Jardines (2)

Asiento, con desgana, a sus palabras. Si siempre que voy a hacer algo me interrumpes, no haré nada nunca, joder. ¿Aquí la gente no tiene vida? Si es que sé que soy increíble, pero me gusta cagar sin compañía, coño.

Luego... A ver cómo hostia le explico yo a este lo que significa que algo mola la polla... A ver a veeeer... ¡Oh! Por supuesto.

-Voy a hacerme un pendiente -explico, con una sonrisa exagerada, mostrando casi toda la dentadura-. Demuestra a los enemigos que no tienes miedo al dolor, ¿sabes? Y entonces me temerán -. Y una mierda. Está chulo de cojones, nada más. Pero así me respetará más cuando me lo vea, eh-. Un tipo dijo que me lo haría esta noche, pero como no vaya pronto me da que se va a dormir, que fuera de Caligo sois así.

Y ahora deja que me vaya.

Hace buen día como para desaprovechar el sol y el calor, y más ahora que Vilo empieza a acostumbrarse más y más al horario diurno. No en vano tiene su origen en Lumen, después de todo. Y, ahora que tiene la pata mejor, le conviene corretear por ahí.

Llego, pues, con él al jardín, y lo suelto para que corretee. Le gusta pasear por la hierba y acercarse a las zonas con flores, aunque tengo que vigilarlo para que no las destroce. Lo gracioso es verlo caminar, con la pata todavía inmovilizada y andares torpes de cachorrillo. Si es que es para comérselo.

Camino junto a él, dejándole algo de margen pero sin perderlo de vista.

*Se queda*

Salía a los jardines para un poco de ejercicio. Lo primero d todo era ir a por Tel, que estaba muy perezosa, para sacarla de los establos y hacerla caminar un poco. Quizás fuese buena tarde para ir al lago a refrescarse, aunque todavía no hacía tanto calor como otros veranos, en los que era insoportable mantenerse fuera del agua, bajo el sol que recordaba a Ignis.
Sin embargo, no pude caminar demasiado. Antes de detenerme. Allí estaba... Tanto tiempo sin verla, y al final no había desaparecido de aquel lugar, huyendo lejos, o secuestrada. Ya se había ido de misión hacía poco, pero aún no había podido preguntar.

Me detuve un instante a mirar al pequeño cachorro corretear. Y, como Lea estaba de espaldas, pues aproveché para... ¡No! Mithos... Como fuese... Me peiné un poco el pelo y adquiricé una sonrisa jovial y amable, acercándome animado.

-¡Lea! -llamé, risueño-. Cuánto tiempo. Se ve que cuidar al pequeño ocupa tiempo -comenté, deteniéndme al llegar frente a ella.

Me sentía algo tenso. ¿Eran aquello innobles nervios?

Prácticamente al mismo tiempo que Vilo se gira hacia mí, oigo una voz a mi espalda que me vuelvo. Rick, una vez más. O no, realmente. Ya hace bastante tiempo desde la última vez. Lo saludo con un gesto.

-Sí, podría decirse -replico, encogiéndome de hombros.

Y, hablando del pequeño, ya se acerca a mí de nuevo. Me agacho a su altura y le acaricio la cabeza. Lo que me deja, porque intenta cogerme las manos para lamérmelas. Sonrío, cariñosa, y acabo por señalarle al flamma. Lo mira un momento y, sin hacer mucho caso, vuelve a centrarse en mis manos. Amplío levemente la sonrisa.

-¿Qué, ha crecido?

Tan animada como siempre. Me había acostumbrado, pensaba, pero al verla tan tranquila, tan normal, más bien, no podía evitar... ¡No, Rick! No.
Se la veía contenta, con el pequeño.  Desde luego, estaba hecha para aquello de cuidar animales. Todos los que pasaban por sus manos terminaban pareciendo tan contentos...

Asentí, animado, acuclillándome un poco para mirar más de cerca al animal. Aunque cómo iba a acercarse a un grandullón como yo si tenía ahí a Lea, mucho más atrayente.

-La verdad es que está mucho más grande. Los niños cambian muchísimo. Lyo también está muy grande -. Callé un momento. Ella no quería saber de bebés, de modo que...-. Era Vilo, ¿no? -. La miré un momento, risueño-. ¿Qué le pasó en la patita? Ya se lo ve más desenvuelto... ¿Lo has llevad a ver a Telma? Esa gruñona seguro que se cela.

Venga, Dehnel... Habla de otra cosa. Dile algo... Algo heroico...

Asiento a su pregunta, pasándole al pequeño una mano por la cara, obligándolo a cerrar los ojos y bajar el hocico. En cuanto tiene oportunidad, alza de nuevo la cabeza, con la boca abierta, tratando de atrapar mi mano sin mucho éxito. Yo, por mi parte, le sigo el juego y acabo por darle un empujón hacia Rick. Lo mira un momento y suelta un pequeño gañido, moviendo el rabo. En un momento ya está otra vez olisqueando el suelo.

Acabo por sentarme junto a él.

-Lo habían atrapado unos furtivos -expliqué-. No sé exactamente cuándo se rompió la pata, pero cuando liberamos a sus hermanos y a su madre no fue capaz de seguirlos. De todas formas, ya casi está bien.

Niego con la cabeza.

-No han tenido mucho contacto, pero entre que él estaba bastante asustado y que ella no parecía muy interesada, tampoco he insistido demasiado -comenté-. De todas formas, sí que creo que se iba a celar...

Viendo que ella misma parecía ofrecérmelo, acerqué cuidadoso la mano al cachorro, buscando su cabeza. A ver si entendía lo bondadosos que éramos los Dehnel y me aceptaba de nuevo. Me gustaban los cachorros, al fin y al cabo. ¡Era un protector!

Escuché las palabras de lea con atención, esbozando una suave sonrisa. Asentí.

-Algo así dijiste con Heylel. Me recuerda un poco a la historia de Tel, aunque no sé cómo se quedó sola Telma exactamente -cavilé, frotándome un momento el mentón.

Tan poco contacto como de costumbre... Aunque empezaba a ser normal aquello de no tocarse. Hablar estaba bien, por lo menos. Aunque llevaba tanto sin verla que una viril parte de mí sentía un arrojo mucho mayor.

-Seguro que sí. Si ya se cela de los otros bismontes, no quiero imaginar lo que hará si ve que le haces más caso a un pequeño que a ella -. Terminé por dejarme caer en el suelo, con un suspiro. Al final los entrenamientos quedaban en segundo plano-. ¿Has vuelto a ver a Heylel? Yo hace tiempo que siento como si espantase a la gente, allí donde voy -murmuré, con una sonrisa un poco tensa, encogiéndome de hombros-. La que me dijo que con un niño en brazos atraería a las damas me engañó vilmente. Creo que hasta repelo a los indeseables, que ni esos se me han acercado.

Solo Lyo, Telma, el servicio y yo... Y la joven Massen un par de veces, en sus clases de niños. Una vida relajada. Demasiado tranquila.

Vilo se acerca un poco, pero al ver la mano que se alza sobre él se agacha, mirándolo fijamente. La caricia llega a conseguir que se tambalee un poco, pero acaba por alzar el hocico, buscando olisquear. Acaba por mover un poco el rabo, incluso.

Alzo la vista de él a Rick, ladeando la cabeza.

-¿Estaba herida? -pregunto. Creo que no conozco esa parte de la historia.

Vilo, como suele hacer conmigo, intenta atrapar sus dedos entre los dientes. Yo, por mi parte, asiento.

-Sería muy propio de ella -coincido. Luego niego-. No, no lo he visto. Tampoco he estado con nadie en particular. Vilo me tiene ocupada-. Alzo una ceja-. No sé qué parte de la afirmación te hizo pensar que iba a ser cierto, pero la verdad...

Me apresuré a negar, alzando las cejas. Bueno, esa parte no era así... quizás había exagerizado un poco, pero...

-No, no. Solo estaba perdida y hambrienta. Quizás, visto así, no se parece tanto... De hecho, casi en absoluto -. Me pasé una mano por la mejilla, esbozando una sonrisa.

Jugué un poco con el pequeño, apartando los dedos cuando estaba a punto de atraparlos, pero finalmente dejé que los cogiese. No me asustaba su innoble fuerza de cachorro, aunque estaban afilados, la verdad...

Ocupada por Vilo, por supuesto. Ella por Vilo, yo por Lyo... Cada vez me sentía un poco más lejos de ella. Pero la culpa era mía, no suya. Era yo el que se acobardaba, como un innoble mozalbete.

-Bueno... A las damas tienden a gustarle los niños, me dijo. Y que... Bueno... Qué más da... -. Me llevé una mano a la frente, con un suspiro-. No lo hago por eso. Pero aún no ha vuelto y me asusta -. Cambié de mano, acercando la otra al cachorro para sonprenderlo-. Y la líder chrysos ya me llamó la atención por descuidarme de mis obligaciones. Y me siento hasta demasiado responsable a estas alturas. A veces tengo la sensación de que me recuerda más que a su madre, y apenas puedo hablarle de ella porque prácticamente no la conozco. Quizás me haya lanzado un poco sin pensar esta vez...

Me esforcé por sonreír. Aquellas preocupaciones eran poco. Estaba vivo, y la madre volvería a por el niño. Todo estaba bien.

Aunque jugaba con el pequeño, terminé por alzar la vista hacia Lea. Ya era capaz de no sentir aquel tirón que me obligaba a lanzarme como un mozalbete horminado. Ya controlaba mejor. Podría contemplarla de forma más calmada.

Asiento. Eso tiene algo más de sentido. Aunque recuerdo aquella vez que se torció la pata... Al final, por una cosa o por otra...

-¿Te acuerdas de cuando se perdió? -comento-. Menudo susto, eh...

Contemplo a Vilo, que juega a intentar atrapar a Rick. Aunque, por supuesto, el flamma le puede tanto que resulta hasta ridículo. Al final, el pequeño acaba por tumbarse boca arriba, tratando de darle algún que otro bocado, no demasiado fuerte. No es más que un bebé, después de todo.

Suelto una risa sarcástica a su comentario.

-Sí, claro, viva la maternidad... -ironizo. Acabo por negar-. Debería habérselo encargado a alguien más apto. ¿No hay alguna niñera o así en semejante palacio? Aunque claro, tampoco es que haya más niños, que yo sepa... Pero pasará. Si de verdad quiere a su hijo, en algún momento tendrá que reclamarlo, digo yo.

Tras hablar un rato más, y viendo que se hacía tarde, acabamos por entrar en el palacio.

*Se van*

Salí por las puertas del palacio para recibir una agradable brisa en la cara, que mecía algún que otro mechón de mi pelo, más pesado que de costumbre. Florecía en mi cara una sonrisa natural, difuminada por la tenue luz que ofrecía el palacio hacia el exterior.

Comprobé ambas direcciones posibles y me decanté por la izquierda, que recordaba como más tranquila. El crujir de mis pasos, el sonido de la noche... Un nudo se me creó de repente en la garganta, sin embargo, no me encontraba mal para nada.

Observé las rosas que se tejían y entrelazaban por un poste que sostenía una pequeña casa para los pájaros. Me incliné sin mucho esfuerzo para respirar de su aroma, apartándome poco después un poco decepcionada. No encontraba en el olor de las flores las encadilantes fragancias que en las novelas siempre se describían como sobrehumanas, a veces ni si quiera era agradable.

*Se queda*

Una voz interrumpió mi agradable pensamiento, haciendo que mi mirada se torciese hacia la nueva presencia al mismo tiempo que mi cara . Una joven de aspecto serio y tranquilo, de mirada chrysos. Alcé un poco la vista y sonreí correspondiendo a su saludo.

-Elektra Samon, encantada - realicé una pequeña reverencia, pues inclinar mi cabeza sería un tanto inútil debido a la diferencia de estatura -. La tranquilidad del palacio de noche es sin duda un lujo en noches como esta.

La chica emanaba un aire un tanto misterioso, pero no le di gran importancia. Ya eran bastantes los que había conocido del palacio, y hasta ese momento no había encontrado a ninguno realmente normal.

- A ser verdad, ahora mismo debería estar descansando en la habitación, pero hay que aprovechar estas noches de verano - por lo general no me gustaba mucho entablar conversaciones con desconocidos, pero había sido ya mucho el tiempo que no intercambiaba palabras con alguien. Podría decirse que tenía un día generoso.

Llevé mis finos dedos hacia mi pelo, aún húmedo, y comencé a peinarlos con delicadeza, sin dejar de mirar los ojos de la chrysos y, por supuesto, sin dejar de sonreír.

Sonreí ante los comentarios de la chrysos, la conversación se parecía mucho a cualquier otra, así que sonreír resultaba ya tan natural e instintivo como respirar. El olor de los jardines se hacía cada segundo que pasaba más fuerte, pero mi mirada seguía clavada en la suya, siempre hacia arriba.

No extrañaba nada la lluvia, en eso estaba de acuerdo con Anna. No había duda de que podía ser muy relajante y agradable, pero eso cuando estaba resguardada, bajo un techo que proteja a mi pelo de encresparse y a mi ropa de incomodarme. Mostré pues mi aprobación hacia su comentario con una risa corta, camuflada por la palma de mi mano derecha.

Fue entonces, con su último comentario, cuando mi mirada se iluminó con más intensidad, cuando mi olfato se volvió más sensible, y cuando mi sonrisa ya no podía hacerse más grande.

- ¿De veras opinas eso? - Solté mi mechón de pelo para agarrar con delicadeza el vuelo del vestido. Me alegraba saber que había gente en el castillo que se preocupase por la imagen. Era otro entrenamiento que debía sufrir día a día, y por fin alguien reconocía mis esfuerzos -. Pues me puse lo primero que vi en el baúl, la verdad.

Volví a soltar una pequeña risa.

Sonreía. No tenía motivos para dejar de hacerlo. Por fin una persona en el palacio con suficiente clase como para saber apreciar el estilo de verdad. Además, se culminó a ella misma cuando dijo que confeccionaba su propia ropa, sin duda alguna no parecía un desperdicio conocer a aquella chica, Anna.

Solté una risa más desenfadada que las anteriores, aunque todavía con mi mano de por medio.

- Claro que no me molesta - respondí llevando mi mano izquierda hacia mi pecho, si llegar a posarla -. En cierto modo, me alegra saber que hay más gente en el palacio con los mismos gustos que yo.

Mi mirada entonces la recorrió de arriba abajo; no iba tan mal. Golpeé sutilmente con el reverso de mi mano derecha un mechón de pelo hacia atrás, que volvió en menos de un segundo a su posición inicial a la vez que sonreía.

- Aunque yo no domino muy bien el arte de la confección - añadí dejando caer un poco la mirada -. La mayoría de vestidos que tengo los he traído conmigo de Humus. Aún así, no puedo negar que de vez en cuando me voy a la ciudad a actualizar mi armario.

Mi sonrisa se mantenía a la par que sus palabras llegaban a mis oídos. Era sin duda una apasionada de su arte, que llegó incluso a sacarme algún rubor con sus últimos comentarios, rechazándolos de forma humilde girando la cara, no me iba a vender a una persona a la que acababa de conocer por varios halagos, por muy tentador que fuera.

- No debes sentirte violenta, y mucho menos disculparte.

Sumisión y admiración. Sonreí, a la vez que alzaba los ojos.

- No hay duda de que eres una gran profesional en lo que haces - comenté volviendo a analizarla de pies a cabeza. La sonrisa se me torció un poco hacia la derecha, por lo que inmediatamente intenté disimularla mordiéndome el labio inferior -. Y te felicito por ello. - Me tomé una pequeña pausa para retomar la compostura facial -. Anna.

Tras pronunciar su nombre volví a dibujar mi sonrisa inicial. Aparté mi melena del lado derecho para colocarla toda sobre mi hombro izquierdo; ya se estaba secando, y por el tacto diría que no estaba encrespado.

Sonreí cuando me dio las gracias, era lo propio que se hacía en esos casos. Su pregunta desvió el tema de conversación, lo cuál agradecí en cierto modo; no quería mostrar entusiasmo por un castillo construido en el aire, podría caerse y causar un desastre como lo de Ventus...

- Llevo mucho tiempo, la verdad, no sabría decir cuánto - respondí con sinceridad, mi memoria no destacaba precisamente por ser muy buena.

Sonreí de nuevo ante sus palabras, parecía que era una novata. Me sorprendía que aún hubiese gente que viniese al palacio.

- Estoy de acuerdo, el dormir es una necesidad básica, no es bueno robarle mucho tiempo - añadí intentando sonar agradable, a la vez que aprovechaba su comentario y lo conducía a una "fatídica" despedida.

- Ha sido un placer, sin duda, el conocerte.

El chrysos volvía a Palacio después de haber pasado buena parte de la tarde en el bosque, entrenando. Había estado practicando un poco con su nueva arma, probándola: quería ver cómo se manejaba con ella. Había manejado espadas con anterioridad, la última vez, de hecho, había sido durante el ataque a Brontë, pero no podía considerarse un experto en el tema. No obstante, el chrysos tenía la esperanza de que no le costaría demasiado habituarse a ella, mucho menos si entrenaba con asiduidad.

Al llegar a los jardines, Lyam se detuvo. Hacía buen tiempo: había una temperatura agradable, y no llovía. Tal vez por eso, en vez de entrar directamente, el chrysos se acercó a uno de los bancos, se sentó y observó el paisaje, con los ojos ligeramente iluminados.

Los jardines siempre le habían gustado.

*se queda*