gesto de dolor en el rostro del líder que soltó un alarido al tiempo que casi arranca la cabellera de su vayaso.

- ¡TE VOY A ARRANCAR LOS OJOS DE CUAJO! ¡GGGAAAAAAAAAAAHGH! -El líder estaba totalmente tenso y la humedad había empezado a aflorar en sus traicioneros ojos. Agarrado a su lacayo trató de moverse hacia la enfermería a la espera de que aquel horrible dolor acabase pronto.

*Se van*

Bagaba parr los pasillos para dirigirme a las habitaciones, pero no me apetecía terminar el día aún... hoy estaba bien: no me dolían las piernas, por lo que decidí apoyarme en el alfeizar de la ventana, a la espera de que apareciese alguien.


*Se queda*

Me dirigía a las habitaciones intentando abrir el bote de ungüento, pero estaba muy bien cerrado... debia haber cogido aire o algo y ahora no era capaz de abrirlo.

Entonces ví a Adela apoyada en el alfeizar y recordé lo que ayer había pasado, por lo que se me ensombreció la mirada.

-Bu-buenas, Adela... dije con la cabeza baja, y la mirada sombría- po- po- podrías abrirme este bote? porfa?

El rubito ese, - del que había olvidado su nombre hace muchísimo tiempo- se acercó a mi, con un aspecto terrible.
-Buenas, chaval, ¿estas mejor? olle, como se te ocurre meterte con aquel chico? parecía mas fuerte que tu... en fin... tu tendrías tus motivos, no me los digas... no quiero saberlos.
Entonces abrí el bote y se lo dí.

-Ala, ya está- digo frotándole el pelo

-Gra-gracias... digo llevándome la mano al ojo hinchado... ahora si que me empezaba a doler más. a las noches, sobre todo, era cuando más me dolían las heridas.

-Bueno, Adela, me marcho. Chao, gracias..


*Se va*

El líder Darvenwish caminaba por los pasillos con calma y templanza. Ya había hecho las tareas planeadas para aquel día, algo realmente milagroso tratándose de un hombre para el que no habían inventado los horarios. A pesar de que se negaba a aceptar la posibilidad, quizás era gracias a la abstinencia medicinal que debía guardar aquellos tres días.

Dio con la anciana chrysos al cruzar uno de los amplios pasillos y recordó que no había hablado con ella todavía sobre el incidente de las bestias. Posiblemente no había reparado demasiado en la anciana debido a que la había encontrado inconsciente cuando había llegado, además su edad era bastante avanzada como para poder meterse en aquella clase de problemas con holgura. Aunque ya había conocido a alguna vieja a la que los problemas parecían gustarle más que el buen vivir.

- Buenas noches, señora Ungilde. La llevo buscando desde hace algún tiempo. Espero que aun pueda aportarme algunos datos sobre la noche en que atacó la gran bestia -. Comentó con una reverencia de entrada mostrando el tono más amable que conocía a la anciana. Bien sabía él lo que le gustaba a los ancianos ser mangoneados de aquella forma.

Se acercó a la mujer y agarró su mano derecha hasta acercarla a su cara sin llegar a besarla. Ni él quería ni era cortés acabar el gesto con el tacto de los labios en el dorso de la mano de la dama. -Se la ve radiante esta noche -. Añadió mirando zalameramente hacia la mujer antes de levantar su saludo.

Después del efusivo saludo de Aren, arqueo las cejas. Que me guste su forma de gobierno no le da derecho a tomarse esas confianzas conmigo, señor Darvenwish. ¿Acaso pretende tirarle dos tejos a este cadáver? digo riéndome con fuerza. Le creía a usted con mejor gusto.

-Bueno, pues aquella noche... no fue una buena noche, como comprenderá, me pasé unas cuantas semanas en la enfermeria pero bueno ya estoy recuperada. Llegué al claro aquella noche y solo estaban Lepiwa y el pequeño rubito... este... como se llamaba... -quería darle el nobre... quizás hubiese mas rubios en palacio y eso confundiera al lider- uno llorón y caprichoso... si... ese al que ayer le zurraron pero bien... bah, da igual. Un rubio.
Entonces me enfrenté a la bestia, lanzándole un árbol, luego esta se abalanzó sobre mi y tuvimos una pelea cuerpo a cuerpo directa. Claro, yo estaba en una posición desventajosa y pese a toda mi experiencia, no pude hacer nada y caí rendida.

-Quiere algún dato mas?

El líder soltó una carcajada socarrona acompañada de un "Oh, que cosas tiene" para seguir la risa de la anciana. Todo forzado, por supuesto, pocas cosas había que le pareciesen más vulgares que aquel comportamiento.

Entonces la anciana comenzó a soltar la retahíla de su enfrentamientoi personal. "Lepiwa"... Supuso que se trataba de Astalde ya que todos habían dicho que ella había llegado la primera. "El pequeño rubito", a ese lo localizó con mayor rapidez aunque entornó un poco los ojos con curiosidad al saber que ayer le "habían zurrado bien". Se preguntaba si Alexander había ido a canalizar su rabia sobre el piscis o algo similar. Ya preguntaría.

Se centró en el día de las bestias y concluyó que Adela le estaba contando todo lo que recordaba, pero necesitó hurgar algo más.

- ¿Vio usted algo extraño a parte del ataque de los animales? Una persona rondando por allí o, quien sabe, algo que le pareciese curioso -. Preguntó el líder manteniendo su tono cortés.

Tras esperar la respuesta de la anciana respecto al tema quiso retomar lo de Kettleburn.

- Señora Ungilde, tiene usted una memoria que bien quisieran mucho ignorantes zagales -Comentó con una pequeña y nueva carcajada socarrona. A las abuelas les encantaba. - Dígame, haga el favor, ¿sabe usted quién dio una paliza ayer a Kettleburn? -supongo que se refiere a él, ¿cierto?- Necesito mantener a raya a estos pequeños guerreros. Ya les he avisado de que no deben pelearse por el palacio pero... -Indicó dejando caer el tema. Si no hubiese sido un guerrero tampoco importaba, pues la anciana le aclararía su error y le contaría el resto.

-Deje que piense... llegué... vi a una criatura más pequeña que la que nos atacó... estaba descabezada ya. Supongo que sería la grande, ¿no? no... no había visto nada mas simplemente al ver la situación, arremetí contra la bestia sin pensar en nada mas.

-Oh, pues ayer a la noche, pille a un chico extraño de pelo verde... Lyguam, eso. Estaba con el rubio en la sala de baile, el pequeño yacía contra el piano llorando y Lyguam estaba en pié, sin un rasguño... Ese chico parece problemático... mira que ponerse a pelear en una sala del palacio... en fin, señor, es tarde y ya me ha entrado el sueño. Que pase usted muy buena noche. Espero poder volver a verle pronto


*se va*

El líder escuchó satisfactoriamente la información proporcionada por Adela y la despidió cortesmente.

- Descanse bien, señora Ungilde. Espero verla pronto -. Realmente no. Esperaba no volver a ver a aquella anciana metiendo las narices por allí. Cada día se preguntaba por qué no volvía a su pueblo para seguir preparando empanada.

Por una parte la conversación no le había aportado demasiado. Adela no estaba al tanto del cadáver y, con lo franca que era siempre, dudaba que en aquella cabeza de serrín cupiese algo más que las maneras del populacho y la arrabalería. Sonrió para sí. Así que solo quedaba la buena de Lester. Sería la entrevista más divertida de todas. Lester, tenía lago preparado especialmente para ella.

De todos modos, el daño colateral de la conversación con el vejestorio había desvelado las aventurillas de su amiguito sin padre. Con que Lyam había atacado a Silvanus. Curioso. ¿Qué le habría llevado a hacerlo? Era cierto que el piscis podía resultar altamente irritante, pero el chrysos parecía tener un buen temple. Quien sabe si él, como Alexander, lo decepcionaría también.

*Se va*

Se detuvo a mitad le camino. La espalda seguía doliéndole (o, mejor dicho, los cortes todavía le quemaban la piel). Las piernas también le temblaban (con cada paso que daba le temblaban más).

Apoyó la mano izquierda en una pared de los pasillos. La camiseta (o lo que quedaba de ella) se le cayó al suelo, pero poco le importó. No tenía muy claro cuánto camino le quedaba para llegar a los dormitorios (tampoco estaba seguro de si había tomado el camino correcto. Creía que sí, pero ahora mismo estaba concentrado en el dolor de su espalda).

Tomó aire. Permanecería unos minutos quieto antes de reanudar el camino.

* se queda *

Caminaba por los pasillos en dirección a los dormitorios, mientras tenía la mirada perdida en el suelo, pero entonces una persona entro en mi campo de visión.

Alcé la vista y vi a Lyam apoyandose con una mano en la pared. Frené con los ojos muy abiertos, ya que no llevaba parte arriba, y además parecía estar mal.

Nuestras miradas se cruzaron durante varios segundos, y finalmente me animé a decir algo avergonzada: "Eh... ¿es... estás bien?"

Alzó la vista al escuchar el sonido de unos pasos. Sus ojos se encontraron con los de la claritas Hewina. Frunció el ceño y bajó la cabeza. No le hacía gracia que lo encontrasen así, sin camiseta y con la cara que tenía. No sólo podría ver sus cicatrices (las muchas que tenía), sino que la chica podría percatarse de los latigazos que le había hecho el líder caeruleus hacia unos minutos.

Se pasó la mano derecha por la cara. No tenía muy claro qué debía decirle a la chica, así que permaneció en silencio. Cuando la claritas habló, alzó la cabeza y la miró. Dejó escapar una pequeña risa entre dientes. Torció una pequeña sonrisa, irónica.

- ¿Tú qué crees? - preguntó.

"Vale... no lo estás", dije en tono seco, respondiendo a su sarcasmo. Entonces me fijé más y vi su camiseta rota en el suelo, y aprecié sus cicatrices (aun que no parecían recientes), y un moratón que tenía en la cara.

"¿Qué pasó? ¿Te has peleado otra vez con Silvanus...?", le pregunté apenada.

"Que conste que no te hecho las culpas de nada. Es que me lo ha contado y bueno...", le dije mientras movía las manos.

Ensanchó la sonrisa (marcando aún más el sarcasmo de esta). Hewina también sabía que Kettleburn y él se había peleado. Genial. Frunció el ceño. Miró a la claritas, con el enfado (y el sarcasmo) reflejado en el rostro.

- No, no me he peleado con Kettleburn otra vez, aunque me alegra ver que el piscis va por ahí narrando nuestro enfrentamiento - siseó, irónico. Marcó aún más el sarcasmo de su sonrisa, torciéndola hacia la derecha -. Dime, ¿qué te dijo? ¿Por dónde empezó? ¿Lo contó a medias? Realmente me gustaría saberlo.

Apretó la mandíbula. Oprimió su puño derecho. Y bajó la cabeza. Estaba furioso. Quería romper algo (cualquier cosa le serviría), no hablar con la claritas.
La miró, alzando un poco la vista. Chasqueó la lengua y negó varias veces. ¿Por qué lo pagaba con la chica? Suspiró. Por muy enfadado que estuviese, eso no le daba derecho a hablarle de aquella forma (especialmente si tenía en cuenta que la muchacha parecía preocupada y si contaba con que no le echaba la culpa de su incidente con Kettleburn).

- Perdón... Lo siento. Estoy de mal humor. Perdón - murmuró. La miró. Volvió a suspirar -. No me he peleado con Kettleburn de nuevo, tranquila. Y, bueno, gracias por no echarme la culpa.

No sabía qué más decirle, así que se calló.

"Vaya... parece realmente molesto", pensé, mientras lo miraba apenada sin atreverme a decir nada.

Entonces, tras unos segundos de silencio, me pidió disculpas y me dio las gracias por no haberlo culpado.

"Ah, no... no pasa nada. Y bueno... contar solo me contó que estaba tan enfadado contigo por lo que le hiciste que te pegó un puñetazo, y que os acabasteis peleando", le dije respondiendo a sus anteriores preguntas.

"Y bueno, de hecho quería hablar contigo del tema.", le comenté.

Resopló, cansado. ¿Pero qué era exactamente lo que le había hecho? ¡¿Qué?! Quería saberlo. No, mejor dicho, necesitaba saberlo. Hoy había tenido un desafortunado encuentro con el líder caeruleus por culpa de la reyerta que había tenido con el piscis, por lo que debía saberlo. Suspiró. Se pasó la mano derecha por la cara. Estaba muy cansado. Quería meterse en cama e intentar conciliar el sueño. Y al día siguiente, se levantaría, iría a la enfermería y se miraría los cortes. Y luego ya decidiría qué haría con Kettleburn.

Miró a la claritas. Esbozó una sonrisa cansada. Volvió a suspirar.

- No sé qué es exactamente lo que le hice, pero me gustaría saberlo - murmuró -. Aunque ahora mismo estoy... Bastante cansado como para hablar del tema. - Calló durante unos instantes. Miró de reojo al suelo. Su camiseta estaba ahí. Se preguntó cuánto dolería la espalda cuando se agachase para recogerla. Alzó la vista -. Si te parece... Podemos... ¿Vernos mañana? En... Algún sitio cualquiera. Ya te buscaré... ...

Sonrió (o, al menos, curvó los labios hacia arriba). Se agachó (con cierto esfuerzo y acompañado por un quejido) y recogió la camiseta del suelo. Suspiró. Miró a la claritas, ensanchó su "sonrisa".

- Siento irme así, pero... Estoy... bastante cansado... Mañana nos vemos. Siento las malas formas y... Gracias.

Comenzó a andar, con cierta dificultad. Mañana ya solucionaría lo de Kettleburn. Ahora estaba cansado y ni quería pensar ni fingir ser alguien que no era.

*se va*

FdR. Lo siento, pero tengo que terminar un trabajo jajajaja
^^u

"Oh... vale, de acuerdo", le respondo cuando me dice de vernos mañana.

Entonces el se agacha a recoger su ropa, y entonces veo que tiene la espalda llena de cortes... cortes familiares... cortes producidos por el látigo de quien yo me se, probablemente. Cuando se incorpora de nuevo me dijo aquello y comenzó a andar.

"Tranquilo... no te preocupes. Descansa... y hasta mañana", le digo con cierto nerviosismo.

Entonces comencé a andar en dirección opuesta, hacia los dormitorios de las chicas.


*se va*

Camino de un lado para otro. No nerviosa. Ni siquiera algo inquieta. Simplemente... ¿Cómo decirlo?

Incómoda. Esa es la palabra. Recorro los pasillos al azar con incomodidad, llevando en la mano un par de cartas sin abrir que rezan mi nombre.

Frunzo el ceño.

- Malditos sean...

*vaga*

Cerré de un portazo una vez más. Y volví a aporrear la puerta, sintiendo las lágrimas bajar por mis mejillas. ¿Por qué todo tenía que salir mal? ¿Qué había hecho yo para merecer algo así? Me alejé por el pasillo, acumulando unas enormes ganas de llorar...

Que se me cortaron de pronto al ver una figura conocida un poco más allá. Me quedé clavada en el sitio, y me sequé las lágrimas a toda velocidad. Por suerte, ella estaba de espaldas, así que no podía haber visto nada. Entonces la llamé.

- ¿Lester?

*Se acerca despacio*

Me vuelvo de pronto, sobresaltada, y oculto las cartas a mi espalda en un (erróneo) acto reflejo.

La observo y pestañeo un par de veces, sorprendida.

- Dew -. Asiento para mí-. Ha pasado... mucho tiempo -. Esbozo una cordial sonrisa.

Sonreí igualmente. Era cierto. Hacía mucho que no la veía. Asentí.

- ¿Qué tal está? -pregunté-. Creí que se había marchado del Palacio.

Hacía tanto que no la veía rondar por ahí que pensé que se había ido a algún sitio. A lo mejor, en realidad, lo había hecho y estaba de vuelta.

Relajo la postura, quedando de nuevo las cartas visibles en mi diestra.

- No me he ido. De hecho, yo misma pensé lo mismo de ti -. Guardo silencio unos segundos-. De todas formas, tras el asalto doble por parte de las bestias me he evadido un poco de todo.

La carta de Jager (una de las dos) casi me quema en la mano. Me alegra encontrarme a la pequeña piscis, pero otras partes de mí ansían destrozarla o leerla.

Abrí mucho los ojos, sorprendida. ¿Irme yo? ¿Pero adónde?

- No, yo... He estado por el Palacio -expliqué-. ¿Luchó contra las bestias? Yo no volví a saber de ellas desde la primera vez que atacaron...

Y no lo lamentaba. Bueno, una parte de mí, sí. Pero una demasiado pequeña para prestarle atención. Cambié el peso de una pierna a otra, sintiendo aumentar el malestar de mi vientre. Entonces me fijé en las cartas que Alehyss llevaba en la mano, y no pude evitar el quedarme mirándolas, recordando la que esperaba bajo mi almohada. Lo cual me llevó a acordarme de Adela. Mi rostro se ensombreció.

- Cuide su correo, Lester. Hay muchos ojos pendientes de asuntos ajenos por aquí - siseé, quizás con demasiada furia.

La miro sorprendida por su repentina expresión de enfado. Me extraña, además, el que mueva su cuero de un lado para otro todo el tiempo. Puede que se encuentre mal, o quizás tenga prisa y yo la esté reteniendo inútilmente. Pero como debo elegir uno de los dos temas para interrogar, opto por el de las cartas, quizás por ser este más explícito.

- ¿Ha sucedido algo malo con relación al correo? ¿Hurtos tal vez? ¿Quizás algún espía? -. Interiormente no puedo evitar sonreír.