Sala común

Lyam alzó las cejas, sorprendido. No se había imaginado que el protagonista de su poema fuese Rick Dehnel ni, mucho menos, que este versase sobre la lucha del flamma por recuperar su honra. Recordó, de pronto, aquel día en el prado y pensó que, tal vez, el flamma había acabado enfermando por fingir ser mendigo. Aquello entraba, sin duda, dentro de la clase de tonterías que Rick Dehnel hacía. Lyam frunció el ceño. Aquella farsa le parecía estúpida.

—Suerte con ello —murmuró, mirando al claritas de reojo.

El chrysos se pasó una mano por la cara. Recordar la situación del flamma había hecho que se acordase de cómo había seguido aquel encuentro. Chasqueó la lengua. ¿Seguiría la chrysos enfadada? Suspiró. Aquel día ni tan siquiera quiso insultarla; aunque lo pareciese, y por ofensivo que hubiese sonado el comentario, nunca quiso insultarla.

Volvió a observar al claritas cuando este habló. Sonrió.

—Entiendo. Suerte con eso también.

Se preguntaba quién le había pedido al claritas semejante encargo, pero, evidentemente, no lo dijo. El claritas no le había respondido antes y, si volvía a preguntar, quedaría como un fisgón. No podía negar, no obstante, que aquello le llamaba la atención: era, de alguna forma, curioso.

Se despidió del claritas con un gesto de cabeza y con un simple "hasta otra". Cuando se fue, el chrysos apoyó la cabeza en el respaldo y suspiró, cansado. Extrajo la carta del bolsillo donde la había escondido y la releyó. Luego se puso en pie y la arrojó al fuego de la chimenea. Observó cómo se deshacía y, después, abandonó la sala común.

*se va*

fdr. sí, me he inventado que la chimenea estaba encendida porque hace frío y porque puedo.

Llevo un buen rato sentada en uno de los cómodos sillones que hay en este lugar, pensativa, con la mirada perdida y sin saber bien por qué lugares divaga mi mente. A veces parece que lo tengo: una idea genial, una lógica conclusión a un profundo devenir... Pero, finalmente, cuando trato de apropiarme de ella, se escurre entre el resto de mis pensamientos y, burlona, se aleja de mí.

No sé que me pasa, pienso al fin. Llevo un tiempo melancólica... No, no es la palabra... Ni distraída. Pero es algo que afecta al ánimo, lo altera, y no me siento completamente yo.
Me siento débil, de apariencia, y un poco alejada de la realidad.

Gruño, incómoda.

Aún por encima esa lluvia incesante. No deja de sonar, en todas partes, allá donde voy.
No me gusta nada la lluvia.

*se queda*

El chrysos avanzaba por los pasillos con pergaminos y material de escritura. Cuando se había despertado, había pensado que sería buena idea ir finalmente a explorar la cueva, pero la lluvia le había hecho posponer la exploración. En su lugar, decidió escribir la carta que debía (cuanto antes se lo quitase de encima, mejor).

Giró al final de uno de los pasillos y avanzó por él hasta llegar a la entrada de la sala común. Le gustaba aquel sitio. Le parecía tranquilo, agradable y mucho menos asfixiante que, por ejemplo, la biblioteca. Tal vez por eso siempre que tenía que leer o escribir solía ir ahí.

Nada más entrar por la puerta, alzó las cejas: Alehyss Lester, la chrysos, estaba sentada en uno de los sillones, absorta (o, al menos, eso le pareció a él). Lyam la observó durante unos segundos, planteándose si debería saludarla o si sería mejor que se fuese sin decir palabra. Recordaba que la última vez que se vieron había saludado para nada.

Chasqueó la lengua.

—Hola

Mis ojos se vuelven inmediatamente hacia el chrysos, examinándolo rápidamente. Lleva material de escritura en las manos. Eso me hace enarcar una ceja.

Respondo monótonamente a su saludo, con tono monocorde. No estoy exactamente de mal humor, pero agradecía el silencio que habitaba en la sala cuando no estábamos más que yo y mis pensamientos.

-Buenas tardes.

Me aparto un mechón de pelo del flequillo del ojo derecho sin decir nada más.

El chrysos arqueó las cejas y asintió. Buenas tardes sonaba, sin ningún tipo de duda, muchísimo mejor que esfúmate. Se preguntó si se le había pasado el enfado. No afirmaría que sí, pero al menos no parecía que sintiese un odio profundo hacía él. O al menos no lo parecía comparándolo con la última vez que se vieron.

—Yo no diría que buenas tardes sea el saludo más indicado para un día como hoy —dijo, con la vista clavada en una de las ventanas, observando la lluvia que caía. Luego miró a ambos lados y, después, se adentró en la sala. Dejó el material de escritura en la mesa y se sentó en el sofá.

—¿Qué... tal? —inquirió.

Tengo la vista clavada en el techo. No la aparto cuando le respondo.

-Si tuviera que saludar en función del tiempo ya nunca más serían buenas tardes -gruño.

Aunque tiene razón. No es la mejor tarde de mi vida. Simplemente, saludar con "tardes" es algo que no está socialmente aceptado como correcto, por lo que se tiende a poner el "buenas" delante independientemente de la tarde que sea.

-Normal -añado a su pregunta, sin decir nada más.

Torció una sonrisa y miró de reojo a la chica.

—Era una broma. Un chiste. Uno sin gracia, mejor dicho.

Chasqueó la lengua. Luego volvió la mirada a la mesa y observó los pergaminos. Ahora que se había encontrado con la chrysos, y que había tomado asiento en el sofá, no iba a escribir.

—¿Sólo normal? —Volvió a mirar a la chrysos—. Qué... Aburrido, supongo.

Lo miro fijamente a los ojos, seria por completo.

-Lo sé.

Sé lo que es un chiste. Incluso cuando no tiene gracia y podría no parecerlo. No soy muy dada a contarlos ni a disfrutar escuchándolos, pero conozco de su existencia.

Regreso mi mirada serena al techo y contengo un suspiro.

-Es aburrido o "normal". Según lo quieras ver.

Arqueó las cejas.

—No lo parecía.

Apartó la mirada y contempló la chimenea durante unos segundos. Luego apoyó la cabeza en el respaldo del sofá y observó el techo sin demasiado interés. Suspiró. Cuando la chica volvió a hablar, la miró. Asintió.

—Me quedaré con normal. —Alzó la vista al techo—. El mío, por su parte, ha sido realmente aburrido.

Habla de que él ha tenido un día aburrido.

Lo miro de reojo, completamente seria, aunque en mi mente me permito utilizar esa cara para hacer un pequeño chiste. Aunque, claro, dicho con total seriedad, tanto en el rostro como en el tono y la voz, cualquiera dudaría entre broma o sinceridad.

-¿Y eso es normal? -inquiero, seria.

Quizás los días siempre le provoquen hastío, o quizás este en concreto.

Observo de nuevo su material de escritura. ¿Quizás iba a escribir una carta? Eso me hace pensar momentáneamente en Corbin, el claritas.

Frunció el ceño, pensativo. Pese a que lo que sí era normal últimamente era el hastío que tenía, no creía que el aburrimiento fuese una constante en su día a día. De hecho, la semana pasada había conocido a alguien a quien no conocía y había tenido una discusión, y ambos sucesos habían sido bastante entretenidos.

Miró a la chica.

—Nah... —Sonrió—. Normalmente no me aburro demasiado. A veces sí, claro, pero no diría que es algo normal. —Se encogió de hombros—. Aunque no puedo decir que estas últimas semanas hayan sido fantásticas, sí que he hecho cosas interesantes. Así que no, no creo que sea normal.

Asiento, distraída, analizando mentalmente mis últimas semanas. No he hecho gran cosa, pero a su manera también han sido intensas.
Cabe destacar que, al menos para mí, sí que abundan los momentos de aburrimiento o parones en los que hay que llenar el tiempo con tareas secundarias que más que utilidad profesional sirven para que las horas avancen con mayor agilidad.

-Escribe tu carta -le digo-. No te preocupes por mí.

De alguna forma, siento que lo estoy poniendo a prueba. Tengo cierta curiosidad por saber a quién o qué estará escribiendo.

Frunció el ceño y clavó sus ojos en los de la chica.

—Prefiero hablar contigo que escribir cartas —respondió, serio. Luego esbozó una sonrisa. Aquello era cierto: pese a que llevaba días sin querer hablar con nadie, ahora mismo prefería hablar con la chrysos que escribir la carta. Además, tenía por costumbre no escribir delante de la gente.

—Además, ni tan siquiera sé qué escribir. —Ensanchó la sonrisa—. Pensé que sabría qué quería escribir, pero resulta que no tengo ni idea de qué contar. —Se encogió de hombros. Después, suspiró—. Pero si te aburro, puedo irme.

La repentina amabilidad, casi aduladora, del chrysos no me agrada demasiado. A causa de las sucesivas lluvias, mi humor no es muy bueno, y tampoco tengo especiales ganas de bajar la guardia junto a él, pero tampoco puedo andarme con niñerías y estar enfadada, sin dirigirle la palabra, para siempre, como una inmadura.

-No tienes que irte -le respondo-. Tienes tanto derecho como yo a estar aquí, y tu presencia no me resulta especialmente irritante.

Tampoco doy palmas, que lo entienda. Pero lo prefiero a, por ejemplo, el líder Darvenwish.

Miró a la chica.

—¿Mi presencia no te resulta especialmente irritante? —Rió—. No sé muy bien cómo tomármelo, la verdad.

Realmente le alegraba que su presencia no le molestase. Comparándolo con la última vez que se habían visto, era todo un avance. Y por lo que veía, cada vez estaba más convencido de que la chica no estaba enfadada. Y eso, sin duda, era un alivio.

—Supongo que me lo tomaré como algo bueno, pero es como decir que sí, que eres irritante, pero tampoco tanto. —Frunció el ceño—. O como decirle a alguien "no me caes especialmente mal, pero tampoco especialmente bien". —Se pasó una mano por el pelo—. Vamos, que no es algo demasiado alentador.

Sonrió de nuevo.

Bajo la vista a mis manos, sin interés por él. Me estoy permitiendo ser bastante borde, pero no por ello gratuitamente. Sí que me incomoda un poco, me "irrita" un poco ahora mismo, pero no más de lo que me irritaría algún otro.

-Eres más irritante si razonas tanto en voz alta -comento tan tranquila que podría estar hablando del mal tiempo o de algún deporte y el tono sería prácticamente el mismo

No se lo echo en cara, pero tampoco tengo especial interés por una conversación profunda, y menos aún por una conversación en la que se debate cómo de irritante es la persona que habla conmigo. Si es irritante, debería molestar menos, y si no lo es, no debería mencionarlo. Si lo es un poco, mejor que cambie de tema antes de que lo sea más.

Suspiro suavemente.

FdR- Frialdad XD

Suspiró.

—Tan fría como de costumbre—murmuró, más para sí que para ella. Luego esbozó una sonrisa y desvió la mirada. Observó la ventana: fuera seguía lloviendo, aunque menos que otras veces. El chrysos se preguntó cuánto duraría el mal tiempo. Esperaba que no demasiado, pero ¿quién sabía? Pese a que no recordaba que el año pasado lloviese tanto, ni que en el Fulmen que él conocía hiciese tan mal tiempo, ¿cómo iba a saberlo? No obstante, que lloviese menos que ayer podía significar que pronto volvería el buen tiempo. Esperaba que sí. No le gustaba nada el mal tiempo.

Volvió a apoyar la cabeza en el respaldo del sofá. Miró de reojo a la chrysos, pero no dijo nada.

En respuesta a su comentario, simplemente me encojo de hombros. No creo que dijese eso si hubiese sido ayer Gerlad, o Corbin el otro día, o... Sin embargo, siendo él, es normal que lo diga.
Y mejor, pues si me conoce como fría, me conoce como fuerte. A saber qué imagen tendrán de mí en sus mentes los otros dos, errada, causada por mi antinatural comportamiento de los últimos tiempos con todo varón desconocido que me cruzo.

Me estiro y me acomodo nuevamente en el sillón, buscando una posición más confortable.
Siento que debería dormir, pero no tengo especial sueño.

La observó en silencio durante unos segundos, contemplando cómo se acomodaba en el sofá. Luego apartó la vista. Permaneció unos segundos más callado, pensando qué podía decir (no era muy amigo del silencio cuando estaba con alguien).

—Y... ¿Cómo te han ido estas semanas...? ¿Normales como el día de hoy o...?

Recordaba que el líder caeruleus le había dicho que la chica había estado ausente. Pese a que sentía curiosidad por saber dónde había estado, el chrysos pensó que preguntarselo no sería buena idea. Por un lado, porque quedaría como un cotilla, y por otro lado, porque estaba casi convencido de que la chica no le respondería.

Lo miro de reojo. Su pregunta requiere una respuesta adecuada. Cuando Alehyss Lester no está de humor no responde bordemente, simplemente responde seca. Y esta vez, por ejemplo, decido decirle la verdad.

-He interactuado con un par de tipos interesantes.

Miro de nuevo al frente, como si me intrigase el color de la pared, aunque mis ojos no prestan atención a nada en concreto, sino que se mantienen atentos a todo en general.

-Ayer, por ejemplo, conocí a un nuevo bastane interesante. Se llama Gerald.

Pronuncio su nombre con cierto deleite. He de admitir que el chrysos me cayó bien. Y además siempre tuve un sádico gusto por la frialdad y la crueldad femeninas.

Alzó las cejas. Se preguntó si conocía a aquellos tipos con los que la chica había hablado o si, por el contrario, eran completos desconocidos. ¿Serían nuevos guerreros o veteranos?

—Eso es interesante —dijo, mirando a la chica, que parecía concentrada observando la pared. Cuando volvió a hablar, el chrysos frunció ligeramente el ceño. No conocía a ese tal interesante Gerald.

—Ah... —murmuró, seco. Luego parpadeó y añadió—. No le conozco.

Dirijo una mirada inocente al chrysos.

-Es alto -digo, elevando la diestra para hacer ver cuánto mide, aunque desde mi posición la altura no queda más que en metáfora, pues no alcanzo la medida aproximada del chrysos-. Y atlético. Tiene el pelo rubio y un ojo de cada color.

Me recuesto de nuevo.

-No es difícil de reconocer. No hablamos demasiado, pero parece interesante.

Omito detalles, como que ha estado en el ejército, que bien pueden ser inútiles o valiosos. Mejor prevenir.

Arqueó las cejas y torció una sonrisa

—Un tipo peculiar, sin duda —respondió, mirando a la chrysos.

Mentalmente, anotó todos los datos que la chica le dio. Por lo que decía, no debía ser difícil de encontrar. Observó cómo la chica se recostaba en el sillón y la escuchó en silencio cuando volvió a hablar. Definitivamente, el tal Gerald no era difícil de reconocer. El chrysos se preguntó si tardaría demasiado en encontrarse con él o no.

—Interesante. —Sonrió—. No me suena de nada, así que imagino que será nuevo.

Desvió la vista a la ventana.

-Él me dijo que sí.

Me hago de rogar un instante, pero finalmente me desperezo y me levanto. Me estiro con descaro, alzando los brazos y notando cómo se desplazan los músculos de mi espalda, reaccionando al gesto.

-Creo que me voy ya a la cama -digo al chrysos-. Así, de paso, te dejo escribir tu carta.

Le he dado mucha información gratis. No puede quejarse.

-En fin, Lyam. Buenas noches.

Le dedico un breve gesto de despedida y abandono el lugar, saliendo a los pasillos.

*se va*

FdR- también yo me voy XD

Volvió a mirar a la chica. Asintió un par de veces.

—Interesante... —Sonrió—. A ver si me lo encuentro o algo.

Observó a la chrysos y, cuando se levantó, arqueó las cejas y ladeó la cabeza, apartándola del respaldo. Tras escuchar lo que decía, permaneció unos segundos en silencio. Luego asintió.

—Bi... Bien. Qué descanses.

Ensanchó la sonrisa. No tenía intención de escribir la carta. Por el contrario, sí que tenía interés por hablar con la chica, pero no lo dijo. En su lugar, esbozó una amplia sonrisa.

—Buenas noches.

Observó cómo abandonaba la sala y, cuando se fue, chasqueó la lengua. Volvió la vista a la mesa, donde todavía estaba el material de escritura, y suspiró. Definitivamente, no iba a escribir la carta. ¡Ni tan siquiera sabía qué poner y qué dejar de poner!

Tras permanecer un rato más en el lugar, observándolo sin demasiado interés, el chrysos recogió las cosas y se fue.

*se va*