Jardines (2)

Llegué, pero llegué tarde. Sentía cómo me hervía la sangre y me temblaba el cuerpo; casi echaba espuma por la boca de la furia. Me lancé contra el gigante rojo, completamente enfurecida.

-¡¡¡TÚ!!! ¡¡¡ESTÚPIDO DEGENERADO!!! ¡¡¡SUÉLTALO!!! ¡¡¡VOY A MATARTE!!!

Desde mi escasa altura y mi posición, marqué un primer puñetazo en la parte baja de su espalda, con todas mis fuerzas. A continuación, y sin tregua, guié mi otro puño directo a sus costillas. Con los golpes, trataba de alejarlo del chiquillo, al tiempo que me abría camino para situarme entre ambos y ponerme frente a él.

Zacharyas estaba calmo, observando las violetas. Eran flores hermosas, pero su color era triste. Parecía el color de un cardenal. Al final, las flores también eran dolor.
El sonido de pasos que se acercaban lo hizo alzar la vista, pero antes de que pudiera reconocer a nadie un puño se hundió en su rostro y el caeruleus cayó de espaldas al suelo, pesadamente, sorprendido. Alzó entonces la vista y descubrió a Rick, desbocado, gritándole.

-¿Qué...? -murmuró como pudo, confuso. Realmente, el caeruleus no tenía ni idea de qué sucedía.

Un segundo puñetazo, esta vez en su estómago, le hizo expulsar todo el aire. Desde luego, Rick era fuerte...
Para sumar más locura a todo aquello, Ayne apareció en escena. El caeruleus aprovechó ese momento para ponerse en pie con dificultad, dolorido.

Solté un alarido de dolor al recibir el primer golpe. ¿Quién era? ¿Quién protegía a aquel monstruo?
Al volverme, vi a Ayne, la parvus, que me propinó un segundo golpe, igual de doloroso.

-¡¿Es que no lo ves?! ¡Él te ha hecho todas esas heridas! ¡Tú solo lo proteges porque tienes síndrome de diriógenes y estás tan acostumbrada a sus maltratos que no te das cuenta de que es malo!

Ella se interpuso entre ambos, impidiéndome el llegar a él. Pese a todo, adopté una actitud agresiva, pero no me lancé. Ella no me había hecho nada.

¿Cómo se atrevía? ¿Quién se creía que era? ¿En qué estaba pensando?

Sin la menor vacilación, dirigí un tercer puñetazo a su entrepierna y un cuarto directo a su vientre.

- ¡¡COMO VUELVAS A TOCARLO, PEDAZO DE ANIMAL SIN SESOS!! ¡¡COMO VUELVAS A TOCARLO TE ROMPERÉ LA CABEZA y TENDRÁS UN MOTIVO PARA NO VOLVER A PENSAR EL RESTO DE TU VIDA!! ¡¡Y SI NO TE DAS CUENTA DE LO BIEN QUE ME DEFIENDO SOLA, NO TENGO EL MENOR PROBLEMA EN DEMOSTRÁRTELO!!

Se arrepentiría. Se arrepentiría de aquellos golpes y de todos los demás que tuviera pensados dar.

Zacharyas terminó de erguirse para escuchar las palabras de Rick Dehnel. Se le cayó el alma a los pies y empezó a sentirse mal, a tener frío.
Rick tenía toda la razón, pensó el caeruleus. Quizás no con lo del síndrome del final, pues Zacharyas no entendió a qué se refería, pero sí que le parecía que lo otro era prácticamente verdad al completo.

También lo sorprendieron los gritos de Stalon, a la que jamás había visto tan enfadada ni agresiva. Se acercó renqueante a ella y puso una mano en su hombro para tratar de calmarla.

-Stalon, por favor... -murmuró-. Déjalo. No es un mal hombre.

-¡¡TIENES QUE ENTENDERLO, MALDITA SEA!! ¡¡ES UN MONSTRUO!! ¡¡TE HA PEGADO!! ¡¡DEBES ENTRAR EN RAZÓN Y ALEJARTE DE ÉL ANTES DE QUE...!!

Un golpe en la entrepierna me hizo callar y caer de rodillas, con los ojos encharcados. El siguiente prácticamente ni me importó.
Mi dragón... ¡¡MI DRAGÓN!! Su rugido de dolor era tal que yo apenas podía moverme. Ni siquiera podría levantarme si lo intentase. De hecho, ni siquiera podía pensar en intentarlo.

Dolor...

Aparté la mano de Zacharyas con una sacudida, dispuesta a continuar, pero al ver al gigante caer al suelo apreté los puños y me contuve, todavía temblando. Jadeaba, completamente alterada.

-No vuelvas a dirigirte así a él. No vuelvas a tocarlo. No vuelvas a llamarlo monstruo. Porque la próxima vez no te dejaré gimiendo -hablaba con voz muy baja, entre dientes, pero aún así mis palabras eran claras y perfectamente audibles-. Yo hice esto. Yo me partí el labio. Yo me hice daño. Yo lo tiré por las escaleras a él y lo llené de arañazos. Yo sola. ¿No vas a pegarme? ¿A qué estás esperando?

Lo miraba con ojos chispeantes, canalizando ahora mi furia en palabras. Aunque, si insistía, no tendría el menor inconveniente en volver a los puños.

Zacharyas avanzó varios pasos, poniéndose por delante de Stalon, frente a Rick, que había acabado peor parado que él. Le tendió una mano, ayudándolo a levantarse.

-Esto ha sido un malentendido. Lo mejor será que te vayas y dejes que se calme -le dijo con voz sosegada. En momentos como aquel, mantener la calma se la hacía bastante sencillo-. Vete. Ya aclararemos las cosas. Hablando.

Luego se volvió hacia la parvus y caminó hasta plantarse frente a ella. Se notaba cierta preocupación en su rostro, pero parecía lo suficientemente entero como para sobreponerse.

-Mírate... -. Se acuclilló a su lado-. Estás llena de tierra...

Me di cuenta entonces de mi error. No era él el raro, el peligroso, sino ella. Ella lo había herido a él. Era al revés, al fin y al cabo. Pero las palabras del caeruleus me quitaron las pocas ganas que tenía de enfrentarme a ella en aquel momento. Parecía que se hacía cargo, e incluso me ayudó a levantarme y me dio vía libre a escapar.

Quizás al malinterpretar las cosas me había pasado un poco. Había provocado a la parvus... Vaya tontería...
Lo mejor sería hacer lo que él me había dicho. Primero largarme de allí y ya, luego, cuando se diese, hablarlo con calma, como, quizás, un simple recuerdo gracioso.

*se va por patas*

El chiquillo se interpuso y ayudo al gigante a levantarse. Yo lo miraba, aún sombría, con actitud amenazante, y le dediqué un fuerte gruñido, enseñando los dientes, antes de que desapareciera muerto de miedo. Animal sin sesos y encima cobarde.

Relajé lentamente el gesto cuando Zacharyas se volvió. Bajé la vista al suelo, intranquila. Di un pasito y luego otro, y acabé por lanzarme a abrazarlo. Le acaricié la marca que aquel bruto le había dejado en la cara y se la cubrí de besos, preocupada.

-¿Estás bien? ¿Te duele? -pregunté, con voz suave. Los restos de rabia hacían que aún temblara un poquito.

Zacharyas se llevó una mano a la cara. Le dolía un poco, pero había sentido cosas más intensas. Frente a las contusiones, no había nada como la fría e hiriente sensación de ser cortado por un filo afilado, que casi no dolía al principio, pero luego comenzaba a hacerlo, y a escocer, y a sangrar... Aquello sí era interesante. Lo de su cara no era más que un golpe que no le causaría molestias. Quizás, simplemente, le dejase un negrón unos días.

El caeruleus asintió levemente, esbozando una sonrisa.

-Claro que sí. Hace falta más que eso para hacerme algo...

La verdad era que el golpe le había hecho bastante daño en el cuello. Seguramente le dolería varios días. No pudo evitar imaginarse que, de haberle dado más fuerte, su cuello habría dado la vuelta completa y él habría muerto inevitablemente. ¿Qué más? Quizás... Hacerle saltar los dientes, o un ojo... Todo aquello hubiera sido interesante de ver, pero solo era un cuello dolorido y un posible negrón, nada más.

Me detuve y lo miré, muy seria. Extremadamente seria. Solté un pequeño suspiro, algo afligida, y me apoyé contra él, aún abrazándolo.

-Estúpido gigante rojo -murmuré, rencorosa.

Aquello no había acabado. Volvería a ver a aquel loco. Volvería a verlo, y ya podía volverse entonces dócil como un bismonte, o lo pagaría caro. Muy, muy caro.

Zacharyas vaciló. Se sentía un poco mal. En cierto modo, él era el responsable de todo aquello, aunque no fuese más que un malentendido. De todos modos, no sabría explicarlo, así que no tenía forma de explicárselo a la parvus. De todos modos, confiaba con que ella terminase por calmarse y no odiase a Rick que, al fin y al cabo, solo quería ayudarla.
Observó la herida de su labio.

-Ya tienes la herida mucho mejor. ¿Aún te duele?

Zacharyas pensó que cambiando de tema ella se olvidaría de Rick Dehnel. Ya se encargaría él de hablar en otro momento con el flamma, explicarle la situación y pedirle disculpas por todo aquel malentendido.

No respondí. Me quedé allí, quieta, empezando a dejar de temblar y comenzando a formar y deshacer un suave puchero. Suspiré con cansancio. Yo me dormía debajo de las plantas en el suelo fresquito y todo estaba bien. Quería ir a las berzas, que me tiraban gotitas. Apreté los puños, agarrando la ropa de Zacharyas y pegándome más a él.

-Y había zanahorias y lechugas y coles, pero no había nada de maíz. Y las berzas eran enormes y había una calabaza. Y acelgas y puerros. Las berzas están muy ricas.

Suspiré de nuevo.

Zacharyas la miró con curiosidad. ¿Berzas? ¿Zanahorias? ¿A qué se refería?, se preguntaba. Quizás quisiese decirle algo y él no estaba cayendo en qué era. Se sentía algo torpe por no entenderla, pero no le quedaba otra que preguntar. Esperaba terminar entendiendo a la parvus, porque aquella confusión le resultaba muy incómoda.

-¿A qué te refieres? -preguntó, alzando ambas cejas.

La miró, intrigado. Quizás tenía hambre.

Lo miré de nuevo, ahora con expresión un poco más relajada. Abracé con fuerza su cuello y le di un pequeño beso en la mejilla, antes de frotarla contra la mía. Rascaba un poquito.

-¡Hay muchas cosas en la huerta! -exclamé, contenta-. Y si duermes, te acunan y te mojan la cabeza. Y la tierra está blandita. Y las berzas son graaaandes.

Le di otro beso.

Zacharyas esbozó una sonrisa. Nunca había ido a la huerta y lo cierto era que el trabajo en el campo nunca habia sido de su interés. Como mucho, las formas que había de matar con un rastrillo, pero nada relacionado realmente con la labor de plantación y recolecta. En cambio, Stalon le pareció enormemente emocionada, por lo que se permitió hacer una pequeña broma. Ya parecía más que animada.

-¿Grandes? -inquirió. Carraspeó-. ¿Más grandes que tú? ¿Crees que... -. Carraspeó de nuevo- podrían llegar a ser incluso más grandes que yo?

Asentí con entusiasmo a su primera pregunta. A la segunda, moví la cabeza arriba y abajo aún más enérgicamente. A la tercera, me quedé muy quieta y lo miré de arriba a abajo, con el ceño fruncido, desconcertada. Luego, despacito, negué con la cabeza.

-No... No tanto.

Alcé la mano de nuevo y acaricié el punto donde el gigantón le había pegado. Hice un pequeño gesto de desaprobación, suspirando.

-No pasa nada, chiquillo. Estás guapo igual -aseguré, dándole un nuevo beso en la mejilla.

Se llevó una mano a la mejilla. Se le había inflamado un poco. Aquello le dolería unos días, pero eso no era un problema. En absoluto. Le preocupaba más que la gente pudiese sentire preocupada a causa de eso, como había pasado con Stalon. Por lo demás, podía vivir perfectamente con ello.

-No soy guapo -. Dibujó una ancha sonrisa bastante macabra, aunque no era esa su intención-. Doy miedo -. Dejó salir una suave carcajada bastante musical, para ser él. Tal vez la risa era lo único bonito que tenía su voz, aunque era escasa-. Los niños, al verme, se ocultan tras sus madres.

Zacharyas carraspeó. Aquello era divertido de ver, pero también algo triste. Él jamás haría daño a un niño.

Le cogí la cara entre las manos, negando con fuerza con la cabeza. Luego le acaricié un poco el pelo.

-Mira qué chiquillo más guapo -insistí-. El más guapo de todos. Mucho más que los gigantes rojos estúpidos -aquella última frase sonó cargada de veneno, pero no tardé en recuperar la sonrisa.

Acerqué mi cara a la suya, quedando apenas a unos milímetros de distancia. Entonces, cerré los ojos con fuerza y froté su nariz contra la mía, a un lado y a otro. Solté una risita.

Zacharyas suspiró. Suponía que discutir con ella sobre aquello no llegaría a ninguna parte. Y, aunque llegasen no creía que el proceso fuese agradable. Él, sin embargo, sabía que aquello era verdad: muchos niños se ocultaban de él, y muchas madres, al verlo, justificaban a sus hijos simplemente por su aspecto.
Rick Dehnel, por ejemplo, tenía un aspecto mucho más saludable que él.

Ella frotó su nariz contra la de él. Estaban muy cerca. Por más que lo intentase, Zacharyas no podía dejar de pensar en aquello. En las mazmorras había terminando cayendo, y en ese momento la tenía a ella allí, presente, y los recuerdos regresaban. Tuvo que secarse las manos en la capa y respirar hondo para tratar de distraer su mente de aquello.

Tras frotar su nariz contra la mía, empecé a sentir un picor, con ganas de estornudar. Me separé un poquito y me froté la punta de la nariz en círculos con la palma de la mano, cerrando los ojos con fuerza. Luego aspiré bruscamente e hice una extraña mueca con la cara. Volví a mirar a Zacharyas y reí de nuevo.

Me acerqué una vez más, tal y como estaba antes, como si fuera a hacer otra vez lo mismo. Pero, en vez de eso, situé mi nariz por debajo de la suya y le di un suave toquecito hacia arriba, una especie de mezcla de caricia y gesto para que levantara la cara. Luego, acorté los apenas milímetros que quedaban y junté mis labios a los suyos.

Zacharyas sonrió al ver su gesto cuando se apartó. Entreabrió los labios para pronunciar un "salud", pero pareció innecesario, al final. Las semejanzas de Stalon con una niña le parecían tiernas, aunque, y admitirlo le costaría un buen rubor, había descubierto que Stalon no era exactamente una niña.
Se preparó para recibir de nuevo aquella especie de roce de narices, pero la parvus no hizo lo mismo, sino que acarició la parte baja de su nariz con la punta de la de ella, haciéndole alzar ligeramente el rostro. Zacharyas, que llevaba un par de días mentalizándose para no sucumbir, no se esperaba que tras aquello lo besase.
Pero ella lo hizo.

El caeruleus se echó ligeramente hacia delante, recibiendo el contacto sin pegas. Aunque no profundizó en ella, se atrevió a abrir los labios, de forma que sus bocas se acoplaran mejor. Saboreó su saliva un instante y entonces, repentinamente pudoroso, se apartó con suavidad y desvió la mirada.
Carraspeó.
Estaba tratando de evitar aquello, pero la parvus parecía realizarlo con tal facilidad que no lo conseguía.

FdR- Demasiados años de sequía

El chiquillo respondía, y parecía que, aunque seguía siendo torpe, empezaba a entender algunas de las cosas más básicas. Eso lo facilitaba. Cuando se separó, solté una suave risita.

-Hoy mejor -comenté, divertida.

Me acomodé contra su pecho, alzando la mano para acariciarle la mejilla.

Aquellas palabras solo aumentaron el rubor que teñía las pálidas mejillas del alto caeruleus. Zacharyas se peinó el flequillo sobre los ojos, como si pretendiera con ello cubrirse la cara.
Carraspeó, grave. Esbozó una sonrisa nerviosa.

-Creo que no es buena hora para -. Carraspeó- estar en la calle.

Carraspeó. Aquello era un claro signo de nerviosismo, pero sentía una extraña incomodidad que no lograba controlar. Realmente no le gustaba decirle aquellas cosas a Stalon, pero seguía pensando que un par de semanas alejados le vendrían bien...