Jardines (2)

Lluvia retrocedió un poco para que su maestro pudiese mover la pala sin problemas. No quería ensuciarse (estaba convencida de que ese olor tardaría en salir, y su ropa era muy bonita y muy cara como para estropearla con algo tan tonto).

Frunció levemente el ceño, pensativa, al escuchar lo que el flamma decía. Lentamente, las imágenes de aquel día fueron acudiendo a su mente y, finalmente, recordó al flamma que su maestro mencionaba. El chico apenas se había quedado unos minutos, pero recordaba su nombre: Narbe. A Lluvia le sorprendía un poco que el chico se hubiese ofrecido a ayudarles, pero la idea, cómo no, le gustaba. Si el flamma quería ayudarla, ella no iba a ponerle pegas, sino todo lo contrario. No podía creerse la suerte que estaba teniendo. ¡Apenas llevaba un mes en Palacio y ya había encontrado dos maestros! Si su suerte seguía así, pronto sabría controlar el arco (o, al menos, eso pensaba ella).

—¡Claro que me parece bien! —exclamó, sonriente. Luego asintió—. Y sí que lo recuerdo. Era un poco raro, pero, si se ofrece a ayudarme, así, sin conocerme, debe ser buena personas.

Ensanchó la sonrisa. De pronto, recordó algo:

—Por cierto, señor, me gustaría recuperar la cesta que le presté. Es que, verá, no era mía, y había prometido devolverla... —Miró al flamma—. Si pudiese devolvermela, le estaría muy agradecida.

Clavé la pala en la tierra y me apoyé en ella, sonriente. Si a Lluvia le parecía bien seguro que Naurval se alegraba mucho. Aunque, de todas formas, lo mejor sería que hablasen ellos por su cuenta antes de nada, no fuera que no fuesen compatibles y no se gustasen como maestro y alumna de arquismo.

-No sabes lo feliz que me hace oír eso -. Le sonreí-. De todas formas, si lo ves dile algo, que el chico parecía algo tímido. No debió de ser profesor muchas veces en su vida.

Su siguiente comentario me hizo pensar un rato. La cesta, la cesta, la cesta... ¡La cesta!
Abrí mucho los ojos, recordando al fin.

-¡La cesta! La tengo en los establos. Lo siento, lo olvidé por completo. Si quieres podemos ir por ella.

Lluvia le devolvió la sonrisa y asintió. Tal y como decía su maestro, lo mejor sería primero hablar con Narbe: además de ver si realmente se llevaban bien, tenía que agradecerle que le fuese a ayudar. Era lo mínimo que podía hacer. Aunque tampoco tenía muy claro si vería pronto al flamma. No se lo había encontrado antes, así que ¿cómo saber dónde encontrarle? Esperaba, no obstante, que no fuese muy complicado, pero la cuestión estaba ahí.

—¡Claro! A ver si lo veo. —Frunció levemente el ceño—. Hasta ese día, no me había encontrado antes con él, así que no sé muy bien qué sitios frecuenta, pero... —Miró a su maestro y sonrió—. Espero que no haya problema.

Cuando escuchó su siguiente comentario, negó levemente con la cabeza. Realmente, la cesta no le corría tanta prisa. Aunque quería recuperarla, no iba a hacer que su maestro interrumpiese su trabajo por una nimiedad así. Ya se lo explicaría a los miembros de servicio (quienes, bien pensado, no le habían preguntado nada acerca del objeto perdido).

—No se preocupe; no me corre prisa. Sólo era por si lo había olvidado.

Soreí, contento. Parecía que, por una vez, todo marchaba como debía. Con un poco de suerte recuperaría un tercio de mi nobleza pronto, en cuanto Lluvia acertase con una flecha en el centro de una diana. Aunque para eso antes necesitaba un flechador, y eso sí que no sabía donde encontrarlo. Ni siquiera sabía quñe forma tenía.

-Si yo me lo encuentor le diré que hable contigo, descuida.

Si bien no le corría prisa la cesta, no perdí nada en dársela. Había visto a Telma mirarla con ojos hambrientos y, si bien para mí el mimbre no era alimento, aquel bismonte comía de todo. No quería arriesgarme.

-No te preocupes, será solo un momento. Luego ya sigo con esto. No me gusta dejar las cosas a medias.

Y con la joven tras de mí, fuimos a los establos para recuperar su cesta.

*se van a por la cesta*

Zacharyas se había encontrado esa mañana con Rick porque este había insistido el día anterior, convenciéndolo de que era necesario que practicasen muchas más cosas para que lograse obtener aquel beso que, a cada minuto que pasaba, el caeruleus veía menos necesario. No obstante, dado el entusiasmo del flamma, había terminado por aceptar, suponiendo que no le quedaba otra opción que hacerle caso para que aquello terminase lo antes posible.

El caeruleus suspiró, cansado, volviéndose hacia el flamma. Esperaba sus instrucciones, aunque, bien pensado, prefería que esas no llegaran. Ya le había llegado con tener que memorizarse todas aquellas frases que, o muy nulo era él en aquello de ligar, o no llegarían al corazón de ninguna mujer de ningún modo.

Sonreí a mi compañero. Aquello iba a funcionar muy bien. Y el que pensara lo contrario es que no creía en Rick el Mendigo. Y, bueno... Una vez lo consiguiese, estaría más cerca de ser de nuevo una figura de nobleza, pero esta vez la habría conseguido con mis manos.
Alcé un dedo, mostrando a mi amigo el número uno.

-Hoy vamos a recorrer todos los pasos para que llegues a ser el semental que todo hombre busca ser. ¡Conseguirás ese beso y con él responderás a tu duda! ¡¡PASO UNO!! El saludo.

Sonreí. Echaba en falta estas relaciones de amigos que tenían los hombres, donde todo era brutalidad, hablar de chicas y aconsejarse unos a otros.

-El saludo es algo importante. Si quieres ganarte a una mujer tiene que verte como un buen partido desde el primer segundo. ¿Qué le gusta a esa chica que le regalen?

Zacharyas atendió a sus palabras. Aunque estaba algo escéptico, supuso que no pasaría nada por hacerle caso a Rick. Al fin y al cabo, al parecer él sí había hecho aquellas cosas alguna vez, así que aunque expresase ideas un tanto raras... Bueno, se suponía que hablaba la experiencia.
El caeruleus frunció el ceño, pensativo, preguntándose si sabía realmente qué podría gustarle a la chica. Supuso que cualquier cosa rara estaría bien...

-La gente suele regalarle un mechón de pelo, por lo que he visto... –dijo, con voz monocorde, no muy convencido.

No pude evitar hacer una mueca de asco al escuchar sus palabras. ¿Qué clase de...?

-¡¿Pelo?! ¿En serio...? Buf... Le llevarás flores. Las flores gustan a las mujeres y se las puedes entregar diciendo “son hermosas y fragantes como tú”. Además, ya me dirás tú cómo entregas un ramo de pelo... ¡Y qué dices! Nada de pelo, Zacharyas.

Empezaba a ver que el nivel de su inexperiencia era... Cómo decirlo... Algo triste. Sí que necesitaba mi ayuda, sin duda.
La verdad es que, visto así, yo había tenido una suerte enorme por ser un hombre tan agradable en estos asuntos.

Zacharyas no creía que unas flores fueran un regalo apropiado para Stalon. Habría, seguramente, cientos de cosas que le fuesen a gustar mucho más. No era un experto, pero estaba seguro de ello al cien por cien. Y tampoco aquellas baratas palabras iban a hacer mucho más que, seguramente, hacer que se burlase de él. Pero prefirió callar, profiriendo un suspiro. Ya decidiría luego si hacía caso a Dehnel o no.

-Lo que tú digas... –concedió, cansado.

Esperaba que ya hubiese terminado. Así podría irse a dormir. Esas no eran horas para estar despierto.

Por fin entraba en razón. La mente de aquel hombre se abría a mis palabras, a mis conocimientos, a mi sabiduría... Y estaba seguro de que no se arrepentiría. Todo daría sus frutos correspondientes.

-¡Pasemos entonces al PASO DOS! La mirada.

Me aparté elegantemente el flequillo de la cara. Miré de frente a Zacharyas y, entonces, abrí ligeramente más los ojos, ladeé un poco la cabeza y los entrecerré, sin perderlo de vista en ningún momento. Para finalizar, enarqué la ceja seductoramente.

-¿Ves? Tu mirada -. Mi ceja se movió arriba y abajo, repetidas veces- tiene que ser sensual. Tiene que decir “Eh, me deseas”. ¿Me deseas, Zacharyas?

Zacharyas quería irse de allí. Una parte de él deseaba que su padre nunca le hubiese enseñado educación, pues era, en aquel instante, lo único que lo anclaba a aquel lugar. El movimiento de cejas de Rick, más que un reclamo, parecía espantarlo.
El caeruleus suspiró. En ese momento sí deseaba arrancarle el rostro a Rick, pero más para detenerlo que para cualquier otra cosa.

-Mirada -repitió, algo seco, asintiendo.

Quizás realmente había sido cruel en su vida. Aquello debía ser el castigo. Rick le caía bien, pero le estaba haciendo sentir algo ridículo.

Extendí tres dedos, exhultante. Por fin aquello iba tomando ritmo.

-¡¡TERCER PASO!! Contacto "accidental".

Puse los brazos en jarras, sonriente. Aquello ya estaba muy cerca de marchar a la perfección. Un poco más y, por fin...

-Ya sabes cómo saludarla. Cuando le entregues el ramo comenzará a segregar ganas de abalanzarse sobre ti, pero tú, como buen caballero, no puedes hacer lo propio. La mirarás como te dije antes, seduciéndola aún más y, finalmente...

Me abalancé sobre él, poniendo una mano en su pecho. Enseguida lo miré a los ojos, adoptando una expresión de total pudor.

-Oh, discúlpame... Había un babociélago.

Sonreí ampliamente, retirando la mano.

-Chulo, eh. Pechos al alcance de cualquiera.

Cuando Rick se abalanzó sobre él, Zacharyas trató de retrodecer, pero el flamma alcanzó su cuerpo de todas formas. Por suerte, pensó el caeruleus, no hizo más que tocarlo, pero a esas alturas ya estaba algo escéptico con relación a las verdaderas intenciones del flamma. Había ya demasiados... Gestos extraños...

-No le voy a hacer esto -murmuró, sereno.

Esperaba que lo entendiera. Él no quería hacer todo aquello. De hecho, si lo pensaba, no sabía qué estaba pasando. La verdad es que su intención nunca había sido dar un curso de cómo lo que fuese que Rick estuviese haciendo.

Suspiré. Parecía que en temas de contacto directo todavía no estaba preparado. ¿Cómo pensaba besarla si ni siquiera se atrevía a usar una excusa para tocarle los pechos? Diría, sin equivocarme, que aquel hombre no era de este mundo.

-A ver... Supongo que quieres hacer las cosas a la antigua. En ese caso, pasemos al punto cuatro: el escenario -. Suspiré. Aquel hombre le quitaba la gracia a todo-. Debes llevarla a un sitio en el que te sientas cómodo, lejos de miradas indiscretas y que tenga un encanto especial. ¿Qué sitio te gusta?

Si no quería abalanzársele, al menos habría que crear un sitio en el que no se sintiese fuera de lugar para que le costase menos lanzarse.

Zacharyas pensó un instante. Sabía que aquello le iba a traer malos resultados, pero, de todos modos, se aventuró.

-Las... ¿Mazmorras...? -. Esbozó una sonrisa, entre tímida y nerviosa-. No suele haber nadie y seguro que es muy original...

Se preparó para recibir la negativa.
La verdad, el caeruleus no entendía a qué venía tanta complicación. Él solo quería entender lo que pasaba. Había estado muchas veces con Stalon, en ninguna de esas ocasiones había seguido ninguno de esos pasos y la chica le había dicho aquello de todos modos... ¿Qué necesidad había entonces de ponerse a hacer cosas extrañas?
Realmente, no lo comprendía.

Solté un gruñido y fruncí el ceño. Esperaba que estuviese de broma, sinceramente, aunque no tenía ninguna gracia. Se burlaba del antiguo arte de ligar con mujeres.

-¡¿Las mazmorras?! ¿Qué clase de gustos tienes? Es una mala idea -. Lo miré, negando varias veces con la cabeza-. Espero que no lo hayas dicho en serio. Las mazmorras solo sirven si quieres darle un susto para que te abrace, pero como la cites allí, olvídate...

Suspiré. Vaya medio hombre estaba hecho...
Miré a mi alrededor. Bien pensado, si no llovía este era un buen lugar. Estaba al aire libre, había flores y sitios para sentarse y unos hermosos matorrales en los que podría esconderme para indicarle qué hacer en cada momento. Estaba claro que él solo no iba a ser capaz.

-Tengo una idea. La traerás aquí. Yo me esconderé en aquel matorral y te iré diciendo qué hacer, ¿qué te parece? Si trabajamos en equipo, nada puede salir mal.

Sonreí, orgulloso de mí mismo. Debería de habérseme ocurrido antes. ¡El jardín!

-Yo me encargaré de conseguir que venga. Por eso no te preocupes.

Zacharyas suspiró. Ni se planteó en responder qué clases de gusto tenía, pues por cómo hablaba Rick, seguramente solo conseguiría más reproches. En lugar de eso, deseó que aquello acabase pronto. De hecho, no parecía que pudiese alargarse mucho más, así que se dispuso a escuchar lo último que tuviera que decirle.
Parecía que el lugar sería aquel: el jardín. La idea de que Rick presenciase lo que fuera a pasar, que aún no tenía muy claro qué sería, no le agradaba. Más que nada porque no tenía pensado seguir sus consejos.

-No es necesario que estés... -. Carraspeó-. Puedo apañármelas solo.

En momentos como aquel, Zacharyas se preguntaba para qué hacían todo aquello las personas. Él no hacía daño a nadie, aunque lo pensase, y lo obligaban a realizar esa clase de actos que no solo no se le daban bien, sino que tampoco sabía si era lo que quería.
Suspiró.

Solté una gran carcajada. Así que lo que le pasaba realmente al gran Zacharyas era que sentía timidez. Haber empezado por ahí.

-¡No te preocupes! ¡Ni notarás que estoy!

Le di una fuerte palmada en el hombro y luego pasé mi brazo alrededor de este. Comence a caminar arrastrando su largo cuerpo. Mi nobleza estaba cada vez más cerca. Mañana... Mañana sucedería todo.

-Mañana te avisaré para que vengas. Ahora voy a encargarme de que ella esté aquí también. No te olvides de vestirte bien y peinarte, eh, que con esas pintas no me extraña que no se fijen en ti. Venga, vamos.

Y llevándolo conmigo, lo acompañé hasta la puerta de palacio. Ahora me tocaba a mí arreglar la otra parte del plan.

*se van*

Zacharyas llegó acompañado de Rick al jardín. Más bien, fue obligado, pues en todo momento fue el flamma el que mostró más interés y que lo obligó a llegar allí "a tiempo".
El caeruleus suspiró. Aquello no le gustaba nada y lo cierto era que ya se estaba arrepintiendo casi hasta el límite de haberle pedido ayuda en su momento. Al menos había aprendido la lección y ya sabía qué no volvería a hacer jamás.

Miró de reojo a Rick, esperando a que dijese algo, aunque no demasiado ilusionado.

Sonreí abiertamente a mi amigo. Al fin estábamos allí. El gran día había llegado. No sin tiempo, la verdad. Por fin cumpliría uno de los requisitos para recuperar la nobleza. Así solo quedarían dos más. Grano a grano...

Me acerqué al caeruleus y le peiné un poco el pelo, con la mano. Con aquella mata, la verdad, normal que no ligase. Aunque yo no le quedaba muy atrás...

-¿Has pensado en cortarte el pelo un poco? El pelo corto es más elegante y cómodo.

Me eché un poco para atrás y contemplé mi obra. No estaba mucho mejor, pero un poco sí. Alcé el pulgar, dando mi aprobación.

-Bueno, espero que lo hayas repasado todo, porque en unos minutos ella vendrá. Yo estaré en aquel matorral –dije, señalándolo mientras hablaba-. Trata de que ella me de la espalda para que no me vea, ya sabes... Buena suerte.

Y, tras darle unas palmadas en la espalda, me dirigí a mi base de observaciones y me escondí tras las hojas. Ahora solo tocaba esperar.

Cuando Rick se ocultó tras los arbustos, Zacharyas le hizo un asentimiento, indicándole que estaba (más o menos) bien escondido. Luego suspiró y se sentó, recolocándose como pudo el flequillo.
La educación había sido una mala idea. Hubiera sido mucho mejor, por ejemplo, haberle dicho al flamma que pasaba de él. Una vez más, el caeruleus maldijo la maldita educación. Al menos, detrás de aquel árbol no lo molestaba.

Había matado a un hombre. Zacharyas decidió pensar en eso. Había matado a un hombre “malvado”, y con ello había conseguido algo bueno, a la par que su disfrute. Quizás su estancia allí acabase sirviendo de algo. No solo iba a matar: había ayudado a salvar a un niño. No estaba... nada mal.
Aunque a una oscura parte de sí mismo le hubiera gustado ver al niño muerto. Nunca había visto a un niño muerto. Terroríficamente bello.

*se quedan esperando*

Tras un buen rato esperando, fruncí el ceño. Me asomé un poco al borde de los matorrales para echar un vistazo a Zacharyas, que seguía esperando.

-¿Aún nada, no? –le pregunté, alzando el tono para que me oyera pese a la distancia-. Ya debería haber llegado hace un buen rato...

Me rasqué la cabeza, pensativo. En la carta había sido claro y, creo, había imitado bastante bien lo que el caeruleus diría. ¿Habría sido un fallo del servicio? A lo mejor aquel chico estaba enamorado de la parvus y no quería que este encuentro se realizase. O, a lo mejor...

-Oye, ¿tú estás seguro de que se te declaró? Porque con lo torpe que eres a lo mejor estaba dejándote claro que te quiere solo como a un amigo. Las chicas son así de confusas.

Zacharyas negó suavemente. La verdad, casi le aliviaba que no hubiese ido. Aunque tenía algo de miedo: ¿qué le habría dicho Dehnel? Quizás hasta la hubiera espantado. De todas formas, mientras Stalon no fuese allí, él, esperaba, no haría el ridículo y podría deshacerse al fin de Rick Dehnel con una excusa perfecta.


-Ya te dije que no estaba seguro –le dijo, poco convencido.


Se cruzó de brazos. Eso sí que no lo había pensado en ningún momento. Quizás lo que ella le había dicho era solo eso y él estaba ahí, con la cabeza hecha un lío, intentando averiguar cosas innecesarias.

Me crucé de brazos, enfurruñado. Nunca había tenido mucha paciencia, y estaba comenzando a cansarme. Me negaba a aceptar que la chica no fuese a venir, porque eso sería dar un paso atrás en mis ayudas, pero la verdad es que tenía toda la pinta...

-Pues vaya gracia –refunfuñé, para mí.

Zacharyas no había hablado con ella estos días, que yo supiera. No me extrañaría que la hubiese espantado con sus cosas de mazmorras, sus ojeras y eso de regalar pelo, pero la invitación se la había mandado yo y me negaba a ser rechazado de ese modo. ¡Yo era un maestro! Nadie debe rechazar a los maestros...

Esperaríamos un rato más. Confiaba en mis facultades. ¡VAYA QUE SÍ!

Un grito hizo volverse al caeruleus, buscando la procedencia de este en todas direcciones. Cuando dio con la parvus colgada de una ventana notó una sensación de preocupación creciente, seguro de que iba a caerse. Se acercó a la zona, preparado para tratar de detener su caída en caso de necesidad.

-Stalon, por favor -le dijo, alzando un poco la voz-. ¡Cuidado!

Por suerte para todos, al final ella no cayó. Se metió de nuevo dentro y no volvió a asomarse. Zacharyas lanzó una mirada preocupada a Rick.