Pasillos

Antes de que pudiese terminar la frase, el chrysos se vio arrastrado por la muchacha, en un gesto rápido y seco que hizo que se callase en el acto. Entrecerró los ojos al notar los labios de la muchacha, y durante un segundo pensó en prolongar un poco el contacto, pero la chica, con la misma rapidez y sequedad con la que lo había atraído, lo alejó de ella. Lyam parpadeó una vez. Luego torció una sonrisa. Sutil forma de decirle que se callase.  
Cuando la muchacha volvió a hablar, asintió.

—Vale... —La miró. Probablemente no quisiese su ayuda, probablemente pusiese una mueca, frunciese el ceño y gruñiese que no, no necesitaba su ayuda, pero aún así, tras unos segundos de duda, añadió—: ¿Te ayudo o algo? Sé que puedes ir tú sola, pero si necesitas algo, pues. Pídelo.

Esta vez sí que dejo ir un suspiro. A veces, en días como hoy, en los que no tengo toda mi energía comigo, resulta hasta cansado intentar educarlo. Demasiado servicial.

-Puedo sola -. Repito sus palabras, declinando la oferta, mientras comienzo a dirigirme hacia la sala común con el sofá en mente.

Solo acepto la ayuda en ciertas situaciones. Y solo si me la ofrecen de formas concretas. Pero subirme a la espalda de Lyam como una quinceañera risueña para ir de un sitio a otro no es lo que me apetece. Considero que no concuerda con lo que soy.

La respuesta no fue, en todos los sentidos, la esperada. A pesar de que sí declinó la oferta, algo con lo que el chrysos ya contaba desde el principio, lo hizo de forma menos borde que de costumbre. Ni tan siquiera había sonado borde, de hecho.

—No esperaba menos —murmuró, mirando la espalda de la muchacha. Luego se acercó a ella y ambos recorrieron los pasillos en dirección a la sala común.

*se van*

Finalmente he conseguido sacar a Lluvia de la cama un poco. Creo que le sentará bien estirar las piernas, aunque con el tiempo que hace no podemos más que recorrer los pasillos mirando el exterior con poco convencimiento. La verdad es que parece que no vaya a dejar de llover nunca. A veces llego a imaginar que llueve tanto que nos ahogamos dentro del palacio. Qué miedo...

Damos una vuelta, charlando amistosamente. Luego vamos al comedor a comer algo. No le comento nada sobre el ala que intento hacer. Es difícil sacar el tema...

Finalmente acompaño a Lluvia de nuevo a la enfermería, para que descanse. Me quedaré un rato con ella, por si necesita algo.

*se van*

Me pone nerviosa todo esto. No es que tema la lluvia ni nada parecido, pero tampoco estoy acostumbrada a ver llover de esta manera. Y creo que llevo el tiempo suficiente en Brontë para pensar que tampoco es normal aquí. No he oído hasta ahora comentar a nadie el buen tiempo que ha estado haciendo en los últimos meses...

Me aparto un mechón de pelo de la cara, cerrando un momento los ojos. Vuelvo a abrirlos y sigo caminando, secándome la cara y las manos con la capa. Me recojo el pelo con la mano, recogiéndomelo sobre el hombro derecho.

Cualquiera diría que no he salido a la lluvia...

*Camina*

Atravieso los pasillos, pensativo. En mi bolsillo llevo la medicina. Y pienso en eso. Porque apenas me quedan cuatro dosis. Cuatro... Y no puedo enviar la carta con este tiempo. He tenido la suerte de poder hablar con el señor Brumm, que me ha dicho que haría lo que pudiera, pero la verdad es que empiezo a preocuparme. Confío en él, pero soy un poco inseguro...

Veo venir, de frente, a la flamma del otro día. Está bastante mojada. Me pregunto si ha salido. ¡¿Cayendo como cae?! Qué valientes son los guerreros de Brontë. Yo no podría estar a la altura.

La saludo, todavía de lejos, con un gesto y una sonrisa tímida. No sé si se parará por verme. Solo nos hemos visto una vez, al fin y al cabo.

No estoy prestando mucha atención a dónde estoy yendo. De hecho, la verdad es que no estoy yendo a ningún sitio en concreto. Estoy tan preocupada por Telma que no pienso en otra cosa. Mithos, que pare la tormenta...

No veo al pequeño claritas hasta que su saludo de llama la atención. Contengo una mueca incómoda. No es que tenga nada contra el crío este, pero no es la mejor persona con quien mantener una conversación. En fin, que tampoco es culpa suya, pero los niños no se me dan bien.

Le dedico una sonrisa agradable y un gesto de saludo, en señal de reconocimiento. Bueno, tampoco es que tenga la obligación de quedarme aquí hablando con él. Qué más da. No tengo mucho que hacer, pero eso no es razón para entretenerlo a él. Que se busque algún amiguito. ¿No tiene algún peluche o así?

Tras el saludo, sigo mi camino, pensativa.

*Sigue su camino*

Efectivamente, los guerreros son personas muy ocupadas, y más con la extraña tormenta que está cayendo. No me sorprende que no tenga tiempo para charlar. Tampoco lo espero. Me basta con su amable saludo para sentirme satisfecho.

Correspondo con un gesto de cabeza y sigo caminando.
Va siendo hora de darse un baño. Dentro de poco me iré a la cama. Aprovecharé para leer un poco sobre objetos encantados y dónde conseguirlos. He conseguido un libro en la biblioteca que parece bastante completo al respecto. Espero bastante de él.

*se va*

FdR- ;O;

Sigo mi camino sin mucho ánimo. Qué pesadilla es este tiempo. No entiendo cómo puede seguir lloviendo así durante tanto tiempo. Viendo esto, cualquier mínimo interés que pudiera tener de conocer Aqua se esfuma rápidamente. Casi siento que el propio tiempo me cansa...

Al poco rato, una nueva forma llama mi atención. Al principio me giro, pensando que voy a encontrarme con un boro en una esquina... Pero no. Es una persona. O eso quiero pensar, porque su comportamiento no apoya esta idea. Frunzo el ceño, mirándolo como si viniera de otro planeta.

Al sonido de un trueno, lo veo revolverse intranquilo. De no ser porque es patético, casi diría que parece mono.

Puto negro de los huevos. No ha podido escoger un día que ya estuviese enfadada para incordiar. Tuvo que ser hoy, que estaba bien, para tocarme la moral. Menos mal que no quiero meterme en bullas tan pronto. La próxima vez le parto la cara.

Al atravesar los pasillos me topo con la chica esta, la flamma... Tiene el brazo bien, parece. Qué suerte. Seguro que tiene un día de puta madre. No quiero tener que soportar las chorradas de la gente feliz.
Con las manos metidas en los bolsillos, mascullo algo que puede interpretar como un "buenas noches" o un "quita del medio, guarra". Lo que prefiera. Y estoy a punto de pasar de largo y marcharme, pero algo me detiene, y parece que veo un halo de luz metafórico en mi oscura y triste noche. De modo que lo que ella miraba era...
Una sonrisa acude, rauda, a mis labios. Esto ya va mejor.

-Buscador -canturreo, entretenida, mirando de reojo a la chica un instante, cómplice-. ¿Se te ha caído algo debajo de la mesa?

El valor, por ejemplo. No me puedo creer que sea por la tormenta, pero es que cada vez que suena un trueno tiembla. Esto es demasiado divertido. Casi hasta diría que soy mala.

Pronto llega más compañía. Y, de nuevo, no la compañía más agradable. Cuando la chica se acerca con su actitud habitual frunzo el ceño. ¿Qué pasa, preciosa? ¿Tu chico tuvo un gatillazo el otro día en las cuadras, o qué?

-A ver si aprendes algo que no sea ladrar un día de estos, mocosa -mascullo sin poder evitarlo, en un tono tan bajo que no sé si me ha oído.

La dejo con su amiguito, ignorando sus gestos y su repentino buen humor. Que se diviertan. Tengo mejores cosas que hacer que rodearme de críos estúpidos. Menuda nochecita me están dando... Por lo menos podía dejar de llover.

*se va*

Miro un segundo a Le de reojo, mosqueada. No sé si he oído bien y eso era un "mocosa" pero tengo mejores cosas que hacer que ponerme a discutir.

-Buenas noches, eh -despido, alzando la voz para que me escuche, con tono picajoso. Enseguida me vuelvo hacia Buscador, con más deleite-. ¿El cielo se rompe? -inquiero, entretenida-. ¿No sería mejor esconderse en las mazmorras?

Las apestosas, frías y húmedas mazmorras. Genial.

No me puedo creer que sea verdad. Magnífico. ¿Y ha estado en las mazmorras? Pobre diablo. Metido debajo de una mesa por culpa de los rayos, como un perro. Este tipo de cosas hacen más feliz mi día a día.

-Ya veo -murmuro, comprensiva, conteniendo la sonrisa dde disfrute-. ¿Y la cueva del bosque? Lo mires como lo mires, una cueva aguantará mucho más que un viejo castillo.

Por favor. Por favor. Por favor.
Lo siento, Massen. Soy mala.

Sus balbuceos sobre el destino me son difíciles de escuchar. Tan supersticioso como siempre.

-Quizás el destino haya cambiado -murmuro, con tono misterioso, casi como quien cuenta una historia de fantasmas.

FdR: paranoia~ paranoia~

Por favor, no pares. Esas guarras que se revuelcan con cualquiera por un polvo no saben lo que es el placer de verdad. Yo, sin embargo, no recuerdo momento más entretenido en años. Si lo peor es que él se cree sus paridas.

-Si sales ahora llegarás antes de que se caiga el cielo, o como sea -comento, despreocupada.

Yo prefiero quedarme aquí, seca, gracias. Seré una víctima más del fin del mundo y tal. Una mártir, sí.

Lo que no esperaba es que mi siguiente comentario lo pusiese tan nervioso. Me veo arrastrada por su brazo y hago una mueca con desagrado.

-Yo no he hecho nada. Pero admite que lo que está pasando no es ni medio normal.

La idea es que él saque conclusiones. A este ritmo acabará dándome pena. Se sabe mi apellido. Y luego está Massen, que espero que no se entere.

Lo veo marcharse y me permito reírme un rato, hasta saciarme. Pero vaya gente más jodidamente rara hay por aquí. Cada vez la idea del manicomio va cobrando más forma. Y yo fui llamada para disfrutar todo esto.

Me meto las manos en los bolsillos, de nuevo. Ahora sí que estoy satisfecha. La noche empeoró con el negrito, pero creo que terminará siendo agradable.

Voy a comer, que nunca sobra.

*se va*

Seguía con un ligero dolor de cabeza, pero un noble como yo no lloriqueaba por las esquinas. De camino a las habitaciones, pues, me detuve. Desde aquella ventana solían verse las cuadras, pero la oscuridad y la tormenta no dejaban.
Casi imaginaba a la triste Telma sola. Quizás debería ir a pasar allí las noches hasta que todo pasase. Parecía que nunca acabaría.

Apoyé la cabeza sobre el cristal frío, haciendo una lista mental de lo que iba a necesitar.

*se queda*

Era noche cerrada, pero de vez en cuando, cuando el cielo se partía con un rayo, dejaba de parecerlo. Era un espectáculo de lo más curioso. El Ventus, las tormentas eran consideradas un gran peligro, pues ponían un gran riesgo en el vuelo de los aether. Aquello siempre me había inspirado una cierta curiosidad. ¿Cuántos habrían perdido las alas así? ¿Cuántos la vida? No todo podían ser ventajas en aquellos miembros.

Desde Brontë, la tormenta parecía más lejana, pero también era más intensa. De hecho, era muy impresionante. Ni siquiera sabría cómo definirla. En cualquier caso, no me parecía desagradable. Pasear viendo aquel panorama, a cubierto y a una temperatura agradable, daba una cierta sensación de poderío.

Avanzaba por los pasillos pensando en estas cosas, dirigiendo la vista hacia las ventanas de vez en cuando para contemplar el espectáculo. Me pregunté si acabaría por inundarse el lugar. Tampoco me parecería descabellado.

Pronto otros problemas ocuparon mi mente. Un poco más allá, Rick Dehnel miraba también por una ventana. Fruncí el ceño. Algún día tendría que encararme, tanto con él como con mi familia, y exponer mi situación con normalidad. Pero, desde luego, aquel no era ese día.

Resuelto, di media vuelta y eché a caminar por donde había venido. Mejor alejarme del flamma por el momento.

*Se va*

Pasé un rato viendo caer la lluvia y sintiendo el hielo estrellarse contra los cristales. Era increíble, poderosa, innoble... Tanto que de pensar en ir a ver a Telma.ya me sentía como si me hubiesen lanzado ya agua fría por encima. Y aquel granizo enorme clavándose en mis costillas comk un malvado puñetazo...
Y entonces tuve una idea. Me puse aa abrir puertas, una a una. ¡Esperaba dar con alguna que me valiese! Ya que era imposible ir al taller en aquel momento.

Tenía que haber un cuarto así allí dentro, para emergencias...

*se va*

Apenas había echado a andar por los pasillos y ya era plenamente consciente de lo mucho que me había despejado la ducha. Desde luego, el agua era una bendición. Casi hasta me apetecía ponerme a entrenar otra vez. Seguía con el fuuchi entre ceja y ceja. Recién aprendido, no hacía más que pensar en cuándo podría darle uso.

Sumida en estas ideas, fui avanzando hasta el comedor. Tenía algo de hambre, aunque no mucha. Cenaría algo ligero y trataría de descansar. Si lo hacía, pronto me encontraría mucho mejor.

*Se va*

Eché a andar por los pasillos, tirando de Gerald, que caminaba apoyado en mí. Pesaba bastante, la verdad, pero yo trataba de llevarlo sin quejas, sin dejar ver que me estaba costando. Tenía que llegar cuanto antes. Había sido tan repentino que ahora tenía miedo de que se estuviera muriendo o algo así.

Al pasar junto a una ventana, resonó un trueno, y miré un momento la oscuridad tras el cristal. ¿Tendría algo que ver con el chispazo de antes? ¿Le estaría afectando la tormenta? Porque llevaba electricidad, y los chrysos guardaban mucha electricidad en ellos. Aunque a mí no me afectaba que lloviera, y también tenía mucha agua dentro. No tenía mucho sentido...

*Avanza arrastrando a Gerald*