Huerta.

Aunque parecía evidente que se esperaba de todo el mundo que se pusiera a trabajar, Ben decidió esperar a que el sol cayera un poco antes de decidirse a salir. A fin de cuentas, que ella supiera, nadie había establecido el horario, y trabajaría mejor sin el sol encima.

No estaba especialmente acostumbrada al trabajo, así que se paseó un poco por los exteriores antes de decidirse por algún sitio que llamara su atención. Al final, tras evadir disimuladamente cualquier actividad relacionada con cargar piedras, acabó por presentarse ante la huerta, sin mucha idea de qué hacer.

Había un tipo trabajando algo separado del resto, y también vestido de forma diferente. La caeruleus, curiosa, se acercó hasta él.

-Buenas, colega -saludó, con las manos en la nuca-. ¿Qué se hace por aquí? ¿Te ayudo en algo?

La chica miró alrededor, en busca de herramientas. Alzó un índice, con una sonrisa pícara.

-Un momento -dijo, antes de echar a andar hacia el otro grupo. Sin grandes dificultades, se hizo con una de las palas que allí tenían y echó a andar de nuevo hacia el chrysos-. Bueno, ya estoy armada, toca dar guerra.

Y, siguiendo sus indicaciones, comenzó a imitar sus acciones. Aquello del trabajo no era lo suyo, pero imitando al chrysos, algo iba consiguiendo. Alzó un momento el rostro y las cejas a su pregunta, y luego se encogió un poco de hombros.

-Ah, sí, bueno, hace un par de días -respondió con voz alegre-. Quería llegar antes, pero no andaba el mundo para caminatas. Tampoco sé si llego en buen momento, pero oye. Que tampoco está la cosa para emperrarse con quejas -. Sorbiendo, se frotó un momento la nariz con la muñeca antes de continuar el trabajo-. Tú, en cambio, otro veterano, por la pinta. Soy Ben, por cierto.

Negó con la cabeza, rechazando sus palabras. Luego señaló con la cabeza al otro grupo, un poco más allá. Por último, clavó con saña la pala en el suelo, dispuesta a continuar. Aunque sentía los brazos algo pesados. Aquello no era moco de pavo, desde luego.

-Bah, si va a ser para esto, no sé si me hubiera dado el paseo hasta aquí -replicó con algo de desprecio. Y una mierda. Como para seguir muriendo de hambre por las esquinas. Con las fuentes bestiales de comida que tenían en aquel sitio-. Pero bueno, es un comienzo. El resto ya vendrá cuando venga.

Soltó una pequeña risa ante su respuesta. Así que aquel era el amigo de las ladillas, ¿eh? Qué fácil de encontrar, parecía que fuera como las moscas a la mierda. Que el trabajo, para su desgracia, había traído a Ben unos cuantos guarros salidos.

-Ah, sí, algo he oído por ahí -canturreó, divertida-. Nah, tampoco tanto, para dos días que llevo aquí casi no he hablado con nadie. Primero me encontré a un chaval más callado que una piedra, que de veterano tenía poca pinta, y luego a una tipa muy salada. Una blanquita de pelo azulado, no sé si la conoces. Frikka, se llama.

Se apostaba tres dedos a que sí la conocía.

Lo miró de nuevo, alzando las cejas. Venga, sí, a contar milongas a otros. Había quien no hablaba muy bien del ejército, pero no había oído a nadie mencionar que dedicaran sus días a plantar lechugas.

-Ah, ¿que normalmente te dedicas a esto? -preguntó, escéptica, dando un cabeceo para señalar la huerta-. Porque apaga y vámonos, colega.

De nuevo, una risa. Sí, definitivamente había conseguido conservar sus tres dedos. Y con qué resultado, señores.

-Oh, venga, pero si es un cielo -replicó con una enorme sonrisa, saliendo en defensa de la chica-. Tiene algún que otro complejo, pero nada que no se arregle con un poco de cariño.

Así que se acumulaban los apelativos. ¿Sería un plan conjunto? Crear una serie de contradicciones que solo dejasen como solución a la curiosidad el comprobarlo en la práctica. No sería mala técnica, la verdad. Seguro que más de alguno la había usado.

Soltó una carcajada jactanciosa a su pregunta, señalándose con el pulgar.

-Y en Ventus, Aqua, Humus y Lumen -puntualizó con orgullo. Luego se encogió de hombros-. En realidad no he viajado mucho, no he salido de Fulmen. Supongo que ya llevo los viajes en el cuerpo, no necesito hacerlos.

Sonrió de medio lado, divertida. Después levantó un poco el labio inferior, en señal de conformidad.

-Bueno, sigue sonando más atrayente que cavar zanjas, qué te voy a contar -replicó, conforme con el asunto. Sí, cuando se acabase todo aquel asunto de reparaciones, las cosas empezarían a tener su chiste.

No pudo evitar ampliar la sonrisa ante sus palabras. Qué superficial. Si en una sola conversación había quedado evidente que era todo fachada.

-Bueno, bueno, todos tenemos defectos, ¿eh? -replicó divertida, conciliadora.

Abrió mucho los ojos, alzando las cejas, ante su pregunta. Se señaló con el índice, mirándolo con absoluta expresión de sorpresa.

-¿Yo? -preguntó, confusa-. ¿Y yo por qué iba a tenerlos?

Con respecto a sus orígenes seguía mostrando una expresión de absoluto orgullo. Sin embargo, no pudo evitar un resoplido y una carcajada.

-Soy única en mi especie -soltó, encantada con las preguntas-. Si me viene alguien y me dice que salí de una naranja, no me quedaría más remedio que creérmelo. Que dónde nací. Pues si algún día te enteras me lo cuentas, ¿eh? Aunque imagino que en Fulmen, porque sino ni se me ocurre. Eso sí, las chispitas os las dejo a vosotros. Yo soy más de andar de noche, como los mecñas.

Detuvo un momento su trabajo, alzando la vista para mirarlo un momento, estudiándolo. Luego soltó una carcajada sarcástica, negando con la cabeza. Sin embargo, no hizo el menor comentario al respecto.

Levantó el labio inferior hacia un lado, mirándolo de nuevo con las cejas alzadas, inquisitiva.

-¿Ya estamos otra vez con la importancia del tamaño? -preguntó, divertida-. Yo no necesito valerme de algo tan básico.

Continuó el trabajo tranquilamente. A pesar del cansancio, estaba de bastante buen humor. Su siguiente comentario también fue acompañado de un encogimiento de hombros, aunque esta vez no alzó la vista.

-He aprendido a esconderme bien -replicó, sin darle mucha importancia.

Ayudándose de la mano que le tendía, pronto estuvo fuera de nuevo. Se quitó un momento la gorra y se pasó la pañoleta por la cara, echándose el pelo hacia atrás. Luego volvió a ponerse la gorra y suspiró, satisfecha.

-Me parece perfecto -declaró-. ¿Dónde decías que había que dejar la cosa esta?

De nuevo, levantó el labio inferior. Los esperaba con ansia.

Cuando señaló la caseta y le tendió su pala, la caeruleus sonrió, divertida. Dio un par de pasos, situándose a su lado, y le dio un par de palmadas en el brazo, como de consuelo. Buen intento, pero no.

-La novata, que no la criada -. Y echó a andar a la cabaña, dejando la pala un poco de cualquier manera.

Luego se volvió hacia él y lo despidió poniéndose dos dedos en la frente.

-Nos vemos, ¿eh? -dijo, antes de echar a andar de nuevo con las manos en la nuca.

A ver dónde más podía curiosear un poco.

*Se va*

Al igual que ayer, el chrysos había salido a ayudar con las reparaciones. Esta vez, sin embargo, en vez de dirigirse a la capilla, que ya debía estar casi terminada, había decidido acercarse a la huerta, donde suponía que haría falta más mano de obra. No obstante, al llegar al lugar, se sorprendió por lo avanzados que estaban los arreglos; al ser la huerta, se la había imaginado completamente embarrada, con demasiada agua acumulada y tierra húmeda en todas partes, y a pesar de que sí había franjas en ese estado, también había zonas donde no parecía necesario hacer mucho más. Qué eficiente era todo el mundo.

Tomó aire, y antes de acercarse a recibir instrucciones, se recogió el pelo en una coleta (debía cortárselo pronto; para trabajos como aquel podía resultar toda una molestia). Después, se acercó a los miembros del servicio, y tras recibir instrucciones, cogió una pala y empezó a cavar.

Con un poco de suerte, no estaría ahí hasta muy tarde. Después de su conversación con el claritas, sentía una relativa curiosidad por aquella Torre y quería saciarla.

*se queda*

Estaba cavando, medianamente concentrado en lo que hacía, cuando sintió un olor floral, un perfume que ya conocía lo suficientemente bien como para saber quién era antes de escuchar su voz o volverse. Madame. Cómo no. Por algún motivo, que hubiese aparecido no le sorprendía lo más mínimo; la caeruleus tenía una extraña tendencia a aparecerse cuando estaba solo, y aunque ahora estaba rodeado por los del servicio, ni él les prestaba atención ni ellos, eso pensaba, se la prestaban a él.
Lo que sí le sorprendió fue su gesto, el tirón que le dio. Frunció el ceño, y entonces se volvió, dispuesto a contestarle.

—¿Qué demonios quie...?

Pero ya no estaba.
Farfulló algo por lo bajo. Y luego, con la certeza de que seguramente la mujer podría escucharle, terminó la frase:

—¿Qué demonios quiere? En serio, búsquese a alguien diferente cuando se aburra.

Chasqueó la lengua.
Realmente la mujer le causaba una extraña simpatía, pero podía dejarle tranquilo. Si no fuese imposible y una gran exageración, casi diría que pasaba más días con él que con la propia Alehyss. Y ni siquiera sabía qué interés le veía.

Suspiró. Luego volvió al trabajo, aunque no tardó demasiado en irse.

*se va*

fdr. why

Al verlo sentado, comiendo, me detengo. Me froto la cara con el hombro y me acerco hacia él. Mira tú qué casualidad. Pues ya que estamos, que arrime el hombro un poco.

-Buscador -llamo, caminando entre verduras con cuidado de no fastidiarme la comida de mañana, o lo que sea-. Mira qué bien tú por aquí a estas horas. Te vas a venir conmigo -le informo, cruzándome de brazos a poca distancia de él, sosteniendo las herramientas en las manos-. Buen provecho, por cierto.

Sacudo un poco la cabeza. La lluvia es suave, y apenas moja en principio, pero al final acaba empapando de todas formas. Es una mierda engañosa que no veas...

Vilo se ha ido. Hace un rato hemos salido de paseo, pero se ha emocionado y ha salido corriendo. No es la primera vez que desaparece, pero no suele tardar en volver. Esta vez, en cambio, no tiene pinta de ir a volver pronto. No me preocupa, de todas formas. Le viene bien aprender a estar a su aire. Probablemente acabe metido en el bosque. Lo buscaré cuando se haga tarde.

Mientras tanto, paseo. Llevo el arma a la espalda, pero no acabo de decidirme a sacarla. No parece que este sea el mejor lugar para hacerlo. O quizás, de hecho...

Acabo por descolgarme la espada doble y me pongo en posición de combate, seria. Miro un momento de reojo el entorno. Esto está lleno de plantas. No es peligroso si corto alguna, pero lo sabré al momento y podré corregirlo. Quizás sea interesante aprender a moverse entre ellas, a medir los pasos de forma rápida y actuar en un entorno estrecho.

Con el arma en las manos, haciendo amagos y remando, me voy moviendo entre las plantas, buscando realizar mis movimientos bien a pesar del pequeño espacio. Empiezo con un ritmo lento, que poco a poco voy aumentando.

*Se queda*

Una vez más, aprovecho los días sin lluvia para salir. Y sin nieve, en este caso. Hay algunos charcos, pero se está mejor así que con el agua cayendo sobre los hombros, desde luego.

Vuelvo del bosque atajando por la huerta cuando encuentro un rostro que poco a poco se hace conocido. Esbozo una sonrisa tranquila, sin salirme del camino que lleva a Palacio, pero contemplándola, deteniéndome junto al terreno, alzando la voz para dejarme oír en la distancia que nos separa. Que tampoco es tanta.

-¿No había voluntarios mejores? -inquiero, haciendo un gesto hacia las plantas, entretenida.

Solo un saludo. Nada más. No quiero entretenerme al fresco.
Tiene un arma interesante. Inusual, más concretamente.

Vuelvo la vista cuando oigo una voz, y encuentro a Alehyss observándome. Deteniendo los gestos, esbozo una pequeña sonrisa en respuesta a la suya, cordial, volviendo el cuerpo hacia ella. Bueno, tampoco es que esté prohibido estar por aquí, ¿no? Será por veces que yo me ofrezca voluntaria para algo que no me corresponde... Por otra parte, ¿insinúa que no podría hacerlo?

-Eso parece -comento.

Viene del bosque, desde luego. O eso parece, por la dirección que trae. Siempre podría no ser, por supuesto, pero en caso de que así sea...

-No habrás visto a Vilo por ahí, por casualidad, ¿no? -pregunto.

No es que me preocupe por dónde ande, pero no está de más obtener información si se presenta fácilmente.

Alzo las cejas, curiosa.

-¿Vilo? -repito un momento, interrogante. Entonces comprendo, enseguida-. Ah, el cachorro de vulpus-. Niego con suavidad-. No lo he visto. ¿Se ha perdido? -inquiero, con tono curioso, aunque más bien monocorde, manteniendo la vista en ella.

No es que haya habido muchas bestias peligrosas por el bosque últimamente, así que la lógica dice que debería estar bien. Tampoco ella parece muy preocupada, aunque no sé cómo reacciona normalmente a las situaciones de presión, de modo que no puedo garantizar nada.
El día que murieron las guerreras, sin embargo, parecía más alterada.
Diría que de momento no debo mostrarme especialmente atenta.

Pues quién va a ser. Estoy a punto de dar más datos cuando cae en la cuenta, y asiento, manteniendo la sonrisa.

No lo ha visto. No es tan extraño. Ni siquiera sé si viene del bosque, y aún si viniera de allí, esa masa de árboles es inmensa. Mucha coincidencia habría sido. Y, bien pensado, probablemente ella misma me lo habría dicho antes de que preguntara si se lo hubiera encontrado.

Me encojo de hombros, con gesto despreocupado.

-No lo creo -respondo, negando con suavidad-. Estará jugando por ahí. Ya aparecerá cuando crea que le conviene.