Sala común

Curvó ligeramente los labios, sin mirarla. ¿Cómo se encontraba? Últimamente notaba que se encontraba peor que antes, pero no pensaba decirle aquello. Sonaba dramático, y tal vez algo así desencadenase ya no sólo en compasión, sino en autocompasión, que era mucho peor que lo otro. Suspiró. Además, físicamente, hablando de lesiones, se encontraba bien: ya no cojeaba, ni sentía ningún tipo de dolencia, y probablemente la pregunta de la chrysos iba más por aquellos caminos que por los otros, que resultaban mucho más psicológicos.

—Tirando —murmuró finalmente, mirándola esta vez. Ensanchó la sonrisa—. Ya no cojeo ni tengo ninguna lesión, así que supongo que bien.

Se encogió de hombros, sin apartar la vista. Luego, ya sin observarla, añadió, en un tono más bajo, frunciendo un poco el ceño.

—Algo cansado, eso sí.

Chasqueó la lengua. De pronto se sentía ligeramente incómodo.

No es la respuesta más optimista que me han dado nunca, ni de lejos. No obstante, tampoco la más pesimista. Un "tirando" podría estar bien, aunque estimo que... Qué más da.
Asiento levemente, mirándolo por el rabillo del ojo.

-Espero que ninguno de los daños haya permanecido -murmuro, con claro tono conciliador.

Al fin y al cabo, habría sido algo por lo que culparme. No me gustaría que quedase ninguna secuela, aunque por lo que ha dicho, si ha dicho la verdad, todo está bien. Ya me aseguraré de comprobarlo yo misma en el momento en el que se levante y camine.

Puedo escribir un media frase más antes de escucharlo de nuevo, bajando la voz. Supongo que podría callarme, pero no es el tipo de cosa que está bien considerada. Esos comentarios se hacen por algo, ya sea consciente o inconscientemente.

Vuelvo el rostro hacia él, dejando la pluma dentro del tintero. Cansado, eh...

-¿En qué sentido? -inquiero, alzando una ceja. Puede que mi expresión llegue a ser ligeramente severa, incluso.

Parpadeó.

—Cojeaba hasta hace unos días; ahora ya no. —La miró de reojo. Luego bajó la vista—. No te preocupes: estoy bien.

Además, pensó, él mismo se había ganado aquellas lesiones. Había podido luchar de mejores formas, había podido atacarla mejor: podía haberse armado cuando vio que ella desenvainaba el estilete, y podía haberlo hecho cuando ya la tenía agarrada. Incluso podía haberla atacado antes, tanto armado como desarmado, y no lo había hecho: durante el transcurso del combate se había limitado a defenderse, esquivando o sujetándola casi siempre, atacándola cuando la ocasión le obligaba, y apuntando casi siempre al rostro o zonas donde los golpes eran visibles y bastante fáciles de esquivar normalmente. Sólo al final había cambiado la estrategia, y así había terminado. Recoges lo que siembras, y él había sembrado aquellos golpes. No había motivos para culparla, ni razones para que se preocupase: la culpa había sido suya; él se lo había buscado, de la misma forma que se había buscado la ya lejana lesión en las costillas. Aquello resultaba frustrante, sí, pero al único al que podía reprocharle algo era a sí mismo.

Suspiró.

—No he dormido muy bien. —Le sonrió. Se encogió de hombros al momento—. Nada grave.

Asiento, conforme. No voy a meterme más en un tema zanjado. Lo podría llegar a hacer, pero él mismo no me da mucho pie para ello, por lo que tampoco me voy a romper la cabeza al respecto. Ya le dije en su momento que me había excedido. Lo sigo pensando, pero repetirlo cien veces no cambiaría nada, y yo no soy del tipo de personas que repiten las cosas cien veces, tampoco.

-De acuerdo -termino por decir, esbozando una sonrisa efímera. No es necesario estar tan seria.

En cuanto a lo del cansancio, no me parece que sea nada nuevo. De todos modos, supongo que estoy obligada a decir algo. Y no dormir bien no es nada que reprender. Además de que no soy nadie para reprender nada, por supuesto.

-¿Pesadillas? -inquiero, recodándome un instante, apoyando el mentón en la palma de la mano.

Últimamente diría que tienes bastantes, por desgracia. ¿No? Eso refleja tu expresión, a veces.

Ensanchó la sonrisa.

—Lamento si en algún momento pareció que te reprochaba algo. —Se puso en pie—. Nunca fue mi intención, y realmente no hay nada que te reproche.

La miró unos segundos. Luego cogió el libro, ya cerrado, y lo colocó en la mesa. No tenía pensado leer más: ni era capaz de concentrarse en la lectura ni la historia le llamaba tanto la atención.

Se estiró con descaro, notando cómo su espalda crujía al hacerlo, y después, cuando volvió a escuchar la voz de la chrysos, rió con suavidad. Negó poco después. Por suerte para él, no tenía pesadillas. De hecho, la mayoría de las veces no recordaba sus sueños.

—No, no. No tengo pesadillas. —Se acercó a ella un poco, manteniendo la distancia pese a todo—. Sólo he dormido mal, sin más.

Se encogió de hombros.

Enarco un instante las cejas. Obviamente, me planteé la posibilidad de que me reprochase algo, pero no pensaba en eso ahora mismo. Me conformo con que eso no sea una mentira y termine reprochándomelo en unos días, cuando ya me haya olvidado de todo.
Asiento, de todas formas, con suavidad.

-Bien -. Eso ha sonado algo seco de más-. De acuerdo.

Devuelvo la vista a la carta, aunque parece que él ya ha acabado con lo suyo. Tomo, de todas formas, la pluma, escribiendo un poco más.

-¿Duermes mal a menudo? -inquiero, sin interrumpir mi actividad.

Asintió, en silencio. Dicho lo dicho, no parecía necesario añadir más sobre el tema: él había dicho todo lo que quería decir, y ella no parecía tener interés en aportar algo más.

La observó unos segundos, antes de darse la vuelta y avanzar hacia una de las ventanas del lado opuesto, dejándole espacio. No quería interrumpirla con lo que fuese que estaba haciendo, ni quería, pese a su curiosidad, ver lo que escribía. A través del cristal, contempló el paisaje, desinteresado, sin fijarse demasiado en ningún lugar, y no habló hasta que ella lo hizo.

—A veces. —Volvió a encogerse de hombros—. Depende del día. Tampoco es nada grave.

Se pasó una mano por el cuello. Torció una sonrisa.

Resulta de lo menos informativo cuando puede. Y yo no soy la más adecuada para tirar del sedal en estas circunstancias, la verdad.

-Supongo que podría darte la razón y seguir con mi carta -comienzo, abandonando la escritura de nuevo, un momento-, pero realmente lleva tiempo dando la sensación de que duermes mal... -. Hago una breve pausa, serena, seria, pero termino por levantar las cejas, interrogante-. ¿No?

Si lo pienso, se me vienen a la mente, prácticamente, el momento exacto en el que creo que empezó a decaer. Resulta incluso un poco frustrante.

Sin apartar la mirada del cristal, el chrysos arrugó el entrecejo y tomó aire, incómodo. No tenía claro qué podía decirle, o qué debía decirle, a la muchacha. Una parte de él, una tal vez más seca, borde, escurridiza, le instaba a que le dijese que se centrase en la carta y que lo dejase, pues aquello no era nada grave y no tenía motivos para preocuparse; otra, mucho más cercana, le invitaba a responderle con sinceridad.

Suspiró, y se dio la vuelta, mirándola esta vez.

—¿Qué quieres que te diga? —Chasqueó la lengua—. Duermo bien a veces, eso es cierto, en serio. Otras duermo mal, sí. Pero. —Frunció el ceño—. No creo que ese sea el problema.

Cruzó los brazos.

—Para ser sinceros, ni yo mismo me entiendo. Y... —Alzó los brazos al techo, volvió a bajarlos. Resopló—. Yo qué sé.

Enarco la ceja derecha, ladeando ligeramente la cara. Tampoco es que vaya a ser desagradable, pero él está poco expresivo, y yo no me siento muy comunicativa tampoco. Y veo que ninguno de los dos ayuda al otro a facilitar la conversación.

-No quiero que me digas nada -explico, con expresión relajada-. De hecho, en todo caso querría que me dijeses la verdad, o lo que piensas, de modo que no puedo darte ninguna directriz al respecto.

He sonado algo seca. Soy consciente. Sin embargo, mi humor no es malo. Solo estoy algo cansada, supongo. Aunque no tanto el, estimo por su expresión.

-Evitando pensar en ello no arreglarás nada -. Me paso una mano por el flequillo, reacomodándolo un poco-. ¿Has estado entrenando últimamente? -inquiero, de pronto-. Inger me dijo algo semejante.

Suspiró, chasqueó la lengua, y volvió a suspirar, mirando finalmente a la chrysos. Si quería escucharle, si realmente quería saber qué le pasaba, primero él mismo tenía que averiguar qué era exactamente lo que le pasaba, cosa, estimaba, bastante complicada teniendo en cuenta su incapacidad para entenderse. ¿Por qué permanecía en Brontë si aquel lugar no le gustaba, si sólo despertaba en él un creciente mal humor? ¿Por qué vagaba por el pueblo sin rumbo para acabar volviendo a Palacio si aquello al final sólo le cansaba? ¿Por qué pasaba las noches con desconocidas si al despertarse se arrepentía? ¿Por qué no le preguntaba a Madame dónde estaba la flamma si realmente quería saberlo? ¿Por qué no le escribía? ¿Por qué era incapaz de hablar con los demás si realmente se sentía solo? ¿Por qué respondía tan mal a la chrysos si aquello era lo último que querría hacer? ¿Y por qué le guardaba rencor a Heylel si era consciente de que el aether no había hecho nada más que su trabajo? ¿Por qué era capaz de justificar a Alehyss pero incapaz de hacerlo con Heylel? ¡No lo entendía! No entendía nada.

—Estoy frustrado —dijo, avanzando hacia ella—. Pienso cosas, pienso y pienso, y saco conclusiones acertadas, y luego soy incapaz de llevar a la practica lo que he pensado. Y entonces me frustro. Me frustro y me pongo de mal humor, y me comporto con un capullo con todo el mundo, y todo el mundo me da igual. Le digo a Inger que entrenaré con ella, pero es mentira. No he ido. Llevo bien bastante tiempo y no he ido, y tampoco me he esforzado en hablar con ella y sé que se siente sola, y sé que le caigo bien, y aún así la trato con la misma sequedad y malas formas con la que trato al resto. Y ¡contigo! Me enfado muchas veces sin motivo, y te respondo mal sin motivo, y me comporto como un gilipollas sin motivo, y te pido mil cosas que soy incapaz de cumplir y aún así te las pido. Y luego me paro a pensarlo y digo, joder, Lloyd, eres un gilipollas integral, madura de una vez, ¡pero lo vuelvo a hacer! Y lo vuelvo a hacer, y yo no quiero, nunca quiero, enfadarte, o hacértelo pasar mal y soy incapaz de recordar lo que me digo y me paso la vida pidiéndote disculpas que no tendría que pedirte si simplemente me parase a escucharme. ¡Pero no lo hago! O lo hago pero me ignoro a mí mismo, eso se me da tremendamente bien, seguro que lo has notado. Y en general estoy frustrado y ni tan siquiera sé explicarme bien, y seguro que no has entendido nada de lo que he dicho. Y, joder, yo qué sé. No tengo quince años, debería no tener estos problemas existencialistas, ¿es esa la palabra?, y no soy capaz, y los tengo, y, joder. No soporto este sitio, y aquí estoy, y cuando atacan Palacio, ayudo, y cuando hay que reparar este sitio, ayudo, y yo me digo: pero si no te gusta, qué haces, si te importa una mierda, qué haces. Y no me entiendo y en general creo que ese es el problema, o, bueno, luego está Dena, que es una maldita gilipollas a la que sí le importa una mierda que haya gente que pueda estar preocupada por ella, pero ¡claro! ella es poderosa, ella puede hacer lo que quiera, ella siempre tiene razón, ¡y es mentira! Y, joder, ¡todo! Todo mil y una veces, y yo qué sé.

fdr. DSAHDFGSAHDJSA

Lo escucho sin variar la expresión, pero tampoco me muevo. No hago amago de escribir, ni de dejar la pluma. Simplemente me quedo quieta hasta que acaba. Y aún entonces dejo pasar un par de segundos callada, aunque entonces ya me muevo un poco, mientras mi cabeza procesa toda la información identificando por dónde debe atacar en primer lugar para que sea lo menos frustrante posible para ambos.

Tiene un problema consigo mismo. Eso es evidente. Pero va más allá, y se podría decir que no es que el origen del problema sea él en sí mismo.

-Dena -repito, decidiendo empezar por el final. Es la chica a la que solo vi una vez, pero aún así la recuerdo. Y a él con ella-. ¿No has vuelto a tener noticias de ella desde entonces? -inquiero, dejando, esta vez si, la pluma en el tintero, definitivamente.

Trato de sonar tranquila y cabal, ya que es lo que a él le falta. No podemos perder ambos los papeles, así que me toca a mí mantener las formas. De todas formas, prefiero no perderlas, por lo general. Y quizás hasta pueda ayudarlo. Supongo que resultaría satisfactorio.

Soltó una risa, casi despectiva.

—Por supuesto que no.

Chasqueó la lengua. Ni tan siquiera entendía por qué había esperado algo diferente: ¡era Dena Forester de quien hablaba! Ella nunca haría algo así, estaba demasiado ocupada con sus ideas como para pensar en algo más. Si antes se había preocupado en exceso por el mundo entero, ahora la flamma sólo pensaba en ella y lo que fuese que tuviese en la cabeza, todas esas ideas que se negaba a compartir con los demás y que parecían estar por encima de cualquier cosa. Y aunque en un primer momento pudiese parecer la misma muchacha con la que había crecido, si uno miraba más al fondo, si uno se fijaba con atención, podía ver que de aquella chica ya sólo quedaba el físico, pero para verlo tenías que alejarte demasiado de ella. Dena Forester nunca dejaba que nadie la conociese, pero jamás se alejaba lo suficiente como para que la olvidasen, y así permanecía como una especie de espectro del que era imposible escapar. ¡Ojalá pudiese hacerlo, ojalá pudiese olvidarla completamente! Estaba convencido de que entonces su frustración desaparecería, y de que no tendría ningún tipo de duda sobre cómo o con quién debía estar. O en su defecto ¡ojalá la quisiese! Ojalá la quisiese tanto como para seguirla a todas partes, ojalá la quisiese tanto como para poder adaptar sus ambiciones a las suyas. Pero no lo hacía.

Miró a la chrysos, ahora frente a ella, y suspiró. Negó con la cabeza.

—No quiero aburrirte con esto: escribe lo que tengas que escribir, en serio.

Enarco una ceja, y esta vez soy yo la que deja ir una risa despectiva. Contenida. Apenas suena. Pero ha quedado claro.

-Esto es una carta a una amiga que me ha escrito recientemente -explico haciendo un gesto hacia el papel-. Sinceramente, podría decir que tiene una importancia intermedia, en función de con qué lo compare, pero puedo, sin problema, terminarla mañana, y no cambiará nada-. Y ahora seré un poco dura, si con eso lo hago hablar-. Sin embargo, si no aprovecho ahora que hablas, mañana tendrás la misma cara de no haber dormido en seis días, y no querrás hablar, lo evitarás o no surgirá. Y eso me hará sentir muy hastiada y simplemente dejaré estar el tema para siempre. De modo que prefiero terminar con lo que no es posible aplazar -. Enarco ambas cejas a la vez, para hacer más hincapié en mis palabras-. ¿De acuerdo?

Si la respuesta es no, por supuesto, la respetaré. Pero la próxima vez que tengas cara de estar muy estresado te sugeriré educadamente que te pongas una cortina delante, o me marcharé. Ya lo decidiré en el momento.

-¿Sabes dónde está? -retomo, como si nunca hubiésemos dejado de hablar de Dena.

Por supuesto, siempre mantengo un tono estable, con una dicción excelente, espaciando las palabras de forma tranquila, sin prisa. Llevo tanto sin sulfurarme que casi parece un milagro.

Alzó las cejas, sorprendido, al escuchar su respuesta, e involuntariamente sus labios formaron una pequeña o. Incluso notó un ligerísimo rubor recorriéndole las mejillas. El chrysos tardó un par de segundos en responder, pues había dado por hecho que aquello que la muchacha había estado escribiendo era realmente un asunto importante, probablemente relacionado con Madame o algo semejante, pero cuando lo hizo sus labios se curvaron ligeramente.

—Pensé que era algo diferente —admitió. La miró—. Y tampoco pensé que te interesase cómo estuviese o dejase de estar —añadió, en un tono mucho más bajo—. Perdona. Entiendo que soy molesto, ni yo mismo me acercaría a mí si me viese con la que creo que es mi cara ahora mismo. —Rió. Luego negó—. Gracias.

Se encogió ligeramente de hombros, apenas alzándolos, y ensanchó la sonrisa. Luego se sentó en el suelo, cerca de ella.

—Creo que está en Aqua. —Negó con la cabeza—. No, estoy convencido de que está allí.

Me paso una mano por el pelo, echándome el flequillo hacia atrás un momento, con gesto algo cansado, incluso.

-Pues no es nada más que eso. No dedico todo mi tiempo a tareas importantes. Bueno... Sí lo suelo hacer, pero no todas ellas tienen por qué ser importantes a nivel profesional. Simplemente suplo mis necesidades -. Qué más da. La cuestión no es esa-. Y ya no es cuestión de preocuparme o no hacerlo. Inevitablemente, soy más cercana a ti que otros, por lo que tengo más posibilidades de interactuar contigo, y es muy desagradable si tu actitud está por los suelos -explico, con una sonrisa socarrona, entretenida-. Piensa en ello como en autoconservación, si lo prefieres.

Tras mi mordaz crueldad, regresamos al tema principal.

-Aqua -repito, como queriendo confirmarlo. Claro. Por supuesto. Por supuesto que Aqua-. ¿No tienes datos más concretos? Quizás podrías encontrar una forma de contactar con ella, aunque solo sea para conocer su situación.

Como Dena no es Jager, no puedo acudir a Heylel para hacer preguntas. Sí sé a qué persona se podría intentar preguntar, pero lo veo poco aconsejable a no ser que quieras tener una deuda pendiente.

Le devolvió la sonrisa, asintiendo débilmente.

—Claro, ¿por qué sería si no?

Suspiró. Durante unos largos segundos, observó el suelo, en silencio, sin saber qué decir. Cuando la chrysos volvió a hablar, torció una nueva sonrisa, negando con la cabeza.

—No, no los tengo. Sé a quién preguntar, no obstante. —La miró—. Y ya hablado con esa persona del tema y lo último que me dijo es que está bien, así que... —Se encogió de hombros—. Simplemente estoy enfadado con ella, nada más. Se me pasará.

Tomó aire. Luego, acordándose de un detalle importante, añadió:

—Y no tengo ninguna deuda con nadie.

Enarco las cejas, suspirando, esbozando una sonrisa algo tirante.

-Veo que mi sentido del humor no cae bien -comento, sarcástica, acomodándome un poco en la silla, estirándome con desgana.

Madame Desmarilles. Ella es en la primera en la que pienso cuando dice saber a quién preguntar. Quizás porque es en la que pienso yo, o porque sé que no es la primera vez que habla con él. Puedo estar equivocada, pero es mucho más probable que otras opciones.
Frunzo ligeramente el ceño, alzando el mentón con suavidad, dándome un aire arrogante, y recostándome sobre el respaldo, cruzándome de piernas y de brazos.

-No puedes decir que no te entiendes, que estás frustrado, y que no te gusta una situación, pero luego relegar el tema a un rincón de tu mente con un simple "se me pasará" -reprendo, con cierta severidad, pero relajando pronto la expresión-. Eso es bastante irresponsable.

Es cierto que muchas cosas se pasan solas. Incluso Corbin me presentó un problema hace poco y le dije que esperase, sin más. Pero el enfoque no es el mismo.

Suspiro, descruzando los brazos y acomodándome el flequillo, alisándolo.

Torció una sonrisa, alzando un segundo la vista para mirarla.

—Digamos que no estoy muy avispado hoy.

Y era cierto. Tampoco estaba de humor para bromas, a pesar de su gran afición a contar chistes malos y de su peculiar sentido del humor. Suspiró, y cuando la chrysos habló, frunció el ceño. Tal vez no se hubiese explicado bien: no quería relegar el tema de su frustración a un segundo plano, pero no creía que el tema que tratasen fuese su principal problema. O al menos no el enfoque que le estaban dando. No necesitaba volver con la flamma, no era eso lo que quería: de haber querido eso, probablemente ya no estaría en Brontë.

Apoyó la frente en la pata de la silla, suspirando, cerrando los ojos. Entonces habló:

—No es eso. No lo estoy dejando todo en un "se me pasará". Simplemente creo que no es ese mi gran y tremendo problema. —Abrió los ojos, parpadeó—. No quiero irme con ella. De haberme querido irme con ella, ya lo hubiese hecho. A veces es cierto que me gustaría estar con ella, pero luego lo pienso, y pienso en lo que hacía antes, y realmente no quiero. Y, bueno. —Alzó las cejas, curvó un poco los labios—. Sé que puede parecerlo, pero no estoy enamorado de ella ni nada por el estilo. —Esbozó una mueca—. Ni de lejos, por Mithos.

Suspiró, tomándose unos segundos antes de continuar.

—Crecí con ella, la conozco desde que éramos pequeños, y ambos nos fuimos de "casa" —Hizo comillas— juntos. Probablemente sea la única persona que sepa cómo soy realmente, y yo probablemente sea la única persona que sabe más o menos cómo es. Quiero decir. Nos conocemos de siempre, y, bueno. Teniendo en cuenta que mi madre está bajo tierra y sus padres siempre han sido unos desconocidos, al menos para mí, pues puede decirse que... —Frunció el ceño, pensativo, buscando las palabras—. No lo sé, la verdad. No creo que haya nadie en mi ciudad que nos recuerde, y como hemos ido dando nombres e identidades falsos, pues. Eso. Es complicado. —Miró a otro lado, sin apartar la frente de la silla—. Creo. No sabría explicarlo.

Negó con la cabeza. Volvió a cerrar los ojos.

—Es importante, ella, digo, para mí, pero mi principal problema no es ese, sino no saber qué hacer. —Abrió los ojos, la miró—. No sé si me explico.

Asiento, permitiéndolo hablar. Quizás he alardeado demasiado dando por hecho cosas. Eso es igual de posible que que esté mintiendo. Pero no puedo descartarlo. No soy perfecta, y está más que demostrado, por más que me pese admitirlo a veces.
No digo nada cuando confiesa no querer irse con ella, aunque solo consideré que quizás quisiera verla; lo de estar o no enamorado tampoco me hace decir nada, pues, admito, en este momento no estaba dando importancia ni considerando esa hipótesis como importante en la conversación. Simplemente escucho lo que tenga que decirme, callada, esperando algo que pueda considerar "mi turno" para intentar aportar algo de provecho.

Es extraño escucharlo hablar de cosas tan personales. Al final, son temas que nunca toca. Yo soy parecida a ese respecto, pero de una forma diferente. Es distinto. Pero tampoco es el tema, como él mismo dice.
No sabe qué hacer.

-Un amigo me comentó hace poco algo similar. El concepto era similar, pero el problema en sí no -aclaro, rotando el hombro hacia atrás un momento. De todos modos, esa información es irrelevante. Todo lo que podría decirle es que la respuesta que le di a uno no me vale para el otro, de modo que debo pensar otra cosa-. Sé que decir "pues piensa en ello" no ayudará en nada. Como mucho recibiré una merecida mirada de escepticismo en respuesta. Sin embargo, sinceramente, pocas veces, creo, me ha pasado eso... Siempre he sabido qué hacer, y cuando no lo sabía solo me estaba autoconvenciendo de que era así porque lo que consideraba que debía hacer no me resultaba muy agradable de digerir.

Recordar momentos malos no es tan difícil ahora. Se hace incluso lejano, de alguna forma.

Lo miro, muy serena.

-¿Qué "conclusiones acertadas" sacas?

Permaneció en silencio, con la vista fija ahora en el suelo, sin apartar la frente de la silla, esperando, expectante, curioso, nervioso incluso: no acostumbraba a hablar de sí mismo, y hacerlo le resultaba extraño, y probablemente de ahí nacía el nudo que sentía ahora mismo en la garganta. ¿Qué le diría? ¿Qué pensaría? Cómo saberlo. ¿Y qué respondería él? ¿Qué más diría? Cómo saberlo.

Cuando la chrysos habló, él alzó un segundo la vista, mirándola un instante, antes de esbozar una pequeña sonrisa y de volver a observar el suelo. Tragó saliva, y no respondió a su primer comentario, pues no sabía qué responder, pero sí contestó a su pregunta.

—No quiero terminar como mi madre, muerto y sin que nadie sepa quien soy, sin nadie que te recuerde. Ni tampoco quiero ser como uno de los tíos a los que veía de pequeño. Ni como ninguno de los adultos, independientemente del sexo, a los que veía de pequeño. —Parpadeó—. Y aun así, con todo lo que he hecho hasta ahora, creo que voy bastante encaminado a convertirme en algo así.

Chasqueó la lengua, y parpadeó varias veces, rápido.

—Yo mismo me estoy olvidando de mi madre, es... increíble.

Estoy a punto de hablar antes de tiempo. Por una vez me callo. Me muerdo la lengua, porque creo que sería bastante innecesario decir cosas duras que pueden decirse de otro modo. Especialmente si creo que no ayudarán. Y por ahora no han ayudado demasiado. No hoy, por lo menos.

-¿Sabes algo de física? -inquiero, de pronto, apoyando la mejilla en la mano-. Los cuerpos tienden a mantener su estado de movimiento si no hay ninguna fuerza que los modifique. Por tanto, algo inmóvil siempre estará inmóvil, hasta que una fuerza lo empuje-. Luego está el rozamiento, pero creo que el concepto principal se entiende-. Es muy fácil estar bien, y es muy fácil estar mal. Pero pasar de uno a otro requiere energía y un estímulo -. Quizás debería aprender a hacer metáforas menos frías. Aunque es muy acertada, en mi opinión.

Cuando dice lo de su madre, frunzo un poco los labios, relajando el gesto, tras un instante, y soltando el aire. Comprendo que estos asuntos delicados no se pueden tratar sin más. Esto no es lo mío... Para nada...

-Yo puedo intentar ayudarte a encontrar algo que hacer -propongo, serena, pero sin dureza-. Pero solo si pones algo de tu parte. No voy a tirar de nadie.

Tengo mis propios problemas. Puedo echar una mano, pero no cargar los de otros a hombros como si mi vida fuese un paseo. Tampoco es esa, la situación. Y eso no resulta beneficioso para nadie.

Negó con la cabeza. No sabía nada de física, cómo iba a saber él algo de física. Tal vez por eso escuchó con más atención su siguiente comentario, intentando comprender todo lo que le decía. Resultó ser un enunciado bastante sencillo, y obvio, y una metáfora relativamente fría, pero al final acabó curvando ligeramente los labios.

—Eso creo que lo sabía. —La miró de reojo—. Más o menos. Me refiero al significado de la metáfora, no a la teoría. —aclaró, ensanchando la sonrisa.

Parpadeó. Luego apartó la frente de la pata de la silla, y pasó a apoyarla en las piernas de la chrysos, cerrando los ojos.

—He estado buscando cosas en el pueblo de al lado, por eso me he cortado el pelo, para no parecer un mendigo cualquiera.

Permaneció unos segundos en silencio. Luego murmuró:

—Gracias...

Enarco las cejas, mostrando ligera sorpresa, a su comentario. De modo que ha estado moviéndose, aunque sea un poco. No es ejercicio matutino, pero el aspecto, menos desgreñado, supongo que es un buen comienzo. De hecho... Si cumplo con lo que acabo de proponer, mi misión ahora mismo sería ayudarlo un poco, ¿no? Por tanto, como él se ha cortado el pelo y está buscando cosas, entonces...

-Ahora es hora de dormir -digo, poniéndome en pie, con bastante decisión-. Seguirás teniendo aspecto de mendigo si no descansas como debes. Es algo tarde, así que hoy ya no es posible, pero vas a correr conmigo tres veces por semana -. Ya que Inger no lo consigue, tendré que presionar-. Por la mañana. Si no apareces, no te buscaré, ni te esperaré. Es tu responsabilidad.

Estrecho los ojos. Hace falta algo más. Y no le voy a elaborar una dieta, por supuesto. ¿O si? No, Alehyss... No.

-Buscas algo que hacer, ¿no? -. Alzo el mentón, arrogante-. Yo te ayudaré a buscar. Hasta puede ser una especie de apuesta -comento, con tono socarrón. No soy mucho de estas estupideces, pero quizás sirva de estímulo.

Tengo un par de cualidades que me pueden facilitar el llamar la atención de la gente. Luego, si llego a conseguirlo, ya será presionar y convencer, ¿no?
Solo quedaría estipular qué pasa con el que gana la apuesta. Por el momento, el plan está bien.

Tras dejar claro que me encargaré de meter presión, insisto en la hora. Una vida sana requiere dormir las horas necesarias, pero también un horario sano.

Recojo las cosas -la carta sigue a medias- y declaro que me voy a dormir. Puede quedarse o irse también, pero tampoco tengo una expresión muy esperanzadora con respecto a lo primero. No soy buena en algunas cosas, pero sí siendo severa.
Estoy segura de que no hay forma mejor de que deje de perder el tiempo que dejarlo sin conversación, al fin y al cabo.

*se van*

Me encuentro recostado sobre uno de los sillones. La verdad es que si el abuelo me viese así, con la espalda de cualquier manera, me diría que es malo para la columna y que resulto incluso maleducado, pero por un día me siento así de rebelde.
Llevo el amuleto al cuello, pero a la vez tengo el cordel sujeto entre los dedos, por encima de mi cabeza, y observo cómo el colgante gira un poco sobre sí mismo, primero a un lado y luego hacia el otro, enroscándose y desenroscándose.

He suspirado. Ni me había dado cuenta. Estoy cansado y tengo mucho en lo que pensar, claro... Muchas cosas que plantearme después de todo esto. Por ejemplo... ¿No podría estar muerto ahora? Lo cierto es que si lo pienso fríamente... Hemos tenido mucha suerte...

A ver qué hago ahora...

*se queda pensativo*