Sala común

A su comentario sobre la aether asiento riendo ligeramente.

—Sí, bueno, es cierto que hace cosas algo inesperadas en una señorita. Pero la verdad es que no me da mala espina —Respondo pensando en lo agradable y distraída que parecía en el comedor aquel día.

Volvemos a Lyam, ese sí que es un tema interesante con esta chica. Así que "son lo que son", es decir, son algo y no son nada.

—Así que "amigos". Qué fría eres, Alehyss... —Comento con tono divertido y voz de drama forzado. —¿No crees que deberías darle un poco de vía al chico? No deberías ser tan imponente, mujer. Todos sabemos que eres una buena chica, de esas que no lloriquean por cualquier cosa. No tienes que ser tan dura —Comento mirándola con cierto cariño o camaradería y poniéndole una mano en el hombro.

Si Fier no le da mala espina decido fiarme. Por el momento. Heylel es una persona con cabeza, y dudo que se dejase embaucar así como así por una cualquiera.
Asiento levemente.

Él vuelve a Lyam otra vez. Me incomoda hablar de Lyam porque me hace pensar en Lyam y darle vueltas a Lyam, y eso es algo que no debo hacer.

- ¿Darle vía? -inquiero-. ¿En qué sentido?

Lo miro fijamente, esperando que diga lo que tiene que decir. ¿Qué espera Heylel, un tipo normal, de Lyam y yo?

Alehyss parece ponerse muy seria con el tema con lo que creo que le he tocado la fibra y empiezo a molestarla un poco. Deberé entonces moderar mis bromas.

—Perdona si he sido grosero. Me refiero a que eres una mujer muy independiente y lo haces ver todo el tiempo, pero dejar que Lyam te conozca un poco ya que os lleváis así de bien o así de... bueno, ya que os lleváis no creo que sea ningún sacrilegio —Comento más serio ahora. —Lo que quiero decir es que no dejarán de verte como una buena guerrera aunque te abras un poco a la gente —Confieso, retomando una ligera sonrisa. —O al menos eso creo. Tampoco sé si Lyam es lo suficientemente canalla como para tomarte a la ligera, pero también tendría que ser muy idiota —Comento, atreviéndome a comentar con cierta jocosidad de nuevo para quitarle hierro al asunto si es que le molesta.

Algo me ronda por la cabeza, y con cada palabra que dice me dan más ganas de escupírselo. Realmente... ¿La gente no me perdería el respeto si empezase a mostrarme abierta y amable? Lo dudo. Cuando te abres, la gente deja de tenerte en cuenta y pasa a sentir que es mejor que tú.

Aprieto un segundo los dientes y se marcan los músculos de mi mandíbula en mi rostro. Finalmente, confieso. Él no me lo tendrá en cuenta, y sé que estas cosas le encantan.

- No puedo prometer nada a nadie -le digo-. Soy incapaz de ceñirme solo a Lyam, así que no puedo comprometerme con él. Y así ha pasado con todos desde hace tiempo... No encuentro hombre que logre saciarme tanto como para no querer a otro, así que prefiero no acercarme demasiado a ellos para que no puedan echarme nada en cara.

No es del todo cierto, pero empezar a hablar de la desconfianza que tengo con Lyam, de Jager y de tantas otras cosas es tan complejo que creo que será mejor mentir un poco para guardarme las espaldas y que él se quede contento.

Parece que Alehyss decide confiar en mí y se pone algo seria para explicarme su situación. En parte me sorprende lo que me dice, pero por otra parte no demasiado. A mi forma de ver las cosas su situación es algo triste.

—Alehyss... —Le agarro una mano como si fuese una hermana —No deberías menospreciarte tanto. Comprendo que seas joven y guerrera y eso de la familia no entre en tus planes, pero ese miedo a querer a alguien no te hace ningún bien —Comento. Si algo sé son cosas sobre el amor, aunque sea solo desde mi punto de vista. Le suelto la mano y miro por un momento la carta y el retrato.

—Bueno, puede que pienses que solo digo tonterías porque soy un costumbrista y un hombre que se ha casado joven y demás... Pero he visto a mujeres utilizar hombres por diversión, solo por diversión, y viceversa y ese tipo de gente no era como tú —Indico volviendo a mirarla a la cara.

Me coge la mano. Me habla apenado, como si lo que le acabo de decir fuese malo para él. Y mientras habla, mi mirada se ensombrece. Lo que dice es cierto, de algún modo.

-Siempre fui arrogante... -le digo bajando la voz, apenada-. Hacía lo que venía en gana con los hombres, hasta que un día quise a uno... Y él me trató como yo trataba a los demás.

Lo miro a los ojos fijamente.

- A ti te ha ido bien, pero yo no puedo sentir eso que tú sientes. No puedo entregarle nada a nadie. No puedo soportar que otro me mire y ver en sus ojos brillantes que espera que yo le corresponda.

Estoy nerviosa. Me tiembla la voz. Un breve chispazo recorre mi rostro.

- Nadie debería esperar de mí que le quiera.

Su gesto se apaga y su voz parece también descender. Por supuesto Alehyss siempre ha sido mucho más que esa mujer segura que no deja que nadie se le acerque y verla así ahora me preocupa o, más bien, me entristece, pues ella sabe cuidar bien de sí misma aun con sus cargas.

Ante su historia le paso un brazo pos los hombros y vuelvo a apoyar mi mano en las suyas.

—Entonces será que no has podido perdonar a ese uno... —Comento con una ligera sonrisa triste. Este tipo de cosas sí que llegan a dolerme. Almas rotas por juegos del amor, personas incapaces de confiar en sus sentimientos porque exite gente que es capaz de jugar con la vida como si se tratase de un entretenimiento. Soy incapaz de comprenderlo, como alguien puede disfrutar haciendo que la gente sufra de esa manera.

—Si tu cariño está secuestrado es normal que esperes eso, pero no te culpes por ello, Alehyss. No todo está perdido cuando uno es arrastrado por el corazón y por supuesto eso no debe de ser ninguna vergüenza. Aunque entiendo tus pies de plomo —Hablo con calma y suavidad ya que siento que este tema es bastante delicado. Ahora me veo a mí con Gabrielle en un amor tan íntimo y maravilloso y casi me da reparo estar hablando con Alehyss. Soy muy afortunado.

Suspiro. ¿Perdonar a Jager? ¿Olvidarlo? Me acosté ayer con él, así que no puedo estar más de acuerdo con Heylel. Sin embargo, eso son datos que guardo para mí.

- ¿Tú nunca has sentido que debes abandonarte a otra mujer? -. Lo miro curiosa. Su fidelidad se me hace idílicamente imposible-. No te ofendas, por favor. Eres buen hombre, y atractivo. Me sorprende que tengas tanto aguante.

De alguna forma, esta pregunta me ayuda a distraerme de mis ideas.

- ¿No has hallado mujer que te haga perder el norte, aunque sea un instante?

FdR- Alehyss la espía convertida en Alehyss la maruja

Su pregunta me pilla un poco por sorpresa e incluso llego a creer que conseguiría ruborizarme, pero solo me entra un poco la risa. Miro a la mesa y me encojo de hombros para luego tomar una bocanada de aire.

—... Sí, sería una tontería decirte que no, que cuando alguien está tan enamorado como yo los ojos se le cierran, la mente se le opaca y lo que se guarda ahí debajo se lo queda tu pareja en una caja esperando por ti —Bromeo, entre divertido y embarazoso. Junto mis manos con los codos apoyados sobre mis rodillas y me dispongo a explicarme.

—¿Recuerdas la última misión a la que fuimos juntos? La de la mujer que debíamos traer al palacio... —Comienzo y me pongo bastante nervioso. Solo recordar aquellos momentos me pone en un aprieto. —Esa mujer era muy fuerte, tenía una especie de fuerza en torno a sí que te obligaba a prestarle atención. Solo con mirarla a los ojos durante más de diez segundos sabía que, si ella me lo hubiese pedido tan solo tres veces, haría lo que deseara... —Me recorre un escalofrío mientras hablo con la cabeza gacha y frotándome las manos. La imagen de esa mujer me envuelve y trato de sacármela de la cabeza echando mano al retrato y guardándomelo cerca del pecho. Miro a Alehyss.

—Pero amo a mi mujer y sé que si hiciese el mínimo gesto que pudiese traicionarla me torturaría el resto de mis días. Simplemente no sería capaz de soportarlo. Por mucho que mi cuerpo pueda incitarme en ciertos momentos sé que tengo que huir, porque aunque en ese momento crea que es lo que deseo, me doy cuenta de que realmente es un engaño y que lo único que conseguiría sería pasarlo mal yo, hacérselo pasar mal a mi mujer... —Vuelvo a bajar la vista. —No sé muy bien cómo explicarlo... Simplemente no puedo y sufriría mucho en una situación así...

Recordar la misión, recordar a aquella "dama". Asiento lentamente al hacerlo.

-Te entiendo -le digo-. Aquella mujer era escalofriante, y dudo mucho que te diese opción a negarte siquiera dos veces.

Esbozo una sonrisa, tratando de tranquilizarlo. Parece que el tema le ha dejado con mal cuerpo.

- No obstante, no sé si ese deseo, o como quieras llamarlo, es deseo realmente, o va más allá. A mí esa mujer me recordó al líder Darvenwish. Ambos se me parecen a cierto reptil... Seguramente harían buenas migas.

No hablo muy alto, pues aunque me las doy de dura, no me agradaría que esto llegase a oídos de Aren Darvenwish. Sin embargo, siento la necesidad de expresarlo con impunidad.

FdR- El que no debe ser nombrado e.e

Alehyss acierta en sus comentarios, a pesar de que parezca hablar más para ella que para mí en lo referente a las comparaciones con el líder caeruleus. Asiento.

—Sí, es ese tipo de... No sabría decirlo, embrujo o hipnosis. Cuando te das cuenta eres incapaz de actuar por cuenta propia y eso es muy intranquilizador... —Añado a su comentario, cavilando.

Después de unos segundos muevo la cabeza y doy una palmada en mis piernas con cada mano para luego ponerme en pie.

—Pero bueno, hay que ser cautos que también forma parte de ser buenos guerreros. Alehyss, me ha encantado verte y ver que sigues de una pieza y quiero que sepas que de verdad me alegro de haber hablado contigo —Le digo con una amplia sonrisa para luego recoger mis cosas. —Ahora solo espero verte más por aquí y que te vayan bien las cosas y, ya sabes, cuando no tenga mucho que hacer, estaré pululando... —Hago un cómico gesto con las alas y me pongo de puntillas por un momento. —Buenas noches —Tras despedirme con una sonrisa encantada me retiro de la sala común.

Me ha encantado volver a verla y hablar con ella, aunque su situación cada vez me resulta más dolorosa. Solo espero que tenga suerte...

*se va*

Lo veo partir y me despido. Luego, cuando ya no está, cavilo sobre la conversación. ¿No es acaso él la persona a la que más me he abierto? En ese caso, si su respeto no ha disminuído, ¿por qué habría de hacerlo el de los demás? De todas formas, no ha habido nadie, o casi nadie, que me haya despertado tanta confianza hasta ahora, por lo que lo de abrirse es complejo de todas formas.

Suspiro.

Me levanto.

No son horas de darle vueltas a esto.

*se va*

La biblioteca empezaba a asquearme. Harta de permanecer allí tanto tiempo, decidí buscar un lugar más cálido donde continuar un rato más mis estudios. Había encontrado un par de libros que me resultaban sencillos, y sentía como, pese a los tropezones, mi trabajo en solitario daba sus frutos. Me preguntaba qué opinaría Nagore si lo supiera. Tal vez se sintiera orgullosa de haber iniciado el trabajo, o tal vez molesta de ver que "no la necesitaba".

Tomé asiento con un suspiro. No era cierto, por supuesto. Hacía bastante que no la veía por ningún lado y la echaba de menos. ¿Se habría ido del palacio? Me extrañaba, pero no era del todo descabellado. Sacudí la cabeza, negándome a pensar en aquello más tiempo. Tenía asuntos en los que concentrarme, y eran asuntos en los que me convenía más pensar. Abrí uno de los libros por donde lo había dejado y, poniéndome cómoda en el sofá, continué mis ejercicios.

*Se queda*

Cerré el libro alzando la vista, con una idea de pronto en mente. Miré por la ventana y encontré una total oscuridad. Hice cuentas mentalmente y volví a bajar la vista, comprendiendo. Era el día.

Con un aire algo melancólico, decidí recoger mis cosas. No eran horas de estar dando vueltas.

*Se va*

Empujé muy despacito la puerta de la sala común y asomé un ojo, inspeccionando el terreno. Solté una risita casi susurrada mientras lo hacía, dispuesta a seguir mi camino sin llegar a entrar, pero algo llamó mi atención y guardé un repentino silencio. Unas alas de plumas de un blanco indefinible, un pelo rubio brillante y una figura estilizada de piel muy blanca me hicieron quedarme clavada en el sitio. Los ojos me brillaron con emoción.

Sin abrir mucho más la puerta, me colé en la habitación y avancé a hurtadillas hasta ella. Con los ojos muy abiertos y sin apartar la vista de su figura, me senté en el suelo a su lado con las piernas cruzadas, y comencé a sacar plumas blancas de mis bolsillos como quien vacía una almohada. Sonreía de oreja a oreja.

*Se queda a sus pies XD*

Permanecía casi quieta, hasta que empezó a estirarse y contuve un respigo, manteniendo mi sonrisa. Cuando me vio, me acarició la cabeza, me abrazó y me dio un beso. Mi sonrisa se ensanchó más, si cabe, y cuando se separó me levanté con cuidado de no pisar las plumas esparcidas por el suelo y me acerqué a ella, para abrazar su cintura con una leve risa.

- ¡Hola! -saludé, contenta, alzando la cabeza para mirarla.

Desvié la vista hacia la mesa, en la que había varios libros y hojas de apuntes. Me repasé los labios con el índice, con gesto pensativo. La última vez que alguien había conseguido de verdad sentarme a estudiar algo con éxito, yo tenía nueve años. Mis métodos de aprendizaje habían sido diferentes desde entonces, y a mi parecer mucho más divertidos.

Reí levemente de nuevo, casi con vergüenza, al escuchar cómo me llamaba. Eso me recordo que hacía mucho que no veía a Aren; muchísimo. ¿Dónde se habría metido?

Una nueva pregunta me devolvió al presente.

-¡Tú! -respondí sin dudarlo, con mucho ánimo, para darle luego un besito en el costado.

La solté por fin y volví a mis plumas, intentando imitar con algunas de ellas la disposición de los objetos sobre la mesa. Mi mirada iba y venía a toda velocidad entre ella, la mesa y las plumas.

-¿Qué estás haciendo? -pregunté con voz inocente en un momento en que mi mirada se posó en ella.

Asentí, escuchándola mientras continuaba con mi actividad. Terminé rápidamente la mesa, y comencé a ampliar el dibujo a la disposición de la habitación.

-La medicina es complicada -comenté con tono de advertencia, aunque realmente no tenía ni idea-. ¿Vas a aprender a amputar piernas? A veces se rompen y se hacen trizas y ¡zas! -golpeé el suelo con una mano, con un gesto dramático-. Y luego ya no se puede hacer nada. Pero hay gente con magia que sabe curarlo. Y con pócimas. Estoy haciendo un dibujo. ¿Vas a preparar pócimas secretas? A veces parece que curan y luego son venenosas y malas. La gente no lo sabe, pero las piedras también curan. Eso me lo enseñó Sodeth. Era aún más pálido que tú.

Parloteaba sin descanso, pero poco a poco mi voz se extinguió y me concentré más en mi tarea. Sodeth no se dice.

Seguí asintiendo, con una leve sonrisa, pensando que al chiquillo le gustaría ver esas prácticas. Entonces recordé mi último encuentro con él y fruncí el ceño durante un segundo. No tardé en volver a relajarme de nuevo. Tomé de mi bolsillo una piedra blanca y la coloqué sobre una de las plumas, representándola a ella. Un pequeño ónice me representaba a mí.

-Esa eres tú -señalé la piedra-. Aunque en la versión grande eres más guapa.

Me levanté un momento, mirando a mi alrededor en busca de detalles que faltasen, y me volví a sentar a variar leves matices.

-¿Por qué aprendes medicina? -le pregunté.

Cavilaba acerca de mis capacidades. A mí me gustaban las piedras.

Di los últimos toques a mi obra. No era perfecta, pero prefería no retocarla más. Como estaba, estaba bien. Volví entonces a sentarme y me abracé las rodillas, escuchándola. Mientras, me acariciaba los labios con el dedo.

-¿Ayudar no era bueno? -pregunté, como quien pregunta la ortografía de una palabra-. Mucha gente no quiere ayuda. Pero a veces ayudar a otro es ayudarse a uno mismo. Los problemas graves son los más difíciles de admitir.

Me incliné hacia delante, apoyando las rodillas en el suelo y comencé a recoger las plumas, una a una, comenzando a hacer pequeños montoncitos con ellas.