Sala común

Lo miré con los ojos abiertos como platos, mientras me contaba todo lo ocurrido. Y a medida que me iba explicando todo me enfurecía cada vez más y más...

Cuando terminó de hablar seguí mirándole fijamente, y el volvió a hablar. Entonces cogí aire, aparte a Tristán hacia un lado, miré fijamente a Silvanus y le dije: "espera... ¿me estás contando qué el engreído ese te hizo firmar un contrato y tú lo firmaste tan campante...? sin... ¿sin ni siquiera terminar de leerlo?

Él asintió, y entonces le grité: "¡¿ESTÁS LOCO?! ¡¿ES QUÉ HAS PERDIDO LA CABEZA!? ¡¿CÓMO HAS PODIDO FIRMAR UN CONTRATO QUE ESE DESGRACIADO TE HA OFRECIDO!? ¡PODRÍA SER VINCULANTE DE POR VIDA! ¡Y LO PEOR DE TODO, ES QUE EN LO QUE NO HAS LEÍDO PODRÍA QUITARTE CUALQUIER DERECHO! ¡INCLUSO AUN QUE LOS HAYA MENCIONADO ANTES EN EL MISMO PAPEL! ¡QUIÉN SABE A QUÉ DIABLOS HAS ACCEDIDO, SILVANUS!".

Entonces me vestí el vestido rápidamente.

"¡POR TODOS LOS BOROS! ¿¡QUIÉN DIABLOS SE CREE ESE TIPEJO!? ¡¡¡SE VA A ENTERAR!!! ¡¡¡¡¡SE VA A ENTERAR!!!!", dije alzando la voz más aún y saliendo de debajo de la mesa, mientras iba a por mi báculo que estaba apoyado en la pared.

Ante su primera pregunta, asentí timidamente. Entonces ella comenzó a gritarme muy muy muy fuerte y yo cerré mucho los ojos, sin atreverme a verla.
Cada palabra que decía tenía mucho más sentido... era cierto. Podría haber firmado cualquier cosa... Aunque intuía por donde iban las flechas... slo con leer el título del libro que me tenía que aprender de memoria... Uf...
Entonces Hew se vistió y salió rápidamente de la mesa, preguntando por su báculo.
-¿que- que vas a hacer? SI VAS A HACER LO QUE CREO QUE VAS A HACER, YA PUEDES IR PARANDO LOS PIES!- entonces ella cogió su báculo con una mano, y yo con la otra.
Ambos tirábamos de él.
-No hagas que tenga que detenerte a la fuerza.

"¡¡¡SUELTA EL BÁCULO, SILVANUS!!!" le grité mirándolo fijamente a los ojos. Él se asustó, y aproveché su descuido para dar un tirón y quedarme con el báculo.

Entonces me alejé de él, dándole la espalda y dirigiéndome hacía la puerta, pero él se abalanzó hacía mí y me tiró en el sofá, quedando encima mía y dejándome aprisionada.

"¡¡¡DÉJAME!!! ¡¡¡DÉJAME SILVANUS!!! ¡¡¡A ÉL NO PIENSO GUARDARLE RESPETO!!! ¡¡¡VOY A DARLE SU MERECIDO!!!", grité mientras me revolvía, intentando quitármelo de encima, pero fue inútil.

Propinó un grito que podría haber oido todo el castillo. Estaba muy seria y tenía los ojos muy abiertos. Ante ese golpe de voz, relajé un momento las manos y ella me arrebató el báculo de un tirón.

Se disponía a salir por la puerta. No la iba a dejar: me abalancé sobre ella, el factor sorpresa jugó esta vez a mi favor y la tumbé en el sofá, quedando yo encima de ella.

Hewina se revolvía y gritaba mucho, pero yo la agarré por las muñecas.
-¡PARA PARA PARA! NO VAS A IR! NO NO NO NO NO Y NO! no vas a ir a luchar contra el en tu estado. NO ME DA LA GANA! ya te perdí una vez... no quiero que eso vuelva a ocurrir... casi os pierdo... a los dos -había que contar con la posibilidad.

Silvanus me cogió por las muñecas y me dijo aquello. Entonces paré de gritar y revolverme y lo miré fijamente a los ojos. Había perdido el control, y ni siquiera había pensado en que no debía hacer esfuerzos...

Entonces destensé mi cuerpo, mientras se me llenaban los ojos de lágrimas que intentaba reprimir.

"maldita sea, Silvanus...", le dije con los ojos llorosos.

Ante mi respuesta, ella paró de patalear y me dijo con la voz quebrada aquellas palabras.
Yo sonreí aliviado y me aparté de encima suya, tendiéndole mi mano.
-Vamos mujer... que tampoco será para tanto... no se... si hago bien mi trabajo, no me volverá a pegar mas. Tranquila- dije mientras la abrazaba- que he salido de muchas peores que esta.

Recojo su báculo del suelo y la miro antes de dárselo con una ceja alzada.
-Si te lo doy ¿prometes comportarte como el resto de las personas con dos dedos de frente de este mundo y no ir a luchar contra el? venga, mujer... no es para tanto, mira: solo tengo que lavar un guante, recojer un anillo, lavarme y peinarme y por último aprenderme este libro de memoria... no es tanto, no? tu relájate. Se tratar con caeruleus dije guiñándole un ojo- jajajaja bueno, nos vamos a comer algo y nos damos un paseo a la luz de la luna? ¿te apuntas?

Silvanus me liberó y me tendió la mano para erguirme. Después me abrazó y me dijo aquellas palabras, mientras yo me secaba las lágrimas.

Entonces el cogió mi báculo del suelo, y me dijo que me lo daba si le prometía que no lucharía contra Alexander, pero continuó hablando, y me propuso ir a comer algo y luego ir a pasear bajo la luz de la luna.

"Vale... vamos", le dije accediendo a su proposición. Entonces cogí mi báculo de sus manos sin prometerle nada de aquello.

"Esto no va a quedar así...", pensé todavía enfurecida mientras me ponía mi bolsa en el hombro. Silvanus cogió a Tristán, que todavía seguiía acurrucado y asustado debajo de la mesa, y entonces nos fuimos de allí, cogidos de la mano.

*se van*

Entré en la sala común... estaba cansado de todo el dia jo... me senté en una butaca y repasé con la mirtada las estanterías con libros... pero no me apetecia leer ninguno: ten`´ia hambre, por lo que cogí una de las galletas que estaban en un cuenco de cristal... estasban un poco rancias por estar al aire libre, pero bueno: era mejor que nada.

Tristán se bajó de mi hombro y se posó en mis piernas, por lo que machaqué una y se la ofrecí en la palma de mi mano, por lo que se puso a comer con ansias.

*se queda*

El líder enbtró apartando la puerta de su camino con un desdeñoso gesto que acompañó de magia. Odiaba cuando se le amontonaban las cosas, pero nunca se le había dado nada bien organizarse dentro de unos horarios rígidos y la noche era larga.

Al entrar a la estancia por la puerta inferior se topó con un joven bien vestido que estaba comiendo en el sofá y se tomó unas décimas de segundo para recpacitar en quien era hasta que identificó al piscis rubio y cesó su camino. Lo miró allí sentado con aquellas ropas caras y el pelo colocado, jugando con el lagarto enano. Parecía recuperado. No dijo nada.

La puerta se abrió y yo alcé la cabeza para ver de quien se trataba: era Aren.

Mi primer sentimiento hacie el fue asco, por lo que no pude evitar levantar el labio de forma desagradable, a continuación bajé la cabeza: tampoco se merecia eso... al fin y al cabo: había estado al tanto de mis avances clínicos... aunque fuese a través de Barthemius.

Parecía un pocodesconcertado... y ver a Aren desconcertado no sabría decir si era buenoi o malo... simplemente era extraño.

-Buenas noches- dije dandole un mordisco a mi galleta mientras me ponía de pie apartando a Tritán y dejándolo encima de la mesa.

El chiquillo le dedicó un gesto que al líder le pareció interesante debido a su comportamiento, pero al momento bajó la cabeza para levantarse y darle las buenas noches. Con aquella ropa la boca cerrada era bastante más agradable de ver.

El líder dedicó unos segundos más a mirarlo sin decir nada por si al muchacho se le ocurría mencionar más, pero como éste no reaccionó de nuingún modo, el líder miró al frente con una sonrisa torcida.

-Que guapo -.Comentó echando a caminar hacia las escaleras.

¿Porqué actua como si nada hubiese pasado? Joder... casi me mata.
Entonces me dijo qu8e estaba muy guapo. Casi me da un vuelco el corazón, aunque si pretendía pasar como si nada hubiese ocurrido... no le iba a dejar. Que mínimo que me pidiera perdón, no?
-Gracias- dije poniéndome bastante rojo- es... es mi nuevo uniforme de trabajo...- entonces ví como él continuaba su camino hacia las escaleras para dirigirse al piso superior.

-E- Espere!... yo... tengo que decirle que ya no voy a ser papa... me he librado por esta vez, dije con una sonrisa, entonces, noté un pinchazo en la zona donde tenía el golpe en mi cabeza, y me llevé la mano al sitio instintivamente.

-Señor... ¿no cree que se ha pasado un poco?... no se... ¿no cree que un "no" habría sido suficiente?- me acequé a el- si le he ofendido con aquella pregunta, espero que me perdone... yo a usted lo perdono... quizás lo pillé en mal momento para preguntarle algo asi... y bueno... ¿sin rencores?- dije extendiendo mi mano hacia el, que portaba un guante negro, que había perteneciado a alexander.

El piscis, como el ya el líder esperaba, se sonrojó y agradeció el comentario y, tras los segundos que el hombre le había dado ralentizando su paso hacia las escaleras, llamó su atención para hablarle de nuevo. El líder amplió su sonrisa, complacido. Sabía que el muchacho se dirigiría él antes de que se fuese tan pronto. Se dio la vuelta y lo escuchó.

El muchacho le hablaba de que ya no sería padre y que eso era un alivio. Realmente, si le hubiese pasado a él, saber aquello sería un gran alivio. Entonces el piscis se acercó y reprochó, con tono humilde, la actuación del líder en la sala de baile.

El hombre se puso serio y tomó aire. Por supuesto que no iba a retractarse de sus acciones, era un líder de raza y no podía mostrar debilidad o duda respecto a sus decisiones. Pero en cuanto el médico le había comentado lo sucedido sabía que era una de esas pocas veces en las que Aren Darvenwish había hecho acopio de demasiada determinación. Igualmente, nunca se haría públicamente patente este pensamiento.

- Quien decide hasta que punto un comentario es ofensivo soy yo y no tú -. Indicó en un principio sin demasiados rodeos. Pero el tono había sido clemente en el muchacho y había mencionado que le daba su perdón -por supuesto-. Aunque tampoco importaba demasiado si se lo daba o no.

- Supongo que te recuperarás pronto si eres un guerrero en condiciones -.Dijo con tono seco, sin saber demasiado que argumentarle a un muchacho más bobo que los huesos de aceituna. Aren Darvenwish nunca obraba mal, simplemente obraba en consecuencia, ¿y qué si la consecuencia resultaba dar lugar a una consecuencia de mayor alcance? Muy a su pesar él no podía controlar los entresijos del destino. No quiso dar más pie a aquella conversación.

Miró al muchacho con el pelo todo repeinado y levantó las cejas cuando le ofreció una mano para estrechar. Entonces apartó la mano del muchacho con la suya propia y le revolvió la cabellera rubia.

- Mejor así -.Indicó con un tono neutro. Luego simplemente se dio la vuelta y se fue a la parte superior de la sala común.

*Se va*

Ante su primer comentario, que fue un poco seco, creí que me daría otra leche a continuacion... pero parece que mis bien escogidas palabras le habían gustado.

Me dijo que me recuperaría pronto si era un guerrero en condiciones- Claro que lo soy... o eso intento... gracias, de todas formas.

Arqueó mucho las cejas cunado vió que le ofrecía mi mano como disculpa, pero en vez de aceptarla, la apartó con la suya propia y me despeinó mi rubio pelo, dejandolo como de costumbre... hecho un fiasco.
Despues de sus palabras, sonreí timidamente y me puse rojo. Estaba feliz, no podía evitarlo.
"si... a mí también me gusta más así..." pensé...

-Buenas noches, señor. Que descanse.- el lider desapareció en el piso superior y yo me fui mas contento que unas castañuelas a dormir.

*se va*

Entré en la sala bostezando, y me tiré de cualquier manera en uno de los sofás, de cara a la chimenea. Me aburría. Y mucho. Miré con desconfianza el fuego que chisporroteaba, encerrado en su celda de leña. Parecía realmente vivo. Sonreí, burlona.

- No te dejan ser libre ni crecer, ¿eh? -le dije-. Hay que saber aprender a imponerse. Aunque cuesta bastante. Sobre todo cuando eres pequeño, como tú y yo.

Y me quedé allí, recostada en una postura un poco tortuosa, observando las llamas hipnotizada.

*Se queda*

El líder Darvenwish llevaba casi todo el día en la sala común pero no había tocado ninguno de sus informes o mapas. Estaba literalmente reventado por culpa del exceso de opio del día anterior y la cabeza ya poco le perdonaba. Daba gracias al tiempo que al fin volvía a ser noche ya que, a pesar de haberse levantado realmente tarde, había pasado el día deseando sombra.

Tumbado en uno de los sofás más céntricos de la sala de líderes daba un nuevo trago a la asquerosa medicina que le había traído Barthemius la cual, supuestamente, lo ayudaría a depurar el veneno que se había metido en el cuerpo.

Realmente no pensaba pasarse de aquel modo. Simplemente divertirse, perder un poco la noción del mundo y reírse solo. Pero la interrupción del piscis le había hecho perder su atención sobre el estupefaciente y lo habían estado respirando bruscamente durante un tiempo nada recomendable.

Estaba solo. quería estar solo. Quería silencio, tranquilidad y nada en absoluto que lo hiciese mover una sola neurona o músculo. Entonces, dentro de su tranquilidad meridiana, escuchó unos parloteos en la sala de abajo. Parloteos apenas inaudibles y totalmente inapreciables si se estaba hablando en su sala. Pero ahora le molestaba hasta el mínimo aleteo de mariposa y, cuando estuvo harto de las palabrerías, apretó los dientes y se levantó para dirigirse a la puerta (no sin antes tener que apoyarse en la pared para no caer hacia un lado). Gruñó. Un pensamiento totalmente negativo y negado lo abordaba cada vez que volvía a excederse de ese modo. Un pensamiento que siempre repetía su padre: "Ya no tengo edad para..." ¡Y un cuerno! Se hirguió y se colocó la chaqueta para luego pasarse una mano por el pelo. Aren Darvenwish tenía edad para aquella minucia y mucho más.

Bajó las escaleras con cierto malhumor y se topó con una pequeña Massen Dew tirada sobre un sofá. Sola, para su sorpresa. Miró alrededor, buscando el sujeto que le daba conversación y luego a ella.

-¿Con quién se supone que hablabas? -Preguntó con menos tacto del habitual.

Me di la vuelta a toda velocidad al oír al líder Darvenwish hablarme. Creí que estaba sola. Enrojecí y bajé la cabeza, hundiéndola entre mis hombros. Luego me fijé en él. No había demasiada luz, pero podía ver que no tenía muy buena cara.

- Eh... Esto... Yo... -titubeé, sin saber muy bien qué decir. No podía simplemente soltarle que hablaba con la chimenea-. Sólamente reflexionaba en voz alta -murmuré por fin-. Lo siento si lo he molestado, señor -me puse en pie e incliné la cabeza, en señal de respeto-. Puedo irme, si quiere. E intentaré no hablar conmigo misma más de lo necesario si eso le molesta, señor.

Su expresión y su tono daban a entender un enfado que no comprendía, pero que no agradecía en absoluto. Viniendo de alguien tan apacible como él, lo más seguro es que hubiera pasado algo grave. El líder Darvenwish solía ser mucho más amable.

El líder Darvenwish observó la respuesta de la niña crispándose un poco en cuanto esta empezó a titubear para luego decirle que, simplemente, pensaba en alto. Los piscis eran todos una panta de descerebrados autistas.

Tomó aire y paseó por la sala mientras el mejunge que se había tomado le iba haciendo efecto. Aunque no le paeteciese en absoluto debía pensar un poco y no echar a perder el trabajo con aquella niña.

-No importa, puedes hablar cuanto quieras -Mentira.- Disculpa si mi estado está algo deteriorado, pero las personas tienen sus días mejores y peores -.El líder suavizó la voz y dedicó una cansada sonrisa a la niña mientras se apoyaba en el respaldo del sillón que estaba a la derecha del que ella se había levantado.

Asentí. Lo entendía perfectamente. Y, aunque no lo entendiera, no iba a dejar de asentir. Era un jefe. Un jefe de mal humor. Desde luego, no tenía la menor intención de llevarle la contraria. Bajo ninguna circunstancia. O tal vez... Sacudí la cabeza. Me estaba perdiendo en mis pensamientos. Esa situación, esperaba, no iba a darse.

- Lamento que no se encuentre bien -comenté-. En su situación, cualquiera podría tener un mal día, y la mayoría con mucha más frecuencia que usted. Un cargo tan importante debe traer muchas complicaciones. Le dejo descansar, señor Darvenwish. Como he dicho, no quiero molestar, y menos si está usted indispuesto. Descanse y mejórese, señor. Ya se dará una mejor ocasión para conversar. Buenas noches.

E, inclinando nuevamente la cabeza, me dirigí hacia la puerta y abandoné la sala, aún avergonzada.

*Se va*

El líder asintió a la chiquilla en cuanto esta presentó sus disculpas y comprensiones antes de irse y, en cuanto salió por la puerta, torció la sonrisa.

Se desplazó y se sentó en el sofá de en frente de la chimenea cruzando una pierna sobre la otra.

-Por supuesto, qerida Massen. Tú si que sabes diferenciar a las grandes gentes de la demás chusma -.Se rió para sí con su comentario al aire mientras se miraba las uñas. Que mal se encontraba. Menos mal que aquella renacuaja se había largado pronto.

Sin ganas, se levantódel sofá y esperó a Barthemius. No se encontraba bien ni para desaparecerse por sí solo y no pensaba gastar energías pudiendo ser transportado por el claritas.

En cuanto Barthemius llegó y lo agarró, el líder Darvenwish dio las órdenes.

-Vamos a mi habitación, creo que el medicamente empieza a a hacer efecto y no me espera una noche alegre... Llema a Errst. Que suba aunque patalée como un crío, pero que suba -.Barthemius miró a su amo y se desapareció con él de la sala común.

*Desaparecen*

Rick y yo nos dirigimos a la sala común. Decidí ir hasta allí porque el sitio me gustaba, porque estaba lejos de los jardines, y porque había un sofá. Al llegar, me senté en dicho sofá y suspiré. Quizás había sido un poco cruel con Kettleburn... ... Negué varias veces. No. Se lo merecía. Le había dicho que no volvería a hablarle y así sería. Ya bastante había hecho diciéndole chao.

Miré al flamma y sonreí. Me pasé una mano por el cuello.

- Siento haberte arrastrado... ... - murmuré -. Pero el piscis no... No me cae nada bien... ... En serio... ... ... Perdón...

Clavé mi vista en mis rodillas. Me sentía un poco mal. Jo.

Me senté a su lado, quitando importancia a sus palabras con un gesto de mano, como si me abanicase la nariz.

- No te preocupes, mujer. No ha pasado nada. Ya hablaré otro día con él. No tienes que torturarte por... ¡¡TENGO QUE CONTARTE UN CUENTO O HABRÉ MENTIDO!! -. me llevé las manos a la cabeza, horrorizado. Luego la miré con suma preocupación-. ¿Te parece bien?

Rick se sentó a mi lado. Lo miré de reojo. Iba a decirle que me sentía un poco mal por habérmelo llevado, cuando gritó se llevó las manos a la cabeza. Parecía que la idea de mentir le asustaba mucho. Sonreí.

- Me parece bien, claro. - Me acerqué un poco a él. Me sonrojé levemente -. Me gustan los cuentos... Así que no... ... No me... No me importaría que me contases uno.

Clavé mi vista en las rodillas, de nuevo. Lo malo de no estar fuera era que ahora podía ver cómo me sonrojaba.

- Bien bien bien bieeeeeeeeeeeen -. Sonreí. No tendría que mentir y conservaría mi impoluta nobleza-. Pues te contaré uno corto... Ejejemmm...

La miré y comencé.

"Hace no mucho, en un castillo lejano, vivía un niño al que todos llamaban gordito, pero lo que no sabían era que él no estaba gordo, sino que estaba reservando grasas para pasar el invierno, como los osos. La cuestión es que el niño, llamado Danyel, estaba muy preocupado por este hecho, así que fue a ver a una vieja bruja y le contó su problema. La bruja le dijo que tenía que comer más sa... Savia del árbol encantado del bosque de Ryeïn, así que el joven Danyel partió hacia tan lejano lugar a buscar aquel árbol...

Durante el camino se encontró muchos peligros... Ogros gigantes, lechuzas con pinchos, boros... Pero superó todos los obstáculos sin mayores problemas porque su nobleza era pura. Aún así...

[...]

... y por eso la mayor parte de las personas terminan volviendo a echarle sal a la carne, cuando no hace falta."

Suspiré. Estaba agotado de hablar, pero me había quedado un bonito cuento. La miré, esperando su veredicto.

Escuché con atención el cuento de Rick. Difería un poco de los cuentos que yo solía leer, pero, aún así, tenía su encanto. Además, se lo estaba inventando sobre la marcha (o eso parecía), así que el encanto era mayor.

Cuando terminó de hablar, esbocé una muy amplia sonrisa y lo miré.

- Me ha gustado... - murmuré.

Permanecí en silencio durante unos segundos, con la vista clavada en él. Tras esos segundos, en los que no hice nada, me acerqué a él y le besé la mejilla con suavidad. Luego lo miré sonrojada.

- Gracias por contármelo...