Sala común

Le hecho la lengua y me encojo de hombros al oír de nuevo su disculpa. Jaja, ahora sí que lo perdono.

Cuando le reprocho su falta de atención hacia mi, se gira y dice aquello, a lo que yo respondo enseñando todos los dientes y riéndome mientras me llevo las manos a la nuca. - bien, sabes que me la merezco- comento sonriente.


Cuando me levanto a revisar sus escritos, él se levanta raudo para agarrarme de una mano, clavarme sus ojos en los míos y pedirme que no toque nada, en un tono realmente serio. Nos quedamos así un rato, yo con los ojos bastante abiertos, de la impresión,

Al final me suelta y me explica los pormenores de sus actos, a lo que yo asiento, mientras me froto un brazo.

-P-perdón. - oye, Lyam... se te ve abatido, ¿quieres venir conmigo para las habitaciones?- digo recogiendo con cuidado sus papeles y entregándoselos con los ojos cerrados para no poder ver nada de su contenido.
-T-toma- digo dándoselos.

-¿Nos vamos?

*Se van*

Entré en la sala común con un libro y algo de comida (dulces, básicamente) que acababa de coger de la cocina. Observé la estancia durante unos segundos, comprobando si había alguien o no, y, al ver que estaba sola, me senté en el sofá. Dejé el libros sobre la mesa y comencé a comer.

*se queda*
Fdr. cutre e.e

Iba cantando por los pasillos, y cualquiera que lo desease podría escuchar mi intensa voz de barítono dando las más adecuadas notas en cada ocasión. La verdad es que siempre había sido la envidia de mis parientes en cuanto a lo de cantar: todos me decían, ya desde bien pequeño, que por favor les recitase los más nobles y halagadores cánticos de los Dehnel en nuestras acostumbradas comilonas en verano, antes de salir a cazar liebres.

Si tuviera entre mis manos tales senos
¿qué podría yo deciiiir?
Yo anhelo, ansío y quiero
lo que tienes para míiiii~~

Desde que tu marido ha muerto
rondas mi cabeza sin cesaaaaaar~~
No me gustan las solteras,
yo prefiero a las viudas para amaaaaar~~

De paso que daba una vuelta, decidí entrar, por ejemplo, en la sala común. Me callé de golpe, sonriendo.

- ¡¡Mi hermosa dama!! ¡Qué alegría veros aquí practicando lo que ha sido desde hace muchos años un culto y hermoso cosa que hacer para no aburrirse!

La voz de Rick resonó en los pasillos. Fruncí ligeramente el ceño y escuché en silencio su canción. Me pregunté, mientras observaba la mesa, si él la habría compuesto, o si sería una canción popular, o algo que cantasen en su familia... Cuando entró en la sala común, torcí el cuello, aparté la vista de la mesa y clavé mis ojos en él. Sonreí.

—Hola... — murmuré. Me pasé una mano por la nuca y ensanché la sonrisa —. ¿De dónde has sacado esa canción que cantabas...? Era muy... Rara... — Reí. Me eché hacia un lado del sofá y golpeé, con la palma de las manos, el cojín que tenía al lado —. ¿Te sientas...?

Correteé hasta llegar a su lado y coloqué hábilmente mis masculinas posaderas sobre el safá, mirándola encantado de la vida.

- Pues, verás... Esa canción es un tema popular entre los miembros solteros de mi familia. La cantamos en la época del celo de la urraca para generar prosperirdad en los cultivos y cosas así. ¿Es porque te ha gustado? Tengo un amplio repertorio, ¿sabes? De pequeño quería ser bailarín cantor, o cocinero.

Le cogí una mano entre las mías.

- ¿Y qué leías, mi bella Inger?

Escuché en silencio, y con la vista clavada en sus ojos, lo que decía. Al parecer, la canción era un tema popular entre los solteros de su familia. Cuando dijo que tenía un amplio repertorio porque de pequeño quería ser bailarín cantor (o cocinero), no pude evitar dejar escapar una suave risa. No me esperaba que su sueño de la infancia fuese ese. No era capaz de imaginármelo queriendo ser algo que no fuese guerrero o algo así.

—Bueno, la verdad es que la canción me ha parecido bastante rara — Reí —. Pero... — Me encogí de hombros — Era simpática... Original, supongo...

Entrelacé mis dedos con los suyos y sonreí. Luego respondí a su pregunta.

—Leía cuentos, como siempre... — Ensanché la sonrisa —. Soy una sosa. Siempre hago lo mismo. — Reí de nuevo —. Pero es interesante, eh... O... O sea... Quiero decir que me gustan los cuentos de ese libro... Y por eso es interesante...

Su risa me hizo hinchar el peso. El corazón de una dama, era bien sabido, se ganaba a través de la risa, de la misma forma que al de un hombre se llegaba desde el estómago. Y también era bien sabido que tras el corazón de una mujer estaba su cama, así que yo estaba tan dentro de la cama de Inger que no estaba seguro de qué hacíamos todavía vestidos.

- No es una canción rara, hermosa Inger, sino una hermosa copla al amor.

Sonreí.

- En cuanto a los cuentos, se me ocurren también tantos que nuestra criada cláritas nos contaba cuando éramos pequeños a mis primos, menos nobles que yo, y a mí... Los cuentos están bien.

Alcé las cejas y reí. Golpeé su pecho.

—Querrás decir que es una hermosa copla al amor dedicada a las viudas — Sonreí —. Porque, según la canción, las solteras no os gustan.

Ensanché la sonrisa y escuché su siguiente comentario en silencio.

—Sí, claro que están bien. I... Imagínate no tener cuentos — Desorbité ligeramente los ojos y lo miré —. Todo sería más aburrido porque... Porque... Porque... Bueno, porque no podríamos... — Fruncí ligeramente el ceño. No tenía muy claro lo que quería decir... O, mejor dicho, no encontraba las palabras para expresar lo que quería decir. Chasqueé la lengua —. Lo que quiero decir es que... Sin cuentos... Pues... — Resoplé. Reí —. Olvídalo. Ni tan siquiera sé muy bien lo que quiero decir... ¡Bueno, a ver, quiero decir que son necesario porque...! ¡Estimulan la imaginación! Sí, eso hacen. Y... Bueno... Gracias a ellos puedes evadirte del mundo durante un rato... y convertirte en un poderoso guerrero, o en un dragón, o en lo que sea...

Me pasé una mano por el cuello y volví a reír.

—Me lío yo sola. ¡Argh!

La escuché sonriente mientras miraba sus tetas. Asentí varias veces, todo muy bien pensado.

- ¡¡En primer lugar, yo ya soy un guerrero!! Terminada de despejar esta duda, pues nadie debe dudar en ningún momento no solo de mi condición de noble, sino tampoco de mi valor, mi valía, mi templanza y mi fuerza... ¿Qué estaba diciendo? ¡Ah, sí! ¡Los cuentos son necesarios porque gracias a ellos los niños tienen algo en qué pensar para evadirse de su sufrimiento!

Sonreí de oreja a oreja solo de oírme a mí mismo.

- ¿Quieres que tengamos hijos, Inger? Porque yo sí... Quiero tener una buena camada de guerreritos y damiselas Dehnel que hagan prosperar más mi estirpe, llevando bien alto el estandarte Dehnel...

FdR- No se le va la olla ni nada...

Fruncí ligeramente el ceño y ladeé la cabeza hacia la derecha al escuchar sus primeras palabras. No entendía muy bien por qué decía todo eso. A fin de cuentas, nadie había dicho lo contrario... Pero cuando terminó su discurso, mi expresión cambió y pasé a esbozar una amplia sonrisa. Eso último que había dicho era exactamente lo que yo había querido explicar antes.

—¡Exacto! — Asentí enérgicamente varias veces —. O... O sea... Eso último era lo que quería decir yo antes...

Sonreí y lo miré. Cuando empezó su siguiente discurso, no pude evitar alzar ambas cejas y sonrojarme de manera casi exagerada. Bajé la cabeza y me pasé una mano por el cuello, azorada. Entreabrí los labios y, tras permanecer unos segundos en silencio, comencé a hablar (o, mejor dicho, a balbucear):

—Yo... Yo... Yo... Yo... O... O sea... Yo... — Tragué saliva. Reí nerviosa —. Bu... Bu... El... Yo... — Tomé aire. Alcé ligeramente la vista y lo miré —. Yo... Ahora mismo... La verdad... Es que... No... — Volví a reír con el mismo nerviosismo de antes —. O... Es que... A ver... ¡¿Ahora?! Ahora no... Soy muy joven y... Bueno... Igual en un... Futuro... Sí... Supongo que entonces... Sí... Los niños son monos... ...

Bajé, de nuevo, la cabeza y clavé la vista en el sofá.

Me eché a reír. A veces era tan graciosa...

- ¡¡Claro que no ahora, mi hermosa Inger!! Somos guerreros luchando por una justa causa, sería tan injusto que unos niños que apenas tendrían noción del mundo se vieran envolvidos en un hecho tan trágico como lo es que sus padres vayan a la guerra... No, Inger, no. Sería doloroso para todos. Yo quiero luchar por el bien, y ucando haya logrado la paz mundial entonces esparciré mi semilla en forma de hermosos brotes pelirrojos y trastes.

Me quedé unos segundos mirando al infinito. Desde luego, sonaba genial. COn esas palabras tan dignas, por lo menos había logrado seducirme a mí mismo, no sé a ella.

Al escuchar su risa, noté cómo mis mejillas enrojecían aún más. Escuché, aún con la cabeza gacha y con la mirada fija en el sofá, su explicación y, cuando terminó de hablar, alcé la vista. Me pasé una mano por la mejilla y lo miré.

—Podías haberlo dicho antes... — apunté, con el ceño ligeramente fruncido y las mejillas sonrojadas —. Así me hubieses ahorrado... Esto todo... A... Además, para eso aún queda mucho tiempo y... ... Eso...

Lo observé en silencio, sin relajar la expresión. Pasados unos largos segundos, esbocé una tímida sonrisa.

—Aunque tu discurso sonó muy bien... Seguro que prácticas delante de un espejo para decir cosas que suenan bien...

FdR. orz xDDU
es tonta ê-e

La abracé. Parecía que estaba más tranquila. Normal, con un hombre como yo a su lado...

- Claro que lo hago, Inger. A veces apoyo el pie sobre una piedra sensualmente, otras frente al espejo tras ducharme, y en ocasiones, al enfrentarme a malhechores, puedo soltar discursos solo por la rabia que me inspiran. ¡No habrá hombre en el mundo que quede ipune si se comporta como un desalmado!

Me recosté en el sofá y le senreí.

- Tengo un sueño de mil demonios. ¿Me cuentas un cuento de esos que lees para que me duerma? Es tierno y no infiel. Además, he de saber si serás una buena madre.

FdR- Sí, me voy ya que mañana tengo exámenes y quiero dormir XD Que se duerma. Buenas noches~~

Ensanché la sonrisa cuando me abrazó y me reí al escuchar cómo afirmaba que sí, que practicaba los discursos.

—Lo sabía — murmuré, con un deje jocoso en la voz.

Observé cómo se recostaba en el sofá y le devolví la sonrisa. Luego cogí el libro, abrí una página al azar y comencé a leer uno de los cuentos. Cuando vi que se había quedado dormido, me levanté, besé su mejilla, recogí las cosas (la comida y el libro) y me fui. Si hubiese tenido sueño, me hubiese quedado con él, pero, como no lo tenía, opté por irme a la biblioteca o a algún sitio por el estilo a leer.

*se va*

FdR. e.eU

La sala común era un lugar familiar para mí, Rick Dehnel. Me gustaba... Olía a hogar, a un hogar feliz, tranquilo, amable y cálido en el que tener hermosos polluelos, criarlos, verlos crecer, enseñarles a beber alcohol, su primera estocada... Y me recordaba a Inger, y a sus cuentos, o los míos (mucho mejores), cuentos que siempre se contaban ahí.

Observé la habitación con una sonrisa, pero hoy no era día de quedarse en la sala común como si nada. Era día de explorar y vivir aventuras.

*se va*

Llego a la sala común feliz y contento. Estoy un poco embarrado porque me he pasado el día por ahí en el lago, en el río... y no estoy muy limpio que se diga y tengo barro en las mejillas y en los zapatos, por lo que me saco la camiseta y la pongo en el suelo para sentarme cerca del fuego para calentarme y de paso, no manchar el suelo.
Tristán se enrosca y se hace una bola delante de la hoguera de la chimenea.,

*se queda*

Entré corriendo en la habitación, pisando muy fuerte para hacer mucho ruido y con la respiración acelerada. Al llegar, frené en seco, observando al chico que hay junto al fuego.

- ¡EL DRAGÓN! -grité, señalándolo y sentándome de un salto a su lado. Sonreí a ambos ampliamente.

- ¿Qué tal?

Me sobresalto al ver a la mujercita correr hacia mí y me tapo por inercia el pecho aunque no tengo nada que enseñar. Un acto reflejo.
-Hola.-digo un poco rojo.- Si, puedes jugar con el si quieres Stalon.- pero no grites tanto, ¿vale?- digo señalando la puerta del piso superior. Arriba trabajan los líderes y no quiero molestarles.
La verdad es que siempre termino en la sala comun para ver si veo pasar alguno... pero en las ultimas semanas no había tenido suerte.
Suspiro.

Me froto un poco de barro de la cara... pero no consigo quitármelo en condiciones.

El líder caeruleus decidió dar por terminada su tarea del día para dar una vuelta por el palacio. Dejó su ya incómoda butaca de la sala común destinada a los líderes e hizo crujir su espalda a través de un ligero movimiento de cuello y hombros aprovechando que nadie más estaba presente.

Se colocó la chqueta y la camisa ayudándose de algún pequeño truco mágico que borrase toda arruga de su ropa nacida de la postura sostenida. Se acicaló el pelo con las manos y, en cuanto se vio preparado, sonrió para sí y se dispuso a bajar las escaleras hacia la sala inferior.

Una vez asomó la cabeza por el arco de la sala de los jóvenes guerreros, dio cuenta de que ésta no estaba vacía. La pequeña parvus y el no piscis hablaban a la luz de la chimenea mientras el pequeño dragón revoloteaba entre ellos.

Se alegró de ver a la pequeña an y, en parte, de encontrar a Silvanus ya que debía preguntarle qué tal las cosas durante las últimas semanas por Brontë. Sin embargo, contuvo el ansia en ambos casos pues Aren Darvenwish debía resultar impasible en situaciones poco acertadas.

-Muy buenas noches, jóvenes intrépidos. ¿Descansando tras los agotadores rayos del día? -Preguntó con una sonrisa apacible, sin perder el toque suspicaz habitual. Se fijó en la parvus, tan adorable y magnífica como el primer día y después en el pequeño piscis, sucio, embarrado y con su mirada perdida.

Me levanté de un salto en cuanto lo vi aparecer, y corrí hacia él con una sonrisa todavía más amplia que la que había dedicado al piscis y su dragón. Di un par de vueltas a su alrededor y me planté ante él, entusiasmada.

- ¡Buenas noches, Aren!

Corrí de nuevo al sofá y me senté, aunque con actitud inquieta. Miraba alternativamente al chico, al dragón y a mi amigo.

- Ven, ven con nosotros -animé al último-. Te echaba de menos.

se me hiela la sangre al verle aparecer. Me comienzo a poner nervioso y mientras baja las escaleras balbuceo un "buenas noches" nervioso y azorado ya que estoy sin camiseta, la cual me pongo de inmediato y me lamo la mano para limpiarme las mejillas de barro lo mejor que puedo.
CUando me levanta para para saludarle, veo como Stalon da vueltas alrededor de el divertida y yo simplemente estiro una mano hacia ellos como queriendo alcanzarlos pero que bajo rápidamente. ¿QUe clase de relación es esa?LE HA MANDADO SENTARSE A AREN? Stalon... acabas de firmar tu sentencia de muerte. Nadie le da ordenes a Aren...

-Buenas noches Señor.- digo con una sonrisa nerviosa y una mirada llena de ilusión para intentar distraer su mortíferlo latigo que pronto desenrollará para seguramente cortarle la cabeza a esa parvus. - ¿Ha tenido un buen día?- pregunto mientras doy un par de pasos cautelosos.

El líder observó con alegría el gran recibimiento de la parvus y se regocijó en cuanto esta revoloteó a su alrededor sin llegar a acercarse demasiado. Le pareció magnífico que no lo saludase con uno de sus efusivos y agradecidos abrazos en aquella situación ya que no le venía demasiado bien a su imagen. Incluso para aquello era bien aventurada.

Movió la cabeza con sutileza y movió sus comisuras.

-Muchas gracias An, pero no necesito tomar asiento por ahora -. Cambió su punto de enfoque y miró al piscis de refilón para, después, girar hacia él su rostro en cuanto este se cubrió y "adecentó" para saludarlo y preguntar qué tal le había ido. Le seguía haciendo gracia que le hiciesen ese tipo de preguntas.

-Fantástico, Silvanus, me agrada tu interés, y me agrada localizarte ya que tengo que hablar contigo más tarde -. Indicó al tiempo que alisaba una de las solapas de su chaqueta. -Contadme, ¿alguna novedad en Brontë, algún tipo de queja o adulación? -Preguntó con cierta jocosidad.

Ladeé la cabeza, observándolos en silencio. Se me borró un poco la sonrisa cuando Aren rechazó mi ofrecimiento, pero no le di mayor importancia. Ante su pregunta, sonreí de nuevo.

- Dicen que hay alguien más con tu nombre por aquí -comenté-. Aunque yo ya les dije que no podía ser igual que tú -negué enérgicamente con la cabeza. ¿Alguien tan bueno como mi amigo? ¡Jamás!

Ante las palabras de Ayne, yo respondo raudo. -Es cierto señor! corre el rumor de que hay otro "Aren" en palacio que iguala su porte y su belleza- agacho la cabeza- pero todos sabemos que eso es imposible ¿verdad?

Esbozo una pequeña sonrisa al pensar en el chico aether del bosque...

El líder caeruleus miró a los muchachos con curiosidad en cuento escuchó la noticia. Al parecer un tocayo inesperado que le igualaba en magnificencia rondaba el palacio, pero eso era del todo imposible.

Recapacitó en lo del nombre y le resultó curioso. No tenía noticia sobre otro guerero que hubiese llegado a palacio que compartiese un nombre tan reservado y expléndido como el suyo, quizá, en tal caso, se tratase de un tipo del servicio cuyos padres quisieran honrrar con un nombre que le hiciera referencia.

En el otro punto, respecto de su belleza y porte le pareció totalmente absurdo. Nadie había visto él por aquellas tierras con sus características. Aren Darvenwish solo conocía a un ser expléndido, hermoso y atrayente hasta caer rendido bajo sus encantos y ese era Aren Darvenwish.

Entornó los ojos, pensativo, y se dedicó a dar algunos pasos alrededor de la zona que poblaban los muchachos.

-¿Cómo podría ser posible que no tuviese noticias de otro Aren en palacio? ¿Y cómo es posible que alguien pueda decir que pudiera igualarme en apariencia? Sin duda, ese ser merecería adulación por mi parte, pero, si me disculpáis, dudo que pueda ser más que una habladuría del servicio o simplemente una ilusión producto del deseo de alguna joven admiradora - Indicó volviendo su sonrisa y tono más pícaro y altanero. Tomó asiento en la butaca cercana al sofá, quedando la parvus a su izquierda y el piscis prácticamente a su frente, y cruzó una pierna sobre la otra esperando con curiosidad más detalles del tal individuo que pretendía hacerle una burda competencia o imitación.