Huerta.

Bueno. Parece una madre permisiva. En ese caso no haré amago de preocuparme yo. Sería demasiado falso y evidente.

-Si lo veo de camino a Brontë... -. ¿Qué? No creo que el bicho ese sea como una persona. Le dices "Te buscan" y va. No funciona así- buscaré el modo de hacértelo llegar -termino diciendo.

Será más fácil si no lo encuentro. Aunque no faltaré a mi palabra. No merece la pena. Tampoco es un esfuerzo muy elevado, aunque los animales no me agradan.

-Voy a seguir adelante -informo-. No me agrada mucho el frío.

Con un leve gesto me despido.
Siento curiosidad por su arma. Por ella, en general. Nunca hemos llegado a profundizar demasiado. Supongo que eso es lo que la hace interesante.
Tampoco es algo que me quite el sueño.

Supongo que puedo enfrentarme a ella, a su copia, para evaluarla.

*se va*

Niego con suavidad. Como no lo traiga ella... Y dudo que tenga esa intención.

-No es necesario -replico-. Ya vendrá él. Era solo por saber por dónde andaba, pero ya aparecerá.

Asiento cuando se despide. Mejor. No es que me apetezca empezar ahora con charlas. Yo estaba haciendo algo.

-Claro -asiento-. Hasta otra.

Continúo, a continuación, con mis ejercicios.

Tras haberme encontrado con la dama caeruleus y haber pensado en Fera no sabía si sentirme triste o motivado. Porque desde el problema con Browen me había comportado bien, y porque había entrenado mucho y no tenía malos deseos. ¡Para empezar, el causante había sido él! Aunque siguiendo su ataque hubiese demostrado no ser un buen hombre de corazón noble...
¡Que si quería agradar a aquellas mujeres no era por su clara belleza, sino por su poder y su bondad! Era mi obligación como guerrero y buen hombre.

Canturreaba una canción de camino al bosque. Iba a aprovechar que la noche había quedado fresca, pero sin lluvias, para ir a dar una vuelta al lago. ¡Y bañarme! Hacía tanto que no me bañaba en el lago...

Un sonido al pasar junto a la huerta me hizo detenerme. Miré a ambos lados, peo ya estaba muy oscuro y terminé por seguir adelante.

*avanza ciego cual claritas*

Poco a poco se vuelve más sencillo el controlar cómo girar el arma para evitar los obstáculos. Eso me permite ganar cierta habilidad. Remo, avanzo, retrocedo, giro e intento imaginar diferentes situaciones en las que aplicarlo y recrearlas. Esto, por supuesto, no es más que una versión básica de lo que pueda encontrar. Pero sigue siendo útil, pese a todo.

Me interrumpe una cancioncilla que viene desde el camino. Aunque al principio la ignoro, acabo por detenerme, y entonces invoco un flagrare para ver de quién se trata. Ladeo la cabeza. Vaya, si es que hasta por coincidencia.

-Hola, Rick -saludo-. ¿Adónde vas a estas horas?

Me volví de pronto, como un resorte, ante la luz, llevando un momento la diestra a la empuñadura de Värdjas, muy serio, tenso. Me había llevado un buen susto.
Cuando me di cuenta de que no era otra sino Lea me apresuré a serenarme, componiendo una sonrisa nerviosa.
La localicé a media distancia.

-Lea... No te había visto... Qué susto-. Tras haber visto a Corbin hacer aquello me había quedado algo rígido. Aún iba a saltar Browen desde las sombras. Qué tensión-. Voy a darme un baño al lago -expliqué, más relajado, ya risueño-. ¿Te apetece? Desde el islote se ven muy bien las estrellas por la noche.

Parece que lo he asustado. Qué raro. Creo que es la primera vez que lo veo sobresaltarse. Me echo la espada a la espalda y me acerco un poco, saliendo de entre las plantas. No creo que el fuego les siente muy bien, aunque con este tiempo no creo que prendan.

Frunzo el ceño.

-¿Al lago? ¿Con este tiempo? -pregunto, entre extrañada y escéptica-. Te vas a poner malo.

Evidentemente, que haga lo que quiera. Bueno. Relativamente. Si se pone enfermo por hacer el idiota, pienso mandarlo a la enfermería. No me apetece contagiarme porque él no tenga dos dedos de frente, eso desde luego.

-Aunque si vas hacia el bosque quizá te acompañe -comento-. Vilo se ha ido y todavía no ha vuelto.

Me encogí de hombros, sonriendo.

-Bueno, he ido muchas noches como esta, otros años. Es refrescante, no lo dudes. El agua tampoco está tan fría como parece. Aunque no es que a ti el frío te guste mucho, claro...-. Arrugué la nariz un momento-. ¿Qué te parece ir a las...?

Nuestras conversaciones se sulaparon. Cuando yo empezaba a hablar lo hizo ella, así que callé. Asentí un instante, algo aturdido.

-¿Se ha escapado? ¿Quieres que vayamos a buscarlo? Entre dos cubriremos más terreno.

Niego con la cabeza, firme, y acabo por sonreír.

-Qué va, qué va -rechazo-. Se fue a jugar por la tarde. Se habrá entretenido. Tengo esa tendencia a pensar qué andará haciendo, porque normalmente vuelve muy rápido, pero no creo que le venga mal entretenerse y explorar por ahí solo. Tiene que aprender a hacer un poco su vida. Quiero que sea más independiente. No es una mascota, a fin de cuentas.

Callo un momento. Vilo está conmigo porque, en su momento, su madre no pudo cuidarlo y yo lo hice por ella. Eso no implica que deba estar atado a mí todo el día. De hecho, si un día decidiese no volver, no soy nadie para impedir que se vaya. Aunque, en ese caso, me gustaría devolverlo a Lumen o a Caligo. Claro que eso, para entonces, será territorio desconocido para él... Tendría que pensarlo llegado el momento.

Vuelvo la mirada a Rick.

-¿Qué decías?

Asentí, más tranquilo con aquello. Lo cierto era que se estaba haciendo muy mayor, en pequeño Vilo. Lo recordaba de recién llegado, tan pequeño y asustadizo... Era como pensar en la joven Telma, o en Lyo... Solo que Lyo era un cachorro que tardaba más en crecer. Y esperaba poder volver a verlo alguna vez.
No había vuelto a saber de Cassandra, todavía.

-Ah, nada. Te iba a proponer las termas. Están más cerca, el agua no está helada... Pero quizás la idea de salir del agua no te parezca tan buena como la de entrar.

A mí me apetecía lo del lago, pero no tanto como para renunciar a un plan con Lea. Pocas cosas...
¿Habría alguna?

Lo pienso un momento. Pues, de hecho...

-Suena bien -reconozco, casi yo misma sorprendida por ello-. He oído hablar de ellas, pero la verdad es que nunca he estado...

Y el agua caliente suena mucho mejor que la helada del lago. Parece una buena opción para relajase. Y, al salir, un batzall servirá para mantenerme en calor hasta que pueda abrigarme de nuevo.

-Por mí, vamos.

Alcé las cejas a su respuesta. Esperaba tanto un no que...

-¿Sí?-. Sonreí-. Están muy bien. Si te apetece no voy a ser yo el que ponga pegas.

Pegas a verla con menos ropa o disfrutar con ella de cualquier momento, por mínimo que fuese. Mejor al revés. A disfrutar con ella de cada momento, por mínimo que fuese y, en segundo lugar, a verla con menos ropa. Lo que importaba era ella.

Yo iba delante, guiando. Aunque tuve que invocar un flagrare también, porque ya empezaba de nuevo con aquello de no ver de noche.
Pensándolo bien, las termas sonaban casi mejor que el lago. ¡O sin casi!

*se van*

Los chicos trabajaban sin descanso en la zona cubierta, allí donde la nieve no tenía acceso. Era el único lugar del que Brontë podía sacar fruto en invierno, y los miembros del servicio mantenían un cuidado muy estricto del lugar.

-Pues menos mal que no pasaron del bosque -decía uno de los chicos, mientras trasplantaba unos brotes a una maceta mayor-. ¿Os imagináis? No. No quiero ni pensar lo que habría pasado si se llegan a acercar más. Es un alivio que respondieran a tiempo, por una vez.

Una joven que retiraba malas hierbas de una de las cercas negó con la cabeza. No parecía en absoluto aliviada.

-Pues yo creo que ya se acercaron más de lo debido -declaró con voz triste-. ¿Habéis visto el bosque? Y al final tuvieron que presentarse los líderes, me lo han dicho. Los guerreros no podían hacerlo solos. Brontë no es seguro, digan lo que digan.

La compañera que tenía al lado le dio un empujón que la tiró al suelo. Antes de que ella tuviera tiempo de protestar, la otra ya reía.

-¿Qué vas a hacer, lo mismo que Sarello? -preguntó-. Me han dicho que ha presentado su dimisión al palacio. No creo que encuentre un trabajo mejor en su vida, pero supongo que cada uno tiene sus prioridades. Yo, desde luego, no cambio Brontë. Además, estoy al lado de casa.

-Sí, tú -replicó su compañera, que se estaba sacudiendo la tierra de la ropa y se alejaba un poco, para evitar nuevos empellones-. No todo el mundo lo lleva tan bien. No creo que el dinero valga la pena este riesgo. Si de mí dependiera, me iría bien lejos de aquí. Aunque, en realidad, no hay lugares seguros en ningún sitio en estos tiempos. Que Mithos permita que las cosas mejoren. ¿Habéis visto a esas bestias? Me han dicho que son inmensas, y todavía las tienen en el palacio. Solo de pensar en que se me acerque una... Estoy segura de que me arrancaría la cabeza. Y con la suerte que tengo, una se escapará y me cogerá, ya lo veréis.

-Yo las he visto -intervino otra chica, hinchando el pecho con orgullo-. Son bestias magníficas, y el señor príncipe dice que son inofensivas. Estás todo el día lloriqueando, Delle...

Con un suspiro afligido, su compañera negó con la cabeza y continuó su trabajo en silencio. A su alrededor, la conversación seguía, animada.

*Fin de escena*

FdR- El rumor del ataque, confirmado por las explicaciones de los líderes, corre como la pólvora por todo el palacio, llegando a oídos de todos con bastante detalle.

Había actividad en la huerta. Los miembros del servicio trabajaban allí, y las voces conversando llegaban hasta Corbin. Se preguntaba si no perderían demasiada energía por la boca. También se preguntaba qué clase de ejercicio resultaría trabajar como ellos. Pero, por el momento, estaba ocupado en otra cosa.

A Corbin no le había pasado por alto que la luz había aumentado en los últimos días, ni tampoco que su humor se había levantado con ello. Opinaba que no debía dejarse afectar tanto por los elementos externos, pero ese no era motivo para no disfrutar del día, desde luego. Sentado bajo un naranjo, Corbin aprovechaba la luz del día para leer. No le molestaba el murmullo que el servicio creaba, ni tampoco los cambios constantes de sol y nubes. Eran parte del ambiente, y casi podría decirse que los disfrutaba.

*Se queda*

Mi intención es ir hacia el bosque, pero al pasar cerca de la huerta y ver la actividad hasta me lleno un poco de energía. La verdad es que si de verdad ha venido el tiempo para quedarse voy a tener, al fin, la posibilidad de poner mis capacidades a punto. Y está mal verlo así, porque debería darme igual que llueva o no lo haga.
Ser una persona temperamental, por muy estricta que sea conmigo misma, es algo que muchas veces no me ayuda a actuar con corrección.

Distingo a Corbin cuando estoy a punto de pasar de largo. Está sentado, no demasiado lejos. Hago amago de dudar y termino por acercarme, quedándome de pie a un par de metros, con una sonrisa escueta.

-¿Es un libro interesante? -inquiero, con un deje mordaz en el tono.

Corbin, como solía ocurrirle, estaba demasiado enfrascado en la lectura como para oírla venir, y la tomó por parte del entorno. Fue cuando se dirigió a él cuando se dio cuenta de que, estando en los exteriores, debería tener bastante más cuidado con su guardia que cuando leía en el interior del palacio.

Por supuesto, no dejó que estas ideas se reflejaran en su rostro cuando alzó la vista para mirarla. Alehyss. Podría haberse dicho que no pasaba nada, que siendo ella no tenía nada de qué preocuparse, pero aunque ella había ganado su confianza, tenía también su respeto, y por tanto la consideraba peligrosa. Ninguna excusa justificaba que no prestara atención.

-Los hay mejores -reconoció, tras pensar la respuesta un momento-, pero se deja leer.

Ladeo un poco la cabeza, manteniendo la leve sonrisa. Me resulta curiosa esa mezcla de guerrero duro y amante de la literatura. Más aún teniendo en cuenta su personalidad. No obstante, siempre ha sido así. Desde que lo conozco, al menos.

-¿De qué trata? -inquiero, acercándome un poco para leer el título, aunque sin poder hacerlo por el ángulo en el que tiene el libro.

La lectura por ocio es algo que abandoné hace mucho tiempo. Cuando tengo tiempo libre y nada que hacer prefiero buscar otras formas de entretenimiento. Aunque hubo un tiempo en el que me dedicaba bastante a ella.

Corbin alzó el libro para ella al ver su postura, facilitándole el leer el título. Aunque no creía que lo conociera; él, al menos, lo había encontrado prácticamente al azar, entre tantos otros títulos. Aunque el autor era de Fulmen, así que quizás a ella le resultase más familiar.

-Las vidas paralelas de un mercenario y un alfarero -respondió con absoluta seriedad-. Creo que tengo una idea de cómo acabará, si no se enreda más de lo debido. Por el momento está bien para pasar el tiempo.

Escritura sencilla, aunque no tanto como para parecer infantil, y una estructura que lo hacía entretenido. Claro que eso no era todo lo que necesitaba un libro, y aquel no era ninguna innovación ni obra maestra.

Alzo las cejas, llegando a asentir vagamente, aunque la verdad es que no lo he leído ni me da mucha información con lo que dice. Tampoco es cuestión de estropearle la lectura más de lo debido, por otro lado. Él suele estar entrenando, y quizás este sea su momento de hacer otra cosa.

-Si sirve para matar el tiempo supongo que al menos cumple con un trabajo. No sé mucho de libros, aunque, por supuesto, conozco algunas de las grandes obras. Y muchas de ellas, si bien tienen recursos increíbles o son innovadoras, cumplen menos con el tema del entretenimiento-. Me encojo de hombros. Tampoco soy una experta. Quizás haya alguien que disfrute especialmente de esos textos-. Solía leer libros sobre Caligo cuando era más joven. Me resultaban especialmente interesantes.

Corbin asintió. Desde luego, en las consideradas grandes obras de la literatura había muchas veces más tecnicismo que entretenimiento, y eran por ello poco accesibles. Cada obra era un mundo, por supuesto, pero en su mayoría había que conocer bien las formas para poder disfrutarlas. Eso, algunas veces, eliminaba el entretenimiento de obras menos elevadas.

-Podría categorizarla de lectura ligera -concedió, con un asentimiento. Luego la miró con curiosidad-. ¿Libros técnicos o de literatura? ¿Por qué Caligo?

Por su aspecto, parecía más probable que se sintiera atraída por Lumen o, por supuesto, por Fulmen. Aunque quizás lo que llamara su atención fuera precisamente lo exótico.

Su pregunta no requiere que piense demasiado. Puedo recordar casi a la perfección lo que he hecho toda mi vida, aunque no todo ello me haga sentirme orgullosa. Y esta parte en concreto es un tema bastante banal.

-Libros técnicos los he leído siempre, incluso ahora. Valoro mucho los conocimientos sobre el mundo. Creo que tienen una importancia legítima. Pero en este caso me refiero a la literatura -le explico-. La dictadura de Caligo, esa opresión que ha durado ya tantas generaciones, me aportaba historias muy alejadas de la vida que yo tenía y de los gobiernos de Fulmen. Supongo que me resultaba especialmente interesante, sin más.

Y pese a todo no he estado allí. Pero he conocido de Caligo y su dictadura más de lo que me hubiese gustado.

Corbin asintió, algo sorprendido. Una respuesta no demasiado habitual para Alehyss. Entretenimiento. Atracción. Interés. Nada racional. A veces olvidaba que ella se dejaba llevar por esos impulsos. O, quizás, lo asociaba a que se dejaba llevar por ellos de forma diferente. Aunque, bien pensado, era lo mismo que hacía él con los libros. Estrechó los ojos, pensativo. Era una perspectiva curiosa.

-Desde luego, Caligo tiene una producción literaria muy interesante -admitió, serio-. Pero, personalmente, prefiero una variedad que me permita comparar, mejor que centrarme exclusivamente en un estilo.

Quizá eso sí tuviera una explicación racional. Corbin había tenido una vida muy monótona. Tenía unas obsesiones fijas y unas costumbres cuadriculadas. Cuando se trataba de libros, buscaba todo lo contrario. El caos.

Fdr- Pausa

Para alguien como Corbin, que ha vivido aislado buena parte de su vida, supongo que un libro es un relato de experiencias. No sé si incluso esos tan predecibles son novedosos para él, de alguna forma. No sé hasta qué punto se habrá basado en historias para recrear el mundo que existe a nuestro alrededor.

Termino por recuperar una posición erguida, tranquila. Si analizo la situación real, estoy estorbándolo. Él leía antes de que llegase. Y puede que no parezca tremendamente enfrascado, pero yo tengo cosas que hacer también.

-Creo que te dejaré leer un poco más- le digo-. Yo iba a entrenar al bosque. Podemos vernos luego, si no tienes nada que hacer. Incluso ir al pueblo. ¿Has ido desde que hablamos de ello?

Hay que aprovechar que ya no llueve para hacer cosas fuera.

Al final, Alehyss hizo amago de retirarse. Corbin la miró un momento, casi con la propuesta de entrenar con ella en los labios. Pero ella no se iba para que lo acompañase, y Corbin tenía planeado otro horario de entrenamiento aquel día. Quizás en otro momento.

Enarcó ligeramente las cejas cuando ella comentó lo de ir al pueblo. Acabó por negar.

-No, no he llegado a ir -admitió, pensativo.

Desde luego, ella había hablado de ir con buen tiempo, y en aquel momento hacía buen tiempo. Si el cielo se mantenía estable hasta la noche, era buen día para hacerlo. Asintió.

-Nos vemos luego, entonces.

Mientras ella se iba, retomó su lectura.

*Fin de escena*

Había dado bastantes vueltas, pero al llegar a la huerta acabé por encogerme de hombros y dejar las botellas en el suelo. Miré alrededor, y luego a Jun.

-Bueno, no creo que haya nadie por aquí a estas horas -comenté-. ¿Suficientemente alejado de la civilización y las miradas indiscretas o prefieres que nos metamos en medio del bosque?

Acabé por sentarme sin demasiado cuidado y le cogí los vasos que yo misma le había puesto en las manos. No podía decirse que tuviera mucha luz, pero traté de calcular proporciones, hice la mezcla y le tendí un vaso.

-Por mis diecisiete -sonreí.

Al final, tras algunas vueltas, llegamos a la huerta. Y cuando ella se para al lado diría que no es el tipo de sitio en el que pensaba, pero de todas formas acepto. Otra cosa no, pero razón la tiene. No creo que sea hora de encargarse de las legumbres...

Cuando se sienta dudo un momento, pero lleva sin llover unos días y el suelo está seco. Acabo por hacer lo mismo que ella y uso un clair ëm yäk para iluminarla mientras hace esa especie de alquimia de la que yo sé más bien poco.
Cuando me tiende el vaso lo tomo con la mano libre y lo miro inseguro. Espero a que ella tenga  el suyo y tuerzo una sonrisa.
Qué remedio... Venga...

Levanto el vaso y hago amago de brindar con el suyo, llevándomelo a los labios. Aunque el zumo es dulce, el amargo de lo otro, sea lo que sea, que no lo sé, me invado enseguida, y acabo por apurar medio de golpe para evitar ese sabor desagradable.
Es el reflejo de las medicinas que me daba el abuelo.

De nuevo todo, pero esta vez río, negando, con una mueca sutil. ¿Cómo lo hacen y lo disfrutan? Lo raro es el calor ese, que es como si por fuera estuviese aquí pero por dentro estuviese en la sala común, junto al fuego.

Le hago un gesto hacia mi cuello para que coja el amuleto. Así no puedo hablar.