Sala común

Negué suavemente, dando una caricia al cachorro, ya que lo tenía cerca. Estaba calentito. Daban casi ganas de agarrarlo y dormir con él bajo el brazo, por lo menos.

-Tranquila, si no es sitio para dormir... -. Contuve un bostezo. No era el momento adecuado para ser tan descarado-. De hecho, casi debería agradeceros que esta noche duerma tapado -finalicé, con una sonrisa satisfecha, siguiéndola con la mirada.

Se sentó. La contemplé un par de segundos, medio embobado aún por el sueño. Arqueé las cejas, curioso, deslizando suavemente la mirada desde ella hasta el cachorro, que parecía no tener muy clara la hora que era.
Ya me las había visto yo con cosas como aquella. Lyo a veces tampoco quería dejarse.

Miré a Vilo fijamente a los ojos.

-A ver -empecé, con tono suave-. Si quieres jugar, mañana -expliqué, espaciando bien las palabras, con tono tranquilo-. Ahora es tarde.

Asentí, mirándolo fijamente. A él no podía tenerlo en brazos, claro, ni dar pequeños botes para relajarlo.

Asiento, sin más, recostándome en el sofá. Creo que yo tampoco tardaré mucho en quedarme dormida si me acomodo más de la cuenta, pero ahora mismo no puedo evitar la tentación. Por algún motivo, hoy estoy especialmente cansada. Tampoco es que haya dormido muy bien últimamente, así que no es de extrañar.

Observo a Vilo, entretenida. Cuando Rick le habla, lo mira, con las orejas muy tiesas y en silencio. Y, a la pregunta, mueve el rabo y se relame, con un amago de gruñido. Tiene intención de levantarse. Hago un gesto mínimo, un movimiento apenas, que sirva para que recuerde que lo estoy mirando. El caso es que se queda quieto, aún con la misma atención.

-Ojalá lo entendiera -murmuro.

Nada. Desde luego, respondía igual de bien que Lyo al principio...
Suspiré y esbocé una sonrisa, recostándome de nuevo, volviendo el rostro hacia Lea. Ladeé un poco la cabeza, con curiosidad.

-¿De verdad no lo entiende? -. Devolví la vista a Vilo, dibujando una sonrisa traviesa-. O no quiere entenderlo, ¿eh, campeón? Qué poco os gusta dormir a los jóvenes... Has de saber que cuando quieras no podrás.

Desde luego, venía de hablar algo semejante con Ayne. Dormir se convertiría en un problema para todos, al parecer...
Menos para mí.

Mirando fijamente a Vilo me permití bostezar, para que viese lo tarde que era y el sueño que tenía. Y una vez más me volví hacia Lea, que era la que, al menos en apariencia, menos bostezos iba a necesitar para caer.

-¿Has tenido un día duro? 

Suspiro, con los ojos entornados y negando con la cabeza. Acabo por mirar a Vilo con un expresión reprobatoria.

-No sé qué entiende -respondo a Rick, con algo de ceño-. Pero le voy a acabar haciendo entender lo que es un rapapolvo como no aprenda a dormir a su hora. Los vulpus vienen de Lumen, Mithos, debería entender que falta de sol significa dormir...

Me encojo de hombros, negando de nuevo. No debería estar tan cansada. No he hecho nada especial, realmente. Supongo que, sencillamente, no he descansado bien. A veces pasa.

-No especialmente -replico-. Aunque parece que lo suficiente. Ojalá lo fuera alguna vez para él -. Miro a Rick-. Supongo que tú sí lo has tenido.

Meneé la cabeza de un lado a otro, cavilando sus palabras. Finalmente, con todo el esfuerzo de mi corazón, me levanté, y pasé a sentarme en el suelo, pero muy serio, invitando a Vilo a venir con un gesto, pero no a jugar. Tenía que imponerme como macho poderoso. Tendría que hacerme caso.
Inspiré lentamente, y espiré del mismo modo, mirándolo fijamente. A Lyo lo relajaba cuando me callaba y respiraba despacio. Entonces traté de acariciarlo, en lo que sería su frente. A Lyo le gustaba. A mí también. Y a Telma. ¿Por qué no iba a gustarle a él?

-Supongo que es difícil relajarse en un sitio donde hay luz continuamente-. Hablaba despacio, con calma, sin alzar mucho la voz, siguiendo las caricias-. No le entrará sueño hasta que pare quieto, pero no puedes entrar en las habitaciones hasta que pare quieto porque se montará un buen follón... -. Volví despacio la cara hacia ella-. ¿Has pensado en buscar una habitación privada? Con Lyo me lo permitieron.

Dejé ir el aire por la nariz, para evitar la risa y no romper la calma que intentaba generar. Me encogí de hombros.

-Bueno, he estado bastante ocupado, sí. Déjamelo alguna vez para que te lo canse, cuando quieras un día para ti -propuse, risueño. Y ya no era la primera vez.

Los observo desde el sofá, en silencio. Vilo, en cuanto Rick baja, se acerca encantado, y aunque pronto descubre que no le ofrecen acción, cede a tumbarse con Rick, manso. Al menos no es tan terco como para ser desesperante. Sería lo último que haría falta.

-Alguna vez lo he pensado -reconozco, con voz en el mismo tono que él-, pero ya tengo la sensación de que tener a Vilo dentro del palacio se va convirtiendo cada vez más en un asunto cuestionable como para encima pedir privilegios. La gente no ve igual a un cachorro que a un niño -. Suspiro-. Aunque supongo que, teniendo en cuenta que solo le quedan unos meses, podrían permitírmelo. Molestaría menos a mis compañeras, creo.

Me está entrando a mí el sueño de verlos. Vilo, por su parte, ha empezado por intentar perseguir la mano que lo acaricia, pero poco a poco va agachando la cabeza, dejándose llevar.

Me encojo de hombros.

-Cuando quieras -le digo-. Tú pídemelo, que yo lo dejo contigo. Te adora, así que no veo el problema...

Me encogí de hombros con suavidad.

-El cómo lo vea la gente es problema de la gente, ¿no? -inquiricé, hundiendo un poco más los dedos en el pelaje del cachorro, siguiendo con las caricias, cada vez más largas y lentas-. Cuando tuve a Lyo me llamaron la atención por descuidar mis tareas, pero no es tu caso. Y a él le vendrá bien saber que llegado un momento ha de dormir -. Lo miré un momento, callando un par de segundos-. Si ahora duerme pero luego lo despiertas para irte no entenderá nada-. Así era como pasaba con Lyo, al menos. Las órdenes debían ser claras o se alelaba un poco, el pobre...

La busqué con la mirada, sin detener la mano. Una parte de mí se adormilaba debido al calor que emitía Vilo al estar pegado a mí.
Asentí, sonriente.

-Entonces lo te robaré alguna vez. Me vendrá bien potenciar mi velocidad.

Lo cierto era que uno hasta tenía ganas de taparlos allí mismo, pero no era el lugar para que durmiesen una dama y su cachorro. Y Vilo, a diferencia de Lyo, no podía ser llevado en brazos y dejado en cualquier sitio sin interrumpir su sueño. En aquel sentido los niños eran más manejables.
Telma había sido diferente, porque ya había partido de un peso que...

-No he devuelto la habitación. Supongo que me hacía a la idea, pero ya me va tocando. Las sábanas son de ayer, si mal no recuerdo -expliqué, con tono sosegado-. Iré a los dormitorios. Úsala -propuse-. Ya sabes dónde está.

Me encojo de hombros.

-Es problema de la gente hasta que los problemas de la gente me causen problemas -apunto, negando-. No me gustaría crear un ambiente desagradable. Y no sé hasta que punto lo creo con Vilo aquí. Por supuesto, a mí me importa más él, pero no puedo bajar la guardia.

Esbozo media sonrisa, mirando al cachorro. Poco a poco se va relajando. Lo peor es que estoy segura de que sueña con carreras.

-Puedo asegurarte que te dará guerra -afirmo-. Pocas cosas hay que le gusten más que correr.

Su ofrecimiento me pilla por sorpresa, aunque lo agradezco. Acabo por suspirar. Si ese es el caso, no quiero retrasarlo mucho más.

Reúno fuerzas y me levanto, poniéndome de pie a su lado.

-Creo que iré ya, entonces. Estoy cansada -anuncio-. Puedes dormir con nosotros, si quieres.

Me agacho para espabilar un poco a Vilo. Lo justo, que no quiero empezar la guerra de nuevo.

Moví la cabeza a un lado y al otro, y entonces asentí. Lo cierto era que frente a aquello no tenía mucho que decir. Las personas a veces ponían problemas a las cosas, y entonces..., si aquellos problemas te ocasionaban problemas pues ya eran tus problemas. Aunque no quería imaginar qué clase de personas pondrían problemas por algo como aquello. Ni siquiera Lester, pensaba, que llevaba una racha que parecía estar bastante tranquila.
De hecho, más bien parecía no estar, porque llevaba mucho sin verla.

Me permití contemplar un par de segundos la expresión de contento que se le quedaba al contemplar a Vilo. En momentos como aquel, relajada, ganaba un algo especial.

-Si no me diese guerra no sería interesante -terminé diciendo, interrumpiendo mi propia observación, con una sonrisa entretenida.

Estaba listo para, noblemente, marcharme al dormitorio de los chicos. Mi momento de habitación privada había acabado definitivamente. Lyo ya no estaba, y prolongar aquello no tenía razón de ser ni...
Dormir con ellos.

En un momento como aquel, uno tenía que dar la respuesta más adecuada, y mi mente entrenada ya la buscaba entre cientos de ellas. Descartó las menos interesantes, y se quedó solo con las mejores: "no podría honrarme más la propuesta, pero debo rechazarla por preservar vuestra pureza"... No. "Me halaga enormemente el haber sido escogido para tan honramiento" ... No. "La felicidad me embarga de solo pensar en compartir..."

Asentí un par de veces, esbozando una sonrisa suave.

-Vale -dije, sin más, y por una vez no encontré aquella respuesta como insuficiente.

Si el contento debía de vérseme en los ojos, de todas formas, y ella ya lo sabía todo. No había bombo que darle a nada.

Di una última caricia al cachorro y me puse en pie mientras se encargaba de que Vilo respondiese. Entonces salimos los tres. Yo iba delante.

Costaría, desde luego, tener un día tan satisfacedor como aquel.

*se van*

La tensión de mi cuerpo, que se ha ido acumulando poco a poco, de forma poco perceptible, pero que resulta evidente al cabo de un rato, se relaja ante su respuesta, y mi sonrisa con ella. Asiento una vez más, muy suavemente, con alivio en la expresión.

-Yo, personalmente, estaré encantada tanto de trabajar con usted, señor Stoke, como de agilizar el proceso al máximo para no malgastar su valioso tiempo. Déjelo en mis manos, por favor -recito, dejando entrever la ilusión ya en mis palabras, en mi tono animado, pese a que sigue habiendo una contención que nunca rebaso-. Me encuentro en el taller prácticamente a diario, así que simplemente puede hacerme llegar usted mismo el mensaje, o pedir a alguien del servicio que me lo comunique, e iré allí para recibirlo en el momento acordado-. Y ante su pregunta alzo las cejas, y luego me acomodo las gafas, recostándome suavemente contra el respaldo del sofá, recuperando un poco la templanza y la compostura-. He creído que en caso de aether lo más cómodo sería dividir la armadura en dos piezas que encajasen donde el ala y la espalda se juntan-. Coloco ambas manos en forma de arco, como dos ces opuestas, y entonces acerco la una a la otra hasta que los dedos se juntan, creando así un círculo-. De esta forma se protegería hasta el nacimiento. Para proteger las alas, sin embargo, necesitaría estudiarlo un poco más, porque no sé hasta qué punto el vuelo se vería afectado... Tengo que trabajar más sobre esa parte. Y darle más vueltas en general. La mostraré unos diseños cuando venga, si lo desea.

Lo contemplo al acabar. Parezco, realmente, esperar un veredicto por su parte.

*rol pausado*