Sala común

Las palabras de la flamma animaron al caeruleus indicando que su técnica, como las otras veces, había sido la correcta. Continuó acelerando sus movimientos cada vez más sin apenas ser consciente de su respiración. Pero no iba a dar un final tan simple, no en un encuentro con Aren Ferenc Darvenwish.

En un alarde de fuerza y control, agarró con determinación el cuerpo de la flamma ya la hizo erguirse hasta quedar sentada sobre él sin llegar romper aquel momento. Una vez en aquella nueva posición, el líder podía mover a su antojo el cuerpo de la flamma al tiempo que el trabajo de su cadera se veía algo más reducido. Con cada vez más entusiasmo, furia y pasión, el roce comenzó a llegar a su efecto propicio y Aren agarró con fuerza la espalda de Cynara. En un último empujón en el que apretó la mandíbula sintiendo como, aquello que acumulaba, se liberaba dentro de la joven a la que pondría en anillo dentro de unos meses.

El placer lo desbordó y su respiración trató de moderarse mientras aún no se despegaba de la chica a la que había quedado agarrado después de aquel momento álgido.

Mi cuerpo estaba ardiendo cuando Aren me irguió y sentó, aún manteniendo el "ritmo". Fue entonces cuando empezó a acelerar cada vez más y más rápido. No pude evitar soltar los gemidos que solté, ya que el placer que sentía era inmenso.
Apreté la mandíbula con todas mis fuerzas y fue ese momento en el que sentí como "algo" regaba mi interior.
Todo había acabado, y aún así mi rubor continuaba siendo visible.

Me levanté mirando a Aren y me puse su camisa, para después apoyarme encima de él.

- Ha estado muy bien - le susurré al oído con una sonrisa pícara con los calores añadidos.

ÉL me acarició el pelo y mostró una sonrisa de satisfacción. Nadie tuve que decir nada para que los dos nos quedásemos dormidos sobre el sofá, otra vez.

*Nos dormimos*

El líder Darvenwish durmió durante algunas horas hasta que su escaso sopor no pudo continuar y se pasó parte de la noche jugueteando con los mechones de la flmma, mirando por la ventana que coincidía en frente o tratando de estirar los músculos para que no se le entumeciesen demasiado. Nuevamente no se levantó a pesar de su poco sueño, la situación llegaba a divertirle en parte, pues podía tener una paciencia mayor que la vida media de un árbol.

Entonces, en medio del silencio reinante se escuchó el ligero chirriar de la puerta de la sala. Había olvidado que estaban en la planta baja, de libre acceso para todo el mundo. Si entrase algún jefe podría incluso jactarse, pero que los guerreros topasen con aquella escena podría restarles respeto a ambos.

Alzó la vista y se topó con la mirada de la chica Chrysos, con lo que esbozó una sonrisa y estiró el cuello.
-Que entrometida... -Comentó en un tono más bien bajo.

Entro en la sala, aunque apenas me introduzco en ella un par de pasos, y no me sorprende ver al líder caeruleus mirarme. De hecho, me hubiera decepcionado de ser tan fácil de encontrar con la guardia baja.

- ¿Entrometida? - pregunto, inocentemente-. Yo simplemente estaba recorriendo el palacio. ¿Es esta una zona en la que no deba estar?

El líder Darvenwish amplió su sonrisa y movió un poco las hombros, estirándose y suspirando antes de responder.

-Depende del momento -. Respondió a la chica. Puso los brazos detrás de la cabeza y continuó. -¿Y qué tal el recorrido? -Preguntó como si empezasen una conversación de café.

Lo miro unos instantes, sin sonreír, aunque me encuentro notablemente más tranquila que durante nuestra última conversación.

- No demasiado entretenido -respondo con simpleza-. ¿Y vuestra noche? ¿Habéis descansado bien, señor?

Procuro utilizar un tono respetuoso, aunque las preguntas no lo sean.

El caeruleus soltó una risa ronca y perdió la mirada de la chrysos unos instantes. Decidió que prefería continuar la conversación en pie y apartó un poco a Cynara para dejarla descansar sobre el sofá. Se sentó durante unos segundos y se adecentó el pelo antes de levantarse. Recordó que la flamma se había puesto su camisa antes de dormirse, con lo que se acercó a Alehyss tal como se había despertado y se apoyó con una mano en una de las butacas que había en la sala, dejando que su peso descansase sobre una de sus caderas.

-Sigues siendo demasiado atrevida. Quizá por eso no te importó que te vigilase en los baños... -Comentó con cierto cinismo ante las preguntas de la chrysos para luego sisear.

Lo observo tranquilamente mientras se levanta. También me fijo en la mujer que dormía con él: una pelirroja de entre 18 y 24 años. Viste su camisa. Me pregunto si será diversión, pues, por su rostro, no parece algo que se haya tomado muy en serio, pero tratándose de él no puedo estar segura de qué piensa o planea.

Hace alusión al episodio de los baños. Me mantengo firme, aunque en aquel momento la situación había estado a punto de superarme.

- ¿Atrevida? Yo no diría eso... -. Dirijo una mirada premeditada a la mujer que duerme en el sofá-. Tampoco creo que mi cuerpo fuera, ni de lejos, el primero que contemplaba.

En nuestro último encuentro había mostrado bastante debilidad y él había logrado perturbarme. Ahora, sin embargo, no pensaba ponérselo tan fácil.

El líder dibujó una sonrisa socarrona y levantó un poco la cabeza mostrando altivez. Luego dejó de apoyarse y se irguió por completo frente a la chrysos, haciendo más patente la diferencia de altura entre ambos.

-No pareces tan ilusa. Sin embargo, sí que eres algo entrometida -. Rodeó a la chica, manteniendo su mirada hasta que el ángulo lo impidió y, estando a su espalda, continuó. -Aunque, helándote en la oscuridad no sé si harás bien tu trabajo -. Comentó con voz dulce a modo de pequeño ataque.

Dejo que se cruce conmigo sin dirigir mi mirada hacia él, mientras habla. Sus palabras me hacen volverme, mientras mis ojos chispean un segundo, iluminándose un instante y volviendo luego a su color normal, opaco.

- La oscuridad no es un problema para mí -respondo-. No es peligrosa. Lo peligroso es lo que en ella puede llegar a esconderse.

Espero su mirada con los ojos en alto, desafiantes, pero controlando mis palabras para que no se excedan. Realmente parece ser capaz de hacer cosas poco agradables a aquellos que se propasen con él.

En cuanto la chrysos apagó el brillo de sus ojos, el líder llevó una rápida mano a su cuello haciendo una ligera presión para luego concentrar parte de su magia en los suyos propios y hacer que estos destellasen de púrpura.

-No te sobrepases si no quieres que lo sea -. Apretó ligeramente el cuello de la muchacha y luego la soltó dedicando una suave caricia al cuello que había estado apretando.

-Alehyss, no hay roca que no acabe cediendo -. Comentó con voz suave, acariciando la mejilla de la chica antes de retirar por completo su mano.

Me mantengo inmóvil mientras espero a que me suelte. No hago mueca alguna. Es la única forma de evitar que me hiera sin bajar la cabeza.

Siento la mano abandonar mi piel con una caricia y bajo la cabeza ligeramente, recuperando la postura normal de esta.

¿Cediendo?

- ¿Para qué quiere que ceda, señor? -. Recupero un tono, aparentemente inofensivo, aún sabiendo que esto puede enfadarlo. Por alguna razón, desde que Jager vino a mi encuentro mi humor ha empeorado bastante. Casi hasta deseo encontrarme con el flamma esquizofrénico para deshacerme de un poco de estrés.

El líder caeruleus amplió su sonrisa y miró al sofá por un instante. La chrysos sonaba inflexible, como aparentaba el día que la había conocido, con lo que la testarudez del caeruleus se acrecentó. Al fin y al cabo la caída siempre sonaba mejor cuanto más alto estuviese el oponente.
La miró de arriba a abajo sin perder la sonrisa y luego volvió a moverse a su alrededor. Los pastores guiaban a sus ovejas rodeándolas y acorralándolas hasta el redil.

-Alehyss Lester... Mi buena Alehyss... Sé que sabrás portarte como es debido en cuanto sea necesario. Sé que no nos defraudarías -. En cuanto pasó por su lateral, extendió un brazo para pasar la mano por su cintura mientras continuaba rodeándola y luego volvió a retirarlo. En cuanto iba a aparecer nuevamente frente a ella llegando por su derecha, desapareció al instante y apareció sentado en el sofá de su izquierda. -¿Que ha hecho la vida de ti para esa frialdad? -Comentó, burlesco.

Me mantengo rígida mientras se pasea a mi alrededor. Puede que me haya excedido tentando al jefe caeruleus -el mal humor no justificaba una actitud tan temeraria-, pero sigo sin estar de humor para bajarme los humos a mí misma. Cuando desaparece ni siquiera me esfuerzo en buscarlo con la mirada.

En cuanto hace su última pregunta, clavo mi vista en él, girando solo el cuello, y me permito el guardar silencio.

Tras el prolongado silencio de la chica, el líder dedicó una mirada al sofá donde se encontraba la líder flamma por si se despertaba debido a su magia, pero no fue así. Sonrió y volvió a levantarse, al menos la chica iba volviendo a su lugar y realmente no le interesaba en absoluto la vida de una chrysos cualquiera.

Pero su actitud y el trabajo que le esperaba después mantenían sus ganas de divertirse un rato y volvió a acercarse.

-Chrysantae -.Mencionó con una sonrisa para llamar la atención de la chrysos. -Aunque no emplees mucho tu magia tienes que saber usarlo. Vamos, haz que uno estalle en mi pecho. Sé que lo estás deseando -Ordenó con cierta malicia, escudriñando los ojos opacos de la chica.

Sostengo su mirada sin variar la expresión de mi rostro (la no expresión, más bien). Me sorprende su petición; tanto que, inconscientemente, enarco una ceja. ¿Que le ataque? Si planea obtener una excusa para castigarme no se lo iba a poner tan fácil.

Observo primero su pecho y luego a él.

- ¿Es una orden, señor? -. Trato de ver alguna reacción en sus ojos a su respuesta, aunque me resulta bastante difícil leerlos-. Porque no veo ninguna razón por la cual debiera atacarle.

Sostengo su mirada. Dudo seriamente que mi ataque llegara a hacerle algo, pero todas precauciones son pocas si se habla de Aren Darvenwish, jefe caeruleus.

El líder entornó los ojos y bajó el tono de su voz dándole cierta severidad.

-Por supuesto que es una orden -.Sentenció para luego elevar ligeramente la cabeza. -No pienses que voy a tomar represalias en cuanto me ataques, soy un hombre consecuente -.Comentó con una sonrisa que enseñaba sus dientes.

Aprieto la mandíbula, tensa. Dedico una mirada a la mujer que duerme. ¿Y si se despierta y...? Niego mentalmente. Una orden es una orden.

- Sí, señor... -murmuro, y asiento.

Coloco las manos sobre su pecho procurando no pensar en ello. Respiro hondo y susurro.

- Chrysantae.

Mi magia no es demasiado poderosa. Si pretende jactarse, podrá hacerlo. Si pretende tomar represalias, podrá hacerlo.

Podría aplastarme sin más si quisiese.

Por eso simplemente lo miro fijamente, sin torcer el gesto, sin suplicar, para, de alguna forma sentir que, aunque mi magia no lo sea, mi carácter sí es fuerte.

Un gesto de satisfacción se presenció en la cara del caeruleus en cuanto la chica acató su orden. Al fin y al cabo era lo suficientemente lista como para rebajar un poco su orgullo. Si tal furia se le hubiese presentado de otra forma, seguramente la chrysos habría sido la siguiente en la enfermería. Y entonces Jill se pondría como una loca y se lo tomaría como algo personal y... Menudo dolor de cabeza le estaba ahorrando la mujercita.

En cuanto las manos de la chrysos se apoyaron en su pecho, el líder tomó aire profundamente, más que nada para hacerse sentir en las yemas de la guerrera. En cuanto el hechizo impactó contra su cuerpo, sintió un correteo que comenzó en su pecho y se distribuyó hacia todas partes, inundándolo con un cierta molestia y un escalofrío que lo hizo soltar el aire debido a la contracción de sus músculos.

-Perfecto -Comentó con tono maleficiente, sin desvelar cual era el oscuro propósito de su orden, porque, tratándose del líder caeruleus, propósitos como aquel solo podían ser oscuros. Miró a Cynara y comprobó que seguía durmiendo, aunque por un momento le entró curiosidad por cómo reaccionaría frente a la presencia de la chrysos tocando el pecho que la había cubierto aquella noche.

-Ya queda menos, querida chrysos. Pronto conseguirás canalizar toda tu rabia hacia a mí -.Comentó sin mirarla, pues se había dado la vuelta para recoger su chaleco y su chaqueta. Luego desapareció y se presenció nuevamente detrás de la muchacha. Sabía que si lo hacía constantemente acabaría perdiendo todo su efecto, pero al ser la forma en que se habían encontrado la primera vez, le resultaba muy oportuno. Su olor era intenso debido a aquella noche, ese olor particular que se queda impregnado después de un encuentro amoroso.

-Nos volveremos a encontrar -.Apartó su pelo, aspiró su fragancia con dulzura y se despidió con un corto beso al comienzo de su cuello para desaparecer definitivamente. Debía ir a labarse y cambiarse antes de que alguien más lo viese con aquella presencia.

*Desaparece*

Tras realizar mi hechizo, sí bajo la vista al suelo. No estoy segura de con qué propósito me ha hecho hacer esto, aunque no puedo evitar barajar diferentes posibilidades.

De nuevo, siento cierto nerviosismo en la boca del estómago. Ha logrado, una vez más, resquebrajar mi barrera y penetrar un poco en ella, turbándome. ¿Cómo mostrarse fuerte ante alguien que podría acabar contigo tan fácilmente?

Por mucho que lo repita, no deseo canalizar mi rabia hacia él. No sería capaz de hacerlo. Hasta la fecha la razón me ha guiado más y mejor que los impulsos y, supongo, podría decir que estoy viva gracias a eso.

"Nos volveremos a encontrar."

Aprieto el puño derecho hasta sentir las uñas clavarse en la palma.

- Hasta pronto entonces... -respondo bajo.

En cuanto se va lanzo una mirada a la mujer que duerme. No se ha despertado. La observo detenidamente unos segundos y luego salgo, utilizando la puerta.

*se va*

Escuchaba palabras sin mucho sentido, ya que el sueño me podía. Me levanté cuando una chica de cabellos oscuros se abandonó la habitación.

Tenía puesta la camisa de Aren, la cual despedía una fragancia muy alentadora y agradable. Observé mi "yukata" sobre el sofá y sin pensármelo dos veces me lo puse -quitándome antes la camisa-.

Observé por última vez y me quedé pensativa sobre lo que había ocurrido.

*Se va*

entré en la sala común y dejé a Tristán en mi hombro mientras me fumaba un cigarro, la verdad esque estaba muy comodo... solo me faltaba un poco de conversación.


*se queda*

Entré en la sala común. Me aburría, y como allí ya me había encontrado a Rick, ¿por qué no entrar? Seguramente había alguien tan genial y divertido como el simpático Flamma.
No me equivoqué, entré y me encontré con un chico rubio.

- ¡¡¡TÚ!!! - Grité señalándolo, realmente lo que me ocurría es que había visto a alguien nuevo - ¡Sé mi amigo! - Ordené con una sonrisa de oreja a oreja.

Me acerqué corriendo -lo máximo que pude entre tanto mueble- y me presenté inclinándome.

- ¡Mi nombre es Cero Rein! - Exclamé -. ¡Y soy uno de los mejores magos claritas de toda la historia!

Escuché una voz estridente que me sobresaltó e hizo que Tristán volase despavorido a mi regazo, alzé la vista y vi a un chico c¡la mar de contento.

-Por supuesto que seré tu amigo!- dije- me llamo Silvanus Kettleburn, y este es Tristán... De verdad haces magia? Yo slo puedo utilizar el hechizo Acuaerum... y a veces me queda un poco flojo...

Le ofrecí asiento a mi lado, mientras apartaba unos cojines. Tristán temblaba y bufaba: no le gusta la gente nueva.

Parecía algo sorprendido porque hiciera magia. realmente yo también sabía sólo un hechizo, ¡pero eso no significaba que fuera de las personas a las que mejor le salían!

Me senté a su lado como él ofreció y antes de que pudiera hacer nada más lo vi, vi un dragón apoyado en su regazo.

- ¡AHHHH! - Exclamé con la boca abierta y los ojos llenos de un brillo inexplicable -. ¡QUE GUAYYYYYY! ¡¡¡¿¿¿PUEDO TOCARLO???!!! - Juraría que mis gritos se oían por todo el castillo, pero no me importaba con tal de poder coger, tocar y acariciar a aquel bichito tan genial.