Pasillos

El chico cambió el gesto y comenzó a hablar con una sonrisa torcida que lo hacía parecer muy poco amistoso. Respondió de corrido, como un monólogo aprendido, abreviando cualquier tipo de tono cansino con uno más bien monocorde. El líder caeruleus sonrió con condescendencia y comenzó a caminar a su alrededor.

—Es lo que tiene esta vida, chiquillo. Un día uno se va, se aleja y cuando quiere darse cuenta, ¡puf! las cosas que pensaba suyas acaban por perderse... —Tras comentar aquello con un tono de lo más ladino, dejó de rodear al muchacho y volvió a ponerse frente a él, un poco más cerca.

—Por cierto, hablando de cosas perdidas, ¿qué hay de nuestra amiga Alehyss? Dicen que ella también ha estado algo ausente, supongo que el reencuentro ha sido melancólico. Tantas cosas que compartir de estos meses... —Comunicó con sonrisa torcida, sin más intención que la de provocar un poco al muchacho e informarle de hasta qué punto podía estar al tanto.

Se encogió de hombros, todavía sonriente.

—Ya ve. Una lástima, ¿eh?

Alzó el mentón cuando el líder caeruleus volvió a ponerse frente a él y ensanchó la sonrisa. No obstante, cuando el caeruleus mencionó que la chrysos se había ido, frunció ligeramente el ceño. No sabía que la chica se había ido. Tampoco sabía que el caeruleus conocía la "relación" que tenía con Alehyss. Se preguntó por qué lo sabía.

Arqueó las cejas y suspiró. Luego volvió a torcer una sonrisa.

—Lo cierto es que no hemos hablado mucho. —Se encogió de hombros—. ¿Qué quiere que le diga?

El chico continuó con su actitud esquiva y, aunque su gesto varió un poco con la mención de la chrysos, sus respuestas no fueron demasiado distintas. El líder volvió a sonreír.

—Te noto algo tenso, Lyam. Parece que esa escapada familiar no te ha despejado demasiado. Tómatelo con calma, chico... —Comentó con una risilla, agarrando el mentón del chico con el pulgar y el índice durante un instante y dándole un ligero toque hacia arriba antes de soltarlo. Luego, con un gesto del índice, utilizó su magia para colocarle bien la camisa.

—La verdad es que he oído hablar tanto de ti en estos meses que esperaba verte. Pero veo que dormir solo ha echado a perder tu gracia... —El líder soltó un suspiro exagerado, casi como un mohín de desilusión y peinó el flequillo del muchacho hacia un lado con un nuevo gesto mágico de su mano. —No deberías ser tan inseguro con las mujeres, Lyam. Qué pensaría tu madre... —El líder ya había tenido suficientes conversaciones o disputas con el muchacho para tomarlo con tal confianza y, desconfiando de que se encontraba amargado por algo, quiso hurgar en su malestar, y quién le iba a privar de faltarle al hijo enclenque de una mujer de barrio cualquiera.

Lyam esbozó una amplia sonrisa.

—Impresiones suyas —aseguró, observando al caeruleus. Apretó la mandíbula cuando le agarró el mentón y, cuando el líder lo soltó, chasqueó la lengua.

Volvió a mirar al líder cuando este habló de nuevo. Se preguntaba si era cierto eso de que había oído hablar de él. En caso de que fuese, ¿qué le habían dicho al caeruleus? Prefirió no pensar en ello.

—Lamento desilusionaros. —Sonrió y se echó el flequillo hacia atrás—. Pero de alguna forma, me honra que tuviese tantas ganas de verme. Con la de gente que hay por aquí, estoy por considerar que es todo un honor que le despierte tanto interés. —Ensanchó la sonrisa—. Aunque lamento decirle que no es un interés mutuo.

Se encogió de hombros. El caeruleus le peinó el flequillo hacia un lado, y él volvió a echarlo hacia atrás. Esos hechizos le resultaban molestos, casi tanto como los siguientes comentarios del líder. No obstante, a pesar de la molestia que le despertaban las palabras del caeruleus, el chrysos esbozó una enorme sonrisa antes de hablar.

—No soy inseguro con las mujeres. Créame: no lo soy. —Negó con la cabeza, sonriente—. Como dice usted, ¿qué pensaría mi madre si lo fuese?

El chico pareció venirse arriba son sus comentario, eso resultaba una buena señal porque quería decir que su cabeza no estaba tan atolondrada como lo parecía cuando lo había visto caminar por el pasillo. Aunque sus respuestas fueron impertinentes siempre eran más interesantes que un discurso inventado.

El líder amplió su sonrisa y dio unos toquecito con la mano en la cara del chrysos, aumentando la fuerza y sequedad de éstos de forma gradual al tiempo que hablaba.

—Eso es, chico, un guerrero tiene que tener la cabeza fría —Detuvo su mano, pero no la separó de la cara del chico, sino que la afianzó para hablarle de cerca. —Pero voy a cansarme de repetirte el temario sobre saber dónde está tu lugar, Lyam. No confundas la franqueza con la impertinencia o empezaré a creerme que, de hecho, sí tienes interés en verme —Comentó suavizando la sonrisa y haciendo que su mano se apartase de la cara del chico con una caricia descendente. Tomó aire de forma muy ligera y, en el instante mismo en que debería soltarlo, su mano voló de izquierda a derecha para dar un fuerte tortazo en la mejilla del chico, la opuesta a donde le había estado calentando. El aire salió por su boca.

—De hecho... Sí, creo que me faltaba un poco de esto —Quitó el polvo y colocó los hombros del muchacho sutilmente. Aquello había sido una caricia. Si golpeas a un perro con toda la intensidad cuando intentas educarlo el perro conocerá y aceptará el dolor del golpe y entonces no representará para él un temido posible castigo. El líder tenía ciertas cosas muy en cuenta.

—Te dejaré tranquilo por hoy, muchacho. Ya es hora de mi almuerzo. Buenas noches y que descanses en paz... —Dicho esto pasó de largo del muchacho y, un par de rítmicos pasos después desapareció del pasillo. Lo cierto es que los primeros guerreros tienen un aire nostálgico especial para los golpes.

*se desvanece*

Lyam frunció el ceño, pero no se apartó. En su lugar, se limitó a observar al caeruleus mientras este hablaba, notando cómo la fuerza de los golpecitos iba aumentando progresivamente. Cuando el caeruleus se acercó, volvió a levantar el mentón. Sonrió.

—Créame: no tengo ningún tipo de interés —murmuró, casi desafiante. Mantuvo la mirada mientras el líder retiraba la mano, reprimiendo una mueca.

Evidentemente, el tortazo le pilló por sorpresa, aunque le molestó menos que el gesto que el caeruleus hizo después. Pese a que intentó evitar que el líder le tocase los hombros, no pudo hacer demasiado, así que se limitó a apretar la mandíbula y a observarlo con evidente desagrado. Cuando lo soltó, él mismo se pasó las manos por los hombros, como si intentase limpiarse algo, y observó la espalda del caeruleus mientras este se alejaba.

—Cabrón... —susurró apenas unos segundos después de que el líder desapreciese. Llevaba tanto tiempo sin ver a esa víbora que había olvidado lo mucho que la aborrecía. No le daba miedo, pero el caeruleus le producía una enorme aversión. No obstante, aquel encuentro había servido para que descubriese que la chrysos no había estado en Brontë, y eso era interesante.

*se va*

El pasillo estaba vacío y en silencio, lo cual resultaba un auténtico alivio. El mal tiempo había vuelto, y lo había notado antes en las alas que en el aire. Con un poco de suerte, a aquellas alturas del año, aquello no implicaría una vuelta al invierno. Quizá un poco de lluvia, algo de frío, pero nada más. Desde luego, esperaba que, por favor, no volvieran el hielo y la nieve. El aire ya era suficientemente frío así como para empeorarlo.

Suspiré con cansancio. Ahora que parecía que empezaba a ser la ocasión de salir al exterior, volvía a empezar todo aquello. Menuda gozada de tiempo.

*Pasea*

FdR.: Grumpy Cierzo is grumpy

Camino por los pasillos sin tener muy claro a dónde dirigirme. La verdad es que me apetece ir de caza, pero con los animalillos que hay por aquí no es nada interesante. Camino con las manos en los bolsillos del abrigo mirando hacia afuera sin pensar demasiado aunque no puedo evitar preguntarme si ha sido buena idea meterme aquí. Llevaría una semana de maniobras y no una sabática... En fin.

Al rato me topo de frente con un tipo con unas alas bastante extrañas, como de mentirijilla pero la verdad es que su cara no era muy de disfraz. No me privo de observarlo algo curioso, con las cejas levantadas y ralentizar mis pasos cuando me voy acercando a él. Cuando nos cruzamos doy un par de pasos para dejarle seguir su camino, pero tuerzo la cabeza para seguir observándole. La forma en la que esas cosas están incrustadas en su espalda me dice que son suyas. No nos llegaba con pequeñajas inútiles, sino que también atendían lisiados. Bueno, al menos parece un tipo listo.

Me detengo y me doy la vuelta cuando se ha pasado un par de pasos.

—Ey —Sonrío de medio lado y le llamo. —¿Eres un guerrero, no? No sabía que la noticia de Brontë había llegado a vuestras cabezas de aether —Hago un gesto mirando hacia arriba —Me llamo Gerald —Saco la izqueirda de mi bolsillo y se la tiendo.

Un chrysos apareció por el otro lado del pasillo, pero no le presté demasiada atención. No estaba muy de humor para nadie, y menos para desconocidos. Ya había pasado de largo cuando me llamó. Me detuve en mi próximo paso, y me quedé un momento de espaldas, oyendo lo que decía, antes de darme la vuelta para mirarle.

Tenía los ojos extraños, pero, ¿quién era yo para hablar de extrañezas? A primera vista parecía un tipo serio, aunque hablaba en un tono bastante desenfadado. Se presentó como Gerald, y le dediqué un gesto de cabeza, a medio camino entre asentimiento y pequeña reverencia, cuando lo hizo.

-Cuando una voz resuena en tu cabeza, dudo que tenga mucha importancia a qué altura te encuentres -repliqué, sin devolverle la sonrisa-. Aunque a decir verdad, yo estaba en Ignis cuando me llamaron. Soy Cierzo -hice una pausa, con gesto aburrido-. De todas formas, que no te extrañe ver gente de Ventus. Esto está infestado de pajaritos.

En cuanto el otro se da la vuelta y no parece dispuesto a estrechar nada hago un gesto de apuntarle con mi índice y medio y dispararle mientras chasqueo la lengua y guiño un ojo. Me acerco un par de pasos. Parece un tipo serio y aburrido.

—Me refería a vuestra cabeza de alpiste —Comento un poco descarado en respuesta a su poco humor. Se presenta como Cierzo y su comentario sobre los otros aether es bastante más gracioso que su cara.

—Por tu tono parece que te molesten delante —Comento cruzando los brazos. —Pero sí, ayer me topé con una pajarilla también. Solo que ella todavía parecía en las nubes —Indico con cierta indiferencia.

Ignoré deliberadamente su comentario. ¿De dónde había salido aquel tipo? Por la pinta, parecía un mercenario. ¿Sabría que todo el pago que iba a recibir allí era pasear por aquellas cuatro paredes libremente? Acabé por brindarle una sonrisa casi imperceptible.

-Sí, creo que es lo habitual -corroboré, con voz cansina-. Supongo que la mayoría no han salido de las islas hasta ahora. Y encima, no les dejan volar -puse los ojos en blanco-. Toda una tragedia.

Caí en la cuenta de aquel detalle por primera vez en el momento en el que lo dije. Los aether no podían volar en Brontë. No tenían libertad para moverse en el aire. De pronto, se me ocurrió imaginarme a mi madre viviendo en aquellas condiciones. Probablemente, se lo tomaría como una auténtica ofensa. Una sombría sonrisa se extendió por mi cara.

Sus comentarios me hacen gracia con lo que dejo escapar un "he" para corroborarlo, algo más amistoso que en mis anteriores palabras.

—¿En serio? No sabía que estábais así de limitados aquí —Comento con cierta curiosidad. La verdad es que me llama la atención ya que un buen ejército del aire siempre es una gran apoyo para la abanzadilla en tierra. No entrenan a los guerreros, hay gente no entrenada en la lucha, no tienen insfraestructura para ciertos escuadrones... La verdad es que empiezo a preguntarme qué clase de lugar es este y qué finalidad real tiene porque parece un saco de suicidas. —Aunque, ¿tú puedes volar? —Pregunto al tipo sin mirar de nuevo sus alas, sino a él. La imagen de antes ha sido lo suficientemente ilustrativa.

No me molesto en añadir nada más. Si no quiere responder porque es un tema delicado no lo hará y tampoco disculpará mi atrevimiento. Si responde tampoco lo disculpará así que ahorro.

Apenas me di cuenta de que me estaba incluyendo en sus palabras hasta que soltó aquella pregunta. La sonrisa se me congeló en los labios, pero mi expresión sombría no varió lo más mínimo. Sentí que empezaba a hervirme la sangre, pero conseguí controlarlo sin problemas.

-No -respondí, casi con fiereza-. No soy uno de ellos. He venido aquí a demostrarlo.

Desvié la vista hacia la ventana, observando las gotas que golpeaban el cristal. El cielo estaba cada vez más cubierto, y no parecía que el tiempo fuera a mejorar lo más mínimo. Me volví de nuevo hacia el chrysos.

-Bueno, supongo que nadie mejor que un habitante de Lau'Teladnt para entender que no poder volar no tiene por qué ser un inconveniente en combate.

Sonrío con cierta satisfacción por la forma de su respuesta. Ese "no soy uno de ellos" me hace pensar que es un tío con principios y con ganas de dar lo suyo a los idiotas y eso nunca viene mal. Su siguiente afirmación también me gusta. No sé bien a qué se refiere con lo que ha dicho, ni cómo se pronuncia, pero recuerdo habérselo escuchado a alguno de los aether que se presentó conmigo a las pruebas del ejército en Caligo.

—Por supuesto. La batalla se basa en eso, sacar provecho de habilidades pero también de inconvenientes. Si no volar fuese un problema la historia nos lo habría contado. Pero en la guerra el atributo no importa, solo importa la estrategia y la determinación —Indico con bastante amabilidad y comprensión, pero seguridad ante todo. Me saco en abrigo y lo cuelgo de unos de los brazos de uno de los candelabros del pasillo. Luego me desabrocho el botón de la manga izquierda y comienzo a remangarla.

—¿Es de nacimiento o posterior? —Pregunto, curioseando un poco. En cuanto el tatuaje se ve bastante bien llegando a superar el pliegue del codo, enrojecido y algo hinchado por el dolor de estos últimos días, dejo de apartar la camisa. —Te aseguro que esto es bastante más problemático que unas alas inútiles, pero tampoco va a ser un inconveniente en combate —Afirmo con apenas una sonrisa retórica y hablando muy seriamente.

El chrysos se mostró completamente de acuerdo, y sus razonamientos demostraban que no hablaba por hablar. Aquella seguridad en sus palabras me hizo afianzar la idea de que era un mercenario o de que, como mínimo, tenía una buena formación militar.

-Se te nota la experiencia en las palabras -comenté, casi amistosamente.

Entonces, se quitó el abrigo y lo colgó en un candelabro, y yo no pude evitar arrugar la frente, preguntándome qué narices estaría haciendo. Entonces comenzó a desabrocharse una manga de la camisa, intrigándome todavía más. Distrajo mi atención con una nueva pregunta.

-De nacimiento -respondí-. Mezcla de sangre flamma y aether. Mala combinación, al parecer -aclaré, irónico.

Entonces, remangó la manga de su camisa hasta la altura del codo, y enarqué una ceja al ver cómo la piel presentaba un aspecto inflamado. Sobre ella se extendía un extraño tatuaje que deduje, por sus palabras, que no se había hecho por gusto.

-Eso no parece de nacimiento -murmuré, sarcástico.

Suelto un nuevo "he" a su comentario, esta vez alzando las cejas por un instante a su comentario, más que nada porque mi ego interno me dice que es bastante obvio. En cuanto termino de remangar la cabeza me paso una mano por el pelo para apartar los posibls mechones rebeldes de delante de mi cara.

—Soy del ejército, por eso soy bastante escéptico con la idea de Brontë según lo que he estado viendo —Confieso sin mayor problema.

Responde a mi pregunta y la verdad es que le considero afortunado. Haber tenido que soportar una atrofia así de forma gradual seguramente habría sido desesperante. Asiento.

—Ya veo, parece que el amor interracial trae consigo sus inconvenientes —Bromeo ligeramente, sin dar demasiada importancia al comentario. En cuando da su veredicto vuelvo a cubrirme el tratuaje.

—Gages del oficio. A veces te alcanza una flecha, otras veces es un mal conjuro —Comento encogiéndome de hombros y dejando escapar una media sonrisa. Luego recupero mi abrigo para colgarlo ahora de mi brazo y manteniéndolo contra mí.

Asentí lentamente.

-Parece que hay más ilusión que profesionalidad -coincidí-. Aunque supongo que es cuestión de tiempo. Cuando las cosas se ponen serias, las almas inocentes desaparecen.

Fuerzo una leve sonrisa a su comentario, pero es una sonrisa algo macabra.

-Yo hablaría más de dinero y conveniencia que de amor -repuse, sin el menor reparo-. Pero sí, el efecto viene a ser el mismo. Aunque, probablemente, si hubiera habido amor de por medio, alguien habría buscado una forma de paliar las consecuencias. A mí me toca buscarla por mi cuenta.

Me encogí muy levemente de hombros, intentando que el gesto no llegara a hacer moverse mis alas. No oculté una mueca de dolor, en solidaridad con el chrysos.

-No parece un hechizo de nivel básico, precisamente -comenté, arqueando una ceja.

Sonrío a sus palabras y asiento.

—Supervivencia. Aunque eso genera individualismo y no conviene demasiado a un ejército. Confío en que los que vienen aprovechen bien el tiempo de calma —Comento, casi con camaradería.

Cierzo se tomó la libertad -o incómoda libertad según su cara- de explicar un poco más la situación. Frunzo un poco el ceño y suelto un leve silvido.

—Oh, vaya. Eso parece más descabellado. ¿Entonces nadie te ha dado nunca una solución? —Pregunto, interesado por el tema. La verdad es que nunca me he parado a pensar en qué puede salir de una pareja de difrente raza. Tampoco me he parado nunca a pensar en tener una familia -ni de lejos- así que quizá sea por eso. La verdad es que la idea me molesta un poco. Es como si Mithos no te dejase liarte con alguien porque igual te sale una quimera cuando quieras ampliar la familia. Ugh.

Abro y cierro la mano sintiendo el pinchazo del codo, pero nada del otro mundo. Observo un momento mi brazo y luego de nuevo a él.

—Sí, es bastante complejo y aun no tengo muy claro cómo funciona... —Confieso con cierta resignación pero despreocupado al mismo tiempo.

Solté una pequeña carcajada, amarga y sarcástica.

-¿Darme una solución? -repetí, escéptico-. Bueno, sí, los médicos propusieron cosas. Había alguna solución, aunque no fuera muy agradable. Pero mi madre se negó en redondo. Unos dirán que es sensibilidad maternal, o el terror de los aether a perder las alas -negué con la cabeza-. En realidad, fue una simple cuestión de orgullo. Si en aquel momento hubiera podido escoger yo, ahora mismo tendría más aspecto de flamma que de aether.

De nuevo, la misma conversación. Y, con ella, las mismas ideas, las mismas imágenes y los mismos recuerdos. Traté de no darle vueltas de más.

-¿Hace mucho que lo tienes? -pregunté-. Supongo que hace falta magia avanzada para controlarlo...

Entorno los ojos y frunzo más el ceño en un gesto de dolor cuando responde a la posibl solución al problema. No sé qué puede suponer tener alas, pero supongo que es como cortarse los brazos o las piernas. Por lo que se ve su madre no lo tiene en muy buena estima.

—Bueno... —Comento mirando a los lados por un momento —Ahora puedes escoger —Digo abriendo un poco los brazos en gesto autoconclusivo y con una mueca de camaradería y pillería. Creo que el gesto se contagió con algo de su anterior tono macabro.

—Desde hace un año, más o menos. Era un pequeño tatuaje normal en el hombro y, tras eso, ya ves, se parece más a un parásito. Hay temporadas más lentas, otras más rápidas. Como una especie de "maldición". Aunque, sinceramente, no me preocupa demasiado lo que haga. Estoy casado con la guerra y tengo asumido que todo puede acabar en cualquier momento —Remato encogiéndome de hombros y con una sonrisa socarrona pero tranquila.

Asentí, casi contento. Tenía perfectamente en cuenta lo que decía. De hecho, por eso estaba allí, para acabar con aquel suplicio. Tan solo quedaba averiguar cómo.

-No creas que mi madre me ha quitado el ojo de encima -repuse-. Tiene mucho poder y muchos medios. Estoy buscando la forma de acabar con todo esto sin ocasionar daños colaterales. Precisamente por eso he venido a Brontë. Sin ella cerca, es más fácil avanzar.

Intenté buscar en mi cabeza alguna clase de hechizo por el estilo que hubiera estudiado. Tenía una formación bastante sólida en magia, pero a nivel básico y principalmente aether. Y aquello no parecía magia aether, precisamente. Aunque nunca podías fiarte...

-Supongo que es una forma de verlo. Desde luego, es importante no temer a la muerte cuando te dedicas a la lucha. Aunque, yo de ti, buscaría también una cura a eso. Pocos ataques hay que no tengan un contraataque...

—Tu madre parece una mujer de armas tomar —Comento con una risilla, más distendido —Creo que hay un médico de palacio, ¿no? Hum, ¿sabes? Me gusta entrenar duro con la espada... —Comento con picardía, como si fuese un niño tramando la mejor forma de robar el postre de la cocina. Formo una imagen mental de un perfecto corte descendente con la katana y casi puedo sentir la ligera presión de la carne bajo el filo. Perfeccionar ese corte... Muy interesante. —Bueno, no es algo que parezca sencillo, pero nunca es imposible —Le aliento.

Su comentario me saca otra sonrisa por ese deje de "preocupación" o mera atención por su parte.

—Sí, he preguntado a varias personas pero parece que no tiene muy buena previsión —Río. —Pero, lo tendré en cuenta —Dicho esto, miro hacia afuera. La tarde se había escapado en el tiempo de conversación. Primer día aquí que se me ha pasado rápido.

—En fin, creo que será mejor que haga algo de provecho —Comento jocoso. —Un placer encontrarme con alguien como tú, Cierzo. Nos veremos por aquí —Le digo para luego despedirme con mi mano libre, echarme el abrigo a la espalda colgando de dos de mis dedos sobre el hombro y continuar por el camino que llevaba antes de cruzarme con él.

*se va*

Una sonrisa lobuna se extendió por mi cara.

-Sería interesante ver esa espada en acción... -respondí a su comentario, aunque no del todo en broma-. Si te soy sincero, estoy buscando la forma de que parezca un accidente -añadí, arqueando una ceja y mirando fijamente aquellos ojos desiguales, con el rostro ahora serio.

Tal y como suponía, su caso era más complicado. Desde luego, no se reducía a cercenar. Asentí con gesto grave a sus palabras.

-No parece tenerla. Aunque nunca está de más seguir buscando -coincidí.

Entonces desvió la vista hacia la ventana, y yo imité su gesto. Fuera estaba oscuro y, como suponía, era hora de despedirnos. Bajé levemente la cabeza, como una minúscula reverencia, correspondiendo así a su gesto de despedida.

-Lo mismo digo -contesté-. Ya nos veremos, Gerald.

Y continué mi camino, en dirección contraria a la suya.

*Se va*

FdR.: ¡Cuánta camaradería! ¡Inigualable amistad! XDDDDD

Zacharyas caminaba encorvado por los pasillos con aire tranquilo. En sus manos huesudas de dedos largos llevaba el libro que leía. Había visto interrumpida su lectura por su convalecencia, pero tras recuperarse por completo de aquellos placenteros dolores no quedaba en su vientre más que otra cicatriz que no sería más que un recuerdo, quizás confundida algún día con un trofeo de guerra, uma herida vinculada a alguna historia inventada que ensalzase hazañas no del todo falsas, pero distantes de ser el verdadero origen de la marca.

*vaga entretenido leyendo*

Me paré en seco en mitad del pasillo. Di una fuerte patada al suelo y eché a correr hacia la figura que se acercaba en dirección contraria, con la risa en la boca y los ojos brillantes. Cuando alcancé su altura, rocé su túnica con la punta de los dedos mientras correteaba a su alrededor.

Por último, me detuve frente a él y apoyé las manos en sus muslos para que dejara de caminar.

-¡Chiquillo! -exclamé, entusiasmada, mirando hacia arriba para buscar su cara más allá del libro.