Huerta.

Por lo visto, mi solución le servía. Y, por si eso fuera poco, añadía la luz, que desde luego, no estaba de más en una situación como aquella. Cuando hubimos brindado, bebí con tranquilidad, aunque sin poder evitar una sonrisa al ver la forma tan extraña en que actuaba, como si se hubiera olvidado de cómo se bebía.

Me lo tomé con calma para vaciar el vaso, poco consciente del silencio hasta que se señaló el cuello. Claro, así era complicado. No me había dado cuenta. Con Jun siempre había silencio, de alguna forma. Me acerqué a coger el amuleto y me lo puse al cuello. Luego le quité el vaso para rellenárselo.

-No empieces a enviarme visiones raras, ¿eh? -advertí, tendiéndoselo.

Le facilito el hacerse con el collar, y una vez lo tiene en torno al cuello y me quita el vaso la miro algo alarmado.

-¿Otra vez? Empiezo a notarme algo raro. ¿Estás segura?

¿Visiones raras? No puedo evitar una sonrisa muda a eso. Pues podría ser divertido. Nunca aprovecho esa posibilidad, pero la verdad es que...
Cuando recojo el vaso y lo miro ya estoy pensando en cómo poder usarlas. Supongo que no seré tan malo.
Bueno, yo no soy malo nunca..., casi.

-Parece que lo digas porque realmente quieras -le transmito, tratando de sonar jocoso.

Le dediqué una mueca burlona, al tiempo que me servía yo. Y eso que estaba siendo buena y se lo estaba cargando lo justo.

-Bueno, a lo mejor lo que pasa es que deberías beber un poco más despacio, que no es agua -apunté. Si iba a medio vaso por trago, de verdad se iba a dormir en un momento.

Di yo un trago a mi propio vaso, pero cuando habló lo bajé y le dediqué una mirada desconfiada, con los ojos entornados. Traté de levantar una ceja, pero era algo que jamás había sido capaz de hacer, así que no me quedó un gesto muy especial.

-Lo digo porque ya te estás emocionando, y a saber cómo acabas. A los niños hay que controlarlos cuando hacen cosas de mayores, que no se te olvide -contraataqué, fingiendo un gesto altivo.

Volví a dar un trago. La verdad era que con el zumo estaba rico.

Pruebo a beber un sorbo esta vez, siguiendo su consejo. Parece peor, aunque sea mejor para el cuerpo. O no... Será malo de todas formas...
Lo que quiero decir es que ese sabor amargo del final resulta peor si lo sientes diez veces que si lo sientes dos. Pero bueno... Si bebo despacio podré acabar no bebiendo y sujetando el vaso sin más o algo.

Y diría que veo un poco borroso en los bordes, pero con esta luz a saber. ¿Y esto cómo es? ¿Estaré poniéndome nervioso?

-Eh, no soy un niño. Soy mayor que tú. No te crezcas por estar de cumpleaños -advierto, frunciendo un poco el ceño.

No tardo en sonreír de nuevo.
Si alguien hace cosas de mayores es ella. No yo.

Suspiré, negando. Siempre las mismas quejas. Solo un niño se quejaría de que lo llamaran niño. En algunas cosas, no cambiaba.

-Bueno, puedes tener unos mesitos más, no te lo voy a negar -accedí, quitándole importancia-. Pero la mayor sigo siendo yo. Acéptalo, mi pequeño.

Solté una risita, que acabé por ahogar llevándome el vaso a los labios. Bueno, tampoco era tan divertido, pero meterse con Jun estaba bien de vez en cuando. Y, de hecho, cada vez lo hacía con menos frecuencia.

Me lo pienso un momento. Llego a hacer amago de pensármelo. No sé cómo se me ocurre pensármelo siquiera cuando es física, científica y cuánticamente imposible.

-Para nada. Si te saco más de una cabeza -termino por reprochar, divertido, apoyando una mano en el suelo para ayudarme a levantarme-. Mira, mira.

Parece que el mundo es más inestable de lo que recordaba. Al tratar de alzarme me doy cuenta, porque aunque yo me siento con las ideas muy claras mi cuerpo no parece tan estable, y me balanceo un momento antes de encontrar el equilibrio. Por suerte, por una vez mi torpeza no aparece para ayudar a mi desequilibrio.
¿Es esto? ¿Esto...?

Cuando hizo amago de levantarse, no pude sino llevarme una mano a la cara y negar con un suspiro. Pues sí que le sentaba mal aquello... Acabé por alzar una mano para tirar de su ropa hacia abajo y sentarlo de nuevo.

-Que hablo de madurez, hombre -me quejé al ver que se negaba a entender-. De experiencias de la vida. De saber estar. Te crees tú que me vas a cuidar porque te ha dado por pegar el estirón. ¡Pues espera entonces a que me dé a mí por ponerme zancos!

Una idea de lo más absurda. ¿Por qué iba a ponerme yo zancos? Qué horror. Pero eso era un secreto y no lo iba a decir, y si no lo decía, él tendría que ver que no podía rebatirme. Para asegurarme de guardar silencio, me llevé de nuevo el vaso a los labios.

Termino por dejarme caer sentado con un suspiro, dejando ir la luz que empieza a fatigar, y me salpico un poco con lo que sea que lleva el vaso. Zumo con fuego. Busco su silueta, de todas formas, algo dibujada por la luz algo alejada de Brontë.

-Ya lo sé -termino por transmitirle. Al final entre torpezas y otras cosas acabo sintiéndome un tanto resignado-. Pero tú siempre eres increíble y sabes más de la vida, y yo solo sé más de libros-. Que parece mucho pero luego...-. Querría ser un poco impresionante también, a veces.

No tengo que convertirme en un guerrero más poderoso que todos los demás, o derrotarla. Pero que permita un poco.

Me llevo el vaso a los labios. Ahora tengo la boca seca y con tal de volver a sentirla normal...

Puse los ojos en blanco y di un trago un poco más pronunciado, terminando con el contenido del vaso. Siempre igual...

-Eres un adulador -me quejé, volviendo a hacer la mezcla-. Tranquilo, te dejo ser impresionante. Como si dependiera de mí... Tienes tus cosas, como todos. Soy la mayor, pero no empieces con jerarquías, que me mareo.

Le quité el vaso y le eché un poco más también a él. No fuera a quedarse con sed. Lo miré, ladeando la cabeza.

-Bueno, ¿qué tal lo llevas? -pregunté con curiosidad.

No soy un adulador, para empezar. Solo he tenido pocos amigos, pocas relaciones con personas, y si veo algo increíble pues me cuesta no decir que es increíble. Eso es educación, ¿no?
Es educación...

Vuelve a servirme, y eso que aún me quedaba. Me lo estoy tomando con calma. No sé cómo funciona esto, pero empiezo a sentir la cabeza pesada y ligera al mismo tiempo. No me noto muy listo. Es como...
Bueno...

Invoco un nuevo clair ëm yäk, uno suave, para darnos luz. La miro entonces, guardando silencio, concentrándome. Le envío una imagen de lo que veo, de ella misma, para que perciba lo difuso del ambiente.

-¿Es normal eso?

No sé si la niebla es de los ojos o de la cabeza o... Me siento un poco como despertándome de una anestesia o así, pero siempre.

Lo miré un momento mientras hacía sus hechizos. La verdad era que no podía evitar pensar que no era buena idea. El señor Brumm aparecería si había problemas, y con el alcohol había más posibilidades de que hubiera problemas. Aunque parecía manejar la magia sin problema, por el momento. Un punto a su favor.

Reí a su pregunta y asentí.

-Perfectamente normal -confirmé-. Aunque dije que nada de visiones raras. Ahora puedes probar a decir palabras difíciles muy rápido. Así se puede ver qué tal estás.

Me preguntaba si se lo tomaría al pie de la letra. Bebí de nuevo.

Así que es normal. Así que es lo que ellos ven, o sienten o lo que sea.
Esbozo una sonrisa, más tranquilo.

-No es una visión rara -rechazo a su mención-. Eres tú-. Soy consciente de el silencio que ha quedado tras lo que le he hecho llegar al cabo de un instante.

Durante ese tiempo me dedico a mirarla muy fijamente, y me doy cuenta de que si la examino con mucha atención parece una persona distinta. Parece tener otros rasgos, o marcas que no había visto, o la luz hace formas extrañas, y la vista nublada ayuda a ello. Y los ojos por la noche parecen mucho más oscuros, y la piel más pálida por la luz blanca.
He terminado por ver normal la cicatriz de su rostro, pese al terror inicial. Apetece extender la mano y...

-Una visión rara sería un bismonte guiando un carro tirado por personas.

¿Qué ha dicho de palabras difíciles?

-Creo que no sirve si las piensas. Esternocleidomastoideo. ¿Ves? A mí no se me puede trabar la lengua.

Eso podría ser una...

FdR- Pausa por madrugón...
muero

Me lo quedé mirando un momento, con expresión evidentemente poco convencida. Al final, acabé por suspirar y negué por la cabeza.

-Te guste o no, la única forma de verme a mí misma y que no sea una visión rara es mirarme al espejo -insistí, convencida, antes de llevarme el vaso a los labios.

Solté un resoplido ante su sugerencia. Negué rápidamente, pero tuve que detenerme porque empezaba a sentir un cierto mareo.

-Nada de bismontes. Si quieres bismontes, te vas al establo -declaré, firme.

Seguí bebiendo, aburrida por la forma en que se lo tomaba. La verdad era que era un poco rollo si a todo le ponía pegas. Un poco bastante rollo.

-Cuando se te empiece a ir el control. Cuando empieces a intentar pasarme las ideas antes de esturturarlas bien en tu cabeza. Entonces sabré que te ha afectado bien -decidí.

Me llevo el vaso a los labios, dejando que el líquido los roce pero sin beber. El olor dulce del zumo se mezcla con el otro y genera un conjunto bastante extraño.
Supongo que ella tiene razón. Verse a uno mismo en el espejo es normal. E incluso ahí, si te fijas de una forma extraña, acabas teniendo también un rasgo que no recordabas.

-Nunca he estado en los establos -comento, dejando las palabras en el aire, o en su cabeza, bueno-. Me asomé alguna vez, pero nada más.

No quiero ver bismontes, de todas formas. Y no podrían conducir un carro, así que de todos modos la premisa es imposible.

Irse el control. Perder el control.
Eso es lo que le dije que me asustaba. Me asusta explotar de repente, y lanzar rayos por las manos sin quererlo.

-¿Te ha pasado eso?

Me encogí de hombros, con el vaso en los labios. Bueno, personalmente, veía más útil ir a otros sitios.

-No te pierdes nada. Olor a paja y estiércol y moscas. Ya ves -repuse, desdeñosa.

Ladeé la cabeza. Al final, cerré los ojos, negué y le di un par de palmaditas en la espalda. Ya empezaban las tontadas.

-No, no, no -respondí-. Bueno. Un poco. Pero no hago magia cuando bebo, así que ese control, no.

Es rara, de alguna forma. Se comporta de una forma diferente. ¿O soy yo el diferente? Noto que me arde el contenido del estómago, como si fuese ácido. Es corrosivo. Resulta corrosivo.

Así definiría el Abuelo los establos. Aunque él trataba de hacerlo todo limpio. Pero él no se dedicaba a los establos, tampoco...

Niego profundamente, cerrando incluso los ojos, solo un momento. Por una vez no me refiero a eso. Es más como...

-Tú has hecho esto antes. ¿Has perdido el control y hecho o dicho cosas sin pensar? ¿Has dejado de dominar tus acciones como dicen los libros o como cuentan?

Su silueta parece bailar ante mí, desdoblándose sutilmente. Resulta muy interesante verlo de esa forma. Científicamente diferente.

Tuve que pensarlo un momento, y eché cuentas. Mientras, bebía lentamente el contenido de mi vaso. Después de un par de copas, había decidido que estaba bueno. Al final, dejé el vaso a un lado y lo miré con una sonrisa.

-No he leído muchos libros de borracheras -. Hice una mueca burlona-. Pero no -decidí finalmente-. No es como que... me poseyeran -. Fruncí el ceño, pensativa-. Te vuelves más atrevido. A lo mejor no te cuesta tanto decir ciertas cosas. A lo mejor luego lo piensas y te da algo de vergüenza, pero no es ninguna catas... catras... No, estaba bien. Ca-tás-tro-fe. Eso -. Lo miré, ladeando la cabeza, con una sonrisa entretenida-. ¿No te sientes más atrevido?

Cogí otra vez el vaso, pensándome si volver a llenarlo.

Noto que me ruborizo un momento y me apresuro a negar, con apuro. Ni yo tampoco... Yo tampoco.
Al dejar de agitar la cabeza es como si el movimiento siguiera. Me siento como si el cerebro hubiese dejado una estela de luz marcando cada giro. Las líneas cinéticas. Las líneas...

-Es como si te poseyeras a ti mismo. Misma -aventuro, mirando su silueta de reojo.

Más atrevido. Eso es como más valiente. Yo nunca he sido atrevido, pero en el ataque disparé contra los yetis. Entonces... durante un momento sí lo fui. Y ni me lo planteé.
Entonces supongo que sí soy más valiente ahora que cuando vine. No solo ahora ahora, sino ahora. Ahora.

En lo que pienso todo eso bebo un sorbo. No creo que si lo tiro sea muy bueno para las plantas o...

-Me siento más atrevido. Pero no se me ocurren cosas atrevidas.

Quizás podría... ir a nadar de noche o...
Bueno, lo que hago es atrevido en sí mismo. Creo.

Fruncí el ceño, mirándolo con extrañeza. Me llevé la mano derecha al pecho izquierdo y lo apreté con fuerza, mirándolo con una sonrisa desafiante.

-Yo siempre me poseo -declaré, segura y a la vez divertida.

Pero Jun seguía tan paradito como siempre. Volví a llenarme el vaso. Las botellas estaban bajando rápido. ¿O sería yo, que había perdido la noción del tiempo? Bueno, no importaba mucho.

-¿Te apetece hacer algo atrevido? -pregunté-. ¿No hay nada que siempre hayas querido hacer pero no te vieras capaz?

Capaz sonaba como capataz. ¿Sería lo mismo?

Sigo su mano con la mirada, alzando las cejas, ruborizándome ligeramente, al ver lo que hace.
Pero sí. Siempre nos poseemos. Nos tenemos. O algo así...

"¿No hay nada que siempre hayas querido hacer pero no te vieras capaz?" Cuando dice eso tardo dos segundos en darme cuenta de que ha vuelto el silencio. Y, por más que piense y encuentre algunas respuestas, la sensación final llega a resultar reconfortante.

-Muchas de las cosas que siempre quise hacer las he cumplido viniendo aquí -le digo, esbozando una sonrisa a sus dos caras mezcladas-. Al menos todas las grandes cosas.

Las aventuras. La libertad. La amistad. Las decisiones. Incluso esto, que no es que quisiese, lo hago por atrevimiento.
Pero tiene que haber algo más porque siempre hay algo más. Siempre hay cosas que...

La intranquilidad comienza a ascender mientras sigo pensando, dando vueltas a las ideas.
Inquietud.

En lo que Jun se lo pensaba, yo me tumbé en la tierra. Estaba seca, pero el frío de la noche la hacía parecer algo húmeda. Era oscura y no muy apelmazada, y tenía un olor agradable. Paseé un dedo por el borde del vaso antes de llevármelo a los labios. Después de beber, miré a Jun con una sonrisa y arqueé las cejas un par de veces.

-Qué valiente -bromeé-. ¿Y no te falta nada?

Desde luego, así era un poco aburrido. La gente solía proponer trepar paredes, pero eso a mí no me atraía ni con alcohol. Otra opción era lanzarse al río, pero Jun apenas sabía nadar, y no pensaba ahogarlo por un poco de fiesta. Desde luego, con los años había perdido la imaginación para las travesuras.

Contemplo su posición como hipnotizado, por nada en particular. porque se ha tumbado, supongo. La tierra parece cómoda. Yo estoy sentado y me siento cómodo.
Sentado y siento...
No puedo evitar un bufido que hace de risa. Me siento cómodo y además me siento cómodo...

No me falta nada... ¿No me falta nada?
Me gustaría gritar algo, pero solo puedo gritar en su cabeza. En su cabeza puedo hacer todo lo que quiera. Me gustaría estar dentro de ella de verdad, de alguna forma. Parece que el amuleto me permita expandir fronteras, pero los límites de la realidad son los mismos.

Llego a pensar que me estoy acercando a ella, que la busco, o algo así. Entonces me doy cuenta de que no es más que una imagen. No es más que una especie de reacción de la cabeza.
La cabeza siempre da vueltas a las cosas. Busca posibilidades. Decide.

-Podemos entrenar -propongo de pronto-. Luchar.

No pude evitar girar la cabeza hacia él de pronto, algo alarmada. Estaba segura de que aquello entraba en el concepto de visiones raras, y estaba segura de que aquella no la había controlado. Bueno. Casi segura. No era eso a lo que me refería.

Su propuesta, por otra parte, tampoco me atraía mucho. No estaba controlándose, ya se veía, y no quería acabar mal, o con el señor Brumm apareciendo por allí. Pero tenía que dar una alternativa. Al final, apuré el contenido de mi vaso y me levanté, resuelta. Demasiado resuelta. Trastabillé un momento y acabé por caer de culo, con un mohín dolorido. Cuando volví a intentarlo, me aseguré de hacerlo más despacio, poco dispuesta a repetir.

-Vamos al lago -decidí. Yo podía controlarlo, después de todo-. No hace falta que haya aguadillas. Te dejo que mojes los pies y ya. O que lances piedras. Lo que sea. Pero vamos.

El bosque era confuso de noche, pero aquella vez no me perdería. No con la luz.

Cuando cae gateo un poco hacia ella, amagando un acercamiento sin llegar a levantarme, pero parece estar bien. Solo ha sido un golpe. No le demos importancia. Hasta es gracioso.
El primer golpe del año.

Al lago. Al lago.
Primero asiento. Luego me doy cuenta de que está oscuro y lo repito, dirigiendo las palabras a su cabeza, manteniendo de nuevo la extraña sensación de que el asentimiento, el movimiento, sigue cuando ya me he quedado quieto.

-Vamos. Eso está bien también -le hago llegar, con ánimo, mientras me esfuerzo por levantarme sin caerme.

Resulta más difícil de lo esperado. ¿Esto es lo que hacen todos? ¿No se sienten muy vulnerables?

Cuando he conseguido estar de pie y que ello no represente un peligro para nadie, espero..., le tiendo la mano para ayudarla a imitarme. Casi me caigo al tirar de ella, aunque no necesite hacerlo con especial fuerza.

Creo que nos tambaleamos un poco más que cuando llegamos. O es inneg...able. Ahora ya puedo decir que lo entiendo un poco, entonces. Y no sé si me gusta o no. Ahora mismo es más como que no sé si debo pensar en eso.

El lago era por...

*se van*

No hace especial frío, y el otoño, recién llegado, impone unos tonos de dorado a los árboles que los convierten en una bonita visión. No tan bonita como tú, por supuesto, pero bonita, a fin de cuentas. Sobrevuelas la zona con energía, aprovechando tus habilidades para hacer cabriolas en el aire, para girar hacia arriba y luego dejarte caer el picado, para planear, para disfrutar del aire contra el rostro.

El ejercicio acaba por dificultar tu aliento, pero, como no puede ser de otra forma, eso solo consigue hacerte sonreír. Se va a quedar una tarde maravillosa, ya lo estás viendo. Es tu presencia, que alegra el día.

*Revolotea*