Pasillos

Me preocupé de observar cada movimiento, dispuesto a no quedar desarmado por nada, tal y como sucedió la última vez. Vi cómo metía rápidamente un sobre que tenía en la mano en la caja y la cerró casi como si temiera que lo que hubiera dentro saltara sobre nosotros.

En cualquier caso, sus palabras me interesaban más que su correo, sobre todo porque iban dirigidas a mí. Según dijo, iba camino del dormitorio. Asentí a su propuesta de acompañarla con un leve gesto de cabeza. No estaba seguro de si sería buena idea que me vieran por allí cerca, pues tenía entendido que el acceso a esa habitación estaba prohibida a los hombres, pero no tenía nada de malo acompañarla. Sencillamente, me quedaría en la puerta.

*Se van*

Paseaba sin rumbo fijo por los pasillos, la cabeza gacha y las manos en los bolsillos. Se había despertado hacía relativamente poco y ahora mismo vagaba en busca de algo con lo que matar el tiempo.

Suspiró y se apartó un mechón húmedo de la frente. Luego torció a la derecha al llegar al final de un pasillo. Desde que había vuelto a Brontë (al final sin ningún problema para entrar) no se había topado con nadie ni había encontrado nada interesante, así que podía decirse que llevaba un par de días bastante aburrido. En otra ocasión tal vez hubiese dedicado las mañanas y tardes a pasear por los exteriores, pero el mal tiempo lo había echado hacia atrás.

Miró de reojo a una ventana cuando pasó por delante de ella y se detuvo durante unos segundos para observar la nieve que caía. Mientras la contemplaba, supuso que hoy volvería a encerrarse en la biblioteca.

*se queda*

Camino por los pasillos con pasos rápidos. Últimamente no me he cruzado con nadie interesante y, además, mis estudios en el libro de la biblioteca no están dando sus frutos, pero no acabo de encontrar otro que se le parezca.

Suspiro exasperada.

Me cruzo con Lyam y le lanzo una mirada.

-Buenos días -saludo.

Sigo caminando pensativa, tratando de encontrar soluciones a los pensamientos de mi cabeza.

*camina XD*

Apartó la vista del cristal al escuchar una voz conocida y esbozó una sonrisa, mientras se volvía para saludar a la chrysos Lester. No obstante, cuando se dio la vuelta descubrió que la chica había pasado de largo (ahora estaba un par de pasos por delante de él).

El chrysos ensanchó la sonrisa y dejó escapar una suava risa jocosa.

—¡Buenos días, Lester! —exclamó—. Date prisa: me han chivado que los libros no puede esperar a verte.

Volvió a mirar la ventana.

Fdr. A mí que me pidas que postee y luego pases de largo, zorra xDD

¿Lester?

Le lanzo una mirada de soslayo. Lester me llaman los desconocidos, Rick y Jager, y ninguno de los dos últimos suele ser una visión grata para mí. Ello me desagrada. Su llamada no hace sino recordármelo.

Me detengo y me giro ligeramente para poder mirarlo.

-En momentos como este maldigo no saber tu apellido -le digo sin más, completamente seria.

Ensanchó la sonrisa y miró a la chica de reojo.

—Y en momentos como este yo me alegro de que no lo sepas. —Se encogió de hombros, sin borrar la sonrisa. Luego volvió a girarse para poder mirarla.

Se preguntaba adónde iría la chrysos con tantas prisas.

—¿A qué viene tanta prisa? —inquirió mientras se echaba un par de mechones hacia atrás. Luego bajó la vista al suelo y suspiró, afectado—. ¡Tanto tiempo sin verte y vas tú y pasas de largo! Me partes el corazón...

Suspiro y relajo un poco mi actitud. Me acerco a él un par de pasos, mirándolo fijamente.

-No tengo buen día -le digo sin más.

Para una mujer segura, como yo, hay muchos posibles causantes de malos días. El más común es que alguien me incordie o que me frustren búsquedas sin fruto. La última charla que tuve con Heylel también modifica mi humor volviéndolo más huraño e inestable. SIn embargo, más allá de todos esos motivos, hoy es el primer "día rojo" del mes y ello me llena de frustración.

- No has estado en palacio, ¿verdad? -pregunto, aunque ya sé por Heylel, y por no habérmelo topado, su respuesta.

Alzó la vista.

—Espero que mejore. Tu día, digo.

Chasqueó la lengua y volvió la mirada al cristal. Luego, cuando la chica volvió a hablar, le sonrió.

—No, no he estado en Palacio —respondió—. Volví hace unos días. —Frunció el ceño, pensativo—. Eel... Viernes por la noche. O sábado por la mañana. Como prefieras.

Ensanchó la sonrisa y volvió a encogerse de hombros. Suspiró.

—Asuntos familiares. Ya sabes cómo son: te vas pensando que sólo estarás fuera unos días y, venga, cosas que hacer aquí, allá, con este, con aquel. —Resopló y negó con la cabeza—. Terrible.

Asiento lentamente mientras lo escucho. Esto es divertido. ¿A qué viene dar tantas explicaciones? No recuerdo haber preguntado. En personas como Heylel es común que se atropellen de esta manera, contándote su vida, pero Lyam es bastante más reservado.

Esbozo una comedida sonrisa, la justa y estudiada para parecer bromista, y enarco una ceja lo suficiente como para aparentar inocente curiosidad.

-¿A qué vienen tantas explicaciones, Lyam?

Lo examino unos segundos. ¿Puede, acaso, estar mintiendo?

-Pero, ya que estás hablador, ¿cómo es que te han retenido tanto tiempo? ¿Alguna celebración?

Las personas suelen ser básicas. Inventan una excusa, pero, ¿hasta qué punto se la trabajan? Preparo mi atención para descubrir cualquier improvisación. Quizás no sea nada, pero me divierte ejercitar un poco la mente.


FdR- Que conste que no usé metarrol. Simplemente le extrañó que le contase todo todo todo siendo él XD

Le devolvió la sonrisa.

—Pensé que te interesaría. A mí me gustaría saber, en caso de que, no sé, tú te hubieses ido seis meses de Brontë, qué te habría pasado. —Se encogió de hombros. Luego rió—. ¡Ahora dime que no te interesaba!

Se echó un par de mechones hacia atrás. Tal vez no debió haber hablado tanto, pero había supuesto (por algún motivo) que la chica acabaría preguntándole dónde había estado. Al menos, se la había imaginado formulando la pregunta.

—Hacía mucho que no pasaba por el sitio donde vivía antes. —Se encogió de hombros—. Al final la gente, a la que hacía años que no veía, me acabó liando. Y yo me dejé, claro. —Rió—. En principio, mi prima y yo sólo íbamos a hacer una visita formal para darle nuestras condolencias a la familia de un viejo amigo. Su madre, una señora muy mayor, murió este verano... —Suspiró y chasqueó la lengua—. Pero al final, como ya digo, todo se alargó.

Le sonrió.

¿Su prima? Muy inteligente, involucrando a otra persona a la que no conozco y que, seguramente, cuando llegue a conocer (si es que lo hago), ya tendrá una coartada bien montada. Eso es más seguro que que sea su prima, realmente.

Anoto en mi mente todos los detalles. Por ahora no tengo ningún dato alarmantemente extraño, así que me contentaré.

-La familia es así -respondo sin más, asintiendo.

Lo examino. Al parecer no sabe que me fui, pues no hace comentarios al respecto. Decido ser mala. Quizás consiga sonsacarle algo más. De todas formas, no tengo nada real que hacer, y escrutarlo pertenece más a mi trabajo aquí que leer libros.

Desvío la mirada premeditadamente, fingiendo incomodidad.

-Pues... No te despediste... -comento, utilizando el tono "como quien no quiere la cosa" que resulta tan popular para dar a entender molestias emocionales.

No es más que una herramienta.

Se encogió de hombros.

—Ya ves.

Miró, de nuevo, la nieve que caía fuera. Se preguntaba si la chica se había creído lo que había dicho (al menos una parte). Parecía que sí, pues no había hecho otra pregunta, pero quién iba a saberlo. A lo mejor en un par de días le saltaba con una pregunta relacionada con el tema o Mithos sabía qué.

Clavó sus ojos en los de la chrysos al volver a escuchar su voz.

—No te vi. Me hubiese despedido si te hubiese visto —dijo, serio —. Pero como no te vi, no pude hacerlo. —Sonrió—. Y no iba a dejarte una cartita...

-Agradezco que no lo hicieras -murmuro entre dientes.

Observo, al igual que él, la nieve. Hace frío, y las paredes de piedra protegen del viento, pero no tan bien de la humedad y la temperatura. Por ello hoy me he puesto ropa más larga y negra, y quizás eso me ayuda a sentirme más apagada.

Parece que él no tiene ni la más remota idea de que me he ido. Ello me da cierta ventaja, aunque no debo negarlo por si lo descubre. Aquí la gente es muy chismosa.

Lo observo unos segundos. Tiene que haber una forma ideal de tirarle más de la lengua. Enseguida la descubro y sonrío para mí.

-¿Y no has echado de menos... esto?- inquiero, dejando la pausa suficiente para ser sugerente.

Si no le sonsaco nada, por lo menos lo habré intentado.

El chrysos bajó la vista, hundiendo la cabeza entre sus hombros, y meditó su respueta. ¿Había echado de menos Brontë? Frunció el ceño. Los seis meses que había pasado fuera había estado lo suficientemente ajetreado como para no pensar demasiado en Brontë. Había pensado en Palacio, sí, pero no estaba seguro de hasta qué punto lo había echado en falta. Recordaba que las noches en las que habían tenido que trasladarse a otra posada había pensado en lo cómodo que resultaba "vivir" en Brontë (sin tener que desplazarse cada par de semanas con todo lo que ello conllevaba), pero luego, cuando ya estaban trabajando, el pensamiento se evaporaba y no volvía a pensar en Palacio hasta que tenían que volver a irse o hasta que estaba solo.

Miró a la chica de reojo. También recordaba que, en un par de ocasiones, se había preguntado qué estarían haciendo los guerreros (pero, de nuevo, en el momento en el que dejó de estar solo, las preguntas desaparecieron).

-Un poco -murmuró finalmente. Le sonrió-. ¿Por qué preguntas?

Lo miro fijamente a los ojos. Mis labios titubean un momento antes de hablar. Llegan a abrirse, pero se contienen. Me muerdo el labio inferior, pensativa, meditando de nuevo la pregunta. Se me dibuja una sonrisa de pronto, al dar con la adecuada.

- Me preguntaba si habías añorado esto porque no sé qué es Brönte para ti.

Mi cabeza trabaja a toda velocidad, formando frases a partir de pensamientos que apenas simbolizan conceptos.

-¿Consideras lo que tienes aquí suficientemente importante como para echarlo de menos? ¿O solo añoras el techo y la comida?

Presto atención a su respuesta, esperando extraer algo de ella.

Apoyó la cabeza en la pared, al lado de la ventana, y miró a la chrysos.

-Yo tampoco sé qué es Brontë para ti.

Esbozó una sonrisa sesgada y desvió la vista. Luego caviló sus siguientes palabras.

-Es el sitio más cómodo en el que he estado -confesó tras unos segundos en silencio. Clavó sus ojos en los de ella-. Y algunas personas me parecen interesantes. -Ensanchó la sonrisa y apartó la mirada-. Espero que eso solucione tus dudas.

Esperaba esa respuesta y no veo necesario responder. Al menos no por el momento.

Sostengo su mirada mientras lo escucho. Cuando termina, dejo mis ojos clavados en él varios segundos. Finalmente me decido a hablar.

-¿No era cómoda tu casa?- pregunto seria, en voz baja, consciente de que puedo estar hurgando en algo doloroso- ¿Eras feliz?

Aguardo la respuesta, sin saber bien qué esperar.

Frunció el ceño y miró a la chrysos de reojo.

-No. No lo era -respondió, con un tono que estaba a medio camino entre serio y cortante-. No era cómodo.

Bajó la vista y apretó un poco la mandíbula: no le gustaba hablar de aquel tema. Evitaba hacerlo siempre que podía, y esperaba que a la chrysos le llegase con esa respuesta porque no pensaba decirle nada más.

Lo miro durante largos segundos, cavilando sobre su respuesta. Ha sido sincero, y de eso no cabe la menor duda. Sin embargo, no creo que pueda sonsacarle más y, en este estado, es probable que termine por enfadarse realmente. Me veo obligada a utilizar una técnica recurrente para evadirse de una situación incómoda.

-Lo siento.

Lo digo seria mientras lo miro fijamente. Ha de saber que una disculpa mía no es sencilla, por lo que debería sentirse halagado.

No se me da bien pedir disculpas. De alguna forma una parte de mí se siente culpable porque, aunque esto le haga sentirse mal, el saber que existe un pasado oscuro hará que tenga que hurgar, pero no es el momento.

El chrysos observó de soslayo, y todavía cabizbajo, a la chica. Permaneció así durante unos segundos, y después suspiró y chasqueó la lengua. Alzó la cabeza y se pasó una mano por el pelo, echándose un par de mechones hacia atrás. Luego esbozó una corta sonrisa y miró, de nuevo, a la chrysos.

—No te preocupes —susurró. Volvió a suspirar—. Y... Yo, bueno, siento haber sonado, sido o el verbo que quieras, brusco. —Rió entre dientes—. Pensé que con lo que había dicho antes había quedado claro que no me gustaba en exceso...

Lo escucho hablar. No puedo decirle que las preguntas que hago las hago para sonsacarle información directa o indirectamente, por lo que la disculpa sigue siendo la mejor opción.

-No pasa nada.

Lo miro unos instantes, resistiéndome a hablar. Cuando lo hago estoy completamente serena.

-Supongo que la curiosidad mató al mecña. Yo me lo he buscado.

No me gusta disculparme. Por desgracia, mi trabajo incluye hacerlo a veces.

Observó la nieve en silencio, sin saber qué decir. El frío y la humedad no le gustaban, pero la nieve en sí le agradaba. O al menos verla caer. Le resultaba tranquilizador.

Apartó la mirada cuando escuchó la voz de la chica. Volvió a sonreírle. No sabía muy bien qué más decirle (porque no iba a volver a sacar el tema). Chasqueó la lengua.

—Pues... Todo arreglado. —Frunció ligeramente el ceño—. Supongo. Aunque tampoco es que hubiese algo que arreglar...

Se encogió de hombros.

Supongo que esto no va a dar más de sí. Puesto que no quiero abandonarlo, no quiero quedarme allí sin hacer nada y además tengo que sacar un libro de la biblioteca, decido que lo mejor es que le comente a él qué le parece acompañarme un momento a por una cosa allí, pues es a donde iba en principio. Tras su asentimiento, ambos caminamos atravesando lo que queda de pasillo hasta la biblioteca.

*se van*

El chrysos avanzaba por los pasillos dando largas zancadas. Acababa de abandonar el dormitorio, en el que había permanecido horas leyendo un libro que versaba sobre las costumbres de Lumen, y ahora se dirigía al tablón de anuncios. Había pensado ir a verlo nada más llegar, pero al final lo había pospuesto porque había vuelto demasiado tarde y no se acordó del tema hasta hacía unos minutos, cuando al apartar la mirada de las letras se percató de lo solo que estaba en el cuarto. En ese momento, lo vacío del cuarto se le antojó extraño, así que dejó el libro encima de la cama y salió en busca de las posibles nuevas noticias en torno a Brontë. 

Al llegar, lo primero que hizo fue buscar un nuevo anuncio, pero sólo se topó con los que ya conocía: el que recogía el tema de la desaparición de Silvanus y el relacionado con la muerte de Adela. Lyam cruzó los brazos y frunció el ceño. Se sentía ligeramente decepcionado y confuso: había esperado que en sus seis meses de ausencia habría pasado algo interesante y relevante en Palacio, y por lo que había dicho la pequeña piscis sobre el líder caeruleus, había supuesto que el tablón estaría actualizado, pero no lo estaba. Por otro lado, parte de su decepción venía de lo sencillo que hubiese sido enterarse de lo que había pasado en el palacio si el tablón tuviese alguna actualización y de lo relativamente complicado que sería ahora informarse de lo sucedido en medio año. 

Suspiró. Si lo miraba de otra forma, podía interpretar aquello como que no había pasado nada tan relevante como para ser mencionado (tal vez lo de Aren Darvenwish no fuese tan importante como él creía; a lo mejor sólo se había ido durante un par de semanas por motivos de fuerza mayor), pero la duda estaba ahí. 

Tras permanecer unos segundos estático, dio un par de pasos hacia delante y comenzó a releer las viejas noticias con la mano derecha apoyada en el pergamino que repasaba. 

Apartó los dedos cuando terminó de leer, por segunda vez, el anuncio de la desaparición de Silvanus y frunció ligeramente el ceño, pensativo. Luego, como si acabase de darse cuenta de que aquel pensamiento no tenía fundamento, negó con la cabeza y comenzó a andar en dirección al dormitorio. Mientras se alejaba del lugar, notó cómo aparecía una pequeña curiosidad y cómo el cansancio que le aquejaba comenzaba a esconderse.

*se va*