Biblioteca

¿Tenía alguna clase de enfermedad por la cual olvidaba lo último que había dicho o simplemente se estaba quedando conmigo? Fui a replicar, pero negué con la cabeza.

-Da igual -repliqué, algo desganada.

Pero cuando insistió con más preguntas que seguían el mismo patrón, suspiré, exasperada, y lo miré. Con el ceño fruncido, me erguí un tanto, tratando de ganar presencia inconscientemente.

-Por supuesto que no -respondí, un tanto tajante-. No seremos amigos si te dedicas a hacer eso. Pero tampoco evitarás esos problemas que tanto te molestan. ¿O eso que acabas de decir era otra mentira y por tanto no coincide con la coherencia de tu nuevo personaje?

¿Era un juego, eso de intentar ser ambiguo? Porque parecía un juego bastante estúpido.

Ella solo habla como si supiera para creérselo, pero Johan sabe que realmente no sabe. No sabe nada. Habla con esa autoridad, como si dictase las normas... Tiene un carácter fuerte, pero al mismo tiempo le parece demasiado interesada en esclarecer las cosas, en hablarlas.
Johan no sabe qué pensar.
¿Acaso quiere ser su amiga? Empieza a extrañarle la conducta de las mujeres de ese lugar.

Johan aprieta los puños con suavidad, pero sonríe de nuevo.

-Yo no tengo problemas. Ahora mismo la que tiene problemas conmigo eres tú, nadie más. Y, como ves, no te evito.

Me llevé una mano a la cara, empezando a desesperarme. Cuando la retiré, le dediqué una sonrisa tirante, fría.

-Claro. Porque como no tienes a nadie más con quien buscar pelea, has decidido ir a tiro fijo -repliqué, cínica-. Resulta que yo tampoco tengo problemas con nadie más, y que yo no he empezado faltándote al respeto.

Lo de no tener problemas con nadie más era, cuanto menos, discutible. Pero eso él no tenía por qué saberlo, y además, eran problemas de otro tipo. Nada relacionado con mentirosos compulsivos, desde luego.

Johan mantiene el tipo en lo que ella parece exasperarse. Espera a que lo acuse, hablándole de esa forma que es un poco molesta. Dardo ni se mueve, pero Rina termina por alejarse de ambos, explorando un poco la biblioteca.

-No busco pelea-. Hace una pausa, pero luego remarca algo-. Y lo sabes-. Está un poco más tenso-. No te falté al respeto. Intentaba ser simpático, nada más. Intentaba decir algo que te gustase.

Intentaba ser amable con ella. Le pareció agradable. No esperaba que se fuese enseguida a pedir algo. O sí, llegado un punto, pero no esas consecuencias. La bofetada era aceptable, pero no que pretendiese hacer que pasase de allí. No había sido más, a juicio de Johan, que una pequeña mentira.

Tim solía de mirar a Johan con pena si lo veía mentir, por eso el hermano mayor había optado por proteger al pequeño, alejándolo de las cosas malas. Pero quizás con el tiempo ha ido dejando de discernir hasta qué punto es mala o buena una pequeña mentira.

Fruncí más el ceño. Empezaba a dolerme la frente de hacerlo.

-¿Lo sé? ¿Cómo que lo sé? Mira, no espero de la gente que conozco que me cuente su vida y obras, ni mucho menos, pero existen mejores formas de ser discreto -repliqué, molesta-. Una mentira es humillante. No sé si te has parado a pensarlo, pero cuanto más agradable resulta una mentira, peor sienta cuando se descubre que es mentira. Podía habérmelo tomado como un juego, como una broma estúpida, si no fuera porque todo el mundo te conoce por tus constantes mentiras. Ningún juego es inocente si se alarga demasiado. Todo lo que pudieras haber dicho para parecer simpático se vuelve contra ti cuando se sabe que no es cierto. Te hace parecer lo contrario a lo que presentaste. Si quieres gustar a la gente con mentiras, por lo menos haz un mínimo esfuerzo para que sean sutiles y puedan pasar desapercibidas.

Mithos, qué pesado. Lo peor no eran las mentiras en sí. Lo peor era su actitud de indiferencia, saber que eran una constante, su insistencia en justificarlas. No tenía muy claro cuál era su objetivo. Lo había pensado mucho, y resultaba tan confuso que no podría pasar desapercibido, ni evitar ser sospechoso. Lo cual probablemente lo hiciera más probablemente inocente, pero no por ello menos molesto.

"¿Por qué dices mentiras?"
Los ojos de Tim miran a Johan con inocencia. Johan le devuelve la mirada, con una sonrisa tranquila. Le pone una mano en el hombro. Y le explica los motivos.
Eso es.
Pero a ella no le puede decir los motivos. A Tim no le hubiese mentido nunca. Pero ella no es Tim, de modo que en su caso no puede tener esa explicación que lo aclararía todo.

No le va a decir la verdad. Eso no tendría ningún sentido.
No tendría sentido.

Johan se lleva un momento la mano a la frente, y respira hondo.
No es ningún juego.

-Empecemos de nuevo -le dice, tras respirar hondo-. ¿Te parece bien así?

Lo miré con atención, con cautela, con desconfianza. No podía evitar aquello. Por más que pretendiese tomarme sus palabras literalmente, una voz en mi interior me recordaba que "no lo decía en serio". Aún así, trataba de acallarla como podía. Me esforcé en alisar las arrugas de mi ceño y retirar el rastro de desprecio de mi cara. Claro que eso no convertía mi expresión exactamente en agradable. Al menos, podría parecer neutra.

-De acuerdo -acepté-. Pero no se te ocurra olvidar que tengo buena memoria. Sé perdonar, pero solo si se me demuestra que vale la pena hacerlo -. Ladeé ligeramente la cabeza, estudiándolo-. Soy Massen Dew.

Y tenía curiosidad, a fin de cuentas.

FdR- Pausa

De pronto Johan se siente algo estúpido por lo que ha dicho, pero ella parece aceptar, lo que lo deja sin mas salidas que seguir con su propia idea. Puede no seguirla, pero para eso hubiese sido mejor no haberlo propuesto; haberse ido, y punto.
Tiene ganas de suspirar, pero no lo hace. En lugar de eso asiente y esboza una sonrisa algo tensa, algo cansada.

-Un placer, Massen Dew. Yo-. Tiene que decirlo-. Yo soy...-. Se resiste. Algo en él se resiste. Pero no puede evitar pensar que alguien lo sabrá, que los líderes lo sabrán, o eso es lo que espera de ellos. Es un nombre, nada más, pero le cuesta horrores plantear siquiera la idea en su cabeza. Es demasiada información, se dice. Es información innecesaria-. Soy Jo...Johan-. Las palabras le cuestan, como si tuviese las cuerdas vocales endurecidas. Pero hay cientos de Johan en el mundo, se recuerda. Miles-. Soy Johan-. Sonríe de nuevo, y parece relajarse. Será otro Johan, otro Johan cualquiera.

Alcé las cejas, esperando. De verdad que era raro. Más raro de lo que se esperaría una en un principio, y eso que tampoco tenía un aspecto demasiado normal de entrada. Acabé por asentir, aceptando el nombre. Por el momento.

-Johan -repetí-. No parece un nombre tan feo como para ocultarlo.

Bueno, era un nombre que no le había oído a nadie, y eso que había oído muchos nombres. Me pregunté si los líderes lo sabrían. Si sería cierto. Si a ellos les importaba realmente. Esperaba que les importase.

-¿Llevas mucho por aquí? Yo ya he perdido la cuenta.

Sabía la respuesta a eso. Me había enfadado, así que había investigado un poco. Lo justo, pero lo suficiente como para saber, más o menos, cuándo había llegado. Tampoco era un dato muy importante, pero solía ayudar a hacerse una idea de cómo era la persona que tenías delante.

Tuerce la sonrisa un momento, en un gesto irónico, pero concede. No es un nombre feo, ni bonito. Es un nombre. Es su nombre. Es es lo que no le convence demasiado.
No dice nada al respecto. Y le extraña un poco cómo sigue la conversación. En ningún momento dijo que fuese a contarle su vida, pero deja que le haga preguntas sencillas. Le llega con que no sean muy reveladoras, con que sean cosas que ella pueda comprobar para que lo deje tranquilo.

-Llegué a principios de año, en invierno.

Lo recuerda no porque le haya prestado atención a las fechas, sino porque fue en invierno cuando fue a Aqua a buscar a Rina.

Las respuestas resultaban, por algún motivo, un tanto incómodas. Después de todo, era como si lo estuviera interrogando, como si lo estuviera obligando a confesar alguna especie de crimen críptico. Y el silencio después de sus respuestas resultaba poco natural, extrañamente denso. Fui a preguntar algo más, otra tontería sin importancia que añadir a la lista, pero callé, negué con la cabeza y suspiré.

-No sé si esto sirve para algo -apunté-. ¿Sabes? Resultaba mucho más agradable cuando no parecía que por querer hablar de tonterías estuviera violando tu intimidad.

Quizás ese era el problema: él se limitaba a responder a mis preguntas, y luego callaba. Lo que dejaba la conversación completamente en mis manos y cualquier comentario completamente obligado. Fruncí el ceño de nuevo, sin poder evitarlo.

-¿Para qué querías volver a empezar?

Quizá eso fuera más interesante.

Llega a bajar la vista, no sabe si avergonzado o fingiéndolo. Sea como sea, escucha lo que ella le dice de todas formas. Lo entiende. Es uno de los motivos por los que miente. Porque la verdad es...
A nadie le importa. A nadie le importa la verdad.
La mira de nuevo. No sabe qué decirle, pero sonríe con suavidad; es una sonrisa algo apagada.

-No quería problemas-. Se encoge de hombros-. Supongo que es un acto de buena fe. No es una promesa de cambio, ni nada parecido-. Lo más irónico es que eso es sincero-. Solo una demostración de... algo -reflexiona, casi tanto para sí como para ella.

Siente cierta incomodidad, aunque no la muestra especialmente. Está fuera de su terreno, y siente la constante ncesidad de correr a refugiarse, aunque sea ridículo.

Otro habría huido. Y mientras lo pensaba, me di cuenta de que, en realidad, estaba pensando en Jun. Pero entonces se me ocurrió que Follow también había huido la última vez. Y yo se lo había reprochado a los dos, aunque no se lo hubiera dicho directamente. Yo me había enfadado con ellos. Así que miré un momento a Johan, estudiándolo, tratando de ocultar los signos de desconfianza que no podía simplemente borrar.

Bueno, quizás tenía que reconocerle un mérito. O quizás solo estuviera fingiendo, y siguiera jugando conmigo. No tener forma de saberlo era desesperante. Pero si seguía pensando en ello, no arreglaría nada.

-¿Demostración de qué?

Era curioso que, rehuyendo tanto ofrecer información, de verdad quisiera demostrar algo. Me resultaba una idea contradictoria.

No puede evitar una sonrisa. La verdad, llega a hacerle gracia.

-Sí que haces preguntas... -murmura, sin poder evitarlo-. Dices que no te puedes fiar de mí, yo te digo que no tengo malas intenciones, que simplemente soy así. Quiero demostrarte que soy un buen tipo-. Se encoge de hombros. La situación hace que quiera fumar un poco más de lo que ya de por sí quiere-. Quizás no te creas lo que digo, pero no uso mentiras que estropeen las cosas. No destrozo amistades, no te diré el camino equivocado o te daré pistas falsas si vamos de misión juntos, ni ocultaré información sobre lo que vea a los demás guerreros. Si te sirve de algo, no volveré a decir que no soy un guerrero. Y me tomo en serio lo que hago aquí, eso te lo garantizo-. Suaviza un poco la mirada y la sonrisa, y ladea la cabeza-. Pero vienes y exiges que diga la verdad con la premisa de que miento porque es gracioso. Y disculpa que no lo desmienta, pero yo no soy de los que hacen esas cosas. No me interesa vender información sobre nadie, ni saber los secretos de la gente. Me de igual que las vidas que me cuenten sean ciertas o inventadas, porque al final todos tienden a adornarla-. Se lleva la mano a la mejilla, un momento-. No te lo tomes a mal, pero el golpe me dolió, tanto en la cara como en el orgullo. Solo podía pensar "¿con qué derecho viene esta persona y me golpea de esta forma?" ¿Sabes? ¿Con qué derecho? Como si pudieses obrar de cualquier forma, y juzgarme por lo que habrás oído, cuando son todo mentiras, según lo que piensas. Ni siquiera sabes si miento por una enfermedad, si siempre miento, si acaso tengo un trauma que me hace temer a las personas y me obliga a reinventarme una y otra vez...-. Se ha lanzado, y de pronto no puede parar-. Todos piensan enseguida en lo cabrón que es uno, pero yo nunca le prometo a nadie que estaré junto a él y luego lo traiciono. No engaño a mujeres para acostarme con ellas y luego abandonarlas. Solo evito que la gente se acerque, ¿y eso merece una bofetada? Lo siento, pero no me gusta ser huraño. No me gusta responder de forma borde y echar a las personas si se me acercan. Yo no inventé esas normas en las que uno está obligado a seguir unas pautas al relacionarse. ¡Que se corra la voz! ¡Que todos sepan que no digo la verdad y que nadie se acerque a mí porque no soy de fiar! Nunca pedí que nadie confiase en mí, para empezar. Pero las mentiras solo cambian los nombres y las historias-. Se lleva la mano izquierda al pecho, que golpea-. Yo sigo siendo yo.

Un mentiroso.
No es ningún actor. Es un mentiroso.
"¿Por qué dices mentiras, Johan?" "Es para que tú no tengas que decirlas."
Está muerto, de todas formas.

Pues menudo discursito. Traté de organizar las ideas en mi cabeza, aunque no era sencillo.

-Si pregunto es porque no te entiendo -apunté, firme-. ¿Por qué me hablas si no quieres que seamos amigos? ¿Por qué quieres demostrarme nada? ¿Por qué te tomas tantas molestias?

Fruncí el ceño. Él había sido el primero en herirme, y parecía insistir en pasarlo por alto, en negarlo. Yo había sido la primera en encontrarme con un chasco, con una desilusión, con un mal sabor de boca.

-No te herí más de lo que tú heriste mi orgullo. Tragarme una mentira, por estúpida que parezca, me hace sentir ingenua y torpe. Tú me hiciste sentir que te reías de mí, que me despreciabas. No me digas que es la primera vez que encuentras a alguien a quien le sienta mal que le mientas, porque eso sí que no me lo creo. Podría decirse que te golpeé en defensa propia.

Y no pensaba disculparme por ello. Me enfadaba su actitud victimista.

-No voy a aceptar simplemente que lo haces porque está justificado. Hay muchas formas de ocultarse y alejarse de la gente. Puedes ser callado, ser sutil, ser discreto. También puedes ser un borde asqueroso, claro, pero nada te obliga a eso. No hay tanta gente que vaya por ahí contando su vida. Pero tal y como tú lo haces, con esa sonrisa y esa simpatía que finges, es como si estuvieras invitando a la gente a acercarse, no intentando mantenerlos a raya. Es normal sentirse traicionado si, después de pensar que te estaban aceptando, descubres que en realidad era todo lo contrario. Duele. Y si no puedes entenderlo, creo que no has pensado en ello lo suficiente.

Hice una pausa y desvié la vista, pero volví a mirarlo.

-Voy a repetírtelo. Según tú, no quieres que seamos amigos. Según tú, me mentiste porque no querías que me acercase a ti. Eso lo has dicho tú. Si es así, ¿por qué vienes a hablarme? ¿Por qué quieres empezar de cero? ¿Por qué te preocupa tanto que me enfade lo que has hecho? Si no te intereso, si no me quieres cerca, ¿no debería darte exactamente igual? Lo molesto de las mentiras no es que no sean ciertas, sino que confunden e implican contradicciones. Puedes ser todo lo auténtico que quieras. Eso no cambia el hecho de que no me dejes nada a que atenerme.

Le hace gracia ese afán por saberlo todo, esa sinceridad tan absoluta que parece una burla, una broma. Quizás mienta, pero le da igual. Mentir no es lo mismo aue fingir.

Johan se encoge de hombros.

-No me tomo molestias. Solo estamos charlando. Quizás eres tú la que cree que esto es alguna clase de eafuerzo especial para ti, pero solo lo hago porque me apetece.

Mitad mentira, mitad verdad. No está mal del todo.
La escucha con atención. De verdad que parece franca. No la interrumpe, porque Johan no suele interrumpir a las personas mientras hablan. Y ya se encuentra más tranquilo.
Él comparte pocos pensamientos, pero menos sentimientos. Ladea un poco la cabeza y Dardo le tira de un mechón.

-No pretendía herirte -dice, finalmente-. Lo siento.

Ella siguió hablando, y llegado un punto Johan frunció eñ ceño y empezó a negar para terminar hablando.

-Yo no finjo amabilidad. Ya lo he dicho. Yo soy yo. Sigo siendo yo.

Y no puede evitar resoplar, divertido, cuando ella habla de nuevo. También a él le cuesta un poco entenderla. Se podría decir, a juicio de Johan, que ella tampoco es demasiado normal.

-La mitad de lo que dices lo das por hecho tú sola-. Johan se encoge de hombros-. No me preocupa tanto. De hecjo, intentas esclarecerlo tanto que pareces tú la interesada -termina por reflexionar tranquilo, divertido.

De nuevo, fruncí el ceño. No dejaba de resultarme poco convincente. Ya no sabía si era por su manera de decir las cosas o porque sabía que tendía a mentir, pero todo me parecía inventado, falso y artificial. Y me daba dolor de cabeza.

Acabé por llevarme la mano de nuevo a la cara y frotármela, algo cansada de tanto intentar descifrar las cosas. Volví a mirarlo.

-Vale, da igual. Solo intento entender qué está pasando porque actúas de forma muy rara. Pero parece que será mejor sencillamente que evite pensar en ello.

Qué desesperante, Mithos.

Johan niega. No lo ve como ella.

-Actúo como siempre -explica-. Puede que sea raro para ti, pero no puedo darte una clave que resuelva todas tus dudas porque no funciona así.

Ella se ha dado cuenta de cosas, ha mostrado interés, pero el premio para eso no es dejar de mentir y ser completamente abierto con ella. Johan no puede hacer eso. Literalmente, no puede hacerlo. No sale de él, parece que algo lo bloquee y se lo dificulte, como un pensamiento clavado en su cerebro. Johan no puede quitárselo de encima tan fácilmente.

La mira con curiosidad. Quiere fumar.
Es extraña esa cicatriz que le surca la cara. Debe de haberle dolido.

-He quedado en un rato -anuncia de pronto, con total tranquilidad-. Pero podemos vernos alguna otra vez. Ha sido interesante -le dice, risueño.

Suspiré. De empezar de cero nada. Solo quería seguir con lo mismo pero que yo lo aceptara. Roté los ojos. Quizás tendría que salir de mí el mantenerme alejada de él. Porque, por lo visto, él tenía intención de seguir rompiéndome la cabeza. Me adelanté un paso hacia él, resuelta. Solté una mano del libro y le di un par de palmadas en la mejilla, con cierto recochineo.

-Nos vemos, Arlert -me despedí, con un tono acorde con mi gesto.

Y pasé de largo a su lado, sin darle opción a retenerme o responder. Si quería marearme, yo también podía jugar a eso. Si pretendía mantenerse alejado de mí, no haría más que agradecérselo. Ya estaba cansada de tanta conversación absurda.

*Se va*

Johan alza las cejas, extrañado, cuando se despide de esa forma. Arlert. Procurará recordarlo, aunque solo sea por la gracia. Ese es el nombre que ella ha elegido para él. Será interesante conservarlo.

-Buenas noches -le dice, esbozado una sonrisa cuando Massen ya ha pasado de largo. Dardo se vuelve a acomodar en su cabeza, tras un pequeño aleteo-. Ya nos veremos.

No entiende bien qué ha pasado, solo a medias, pero le resulta suficiente. Llama a Rina y sale con ella y dardo, cuando Massen ya se ha ido. Tiene algo en el bolsillo que espera poder entregar esa noche.

Por alguna razón, el invierno había traído inspiración a Corbin. Y aunque hacía mucho que no cogía la pluma más que para escribir cartas a Violeta, en aquel momento se sentía más literario.

Lo cierto era que la mayoría de las historias y poemas que Corbin escribía acababan alimentando las chimeneas de Brontë. A fin de cuentas, aquella era una forma muy evidente de señalar puntos vulnerables, y el claritas nunca se permitiría algo así. Pero, pese a todo, escribir seguía gustándole, y mientras borrase las pruebas, no veía por qué iba a dejar de hacerlo.

*Se queda*

Entro con las manos a la nuca. Thor se ha quedado bajo las sábanas, pero a mí me ha podido el día. Hoy está nublado, y como salga más tarde me congelaré. De todos modos, no me siento muy activa, así que me voy a la biblioteca. Aunque, seamos sinceros, no es que le dé mucho yo a las letras. De vez en cuando, sí, y más menos que más...
Al que, desde luego, no esperaba encontrar aquí es a...

-Anda, Corbin-. Lo saludo con la barbilla y una sonrisa perezosa-. ¿Entrenando la vista? ¿Qué hay? Cuánto tiempo.

La gente por aquí suele estar ocupadas. Verlos, los ves, pero de charlar un rato... De hecho, si me apuro, también hace que Gerry, Cierzo y yo no tenemos un día intenso. Quizás el invierno quita las ganas de salir a quemar la ciudad, o lo que hagan.

Corbin alzó la vista al oír una voz conocida. Y, justo a continuación, se maldijo internamente por no ser capaz de recordar, una vez más, el nombre de la caeruleus. Dejó la pluma a un lado y tomó un pequeño paño para limpiarse la tinta de los dedos.

-Buenas tardes -respondió al saludo, con su seriedad imperturbable-. Diría más bien que descansando. ¿Has mejorado en la caza?

Eso era lo último que había compartido con la joven, si la memoria no le fallaba también en eso.

¿Descansando? No me digas. Yo que pensaba que hacías pesas con la pluma.
En fin...

-No tanto como Thor -menciono, con una sonrisa escueta-. La verdad es que lo he practicado lo justo-. No le voy a mentir-. Pero bueno. De momento podría valerme si me pierdo en las montañas, y eso ya es algo. Te lo debo.

Me acerco un poco, tanto porque le estoy hablando como para ver si consigo "divisar" lo que hace. Aunque, de todas formas, tampoco me va la vida en ello.
Yo debería escribir a casa, ahora que lo veo afanado. Quizás me dedique a ello.

Corbin la repasó con la mirada. No tenía un aspecto muy enérgico, precisamente, pero en general no parecía nunca especialmente motivada o en guardia. Corbin asintió, pese a todo, serio.

-Es un comienzo -respondió, aunque no demasiado convencido-. Si quieres un consejo, el invierno es un buen momento para ponerse a prueba. Las presas escasean.

Dejó el paño a un lado y volvió la vista de nuevo a la caeruleus. Se preguntaba si se le había acercado por alguna razón en concreto.