Pasillos

Llevábamos todo el camino en silencio. Pasear con Follow era como pasear con un guardaespaldas. Guardaba una distancia prudencial entre nosotros, caminando unos pasos por detrás de mí, en silencio. Mientras avanzábamos, yo le iba dando vueltas a la situación, sin saber muy bien cómo actuar.

Una vez dentro del palacio, el calor acogedor del lugar me hizo sentir mejor. Pronto, a pesar de seguir empapada, se me iba pasando el frío. No tardaría en estar seca.

De pronto, me paré en mitad del pasillo, recordando algo. Lentamente, me di la vuelta hacia Follow, con expresión muy seria, casi preocupada. Tenía el ceño levemente fruncido, y las mejillas algo sonrosadas, aunque con el frío que había pasado, se confundía el motivo de mi enrojecimiento.

-Oye, Follow -pregunté lentamente-. Tú no has... no has hablado con Nagore últimamente, ¿no?

Estaba casi segura de que Nagore había soltado un farol, pero de todas formas, quería comprobarlo.

Caminamos en silencio hacia el palacio, mi posición es fija, sin adentrar un solo paso en el cerco imaginario que rodea su espacio vital. Mi puesto es este y siempre lo ha sido, soy la sombra del viandante, para bien o para mal.
La imagen espectral del palacio a estas horas de la noche, lejos de impresionarme, me agrada y tranquiliza, ver los copos caer a través de las cristaleras en este silencio acompañado es bastante cautivador.

De pronto la piscis se para, rompiendo mi distracción sobre el lugar, y yo con ella. Parece interesada por si he visto a la parvus últimamente y me extraña que hable de conversaciones cuando ni siquiera me gusta verla. Niego con la cabeza.

—No es posible entablar palabra con esa chica —Informo sin más detalles.

Lo miré fijamente a los ojos mientras hablaba, como intentando ver algo más allá de lo que decía. Sin embargo, sus palabras fueron claras y cristalinas. En realidad, no había mucho que ver más allá de ellas.

-Lo imaginaba -asentí secamente.

Por supuesto que no. Cerré los ojos un momento. No entendía muy bien la forma de actuar de Nagore. Desde luego, no pensaba volver a sacar el tema ante ella. Me preocupaba, en cierto modo, lo difícil que hacía su relación con el chico. Entonces me di cuenta de lo absurdo de la cuestión. Desde luego, no se podía decir que Follow fuera una persona fácil de tratar, ni para Nagore ni para nadie. Pensativa, y casi sin darme cuenta, di un paso hacia él.

Al parecer, mi respuesta es comprendida, pero lo que no entiendo es el por qué de la pregunta. Creía haber dejado claro que no soportaba el comportamiento de la parvus gritona, con lo que un encuentro con ella no habría presenciado charla alguna, simplemente un cambio de rumbo. Por otra parte, según decían, la parvus y la piscis eran muy amigas con lo que esa información debería tenerla por sabida. En cuanto la piscis da un paso hacia a mí, pregunto yo.

—¿Es eso de alguna importancia? —Hablo con tono monocorde, mirando a los ojos de la piscis al igual que ella indaga en los míos. No entiendo por qué el destino ha cruzado mi camino con la parvus y la piscis, como si no pudiese hablar con una sin que resultase relevante para la otra.

Bajé la vista, levemente ruborizada, y negué con la cabeza.

-No, no lo es -respondí, mordiéndome el labio-. Como tú mismo dijiste, tu destino y el suyo no se han cruzado.

"Pero dijiste que el nuestro sí" dijo una maliciosa vocecilla en el fondo de mi mente. El rubor de mis mejillas se intensificaba por momentos, sin que entendiera muy bien por qué. Casi inconscientemente, di otro par de pasos y alcé la vista para clavar de nuevo mis ojos en los suyos. No sabía muy bien qué me pasaba, pero el corazón me latía con tal fuerza que si Follow me hubiese dicho que no lo oía, no lo habría creído.

-Yo... Solo...

De pronto, dejé de ser del todo consciente de mis actos. Me puse de puntillas, y mientras con una mano bajaba el cuello con el que solía taparse la parte inferior de la cara, pasé la otra por su nuca para atraer su cara a la mía. Cerré los ojos y junté sus labios a los míos en un beso.

FdR.: Y A LA MIERDA, TANTA TONTERÍA, YA.

Cuando responde, como si se tratase de una especie de juego, doy también un pequeño paso hacia ella sin perderla de vista. La situación me pide ese tipo de respuesta, como cuando un pequeño animal imita a aquel que le tiende algo de comida.

Pero ella da un par de pasos más y la distancia se acorta en gran medida. Estoy sereno, pues no me parece una situación extraña o con la guardia baja como antes, con lo que me limito a observar sus movimientos.

Parece que quiere pronunciar unas palabras pero, en lugar de terminarlas, lleva una mano a mi pelo y otra a mi cara para dejarla al descubierto y acercarse para besarme. No digo que fuese esperado, pero en lugar de sentirlo como un ataque a mi intimidad o integridad, lo tomo como una tregua, una calma quizá y sostengo un momento su cintura con uno de mis brazos como si con ello evitase que se fuera a caer en cualquier momento. En cuanto se separa yo ya no la toco y la miro fijamente pensando, ahora, en qué ha pasado y por qué le he dado tan poca importancia.

Tomo aire profundamente y quedo pensativo por un momento. Es una mujer joven, calmada y con coraje. Apoyo una de mis manos en su hombro para decir algo en relación a su acción, pero lo cierto es que no tengo ganas de hablar y aparto la mano. ¿Este es el destino elegido? ¿Por esto todos esos encuentros desafortunados? Las preguntas del mundo son inescrutables, pero Massen Dew ya no será una desconocida.

Ahora sí que no podía haber duda alguna acerca del origen de mi enrojecimiento. Tenía la sensación de que, si algo iba a secar toda la nieve que tenía encima, sería el calor que emitía mi cuerpo en aquel momento. Si me hubieran dicho entonces que me estaba saliendo vapor de la cabeza, me lo habría tomado como algo normal.

Al menos, la respuesta no había sido negativa. En el momento en que me había tomado por la cintura había sentido cómo un electrizante cosquilleo me envolvía por entero. Solo que de pronto me sentía pequeña. Muy pequeña. Sentía cómo me temblaban las piernas, y el corazón me latía como si quisiera salírseme del pecho. Abrí la boca un par de veces para decir algo, pero acabé por callar.

Follow, que tampoco decía nada, apoyó una mano en mi hombro, pero no tardó en retirarla. Yo alcé un momento la vista, pero en aquel momento me sentía incapaz de sostenerle la mirada. Era ahora, y no en el lago, cuando me sentía realmente desarmada. Sin saber qué hacer, y buscando por instinto alguna clase de protección, rodeé su cintura con mis brazos y hundí la cabeza en su pecho.

No puedo dejar de dar vueltas en cama. Estoy preocupada. Mi cama contigua está vacía. Massen aún no ha vuelto.
No me preocuparía si la hubiese visto hace poco, pero la verdad es que hacía bastante tiempo que no sabía nada de ella.
Ya ha desaparecido gente del palacio. Debo estar atenta, pero ahora, más que atenta, estoy muy preocupada y como no puedo dormir, decido salir de la cama y sentarme en el borde de esta, mientras que con una cinta, me hago un moño rosa en todo lo alto de mi crisma. - Tsk...- me levanto y me aliso el camisón rosa y me calzo las zapatillas de pompóm para ir en busca de mi amiga, con el firme propósito de no parar hasta dar con ella. No era normal que no viniese a dormir y aquello realmente me daba miedo.

Salgo de las habitaciones y recorro los pasillos, voy hasta el comedor, la sala de entrenamiento... nada.

Camino con frío, por lo que me abrazo a mi misma y miro a todos lados con preocupación y con miedo, con la única luz que aportan las pocas antorchas que han soportado el frío aire nocturno del invierno.

Cansada y ciertamente abatida, decido dar un último rodeo hasta que, al fondo, en un pasillo, veo una figura extraña a lo lejos. TIENE QUE SER ELLA FIJO. ¿Quién sino?

Me pongo a correr como una loca, mientras chillo- TÍAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA - dejo salir a todo pulmón, más fuerte con cada paso que daba ya que, inequívocamente, era ella. Su pelo gris la delataba. -TÍAAAA, DÓNDE EST...- mis pupilas se dilataron y me frené en seco.
Mi mejor amiga y mi futuro novio estaban abrazados, seguramente se habrían estado besando, o diciéndose cosas bonitas.
No... no sabía muy bien qué decir o hacer, simplemente me dejé llevar.

-ERES UNA HIJA DE PUTA -chillo agudo y con los puños cerrados.- TERRA DER!- chillo, alzando mis dos palmas en dirección a ellos (a él también, por supuesto, por cabrón). Pero estoy tan nerviosa que ambos fallan. - ZORRA, ZORRA, ZOR...

Entonces el cúmulo de emociones es tal, que acabo por perder el conocimiento allí mismo.


*se desmaya*

Me fijo en que Massen tiene un aspecto casi febril en comparación con mi calma. Me pregunto qué estará pensando para estar tan nerviosa y al final acaba por abalanzarse de nuevo hacia mí y hundir su cabeza en mi cuerpo. Me sorprende ligeramente, pero acabo por pasar un brazo por sus hombros y apoyar una mano en su cabeza. Ahora me parece mucho más pequeña que antes, pero agradable de todos modos. Silenciosa y cálida.

Pero todo el bienestar se agota cuando un grito ensordecedor rompe con la noche del palacio y agarro a Massen con cierta brusquedad para colocarla hacia el lateral izquierdo de mi cuerpo mientras saco el kunai en dirección al grito.

Como no podía ser otra, la parvus gritona viene hacia aquí corriendo y la situación me impide recolocarme la máscara. Tsk. Antes de que nadie pueda decir nada, la muy loca grita improperios y acaba por lazar dos conjuros. Aparto a Massen junto a mí hacia la derecha y luego hago un gesto con el kunai para acabar de evitar la otra piedra maciza que acaba de lanzarnos.

—¡BRUJA, PERTURBADA! —Grito ante sus alaridos, pero antes de que nadie pueda hacer mucho más, la parvus cae al suelo a plomo y quedo muy sorprendido por ello. Sin embargo, suelto a Massen y guardo el kunai, aliviado. Seguro que esa demente ha despertado a todo el palacio con sus majaderías. Algunos sirvientes y guardias llegan corriendo al pasillo y, al oírlos, me cubro la cara con el ceño fruncido. Maldita mocosa molesta.

Todo sucedió demasiado rápido para que pudiera reaccionar. Antes de que me diera cuenta, Nagore estaba allí. No sabía cuándo había llegado ni qué había visto. En mi mente, unas imágenes se superponían a otras, y el resultado era una amalgama de imágenes sin sentido cubiertas por una sombra de niebla.

Cuando Nagore nos atacó, me dejé zarandear de un lado a otro por Follow, que intentaba por todos los medios evitar los ataques. Aquella especie de pelea no duró mucho, pues mi amiga (aunque dudaba que me fuera a volver a dejar llamarla así) cayó al suelo desmayada.

Yo no estaba en una situación mucho mejor. Aún temblando y jadeante, me pegué a la pared y cerré los ojos. Apenas fui consciente de los miembros del servicio que empezaban a aparecer, alertados por los gritos. Haciendo acopio de mis últimas fuerzas (demasiadas emociones en un día), me acerqué a Follow y le toqué suavemente el brazo.

-Hay que llevarla a la enfermería -murmuré, en una especie de súplica.

El jaleo me había levantado de cama y, depsués de los últimos acontecimientos en Brontë no era despiadado pensar que un nuevo enemigo hubiese atacado el palacio.

Tras haber saltado de la cama lo más rápido que había podido, me había puesto la antigua bata heredada de las más imponentes mujeres Campbell y me había aparecido en el pasillo donde se centraba todo el revuelo y en el que había presentido la magia. Con una seña mental indiqué al resto de líderes que, por el momento, me hacía cargo de la situación.

Al llegar pude ver como una chica estaba tirada en el suelo y algunos guardas rodeaban a otros chicos en el pasillo.

—Oh, ¡por Mithos! ¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué le ha pasado a esta chica? —Pregunté, preocupada, agachándome a ver si se encontraba bien. Al parecer respiraba y no parecía en mal estado ni herida, pero sí había desperfectos en el lado de los otros muchachos. Me dirijí a algunos chicos del servicio.

—Llevad a esta parvus a la enfermería ahora mismo —Ordené con más desenfreno del que quería. Los del servicio se apresuraron en llevarse a la chiquilla y yo me dirigí a los otros dos, acercándome a ellos.

—Vamos a ver, expliacos, por favor, ¿qué ha ocurrido? ¿Ha entrado alguien extraño? —Pregunté con apremio y preocupación.

Cuando ya todo está más tranquilo, noto como Massen me agarra y me pide que llevemos a esa degenerada a la enfermería, pero antes de responder nada miro como los soldados nos rodean y como una mujer joven de pelo rubio aparece muy apurada en el lugar. Debo aprender a hacer eso, es una gran técnica.

Después de ordenar que envíen a la parvus a la enfermería se acerca y pregunta por lo sucedido.

—Nadie extraño ha aparecido. Massen del Sur y yo estábamos recorriendo el pasillo, cuando la parvus gritona apareció de la nada y nos atacó sin previo aviso —Explico con breves palabras a la mujer que pregunta. —A mí me pueden llamar Follow, el buscador y tampoco soy un extraño en Brontë —Añado, ya que mi aspecto puede parecer poco propicio en una situación así.

Me limité a asentir a las palabras de Follow.

-Soy Massen Dew -añadí, haciendo un esfuerzo por centrarme en la situación-. Y la parvus es Nagore Brumm. Creo que, simplemente, se desmayó.

No me atreví a añadir más. Ni qué le había pasado a Nagore, ni qué había hecho, ni por qué nos había atacado, ni qué estábamos haciendo. Aunque todo me parecía un sueño, empezaba a ser consciente de la situación, y me daba cuenta de que, después de lo que había pasado en el palacio, asustar a todo el mundo por un problema amoroso era lo más ridículo que podíamos hacer.

Bajé la vista, azorada. Instintivamente, apreté la mano que tocaba el brazo de Follow, aferrándome a él, y me acerqué más, sirviéndome un poco de él como apoyo. A aquellas alturas, ya no sabía muy bien cómo me sentía.

Suspiro algo aliviada por las respuestas de los muchachos y lamento el haberme levantado de cama por algo tan nimio como una disputa subida de tono. Suspiro con cierta molestia y digo a los soldados y resto de personal que se retiren.

—Pues menudo follón habéis montado a estas horas. Deberíais estar en vuestros dormitorios. Por favor, no volváis a causar este tipo de espolios en el interior del palacio, sabéis que las peleas están prohibidas. Venga, no están los tiempos para bromas. Marchaos a descansar —Una vez he dado la reprimenda a los chicos espero que se sientan en la obligación de cumplir con lo que les he pedido. No es tan difícil permanecer en un cierto orden, por favor. Suspiro de nuevo al pensar en lo nerviosa que me he puesto por una situación así mientras recorro el pasillo en dirección a mis aposentos. Por lo menos el líder caeruleus no dormía por las noches...

*desaparece*

Complacido, ignoro un poco las palabras de la chica chrysos que nos reprende ya que la culpa no ha sido nuestra y asiento como si tuviese algún tipo de resorte en la nuca. Siento como Massen se agarra de mi brazo llegando a sentirme ahora un poco agobiado por tanto contacto.

—Tiene razón, deberíamos ir a descansar —Comento mientras miro como la gente se va retirando del lugar. Me apetece apartarme de la piscis, pero quizá se desmaye también y tengamos otro circo.

—Vamos, dime dónde están tus dormitorios —Le indico comenzando a caminar dejando que se agarre a mí. Supongo que debo acompañarla. Como esto vaya a ser así siempre creo que volveré a desaparecer por los soportales.

Bajo con ella en brazos un par de escaleras de caracol, teniéndola sujeta como a una princesa, ya que la tengo captiva entre comillas. Cuando por fin encuentro un pasillo lo suficientemente ancho, la dejo en el suelo.

- Perdóname por tomarte así-. Murmuro suavemente, habiéndome acuclillado a su altura-. Pero quería regalarte algo, por haber compartido conmigo el viento de esta mañana. Sólo tienes que decirme tu nombre.

Amplío mi sonrisa, si le gustan mucho mis plumas, el regalo le gustará aún más. Estoy sana y limpia, no veo por ninguna parte que lo que tengo en mente hacer se pueda considerar en ninguna cultura como ofensivo, así que lo haré.

Me llevó en volandas del tejado a los pasillos. Yo me mantuve increíblemente quieta todo el camino, aunque la situación me parecía tan divertida que no podía parar de reír. En sus brazos, tomé un mechón de su pelo y me dediqué a acariciarlo y jugar con él.

Finalmente, me dejó en el suelo y se agachó a mi altura. Acerqué mi cara a la suya y di mi veredicto con una sonrisa trinfante: ágata. Entonces preguntó mi nombre. Pensativa, puse el dedo índice derecho sobre mis labios y comencé a acariciarlos. Mi nombre... Mi nombre...

-Ayne -decidí. No. Era muy curiosa, pero no podía llamarme An. Eso era para Aren.

De pronto, me vi envuelta entre sus alas, y tuve que contenerme mucho para no coger una pluma. Sin embargo, no fue necesario. Antes de que pudiera prevenirlo, sus alas empezaron a moverse y quedé atrapada en una tormenta de pequeños plumones, que comenzaron a caer sobre mí.

Chillé con entusiasmo. No tardé ni un momento en ponerme a bailar entre las plumas, con los brazos extendidos hacia arriba, dando saltos, intentando coger todas las que podía. Unas cuantas se quedaron enganchadas en mi pelo y en mi ropa. Me sentía exultante, y era incapaz de parar de reír. Eran suaves y cálidas, y algunas me acariciaban la piel y hacían cosquillas al caer. Era mucho mejor que la nieve.

-¡HALA! -gritaba entusiasmada una y otra vez, dejándome envolver por aquella lluvia particular.

Comencé a recoger más y más plumón, incluso alguna que otra pluma de gran tamaño. Intentando no estropearlas, guardé unas cuantas. Cada una era distinta de la anterior, y todas parecían maravillosas. Tan solo detenía mi recolecta de vez en cuando para aplaudir, maravillada por el espectáculo.

Cuando retiró sus alas, di un par de vueltas alrededor de las plumas que quedaban, con los brazos extendidos como si volara. Me volví hacia ella, con expresión sofocada por la emoción.

-¡Sí que puedes! -grité-. ¡Sí que puedes llamarme An!

Y antes de que pudiera hacer nada, había echado a correr por los pasillos, aún con los brazos extendidos, plumón enredado en el pelo y una incansable risa de felicidad.

*Se va*

FdR.: Feel like Harry Potter

Spoiler:

Los pasillos estaban desiertos. Completamente desiertos. Casi parecían una mina abandonada. Por los ventanales se veía el sol brillar entre las nubes, y era probable que mucha gente estuviera fuera. Tomé a Amatista en mi mano y fui marcando cada paso que daba con ella como con un bastón. Mientras, canturreaba al compás en voz muy bajita.

Muerto va el conde, muerto,
y pronto estará enterrado
su séquito de mil damas
llora de dolor y espanto.

Zacharyas salió desbocado al pasillo, pero estaba vacío. No quedaba ni rastro de Cierzo. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y no reflejaban más que rabia y frustración. Soltó un alarido de dolor, y cayó de rodillas, golpeando el suelo con la mano y sintiendo el prohibido placer que tanto le gustaba al hacerlo.

Tenía la mandíbula desencajada y los ojos tan abiertos que le dolían y se le secaban, inyectados en sangre, como los de un loco.

Observó su mano izquierda y el cuchillo que portaba.

Seccionar.

Cortar.

Jadeante, sintió el frío metal sostenido por sus largos dedos.

Hendir.

Sangrar.

Seccionar.

Zacharyas alzó la mano y, sin un atisbo de duda, se apuñaló a sí mismo en el vientre, atravesando su carne hasta el mango. Contuvo un grito y comenzó a temblar. Sudaba.

Su angustia se calmó un poco mientras la sangre comenzaba a teñir la alfombra, saliendo a borbotones.

Tosió sangre.

Oí un alarido que cortó mi canción y eché a correr hacia él. Pero cuando llegué, me encontré con lo último que esperaba. Amatista cayó al suelo con un sonido metálico y yo noté cómo mi rostro se ensombrecía poco a poco.

-No -murmuré apenas.

Dejando mi arma olvidada tras de mí, eché a correr hacia el chiquillo, arrodillado en la alfombra. Mi mente daba vueltas, mezclando lo que veía con imágenes que me había llevado mucho tiempo sepultar. Correteé a su alrededor, sin saber qué hacer, sin atreverme casi siquiera a tocarlo. Pero había que hacer algo.

-Zacharyas -susurré con voz temblorosa. Le puse la mano en el hombro y, muy despacito, lo fui acompañando para que se tumbara en el suelo-. Qué has hecho.

Me levanté y miré alrededor. Y entonces exploté y empecé a gritar. Alguien tenía que ir a buscar un médico, pero alguien tenía que quedarse con él. Necesitaba ayuda.

Stalon estaba allí. Zacharyas se preguntó el motivo. Quizás ni siquiera estaba allí de verdad.

Lo ayudó a tumbarse. Un hilillo de sangre caía por el rostro del caeruleus, que sonrió.

-Lo siento... No he sido lo suficientemente fuerte para contenerme...

Ya estaba más tranquilo y pensaba con más normalidad. La oyó gritar, aunque fue como si estuviera lejos. Extendió una mano ensangrentada hacia ella y le acaricio el rostro.

-Stalon, aguarda...

Rasgó un trozo de su capa como pudo, con las manos temblorosas, y se lo entregó a la parvus. Luego tomó sus pequeñas manos y las aercó al cuchillo, todavía hendido en su cuerpo. El dolor le nublaba la cabeza, pero al mismo tiempo sentía un enorme placer.

-Arráncalo -le dijo, con convicción-. Luego presiona muy fuerte con la tela. Hay que cortar la hemorragia.

Hacía mucho que no se hacía tanto daño, pero estaba acostumbrado; sabía proceder.

Con las manos temblorosas comenzó a desabrocharse, una tras otra, todas las capas que vestía, llegando al jubón negro sin mangas que llevaba debajo. Debía quitárselo, pues entorpecería la cura.

Jadeaba, cansado, pero hacía mucho tiempo que no se sentía tan relajado.

FdR- Malo Cierzo ¬o¬

Tragué saliva. Respondía. Respondía y estaba vivo. Y no se dejaba llevar. De pronto, aquellas escenas entremezcladas en mi cabeza se separaron a un lado y a otro y pude ver con claridad. A un lado, la sombra oscura de una muerte que nadie se molestó en evitar. Al otro, la escena actual, en que parecía que podía haber remedio. Intenté relajar mi respiración y le ayudé a apartar la ropa, apretando con fuerza en mi mano la tela que me había dado mientras lo hacía. El mango del cuchillo dificultaba el proceso, pero entre los dos pudimos apartar hasta la última capa de ropa.

Sobre su piel pálida había trazados infinidad de surcos, marcas de cicatrices por todas partes. La mayoría de ellos eran cortes, y los había de todos los tipos, formas y tamaños. Cualquiera que hubiera visto el lamentable estado de su piel se habría preocupado, pero yo me tranquilicé. Aquello era una clara prueba de que no era la primera vez, y probablemente no sería la última. Y aunque había pocas cicatrices que dieran a entender un daño tan grande como el de entonces, del conjunto se podía deducir que no era una situación tan inusual. El chiquillo saldría de esta.

Posé mi mano, sin la menor fuerza, en una zona de su piel que no tenía ninguna marca. Lo miré.

-Voy a hacerlo -anuncié, convencida y con voz más calmada.

Con una mano tomé el mango del cuchillo intentando no variar su posición, mientras situaba la otra, en la que tenía el trozo de tela, junto a la herida, preparada para cubrirla en cuanto el cuchillo saliera. En un rápido movimiento, tiré de cuchillo hacia arriba, y mientras lo dejaba a un lado sobre el suelo presioné con la otra mano en la boca de la herida. Una vez tuve libre la mano que sostenía el cuchillo, me ayudé también de ella para presionar con fuerza. Antes de que pudiera darme cuenta, tenía las manos cubiertas de sangre.