Jardines (2)

El entrenamiento de Corbin seguía formando parte importante de su rutina diaria, y no lo dejaba de lado por ningún motivo. Pese a ello, por una vez, se permitió aprovechar la luz del día. Tenía mucho cuidado con entrenar de noche para luchar contra su debilidad nocturna, pero quería disfrutar también de sus capacidades al máximo.

Salió a correr por los jardines, pues, animado, como medio de calentamiento. Tenía pensado dedicarse a la lucha cuerpo a cuerpo aquel día. Sin embargo, al ver a lo lejos a Rick Dehnel, decidió acercarse; hacía mucho que no se veía.

-Buenas tardes -saludó al llegar junto a él.

Sentí una presencia, pero no vi a nadie cuando me volví para tratar de ubicar a alguno de mis compañeros guerreros. Quizás se trataba, pues, de una sombra acechante que buscaba información sobre mí para meterse en mi cuerpo por la noche, tomarlo, y matarme, o algo semejante, pero ya tenía la cabeza metida entre las ramas de unos matorrales cuando se reveló.

Saqué la cabeza de allí y me volví, a la defensiva, pero pronto relajé el gesto.

-Qué susto me has dado -dije, mirando al claritas y esbozando una sonrisa-. ¿Cómo te va todo, Corbin? No he vuelto a verte desde aquel día que estabas entrenando en el bosque, o lo que fuera... ¿Sabes? He seguido tu consejo y me pasó una cosa increíble...

Telma se acercó cautelosa a oler el pie del guerrero.

Corbin esbozó una sonrisa amistosa, y escuchó atento las palabras del flamma. A su pregunta, asintió.

-Todo está en orden -respondió-. Sigo con mi rutina de siempre, ya sabes.

Ladeó la cabeza con curiosidad al oír hablar del entrenamiento del bosque. Eso era, desde luego, interesante. Le hizo un gesto a Rick, indicándole que le relatara lo sucedido.

-¿Ah, sí? ¿Qué ha pasado? -preguntó.

Su rutina de siempre, pues... No comprendía cómo aquella rutina podría llenarlo, pero todo era cuestión de enfoque, supuse. Al fin y al cabo, no todo el mundo tenía unas dotes tan autas para ser un héroe como yo, de modo que la gente como Corbin también era necesaria.

-Pues verás... -comencé, llevándome una mano a la barbilla y cerrando los ojos, adoptando una sensual y grave voz de prefecto narrador, como hacía mi padre al contarnos historias de niños-. Fui al bosque desprovisto de armas, completamente solo y concentrado. Vagué durante horas, ejercitándome y probando infinitas técnicas. No obstante, todo estaba silencioso-. Abrí los ojos, mirándolo con gravedad-. DEMASIADO silencioso. Y, ¡de pronto!... Una mujer apareció ante mí, etérea. Al tratar de tocarla la traspasé, pues no era más que una pruyección espejismal. Y puso a prueba mi aguante, mi poder, hasta agotar mi mente inquebrantable, pero al ver que no era capaz de destruirla... Desapareció.

Bajé la vista, conteniendo una sonrisa. Ya era bastante impresionante por mí mismo, pero presumir no estaba bien. Bastante envidia sentiría ya el claritas solo por la fortaleza de la que él carecía.

Corbin arqueó las cejas, sorprendido por la historia. ¿Una proyección en el bosque? ¿Sería un hechizo? ¿O acaso le había engañado su debilidad? Aunque, conociendo a Rick, eso era poco probable.

Atendió a la historia con interés. Aquello era, desde luego, un fantástico añadido al poema. Un episodio así, bien pensado, no podía faltar en las aventuras del gran Rick Dehnel?

-¿Desapareció sin más? -preguntó, instando con la pregunta a Rick a seguir dando detalles.

Parecía fascinado. Aunque, bien pensado... ¿Cómo no iba a estarlo? Ya sabía que acabaría de aquella forma cuando comencé a contar la historia, así que no era ninguna novedad para mí, aunque sin duda la era para él.
Telma, quizás aburrida de nosotros, fue a olisquear unas hojas cercanas. Ella sí que no apreciaba mis historias.

-¿Sin más? -inquiero, tomándome un segundo para pensar-. No exactamente. Sonrió y dijo unas palabras que no pude comprender por completo. Parecía hablar en otro idioma. Pero por su gesto... estoy seguro de que lo que decía era que no se iba a rendir. Todavía aguardo su nueva aparición, pero no me tomará desprevenido. Soy más fuerte que cualquier únima. ¡Rick Dehnel no se dejará vencer!

FdR- Roleo pausado unas horas

Corbin escuchaba con atención, añadiendo en su cabeza los pocos detalles épicos que Rick omitía en su historia. En conjunto, parecía un capítulo de lo más interesante, una prueba de héroe en toda regla.

-Así que otro encuentro... -comentó el claritas, más para sí que para su compañero-. Será interesante. Una prueba más que añadir a tu entrenamiento. Desde luego, es curioso...

Rick, alegre, seguía narrando la historia, dando cada vez mayores detalles. Juntos, comenzaron a caminar por el jardín, mientras Rick iba narrándole al flamma su gran hazaña. Telma los seguía sin mucho interés.

*Se van*

Ya estaba todo bastante oscuro, lo que era algo incómodo para mí, pero tras las palabras de Corbin aquel lejano día había comprendido que debía entrenarme en todos los entornos, y no solo en los luminosos, por tanto. Temía, de algún modo, que volviese a aparecer aquel espejismo-mujer buscando aprovecharse de mi debilidad, tras tanto tiempo sin Inger, pero creía sinceramente que el poder de Rick Dehnel bastaba, de todos modos, para plantarle cara a cualquier peligro. ¡E incluso contaba con Telma, esta vez, para ayudarme a esvasirme de lo que fuese!

-¡¡Tel, tenemos que ser los más fuertes!! He comprendido que la verdadera nobleza no está solo en tratar bien con las damas y en derrotar humilintemente a los malandrines! ¡¡Nobleza también es no presumir!! Y ya sabes que soy el hombre más noble de este palacio, así que entrenaré mis fuertes músculos sin presumir.

Telma mugió con frustración. Supongo que incluso ella quería ser como yo, aunque llegar a mi nivel de nobleza estaba lejos del alcance de un bismonte. Incluso aunque fuese tan mono como ella.

Trotando, nos adentramos en el bosque.

*se van*

El jardín no tiene su olor usual durante el invierno. Se sigue percibiendo el dulce aroma florar, pero es apenas un resquicio, cubierto casi por completo por el olor del frío. De todos modos, sigue resultándome agradable. Es, tal vez, demasiado cliché. Una mujer en los jardines... No me gustan esa clase de cosas, pero no puedo evitar caer en ellas en ciertos momentos, aunque no por cliché, sino por gusto.

Voy cubierta con una capa. La capucha también esconde mi cabeza, y el cabello al que no me acostumbro. De todos modos, se percibe el frío, pese al abrigo.
No me gusta el frío, pero hoy no está mal.

He de hablar con Corbin para darle los últimos datos. Tengo que partir pronto. No quiero acomodarme. Resulta demasiado sencillo acostumbrarse a esto... Al calor, a la comida, a la seguridad. Y eso es algo que no me puedo permitir ahora mismo.

Jager y los demás siguen bien... Y yo me voy a encargar de arreglar lo que estropeamos hace tantos años. Ya va siendo hora de que el maldito cuervo se haga una vida nueva.
Y yo también...

*se va*

El chrysos salió a los jardines y suspiró. Llevaba días dándole vueltas a una pregunta sencilla: ¿cuántos días llevaba sin hacer ningún tipo de deporte, sumido en lecturas que su yo del pasado tildaría de aburridas al extremo y que su yo actual definía como tedioso pero necesario? No sabía la cifra exacta, pero estaba convencido de que mucho se quedaba corto. Por eso mismo, aquel día había salido a los jardines, aprovechando que no tenía nada que leer y que la tarde parecía agradable, a... entrenar.

Como seguía sin tener arma (había pasado de preocuparle en exceso a no importarle demasiado), había decidido que lo mejor que podía hacer practicar su resistencia y velocidad corriendo. Y como los jardines eran más grandes que la sala de entrenamiento, había decidido ir hasta allí. Con un poco de suerte no se encontraría a Rick Dehnel corriendo, y no tendría que entablar ningún tipo de conversación ni nada semejante con el flamma.

El chrysos se recogió el pelo en una coleta baja y, tras comprobar que estaba solo, empezó a correr.

*se queda*

Llego a los jardines con las manos en la nuca, despreocupadamente. Huele un poco a flores, pero... Bueno, no está mal. Mejor esto que el olor a rata de biblioteca de la biblioteca. Y, como pronto puedo comporbar, hay un flipado corriendo de un lado para otro.
Me apoyo contra un árbol, jocosa, contemplando su "culito respingón" moverse de un lado para otro. Con esas pintas y su coletita parece de los del clan de Katty. Me pregunto si lo conoce.

No puedo evitar reír para mis adentros. Si al final este palacio es un sitio de lo más interesante. No hay ni una persona normal.

El chrysos se detuvo cuando notó que alguien lo observaba. Con el ceño fruncido, y un comentario mordaz en la garganta, se volvió hacia el lugar donde estaba el recién llegado.

El recién llegado resultó ser una recién llegada a la que había visto una única vez en los pasillos. No había hablado con ella, pero recordaba que el comentario que le había dedicado no le había gustado demasiado. Lyam esbozó una sonrisa torcida y dio un par de zancadas hacia el lugar donde estaba la caeruleus. Cruzó los brazos.

—¿Qué? —preguntó, borde.

El gallito se me acerca y no puedo evitar sacar pecho, con una sonrisa desafiante. Yo no le he hecho nada, pero ya se me rebota. Este no ha tenido la mitad de hermanos que yo y no sabe cómo amenazar a nadie. Ni con la cabeza que me saca me da miedo.

-¿Haciendo ejercicio nocturno? -inquiero, enarcando una ceja.

Tampoco voy a insultarlo, ni nada por el estilo, que a mí no me ha hecho nada. Pero si no baja esos humos... Ya veremos. Ya veremos qué hacemos.

El chrysos torció más la sonrisa cuando la caeruleus le sonrió desafiante, sacando pecho y todo. Luego, al escuchar la pregunta, asintió.

—Efectivamente. —La miró—. Y me gustaría hacerlo o acompañado o sin público. —Se encogió de hombros—. Manías de uno. Personalmente, no me gusta ser observado, menos si es tan escarado. —Frunció ligeramente el ceño—. No me resulta agradable.

Entendía que, estando en los jardines, cualquiera podría verlo desde las ventanas. Pero dudaba que alguien se parase más de unos segundos, porque, a ver, ¿qué había de interesante en ver a alguien corriendo? Además, no era lo mismo que alguien lo observase desde Palacio que que lo observasen estando justo ahí, detrás de él.

Suspiró. De todas formas, no iba a discutir por semejante gilipollez. Con largas zancadas, se acercó a la caeruleus. Tras dudar durante unos segundos, le tendió la mano.

—Lyam. —Frunció, de nuevo, el ceño—. Nos hemos visto antes, pero no nos presentamos porque huiste sin dar posibilidad a que nadie te respondiese.

Esbozo una ancha sonrisa. Así que le gusta correr sin público, eh. Vaya malas pulgas que tiene el chaval. Si no le he hecho nada. Ni siquiera he sido borde todavía.

-Estámos algo tímidos, pues -murmuro, divertida. Luego, con gesto relajado, le choco la mano que me tiende-. Yo soy Frikka Njorthrbiartr, pero, por ser tú, puedes llamarme solo Njorthrbiartr, Lyam.

Así que nos hemos... ¿visto antes? Trato de hacer memoria.

-¿Cuándo? ¿Hui? No me pega...

El chrysos retiró la mano después de que la caeruleus se la chocase. Frikka apellido impronunciable. Si pretendía que él (¡él!) la llamase por su apellido, la muchacha podía esperar sentada. No se veía con ganas de aprenderse algo tan complicado a la par que insignificante.

—Prefiero llamarte Frikka. —Se encogió de hombros—. Frikka suena mucho mejor.

Aquello tampoco era mentira, pero no era, sin duda, el motivo por el que se negaba a llamarla por su apellido (apellido que ya no recordaba cómo se pronunciaba).

—Nos hemos visto en unos pasillos, hace meses. —La miró—. Básicamente me dijiste que alegrase la cara y me recomendase que buscase una mujer u hombre.

Cruzó los brazos.

—Un encuentro sin importancia, como puedes ver.

Blablabla no sé pronunciar tu apellido así que no lo usaré blablablabla. Pronto llega a lo que me interesa: nuestro primer encunetro. Y, la verdad, con perdón, no puedo evitar dejar salir una risilla. Y eso que, por precaución, me cubro la boca con la mano, para no parecer demasiado antipática.
¡Por Mithos! Dos veces que lo veo y dos veces que, sin acordarme, pienso en él como desviado. Menos mal que no le he dicho lo que pienso de su coleta.
Frikka, tú antes no eras así. Antes decías esas cosas a la cara, sin preocuparte por lo que piensan los demás. Será la edad...

-¿Y has alegrado la cara, eh? Porque no lo parece -. Mientras hablo le doy un par de codazos en el brazo.

Si es que no se anima. Qué rollo de hombre.

El chrysos frunció de nuevo el ceño al escuchar la risa de la caeruleus, pero decidió dejarlo pasar. No tenía ganas de discutir, mucho menos con alguien a quien acababa de conocer. Y, además, dudaba que la chavala le dijese por qué se reía si se lo preguntaba.

Apartó el brazo cuando la chica le dio el primer codazo, y la miró, torciendo una sonrisa.

—Eso no es de tu incumbencia.

No lo era. Ni tan siquiera la conocía. Y él no se dedicaba a ir por ahí contando lo que hacía o dejaba de hacer.

Observó a su alrededor.

—¿Llevas mucho por Palacio?

La había visto dos veces, así que la respuesta más lógica era "sí". Sin embargo, hacía tanto que no entablaba conversación con nadie nuevo que no sabía qué decir, así que se limitó a seguir el guión que había usado cuando era un "espía".

Salgo de detrás de uno de los árboles de los jardines y les corto el paso. Ninguno era de Aqua, sin embargo, debía preguntar.- ¿Le habéis visto? Al que persigue su destino.
Les observo en silencio, esperando su respuesta. Cuanta gente hay en este lugar... Hablan demasiado.

Enarco una ceja, divertida. Desde luego, tiene peor humor que uno de esos perritos pequeños que ladran y ladran. Pero nada de lo que me diga puede afectarme. Soy inmune a "sus encantos".

-Eres más arisco que el papel de lija. No vas a hacer amigos así, Lyam -canturréo, divertida-. Venga, no pongas esa cara de vinagre, hostia.

Luego la típica preguntita sin imaginación que todos hemos tenido que hacer alguna vez. Por mi parte, me encojo de hombros.

-Ni mucho ni poco. Depende de qué sea poco para ti. Unos meses.

De pronto, para colmo, como surgida de la nada parece otra tía rara. No como Lyam. Como el Buscador. ¿Aquí todos los raros buscan cosas?

-Pero bueno... ¿Eres la hermana del otro raro de la máscara o qué? -ladro a la desconocida, frunciendo el ceño entre molesta y confusa.

El chrysos rió.

—¿Arisco porque no te cuento mi vida privada? —La miró y sonrió, jocoso—. Tal vez tú seas cotilla de más, estimada Frikka. —Ensanchó la sonrisa—. Y, francamente, tu opinión sobre cuántos amigos haré o dejaré de hacer con mi cara más o menos avinagrada es algo que no me importa demasiado. Sin ofender.

Realmente la opinión que tuviesen los demás de él no le importaba demasiado. Al menos en ese aspecto. Evidentemente, le importaba que según qué gente creyese que era un capullo integral hijo de los monstruos del averno o no, pero no le importaba que la gente pensase que era un borde. Era bastante consciente de que no era el encantador muchacho que a veces fingía ser. Y, por otro lado, según qué persona podía ser más o menos simpático o agradable. Por ejemplo, dudaba que alguna vez tratase a alguien de Palacio de la misma forma con la que trataba a Alexander. O al menos eso esperaba. Otro Alexander sería una pesadilla.

—Unos meses para mí es poco. —La miró de nuevo—. Aunque yo llevo años aquí.

Se encogió de hombros. Luego observó a su alrededor, desinteresado hasta que una figura desconocida apareció de la nada. El chrysos frunció el ceño. Luego, al escuchar sus palabras, puso los ojos en blanco. ¿Por qué la gente se dedicaba a ir contando acertijos por ahí? ¿Tanto costaba hacer una pregunta normal? ¿Dar alguna pista? Con esa descripción, dudaba que alguien le dijese que sí.

—Francamente, con esa descripción dudo que encuentres a quién sea que busques. —Miró a la extraña desconocida—. Si nos dieses algún dato más, tal vez...

Perseguir su destino sonaba mucho a las tonterías de Rick Dehnel, debía admitir.

-No debo dar datos sobre el que persigue su destino, sino, tu destino comenzará a formar parte del mío ya que he compartido mi destino con el tuyo. - Respondo con total seguridad en cada sílaba, sin embargo, lo hago en un tono monocorde y aburrido, con los ojos fijos en ninguna parte.

Con ese mismo semblante, escucho a la mujer.- Mas...cara.- Medito unos instantes.- La muerte le busca. A todos nos busca. Debemos borrar nuestros nombres y cubrir nuestros rostros. - Tenía una pista. Era inteligente y llevaba máscara. Se escondía extremadamente bien...

-Sino queréis nada más, me iré. Estáis interfiriendo en mi destino. - Y, dando un salto, marcho.

*se va*

Alzo ambas manos, poniendo las palmas hacia él. Que pare el carro. Si va a ponerse así me callo. Tampoco voy a venir yo ahora a meter cizaña aquí, sin venir a cuento.
Sin embargo, enarco amas cejas, silbando de sorpresa.

-¿Años? Vaya, hostia. Increíble. Eres el segundo al que conozco que lleva tanto, según creo.

La otra es Massen. ¿Qué tal le habrá ido en la boda?

Y en cuanto a la rarita... Se larga como si nada. Vaya tía más...
Miro al chrysos de reojo.

-Vaya bicho más raro... Pues yo creo que sé de quién habla, pero ni me deja hablar -mastico-. Al menos, he visto a otro piscis con la cara tapada y más raro que un mecña parlante.

El chrysos frunció el ceño con evidente confusión al escuchar a la desconocida. ¿De qué demonios hablaba? ¿Destino, compartir destino? ¿Qué clase de sentido tenía eso? ¡El destino! ¿Y qué más? ¿Un todopoderoso ente que todo lo ve, que todo lo controla? ¿El karma? ¿La reencarnación? ¿Vida más allá de la muerte? ¡Anda ya! ¿Y la muerte los busca? ¡Venga! La muerte no buscaba a nadie, simplemente llegaba, sin más. Ocultar el nombre y los rostros no servía para que la muerte no apareciese, porque no recaudaba datos ni demás mierda. Y, francamente, ¿la que acababa de interferir con el destino de alguien no era ella misma? Porque el chrysos estaba convencido de que él y Frikka no habían saltado a acosarla, más bien al contrario.

—Menuda chiflada —murmuró, cuando la desconocida desapareció. Sin duda, debía encontrarse con Rick Dehnel: seguro que ambos tendrían una muy interesante conversación.

El chrysos miró a Frikka, todavía extrañado por la chiflada aquella. Cuando la caeruleus admitió que podía tener una idea sobre el hombre a quien la loca buscaba, Lyam alzó ambas cejas, sorprendido.

—¿En serio? —Ladeó la cabeza—. No recuerdo a nadie así, la verdad. —Frunció el ceño—. Aunque si es un piscis, eso reduce bastante las posibilidades.

Massen Dew no podía ser (Massen Dew era una agradable muchacha muy normal), Bocanegra tampoco. ¿Silvanus? Silvanus no llevaba máscara, ni se correspondía con la descripción de Frikka (Silvanus hablaba por los codos), pero tal vez sí que era a quien buscaba la chiflada (por algún motivo, no le sorprendería demasiado). O, tal vez, ¿el muchacho que había combatido con los bandidos que habían secuestrado a Jun?

Me cruzo de brazos y asiento, con el ceño fruncido.

-Esa no debería estar aquí, sino en el matasanos ese de los locos-murmuro, antes de soltar una sonora carcajada, riendo para mí misma-. ¡Y sí! Si es quien yo creo, que es muy probable, se tratará de un piscis moreno igual de raro que esa. Fui con él a una misión. Se hace llamar Follow, o algo así.

Buscador... Me pregunto si será él más raro que la chavala esta o si será al revés. Puede que, incluso, haya alguien más rarito que los dos juntos, pero ojalá no vean eso mis ojos.

Estiro los brazos, desperezándome.

-Bueno, y yo creo que te voy a dejar correr -comento, alzando las cejas varias veces, burlona, al pronunciar la última palabra-. Si es que sigues teniendo ganas.

Pongo punto y final esbozando una ancha, brillante e inocente sonrisa.