Jardines (2)

Dejo ir una risa, de nuevo burlona, y asiento, entretenida.

-Suelo burlarme de la gente. No te sientas especial por eso -le explico, con una sonrisa divertida.

Si lo negase sería una mentirosa. Y paso de mentiras sobre asuntos tan obvios. Paso. No es el momento de mentiras. De hecho, tengo hasta ganas de contar algunas verdades como puños. Que a veces hablar no es para tanto. No hay que sentirse débil por quejarse un poquillo.

Cuando me pide que le pegue dejo ir una carcajada, con cierta sorpresa.

-¿Pero qué dices? No te voy a pegar -exclamo, como un resorte, como si me acabase de pedir la cosa más impensable del mundo-. Paso de quedar en ridículo. Soy una floja -. Agito la mano delante de la cara, espantando insectos imaginarios-. Sabes... Yo soy más de hostias verbales o de espadas... Aunque tengo una gran capacidad para patear culos- añado, con satisfacción, volviéndome hacia él-. Pero mi madre, que no es una guerrera, sino toda una señora de bien, no aprecia ningunas de esas habilidades.

Con cada gesto de cabeza parece que el mundo se mueva conmigo, como en un barrido. Y tengo la sensación de que las cosas pasan como a trozos.
Vaya cosa más rara.

Me quedo mirándolo lo que deben de haber sido por lo menos... muchos segundos.

-Tienes barro ahí... -. Señalo un punto de su cara-. ¿Alguna vez te has peleado en el barro? ¿Los hombres hacéis esas cosas?

-Sé que soy especial, no necesito que me lo hagas sentir- trato de esbozar una mueca de superioridad-. Narbe Meister redefine el concepto de especialidad.

Extiendo la mano hacia arriba y abro y cierro los dedos. Llega un momento en el que parece que me noto la piel desde fuera y no desde dentro. Y el aire está fuera, y no está dentro, ni siquiera en mi cabeza. Creo que empiezo a divagar.

- No quieres hacer nada conmigo. No quieres comer barro, no quieres pegarme. Empiezo a creer que es algo personal- la escucho hablar de sus habilidades. Qué curioso. Cuántas diferencias entre unos guerreros y otros. Al principio pensaba que esto iba a ser un grupo de hombres del tamaño de armarios con espadas muy grandes, rugiendo de día y roncando de noche. Pero me alegro de que no sea así. Habla de su madre y no puedo imaginármela-. No me gustan las señoritas así. Bueno, igual a veces. Pero no. Es genial luchar junto a mujeres.

Me froto la cara, buscando el barro pero sin acertar a notar algo que no sea piel. Su pregunta me deja descolocado.

-¿Pelear en el barro? No sé. He peleado y me he ensuciado mucho. A veces morder el polvo es una expresión dolorosamente literal- sonrío-. Pero no he peleado en barro. ¿Por qué lo dices? ¿Tú sí?- clavo la mirada en ella. Puedo imaginarla cubierta de barro y siendo muy fiera.

Así me gusta. Un tipo que necesita mi aprobación para sentirse especial sería un gilipollas. Yo no necesito la aprobación de nadie, por lo menos. Exijo un mínimo reciprocidad. Un mínimo solo, por lo menos. Sí...

-Eres algo llorón -le recrimino, con una sonrisa. No sé por qué estoy tan contenta. Bueno, sí lo sé. Lo supongo. Es un decir-. Una no se pone a comer barro con el primero que pasa... Es un algo que requiere mucho... Mucha relación. Es muy íntimo -bromeo, con una risa algo tonta.

Verlo, por su parte, intentar limpiar una mancha sin éxito es de lo más ridículo, también. Termino por frotar con el pulgar. Se hace difícil porque ya está seco.
Y la ducha a la mierda, eh. Qué pocas ganas.

-Pues habría quien lo consideraría sexy -. Niego varias veces, sonriéndome como si fuese una ocurrencia magnífica-. Pero no. Ninguno de los dos ha peleado en el barro. Cuántas cosas en común... -. Madres pesadas, nada de barro. Seguro que hay una buena cantidad de personas como nosotros.

Me dedico a mirarlo un rato más. Quiero decirle algo, pero no soy capaz de hacerlo. Me paso tanto tiempo dándole vueltas a la frase que al final me la he olvidado y estoy pensando en otra cosa distinta. Y no puedo volver atrás. Mi cabeza no puede volver atrás ahora.

-Me voy a hacer un pendiente en la oreja -declaro, tirándole un buen puñado de hierba por encima de la cabeza, como si fuese nieve. ¿Cuándo la arranqué?-. Pero eso ya te lo dije en los pasillos...

En ese caso, no hay novedades en mi declaración. Qué decepcionante... Soy una sosa, al final. No tengo conversación si me sacas de la sarta de insultos...

-El mundo va a saltos ahora mismo. Es como si lo que pasó hace un rato hubiese pasado hace un siglo. Esta posición... Ni siquiera tengo claro haberme girado, pero aquí estoy. ¿Crees que está en mi cabeza o que realmente va a saltos ahora mismo?

Es fascinante.. ¿Se puede demostrar, acaso?

Me echo a reír. Hay que reconocerle a la chica que tiene gracia. Yo al menos me río. Ella también. Eso quiere decir que al cien por cien de los participantes del diálogo les hace gracia. Es graciosa.

- ¡Intimemos, pues! Uhm... Dime comida favorita. Un miedo. Una rareza- levanto un dedo por cada una de mis exigencias. Me gusta esta chica. Quiero conocerla.

Sonrío satisfecho cuando ella me limpia. Sigo lleno de mierda, pero un poquito menos es un poquito menos.

-¿Entonces estoy sexy lleno de barro?- alzo una ceja, intentando parecer chulo. Me imagino mi cara y me cosquillea el labio, así que acabo por romper a reír. No puedo estar muy sexy ahora mismo. Me siento sucio y no tan guapo como quería pensar esta tarde.

Juego con el pendiente del labio al oírla hablar de sus planes.

- Me tienes que prometer que me lo enseñarás en cuanto lo tengas. ¿Lo harás?

Abro mucho los ojos. ¿El mundo va a saltos? Yo no lo veo ir a saltos. Quizás esté saltando a la misma velocidad que el mundo. Entonces no lo vería. Vaya. Puede que siempre esté saltando a la misma velocidad que el mundo, que todos lo hagamos y que Frikka ahora haya perdido el ritmo.

- Espero que no lo esté haciendo. Si no, me estaría perdiendo el espectáculo de saltos. Y sería una pena.

Sonrío, divertida, a su propuesta de juego. Es una buena idea. Me parecería una gilipollez en otro momento, seguro, pero es una buena idea. Parece entretenido, sí.

-Pues me gusta mucho... -. Pienso un instante. Si es favorito, tiene que ser algo por encima de todo, ¿no?-. No sé... ¿La tarta de manzana? Nunca una fruta normal y corriente consiguió saber tan bien... -. Por cierto... Qué hambre, ¿no? Me comería una ahora mismo-. Me da miedo perder el control sobre mis acciones. Hacer cosas raras, ya sabes... O...-. Mi sexualidad. Eso me asusta un poco, también. El sexo en sí. Río, extendiendo las membranas de las orejas, triunfante-. Y la rareza -indico.

Qué obsesión con su atractivo. Le diré a su madre, si la conozco, que además de cabeza llena de aire y de buen luchador, supuestamente, su hijo es un poco inseguro. Las habrá pasado putas en la adolescencia. Seguro que era uno de esos tíos de los granos en las mejillas que tienen la cara rosada por culpa de eso.
Río, con él, sin más. La verdad es que parece un pobre chico sin casa.

Repliego las membranas, perezosa, llevándome un dedo al cartílago, pensativa.

-Difícilmente podría ocultarlo con estas jodidas orejas de un kilómetro -comento, aunque con orgullo-. Pero te buscaré específicamente.

Joder qué caos. A veces es como si me quedase quieta y mirando... ¿Mirando qué? Entonces al rato me doy cuenta de que estoy quieta mirando nada y me muevo. Cada vez que estoy diez segundos seguidos sin moverme parece que me vaya a quedar dormida en el sitio.

Este es el típico momento en el que en los libros dos se lían. Aunque cambiando el detalle de haber fumado por alguna mierda romántica, o algo así. La cuestión es que es como si lo fuese. Ambos decimos gilipolleces y estamos de muy buen humor. Ni escrito sería mejor, creo.
Movida por ese pensamiento, me acerco y lo beso un momento, de manera superficial. Enseguida, nada más hacerlo, dejo ir un "ups" y me echo a reír, rodando para apartarme enseguida, escapando de él, y ponerme boca arriba sobre el césped, de nuevo.
No sé por qué me río. No tiene puta gracia. Pero sí la tiene. Es extraño. Tiene mucho chiste, ahora mismo.

Extiendo una mano hacia el cielo, con la palma abierta hacia arriba, mirando las estrellas que quedan entre los huecos de los dedos.

-Joder... Sé que decir esto es muy cliché, pero... ¿Imaginas que en algún lugar del espacio hay otro mundo en el que unos tipos como nosotros están fumados sobre el césped de algún jardín ahora mismo? Como un mundo espejo en el que pasa lo mismo que en este, pero con algo cambiado, como... como los sexos o... ¿Me sigues? Es... El universo tiene que ser enorme... Porque yo veo perfectamente en la oscuridad, y al mirar el cielo ahora, sin embargo, no soy capaz de ver más que un enorme negro y... Se supone que hay algo en algún lugar, y ni viendo en la oscuridad soy capaz de verlo... Es increíble...

Se me abre la boca inconscientemente cuando la veo hacer esa cosa con las orejas. Ala.

-Son unas orejas fascinantes- murmuro, casi sin darme cuenta. Me pregunto si podría tocárselas. Son esos rollos raciales tan fascinantes. A mí me toca una tripa escamosa y a ella unas orejas mágicas. No vale.

Estoy muy ocupado pensando en eso y frotándome la tripa a través de la camiseta, notando las ondulaciones que se forman cuando su boca está en mi boca. O sea. Sus labios en los míos, porque no es un beso-beso. Es un beso de los suaves. Apenas es un segundo y dejo de notarlo, porque rueda lejos. Qué extraño. Qué suave. Me paso la lengua por los labios, notándolos raros. Qué raro lo noto todo ahora.

La miro mientras habla de mundos espejo que no son este y me pierdo un poco en sus palabras. No entiendo bien a qué se refiere y entrecierro los ojos para concentrarme mejor, pero entonces noto que me pesan los párpados y se me vencen. Lucho un segundo contra la tentación de cerrarlos del todo pero no tengo fuerzas. Me abandono poco a poco al peso del sueño y a la comodidad y a la relajación y a la felicidad que siento ahora. Lo último que veo es la mano de Frikka insinuándose contra el cielo.

- En un mundo espejo... te estaría devolviendo el beso...- susurro, más dormido que despierto. Y definitivamente me dejo llevar por la inconsciencia.

*Se queda dormido como el ceporrín que es*

Dejo ir una risilla algo tensa, entre dientes. Estoy a punto de decirle que lo olvide, pero al volver el rostro hacia él parece que se ha dormido. Y no me parece extraño, porque la verdad es que el cuerpo pesa que es una pasada.

-¿Vas a dormir ahí en medio? -inquiero, sin recibir respuesta.

Intento alzarme, pero no sé si me pesa más el culo o la cabeza. Parece que me hayan pegado el cuerpo al suelo.
Venga, Fifi, arriba...

[...]

Creo que he estado diez minutos con los ojos clavados en ese árbol... No es que se me cierren los párpados, pero tenerlos abiertos tampoco es fácil. Parece, más bien, como si mi cuerpo se hubiese, fuah, detenido. Por arte de magia. Soy una estatua.
Agito la cabeza y todo se difumina un momento. Consigo, finalmente, ponerme de pie. Ahora sí que siento el mundo difuminado y la cabeza ligera.

*se va*

Vuelvo al rato con las mantas, tras perderme un par de veces y encontrarme a los pocos minutos mirando unas rocas, y le echo una por encima a Narbe, como me cuadra un poco. Luego me siento, a un par de metros de él, y me envuelvo en la mía.

Yo debería dormir en mi cuarto, mejor... ¿No?
Mmm...

*se duerme*

Tras la comida salí fuera, no sabía muy bien si con intención e pasear o de trabajar. Debería dedicarme a lo segundo, pero aún tenía la comida en la boca... En fin, ¿qué más daba? Podía hacer ambas, bajar la comida paseando y luego trabajar.

Salí a los jardines con intención de lo primero. Quizá debiera ir al bosque luego, que por lo que había oído, había mucho trabajo que hacer allí... Aunque en el pueblo seguirían necesitando ayuda... Pero no, ya debían de haber terminado el grueso de las obras, a estas alturas. En Brontë, a causa de la extensión de los terrenos, había más trabajo. Sí, quizá...

Me paré en seco al ver unos bultos. ¿Quién dormía tapado con este tiempo? Aunque echar la siesta en los jardines no sonaba mal del todo, pero tampoco parecía el mejor momento, con todo el trabajo que había por hacer...

Al pasar un poco más cerca vi que uno de los bultos era Frikka. El otro era un chico pelirrojo. Los miré un momento con curiosidad. ¿Qué harían allí? Era extraño, porque Frikka... Pero tal vez...

Sacudí la cabeza. Tampoco era asunto mío.

*se va*

Abro los ojos, con lentitud. Tengo la cabeza algo tapada con una manta áspera, pero, de todas formas, el sol me da en los ojos a través de la tela y es una mierda. Aún tardo varios segundos en darme cuenta de dónde estoy. Los recuerdos de ayer son extraños, como muy muy distantes, y hay algunos que no tengo muy claros, pero no es como si me hubiese olvidad o durante la noche. Es más... Creo que de lo que no me acuerdo ahora tampoco me acordaba ayer.

Me acurruco en la manta, con un gruñido. Me duele algo la garganta por gilipollas por dormir aquí así, y tengo la lengua algo pastosa. Al volverme, perezosa, veo a Narbe. Otro tan listo como yo que vio normal echarse en los jardines...

Termino por levantarme. Me cuesta la vida, pero es posible hacerlo.
Coño...

Me echo la manta por los hombros. He dormido profundamente, eso sí, pero me siento algo atontada todavía. Me cago en la puta madre que...

-Ey, arriba -murmuro, con voz ronca, dando golpecitos con la punta del pie en la espalda de Narbe. Termino por pisar suavemente su costado con el pie y menearlo un poco para que espabile-. Mueve el culo, que no son horas de siesta.

Me estiro un poco, desperezándome, bostezando, mientras espero a que se levante. No voy a volver a dormir en un sitio como este en mi puta vida. Es de locos. Si hasta estuve, me suena, en los establos, que son bastante más confortables, aunque huelan a mierda.

-¿Te hace desayunar en horario caeruleus? -inquiero, sorbiendo un instante por la nariz, rascándome un poco el pelo enmarañado, empezando a andar hacia palacio.

No parece poner pegas. Y si las pone que se largue, que yo llevo muerta de hambre desde ayer. No sé cómo no me he muerto por la noche...

*se van*

El niño lloraba. Apenas llevaba un día con él, pero parecía no saber hacer otra cosa. Solo paraba para comer, y a ratos, y luego lloraba más y más. Y por mucho que le preguntaba no me explicaba qué le pasaba, pero lloraba incesantemente como si yo fuese la mayor bestia que existía sobre Mithos, y como si le estuviese haciendo cosas innoblemente malvadas. Y lo que yo más deseaba en aquel momento era, simplemente, que quisiese dormir.
Llevaba dos días sin ver a Telma. La pobre debía de estar sintiéndose sola. O muy feliz con Lea, ya habiéndome olvidado. Ambas.

Suspiré y continué con mi paseo, de un lado para otro, meciéndolo con suavidad a veces y con ritmo en otras ocasiones, sin hallar el que le gustaba a Lyo en ningún momento. En mi desesperación llegué a pensar que quizás, tal vez, cantar fuese una buena idea. Si no era hambre, no era frío ni calor, ni era sed, ni era pañal sucio... ¿Sería fiesta lo que buscaba? Mi hermosa voz noble, sonora, atravesando la noche.

"Había una vez un guerrero pequeñito...
había una vez un guerrero pequeñito...
Que no sabía, que no podía, que no sabía pelear.

Pasaron un, dos, tres, cuatro, cinco, seis semanas...
Pasaron un, dos, tres, cuatro, cinco, seis semanas...
Y aquel guerrero, y aquel guerrero, y aquel guerrero peleó."

Tampoco parecía muy útil. Y aquello me extrañaba, porque de no ser por los lloros me estaría quedando dormido yo mismo.
Si tenía suerte y me encontraba a Cassandra quizás pudiese pedirle más instrucciones que las dadas.

Socorro...

*se queda*

El buen tiempo parece mantenerse, y las obras están prácticamente terminadas, lo que me deja tiempo para trabajar a gusto. Es agradable sentirse cómoda, y más en esta tranquilidad que ya casi empieza a oler a ensoñación. Está todo tan tranquilo que casi da miedo.

Y, con eso y con todo, no puedo dormir. Quizá porque tanta tranquilidad hace que gaste poca energía en comparación con la que he gastado últimamente, o simplemente porque algo me pasa esta noche. El caso es que he decidido que la solución será escabullirme a los establos y probar a dormir allí. Quizá lo que me hace falta es un cambio de aires, después de todo.

Pero aún estoy atravesando los jardines y un extraño jaleo llama mi atención. Es como una mecña en celo mezclada con una voz grave, tratando de apagarse la una a la otra. Frunzo el ceño. ¿Qué es ese escándalo a estas horas? Decido acercarme, en silencio, tratando de no llamar la atención. Cuando ya estoy cerca me parece reconocer la sombra que va de un lado para otro, uno de los orígenes del jaleo. El otro va en sus brazos.

Aún con el ceño fruncido y sin saber muy bien si debería dar media vuelta, enciendo un flagrare para salir de dudas. Y, efectivamente, es Rick. Con un crío en brazos. Mithos.

-¿Qué está pasando aquí? -pregunto, con tono algo molesto.

Me tensé de repente al oírla, volviéndome enseguida hacia su sombra. En la oscura noche apenas podía ver su rostro, pero por su tono lo tenía todo muy claro. Celos, por supuesto. Pero no tenía tiempo para calmarla y decirle cosas hermosas, incluso encontrándome encantado de verla. Era... Necesitaba...

-¡Lea! Necesito ayuda... Le he cantado tres canciones diferentes, le he dado de comer, le he cambiado el pañal... -. Sonaba hasta desesperado-. Ea, ea... Tranquilo, no llores... Shhh.

Me lo pegué al poderoso pecho, cambiándolo de posición. Tenía que haber una solución a todo aquello.

-Buenas noches, por cierto -añadí, con una sonrisa tensa.

Y lloraba... No paraba...

¿Parece tan desesperado como creo? ¿Tanto como yo lo estaría? No, yo ya habría tirado a ese crío desde el mirador de la torre. Cuando se vuelve retrocedo un paso, con la vista clavada en esa masa de carne llorona y una expresión de absoluta desconfianza. No me gustan los niños. No sé cómo funcionan.

-¿De dónde has sacado eso? -acierto a preguntar, sin apartar la vista del crío.

En realidad, no sé si quiero saber la respuesta. Desde luego, no quiero involucrarme en sus asuntos con bebés. Son suyos y suyos seguirán siendo. A mí que no me lo acerque, no sea que lo rompa o algo semejante.

-¿Has probado un somnífero? -inquiero, seria.

O un mataniños, pienso, pero no lo digo.

A ver cómo explicaba aquello sin dejarme dominar por aquel lloro que no paraba. A ver si... Mithos... A ver si... Aquello aún no lo había intentado.

-Flagrare -dije, separando una mano del niño, invocando en ella el hechizo, suave, frunciendo el ceño. Pareció calmarse un poco, despacito, mirando la luz rojiza y las ondulaciones del fuego. Se me escapó una sonrisa, aliviada. De momento serviría-. Sí, eh... Qué chulo es el fuego, ¿verdad? Claro que sí... -murmuré, moviéndome más despacio.

Y gracias a aquello podía verla a ella. Todo eran ventajas. Aunque el niño no se dormiría con fuego junto a la cara. No todo eran ventajas. Pero... No... No lloraba, de momento.
Lo había visto parar alguna vez, pero era un engaño para empezar poco después.

-¿No te había hablado de mi hijo? -dije primero, con una sonrisa algo cansada. Terminé por negar-. Es de una guerrera, Cassandra. Es... Es una extraña historia -. Lo era, bien visto-. Al parecer tiene que hacer un viaje y me ha visto como alguien capaz de cuidar del pequeño. Pero es más difícil de lo que parecía cuando ella hablaba...

A nosotros, de hecho. Aquello iría luego... Mithos... En frío no tenía muy claro cómo había podido aceptar...

Al cabo invoca un hechizo que consigue que esa pesadilla con piernas deje de taladrarme la cabeza. Eso, tú cállalo, lo primero. No pierdo de vista al crío, que parece hecho a trozos. Este es un huérfano que se ha encontrado por ahí tirado, o algo así.

Enarco una ceja cuando sugiere el parentesco, mirándolo por fin. Lo único que podría recordar a él es esa mata de pelo, y de flamma no tiene ni la sombra. Pronto admite que no es cierto, por supuesto. Aunque la explicación que da no es mucho mejor. ¿Ahora le ha dado por ser niñera? Alguien debería decirle que los críos no crecen tan rápido como los bismontes.

-¿Y has aceptado? -A quién se le ocurre aceptar algo semejante-. ¿Haces mucho eso de cuidar críos ajenos?

A saber. Con lo lento que es, no me extrañaría que le hubieran encasquetado ya alguno como propio.

Movía la llama delante de Lyo, que la seguía con la cabeza, extendiendo las manos hacia ella. Pronto tuve que apartarla un poco más, porque se abalanzaba para agarrarla con sus pequeñas manos de bebé de Cassandra.

-No, no. ¿Entiendes? No puedes, que te quemarías. Y a ver quién te calla luego...

Dirigí una nueva sonrisa a Lea, algo derrotado. No había dormido demasiado la noche anterior, y aquella ya hacía horas que había empezado. Y ella parecía tan contenta como de costumbre pero un poquito menos. Nada iba bien.
Cassandra había dicho que... Mithos... ¿Cómo la había podido creer?

-Bueno... -me encogí de hombros. Era ividente que había aceptado, ¿no?-. Me ofrecí a ayudarla y me pidió esto. ¿Qué hubieses hecho tú?-. La noble nobleza me obligaba a ser caballeroso. ¡Yo quería ser caballeroso!-. Estoy algo perdido, y lo de cambiar pañales es más complicado de lo que había creído, pero cumpliré con mi cometido hasta que regrese.

Fruncí el ceño, con convinción. Me enorgullecería de mí mismo y aprendería mucho. Pero seguía necesitando ayuda... Aquella llama no funcionaría por siempre.

Si es que callado hasta parece mono, pero no voy a dejarme engañar por esa cara hecha de grasa. Los críos buscan eso, parecer adorables para que te apiades de ellos. Luego te rompen la cabeza con chillidos que ni siquiera tienen significado, te manipulan y te hacen responsables de todos sus problemas. Son la peste.

Miro a Rick con expresión de incredulidad. ¿Cómo que qué hubiera hecho? Pues lo lógico...

-Decirle que lo encargue al servicio -señalé al instante-. Eso como segunda opción. La primera sería no traerlo a un sitio como este. Ya me dirás qué pinta ese niño en un sitio como este. ¿Está esperando a que se mate con la espada de alguien o qué?

La verdad es que la gente hace cosas que no hay por dónde cogerlas. Y luego está Rick, que va incluso más allá. Miedo da acercársele.

-Llévalo a la enfermería. Seguro que allí saben qué hay que hacerle para que no dé problemas -. O deberían.

La escuché, perdiendo un poco la sonrisa, bajando la vista a Lyo, que seguía concentrado en buscar la llama como si fuese realmente su destino vital. Agité la mano un poco, haciendo bailar el fuego. Hacía sonidos raros, como si intentase hablar, aunque no daba.

Empezaba a ver la realidad de la situación, no lo que Cassandra me había dicho. la realidad de verdad. Y no me estaba gustando tanto como Cassandra me había hecho pensar. Realmente no. Pero aquello seguía siendo mi misión.
Terminé dejando ir un suspiro y sonreír, con cansancio. Asentí.

-He pedido ayuda a una muchacha del servicio y me ha dado algunas indicaciones. Mañana iré a la enfermería a pedir más.

Me encargaría del niño porque lo había prometido. No me rendiría al segundo día como un innoble incaballero. Las promesas estaban para cumplirlas.

-¿No te gustan los niños? -pregunté, finalmente, moviéndome de nuevo a pequeños y relajantes botes, pero ya en el sitio.

Bien pensado... Con aquel niño allí ni siquiera podía...
Nada. No podía nada.
Mithos...

Por la pinta que tiene, parece que lo hayan timado. No es descartable, siendo Rick. Pero Mithos... un crío. ¿A quién se le ocurre? Parece que alguien le guarde rencor, o algo. Normalmente, nadie le haría semejante jugada a una persona contra la que no tuviera nada. Debe de ser un odio profundo...

Aprieto la mandíbula a su pregunta, dirigiendo una mirada de desconfianza al enano. ¿Cómo van a gustarme esas cosas?

-Son frágiles, débiles, dependientes, reclaman todo tu tiempo y atención y ni siquiera sabes qué les pasa -murmuro, con ojos entornados-. Eso se estropea en cualquier momento, ya verás. ¿No duerme?

Lo que faltaba, que ni siquiera necesite descansar. Es, definitivamente, para hacer de él una bola y lanzarlo por una ventana.

Desde luego, no parecían gustarle demasiado. No lo comprendía. Al fin y al cabo, a mí me recordaban un poco a los cachorros de los animales, incluso a Telma de pequeña, pero quizás si eran personas a Lea no le agradasen mucho, de todas formas. Sinceramente, ella se quejaba de que no sabía qué querían los bebés, pero a ver quién más que ella sabía qué quería ella algunas veces...
Mithos... El cansancio me hacía ponerme algo duro.

Miré de nuevo a Lyo, que empezaba a entrecerrar los ojos. Pues al final sí que parecía que el fuego lo iba a dormir y todo. Esperaba que funcionase más veces, por Mithos... Para siempre, incluso. A mí me dormía que me acariciasen suave el pelo desde siempre, y nunca me cansaba de aquello. Quizás...
Tarareé un poco, con la boca cerrada, suave. Parecía que funcionaba aquel combo...

-Parece que ya sí... -respondí, tras un rato, a Lea, sonriendo satisfecho y bajando el tono para no despertarlo-. Aún no se habrá acostumbrado a mí. Es nuestro segundo día juntos... Pero ya... Ya duerme.

Apagué finalmente el flagrare, tomándolo con las dos manos, con cuidado, sin dejar aquel vaivién que me estaba relajando hasta a mí. Quizás un día encontrase a una dama de cuatro metros que pudiese hacer aquello conmigo.
El sueño me hacía deliriar...

-Creo que es el momento ideal para poder cenar... -murmuré, conteniendo un bostezo, agotado. Ni tiempo había tenido, de oírlo llorar-. A ver si no hace como ayer y duerme de un tirón.

La miré, con una sonrisa cansada, tensa. Tenía ganas de dormir, y solo llevaba dos días. Era demasiada presión para mí. Pero, al mismo tiempo, me hacía gracia aquel pequeño chrysos con ojos de asesino, pero mofletes de suave bebé.

-Vamos dentro-susurré, con un gesto-. Duerme también por mí esta noche -bromeé, evitando suspirar por poco.

Tenía que buscar un sitio en el que dormir sin molestar a nadie, por otro lado...

¿Cómo podrían algunos enfrentarse a aquello tantas noches, tantos días?
Y yo me hacía llamar héroe... Cassandra sí lo era, y no yo...

*se van*

Estoy aburrida, y hoy llueve menos, así que es un buen día para hacer locuras, o acabas sin hacerlas nunca. Y ya llevo tiempo con esto en mente. Y no soy una cobarde, como casi todos aquí, así que a ello. La próxima vez que vea a Narbe se va a quedar petrificado de lo mucho que molo. Gerry no, pero ese capullo se reiría de su madre si la viese parirlo y llorase porque le duele, así que me la sopla.

He sido una chica lista y llevo una capa para taparme, que con el asma no se juega, y por muy medio piscis que sea, eso no te salva de pillar un resfriado. Y tengo que seguir entrenando para dejar en ridículo a gente como el tal Heylel, o así...

*camina*

Me giro, alzando las cejas, al escucharlo hablar. La lluvia me salpica un poco la nariz, y me veo obligada a calarme un poco la capucha para evitarlo. Que te mojen la cara es una puta mierda, y con agua fría. Y hay putas que aún dejan que se les corran ahí... Pues allá ellas, pero lo que es yo...

-Mi destino de ahora mismo sí -comento, encogiéndome de hombros con una sonrisa burlona-. Voy al pueblo a ganar puntos de valor y de poder -añado luego, con aire misterioso, sacando pecho con arrogancia-. Un panoli como tú no lo entendería.

Me hurgo en la oreja con el meñique un momento.