Jardines (2)

Aunque dejo de reír, no borro la sonrisa. No soy un mal chico. No me gusta reírme de la gente. Solo que tengo confianza con ella y me sentí con la libertad de hacerlo. Ahora, si se enfada... Va a conseguir que me sienta mal de verdad.

"Creí que eras más mayor", explico, risueño. "Y resulta que tienes un año menos que yo".

Dejo ir un bufido, divertido.

"Ahora es cuando te ríes tú, supongo".

Le muestro la pizarra, resignado. Que se burle. A mí me da igual. Lo soportaré como el adolescente que soy.

Me quedé un momento mirándolo con desconfianza, como sin saber muy bien si creerlo o no. La verdad era que yo siempre había asumido que era la mayor de los dos. Eso me dejaba de nuevo como la más pequeña. Qué rollo.

-Pues yo también creía que tú eras más pequeño -respondí, llanamente.

Negué con la cabeza, cruzándome de brazos.

-No. Yo no me río de la gente -refunfuñé, fingiendo estar ofendida.

Sin embargo, pronto sonreí, dando a entender que no era tan grave.

Una nueva carcajada, muda, abandona mis labios. Luego tomo la tiza y trazo con rapidez unas palabras en la pizarra, todavía sonriente.

"Eso no me deja en muy buen lugar".

Tras mostrar las letras blancas a Massen, extiendo un brazo, doblándolo para que el bíceps sobresalga, un gesto muy repetido por los hombres para mostrar su fuerza y virilidad, o algo así, pero dibujo, cómicamente, una mueca de decepción y termino negando varias veces.

Cuando se pone de morros, la pincho en la mejilla, con el índice, risueño.

"Pues yo sí".

Le muestro la pizarra un par de segundos antes de borrar y escribir de nuevo.

"Tienes que leerlo con tono de ironía o broma", matizo, cerrando los ojos y asintiendo, como dándomelas de sabio.

Lo miré con expresión entre divertida y de fingido enfado. Negué con la cabeza yo también.

-Ser más pequeña no me hace más tonta -remarqué. Posé una mano sobre su pelo blanco, dando un par de toquecitos-. Puede que ahora seas más alto, pero no te lo creas mucho. Aún estoy en edad de pegar un buen estirón. Veremos si entonces te creo cuando dices que eres mayor.

La verdad era que en el fondo me sentía un poco decepcionada. Tenía aquella actitud hacia él que tenía hacia mis hermanos pequeños, en cierto modo, así que me sabía un poco mal descubrir que era mayor que yo. De todas formas, mi actitud con Sock no era muy diferente, y él sí era mayor. Bien pensado, eso suponía que ambos tenían la misma edad. ¿Tendría algo que ver con que se parecieran tanto?

-Bueno, ya que eres mayor y eres un guerrero, tendrás que demostrar tu superioridad, ¿no? -insinué.

Por un momento me pregunté qué edad tendría Follow. Si es que él lo sabía. En las zonas más tradicionales de Aqua se tenía un concepto diferente de la idea de edad, por lo que sabía.

Me encojo de hombros, sonriendo.Desde luego, es más alta que Lluvia, pero no tiene la constitución típica de una mujer alta, y de ir a serlo debería serlo ya. Yo, sin embargo, estoy en pleno desarrollo, y puede que crezca varios años más. Así pues, debería decirle que deje de soñar, pero soy una persona amable y dejaré que, por esta vez, sea feliz.

Lo de la superioridad me hace fruncir el ceño un instante, pensativo.

"¿Superioridad en qué? ¿Una carrera? Es que no me gusta la violencia..."

Si hay algo que se me dio bien hasta ahora es ser escurridizo y rápido... Será por ser pequeño, supongo. A lo mejor suena la flauta y puedo ganarle.
O...
Hago ademán de ir a jugar al piedra, papel, tijera, poniéndome exageradamente serio.

FdR- Jun y Sock se parecen porque son el mismo signo del zodiaco chino. Eso lo explica todo.

Fruncí el ceño y crucé los brazos de nuevo. ¿Pero cómo podía ser tan evasivo? No tenía remedio, no había por dónde cogerlo...

Fingí una profunda tristeza.

-Ay, y ¿quién me protegerá entonces cuando un karnikarsh me ataque?

La verdad, no se me ocurría una situación de apuro más absurda, pero para el caso era válida. Lo miré fijamente.

-Tendré que entrenar mucho para poder protegerte yo a ti -decreté.

La miro de reojo, encendiendo un suave clair ëm yäk para poder ver. Llevo un buen rato sin percibir más que su sombra.
Al mantenerlo encendido la presión en el cuello empieza, pero tan sutil que puedo soportarla fácilmente. No sé por qué ahora es así, pero lo agradezco.

"No sé si puedes fiarte mucho de mi fuerza," "pero si estás en peligro prometo que te salvaré".

Lo escribo. Se lo enseño. Luego lo pienso y me ruborizo. Es como cuando insisto tanto en crear un ala para Lluvia. A veces tengo la sensación de que la gente no suele decir estas cosas tan a la ligera. Pero es que me siento comprometido a ello de verdad.

"Intentaré aprender a valerme solo" "Pero si me cubres las espaldas me siento más seguro", confieso, risueño.

Observé con interés el clair ëm yäk que tenía en las manos, y miré de reojo el collar de su cuello. No entendía bien cómo funcionaba todo aquello, pero tenía algunas sospechas al respecto. No había olvidado su tajante "no me está permitido hacer magia" de la primera vez que vino a Brontë. Al parecer, las cosas habían cambiado un poco. Eso era bueno.

-Si quieres que me fíe, tendrás que mejorar -le advertí, segura.

Era pura lógica, en realidad. No contaba con que tuviera que salvarme, ni nada parecido. Bastaba con que pudiera salvarse a sí mismo. Con eso, yo ya me quedaba satisfecha. Odiaba tener que estarme preocupando por otros constantemente, y Jun tenía un aspecto frágil. Aunque, desde que lo había conocido, había cambiado bastante.

Sonreí.

-Bueno, no puedo estar siempre cerca -comenté-. Y a mí también me gusta cuando me cubren las espaldas. Si entrenas, podremos cubrirnos el uno al otro.

Respiro hondo. Lo que dice es verdad, y no puedo olvidar la promesa que hice al líder parvus y a la líder chrysos... No tengo un arco en vano.
¡Venga, Jun! ¡Díselo!

La señalo. Me señalo. Hago ademán de pelear, con una sonrisa nerviosa.
Ella me daría una paliza, pero espero que no me haga daño. Con entrenar un día así medio jugando puede enseñarme cosas. No hay que golpearse entre amigos.
Además, soy peligroso... Si perdiese el control sin darme cuenta... Solo con pensarlo se me quitan todas las ganas de hacer cualquier cosa.

Empieza a ser tarde para alguien como yo. Debería llevar ya un buen rato durmiendo.
Aunque diciendo ese parece que tenga diez años...

Zacharyas caminaba por los jardines, atravesándolos con un paso que, para él, era relativamente rápido. Vio a dos personas en la distancia. El niño le sonaba, de cabello de hueso, y la joven era la piscis Massen Dew. Hizo un gesto rápido, saludándolos, y continuó avanzando

No iba a ningún sitio en particular, pero se sentía extraño desde hacía varios días, inquieto.
Sin detenerse, sin tener siquiera la intención de hacerlo, para hablar con los guerreros, el caeruleus no tardó demasiado en abandonar el jardín y difuminarse en la oscuridad.

*se va*

Ensanché la sonrisa a sus gestos.

-Estaría bien -respondí-. Pero no sé si es buena idea el uno contra el otro. Sería mejor hacer una competición de puntería, o así. ¡O de magia! -Señalé la bola de luz que sostenía-. Veo que ya empiezas a usarla...

Sentía auténtica curiosidad por sus habilidades. Además, los claritas eran famosos por sus habilidades mágicas, y no podía olvidar aquel entrenamiento con Vatra. Había acabado mal, pero había sido igualmente impresionante...

Vi pasar a Zacharyas, al que saludé con un gesto. Hacía tiempo que no hablaba con él.

Tras cavilar sobre mis posibilidades, me decanto por la más apta de las dos.

"Mejor puntería. La magia sigue siendo un poco inconveniente".

Solo de mencionarlo recuerdo el suceso en Fulmen, antes de venir a Brontë. Al final acabé patéticamente tirado en el suelo, como siempre. Aunque, eso sí, después de haber podido matar a Massen con un hechizo descontrolado. ¿Estoy realmente seguro de que quiero estar aquí, con ella, ahora mismo? No sé...

Una incomódidad en mi estómago, que lleva así un buen rato, me obliga a cambiar de tema.

"Yo estaba pensando en cenar algo...", escribo, poniendo intencionadamente los puntos suspensivos vacilantes, esbozando una sonrisa con cierta timidez.

Asentí, conforme. No iba a insistir con algo así. Ya tendría oportunidad de conocer la "tímida" magia de Jun en otro momento. Y yo estaba descuidando mucho a Loksass; practicar con Jun me vendría bien.

-Puntería pues.

Sonreí a su segundo mensaje, y miré al cielo, encontrándome con un trozo de luna que ya tenía una cierta altura, asomando entre las nubes.

-Mejor vamos al comedor -coincidí-. Se ha hecho tarde...

Echamos a andar hacia allá.

*se van*

Tardé días en llegar a los jardines, o así me pareció. Una vez allí, mareado, con el mundo dando vueltas, me desplomé en un arbusto que me pareció menos espinoso que el resto. No sabía dónde estaba la capa, hacía frío...

Tiritando, con la nariz ensangrentada, terminé, de algún modo, durmiendo en aquel lugar. Y los sueños que tuve aquella noche fueron, más que innobles, confusos y dolorosos.

*se duerme*

Al despertarme el mundo daba vueltas. El sol me molestaba en los ojos.
Necesitaba agua.

*se va*

Salgo un rato, pese a la lluvia. Es difícil encontrarse con un día sin lluvia, últimamente, de modo que me conformo con una capa y lo que esta noche puede ofrecerme. Agua, en este caso.
Con los ojos ligeramente iluminados, me muevo hasta colocarme bajo uno de los salientes del palacio para resguardarme. Ver llover desde lo seco no está mal del todo.

Siento la necesidad de hacer algo. Me siento apalancada últimamente. Sin darme cuenta, he empezado a dormir diez horas diarias. No quiero acostumbrarme. No quiero que eso sea lo normal.

Resoplo, frustrada.

El paseo no dura demasiado, lo suficiente como para que me airee. Los bancos están mojados y no puedo sentarme. Tampoco hay mucho que hacer aquí fuera. Hago más descansando.

*se va*

Corbin no parecía creerse del todo que, por fin, el temporal hubiese pasado. Cuando salió del palacio para comprobar los terrenos lo hizo con cautela, dirigiendo de vez en cuando miradas de desconfianza al cielo, como si no se fiara de que algún relámpago siguiese todavía al acecho.

Cuando por fin pareció decidir que salir no era peligroso, salió a los jardines y comenzó a caminar por la hierba embarrada, observando los alrededores. Todo estaba en un estado lamentable, y aquí y allá se veían personas que trabajaban por cambiar ese hecho.

Corbin caminó un rato, observando el paisaje y, cuando decidió que tenía suficiente información, comenzó a calentar. Echaba demasiado de menos el sol como para desaprovecharlo, y entrenar allí sería una buena forma de afianzar los pies, que debían luchar contra el barro. Así pues, descalzo, caminaba haciendo movimientos precisos.

*se queda*

Salgo a estirar un poco las piernas. Ayer dejó de llover, pero todavía me quedé un poco más, no fuera a ser que volviese. Pero tras leer el cartel tengo muy claro que por ahora podemos salir. Cuando llego a los jardines, de hecho, me doy cuenta de que no soy el primero. ¡Ni el primer claritas siquiera! ¿Esta entrenando?

Lo observo, curioso. Su forma de moverse es de lo más extraña. En una esquina, recatado, intento imitarlo sin mucho éxito, en el sitio, aunque creo que solo conseguiré mancharme los zapatos. Ni siquiera sé qué hace exactamente, pero tiene un aspecto muy acechante.

Corbin ignoró, en un primer momento, al claritas que se acercó. Continuó con los movimientos, haciéndolos lo suficientemente despacio como para asegurar su perfecta precisión, pero lo suficientemente rápido como para que, de estar golpeando algo, el golpe hubiera sido efectivo.

Miró al chico de reojo cuando se dio cuenta de que lo estaba observando. Continuó los movimientos, imprimiéndoles más agresividad, como tratando de intimidar al chico. Por lo demás, continuó sin inmutarse.

Al verlo mirarme me tenso un poco. Bien pensado, puede ser que esté faltándole al respeto... Ni siquiera sé quién es... Pero yo veo que aquí todos se relacionan de alguna manera y quizás pensé que era así de fácil... Aunque lo raro es que no se haya echado a reír al ver la diferencia entre ambos, porque él es fuerte, rápido, serio, y yo parezco un chico asustado solo de verlo golpear el aire...
Me froto el brazo estirado, pegado al cuerpo, con la mano contraria, algo nervioso. Finalmente decido ponerme a apartar unas de las rocas del camino. Seguro que esto cuenta casi como levantar pesas, y de paso limpio un poco los jardines, que por lo que veo va a haber que echar mano a los exteriores.

No puedo evitar mirarlo de reojo de vez en cuando, impresionado por sus gestos. Pero sigo cargando piedras, una tras otra, y dejándolas a un lado, en el linde del bosque. No sé qué se hará con ellas luego, pero bueno...

Corbin llevó una mano al bolsillo para sacar uno de sus puños, y continuó con los movimientos, avanzando poco a poco por el terreno. Al poco rato sacó el segundo, imitando los gestos que ya había realizado la primera vez.

Al girarse vio pasar al chaval de antes, que ya parecía haberse cansado del ejercicio. La perseverancia era importante para salir adelante, Corbin lo sabía muy bien, pero, evidentemente, no hizo ningún comentario al respecto. Al menos, se estaba dedicando a hacer algo, en vez de tirarse al sol sin más. Aunque, a simple vista, parecía una presa bastante fácil.

Los pasos lo fueron llevando hasta un árbol, uno de los pocos que continuaba en pie. Cuando llegó a su altura, continuó con los golpes, aplicándolos entonces al tronco.

Me froto la frente con la manga, que ya estoy sudando. Entonces lo veo golpear el árbol y me quedo mirándolo, boquiabierto, un momento. Saltan trozos de madera, juraría... ¿Cómo puede ser capaz de luchar así, solo con los puños? A mí que usar una espada ya me da miedo y me parece estar muy cerca del peligro... Aunque lo malo del arco es fallar, que lleguen a ti y a ver que haces...
Lo cierto es que yo soy el que moriría en todos los enfrentamientos. Cada vez lo tengo más claro... A alguien tiene que tocarle, pero... ¿yo?

Tras el breve descanso me enfrento a una roca más grande. No puedo con ella en peso, así que la hago rodar, que con el suelo así de embarrado no hay mucha dificultad en ello. Aunque es más cansado, y llevar la espalda doblada es un engorro.

Corbin continuó trabajando con los puños, fijándose bien en la forma en que golpeaba, así como el lugar. Tendía a visualizar a sus enemigos en aquello a lo que aplicaba los golpes, como forma de ver dónde debía dar para hacer un mayor daño. Por supuesto, esto no era tan fácil sin los puntos señalados de antemano, porque la mente podía ser poco exigente.

Después de un tiempo, comenzó a añadir golpes con las piernas a los de sus puños. Para Corbin, las piernas eran un elemento complementario, pero desde que se había decidido a añadirlas a su estilo de combate, buscaba combinarlas en la medida de lo posible para posibilitar golpes más naturales.

Al cabo de un tiempo, ya cansado de ser tan meticuloso, decidió embestir como lo haría realmente en un combate, sin fijarse tanto en los puntos exactos en los que golpeaba como en la fuerza y rapidez que empleaba para ello.

Salí a estirar un poco las piernas y a trabajar, que cuanto antes empezase antes acabaría. Había decidido ir primero al pueblo, para ver cómo estaban nuestros vecinos, ya que parecía que Brontë había resistido bien. Era el deber de los nobles guerreros cuidar del próximo por encima de todo, y por algo estábamos allí, al fin y al cabo. Y de paso podría ver qué reacciones causaban mis nuevas patillas, ásperas y varoniles, en las muchachas del pueblo.

Al llegar al jardín vi en el a Corbin y al chico claritas cuyo nombre no recordaba... Sin miramientos, caminé hasta él y con un amable "trae" cogí la piedra enorme que intentaba arrastrar, echándomela al hombro.

-¡Buenas tardes, caballeros! -exclamé, llevando la piedra junto al resto-. Te veo en forma, Corbin -. Me volví luego al chico-. Lesionado no nos servirás de nada. Hay que empezar poco a poco, que los músculos no nacen solos.

Estaba de buen humor, pese a todo.

Pronto llega el hombre que ya me salvó una vez, el del beso en el baile del señor Brumm, el que estaba enfermo en los jardines... ¿Rick? Algo así había dicho, creo... No lo tengo muy claro. Y, por suerte, me ayuda con la roca, porque la verdad es que me estaba dando bastantes problemas. Le dedico una sonrisa y un leve asentimiento de gratitud.
Se refiere al otro como Corbin, y lo miro un momento. Cada vez lo que hace es más impresionante. Yo es que no sé qué pinto aquí, con lo débil y cobarde que soy... De imaginar que tengo que luchar contra un hombre la mitad que cualquiera de estos ya me tiemblan las piernas.

Asiento fuertemente, contento, ante las palabras del flamma y me voy a coger rocas más pequeñas para apartarlas.