Jardines (2)

Asentí, pensativa. No era la única a la que le pasaba eso. De hecho, yo era de los pocos que no parecían notar tanto que les faltaba alguien. O esa impresión me daba. Quizás estuviera exagerando. En cualquier caso, ella llevaba poco tiempo. Quizás no hubiera hecho suficientes amistades.

-Es normal -comenté, encogiéndome de hombros-. Todos dicen que yo vine muy joven. Seguro que por eso no lo noto tanto. Creo que me es más fácil adaptarme. Pero los demás... De todas formas, no te sientas presionada. Aunque parezca que no, la gente te ayudará si lo necesitas. Todos se acaban adaptando.

Parecía que la idea de irse de misión la ayudaba. Esperaba que no se encontrara con algo demasiado duro. Siempre era mejor empezar poco a poco. Yo aún recordaba mi primera salida. Vaya caos...

-Si sale bien te dará muchos ánimos -opiné-. ¿Sabes ya con quién vas? Porque no irás tú sola, ¿no? Al ser la primera...

No parecía muy satisfecha. Me sentía un poco mal por ella. Quizás fuera el frío, que la embotaba, o que se sentía sola, como decía. O quizás una mezcla de ambas.

-Si tienes oportunidad, te recomiendo que busques al compañero. Aunque tengas tiempo de conocerlo por el camino, suele ser más agradable cuando ya sabes de antemano quién es. Además, así puedes planificar el trabajo en función de eso -recomendé.

Hice una pausa, dudando. Al final, afiancé la sonrisa y me decidí a hablar. No le iba a hacer ningún mal a ella, después de todo.

-¿Te apetece ir al comedor a tomar un chocolate caliente? -propuse-. Se estará más a gusto que aquí. Después de un paseo en la nieve, entrará de maravilla -. Y mejoraría los ánimos. Siempre lo hacía-. Así me puedes hablar de cómo va mi coraza. Tengo ganas de estrenarla. Ah, pero no quiero meterte prisa, ¿eh?

Por un día, he convencido a Vilo de que demos el paseo por el jardín y no por el bosque. Como siempre, llevo la espada en las manos y me dedico a remar con ella, dándole vueltas y soltando pequeñas estocadas en lo que Vilo corretea. Al contrario que los últimos días, lo hago mientras camino y no mientras corro. No pasa nada por relajarse una vez.

Por supuesto, no le quito ojo de encima. Sé de su afición a escarbar en la nieve, y sé de su afición a escarbar más allá de la nieve. Ya he tenido alguna llamada de atención del servicio, así que mejor estar atenta. De todas formas, se está portando bien.

Un ruido proveniente del bosque llama mi atención, pero teniendo a Vilo vigilado, no le hago tanto caso.

*Se queda*

Creía que Lis estaría con Adain, pero no parece que sea el caso. Y, si lo es, Adain está en problemas. Abrazo a Lis cuando habla, tratando de resultar tranquilizadora, y echo un nuevo vistazo al bosque. Justo ayer hablaba yo de tranquilidad en el palacio. Pues qué bien.

Me dirijo a la chica.

-Lis, tienes que avisar a todo el mundo -le digo. Entonces niego y me corrijo-. No. A Rick. Tienes que avisar a Rick. Y a... ¿Te acuerdas del parvus que vino a verte? Tienes que dejarte ver, Lis. Solo para ellos dos. Diles lo que me has dicho. Diles que me he ido adelantando. ¿Podrás hacerlo?

No tardo mucho en separarme de ella y voy a buscar a Vilo. Mientras avanzo por el jardín, busco a algún miembro del servicio al que hacerle llegar el mensaje. Después, me adelantaré con Vilo para buscar información. Aunque no sé si debería ir sola...

*Se va*

La nieve ha dado paso a la lluvia, que aunque molesta, ha subido las temperaturas. Kyoti sigue sintiendo que el frío se le cuela hasta los huesos, pero no por ello agradece menos el cambio de tiempo. Ve cómo la lluvia ayuda a derretir antes la nieve, y hasta puede imaginarla cálida sobre él.

Y, viendo cómo es el invierno de Brontë, considera que no está de más aprovecharla para salir fuera. Va bien abrigado, con ropa de lana y una capa gruesa con capucha, de forma que le afecte menos el mal tiempo. Lleva también sus flechas, las nuevas, las que ha confeccionado tras el ataque, y el arco. Cuanto antes las pruebe, más satisfecho se quedará. Pero, por el momento, comienza trotando.

En los caminos, la gravilla cubre el suelo, no la nieve ni el hielo. Kyoti sabe que el servicio se emplea cada día para retirarla antes de que quede pisoteada y resbaladiza, y aprovecha las zonas más cómodas para entrar en calor. Su trote es suave, pero tiene buen ritmo, y se preocupa de mantener una respiración estable. Con el frío, el ejercicio se agradece más que nunca.

Por supuesto, una carrera no es suficiente. Kyoti se detiene en una zona de frutales, que le servirán de blancos. Empieza a hacerse tarde, pero aún hay algo de luz, y el palacio, a sus espaldas, proporciona más. El chico calienta bien las articulaciones, prestando especial atención a hombros, brazos y manos, antes de tomar el arco.

Con el carcaj a la cadera y el arco ante sí, no tarda en empezar su práctica. Él mismo a endurecido las flechas, pero probándolas descubrirá qué tal lo ha hecho. Además, las inclemencias del tiempo lo obligan a tomarse más en serio su entrenamiento. Así, Kyoti no tarda en dedicarse a lanzar las flechas, una tras otra, concentrándose mucho en los objetivos.

No se limita a los troncos, que serían demasiado simples. Kyoti busca cada vez puntos concretos en la madera, marcas que lo hagan prestar especial atención y sacar buen partido de su puntería. Con la luz cayendo, debe estar incluso más atento para que sus tiros den en el blanco. Una flecha tras otra, Kyoti dispara contra los árboles, buscando en ellos nudos, sombras o manchas que llamen su atención. Cuanto más pequeñas sean, más precisión requerirán. Él, que lo sabe, se mantiene completamente centrado, lanzando un tiro tras otro.

Cuando ha terminado, hace el recuento de sus aciertos a medida que recoge las flechas. Parece que, en su mayoría, están en buen estado y bien equilibradas. Eso lo hace sentir un pequeño pinchazo de orgullo, pero se obliga a obviarlo. Todavía tiene mucho que mejorar. Toma una distancia mayor, se prepara, y enfrenta de nuevo los árboles. Concentrado en apuntar, busca los más pequeños objetivos y lanza contra ellos.

*Se queda*

Kyoti ya tiene cargada su flecha, y apunta una vez más. Ya sabe cuál es su próximo objetivo, una zona de uno de los troncos que está cubierta por una hoja. Tiene que agujerearla y dejarla clavada al tronco. Tensa el arco, bien concentrado en apuntar, y entonces...

Lanza, pero no como quería. Un toque a su espalda le hace dar un pequeño sobresalto, y cuando la flecha alcanza en tronco, lo hace algo por debajo de lo que planeaba, sin rozar la pequeña hoja. De todas formas, Kyoti está más preocupado por ver qué ha sido lo que ha notado, y cuando se gira se encuentra con un hombre rubio, manifiestamente más alto que él... y el sobresalto es mayor esta vez.

En cuanto se ha recompuesto de la primera impresión, consciente de que no ha sido la más educada, se siente enrojecer, avergonzado, aunque trata de ofrecer una sonrisa agradable y mantener la compostura. Vaya un apuro. Aunque hay que decir que su aspecto lo justifica. Lo cual no quiere decir que él sea responsable. Ni que su comportamiento quede también justificado. Ay, madre...

-Ah, eh, no te había visto -. Evidentemente, sigue sin tener ojos en la espalda. Una observación muy necesaria, sí señor-. Antes. Es decir, ni ahora ni nunca. Bueno, ahora sí -. Podría empezar por organizar lo que dice, en lugar de barbotar como un estúpido. Carraspea-. Quiero decir que no nos conocemos, ¿verdad? No, claro, me acordaría -. ¡¿Pero qué acaba de decir?! En cuanto se da cuenta siente el agobio invadirlo-. Bu-bu-bueno, es decir, a lo mejor no, pero yo creo que... sí.

Eso sí que no ha tenido arreglo, desde luego. De ninguna de las maneras. A veces, a Kyoti le gustaría tener una forma de borrar la memoria de la gente. Eso permitiría empezar de cero sin preocuparse de todas las tonterías que le han salido de la boca. Carraspea. Bueno, no puede borrarle la memoria, pero sí puede empezar por decir algo un poco más coherente. No es tan difícil.

-Soy Kyoti -se presenta finalmente. Va a añadir algo más, pero visto lo visto, decide que quizás sea mejor cerrar la boca.

Pese a todo, Kyoti sabe mantener la compostura, y estrecha la mano con firmeza, manteniendo la sonrisa. No puede decir que el hombre le dé del todo buena espina, pero se repite una y otra vez que se trata de su extraño aspecto y que debería dejar de darle vueltas al tema. Trata, pues, de concentrarse en la conversación.

-Sí, lo sé -responde, tranquilo. Hasta que se da cuenta de que algo falla y frunce un poco el ceño-. Me refiero al otro día. Lo de los... -¿Qué eran? -. Lo del ataque. Estuve allí. Aunque yo soy más bien... cazador. Más que soldado. Estoy aprendiendo. Intentándolo.

Kyoti se frota un poco el hombro donde lo ha golpeado, negando con suavidad, sereno. Está a punto de decir que él también debe estar un poco despistado para no haberlo visto, pero logra contenerse a tiempo.

-Llevo... - Vaya, ya ha perdido la cuenta-. Algo más de un mes... ¿Dos? Más o menos. Supongo que soy bastante poca cosa en comparación con lo que hay por aquí.

Ese comentario no lo ha dejado en muy buen lugar.

-Y... ¿tú?

Kyoti tiene la sensación de que lo ha tomado por idiota, lo cual no anima demasiado. De todas formas, aunque lleve poco tiempo, lleva el suficiente como para entender cómo funcionan las cosas, y prefiere no dejarse afectar. No puede evitar pensar en Frikka: él hace la misma clase de comentarios que ha hecho ella.

-Ya lo sé -responde, triunfal. Hasta que se da cuenta de que no se trata de ningún triunfo-. He tenido algún... contratiempo. Creo que Frikka ha decidido que soy buena presa, sí -. Sacude la cabeza, entonces, cayendo en un detalle-. Frikka es una chica que tiene una espada. Caeruleus. La chica, no la espada -. Qué descripción más precisa, casi merece una medalla.

Se permite sonreír, consciente ya de que todo son bromas. Quizás si lo hubiera pillado antes habría llegado a creérselo, pero el tono tampoco incita a ello. Hasta se siente cómodo con la idea de no dejarse afectar.

Mira de reojo las flechas clavadas en los árboles, dubitativo. Desde luego, la perspectiva de ponerse a cubierto no deja de ser agradable. Al calor de una chimenea, con un plato bien caliente delante... Porque, además, va siendo hora de la cena.

-Tengo que acostumbrarme -acaba por explicar-. Al tiempo, quiero decir. En Ignis no me mojaba tanto -. Carraspea, dando un paso atrás-. Voy a... recoger las flechas.

Echa a andar hacia los árboles, perfectamente consciente de que la lluvia no va a ser solo de agua.

Kyoti llega a reír, aliviado, con la reacción de Gerald. Ya se le habían parecido, pero la confirmación lo deja bastante tranquilo. De pronto, se siente algo más relajado. Frikka es incisiva, pero no hostil. No hay razón para pensar que él sea diferente.

-De ti no me dijo nada... creo -responde, afianzando la sonrisa-. Estás limpio. Por ahora.

No tiene muy claro si eso ha sido algo que no debía decir o una forma de unirse a las bromas. Mejor no definirlo, la verdad. Asiente con respecto a su espada.

-Ya lo comprobaré.

Bueno, eso no ha sonado bien del todo. ¿O estará dándole más vueltas de lo debido?

Recoge las flechas, contando, de nuevo, cuántas se han clavado exactamente en el punto en que debían. Al arrancar la última que ha tirado, no puede evitar un cierto desánimo. Qué facilidad para perder la concentración.

Al final, acaba por volver junto a él. Pensaba seguir un rato más, pero sabe que no habla tan a menudo con la gente como debería, así que mejor quedarse con el chrysos. Acepta la toalla, agradeciéndola, y se la pasa por la cara. Estando bajo el soportal, hasta se permite quitarse la capucha. Se ha mojado un poco el pelo, pese a todo.

-Voy contigo -decide, resuelto. Y a continuación, duda-. A ducharme. Me vendrá bien.

Carraspea. No le habrá afectado el tiempo a la garganta, ¿no?

Me aparezco varios metros por delante, dejándome ver desde el principio. Es cierto que últimamente hemos tenido algunos asuntos que resolver, pero eso no implica que no tenga algo de tiempo para las otras cosas que requieren mi atención.

-Buenas noches -saludo, dedicando una leve inclinación de cabeza al guerrero, sin perderlo de vista en el gesto, manteniendo siempre la mirada puesta en él-. Parrece que no salimos del mal tiempo, eh. Esperro que tu amiga de maderra, Lis, no lo pase mal porr el exceso de nieve. He intentado darrle todas las comodidades que he podido, perro el clima escapa a mi contrrol -confieso, con una sonrisa resignada-. En fin, hay algo que querría hablarr contigo. Estoy segurro de que te serrá grrato.

Asiento, conforme con sus palabras, aunque más por no matar el tema que porque realmente haya venido a hablar algo como esto.

-Desde luego, se le da bien. Es evidente que esa chica os adorra -comento, refiriéndome a Lis en todo momento. No tardo, no obstante, en aparcar eso. Es algo resuelto, de momento.

Hurgo en mi bolsillo derecho y enseguida doy con lo que busco. Acerco a él la mano cerrada, pidiéndole con un gesto que extienda la suya, y cuando lo hace deposito en la palma una pequeña piedra con forma de tetraedro, tallada de forma exquisita en un mineral brillante y opaco, de un gris extraño.
Tenía un cordel de cuero en uno de los ángulos con el que colgárselo al cuello.

-Prruébatelo -le pido, con una sonrisa tranquila.

Cuando se lo prueba esbozo una sonrisa, atusándome la barba mientras lo contemplo divertido. Acabo por dejar ir una risa divertida mientras asiento, bromista.

-Si te parrece solo quierro que me lo sostengas. ¡Clarro que es parra ti! Lo he hecho yo mismo, así que agrradécelo. Aunque el diseño no es demasiado elaborrado, como ya ves. No me he rroto mucho la cabeza, perro bueno. Deja que te explique de qué se trrata...

Comienzo a andar con él por los jardines, aprovechando que hace frío para obligarnos a movernos, mientras le hablo de la que es su nueva adquisición. Estoy seguro de que le gustará tener algo como eso.

*fin de escena*

Es cierto que el cielo no está completamente azul, pero después del tiempo que llevamos, creo que nadie espera eso. El día está tranquilo y, buscando un poco, se puede encontrar el sol. Es más que suficiente para mí. Y, por lo visto, también lo es para Lis y Vilo. No sabría decir quién de los dos disfruta más del buen tiempo. Lis va buscando el sol, por supuesto, al igual que yo. Vilo se mueve entre sol y sombra, y todo lo revisa y huele, como si fuera la primera vez.

Yo me muevo por el camino hasta que encuentro un tramo de hierba suficientemente apetecible. Es entonces cuando me tiro, tumbándome boca arriba. Vaya, pero si hasta está seca. Me dejo estar un rato al sol, con los ojos cerrados. No creo que me llegue con unos días para acostumbrarme a él. Lo echaba demasiado de menos.

Con una sonrisa, acabo por volverme a buscarlos. Lis es difícil de encontrar entre la hierba, pero ella misma se encarga de marcar dónde está, como en un juego. Vilo, en cambio, destaca tremendamente en el entorno. Lo sigo con la mirada.

-Vilo, ven -llamo.

Se lo piensa. Está entretenido y tiene mucho trabajo, por lo visto. Pero parece que no hace falta que lo repita. Al cabo de un rato se vuelve hacia mí, acercándose, y empieza a olfatearme la cara y el cuello. Alzo las manos hacia él, hacia su cuello, y lo sujeto por la piel, haciendo fuerza para tirarlo. Se resiste, el maldito. Pero será... Al final, pese a todo, acaba por ceder, y aprovecho para echarme sobre él, al ataque. Aunque la victoria no está en absoluto asegurada. No tarda en responder, revolviéndose entre gañidos, intentando imponerse. Así que te crees muy fuerte, ¿eh? Te vas a enterar.

*Se queda*