Huerta.

A pesar de que aún tenía el catarro cercano y de que habían vuelto la lluvia y el frío, me apetecía tomar el aire, así que me abrigué un poco y salí a dar un paseo. Necesitaba pensar y relajarme un poco, así que fui hacia la zona de cultivos porque sabía que era un lugar poco transitado.

Lo había pasado bien con Follow. Pese a que me había extrañado un tanto su actitud, había sido agradable y hasta divertido. Cenar, nadar, el beso... Me llevé una mano a los labios, recordándolo un poco ruborizada. No acababa de hacerme a la idea de que me pasaran esa clase de cosas, pero a la vez me gustaba.

Un extraño sonido me sacó de mis pensamientos. Un sonido extraño y, que por algún motivo, no me auguraba nada bueno. Suspiré, exasperada. Loksass y mi mochila estaban en la habitación. ¿Cómo me había relajado tanto como para no llevar siempre mi arma encima? No tenía tiempo de ir a por ella; tenía que averiguar qué estaba pasando.

*Echa a correr sin saber muy bien a dónde ir a investigar XD*

Llegué a una huerta que nunca antes había visto. Sonreí ampliamente. ¡¿Cómo no lo había pensado?! Pasaba hambre como un mendigo cuando podía hacer mi propio cultivo de verduras y ser un huertero... Además, tras el cuidado del jardín de unos días antes ya sabía que tenía mano para las flores, y las verduras no debían de ser muy diferentes.

Me dediqué a recorrer aquel lugar, fijándome en cada planta. Algunas tenían frutos y otras no. Parecía complejo, pero nada que Rick el huertero mendigo no pudiese hacer.

Tras investigar un poco, arranqué un par de frutos y me fui por patas.

*se va*

La tierra estaba mojada, pero ya no llovía. Me adentré entre las plantas con curiosidad; algunas eran incluso más altas que yo, y eso lo hacía gracioso; era como estar en una casita verde.

Una gota me cayó sobre la coronilla y miré arriba. Una enorme hoja de berza se extendía, rizada y brillante de lluvia. Riendo un poquito, la saludé con la mano. Luego, continué mi camino. Al cabo de un rato, me detuve y miré alrededor, como si me acabara de dar cuenta de dónde estaba. Tras una nueva risita, me tumbé boca abajo en el suelo y cerré los ojos, haciendo muecas con el labio, que seguía un poco hinchado.

*Se queda*

Había dormido muy bien en palacio, pero la verdad era que tras aquello era fácil acomodarse, por lo que en cuanto pude salí de nuevo al exterior. Como un regalo de Mithos, la lluvia había cesado.
Pasé por la huerta para coger algo de comer. Me dediqué a observar frutos y verduras sin que nada me llamase especialmente. Entonces vi un bulto unas berzas más allá y me acerqué. Era un cuerpo. Y no cualquier cuerpo.

Dormida, con el cuerpo lleno de moratones o algo así y el labio herido estaba la pequeña parvus. Palidecí.
Dormida o... ¿violada?

Me arrodillé a su lado y puse un dedo sobre sus labios. Respiraba, así que no tendría que hacerle el boca a boca.

-Eh. ¿Estás bien? -le dije, dándole toquecitos en la mejilla-. ¿Cuántos eran? ¿Alguno de ellos era Lyam?

Sentí algo en mi mejilla y, con un temblor en los párpados, aparté aquello de un manotazo, con un gemido adormilado. Me revolví en el suelo, perezosa, antes de bostezar sonoramente y frotarme un ojo. Mientras me estiraba, abrí los párpados levemente, aunque al enfocar no tardé en abrirlos del todo de golpe y dar un respingo.

Me senté y eché hacia atrás, alejándome. ¡El gigante pelirrojo! Lo miré un momento, sin acabar de comprender, aún algo aturdida. Finalmente, empezó a cobrar sentido.

-¡Ah! -exclamé-. ¡Solo una! Una hoja enoooorme -abrí mucho los brazos, marcando el tamaño como podía-. Y me dio aquí -me señalé la coronilla.

Volví a bostezar, frotándome de nuevo el ojo y manchándome la mejilla de tierra.

Me rasqué la cabeza, pensativo. ¿Una hoja? ¿De qué narices hablaba?

-Creí que te habría pasado algo. La gente no suele estar tumbada entre lechugas. Y menos aún cuando acaba de llover...

Miré el suelo, embarrado y húmedo, que ya había manchado de nuevo mis zapatos. ¿A quién se le ocurría? Quizás era una terapia de belleza o algo así.

-Por cierto... ¿Qué te ha...? -con una mano abarqué mi cara, mirándola, haciendo referencia a la suya-. ¿Con quién te has batido? ¿Ha habizo quizás una dura batalla y no estuve presente?

Lo miré fijamente, con los ojos entrecerrados, como buscando comprender. Me miré la ropa, húmeda y embarrada, y compuse una mueca sorprendida. Tomé un puñado de tierra en la mano y lo miré casi con dulzura. Luego solté una risita y lo dejé caer.

El gigante seguía hablando, y hablaba mucho. Lo miré muy fijamente durante un segundo, completamente seria.

-No tienes nada en la cara. Y yo me he batido con la siesta.

Enarqué una ceja, confuso. Vaya chica más rara era aquella.

-¿Te has batido con la siesta? Pues déjame decirte que has salido perdiendo, porque te ha dejado hecha un desastre-. Me llevé una mano a la barbilla, pensativo. La verdad era que tenía un aspecto horrible-. ¡Por Mithos! Es que tienes la cara y el cuello como si te hubiese atacado un gigante. ¿No deberías ir a la enfermería?

Un gigante...
Entonces me di cuenta. Zacharyas... Zacharyas... Él le había hecho eso.

¡ZACHARYAS HABÍA PEGADO A UNA DAMA! Vaya hombre más despiadado.
De pronto la miraba preocupado, con cierta pena.

Me levanté y me sacudí las rodillas, con una radiante sonrisa.

-¡No sabes nada! ¡Estoy como nueva! ¡Ya nadie podrá vencer mi fuerza! -reí, alzando y doblando los brazos para marcar músculo, con expresión de poderío.

Me acerqué un poco, con cierta desconfianza. Me agaché junto a sus pies y cogí algo de tierra.

-Un gigante. Un gigante que habla de gigantes. Y que es muy graaaaande -me levanté y estiré mucho, señalando tamaño- como una hoja.

La miré, entristecido. ¿Por qué toda aquella parapiernalia? No tenía que mentirme. Era obvio que Zacharyas le daba miedo y que no se atrevía a acusarlo, pero mi vena de justiciero me obligaba a terminar con todo aquel mal. ¿Cómo había podido ayudar a aquel cerdo a acercarse a ella?
Puse una mano sobre su hombro, buscando sereno, heroico, sus ojos.

-Eso te lo ha hecho Zacharyas, ¿verdad? -. Gruñí, enfadado. ¿Cómo había podido creerme todo aquello? ¡¿Cómo me lo había permitido?! ¡Quería regalarle pelo y llevarla a las mazmorras!-. No te preocupes. Le daré una paliza tan grande que no volverá a tocarte.

Dicho esto, me fui corriendo de allí. ¡Con nobleza o sin ella, aquello no se podía permitir!

*se va corriendo*

Me quedé un momento muy quieta, como paralizada, mirándolo. Poco a poco fui bajando los brazos, con expresión asustada. Entonces, echó a correr y mi cerebro se puso en marcha a toda velocidad. De pronto, mi rostro se tornó sombrío y macabro.

-No... ¡NO! ¡NO LO TOQUES!

Y, con una expresión de absoluta rabia y urgencia, eché a correr tras él. Que se atreviera.

*Se va corriendo detrás*

Lluvia paseaba por el exterior de Palacio sin saber muy bien qué hacer. Había recibido la invitación a la fiesta, y se había preparado para ella, pero no tenía muy claro qué debía hacer. ¿Tenía que esperar dentro? ¿O tenía que ir afuera? ¿Le darían alguna instrucción o podía hacer lo que quisiese? Recordaba que en las fiestas a las que iba con sus padres siempre tenía que esperar pacientemente a que el anfitrión dijese qué hacer, y también recordaba que la gente solía juntarse en una sala mientras aguardaban a dicho anfitrión. Pero, de la misma forma que sabía aquellas normas, también sabía que Brontë no era igual que una enorme mansión, que las cosas ahí funcionaban de distinta forma y que la gente, por lo general, solía estar ocupada en sus asuntos (o al menos eso creía). 

Concentrada como estaba, no se dio cuenta de que había abandonado los jardines hasta que tropezó con una especie de cordel y cayó al suelo.

—¡Ay! —exclamó, frunciendo el ceño y apartando la cara de la tierra.

Lluvia, con las manos apoyadas en la tierra, observó al desconocido que acababa de aparecer durante unos segundos, antes de volver a bajar la vista, ligeramente sonrojada. El chico, que debía tener más o menos su edad, era un piscis bastante alto y, por lo que podía ver de su cara, bastante atractivo. Lluvia se preguntó cómo se llamaba y por qué llevaba esa especie de tela cubriéndole parte de la cara, pero no preguntó nada; en su lugar, se limitó a tomar aire y a tragar saliva, nerviosa. 

Había visto a algunos chicos durante su estancia, pero ninguno de su edad. ¡Ninguno! ¿Cómo debía hablarle? ¿Qué debía decirle? ¿Tenía que tratarle de usted? ¿O no quería? ¿Debía disculparse por haberle interrumpido? ¿O no? Lluvia notó cómo el rubor de sus mejillas aumentaba. ¡¿Qué tenía que hacer?!

Cuando el desconocido le tendió la mano, la aether lo miró, sorprendida y más ruborizada que antes. Pasados unos segundos, tomó tímidamente la mano que le ofrecía y se puso en pie.

—Mu... Mu... Mu... Muchas ¡gracias! —dijo, nerviosa, mirándolo de reojo. Luego apartó la vista y observó unos tomates. Volvió a tragar saliva y, de nuevo, lo miró de reojo. El rubor volvió a aumentar.

—Si... Siento... Siento si le he molestado... No, no, no. —Negó con la cabeza—. Siento si te he molestado... No era mi intención y, eh... —Tomó aire y, armándose de valor, lo miró y le tendió una mano—. Me... Me llamo Llu... Lluvia. 

El chico tenía las manos ásperas, pero no era un tacto muy desagradable.

Fdr. "omg he's hooooooooooooot" <- básicamente.

Lluvia apartó la mano al ver que el desconocido no mostraba interés en estrechársela y chasqueó la lengua. ¿Se había pasado otra vez con sus modales? A lo mejor no le gustaba que le tendiesen la mano porque se sentía mayor. O, tal vez, no debió haberle tendido la mano porque era una chica. ¡Una chica! Las chicas no tendían la mano; las chicas daban dos besos, uno en cada mejilla. ¡Cómo podía ser tan tonta! 

—¡Ah, lo siento! —dijo, acercándose al piscis—. No debí haberte tendido la mano... ¡Perdona!

Durante unos segundos, lo miró con cierta curiosidad, preguntándose si debía saludarle de la forma que ahora consideraba correcta. Finalmente, decidió que lo mejor sería no hacerlo; no quería cometer un error y, además, la mera idea de acercarse a su cara hacía que se le subiesen los colores. Pese a ello, la aether quería saber su nombre, así que, armándose de nuevo de valor, preguntó.

—¿Cómo te llamas...? 

Y lo miró de nuevo con curiosidad, barajando diferentes posibilidades. ¡Seguro que tenía un nombre bonito! Le pegaba tener un nombre bonito; uno que sonase bien y fuese agradable. Cuando el desconocido habló, Lluvia añadió que el nombre debía ser, además, especial, pues lo que el muchacho dijo se le antojó peculiar. Frunció levemente el ceño. No había entendido lo que había dicho.

—¿Eso quiere decir que no te gusta la lluvia o...? —Esbozó una tímida sonrisa—. Es que no lo he entendido. Perdona...

Lluvia alzó ligeramente las cejas, sorprendida. Era la primera vez que se encontraba con alguien que tenía mote en vez de nombre. Follow. Realmente, no sonaba mal; era un mote curioso, peculiar, tal y como, de alguna forma, se había imaginado. O, al menos, a ella le parecía especial. 

—En... Encantada, Follow —murmuró, curvando ligeramente los labios, ya mucho más calmada que antes. Si no pensaba en que estaba hablando con un chico de su edad, no se ponía tan nerviosa; no se paraba a pensar en si estaba haciendo el ridículo o no, o en si parecía una señora mayor en vez de una chica joven o en si parecería tonta y estirada. 

Con atención, la aether escuchó la explicación de Follow a su pregunta. ¿El destino había escrito que se encontrarían? Lluvia frunció levemente el ceño. ¿Por qué decía eso? De todas las personas que conocía, aquel muchacho era el primero que se refería a un encuentro casual como algo que debía darse, como algo que estaba escrito que acontecería. Era extraño. Y, de alguna forma, algo triste. ¿De verdad el destino había escrito que iba a caerse? 

—¿Entonces el destino quería que me cayese? —inquirió, divertida. Miró al piscis y sonrió levemente—. Qué malo...

FdR: Todo frío, todo cruel XDD

Lluvia asintió. Así que el destino no incluía el cómo, sino sólo el lugar al que se llegaba. Era curioso, pensó. Ella, como bien había demostrado, creía que el destino afectaba a todo, tanto al cómo, como al porqué como al fin, pero parecía que se había equivocado. Sonrió. ¿Qué más cosas peculiares sabría ese chico? Seguro que muchas. ¡Parecía muy inteligente!

—Entonces el destino no es el culpable de mis caídas... —respondió, mirando al muchacho. Ensanchó la sonrisa—. Espero que la próxima vez que me encuentre con alguien no sea cayéndome. 

Rió suavemente, contenta. Luego, cuando escuchó una música, escudriñó el lugar, preguntándose de dónde provenía. Según su oído, aquel sonido salía del interior de Palacio. Lluvia alzó las cejas, sorprendida. ¿Había empezado ya la fiesta? 

Miró a Follow. De pronto, se le ocurrió que podían ir juntos. Así ambos sabían si había empezado o no. Sin embargo, antes de que pudiese proponerle si iban juntos a Palacio, el muchacho se despidió de ella y empezó a caminar en dirección a Palacio. 

Lluvia frunció levemente el ceño, confusa, y observó la espalda del muchacho. Luego suspiró.

—Chao... —murmuró. 

Se mordió el labio inferior. ¿Por qué se había ido tan rápido? ¿Le había aburrido? ¿Le había caído mal? A lo mejor pensaba que era muy tonta, que las guerreras no se caían y que ella, sin duda, no debía estar ahí. 

Suspiró de nuevo y bajó la vista al suelo. Al hacerlo, se dio cuenta de que tenía el vestido manchado de tierra. Volvió a suspirar. Luego comenzó a andar hacia Palacio. 

*se va*

Fdr. : (

Había nubes y hojas por encima de mi cabeza. En el huerto, en una zona de árboles frutales, se estaba a gusto de día, pero hacía frío de noche. Aún así, era divertido recoger y amontonar las manzanas caídas en torres y pirámides. Algunas, generalmente pequeñas y más bonitas, incluso estaban buenas.

Me encontraba debajo de uno de esos árboles. Había hecho una pirámide alta, pero en un momento del proceso, las manzanas habían rodado al suelo. Ahora, ya sin luz, era más difícil encontrarlas, pero me esforzaba por amontonarlas de nuevo para iniciar otra de mis construcciones.

Sonreí y di un mordisco a una de aquellas pequeñas manzanas, que comía mientras buscaba.

*Se queda*

Zacharyas había caminado un rato. Aunque pareciera que solo quería airearse, lo cierto era que en parte también quería toparse con alguien, aunque no como la noche anterior. El caeruleus no creía que luchar tan pronto fuese bueno para su costilla de nuevo.

Caminando por diversos lugares, buscando a alguien sin lograr encontrarlo, terminó por casualidad, casi como última opción cercana al palacio, en la huerta. Al ver allí a la parvus, una sonrisa acudió a sus labios.

-Stalon -llamó, como había hecho el día anterior al percatarse de su presencia, comenzando a caminar hacia ella con pasos lentos y algo aparatosos debido al dolor que le producía cada uno de ellos en el costado.

Estaba dando un nuevo mordisco, al tiempo que colocaba una manzana más en el montón, cuando una llamada que casi parecía repetirse en el tiempo consiguió mi atención. Sin soltar la manzana de la mano ni la que tenía entre los dientes, me alcé de nuevo y lo miré, curiosa. De nuevo una sombra negra.

Con la boca oculta por la manzana, sonreí. Sosteniendo la manzana que comía solamente con la boca y arrodillándome, usé ambas manos para buscar entre las manzanas. Con tan poca luz no podía ver su aspecto, pero palpé varias en busca de una de mi gusto. Cuando la encontré, retiré la manzana de mi boca y me levanté.

Caminé tranquilamente hacia él, masticando plácidamente. Al llegar a su altura, aún sonriente, le tendí la manzana sin empezar.

-Están buenas -aseguré.