Pasillos

Una voz me interrumpe. Me vuelvo nerviosa para descubrir a un caeruleus de aspecto demacrado. Sus ojeras, su cuerpo desgarbado, él en general, me producen una sensación extraña. Parece que esté enfermo, o algo similar.

Lo miro unos instantes.

- Créeme si te digo que en cualquier otro momento me pararía a hablar contigo, pero ahora mismo tengo una prisa insufrible -le digo, casi gruñendo.

Carraspeó. Parecía que ella tenía prisa, pero como a él no le sobraba el tiempo no le dio absoluta importancia. De hecho, lo que hiciera cada uno con su tiempo le importaba bien poco.

- De acuerdo. Dejémoslo en un saludo entonces, y ya lo arreglaremos en otra ocasión.

Ensanchó la sonrisa, siendo esta más enfermiza aún, y prosiguió con su marcha, dejando a la muejr atrás.

*se va*

Gruño para mí. Este breve encuentro me ha hecho perder un tiemop precioso.

Miro un momento atrás, maldiciendo por lo bajo. A mi alrededor hay varias puertas, así que solo queda meterse en una de ellas y suplicar por que Lyam pase de largo o, simplemente, no venga por aquí.

A veces odio que las cosas pasen de esta forma. De hecho, ni siquiera he averiguado quién era ese tipo, y parecía bastante siniestro, por no decir sospechoso...

*entra en un cuarto*

Llegó a los pasillos pasando por una de las ventanas que daban al tejado. Al poner los pies en el suelo, frunció el ceño y miró a su alrededor, preguntándose a dónde habría ido la chrysos. Comenzó a caminar, con pasos ligeros, mientras tanteaba las posibles respuestas. Conforme avanzaba, una parte de él (una ínfima e insignificante parte de él) no paraba de repetirle lo raro y acosador que parecía en aquellos momentos. Decidió, por supuesto, ignorarla. ¡Tampoco pedía tanto! Sólo una maldita respuesta. No le debería costar demasiado dársela... ¿O sí?

Al doblar una esquina, pudo intuir como alguien (que supuso que sería la chrysos por el mero hecho de que no tenía ni idea de por dónde empezar a buscar) había entrado en una de las habitaciones del pasillo. Avanzó hasta el punto donde se situaba la puerta, con pasos largos.

Observó a ambos lados, simplemente porque sí, y, después, decidió entrar él también. Si no era Alehyss, siempre podría decir cualquier cosa, como, por ejemplo, que acababa de perderse.

*se va XDU*

Fdr. ewe me dieron permiso

Caminaba tranquilamente por los pasillos. Estaba de buen humor esa noche, y además tenía algo de hambre, así que decidió que era buen momento para comer uno de sus platos favoritos y, de esa forma, disfrutar aún más la noche. Quizás luego visitase el cementerio o se diese un baño aguantando la respiración hasta que le dolieran los pulmones. Eso ya lo vería, pero primero quería comer.

*camina*

Agité más la ropa sobre mi cabeza. Me estaba dando alcance y eso me empezaba a asustar de verdad. ¿Y si me delataba a sus asesinos a sueldo, o a sus clientes, y entre todos ponían fin a mi vida? Aunque, bien pensado, la vida de un Dehnel era algo que debía sacrificarse en pos de la paz y la justicia.

En todo esto, nos cruzamos con Zacharyas. Casi acorralado, grité alguna que otra frase de orgullo Dehnel.

- ¡¡SÍ!! ¡¡PERSÍGUEME, LESTER!! ¡¡NO VOY A DEJAR DE DECIR LA VERDAD AUNQUE ACABES CON MI CUERPO!!

*corre*

Casi lo he alcanzado. Pronto mis heridos y sangrantes pies estarán en su sitio: los dientes de Dehnel.

Por si no fuera suficiente vergüenza, el subnormal se pone a gritar más cosas. Aparto de un empujón a un caeruleus que se me cruza, cegada por mi afán de alcanzar al mongolo que corre como un enloquecido imbécil.

- ¡Voy a arrancarte la piel a tiras, Dehnel! ¡Lo que va a quedar de ti no lo va a reconocer ni tu propia cabeza separa de tu cuerpo!-gruño.

Ojalá lo partiese un rayo, unboro se comiera sus cenizas y algún tarado matase al boro y lo enterrase en un cementerio indio.

Al principio no sabía bien qué pasaba. Primero un tipo enorme estuvo a punto de arrollarlo, y cuando se volvió para mirar extrañado al que parecía Rick Dehnel alguién lo empujó. Por las palabras del flamma aquella debía de ser...

- Alehyss Lester...

La miró correr semidesnuda, embobado. ¿Era sangre aquello que dejaba tras de sí, como huellas que marcaban su paso? Y sus palabras... Arrancar la piel a tiras, cercenar cabezas... Sin duda aquella era la mujer de la que el flamma le había hablado.

Enseguida, el caeruleus se excitó. Ya se había olvidado de comer. Simplemente pensaba en aquella atractiva y sádica mujer. Notó como algo subía entre sus piernas y se apresuró a salir de allí. Cualquiera que lo viera lo tomaría por enfermo. Él, sin embargo, se sentía mejor que en mucho tiempo.

*se va*

Pronto me topé con puertas y puertas, pero ninguna bifurcación más. Me volví. Estaba muy cerca. Por más que lo intentara, estaba acorralado.

Sonreí con suficiencia. Era más grande y fuerte que ella. ¿De qué tenía miedo? ¿Qué podía hacerme a mí, el gran Rick Dehnel, de noble estirpe, aquella donnadie asesina?

- ¿Qué? -. Reí-. ¿Cansada de correr, Lester?

Salí con Inger a los pasillos, en busca de aquel alboroto que se escuchaba desde la sala común. No tuvimos que buscar mucho para encontrarlo. Y lo que vi me dejó de piedra, con los ojos como platos. Dehnel cargaba con ropa de chica, con una sonrisa de determinación y satisfacción, gritando estupideces sin sentido, mientras Alehyss, prácticamente desnuda, lo perseguía. Miré a Inger sin comprender. Había vivido una escena similar anteriormente. Entre mis hermanos. Cuando tenían 5 y 8 años.

Al salir con el aether a los pasillos, se encontró (o, mejor dicho, se encontraron) con una escena peculiar. Ahí, plantados en mitad del pasillo, estaban el estúpido de Rick Dehnel, que cargaba ropa de mujer y gritaba un montón de sandeces, una caeruleus que no le sonaba de nada, Massen, y, al fondo (persiguiendo al flamma) Alehyss Lester, prácticamente desnuda.

El chrysos frunció el ceño, confuso. ¿Por qué...? Miró a las chicas, como si esperase que ellas le respondiesen a sus múltiples preguntas, y después al aether, con la misma expresión dibujada. Luego miró al flamma, frunciendo aún más el ceño, y, finalmente, observó a la chrysos durante unos segundos.

Clavó la vista en el suelo.

Pronto el pasillo se llena de gente, seguramente atraída por los gritos de Dehnel. Sin embargo, yo no veo a esa gente. Tal es la furia que me consume que no veo sus rostros. Ni siquiera alcanzo a reconocerlos. Ahora mismo para mí solo existe Dehnel, Dehnel y su sonrisa desafiante.

Me acerco a él con lentitud. Mi cuerpo es recorrido por chispas, fruto de la ira. Nunca he sido muy distra con la magia, pero eso no significa que mi magia no sea poderosa. Simplemente no sé usarla, así que mis hechizos tienden a ser mediocres. No obstante, muchas veces de niña perdí el control y terminé haciéndome daño a mí misma.

Mis ojos se encienden y se apagan irregularmente; incluso mi piel emite un ligero brillo a ratos. Aprieto la mandíbula y clavo mi vista en él.

- No estoy cansada de correr, Dehnel, sino de ti y tu falsa nobleza, y tu falso cerebro y ese estúpido orgullo por el que dices luchar -siseo agresivamente-. ¿Qué pretendes con esto? ¿Mostrar tu valor acaso? ¿Tu valía como guerrero? Porque si quieres demostrar tu destreza con las armas no me importará retarme contigo, a muerte, si hace falta.

Muevo el cuello hacia ambos lados, notándolo crujir.

- Si yo gano, mi existencia se tornará mucho más feliz. Si muero al menos no tendré que soportar un segundo más a alguien como tú. Eres despreciable, estúpido, ridículo e inútil. Tu presencia aquí no es más que la demostración de la falta de criterio existente en este lugar.

Mis ojos se encienden agresivamente, al máximo, abriéndose mucho en una especie de contracción involuntaria de los párpados.

- Si vuelves a aparecer ante mí... No digas que no te he avisado. Disfrutaré viendo la sangre brotar de tu garganta cuando te cueste mantener los ojos abiertos -siseo.

Trago saliva. Aguardo un segundo. Entonces arranco mi ropa de sus manos, me vuelvo y me voy.

*se va*

Al salir al pasillos se escuchan gritos estentóreos y con baja lírica en su contenido. Al parecer se ha acumulado la gente en torno al pasillo por la presencia de Dehnel que grita como un condenado queriendo provocar a Alehyss, según informan sus gritos.

Miro hacia el otro lado del pasillos y veo llegar a una figura corriendo. Dos mullidas esferas que se contonean de abajo a arriba en un color moreno y que me hace enrojecer y rodearme con mis alas. Me pregunto por qué Rick Dehnel ha robado la ropa de Alehyss Lester mostrando tal espectáculo. Gabrielle habría puesto orden.

En cuanto me recupero de la sorpresa, bajo las alas y me fijo en la mriada de ira de la chrysos, lógica, por supuesto.

Las palabras que le dedica al flamma no son nada alentadoras y parece que su enemistad es demasiado severa como para tomar aquello como una broma de mal gusto. Me mantengo serio mientras hablan y luego desvío la mirada en cuando Alehyss vuelve sobre sus pasos por respeto a ella, sin atreverme a decir nada hasta que desaparece del pasillo.

-Bueno, yo.. creo que debería irme a dormir y ...eso -. Comento a Lyam que vive, como yo y el resto de presentes, la incomodidad de la situación. -Un... un placer veros. Buenas noches -. Digo, algo cortado, dirigiéndome hacia las habitaciones.

*Se va*

Nada más salir de la sala común, nos encontramos con Rick y Alehyss, que parecían tener una especie de batalla por, deduje, la ropa que Rick llevaba en las manos. Parpadeé varias veces, al tiempo que observaba cómo más gente salía de las diferentes habitaciones de Palacio. En cuestión de segundos, un chrysos de pelo raro al que no conocía y Heylel aparecieron, llenando aún más el pasillo.

No sabía qué decir, así que me limité a observar a los presentes en silencio. Cuando Alehyss comenzó a gritarle a Rick, no pude evitar sentirme un poco mal por el flamma... Aunque, por otro lado, entendía perfectamente su situación. Si a mí me hubiese hecho lo mismo, hubiese reaccionado igual. Cuando abandonó los pasillos, fruncí el ceño y fulminé a Rick con la mirada. Fue entonces cuando Heylel decidió irse.

Me despedí de él con la mano, y luego me acerqué al flamma. Fruncí el ceño.

—¡¿Pero a ti te parece normal lo que has hecho?! — grité, enfadada —. Eres... Eres... ¡Eres estúpido! ¡Deberías pedirle perdón a Alehyss! Pero, ¡claro!, seguro que no lo harás. ¡Idiota!

No me importó demasiado que la pobre Massen estuviese allí.

Vergüenza. Eso es lo que sentí de pronto: una terrible, tremenda y dolorosa vergüenza adueñándose de todo mi, mientras la escuchaba. Todas las personas que nos rodeban lo habían oído, lo habían visto, y entonces su imagen de Rick Dehnel habría pasado de noble a desdeñosa, y yo no era un tipo desdeñoso.

Observé cómo Lester se alejaba y apreté el puño. Aquello no había sido como lo esperaba. Ahora tenía algo importante que hacer.

Pronto mis intenciones de irme fueron interrumpidas por Inger, que decidió que era momento para hacer otra escenita.

- Déjamelo a mí -dije serio-. Tengo una idea.

*se va e Inger lo sigue, finalmente*

Al cabo de menos de un minuto, el pasillo se llenó de gente, volviéndose la situación cada vez más confusa. Miré a cada uno de los presentes, y fui testigo de una Alehyss tan enfurecida que daba miedo, pero que a pesar de la situación supo mantener buena parte de su dignidad en su sitio; Lyam parecía de lo más incómodo; Heylel se salió por la tangente despidiéndose, e Inger abroncó a Dehnel (tal y como deduje unos minutos antes, ella debía de ser la famosa chica de la que el flamma hablaba). Los dos últimos se fueron, con lo que me quedé sola en los pasillos con Lyam. Aún en estado de shock, y sin saber si había entendido del todo lo que estaba pasando, lo miré con una sonrisa ausente.

- Buenas noches. Me voy a la cama.

Y me alejé como flotando en una nube.

*Se va*

FdR.: Niña trastocada u.u

Al escuchar la voz de la chrysos, alzó ligeramente la cabeza y la miró de reojo. Todavía tenía el cuello ligeramente flexionado, pero al menos ahora podía mirarla a la cara en lugar de a los pies. En silencio, observó el brillo intermitente que sus ojos emitían, mientras escuchaba sus palabras. Durante las pausas, miraba de reojo a Dehnel, pero, salvando aquellas ocasiones, apenas desvió la vista del rostro de la chica.

Cuando terminó su discurso y comenzó a caminar, el chrysos rehízo su camino con la mirada, hasta que se acercó al punto en el que él estaba situado. En ese momento, y como si de un espasmo se tratase, volvió a clavar sus ojos en el suelo. Contempló, desde esa posición, el movimiento de los pies de la joven, percatándose entonces del pequeño rastro que dejaban sus pasos. Frunció ligeramente el ceño y alzó, esta vez del todo, la cabeza. Miró la espalda de la chica, con la preocupación pintarrajeada en la cara, y entreabrió los labios, dispuesto a decirle algo.

No obtuvo resultados. En lugar de hablar, permaneció estático mientras observaba cómo la chrysos abandonaba los pasillos. Incluso cuando ya no se apreciaba la figura de la chica, se mantuvo así durante unos segundos. Y tal vez aquellos segundos hubiesen sido mayores si la voz de Heylel no hubiese resonado en sus oídos.

En cuanto el sonido de la voz del aether llegó a sus oídos, el chrysos parpadeó y torció el cuello para poder alcanzar a ver cómo se marchaba. Cerró los labios y contempló a sus compañeros, en silencio. Cuando la caeruleus se acercó al flamma, ladeó la cabeza y miró con confusión a la niña. Durante unos segundos, antes de que ambos se fuesen, se preguntó qué clase de relación tendrían. Luego, cuando se quedó a solas con la piscis, se preguntó qué podría decirle. Por suerte (o no), la niña decidió irse al igual que el resto de los presentes.

—Buenas noches... — murmuró, antes de que la muchacha también desapareciese de su campo de visión.

Parpadeó. Se giró y observó el camino por el que la chrysos se había ido hacia unos minutos. Tomó aire y chasqueó la lengua. Luego comenzó a caminar, tomando la dirección contraria que la piscis, en búsqueda de la chrysos. No pretendía quedarse con ella, ni pararse a hablar con ella si ella no quería. Simplemente, quería saber si estaba bien, a pesar de que, en teoría, iba a dejarse de situaciones que no le aportaban nada a nivel profesional en favor de las investigaciones que sí debía de hacer.


Anduvo durante un buen rato, sin obtener resultados. Al llegar a un cruce, decidió parar, convencido de que no iba a encontrarla por mucho que ahora la buscase. Suspiró y volvió a chasquear la lengua. Sus dedos tamborilearon sobre la superficie del libro que sujetaba con su mano derecha. Dio media vuelta y comenzó a deshacer su avance.

*se va*

Fdr. gente que es user alehyss y me obliga a elegir entre celos, awn o lol ¬¬

Camino por los pasillos con mi dragoncito Tristán en las manos. No tengo mucho que hacer y estoy bastante aburrido. No me apetece entrenar ni nada... solo dejar que los días pasen para que llegue el calorcito de verano.

*se queda*

Paseaba por los pasillos con mi cerdito Milton, mientras le daba vueltas a mi bastón, despreocupado. Miraba hacia las ventanas sin mirar fijamente por dónde iba, y entonces mi bastón golpeó algo.

Resultó ser un joven y rubio piscis.

—¡¡¡AHHHH!!! ¡¡¡MADRE MÍA!!!! Cuanto lo siento... ¿estás bien, pequeño? — le dije mientras me disponía a abrazarlo, esperando que no se hechase a llorar, o que se desangrase, o algo peor.



off-rol: lo siento, es un tonto xD

-Hoy cenaremos una tortilla de maíz, ¿vale Tristán? ¿QUe te parec... PLAS! - OUCH! ouch... aiiiiii- digo llevándome las manos al golpe que alguien me ha propinado. -Oiga, tenga cui...- pero antes de poder terminar mi frase, el hombre desconocido me abraza y me hunde entre sus brazos.
Abro mucho los ojos y trago saliva.
Que hombre mas solidario...

Alzo la vista y le veo no sin soltar un par de lágrimas antes. -Si... estoy bien... no se preocupe... gracias- digo muy tímido y rojo como un tomate.

Tristán revolotea agitado por encima de nuestras cabezas y con sus diez centímetros de largo, se posa en la cabeza del desconocido, un poco molesto por lo que me había hecho.

Dice que está bien, pero tras el abrazo le miro a los ojos y veo que los tiene llorosos.

—¡¡¡NOOOO!!! No llores por favor... — digo agarrandole por los hombros y agitandolo, pero entonces noto algo posandose en mi cabeza.

Lo cojo.
Me mira.
Lo miro.

—Oh... curioso especimen de reptil alado y escupefuego... — murmuré haciendo un examen mental de las características de este, pero la conclusión principal que saco es que es muy práctico a la vez que mono.

—Eres muy afortunado. Es una criaturilla espléndida. — le digo al piscis muy sonriente,y decido preguntar por el nombre de ambos.

—¿Cómo os llamais?

Ante sus zarandeos, dejo de llorar para soltar un par de risitas rápidas- Vale, vale, digo divertido.


Entonces coge a Tristán entre sus manos y habla sobre el. -Oh, gracias- digo un poco ruborizado y rascándome la nuca sonriente.- El se llama Tristán y yo me llamo Silvanus Kettleburn, aunque puedes llamarme Sil o Sisil, o como te de la gana, total, todo el mundo lo hace - digo sonriente.

-¿Y como te llamas tu?- pregunto viendolo de arriba abajo.
Es un especimen extraño y, aunque no tiene el atractivo de Aren Darvenwish ni de otros hombres mucho mas guapos, tampoco es que sea tan feo... por lo menos me parece mucho mas guapo que ese tal Zacharyas. Un escalofrío recorre mi cuerpo.


Entonces mi vista se detiene en su acompañante. ¿Ei! tienes un cerdito? que mono es! ¿puedo tocarlo? ¿como se llama?- digo agachándome para rascarle la barriga.

FdR: e_e es una putita... ya te está echando el lazo.. andate con ojo que te arrastra a la cama en un santiamen xDDDDDDDDDDDDDDDDD jajaja nah, es buen chaval xD

—¡¡¡JAJAJAJAAAA!!! ¡Que nombres más fantásticos! Muy bien. Encantado, Sisil y Tristán. — digo cogiendo mi sombrero y haciendo una leve reverencia.

Entonces el joven me pregunta por mi cerdito. Me rio.

—El es Milton, y sí, puedes tocarlo cuanto gustes, no te cortes. Es un mimoso, aunque no quiera reconocerlo.

Milton me mira con odio, y yo le hecho la lengua.

—Y bueno... yo soy Collinius Markley. Pero puedes llamarme Collin. — digo adoptando una pose con aires de grandeza.

Me balanceo en mis pies de delante atrás con las manos en la espalda mientras carcajeo un poco al oírlo. Es muy agradable.

Milton es genial. Es uno de los bichitos mas interesantes que he visto por aqui. Vale, es un cerdo... pero es un cerdito con carisma. MOLA!

- Vale, Collin. Pues un placer.

-Mira Milton este es Tristán. Podéis jugar juntos. -digo dejando que el cerdito olisquee a Tristán. - Collin, seguro que se harán muy amigos. Ya verás.

-Bueno, Collin, cuentame algo. ¿Cual es tu arma? ¿llevas mucho tiempo por aquí? ¿te gusta Bronte?

Caigo del techo. No es que estuviera caminando por el techo, ni mucho menos, sino que decidí no ir andando como una persona normal y viajar a través de las piedras del techo, pero al ver a aquellos dos hablando en los pasillos no pude sino dejarme caer pesadamente.

- AJAJAJAJAJAJA ¡BUENAS NOCHES! -saludo.

Limpio un poco de polvo de mi ropa y los miro a los dos. Uno es Silvanus Kettleburn, le debo unas cervezas. El otro no sé quién es, pero tiene un cerdito adorable. Se me iluminan los ojos solo de verlo.

-Adorrable cochino -admito hacia su dueño.