Jardines (2)

Atravesaba los jardines. Acababa de cenar y me sentía bastante bien. Telma correteaba unos pasos por detrás, deteniéndose aquí y allá a oler las flores y mordisquear algunas. No era demasiado bueno que se comiese las flores, la verdad, pero era tan mona que no podía no consentirla.

Un brillo atrajo mi atención. ¿No era aquel...?

-¡Eh! -. Me acerqué serio a Lyam, aunque no agresivo-. ¿Qué hay?

Aunque trataba de ser afable, lo cierto era que mi tono no resultaba muy convincente. Es que los chrysos parecían todos tan sospechosos...

Lyam se detuvo cuando escuchó una voz familiar y borró la sonrisa. De reojo, observó a Rick Dehnel y frunció el ceño, serio de pronto. No había visto al flamma desde la misión, pero no quería hablar con él. La discusión que habían tenido hacía meses había marcado que se ignorarían cuando se viesen, y él había pensado cumplir aquello a rajatabla. No entendía, por tanto, por qué el flamma se le acercaba. Aunque hubiesen ido juntos al rescate de Silvanus, aquello aún estaba en pie. O al menos debería estarlo.

—Hola. —Miró al flamma—. ¿Qué pasa?

A lo mejor tenía algo importante que decirle. En ese caso, podía perder unos minutos de su tiempo hablando con él.

Lyam no parecía muy alegre verme, aunque aquello era lo más normal en él. Nunca lo había visto alegrarse de ver a nadie. Realmente, nunca había visto a Lyam alegrarse. Quizás... Quizás no tenía sentimientos de alegría.

-Hace buena noche, eh -comenté, tratando de no ser demasiado rudo, mirando al frente.

Telma se puso a oler los pantalones de Lyam. Esperaba que no le pegase nada...

Lyam alzó una ceja y miró a su alrededor, confuso. ¿Pero por qué le hablaba? ¿Qué quería? Él mismo lo había dicho: si no se llevaban bien, lo mejor era ignorarse, hablar sólo lo justo. Y hablar de la buena noche que hacía no era hablar lo justo: era iniciar una conversación incómoda que podían ahorrarse perfectamente.

—Eh... —Frunció el ceño y asintió levemente—. Sí.

Parpadeó y, al ver al bismonte, retrocedió un par de pasos, alejándose del bicho. ¿Por qué había tanta gente con mascotas en Palacio?

—¿Quieres algo, Dehnel? —inquirió, mirando al flamma de nuevo.

Telma, al ser rechazada, mugió, dando la espalda altaneramente al chrysos y alejándose de él. Hacía bien...
Yo, en cambio, me froté la nuca con la mano, pensativo. Lo cierto es que ahora me sentía algo ridículo tratando de limar asperezas.

Suspiré, frustrado.

-Eem... Lo cierto es que... Tenía una pregunta que hacerte -inventé, sobre la marcha.

Lyam se cruzó de brazos, expectante, y contempló al flamma. Se preguntaba qué le había llevado a hablar con él, aunque podía imaginarse por qué se había acercado. Pese a que deseaba estar equivocado, la única respuesta lógica que se le ocurría era que Dehnel quisiese hablar de la misión. A lo mejor quería preguntarle cómo estaba, porque la nobleza dice que tienes que preocuparte por tus compañeros porque son muy importantes y porque el tiempo compartido en Ignis había estrechado su relación y blablabla, o algo por el estilo. Frunció levemente el ceño. Por Mithos, que no fuese eso.

Cuando el flamma dijo que tenía que hacerle una pregunta, Lyam esbozó una mueca. Mithos, no. Que la pregunta fuese de otra cosa, de cualquier otra cosa. Que le preguntase, qué sabía él, por su banda de contrabandistas, o por su pasado como delincuente juvenil con aspiraciones a contrabandista, o por qué decidió hacerse contrabandista.

—Ah... —Asintió, alzando mucho las cejas. Luego frunció el ceño—. Qué bien. Pues dime, Dehnel, dime.

Lo miró. Forzó una sonrisa.

-Sí, claro... Enseguida te... -. Froté mis manos, nervioso. ¿Ahora cómo salía de aquello? -digo lo que te iba a preguntar, sí...

Carraspeé. Me centré en mirar a Telma, que se había tumbado junto a un árbol. Mugió fuertemente.
Volví a mirar al chrysos.

-¿Sales con Les...? Eh, no... ¿Crees que debería dejarme barb...?

Me llevé una mano a la cara, desdesperado. ¡POR MITHOS!

-Lyam, creo que hiciste un buen trabajo durante la misión-gruñí, avergonzado por haber dicho aquello.

¡Por favor! ¡El contrabandista!

Lyam asintió, con rapidez y cierto nerviosismo.

—Sí, claro. Tómate tu tiempo. No te preocupes.

Carraspeó. Estúpido Dehnel. ¿Por qué no se iba a dar una vuelta por otro sitio? ¿Por qué no iba a hablar con algún amigo o lo que fuera? ¿Por qué quería preguntarle cosas? ¿Por qué? ¿Qué ganaba con ello? No era necesario hablar del rescate, así que ¿por qué hablar de él? No lo entendía.

Lyam chasqueó la lengua, nervioso. Cuando el flamma volvió a hablar, el chrysos lo miró, frunciendo levemente el ceño, cambiando el nerviosismo por confusión. ¿Iba a preguntarle por Alehyss? Frunció más el ceño. ¿O por una opinión acerca de su aspecto físico? ¿Por qué querría saber su opinión acerca de lo que hacía o dejaba de hacer? Tenía que admitir que era un alivio que las preguntas no fuesen sobre la misión y se centrasen en banalidades como aquella, pero eso no quitaba lo raro que era todo.

—Eeeeh...

Alzó las cejas, pensando una respuesta. No obstante, cuando finalmente la encontró, se tuvo que callar, pues el flamma había vuelto a hablar y esta vez sí que mencionó la misión. Frustrado, el chrysos resopló y apartó la mirada. ¡Por qué no podían hablar de lo otro, si era mucho más sencillo!

—Gracias —gruñó, cortante. Se cruzó de nuevo de brazos.

Me rasqué la mejilla, incómodo. Ya estaba bien... Ya había cumplido mi noble cometido informándolo de aquello. Todo estaba solucionado.
Di un par de palmaditas suaves en la espalda del chrysos.

-Hale, buenas noches Lyam -dije, sintiéndome mucho más aliviado-. Vamos, Telma.

Lo mejor sería que me fuese a otro lado mientras él anduviese por ahí. Y de paso me curaba de aquellas agujetas abdominales.

Caminé alejándome del chrysos con Telma detrás.

*se va XD*

Lyam torció el gesto cuando el flamma le golpeó la espalda con sus manazas. Por suerte para él, que había pasado de la incomprensión al nerviosismo y de este a la frustración, Dehnel decidió irse.

—Buenas noches.

En silencio, el chrysos observó cómo Rick Dehnel abandonaba los jardines, planteándose si no había sido demasiado borde. No obstante, no tardó demasiado en ignorar aquella pregunta. Rick Dehnel seguía siendo Rick Dehnel. Estaba convencido de que seguiría diciendo que era un contrabandista, así que no tenía por qué replantearse su actitud con él. Con otra persona, sí, podía hacerlo, pero no con Rick Dehnel.

Antes de irse, Lyam dio un par de vueltas más por los jardines, más desanimado que antes. Recordar la misión le hacía pensar en cosas que no quería pensar.

*se va*

fdr. ajujuajuajua, me había olvidado de tu yo de 22 :_______________D

Al llegar a los jardines inspiro profundamente, tratando de aliviar un poco la tensión. Me detengo, esperando a que me alcance.

-Últimamente he tenido una duda que no he sabido resolver por mí misma... Me preguntaba si una tercera persona -. Lo miro, con los ojos ligeramente iluminados- sabría ayudarme a responderla...

Carraspeo, incómoda, pero no aparto la vista.

Al llegar a los jardines, el chrysos iluminó ligeramente sus ojos y se acercó a la chrysos, confuso. Observó a su alrededor, preguntándose si había alguien ahí, antes de volver a mirar a Alehyss.

Escuchó en silencio lo que la chrysos decía. Cuando terminó, alzó las cejas, sorprendido. ¿Qué clase de duda tenía? Imaginaba que el asunto que la preocupaba sería algo complicado. No veía a la chrysos pidiendo ayuda por algo trivial.

-¿Qué duda? ¿Sobre qué? -preguntó, acercándose a ella.

Clavó sus ojos en los de Alehyss. La curiosidad se había comido cualquier tipo de enfado que pudiese tener.

Ladeo ligeramente la cabeza, alzando la vista a las estrellas.

-Es complicado... -murmuro-. Requiere explicar muchas cosas... Es una historia algo larga... La cuestión es que... Me han ofrecido algo no del todo moral y no sé si aceptarlo.

Suspiro de nuevo. Esto es bastante rastrero, aunque peor sería mentir desacaradamente.

-¿Crees que el fin justifica los medios?

Lyam sonrió.

-Tengo tiempo, así que puedes explicarme lo que quieras. -Ensanchó la sonrisa y dio un paso hacia ella-. ¿Qué te han ofrecido exactamente?

La observó, curioso y expectante a la vez. Cuando la chrysos volvió a hablar, frunció el ceño y bajó la vista al suelo. ¿El fin justificaba los medios? Dependía del fin. Si, por ejemplo, alguien sin medios robaba algo por necesidad, entonces sí que, en su opinión, estaría justificado. Pero había muchos casos donde el fin no justificaría los medios. Como matar a alguien para conseguir una gran fortuna, por ejemplo.

-Depende del fin.

La miró.

Niego lentamente.

-No quiero hablar aquí. Si alguien me oyese...

Me abrazo los brazos, como si tuviese frío o miedo. Miro en dirección al palacio, como si la propia construcción pudiese hacerme algo en caso de escucharnos.

Depende del fin... ¿Y este fin? ¿Este fin está justificado? Supongo que para él no, ya que es su propia libertad y su vida.

Lyam frunció el ceño, ligeramente preocupado. ¿Qué le habían ofrecido? ¿Tan grave era? Parecía que sí, y no parecía que ella estuviese especialmente contenta. Tal vez porque era algo peligroso. ¿Sería algo peligrosos? En ese caso, ¿qué sería? Y si no estaba conforme, ¿por qué no se negaba? ¿No podía?

Se acercó a ella y la miró. Luego apoyó una mano en uno de sus hombros.

-¿Te encuentras bien? -preguntó, preocupado. Tragó saliva y miró a ambos lados-. Si quieres, podemos ir a otro sitio...

La miró. Sonrió.

Lo miro. No me hace falta fingir demasiado para que mi mirada resulte afligida. Una ventaja de tener principios morales, aunque no sean demasiados.
Suspiro y asiento.

-Sí, por favor...

Aparto la vista.
Alehyss, eres una puta.

Despacio, comienzo a caminar con él detrás. Y que pase lo que tenga que pasar...

*se van*

El jardín está en silencio, perfectamente apacible. La temperatura, no excesivamente alta pero sí muy agradable, me anima a caminar un poco, explorando el lugar.

Sin embargo, tengo los pies demasiado cansados como para dedicarme a paseos, y el césped parece llamarme, mullido y fresco. Así pues, escojo una zona un poco libre de flores y, tras apagar mi llama, me agacho a palpar la hierba con una sonrisa. Un momento después estoy tumbada, mirando al cielo, sosegada y en paz.

*Se queda*

Telma corría animada por los jardines, jadeando y sacando fuera la lengua por el calor. Ese tipo de animal no estaba demasiado acostumbrado a las carreras.
En un momento dado, la pequeña bismonte observó una figura que se encontraba tumbada en el suelo y se dirigió a ella, alegremente. Mordisqueó un poco de la hierba que rodeaba a aquella hembra antes de olerla.

Mugió, extrañada. Aquella persona era desconocida, pero era escamosa como su amo.

Me yergo al distinguir una sombra por el rabillo del ojo, que no tardo en mujir. Frunciendo el ceño, invoco mi bola de fuego con cierta brusquedad, con idea de espantarla si es necesario. Alzo ambas cejas al ver al pequeño animalito que se acerca a mí, desconcertada. ¿Qué hace una bismonte suelta por los jardines?

Le dedico una dulce y sincera sonrisa.

-¿Te has perdido, pequeñita? -digo, extendiendo la mano libre hacia ella para acariciarla-. ¿Dónde está tu mamá? Seguro que te está buscando, y no es hora de jugar. Las niñas buenas se van a dormir temprano.

Hablo con voz suave, como canturreando lo que digo. Los animales, desde luego, los encuentras vayas a donde vayas.

Telma, contenta con las caricias y la atención, se dedicó a rumiar un poco más de la hierba del suelo mientras recibía todo aquello. Mientras tanto, una voz comenzó a sonar en las cercanías.

[...]

-¡¡TELMA!!- grito, atravesando los jardines completamente a oscuras. Vaya desastre... Voy a tener que hacerme con una de las lámparas de esos estúpidos chrysos, o un farol-. ¡¡TELMA!!

Siempre desapareciendo... Vaya irresponsable está hecha. ¿Qué habré hecho mal al educarla? Si mi madre me viera...

No tardo en oír unos gritos y miro alrededor, buscando su procedencia. Me vuelvo hacia la criatura.

-¿Oyes eso? -le pregunto-. Creo que tu papá te está buscando. ¿Te has escapado? Qué disgusto va a llevarse...

Me pongo en pie tras darle un par de palmaditas y lanzó la bola de fuego hacia arriba, al cielo. Al llegar a cierta altura, acaba por consumirse.

-¡Está aquí! -grito.

Sé lo que es que se escape una cabeza, y no es una sensación en absoluto agradable.

Un estallido de fuego me hizo ponerme alerta. ¡¿Estaba allí?! ¡¿Dónde?! ¡¿Por qué?! ¡¿Y por qué sabía aquella voz de mujer que yo buscaba a Telma?! ¡¿Y por que lanzaba flagrares al cielo?!
Fruncí el ceño, algo irritado. Debía tratarse de alguna secuestradora. ¡Pues que supiera que apenas tenía dinero que darle! Aunque por Telma pagaría hasta con trabajos sexuales.

Me acerqué al lugar, preparado para cualquier cosa. Encendí un flagrare para guiarme. Cuando llegué, la vi. Estaba junto a Telma, que se había espatarrado en el suelo. ¡La había drogado!

-Hola -saludé, algo desconfiado, mirando a la chica de reojo.

Lo veo llegar, flagrare en mano. Así pues, el pastorcillo es también un flamma. Invoco mi propio hechizo y lo miro con mi mejor sonrisa.

-La chiquitina tiene ganas de jugar, por lo que veo -comento, alegre-. Parecía muy interesada en explorar. Se ve que tiene iniciativa.

Me agacho junto a ella y le doy un par de palmaditas en el costado. Después, me levanto y me acerco al hombre, de nuevo con gesto dulce y amigable.

-Soy Lea -me presento.

No me pidió ningún rescate. Y era flamma... Como el joven Seth... Y como ambos habíamos zanjado, no podía haber flammas malos. Así pues, ella tenía que ser buena. Buena hasta que se demostrase lo contrario.

-Me llamo Rick -respondí, atreviéndome a relajar un poco el gesto-. Lo siento si Telma te ha molestado. A veces le da por escaparse.

Quizás debería invitarla a nuestra cena de flamma. Seguro que a Seth le hacía ilusión. De hecho, quizás fuese una mujer apropiada para él.