Jardines (2)

Había buscado casi toda la noche y parte de la mañana. Lea, por suerte, se había ido a dormir a tiempo, quitándome de encima un poco de culpabilidad. Los compañeros eran importantes, y también necesarios, pero en la misión en la que habíamos salvado a Silvanus había descubierto, también, lo importante que era cuidarlos.
Todavía pesaba sobre mí el no haber podido sacar de allí el cadáver de Prosper... ¿Ya sabría su familia la noticia? ¿O tendrían para siempre la duda de qué había pasado por mi no capacidad de sacar su cadáver?

En algún momento volví al jardín, varias veces, de hecho. Me senté un rato a descansar, a pensar, y el cansancio pudo conmigo.

*se duerme en un banco, sentado XD*

Apenas he podido dormir. La preocupación me puede. Me despedí ayer de Rick de madrugada, pero no la habíamos encontrado para entonces. ¿Dónde puede haberse metido esa niña?

Tras prepararme bien por la mañana, salgo de nuevo, dispuesta a encontrarla por mi cuenta. Pese a que sé que no era probable que esté allí, recorro el jardín; puede haber vuelto, por cualquier motivo.

No la encuentro a ella, pero sí encuentro la prueba de que Rick no la ha encontrado tampoco. El flamma, que no tiene muy buen aspecto, duerme sobre un banco. Por supuesto, no hay ni rastro de la bismonte.

Me acerco y le sacudo un hombro; si va a dormir, que sea en un sitio un poco más cómodo. Y, tal vez, tenga alguna novedad sobre Telma. Aunque esto último es poco probable.

-Rick -llamo, con voz suave-. Despierta.

En el fragor de la batalla habían muerto todos. Yo... Solo quedaba yo. A mi alrededor, de cualquier manera, heridos, sangrando, cientos, ¡miles! de cuerpos... Con los huesos salidos y sin ojos, Zacharyas me miraba con las cuencas vacías, sonriendo extraño, virgen... A su lado, Alehyss Lester, muerta mientras ejercía como prostituta. La pequeña Massen también estaba, troceada y repartida. Y Fier, desalada como una margarita, tenía el corazón atravesado por una espada. Y al fondo, colgada de un árbol, con las flechas hundidas en su cuerpo, Inger, inerte.

Me dejé caer de rodillas. No había logrado proteger a nadie. Todos habían muerto porque Rick Dehnel era un inútil incapaz de ser de ayuda. Ya lo había demostrado en los jardines al necesitar a Corbin para que no sucediese una desgracia, cuando habían atacado aquellos tipos...

Una mano tocó mi hombro, haciéndome alzar la vista lentamente. Algo sólido me golpeó en la cabeza.

Abrí los ojos.

-Lea...- susurré, sin caer en la cuenta. De pronto comprendí-. ¡¡Estás viva!! -exclamé, lanzándome a abrazarla con fuerza. Quedaba, por lo menos, otro guerrero como yo. Sin embargo, al mirar a mi alrededor me di cuenta, comenzando a separarme de ella-. Era una pesadilla...

Me froté el pelo con la mano. Había un punto que me dolía especialmente, como si me hubiese dado algo duro.
Así que todos estaban vivos... ¡Era Telma la perdida! ¡Y tenía que encontrarla!

-¿Qué haces aquí? -pregunté, sorprendido por la presencia de la flamma. No estaba cuando me dormí-. Gracias por despertarme, aunque no hacía falta que me pegases... ¡La búsqueda no ha finalizado!

Mientras Rick empezaba a volver en sí, vi volar una piedra hacia su cabeza. Miré alrededor, buscando quién la había tirado, y vi una sombra escabullirse un poco más allá. Fruncí el ceño, confusa. ¿A qué había venido aquello?

No tuve mucho tiempo para pensarlo, pues Rick se lanzó a abrazarme en cuanto estuvo medianamente despierto. Ahogué un grito, sorprendida, y traté de separarme de él. ¿Es que no sabía actuar con normalidad?

Una vez estuvo despierto, comenzó a hablar sin pausa. Me limité a lo importante; no tenía tiempo de ponerme de conversación.

-Estaba buscando a Telma -expliqué- cuando te vi aquí durmiendo. Quería preguntarte si sabías algo de ella, o si la habías encontrado. Pero ya veo que tampoco has tenido suerte...

Un enorme bostezo me hizo abrir la boca. Rasqué de nuevo la parte dolorida de mi cráneo mientras escuchaba a la flamma. Así que había hecho eso por Telma... ¡Qué buen corazón! ¿Se la merecería el bueno de Seth o sería demasiado buena para él?
Negué lentamente, algo triste.

-Nada. Estuve buena parte de la mañana volviendo a recorrer el río, el lago... ¡Hasta fui a la cascada! Pero ha sido en vuano-. Me rasqué un brazo, pensativo-. No sé a qué lugar ir ahora... ¿Se te ocurre algo?

La miré, expectante, como si su respuesta fuese a ser la salvación. Los alrededores de Brontë eran muy grandes, y aquello no ayudaba.

Cavilo un momento, pensativa. La verdad es que no tengo ni la más remota idea de dónde puede haberse metido la bismonte.

-No se me ocurren muchos más lugares donde pueda nadar -reconozco. Tampoco conozco tanto los terrenos, y eso juega en mi contra-. Se me ocurre, aunque espero que no sea así, que haya podido perderse en el bosque. Por lo que sé, es muy grande... -Si es así, encontrarla no será fácil-. O, tal vez, haya vuelto a los establos. Allí fue donde la viste la última vez. Quizá se fue y, cuando volvió, tú ya te habías ido...

Si esa hipótesis es correcta, por mí Rick puede morirse. Darme semejante susto por nada... Y la pobre Telmita, preocupándose por dónde habrá ido su mascota. Aunque sería un final feliz para todo esto. Solo espero que ella esté bien...

Me froté la barbilla con la mano. Lo del establo no lo veía muy probable... ¡Yo no era tan idiota como para no darme cuenta de algo como eso! Casi me ofendía que lo pensase, pero no tenía tiempo para ponerme a discutir. ¡Telma esperaba!

-Creo que probaré en el bosque -anuncié, apretando los puños con decisión-. Si se ha perdido tiene que estar asustada, ¡y eso no puedo permitirlo!

No perdería a nadie más. Salvaría a Telma primero, y luego al resto de las personas importantes para mí. ¡Rick no volvería a deprimirse ni a decepcionar a nadie!

Parece bastante decidido con la opción del bosque, pues ni siquiera hace referencia a la posibilidad de que haya vuelto a las cuadras. Espero que no haya sido tan estúpido como para no pasar por allí...

El bosque, pues. Asiento, conforme.

-Te acompañaré -propongo-. Entre dos tenemos más posibilidades de encontrarla. Lleva tanto tiempo sin aparecer que empiezo a asustarme...

Así pues, ambos nos dirigimos hacia el bosque. Buscaré a conciencia.

*Se van*

La lluvia vuelve a la carga, pero el afán de ver a Telma es más fuerte. Con esta idea en mente, abandono la comodidad del palacio (bien preparada para afrontar el mal tiempo) y salgo a dar un paseo por los jardines.

No voy demasiado lejos. Después de todo, una cosa es salir a dar una vuelta, y otra irse de aventura. Además, espero, a Rick no se le habrá ocurrido llevar a Telma muy lejos después de lo que ha pasado, y menos en un día como hoy. Concluyo que, si en un rato no los veo, iré a ver a los establos.

*Se queda*

La lluvia no iba a estropear mi día, de modo que salí con Telma a hacer algo de ejercicio. Ella no podía correr, parecía que aquella pata seguía haciéndole un daño innoble, de modo que al llegar a los jardines me posicionicé bajo un árbol para cubrirme un poco de la lluvia y cogí una rama delgada que había por allí para practicar estocadas y golpes con la espada mientras la pequeña bismonte dedicaba su tiempo a jugar en algunos charcos y masticar hierba como si fuese un jugoso trozo de bism...

-¡¿Eso es todo lo que sabéis hacer?! -grité a los ladrones que trataban de despojar a una dama imaginaria de su vestido. Lancé un corte diagonal, destrozando a uno de ellos-. ¡Acabáis de toparos con la peor de vuestras pesadillas, malandrines! ¡De nada servirá la rendición, pues solo queda ya lugar para la justicia!

Me lanzaba de un lado para otro, haciendo precisos y nobles movimientos, golpeando troncos, rasgando el aire, calentando mis potentes músculos. Entrenar era correcto, y entrenar frases de batalla era perfecto para acompañar los hermosos y varoniles movimientos de mi cuerpo trabajado.

*se queda*

Paseo un rato bajo la lluvia, maldiciendo mentalmente aquel estúpido tiempo, hasta que unos gritos a lo lejos llaman mi atención. ¿Pero qué...?

Me dirijo hacia allí, alerta e intrigada. Parecen gritos de batalla. Y, además, también parece la voz de Rick. Al acercarme un poco más, me encuentro una escena que debería haberme esperado. Repito: ¿Pero qué...?

Pero en fin, él que siga jugando. Esbozo una amplia sonrisa.

-¡Telma! -llamo, agitando la mano para saludarla, mientras me acerco, ignorando al flamma.

Mientras seguía a lo mío, Telma se alejó. Yo, por mi parte, continué entrenando. La lluvia me había empapado por completo, y tenía el cabello mojado, como en las leyendas. ¡Ni siquiera todo aquel temporal podría detenerme! Quizás los magos oscuros del ejército enemigo creían que unas cuantas gotas de agua detendrían al héroe, pero aquello no funcionaba de aquel modo.

Me impulsé, abalanzándome sobre un árbol, realizando primero una finta a la derecha y luego otra a la izquierda, hundiendo en él mi espada... que se partió en dos ridículamente. Observé el trozo de madera que quedaba en mi mano.

-Han maldito mi espada... ¡Serán bastardos! -gruñí, soltando el trozo restante y volviéndome hacia Telma. Una sonrisa afloró a mi varonil rostro en el momento en el que vi a Lea junto a mi joven Telma-. ¿Contemplabas mi batalla? -inquirí, acercándome, sacudiendo un poco mi pelo con una mano, aunque sin conseguir demasiado.

La sonrisa termina por ampliarse cuando veo venir a Telma, y me agacho junto a ella. En un momento, estoy ya concentrada en abrazarla y mimarla. Por supuesto, está empapada, pero no me importa en absoluto. De paso, aprovecho para examinar la pata herida, y me encuentro con que, aunque no está curada de todo, sí está mucho mejor.

Alzo la cabeza al oír la voz de Rick más cerca. Mantengo la sonrisa, aunque no es para él.

-Tu habilidad es impresionante -admiro.

En realidad, no he prestado la menor atención. De hecho, no sé qué narices hago alimentando su ego.

Telma disfrutaba de las atenciones de Lea. Desde luego, era más que lista. Si fuese un bismonte macho ya lo iba a llamar ligón, pero entre dos mujeres era completamente imposible que pasara nada.

Saco pecho, grandioso, al escuchar sus  palabras. Menos mal que soy modesto y no voy a cambiar mi actitud por lo que me diga, que otro ya se empezaría a subir a las nubes.

-Mi padre se preocupó de enseñarme, aunque estos dos últimos años en Brontë han sido bastante productivos.

Me agacho junto a ellas y acaricio la cabeza de Telma, que muge y se aparta, pegándose más a Lea y mirándome burlona. Me yergo de nuevo, poniendo los brazos en jarras.

-¿Qué tal estos últimos días?

No tardo apenas en devolver mi atención a Telma, que me corresponde a su manera. A las palabras de Rick respondo con un pequeño sonido de asentimiento, aunque no me vuelvo para mirarlo.

Al poco, el flamma se agacha, tratando también él de acariciar a Telma y unirse así a nosotras. Cuando ella lo rechaza pegándose más a mí, burlona, no puedo evitar una carcajada divertida. Si es que es la monda, la renacuaja esta. Para comérsela.

Alzo la vista para mirarlo, sintiéndome un poco comprometida por dejarlo de lado. A su pregunta, me encojo de hombros.

-Bastante bien -respondo-. Ayer, en concreto, conocí a un montón de gente.

Bajo de nuevo la vista a Telma y le doy un beso entusiasta en la cabeza. Luego continúo con las caricias. Vuelvo a alzar la vista.

-¿Qué tal vosotros?

Enarqué las cejas, sorprendido.

-¿A mucha gente? -. Saqué un par de manzanas del bolsillo. La lluvia se encargó de limpiarlas-. ¿A quiénes? -. Miré ambas frutas, comparándolas, y terminé ofreciéndole la más roja, llevándome la otra a la boca-. ¿Quieres?

Tras tragar el primer pedazo, me encogí de hombros.

-Como Telma está mal de la pata no hemos ido muy lejos ni hecho nada interesante -. Mordí un nuevo trozo, masticando tranquilo. Pronto me vino un recuerdo y completé el mensaje-. ¡Sí! Una noche vino la pequeña parvus... ¿Cómo era...? Una parvus muy activa y medio loca. Durmió con Tel.

Telma mugió con gravedad.

Asentí, sin dejar ni por un instante de sobar a Telma. A pesar de la humedad que acumulaba, su cuerpo me daba calor en las manos. Comencé a rascarle el cuello, cariñosa. Cuando alcé la vista para responder a Rick, vi que me tendía una pieza de fruta, y negué con un suave gesto de cabeza. Ya había cenado.

-Nos reunimos un total de cinco, y solo conocía a una persona de antes, Gerald -expliqué-. Los otros tres eran Ío, Tuli y Zacharyas. No sé si conoces a alguno...

Bajé la vista a Telma de nuevo. Rick seguía hablando de una parvus loca, pero no dio ningún nombre. Tampoco era que un nombre me fuera a servir de algo, porque no conocía a ninguna parvus en Brontë.

Telma mugió, y yo me volví hacia ella con curiosidad.

Cinco, eh. Presté atención a los nombres y no pude evitar sonreír con calidez, aunque lo cierto es que dos de ellos no me resultaban conocidos para nada.
Guardé la manzana de nuevo en el bolsillo, pero como Telma me miraba con ojos golosos terminé dándosela, junto con una palmadita en la cabeza.

-Gerald, eh... Solo tuve un par de encuentros con él, pero no me pareció mal tipo. En cuanto a Zacharyas, somos buenos amigos. Lo ayudé a conseguir novia, ahí como lo ves, ¡y mira que fue difícil! No tiene demasiado don con las mujeres -. Me miré las uñas, con modestia. Luego me encogí de hombros, mirando de nuevo a la flamma-. A los otros no los conozco -. Reí para mí-. Ío... Vaya un nombre raro. Demasiado corto, ¿no crees?

Suspiré. Sacudí un poco la cabeza para librarme de aquella innoble lluvia, pero nada... ¡Por Mithos! ¡¿Quién había cantado aquella mañana para traernos tal aguacierno?! Yo no, eso estaba claro... Mi voz atraía a las doncellas.

Sí conoce a algunos de los mencionados. Su opinión de Gerald me es bastante indiferente, pero debo admitir que sus comentarios sobre Zacharyas me llaman la atención. No puedo evitar recordar los gestos y palabras de Ío hacia el caeruleus.

-No, por lo que he visto no debe ser su fuerte -comenté-. Parecía tímido, pero no era desagradable.

Tengo que contener un comentario mordaz con respecto al nombre de Ío. Tampoco tengo mucho que decir al respecto. O, más bien, no quiero decir mucho al respecto. Acabo por encogerme de hombros.

-Bueno, no es más que un nombre -murmuro.

Un nombre horrible. Un nombre repugnante.

Telma se comió la manzana con deleite. Normal, desde luego. En mi sano juicio se me habría ocurrido ponerme a comer hierba como si eso estuviese rico. Una manzana tampoco era un manjar, pero daba un aspecto muy sano y estudioso, y eso encantaba a las damas y a los trovadores, y uno tenía que hacer esfuerzos por lo que protegía. No podía comer chuletas a todas horas, eso desde luego, por pena que me diese.

Me acabé la manzana, metiéndome el corazón incluso en la boca, dejando solo el rabito. ¡¿Qué clase de hombre sería si aceptase la carne sin aceptar también el corazón de una bella manzana?! Un hombre innoble, desde luego.

-Es un tipo peculiar, con su gusto por los cementerios y así, y la novia es la parvus que te dije antes... Mejor para ellos -. Me encogí de hombros-. ¿Tú no has conocido a nadie? -inquirí de pronto, tranquilo. No quería levantar sospechas-. Ese Gerald está hecho todo un galán, aunque yo te veo más con un hombre que tenga un nombre empezado por S... No sé por qué...

Sonreí para mí. Seth, no hace falta que me des las gracias.

-Aunque bueno, las hermosas damas no necesitan consejos de un humilde caballero como yo.

Telma nos miró a ambos. Parecía contenta, aunque generalmente lo estaba. Al menos últimamente...

Sonrío, mirándolo con interés. Así que un par de raritos que se han encontrado. Lógico, después de todo. Es lo que suele suceder en estos casos.

-Seguro que son entrañables a su manera -comento con dulzura.

Y, de nuevo, volvemos al tema. Aunque esta vez no resulta ni de lejos tan sospechoso como la primera, sigue siendo un engorro tratar aquello. Niego suavemente con la cabeza y bajo la vista a Telma. Creo que, si me obligaran a elegir a alguien de Brontë, me quedaba con ella. Mi niña preciosa.

-A nadie -repongo-. Aunque tampoco estoy muy segura de que me interese ahora mismo.

Ni luego tampoco. Los hombres son un engorro.

Así que la fogosa flamma no estaba interesada en hombres... Sethn iba a tener que esforzarse mucho si de verdad quería conseguirla, porque parecía, de lejos, difícil de conseguir. Una de esas hembras de cortejo complicado, como nos gustaba llamarlas a mis amigos y a mí. Las viudas, por otra parte, eran diferentes... Si no se mostraban interesadas en uno desde el principio ya era difícil que cambiasen de idea... Aunque uno nunca sabía, pese a todo. El mundo daba muchas vueltas.

-Soy un defensor del amor, la nobleza y toda esa clase de cosas. Sin embargo, aunque en otra ocasión diría que estás loca por no buscar algo así, ahora mismo te entiendo -comenté, torciendo un poco el gesto.

Desde que no veía a Inger estaba muy triste. Todos los días pensaba en verla y nunca se daba. Y, de algún modo, aquello terminaba convirtiéndose en un sufrimiento más... No era que no desease verla, ni nada similar... Pero con el tiempo uno llegaba a pensar que quizás la ausencia en el corazón mitigaría el dolor. El amor, sin embargo, dolía en aquellos instantes... ¡Qué insípida sensación!

El tiempo no mejoraba, así que no charlamos mucho más. Como ninguno de los presentes quería padecer de gripe, terminamos por despedirnos y partir cada uno por su lado.

*se van*

Paseaba tranquilamente, tarareando una hermosa canción, mientras Telma, detrás de mí, caminaba graciosamente, en una especie de mezcla entre pasos normales y un bailecillo, siguiendo con este el ritmo de mis palabras. Era un buen día para mí, de esos que lo son sin saber muy bien por qué, de modo que ejercitaba mis piernas y mis cuerdas vocales con entusiasmo.

"Ofreciéndole una mano
saludé a la señora
y me vi muy sorprendido
por la respuesta que me vio.
Bajó su falda y sus enaguas
y me mostro su tesoro
insinuando que sentía
un picor en su interiooooor..."

Qué recuerdos...

*se queda*

Aunque el otoño ya hacía tiempo que había hecho evidente su presencia, no hacía demasiado mal tiempo, y hacia el mediodía la temperatura subió agradablemente. Con una fina capa sobre las alas para evitar mayores problemas, salí a los jardines con intención de tomar un poco el aire.

Un desagradable sonido me hizo detenerme, y me di la vuelta sin llegar a ver de quién se trataba. Hacía tiempo que no veía por ahí a Dehnel, pero no tenía la menor intención de cambiar aquel hecho. Mi vida era tranquila cuando él estaba lejos.

Con esta idea en mente, me di media vuelta y busqué otro lugar donde pasear.

*se va*