Jardines (2)

Río suavemente a su disculpa, quitándole importancia.

-Oh, vamos, no te preocupes -repongo-. Sé muy bien lo que es tener que cuidar a chiquillos traviesos. Y Telma es una niña adorable.

Así que Rick. Lo anoto mentalmente, tratando de grabarlo a fuego en mi mente. Cuanto antes tenga fichadas a unas cuantas personas, más fácil será moverme por el lugar.

-Bueno, ¿y qué opinas de Brontë? -pregunto con tono animado,

Sonreí. Si a aquella mujer le gustaba Telma ya tenía un punto por mi parte. No a todos les parecía agradable, sorprendentemente. A Lyam lo había visto alejándose de ella como si en vez de una dama bismonte se tratase de algún tipo de ser horrible.
Luego Lea me preguntó qué opinaba de Brontë. Ladeé la cabeza, cruzándome de brazos, pensativo.

-Creo que es un buen sitio para emprender aventuras y ser de ayuda. Hay mucha gente que solo piensa en sí misma, pero aquí se juntan todos aquellos que desean compartir cosas buenas -. La miré con los ojos brillantes de la emoción-. ¡Hace nada rescatamos a un pobre compañero secuestrado! ¡Esas son las cosas que llenan a la gente!

Los ojos me brillan y me llevo la mano a la boca, visiblemente admirada.

-¡¿De verdad?! -pregunto con notable interés-. ¡Eso es fantástico! -Mi mano descendió hacia mi pecho, reflejando lo loable que me parecía todo aquello-. Entonces parece que he venido al lugar adecuado. El compañerismo es algo tan importante...

Lo miro, posando en él toda mi atención.

-Debes de ser un gran guerrero si has podido hacer algo así -le aseguro-. Ojalá pueda estar a la altura de tanta nobleza...

Saqué pecho. No podía evitarlo. Pocas veces uno recibía halagos como aquellos, tan merecidos, por otra parte. Una amplia sonrisa apareció en mis labios.

-No es para tanto -dije, tratando de resultar humilde. Eso gustaba mucho a las bellas damas-. Estoy seguro de que, si no lo eres ya, enseguida conseguirás la destreza necesaria para igualar a cualquiera. Seguro que no tienes nada que envidiarnos-. La miré, repentinamente curioso-. Porque... Acabas de llegar hace poco, ¿no? No te vi nunca...

Era una hermosa dama muy simpática. Seguro que Seth la aceptaría sin problemas. O Nurvi, que parecía bastante desesperado la última vez que hablé con él...

Bajé la vista, enrojeciendo levemente. Me mordí el labio inferior, algo nerviosa.

-Bueno, yo... -balbuceé. Acabé por alzar la vista, mirándolo desde abajo-. De verdad sería un honor llegar a hacer algo de tanto mérito... Sería una forma fantástica de sentirse realizada...

Suspiré, con aire soñador. A su pregunta, asentí.

-Supongo que soy, ahora mismo, la mayor novata de Brontë -respondí, con una tímida sonrisa-. He llegado hace cosa de una hora. Ha sido un duro viaje, pero todo vale la pena por poder estar aquí...

Ensanché mi sonrisa, encantado. Además de simpática, humilde. Seth estaría encantado. Y, además, recién llegada. Ya tenía la encerrona ideal para juntarlos.

-¡¿Hace tan poco?! En ese caso, permíteme que te enseñe un poco las instalaciones. Estaría encantado de serte de ayuda.

Cuando ella aceptó nos pusimos en marcha. Telma no tardó en seguirnos.

-¿Por cierto? ¿Qué opinas sobre asistir a una cena flamma con...?

*se van*

La segunda de Flavia descansaba en uno de los bancos de los jardines. No había tenido muchos enfrentamientos con guerreros y tampoco tenía muchas ganas, pero era su trabajo y debía hacerlo.

Su túnica gris, como siempre, le tapaba los ojos y parte de la nariz, mientras sus dos mecñas descansaban en su regazo.

*se queda*

Alzó la cabeza y esta se giró hacia donde estaba aquel guerrero que le recriminó sus métodos.
Las orejas de la caeruleus hicieron acopio de su perfecta audición para desaparecer de golpe y situarse justo delante del hombre, de modo que los labios de ella y los de él parecían casi juntos.

Ella habló. -De acuerdo.- dijo en un susurro y, de sus mangas, dejó caer dos cadenas de metal negro, bastante pesadas. - ¿Mejor... así?

Su técnica era impresionante, y si el guerrero deseaba admirar una de las mejores características que podría tener un guerrero de élite, no iba a ser ella quien se lo negase.

Salí a los jardines del palacio con Jaogín en mi mano derecha. Era de noche, llevaba uno de mis vestidos favoritos. Los colores blancos y azules se combinaban desde mis hombros hasta mis rodillas, sintiendo la ligereza del tejido, que me permitía moverme con gran facilidad. Atisbé de repente a poca distancia una sombra, una mujer. Llevaba unas extrañas vestimentas. Alcé mi cabeza y mis ojos, comprobando que llevaba los ojos cubiertos con una túnica que parecía gris. No podía verme, pero probablemente ya me hubiera escuchado.

- Buenas noches - saludé sonriente, sin cesar el ritmo de mis pasos.

¿Por qué había personas tan extrañas en el palacio? Decidí que sería mejor idea seguir caminando, no quería parecer poco educada por detenerme al ver a una... mujer completamente normal. Sin embargo, mis pasos eran lentos y pesados, volví a mirar hacia atrás, sonriente.

Fue entonces cuando algo ocurrió, oí la voz de un hombre, y poco más tarde la fuente de esa voz apareció de entre la oscuridad, con una katana en mano. Parecía que tenía la intención de enfrentarse a esa mujer. Empuñé a Jaogín fuertemente con ambas manos. La mujer también se preparó para combatir. ¿Qué estaba ocurriendo?

Caminaba despacio por los jardines. Estaba algo seria. No había vuelto a ver a Follow (por suerte) desde la noche de las termas; tampoco había encontrado a Alehyss ni a Silvanus, y había evitado en la medida de lo posible hablar con Nagore. En cualquier caso, parecía que mi "ritual" iba a tardar más en estar listo de lo que pensaba.

Una extraña escena me distrajo. Un hombre, al que reconocí con la escasa luz como Gerald, agarraba por el cuello a una mujer encapuchada, mientras una parvus armada los observaba un poco más allá. Fruncí el ceño. ¿Qué estaba pasando?

Me acerqué a la parvus, algo alarmada.

-¿Ocurre algo? -pregunté.

Si tuviese las cuencas llenas, habría entornados los ojos al recibir el hechizo. Sin embargo, simplemente dejó salir un gemido, con la boca torcida.
Era una magia pobre. No le había impresionado.
-Ahora me toca a mí...- susurró, volviéndose niebla de un golpe con un ligero chasquido para deshacerse de la fuerte atadura de su cuello y, una vez estuvo libre, apareció un par de metros más lejos, a media distancia entre una chica cercana y el hombre.

Comenzó a girar una de las cadenas en el aire a modo de lazo, para lanzarla contra el chrysos y luego agarrar su otra cadena con ambas manos. La usaría de defensa.

Sus orejas captaron una tercera voz. Aquello era interesante...
-Hagamos algo grande... -susurró para sí.

A los pocos segundos, Felhlo, la Quinta, se había aparecido en escena. -¿Me has llamado?... -dijo muy asustada.
-Sí. Perdiste en tu último combate. Esta es una buena oportunidad para enmendar tu error -habló la segunda.

-¡Fruk, Dalloi! ¡Atacad!- ordenó a sus mecñas que atacasen a la primera chica, por lo que estos se dirigieron, chirriantes y furiosos hacia la parvus.
-Enana, haz algo -le dijo a Felhlo.
-...Va...vale -susurró.

La Quinta sacó una aguja de unos 40 cm de largo, muy afilada y muy fina y, corriendo, se dirigió a Massen Dew, con el fin de pincharla. -Perdona..., tengo que hacerlo- dijo cuando llegó cerca de la piscis, para intentar asestarle  un fuerte golpe con su arma.

Escucho al chrysos. ¿Fiesta? Sonreí ante sus palabras, pero realmente no entendía qué estaba ocurriendo. Vi como después la agarraba por el cuello. Un pequeño escalofrío me recorrió todo el cuerpo, pero no dejé de sonreír en ningún momento. De todos modos, todo tiene su explicación, ¿no? Me acerqué varios pasos, preparada para contemplar lo que iba a  ocurrir cuando de repente una chica se me acercó, alcé la cara para poder mirarle a los ojos.

- Por ahora nada - comenté con voz tranquila, aunque  en el fondo sentía un pequeño hormigueo.

Abrí los ojos fuertemente, el chrysos había lanzado un hechizo contra la mujer vendada. Otra piscis apareció con una arma que parecía una aguja por otra parte. ¿Qué estaba pasando? La oscuridad se entremezclaba con el caos, dos pequeños mecñas se acercaban chirriantes hacia mí, lanzados por la chica de la túnica. Rápidamente, solté a Jaogín con mi mano derecha a la vez que lo retrocedía con la izquierda, colocándolo detrás de mi espalda. Al mismo tiempo, apunté la palma de mi mano -abierta- hacia las escuálidas figuras que eran los mecñas.

- Pervatia - solté de mi boca, entonado por mi sonrisa. Había dejado que se acercasen para que no pudiesen esquivar el obstáculo que brotaría en medio.

La parvus no me aclaró gran cosa, pero de hecho no tardé en entender, al menos parcialmente, qué estaba pasando. Mi primer impulso ante el hechizo del chrysos fue de protesta, pero la forma de reaccionar de la afectada me hizo mantenerme en mi posición.

Al poco rato, lanzaba contra mi compañera dos ruidosos mecñas, ante cuyos chillidos hice una mueca de molestia. Aparecida de la nada, por su parte, Felhlo, a la que ya conocía, se dirigió hacia mí, enviada por la encapuchada. Fruncí el ceño, entre confusa y molesta. Seguía sin entender por qué aquella chica me atacaba, pero nada más aparecer, ya me había puesto en guardia. Al menos, esta vez, no venía por la espalda.

La vi avanzar, y lancé contra ella un aquaerum, al tiempo que evitaba su trayectoria para esquivar su aguja, moviéndome hacia un lado. No quería perder de vista a la otra mujer ni a sus felinos, pero no pensaba confiarme con Felhlo, de la que conocía unos hechizos increíbles y una buena habilidad en combate.

-Lo que me gustaría es saber el por qué -murmuré, más para mí que para ella. No me daba la impresión de que estuviera a gusto en absoluto con todo aquello.

FdR.: e.e yo quería a Eld, que a Felhlo ya la tuve...

Zacharyas había salido a los jardines con intención de airearse un poco, pero cuando se acercaba un sonido de batalla lo hizo buscar la procedencia del mismo y olvidar su paseo. Cuando llegó allí se encontró con algo que jamás había visto en los jardines, y que le hizo preguntarse si el palacio estaría siendo atacado de nuevo.

El chrysos de la katana, una parvus y Massen Dew se enfrentaban cada cual a un ser distinto: el primero a una sombra encapuchada, la segunda a un par de esqueléticos mecñas y la tercera a una extraña mujer calva.

Repentinamente excitado, Zacharyas se aproximó a Massen Dew. Su espalda estaba completamente recuperada y su cuerpo parecía haber ganado energía al toparse con aquello.

-¿Son enemigos de Brontë? -siseó con emoción y cierto tono macabro algunos pasos a la espalda de la piscis, llevando su mano al espadín que pendía de su cintura, sin desenvainarlo.

Aquella mujer calva le gustaba. Podría ver la herida en su cráneo al partirse, pues no había pelo que interfiriese.

Los mecñas eran dos y el hechizo uno sólo (además no muy potente), por lo que sólo uno de los mecñas se vio afectado por el topetazo, por lo que rodó unos metros pero rápidamente se recuperó.
El otro, por su parte, se zafó del golpe para, de forma vil, morder fuertemente la mano de la chica, sacando sus afiladísimas garras y clavándolas en su brazo, quedándose perfectamente amarrado a su blanda carne.

Mientras, el otro volvió a la carga, esta vez emitiendo un sonido horripilante, muchísimo más agudo que el anterior, en dirección a la rubia.

Mientras tanto, Massen pudo esquivar el punzón de Felhlo. Sin embargo, el perder tiempo apuntando con su hechizo y lanzarlo, hizo que en su brazo derecho se dibujasen unas leves gotas de sangre. Por su parte, el Aquaerum dio en el aún poco desarrollado pecho de la Quinta, lo que le hizo caer al suelo de culo. -Agh...- dijo enfadada y algo roja. - Fluite...- susurró, para licuar por completo su cuerpo y volverse tan transparente como el agua.
Ahora, con semejante ventaja, no le sería difícil acertarle.
Se situó delante de la piscis para clavarle esta vez el punzón en un lugar más peligroso. Sin embargo, le temblaban las manos demasiado, por lo que decidió guardarlo y, simplemente, darle un fuerte empujón.
No le gustaba hacer aquello...
Luego se volvió visible de nuevo y conjuró un aquaerum, preparado para lanzar en cualquier momento si hiciese falta.


Cualquiera de las otras cinco guerreras podría haber evitado aquel corte, sin embargo, la discapacidad de la Segunda era una gran desventaja, por lo que su velocidad de reacción fue bastante nula.
Sintió cómo su carne chillaba dolorida ante aquel profundísimo corte en su pierna, lo que la hizo caer, hincando la rodilla buena en el suelo y sanándose su corte con uno hechizo sanador. - ... - sus labios estaban blancos de ira y su dolor era patente. Pese a que la herida había sanado casi al instante, el dolor no sanaba con hechizos.

-... Garves...- hechizó a Gerald y levantó su cadena de un sólo movimiento para lanzarla como un látigo contra el hombre. Su oído le ayudaba a localizarlo, pese a todo sus golpes no podían ser del todo certeros.- Ahora muere...- dijo sádica.


Otro guerrero más hizo acto de presencia. Aquello se le estaba yendo de las manos a las flamma de Flavia. Sin embargo, Eld no quería utilizar su última baza todavía...

Felhlo tragó saliva y, asustada ante aquel altísimo hombre, le lanzó el Aquaerum con una precisión perfecta.

FDR: Oléis a pis. Sois muchos X_D

El esquelético felino se amarró a mi mano con sus dientes. Sus garras se clavaron poco tiempo después en mi brazo todavía extendido. Carmesí comenzó a adornar mis brazos, y manchar mi vestido. No quedaba bien ese color con mi vestido azul y blanco. Aún no lo sentía... Aún no... Miré al mecña, dolía...
Dolía, ¡dolía mucho!

¡Sonríe, sonríe, sonríe Elektra! - mi sonrisa se quebraba por momentos. ¡¿Qué estaba pasando?! ¡¿Por qué me habían atacado dos sucios y asquerosos mecñas?!

Me despedí de mi sonrisa y de mi elegancia por un instante para recibir nuevamente otra sonrisa, que mostraba aún más la blancura de mis dientes. Mi mano... Mi brazo... Ese ser despreciable, vomitivo, repugnante... Sonreí; sonreí aún más. No dudé ni un segundo en adelantar mi brazo izquierdo -pero no más débil por ello-, empuñando a Jaogín y arremetiendo sus dientes hacia esa monstruosidad que rodeaba mi... ¡MI BRAZO! Una vez lo hubiera embestido y apuñalado con mi querido tridente de izquierda a derecha, habría asestado un contragolpe -el mismo pero de derecha a izquierda- para arrastrar al segundo mecña con él y, con un poco de suerte, destruirlo.

FdR: Daré más datos sobre el doloroso golpe cuando sepa cómo le dio la cadena o3o

Fruncí levemente los labios al sentir, de refilón, un escozor en el brazo, que al momento decidí ignorar. Una voz familiar sonó a mis espaldas, pero no me volví. Ante mí, Felhlo se deshacía en agua, y afirmé mi posición, tratando de vislumbrarla. Recibí un fuerte empujón frontal, que me hizo retroceder, aunque traté de mantener el equilibrio. Felhlo volvió a hacerse visible frente a mí, y regulé mi distancia con ella con la mirada al verla aparecer.

Lancé un aquaerum contra ella.

-Es un entrenamiento -repuse a Zacharyas, con voz que intentaba ser clara pero resultó, quizás, demasiado rápida; no quería desconcentrarme del combate.

Sin perder ni un momento de vista a Felhlo, invoqué un segundo aquaerum, uno de aquellos compactos que había practicado junto a Jun, y que, por girar, resultaban más precisos.

Trataba de ignorar los desagradables chillidos de los mecñas, que seguían con aquel sonido espantoso.

Zacharyas no tardó en ser atacado con un aquaerum que aquella mujer de cráneo desnudo le había lanzado. Se impulsó hacia la derecha para evitarlo, aunque no le hubiese importado sentirlo en sus carnes. No podía evitar, si aquello del entrenamiento era cierto, pensar que la joven estaba en desventaja, pues ya tenía una oponente. El trabajo en equipo era importante, y él no estaba acostumbrado a ello, pero tampoco le hacía gracia el ser un abusón.

A sus oídos, mientras tanto, llegaban aquellos chillidos de mecña que, en cierto modo, le resultaban de lo más agradables, por ser lo contrario.

-Garves... -susurró entonces, animado.

La oscuridad nunca era suficiente para atemorizar a aquellos que no veían en ella. Se le ponía la piel de gallina de imaginar el miedo de aquella joven mujer al sentirse indefensa, abrazada por la oscuridad.
Aprovechó ese instante para mirar a sus compañeros, preguntándose qué combate estaría más desequilibrado para, quizás, meter baza, aunque seguía pensando que quizás su presencia fuese indeseada.

FdR- Educación vs Obsesión

Ahora que Gerald estaba cegado y había recibido un fuerte golpe en el hombro, cerca de la clavícula, decidió tomar aire para aliviar durante un segundo a la inútil de Felhlo.
-¡Tremprustio!- chilló. Utilizó todo su poder en aquel hechizo, por lo que centenares de murciélagos brotaron de las sombras de los árboles para atacar a Massen Dew y a Zacharyas, mordiendo su cara, tirando de su pelo y arañando su cuerpo. Era un hechizo realmente molesto y fuerte del que no se librarían fácilmente.


Por su parte, Felhlo esquivó el primer Aquaerum de Massen y utilizó su punzón para golpear el segundo y así protegerse del impacto. Respiraba agitada. Lo estaba pasando mal. Muy mal. Pero peor lo pasó cuando el Garves de Zacharyas la sumió en la oscuridad. Lo único que pudo hacer fue licuarse con un Fluite, con el fin de evitar ser vista o golpeada y hacerse un ovillo en el suelo, llena de miedo y al borde del llanto.

En cuanto a Elektra, su insana mente le hizo atravesar a uno de los mecñas, el cual gimió herido. El segundo tuvo algo más de suerte y pudo esquivar su tridente.
Corrió hacia Eld y chilló.
Esta se desvaneció para aparecerse al lado del mecña herido y curarlo con su potentísima magia.
Luego los dos se retiraron a un segundo plano.
Eld agarró fuerte ambas mejillas de la parvus con una de sus manos para apretar con ansia. -Zorra... -le espetó, dándole un rodillazo con fuerza.


Zacharyas por su parte sintió algo frío recorriendo su pierna y, cuando se quiso dar cuenta, una serpiente reptaba por sus pantalones.
Luego sintió un pinchazo en el tríceps. Un dardo con antídoto le había sido suministrado. -¿Montáis una fiesta y no me invitáis?- Tuli, sonriente, hizo acto de presencia.

Ratán mordió con fuerza la pierna de Zacharyas.
Tuli siempre inyectaba antídoto a las víctimas de Ratán antes de que este actuase. No quería matar a nadie, sin embargo el veneno de Ratán paralizó la extremidad inferior del caeruleus.
-¡Hola Gerald! -dijo sonriente, echándole la lengua.

Tocó su flauta y los escorpiones de su bolsa comenzaron a inundarlo todo, hechizados por tan agradable sonido.


FDR: EA! A TOMAR POR CULO! PARTY HARD

Una nube de seres oscuros comenzó a rodearme, hiriéndome aquí y allá y haciendo que, finalmente, tuviera que centrarme en algo por encima de Felhlo, que había vuelto a desaparecer. ¡Mithos, qué habilidad para ocultarse! Quizá eso evitara que la atacaran aquellos bichos.

-¿Estás bien, Felhlo? -pregunté a la oscuridad. Vista su actitud, temía que un ataque como aquel, si la alcanzaba, supusiera un gran problema para ella.

Me dediqué, pues, a aquellos seres dañinos. Mi primer gesto reflejo fue apartarlos a manotazos, aunque no tardé en dirigir a los más insistentes un aquaerum, tratando de lanzarlo en un ángulo que golpeara a tantos como me fue posible.

A continuación, me envolví en un nairea y me cubrí con él, tratando de esconderme para evitar nuevos ataques en la medida de lo posible. Una nueva voz había aparecido, y era una voz desconocida; me preguntaba quién sería, y deseé que no supusieran nuevos ataques en nuestra contra.