Jardines (2)

Cuando Rick apareció, Corbin se limitó a saludar con un gruñido, sin interrumpir su entrenamiento. Cuando, un poco después, decidió darlo por finalizado, clavó el puño derecho por última vez en el tronco y guardó de nuevo sus armas en los bolsillos. Entonces sí, se volvió hacia sus compañeros, con el mismo gesto sin expresión que le era habitual.

-Buenas tardes -saludó por fin, con tono algo agresivo.

Como necesitaba distraerse tras sus entrenamientos, y viendo lo que hacían los otros dos, decidió unirse al transporte de rocas. Aquello conseguiría terminar de cansarlo, con lo que aquella agresividad que siempre se le quedaba dentro acabaría por desaparecer.

El chico y yo estuvimos moviendo rocas un buen rato, mientras Corbin seguía. Era un chaval muy callado, la verdad; así no perdía fuerza por la boca. Me encargué de las más grandes y él de las pequeñas. Era una buena forma de trabajar en equipo. Y a lo lejos podía ver a algunos del servicio haciendo lo mismo en el otro lado de los jardines. Los saludé con un brazo, animado.

Cuando Corbin saludó ya estaba lleno de barro.

-Cómo ha quedado esto, eh-. Sonreí, dejando una roca especialmente pesada junto al resto-. Aunque yo realmente iba al pueblo. Quiero ir a echar un ojo por allí.

Moví los hombros en círculos hacia atrás, regresando junto al camino, que ya estaba bastante más despejado. Lo rápido que se trabajaba si uno se ponía en serio.

-Creo que tendremos trabajo para unos días. Aunque es una buena manera de mantenerse en forma.

Dedicarse a esto es más difícil de lo que hubiese imaginado. Sé coger piedras, cómo no, pero lo cierto es que una vez intenté hacer pesas y esto es todavía más duro; me duelen los brazos de cargarlas y la espalda y las rodillas de agacharme una y otra vez. No entiendo cómo Rick puede estar tan tranquilo cogiendo esas piedras que son como dos veces mi cabeza... Mithos...

Me siento un rato sobre un montón de las piedras que hemos recogido para recuperar el aliento. ¡¿Y él va todavía al pueblo?! No sé de dónde sacan las fuerzas...
Me rasco el cuello, tímido. Lo que verdaderamente no sé es cómo voy a hacer para hablar con ellos, porque entre que tendría que escribir y parecen conocerse... Estoy aquí, incordiando.

Suspiro y me levanto, para cargar una nueva piedra.

Corbin avanzaba cargando las rocas, con los dientes apretados y expresión un tanto hosca. Volvió la vista a Rick con un cierto aire salvaje en la mirada cuando este habló. Tras inspirar profundamente, consiguió componer una frase aceptable.

-Pronto estará de nuevo como antes -murmuró entre dientes.

Y siguió cargando, una roca tras otra. A base de liberar energía en algo que no fuera dar golpes, se iba sintiendo poco a poco algo más relajado.

Asentí a las palabras de Corbin y recogí algunas piedras más. Cuando acabé con las más grandes decidí que iba siendo hora. Al fin y al cabo, el chico quizás no pudiese con ellas, pero seguramente Corbin podría, y de no ser capaz ninguno, los del servicio trabajaban cada vez más cerca. ¡¡MIS PODEROSOS BRAZOS HACÍAN FALTA EN EL PUEBLO!!

-Bueno, muchachos... Creo que voy a ir partiendo hacia el pueblo antes de que se acabe la luz. Espero que volvamos a vernos recogiendo rocas.

Y con un gesto me sequé el sudor, me despedí, y salí a trote ligero en dirección al pueblo. esperaba que los caminos permitiesen llegar. ¡Y si estaban obstruccionados yo mismo apartaría las rocas del medio!

*se va*

El flamma se va. Parece realmente enérgico. Me sorprende cada vez más ver la pasta de la que están hechas estas personas. ¿Será eso lo que hace falta para recibir la llamada? Porque con mis bracitos es normal que no... Es decir... Esas piedras parecían hechas de papel cuando las levantaba él, pero...
Suspiro y miro al otro. Me rasco la barbilla y noto como me la lleno de barro, lo que me hace componer una mueca. Doy algo de asco. Si el abuelo me viese no me dejaría ni pisar el suelo; me lanzaría un hechizo de levitación y me llevaría directamente a la bañera, vestido y todo.

Muevo un par de piedras más y ya me oigo jadear. Creo que esto no es lo mío, pero hay que hacerlo, claro. No lo voy a dejar así solo porque soy un debilucho.
Aunque, viendo la hora, podría ir a cenarLluvia, y practicar un poco de lenguaje de signos. Es una buena idea.

Hago una gentil reverencia al claritas y lo despido moviendo la mano y con una sonrisa. Luego, corriendo como puedo, a punto de resbalarme un par de veces, entro en el palacio.

*se va*

Incluso cuando sus compañeros se hubieron marchado, Corbin permaneció un rato más transportando las rocas. A aquellas alturas ya había tomado aquello como una continuación del entrenamiento, aunque al no tratarse de combate, iba tranquilizándose poco a poco.

Cuando se encontró un poco menos agresivo y la mayor parte del trabajo estaba hecho, vio acercarse a un grupo de miembros del servicio. Decidió encargarles que terminaran con lo que quedaba y se fue de los jardines.

*Se va*

No he salido hasta los jardines en un tiempo. Sí he tomado el aire, dejando a Massen sola aveces para no agobiarla con mi presencia, pero no he llegado tan lejos. Lo cierto es que tienen mejor aspecto del que esperaba, aunque es normal teniendo en cuenta la fecha. Ya se ven algunas personas del servicio removiendo la tierra y otras empezando a replantar, aunque la mayor parte de la zona sigue siendo un barrizal.

Miro a Massen de reojo. Me he traído la muleta por si acaso, pero procuro no apoyarme en ella. Las precauciones nunca sobran. La dejare contra un muro mientras no la necesite.

-Bueno, habrá que pedir instrucciones -murmuro, propongo, mirándola con una leve sonrisa, tratando de comprobar su estado de ánimo.

El trabajo en el campo no es lo mío. Juraría que si lo hice alguna vez fue por pura casualidad.

El jardín no estaba en un estado maravilloso, pero era evidente que ya se había estado trabajando en su recuperación. Eso implicaba que no habría que empezar de cero. Y remarcaba que yo no había hecho nada por ayudar.

Me gustaban las plantas, siempre me habían gustado. Me llamaban mucho la atención, pero pocas veces había tenido oportunidad de trabajar con ellas. En el glaciar no había muchas plantas, por conceder que había alguna.

Asentí en silencio, y tanto Alehyss como yo nos dirigimos a un chico del servicio, en busca de algo que hacer. Nos encargó un saco de tierra abonada y nos señaló dónde podíamos encontrar las flores y herramientas. Por lo que explicó, el trasplante era sencillo. Probablemente nos había asignado las más fáciles. Después, nos indicó una zona en la que trabajar, y allí nos dirigimos.

*se quedan trabajando*

No creo que esto sea lo más útil que podamos hacer, ni me agrada demasiado estar trabajando con abono, aunque el jardín es un lugar que me resulta agradable, por lo que supongo que arreglarlo me vendrá bien para cuando simplemente desee ver el panorama. Me muevo, también, mejor de lo que esperaba sin la muleta, aunque agacharme o acuclillarme sigue resultando algo incómodo. No obstante, como Massen parece distraída y trabaja bien, creo que podría considerarse esto como un éxito.

-¿Cómo vas por ahí? -inquiero, alzando un poco la voz para que me escuche, refiriéndome a su trozo.

Ya me he visto obligada a iluminar mi cuerpo, como los otros chrysos, lo que también le facilita la visión a ella. Sin embargo, teniendo en cuenta que solo se trata de replantar el jardín, no creo que nos quedemos mucho más. No es una tarea tan urgente como para quedarse hasta demasiado tarde.

Antes de darme cuenta, había quedado completamente enfrascada en aquel asunto. A veces me preguntaba por qué no tendría alguna macetita en la habitación. Luego recordaba que ni siquiera sabía qué había que hacer para cuidarla.

Me pasé una mano por la frente, tratando de quitarme un poco de tierra, aunque solo conseguí mancharme más. Estar tanto tiempo encogida era agotador, pero aquello era bastante divertido.

Incluso esbocé una sonrisa cuando Alehyss habló.

-Cansa más de lo que parece -señalé-. Pero tiene su gracia.

Parece que, ya por suerte, por intuición o por mera casualidad (que es lo mismo que suerte, teniendo en cuenta mi percepción de la realidad), parece que he dado en el clavo. Y si bien es cierto que esta no es una tarea de reconstrucción en toda regla, por lo menos he echado una mano a Brontë y a Massen. Me alegra verla un poco más animada, aunque solo sea mientras está distraída.

Esbozo una sonrisa, en respuesta a sus comentarios.

-Ya que hay que trabajar, está bien si lo disfrutas -comento, tratando de sonar animada, si bien a mí parece que esto no me agrada la mitad que a ella-. Aunque creo que a estas horas habría que ir pensando en irse pronto -añado, alzando la vista al cielo, un momento.

Sacudo la cabeza ligeramente en un acto reflejo, buscando despegarme el flequillo de la frente sin tocarlo con las manos, que tengo llenas de me gusta pensar que barro.

Cogí una nueva planta y, tras haberle hecho hueco en la tierra, la puse en ella. Después reuní algo más de tierra alrededor, sin apelmazarla. Asentí al comentario de Alehyss.

-Y de darse una buena ducha -apunté, mirándome las manos.

Aunque, por mi parte, bien podría quedarme un rato más. Eso sí, estaba segura de que luego lo lamentaría, teniendo en cuenta que me estaba quedando entumecida. Sin embargo, me daba perfecta cuenta de que Alehyss no se lo estaba pasando precisamente en grande, así que no me resistí mucho a marcharnos.

Recogimos las herramientas y, tras despedirnos del resto, volvimos dentro.

*Se van*

Salí de las cuadras tras haber estado un rato con Telma. Cuando llegué al jardín me dediqué a contemplar un rato los alrededores, iluminándolos con un flagrare. Ya tenía un aspecto mucho mejor que cuando había estado recogiendo allí piedras con los dos claritas.
Suspiré, apoyándome contra un árbol. Telma estaba bien. por supuesto, y Lea, lo más seguro, durmiendo en la habitación de las chicas. Me había acostumbrado a verla que ya se me hacía raro no verla en un par de días seguidos. Pero a vaya horas me acordaba. Estaba tan ocupado ayudando con la reconstrucción que no tenía tiempo. ¡Era aquello, por supuesto!

Me estiré, cansado. Era hora de irme a la cama, que tenía que madrugar mucho al día siguiente, de nuevo, para ir al pueblo a primera hora, que se lo había prometido a... ¿Cómo se llamaban aquellas jovencitas?

Mithos...

*se va*

Finalmente, me había encontrado con uno de los mensajeros y le había entregado la carta que había escrito para mis padres. Todavía no había recibido noticias suyas, así que seguía preocupada, pero esperaba que tras la llegada de mi mensaje todo fuese a mejor. Tenían que responderla, así que recibiría noticias suyas. La otra opción era impensable, no se daría.

Con ese pensamiento en mente, salí del Palacio dispuesta a ayudar con las reparaciones. Durante la tormenta, y tras su final, no había hecho otra cosa que preocuparme por mi familia, olvidando todo tipo de responsabilidad que pudiera tener. Por eso mismo, ahora que ya había logrado enviar mi mensaje, decidí que era un buen momento para echar una mano. No dejaba de ser una guerrera, y una habitante de Brontë: lo menos que podía hacer era ayudar.

Me acerqué a los chicos del servicio, y tras pedirles explicaciones, comencé a trabajar con ellos.

*se queda*

Concentrada como estaba trabajando, no me di cuenta de que alguien se había acercado hasta que escuché la voz de Gerald. Todavía sin volverme, esbocé una sonrisa coqueta, plantando una nueva planta. Luego miré al chrysos por encima del hombro.

—Esa flor es libre —respondí, resuelta.

Volví a clavar en la planta, y amasé la tierra que había a su alrededor. Una vez satisfecha, me puse en pie, y esta vez sí, me acerqué a él.

—Buenas noches.

Alcé una ceja, cruzando los brazos. Tenía las manos llenas de tierra.

—Puede.

Y sonreí, burlona.
Escuché con atención su respuesta, y cuando terminó de hablar, me tocó el mentón, torcí la sonrisa, volviéndola quizá más pícara que burlona.

—Yo también, no creas. —Miré las plantas que había estado plantando. Suspiré—. Dedicarme a la plantación no es algo que me llene de alegría. —Volví a mirarle—. Aunque es algo que hay que hacer. Tampoco me quejo. El trabajo ha ido bien y eso... No es que sea difícil ni nada.

Estiré los brazos, con cierto descaro. El trabajo podía no ser difícil, pero sí era cansado. No llegaba a ser agotador, pero aún así...

—¿Y tu día qué tal ha ido?

FdR: Huí a cenar cual bandido

Volví a observar las plantas cuando mencionó lo del rol de jardinera, con el ceño ligeramente fruncido. No creía que algo que me llenaba de tierra y barro pudiese quedarme bien, sino más bien todo lo contrario: ¡a saber qué aspecto tenía con toda esta suciedad encima! Cargar piedras, por otra parte, aunque debía ser mucho más agotador, me daría un aspecto fuerte, y seguro que no me manchaba tanto. Aunque para ser sinceros, dudaba que alguno de los trabajos me fuese bien. Estaría mucho más cómoda en una herrería, sin duda.

—Pero ser jardinera me llena de tierra. —Lo miré—. No es agradable.

Suspiré. Y luego escuché sus palabras, asintiendo. Así que había ido al pueblo. Me pregunté cómo estaba. Seguro que destrozado.

—¿Y cómo está el pueblo? ¿Muy destrozado? —Ladeé la cabeza, curiosa. Luego, como respuesta a su último comentario, añadí—. Podemos ir a pasar el rato, sí, pero antes quiero ducharme.

Le sonreí.

Fruncí el ceño.

—Eso no es cierto.

No era muy quejica: simplemente, no me gustaba mancharme de tierra. Y aunque no me gustaba, lo hacía, así que no había crítica valida. ¡No había!
El comentario dejó de importarme cuando me besó, y para cuando volví a mirarle, ya no tenía el ceño fruncido, sino un leve sonrojo en las mejillas. Carraspeé, todavía con sus manos en mi cintura.

—Entonces supongo que... Eh. Que no tardarán mucho en reparar la zona. —Lo miré—. Si está mejor de lo esperado...

Me encogí de hombros. Realmente no sabía que esperar. A lo mejor estaba mejor de lo que él había pensado pero seguía estando completamente destrozado. A lo mejor Gerald se había imaginado un paraje inhóspito, desprovisto de cualquier forma de vida y se había topado con que había gente. Quién sabía.

Su siguiente comentario me hizo esbozar una sonrisa un poco más pícara. Dejé que me estrujase antes de hablar.

—No hay baños mixtos, pero hay termas —murmuré. Luego me separé un poco—. Pero las termas no me quitarán esta suciedad.

Me aparté de él cuando me metió mano, roja hasta las orejas, y bajé la vista al suelo.

—No hagas eso... —murmuré.

Luego me pasé la mano por la nuca, y suspiré. Permanecí un rato así, roja principalmente, hasta que volvió a hablar. Entonces lo miré, sonriendo tímidamente, y asentí.

—Nos vemos en el comedor entonces.

Ensanché la sonrisa. Luego, tras despedirme de él, volví a Palacio.

*se va*