Pasillos

Asiento, esbozando una leve sonrisa.

- Lo tendré en cuenta. Hasta pronto entonces.

Tras la despedida, comienzo a caminar por el pasillo. Cada vez se va haciendo más obvio que los flamma no son monstruos, sino que Rick Dehnel es una excepción. Me alegra, la verdad, porque sería horrible para el mundo que hubiera tanta gente subnormal.

Doy un último vistado a la chica y la saludo con la mano. Al doblar una esquina la pierdo de vista.

*se va*

Lyn la ve marcharse, y coge a Khan por las axilas para que puedan mirarse de frente - ¿Una carrera? ?El último que llega afuera deberá caminar con las manos hasta que el otro diga! - Era una excelente forma de entrenar velocidad y reflejos para ambos, sobretodo teniendo Khan una ventaja tan enorme. - Uno, dos, ¡y tres! - Soltó a su compañero mínimamente y salió disparada, mientras que Khan se metía por una ventana.

Entrenamiento y diversión dos por uno. Era perfecto.

*Se van*

Corrí por los pasillos en silencio procurando que nadie me viera o tratando de cambiar de rumbo cuando alguien se acercaba. Estaba acostumbrada a correr descalza ya que en el santuario siempre íbamos así con lo que no resultó un problema. Con los pantalones bombachos y el top que me envolvía hasta la cintura casi fusionándose con el pantalón me sentía casi como una ladrona de Ignis (FdR: Es un medichamp ). Del nerviosismo me entró la risa, pero supe contenerme y reírme para mí sin hacer ruido. El corazón me iba a mil por hora y parecía que lo fuese a escupir de un momento a otro. Solo una imagen me animaba a seguir toda esta locura así que no podía echarme atrás o nunca cambiaría las cosas. Corrí hacia los soportales del lago sin que nadie me viera.

Estaba practicando el sigilo del murciélago colgado boca abajo en una de las oscuras ventanas abiertas del palacio. Los sonidos de la noche eran una sinfonía de trémulas presencias entre las que camuflar mi vaga respiración mientras mantenía los brazos cruzados y el cuerpo lo suficientemente rígido para no balancearme. Quien se pasase por el oscuro pasillo debería confundirme con una de las columnas si mi disposición era correcta así que debía concentrarme al máximo.

Miraba hacia afuera y sentía como, de vez en cuando, el aire traicionero movía mi pelo haciendo presente la sombra que se generaba en el suelo del pasillo. Mi gesto era de ceño fruncido pues quería pensar únicamente en mi finalidad: ser uno con el palacio y convertirme en una más de sus piedras.

Después de un día de lo más relajado, en el que había dedicado más tiempo a mi imagen y aseo personal que a cualquier otra cosa (había llegado a deshacer mis trenzas para cortarme un poco el pelo, y me había entretenido en hacerme uno de los peinados más complicados que sabía, de trenzas muy finas que se mezclaban unas con otras), decidí que era hora de tomar un poco el fresco. Sin embargo, al ser ya muy tarde, no me apetecía salir al exterior, así que paseaba por los pasillos camino de los balcones para contemplar la noche.

Tras un relajado paseo, y sintiéndome ligera y alegre, di con una ventana abierta, a la que me asomé. Tal y como me había parecido, daba a una de las innumerables balconadas del palacio, y como era justo lo que buscaba no lo dudé demasiado antes de penetrar en la oscuridad de la noche. La luna menguante brillaba en todo su esplendor.

*Entra en la balconada*

Me concentré al máximo cuando escuché pasos por el pasillo y, según como había esperado, la chica que pasó -porque parecía una chica- no se dio ni cuenta de mi presencia. Estaba claro que estaba mejorando mi técnica a pasos agigantados y mi clan se sentiría orgulloso de un guerrero como yo.

Tenía un peinado muy raro que me recordaba a otra de las tribus de mi zona con lo que decidí bajar de la ventana de un salto con voltereta hasta caer en el pasillo flexionando ligeramente las rodillas. Una de las cosas que debía hacer era recolectar nombres y saber de quién me rodeaba y ese peinado -junto con el deseo de cambiar un poco de rutina- me habían hecho interesarme por la persona que había salido a los balcones.

Caminando por los pasillos, Corbin aceleraba cada vez más el paso con cierta frustración. Había empezado en su nuevo hogar con muy buen pie, pero la voz de Falace seguía reconcomiéndolo por dentro. De alguna forma, su espíritu parecía haber entrado en él, persiguiéndolo después de muerta.

Paraba de vez en cuando su marcha, abriendo puertas al azar, en busca de algo perdido, un sentimiento sin nombre que lo envolvía sin identificarse. Y entonces, cuando ya empezaba a desesperarse, abrió una de aquellas puertas y dio con la respuesta. Casi pudo sentir los puños de acero, latiendo en su bolsillo, mientras que aquella parte de Falace grabada en su interior a fuego se estremecía de emoción. Se internó en la habitación, cerrando la puerta con un sonoro portazo.

*Entra*

Estoy plantado en mitad de uno de los pasillos que llevan a la sala de entrenamiento. Llevo así un buen rato, quieto y con la vista clavada en la ventana, observando la lluvia que cae con curiosidad. Cuando comencé mi andadura hasta la sala de entrenamiento, no esperaba pararme a mitad de camino para contemplar el agua. Por eso estoy vestido con las ropas que utilizaba para entrenar cuando todavía deambulaba con mi familia por el desierto, y por eso llevo mi sable encima.

Apoyo las yemas de los dedos en el cristal y ladeo la cabeza. No he visto muchas veces la lluvia. En el desierto apenas llueve, así que no estoy demasiado acostumbrado a ella. O, mejor dicho, no estoy acostumbrado al agua en general. Evidentemente, sé qué es, sé que existe y sé que te moja. Pero no sé, por ejemplo, nadar. Y tampoco es que tenga mucho interés en aprender. Otra de las cosas que sé acerca del agua es que no es santo de mi devoción: no me gusta estar en la orilla de un lago y tampoco creo que me guste estar bajo la lluvia, pese a que nunca lo he probado.

Suspiro y me encojo de hombros. Luego aparto los dedos de la ventana y esbozo una sonrisa. Probablemente sea la curiosidad, o lo raro que me parece que llueva, pero no puedo dejar de mirar cómo cae el agua.

*se queda*

Fdr. UUUH, EL AGUA ME VA A COMEEER HUUUH xDDDDDDD

Avanzaba por los pasillos a saltos, cantando a voz en cuello y dando palmas al son de mi canción.

"Cuando la mocita coja
así sus penas cantaba:
que no pueda ser yo muerta
sin que sea enamorada".

Llegado un punto, di un salto con los pies juntos y me quedé clavada en el sitio, observando una figura inmóvil en mitad del pasillo. Ladeé la cabeza y me cruce de brazos, muy quieta. Cuando me cansé de aquella postura, eché a correr hacia él y me abracé a sus piernas.

- Llueve -grité a pleno pulmón, mirando por la ventana.

Cuando escucho un ruido similar al que uno hace cuando toca suelo tras un salto, me giro para buscar el punto del que salió el sonido. No tardo mucho en encontrarlo y, al hacerlo, no tardo en esbozar una amplísima sonrisa. A unos metros de mí hay una parvus a la que, si he visto antes, no recuerdo de nada (así que espero que sea una completa desconocida). Tiene los brazos cruzados y la cabeza ladeada, y está muy quieta. Como no sé muy bien por qué está así, ensancho mi sonrisa (ya enorme de por sí) y la saludo con la mano. Estoy a punto de pedirle que se acerque, pero no tardo en descubrir que no hace falta.

Bajo la mirada hasta mis piernas, donde la parvus está agarrada, y ladeo la cabeza sin perder la sonrisa.

—Sí, llueve. Y mucho, diría yo —comento.

Giré la cabeza repetidas veces, mirando alternativamente al chico y la lluvia. Fruncí el ceño con extrañeza y lo solté, para a continuación mirarlo de arriba a abajo y caminar a su alrededor. Terminado el examen, me abracé de nuevo a sus piernas y volví la vista a la ventana, riendo.

- Qué va -comenté.

De pronto, empecé a arrugar la cara de forma extraña, y a continuación estornudé con fuerza. Me froté la nariz.

- Si aún no llegó el frío...

Observo a la parvus mientras ella da vueltas a mi alrededor. No deja de mirarme mientras camina, y yo me pregunto si estará inspeccionandome y el motivo por el que está haciendo (si es que lo está haciendo de verdad). Lo que sí me queda claro es que la chica y yo no nos hemos visto antes. Cuando vuelve a abrazarse a mis piernas, sonrío. ¡Qué chica más peculiar!

—Bueno, para mí sí que llueve mucho —le respondo, sonriente—. Pero creo que es porque no he visto llover muchas veces, así que imagino que no estoy siendo objetivo.

No puedo evitar reírme cuando ella estornuda. Pero no es porque estornude, porque eso no es gracioso, sino por lo que dice después.

—¡Mithos! Y salud —Sonrío—. Pues para mí sí llegó el frío. Pero a lo mejor es porque vengo del desierto. —Frunzo ligeramente el ceño—, así que tampoco sé si soy objetivo o no... Pero, ¡bueno!, ¿el tener o no tener frío es algo objetivo? Porque a mí no me lo parece...

fdr. me parece super normal que te agarres a mis piernas, sí ewe

Volví a mirarlo de arriba a abajo, me crucé de brazos, negué con la cabeza y volví a frotarme la nariz. Aspiré con fuerza, subiendo la cabeza hacia el techo, y solté el aire de golpe, volviéndola a bajar. Luego me puse en cuclillas y comencé a dar palmaditas al suelo.

- En el desierto hace calor -murmuré, mirando al suelo.

Alcé la vista y, de un salto, me puse en pie. Puse los brazos en jarras y lo miré fijamente a los ojos, con el ceño fruncido.

- Y en la Ciudad del Cristal también -añadí, en tono de reprimenda. Por último, volví a acuclillarme.

FdR.: Piensa que una de las cosas que pone en mi descripción psicológica es que tengo mucha confianza en mí misma

Asiento con la cabeza.

—Sí, en el desierto hace mucho calor. —La miro y ensancho la sonrisa. Me pregunto si habrá ido alguna vez al desierto de Ulunqür —. ¿Has estado alguna vez? En el desierto de Ulunqür, digo. Aunque hay más, pero más pequeños... ¿Has estado alguna vez en algún desierto? —reformulo la pregunta.

La parvus se pone en pie y clava sus ojos en los míos. Yo alzo las cejas, sin dejar de sonreír. Cuando menciona Ciudad del Cristal, frunzo el ceño, claramente confuso. Imagino que eso queda en Humus, pero no sé mucho del sitio. De hecho, creo que solo sé que está en Humus y que ¿es su capital? O al menos una ciudad importante...

—Nunca he estado en Ciudad del Cristal —le confieso —, así que no sé mucho de ella, pero si dices que ahí también hace calor, seguro que hace calor.

Fdr. son muy normales los dos uwu

Negué fuertemente con la cabeza.

- Pero me gusta la arena -sonreí, con ojos brillantes, y rebusqué en mis bolsillos, por si encontraba una poca. Me llevé una decepción al descubrir que no-. ¡Tengo que ir al lago! -exclamé, dándome un cachete.

Luego comencé a dibujar en el suelo con el dedo una circunferencia, y una vez terminé de perfilarla puse el dedo en el centro de mi dibujo invisible.

- Humus es una prisión de montañas -comenté, sin mirarlo-. Por eso, allí hace mucho calor y mucho frío -me froté de nuevo la nariz.

FdR.: Qué despiste... u.uU

Murmuro un "oh..." cuando la chica niega que haya estado en un desierto. Si lo pienso bien, hasta parece normal y coherente.

—La arena puede llegar a ser un engorro —digo, sonriente —. Pero a mí también me gusta. ¡Es completamente inofensiva y no puede hacerte nada, no como el agua! Por cierto, ¿por qué tienes que ir al lago? ¿Se te ha perdido algo?

Dejo la pregunta en el aire y centro mi atención en lo que la chica está dibujando sin dibujar en el suelo. Parece un círculo. Cuando empieza a hablar de Humus, pienso que lo que estaba representando era su continente.

—¡Vaya! Entonces es normal que digas que aún no ha llegado el frío. —Sonrío —. En el desierto hace frío por la noche, pero no sé si es más o menos del que hace aquí ahora... —Me encojo de hombros. Luego pregunto—: ¿En Humus llueve mucho?

Lo miré como si fuera un auténtico extraterrestre, y fruncí el ceño con extrañeza.

- Pues la arena... -contesté, como si fuera algo absolutamente obvio.

Me levanté y arrastré el pie por el suelo, como borrando mi dibujo invisible. Luego observé si el suelo había quedado bien, y asentí complacida. Me acerqué al chico, lo tomé de la mano y comencé a dibujar círculos en su palma.

- Lluvia en invierno y sol en verano, pero la tierra siempre está ahí -canturreé.

Frunzo el ceño, confuso por la respuesta que me da. No obstante, no tardo demasiado en alzar las cejas y en cambiar mi confusión por entusiasmo.

—¡¿Coleccionas arena?! ¿O coleccionas toda clase de cosas? ¿Eres coleccionista de tesoros o algo así?

¿Será una coleccionista de tesoros? Nunca he visto ninguna (y tampoco sé si existen de verdad o no, pero yo creo que sí. ¿Por qué no iban a existir?), así que no sé nada sobre ellas. Nada salvo que coleccionan tesoros, claro. Dejo que la posible coleccionista de tesoros coja mi mano y observo los círculos que dibuja en su palma. Luego asiento, sonriendo.

—Parece que es un tiempo bastante... Extremo. ¿Es un sitio bonito?

fdr. ¿podemos pararnos un momento a apreciar que no han preguntado por el nombre del otro y que no se han presentado?

Rebusqué en mis bolsillos y saqué un objeto al azar. Vaya. Obsidiana... No era, precisamente, muy original... La guardé y rebusqué más, sabiendo, ahora sí, qué buscaba exactamente. Saqué otra piedra: un fragmento de obsidiana nevada. Sonreí. Esto ya era otra cosa...

Se la puse en la mano al chico, cerré sus dedos en torno a la piedra y lo miré sonriente.

- Toma, es un regalo -comenté, entusiasmada.

Solté su mano para dirigirme a la ventana, y pegué mi cara al cristal, frío y algo húmedo.

- Hay sitios mejores -comenté, quitándole importancia con un gesto.

FdR.: ¿Quién quiere nombres teniendo personalidades? xDDD

No puedo ocultar mi curiosidad mientras la chica rebusca en sus bolsillos. Me pregunto qué tendrá escondido en ellos, qué sacará de ellos. Aunque no me haya dicho que es una coleccionista, ahora mismo no me imagino que pueda decirme que no lo es. Acaba de sacar dos piedras de su bolsillo, y solo Mithos sabe qué más cosas esconde.

La coleccionista de tesoros coloca la segunda piedra en mi mano y cierra mis dedos en torno a ella. Yo alzo las cejas y la miro, sin borrar la sonrisa. Cuando me dice que es un regalo, mi sonrisa se ensancha involuntariamente y la emoción tiñe mis facciones.

—¡Oh! ¡Oh, muchas gracias! —exclamo. Separo los dedos para ver la piedra y luego añado —: Es muy bonita. ¡Muchas gracias!

Guardo la piedra en un bolsillo y observo a la coleccionista, que acaba de pegar la cara al cristal.

—Seguro que el desierto no es uno de esos sitios mejores —respondo a su comentario, acercándome a la ventana. No es que odie el desierto ni nada por el estilo. De hecho, adoro el desierto, pero no estoy seguro de que no es uno de los mejores sitios del mundo. Además, yo siempre he estado moviendome de un lado a otro, así que tampoco puedo decir que le tengo un excesivo apego a alguna zona en particular. Permanezco unos segundos contemplando la lluvia, hasta que caigo en una cosa que se me había pasado por completo—. Oye... ¿qué quieres a cambio de la piedra? O, bueno, ¿cómo voy a devolverte el regalo?

Fdr. xD qué más dará cómo se llamen xDD

Me volví hacia él como un resorte. ¿Devolver? ¿Pero qué le pasaba al mundo? Me volví de nuevo hacia la ventana.

- Los regalos no se devuelven -contesté, con un tono extraño-. Por eso son regalos.

Me giré hacia él y me senté en el suelo. A continuación, vacié mis bolsillos. Saqué mis "tesoros", un par de cordones, un buen montón de piedras y un botón azul.

- Esto es lo que tengo -sonreí.

FdR.: Por cierto, me olvidé: una obsidiana nevada es una obsidiana (una piedra negra, de tacto bastante liso y color brillante) con manchas de cuarzo lechoso, como si tuviera copos de nieve dibujados. (Es que voy regalando piedras y luego me olvido de explicar como son xDU).

Asiento.

—Sé que los regalos no se devuelven, pero... —Me encojo de hombros —. Como casi no nos conocemos, a lo mejor querías algo a cambio... No sé.

La coleccionista se gira y se sienta en el suelo. Empieza a vaciar sus bolsillos, y ahora ya no hay ninguna duda de que es una coleccionista. Aunque una coleccionista extraña, pues tanto colecciona piedras como cordones y un botón. Me pregunto si estos dos últimos objetos tendrán un valor especial.

—¡Son muchas cosas! —exclamo, al tiempo que una enorme sonrisa aparece en mi rostro —. ¿De dónde las has sacado?

Fdr. era algo bonito... xDDDD Punto xDDDDDDDDDDDDDDDD

- También tengo una pulsera -dejé caer, como quien no quiere la cosa.

A toda velocidad, guardé los "tesoros". Me sentía orgullosa de ellos, pero prefería asegurarme de no perderlos. Dejé fuera, sin embargo, el resto de cosas. La colección de piedras (un par de obsidianas, una amatista y una aleación de azurita y malaquita) no tenía gran valor, y en cuanto a los cordones y el botón... Ni siquiera sabía de dónde habían salido.

- De sitios -dije con naturalidad-. Los tesoros me los dieron. Quiero uno del chiquillo, que todavía no me ha dado nada. Las piedras son de Humus. De las buenas -aseguré.

Sonrío.

—Seguro que es bonita.

La coleccionista no tarda en recoger un par de cosas en las que no me había fijado antes. Deja, sin embargo, todas las piedras, los cordones y la piedra fuera. Me pregunto por qué solo guarda una parte de sus tesoros y por qué no están las piedras entre las cosas que ha guardado. Si yo fuese ella, sería lo primero que recogería.

—¿Los tesoros son lo que acabas de guardar? —pregunto con curiosidad. Tras dudar unos segundos, añado—. ¿Y por qué no guardas también las piedras? ¿No te parecen tesoros?

fdr. pff. xD en serio, por qué no hay nombres en este roleo.

Asentí.

- Lo es. Mucho. -confirmé, sin dudarlo.

Luego cogí uno de los cordones y me puse a hacer lazadas, casi inconscientemente.

- Los tesoros son más importantes porque de esos solo tengo uno de cada -expliqué con orgullo-. Son muy difíciles de conseguir, no te creas -reí ante su comentario. La gente grande siempre quería piedras. Me repasé los labios con el dedo. Me preguntaba por qué-. En Humus hay muchas piedras. Los mineros extraen más y más cada día -lo miré, curiosa-. ¿Tú crees que son tesoros?

FdR.: ~