Sala común

Escucho en silencio su reprimenda, con la cabeza gacha y abatido. No tengo nada que decirle ni reprocharle. Fui un imbécil y punto.

Se va con el ceño fruncido y yo me quedo solo. Me dejo resbalar hasta el suelo. Estoy cansado. Hoy no me apetece moverme hasta las habitaciones, por lo que cojo una cojin y, utilizándolo de almohada, me quedo acurrucado al lado del fuego, que me dará calor toda la noche.

*se duerme*

Entré a hurtadillas en la sala común, en una postura que indicaba una cierta tensión por lo que estaba haciendo, aunque por supuesto era puro teatro. Desde la entrada, se veía en uno de los sofás una cabellera rubia que de inmediato llamó mi atención. Tapándome la boca en un intento de reprimir una risita de nerviosismo, me acerqué de puntillas al chico que dormía en el sofá.

Me dediqué a examinarlo en silencio, sin tocarlo en ningún momento pero acercando mucho mi cara a él en varias ocasiones para examinar bien sus rasgos. Tenía una cicatriz en la cara, y sus manos tampoco parecían haber pasado por muy buenos momentos. Con curiosidad, al fin, me animé a cogerle un mechón de pelo que estudié con atención, antes de clavar mis ojos en su oreja, que tenía un aspecto extraño. Con incontenible curiosidad y reprimiendo a duras penas otra de mis risitas, la cogí entre el pulgar y el índice y tiré de ella levemente, para ver qué era aquel detalle que no cuadraba en ella.

Corro por un prado verde, suave,luminoso y feliz. Un aire caliente me golpea la cara cada cierto tiempo que yo asocio al tiempo estival en la que vivo. De repente, me meto en un bosque frondoso, es un poco mas oscuro, pero las setas y las flores están por todas partes. Entonces, mi oreja se queda enganchada en una zarza y no me deja avanzar, de repente, todo se vuelve oscuro, negro, frío, en la que miles de dagas vuelan cerca de mí, cortando mis brazos, mis piernas y, finalmente mi cabeza.

Me despierto abriendo mucho los ojos y chillando, pero mi grito se vuelve más agudo y estridente al ver una cara desconocída delante de mí. Rápidamente noto que me está agarrando la oreja y automáticamente, le agarro de la muñeca y tiro fuertemente muy asustado para que me suelte. -AAAAHHHHH!! SUELTAME SUELTAME! ¿QUIEN ERES? NO ME HAGAS DAÑO!- digo ya con las lágrimas brotándome de los ojos.

Ante esta situación, Tristán se toma el gesto de la chica como una ofensa y se lanza hacia la joven, mordiendo su ropa con fuerza, pensando que así le hace algún daño.

Rápidamente me desplazo hacia atrás lo máximo que puedo hacia la punta opuesta del sofá, bastante asustado por tan amargo despertar.

De repente, la mata de pelo se incorporó con gritos y aspavientos, y aunque en un primer instante me quedé completamente inmóvil, mirándolo sin reaccionar, al instante siguiente comencé a imitarlo, gritando como una condenada y retorciéndome para que me soltara. Una bola roja saltó sobre mí, lo cual me hizo gritar más, y me la sacudí de encima como puedo.

Al final, conseguí librarme de ambos, del chico de pelo amarillo y de la bola roja, y corrí a esconderme bajo una mesa que había en la habitación, detrás del sofá en el que ellos estaban. No dejé de gritar en ningún momento, pero de pronto, sin previo aviso ni motivo, mi grito se tornó en risa, y entonces ya no pude parar. Reí y reí sin pausa, encogida bajo la mesa.

Aún por encima, la chica se pone a gritar como una loca. Como si la culpa fuera mía. Se sacude a Tirstán de mala manera y sale corriendo hasta debajo de una mesa. Me tapo los oídos ante tal griterío. Agudo y molesto.

Al fin sus gritos se vuelven risa. Yo frunzo el ceño y lentamente me voy acercando, a cuatro patas por el suelo, con Tristán alerta en mi cabeza, ambos con los ojos muy abiertos, nos quedamos escondidos detrás del sofá a 4 patas, dejando ver solo la cabeza. Observando como aquella mujercita se reía como alma que lleva el diablo.

-¿Porqué te ríes?- digo en voz bajita.- Me has asustado... no... no te conozco. ¿Quien eres? eres una chica parvus ¿verdad?- digo lleno de miedo desde la seguridad de mi sofá.

Cuando me habló, paré de reír y lo miré, sin perder en ningún momento la sonrisa. Notaba calor en las mejillas y me costaba regular la respiración, además de no poder evitar alguna que otra risita, a pesar de estarme calmando. Salí de debajo de la mesa, y me acerqué a él con calma y desenfado.

- Tú gritaste primero -le dije, señalándolo. Luego me señalé-. Así que me asustaste a mí -volví a soltar una risita, y al llegar junto a él me senté en el suelo, con las piernas cruzadas, al lado del brazo del sofá.

Asentí.

- Soy parvus -confirmé. Ladeé la cabeza, observándolo con atención. Todavía no tenía muy claro qué era él, pero me importaba más la bola roja, que parecía un dragón salido de las minas de humus.

- Y esa cosa raquítica -lo señalé-. ¿Se supone que es un dragón? Nunca había visto uno tan pequeño -me reí -. Es un dragón enano, ¿verdad? ¿Por qué está contigo?

-Tu me molestaste primero- digo ofendido mientras me seco una lágrima con la manga.
Se sienta a mi lado y yo guardo las distancias.

Me dice que es parvus y asiento levemente con la cabeza.

Pero en vez de interesarse por mí, ataca a mi dragón y le dice un montón de cosas feas.

-Oye! - acuso mientras abrazo contra mi pecho a Tristán, como queriendo protegerlo de semejante ataque. Lo veo. Se revuelve como la lagartija alada que es. - No es raquítico... creo- digo preocupado viéndole. - yo... le doy de comer, pero no crece. Quizás debería darle vitaminas...- digo bajito, casi más para mí que para la chica. Entonces alzo la cabeza y la veo con el ceño fruncido. -Tu también eres pequeña - la ataco.- no te metas con los otro más pequeños, no es justo- digo intentando razonar con ella. - Tristán es mío, por eso está conmigo. No lo he robado ni nada.

Hago una pausa. -Mi nombre es Silvanus- digo un poco sonrojado. Solo un poco.

Me dijo que yo era pequeña y asentí, frunciendo el ceño, confusa. ¿Qué pretendía decirme con aquello? ¿Con qué pequeño me había metido yo? ¿De qué hablaba? ¿Por qué iba a ser suyo un ser que estaba vivo? Sacudí la cabeza. Aquel chico estaba como una regadera, ¿por qué se dedicaba a decir cosas sin sentido? Entonces, finalmente, se presentó como Silvanus. Lo miré con curiosidad.

- Me alegro mucho -aseguré. Es que me parecía que estaba un poco incómodo, y quería hacerle sentir mejor.

Miré a nuestro alrededor, estudiando el lugar. Finalmente, me levanté, me senté en el sofá y fijé la mirada en una de las ventanas.

- Y dime, Silvanus, ¿por qué te sientas en el suelo? ¿No te es cómodo el sofá? Eres un chico algo raro... -esto último lo dije más para mí que para él.

Gateé por él hasta el otro brazo, dándole la espalda al chico, y me puse a jugar con un hilo suelto que había en uno de los cojines.

Esa tía es una borde! ni siquiera me dice como se llama. Frunzo el ceño mientras se mueve hacia la otra punta del sofá.

- Me senté en el suelo porque quería ocultarme de ti porque me dabas miedo y eso... pero el sofá es más cómodo. Tristán escala por mi camiseta mientras yo me pongo de pié para acercarme a ella.

-Oye... ¿y tú porqué juegas con ese hilo? no me vas a decir tu nombre? ¿llevas mucho tiempo aquí? porque es la primera vez que te veo.

Tristán deja salir una llamarada de su boca del tamaño de la llama de una cerilla o un mechero. Está un poco enfadado con esta chica.

Al cabo de un momento, me giré hacia el chico, señalándome, y lo miré. ¿Me hablaba a mí?

- Yo soy Stalon. Llevo poco aquí -contesté, casi mecánicamente.

Miré al dragón. De verdad era pequeño... Luego miré al chico y di un par de palmadas en el sofá.

- Ven, siéntate conmigo -le pedí. Y volví a mi juego con el hilo.

Stalon? que clase de nombre de chica es ese? los nombres de chica deben ser bonitos, como Ariel, Martha, María, Muriel, Anna... yo que sé... pero Stalon? parece un nombre de chico.

Me rasco la nuca y me siento tímidamente a su lado, pero no me hace caso, solo juega con su cordelito de marras.
Se produce un silencio de unos segundos y Tristán, molesto, vuela de mi cabeza hasta el sofá y, enfadado, quema el hilo para que la chica no pueda entretenerse más.

-Tristán!- digo echándome encima de él (y consecuentemente encima de la chica) para cogerlo y que no quemara más cosas.

Lo atrapo entre mis dedos y le dooy en los hocicos con mi dedo índice.

-MALO MALO! -digo riñéndole.

-Perdónalo... es que es muy picajoso...

Solté el hilo justo un instante antes de que el dragón lo calcinara, y me quedé mirando los restos, totalmente inmóvil. Luego me volví hacia el dragón, con una sonrisa amable. Tomé la mano del chico con tranquilidad, para evitar que le hiciera daño, y negué con la cabeza.

- Los pequeños tenemos mucho escondido dentro, ¿verdad, bola roja? -dije, mirando fijamente al dragón, con expresión de curiosidad.

Luego, apoyé las manos en el torso del chico y lo empujé suavemente hacia atrás, porque me estaba aplastando. Me puse de pie en el sofá y me quedé mirando su pelo. Pelo rubio. Haciendo memoria, me parecía que era el primer rubio que veía en aquel sitio. Señalé su pelo y abrí la boca, como yendo a decir algo, pero me limité a reír y a sentarme otra vez a su lado.

- Como me habéis caído bien, os voy a enseñar mi enorme colección -anuncié, con aire de persona importante y una sonrisa orgullosa.

Stalon no me deja seguí regañándole a mi dragón con lo que se gana bastantes puntos positivos desde el punto de vista de Tristán.

Le habla a Tristán, a lo que este gira la cabeza y estornuda.

Justo voy a decirle algo, cuando apoya sus manos en mi pecho y, suavemente me empuja hacia atrás, con lo que quedo casi tumbado y viendo como ella se pone de pié señalándome, pero sonríe y se sienta a mi lado.

-coleción? que coleccionas?- pregunto curioso. Tengo ese defecto... interesarme demasiado por lo desconocido. Estoy expectante.

Su curiosidad me hizo reír de nuevo. Me encogí de hombros.

- Cosas que encuentro. El hilo que él quemó -señalé a la bola roja- habría podido servir.

Entonces saqué de mi bolsillo el pelo de "la bestia" y la plumilla de Aren, con orgullo.

- Este es del chico del cementerio -dije, señalando el pelo. Señalé la plumilla-. Este es de mi amigo Aren -volví a guardarlo todo rápidamente y lo miré-. Y ya está. ¿No vas a darme nada tú?

Vi a Tristán con furia por haber quemado algo que aquella chica podría haber coleccionado.

Saca un par de cosas de su bolsillo.

Un pelo y una pluma.

Escucho que el pelo es "del chico del cemeterio" pero yo no conocía a ese tal chico. Pero el alma se me calló al suelo al escuchar sus palabras, eclipsando por completo cualquier interés sobre aquel chico pelirrojo.

-¿COMO QUE? digo de repente. -¿Aren? ¿Aren Darvenwish? ¿Tu "amigo"?- digo con el ceño fruncido. ¿Desde cuando le conoces? ¿Porqué te ha dado una cosa suya? ¿Porqué le llamas amigo y no líder? ¿No te ha hablado nunca de mí? ¿PORQUE DEMONIOS TE DA COSAS!? - digo zarandeándola desesperado. Yo yo yo... el nunca me ha hablado de ti tampoco... ¿seguro que es de él? no sé si creerte... digo preocupado.

Entonces me dice que yo le tengo que dar algo.- yo no tengo nada que darte... digo ahora algo confuso por la noticia del caeruleus. me paso la mano por la cara. Le ha dado una pluma.

-Bueno, yo no tengo nada que darte, pero sé quien sí tiene.

Cojo a Tristán y tiro de la piel muerta de su espalda, ya que la está mudando y yo a veces le ayudo con la muda.

-Toma- digo dándole una muda del tamaño de una uña. Es piel de dragón... no se encuentra todos los días.

-Ahora háblame de Él!- digo desesperado.

Agarré el trozo de piel que me tendía y salté del sofá al suelo a toda velocidad. Guardé la piel en mi bolsillo y me alejé unos pasos, algo asustada por su reacción. Me froté el hombro, uno de los puntos donde me había agarrado para zarandearme, que estaba dolorido.

- El señor Darvenwish es el jefe supremo de Caligo -intenté explicarle, mirándolo con recelo-. Un señor así no vendría a vivir con nosotros. Además, mi amigo Aren es más joven y más guapo -en realidad, yo nunca había visto al líder de Caligo.

Saqué la pluma otra vez y se la enseñé, pero desde lejos, no fuera a quitármela. Luego la guardé otra vez y paseé de un lado a otro, con nerviosismo. Al fin, paré en seco y me volví a acercar a él, con cierta cautela, asegurándome siempre de quedar lejos de su alcance.

- Aren es mi amigo aquí -le dije-. También es de Caligo, pero vive con nosotros.

¿Pero qué coño? ¿Hay dos personas que se llaman Aren? ¿Y porqué yo solo conozco a una? - a ver a ver... Aren Darvenwish está viviendo en este palacio... pero si dices que hay otro que es más joven y más guapo... ¿mas guapo? TENGO QUE ENCONTRARLO! Por lo que dice, también es de Cáligo, por lo que mi búsqueda se reduce bastante. Solo me fijaré en los caeruleus. Yo amo al Aren de ahora, pero quiero ver si ese tal "Aren" es mas guapo que el verdadero... si su belleza superase por mucho a la de "mi Aren", quizás tenga que plantearme cortar con él... no sé como se lo tomará, pero debo comprobarlo.

-Lo siento Stalon, pero tengo que encotrar a ese Aren, si es tan guapo y joven como dices, tengo que conocerlo. Simplemente conocerlo.- digo gritando y saliendo corriendo por la puerta con un claro objetivo.

*se va*

Me quedé algo sorprendida con su reacción. Definitivamente, era un chico de lo más raro. Cuando salió corriendo, me encogí de hombros y me fui, algo decepcionada. Al final me había olvidado de averiguar lo de su oreja...

*Se va*

Suspiró y dejó el libro sobre la mesa. Llevaba en la sala común desde hacia un par de horas, leyendo un par de libros que había sacado de la biblioteca y tomando diferentes notas de ellos. Podía haberse quedado en la biblioteca a hacerlo, pero, como llevaba toda la semana ahí encerrado, había decidido cambiar de sitio.

Le dio una vuelta al lapicero que tenía entre los dedos y lo lanzó sobre los diferentes papeles que había en la mesa. Volvió a suspirar y apoyó la cabeza en el respaldo del sofá en el que estaba sentado. Cerró los ojos.

*se queda*

Entro en la sala común con un pastel de nata que acabo de coger sin permiso de la cocina. Me he colado y lo he cogido y ahora, vengo a la sala para comérmelo tranquilo. Total, nunca hay casi nadie.
Entro de espaldas, viendo por la puerta, pero cuando me doy la vuelta, veo que Lyam está ¿durmiendo? sentado en el sofá, por lo que me sobresalto un poco y me cruzo de brazos, mientras me acerco a el morrudo y le doy una patadita en la pierna.

Torció una sonrisa y entreabrió los ojos al notar que alguien, que acababa de entrar en la sala, golpeaba su pierna. Sus ojos se encontraron con Silvanus Kettleburn, que tenía los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—¿Desde cuándo soy invisible? — inquirió, en un susurro, con un deje jocoso en la voz. Ensanchó la sonrisa —. Buenas noches.

Suspiró y volvió a cerrar los ojos.

—¿Qué tal estás...?

No cambio mi gesto ante sus palabras. - Buenas noches- digo dándole un mordisquito a mi pastel.
Entonces el muy desagradable vuelve a cerrar los ojos y entonces le doy otra patadita, pequeña, para que los abra.
-Hazme caso, ¿no ves que estoy enfadado contigo?- digo intentando parecer serio, aunque creo que el cabreo ya se me ha pasado hace días.
Le doy otro mordisco a mi dulce pieza.
-¿Qué haces? a parte de dormir como un ceporro?

Abrió los ojos y miró, de nuevo, al chico. Alzó ambas cejas y esbozó una sonrisa sesgada. Levantó los brazos a la altura de su pecho y le mostró las palmas de sus manos al piscis. Luego se encogió de hombros y dejó caer los brazos en el sofá. Entrecerró los ojos.

—¿Sigues enfadado de verdad? — Ensanchó la sonrisa —. Pensé que me habías perdonado...

Torció el gesto y ladeó la cabeza hacia la derecha, sin separarla del respaldo del sofá. Miró al piscis de reojo.

—Puedo hacerte caso aún estando con los ojos cerrados, eso para empezar. Y para seguir... No estoy durmiendo — Señaló la mesa —. Hasta hace un rato estaba leyendo, y ahora mismo aclaraba mis ideas — Suspiró y cerró los ojos —. O al menos eso hacía antes de que llegases...

-Bueno.. enfadado... lo que se dice enfadado... -chasqueo la lengua- no soy de esas personas que mantienen un enfado a no ser que sea realmente importante para mi... y bueno... una mentira pequeña... tampoco creo que sea para no volver a hablarte nunca... aunque si que me molestó un poco- digo sentándome a su lado y terminando mi pastel.

Escucho sus palabras- pero eres un maleducado si no prestas toda la atención que debieras a quien te habla- digo asintiendo con la cabeza y alzando el dedo indice. Entonces escucho que ha estado trabajando y me levanto raudo hasta la mesa, para revolver sus papeles.
-A ver? a ver? a ver? que has estado haciendo? te ayudo? podría ser util si quisieras... ¿porque lo haces? ¿te lo ha mandado alguien? ¿son deberes? ¿que estudias? - suelto mientras no paro de rebuscar.

Asintió mientras el piscis hablaba. Al notar que se sentaba en el sofá, entreabrió los ojos de nuevo y lo miró. Movió la cabeza hacia el lado contrario, hacia la izquierda, y suspiró.

—Repito que lo siento... — murmuró.

Escuchó su siguiente comentario con la vista clavada en el sofá y en silencio. Frunció el ceño y volvió a suspirar. Bostezó. Luego apartó la cabeza del respaldo, torció el cuello hacia la derecha y sonrió.

—¡Está bien! Ya te presto toda, toooda, mi atención

Amplió la sonrisa y alzó ambas cejas. Cruzó las piernas y clavó sus ojos en los del piscis. Observó cómo se levantaba y frunció el ceño. Puso los ojos en blanco, resopló y se puso en pie. Agarró con su mano derecha el brazo izquierdo del piscis y lo miró con seriedad.

—Por favor, no toques — murmuró, haciendo pequeñas pausas entre las sílabas de las palabras. Alzó ambas cejas y bajó ligeramente la cabeza —. No lo desordenes más de lo que ya está, ¿vale? — Miró durante unos largos segundos los ojos del piscis, antes de relajar la expresión y de soltarlo. Dio un par de pasos hacia atrás y volvió a sentarse en el sofá —. Primero: no, no necesito ayuda. Segundo: no son deberes y lo hago porque quiero, no porque nadie me haya mandado. Y... — Se encogió de hombros —. Estudió un poco de todo. Cosas de aquí y de allá, ya sabes

Esbozó una amplia sonrisa (falsa, por supuesto).