Sala común

Hacía apenas media hora que un joven chrysos me había dado la carta. O, casi podría decirse, que se la había arrancado de las manos. Era raro porque aquel día no tocaba carta. A lo mejor era de Eralt. Aunque, bien pensado, eso no tenía mucho sentido...

Una vez hube llegado a la sala común, me acerqué a la chimenea. No hacía ya mucho frío, pero había pensado que si había alguna posibilidad de que un fuego estuviera encendido, aquel era mi sitio. Sin embargo, no encontré más que unas pobres brasas luchando por no apagarse, lo que me hizo componer un pequeño puchero.

Me arrodillé frente al fuego e hice girar el papel entre mis dedos, jugueteando, pero sin llegar a desdoblarlo, como sopesando mis posibilidades. Finalmente, me encogí de hombros y comencé mi trabajo.

Desgarré primero una esquinita, como con miedo a romper la parte del texto, y acerqué la mano a las brasas, pasándoles el papel por encima. Por suerte, no estaban del todo muertas, y al cabo de un rato, comenzaron a lamer el pequeño papel. Mi puchero se tornó en sonrisa.

Solté aquel trocito y, antes de que el papel dejara de arder y se consumiera, ya había cortado otro para ponerlo junto a él. En apenas un momento, la carta se tornó en trocitos y el fuego la engulló.

Me quedé un rato contemplando los restos, como extasiada, antes de levantarme. Qué intriga. ¿Qué sería lo que había en la carta? Me sacudí las manos. Un poco tarde para saberlo, me dije, satisfecha. Y, aún con mi sonrisa, eché a correr hacia la puerta.

*Se va*

FdR.: Sí, es Ayne. Espero que no tuvierais en mente cualquier otra opción, porque toda alternativa era impensable :3 De todas formas, aunque ella no sepa nunca lo que ponía, para quien tenga curiosidad por ver la "habilidad" de Rick para hacerse pasar por "Zachy", aquí os dejo su carta XD :

Spoiler:

Tras darme una buena ducha, llegué a la sala común con un pequeño libro entre las manos. Desde el suceso con aquellos mercenarios había empezado a entrenar un poco todos los días, y hoy no había sido una excepción. Aunque hacía mucho que no entrenaba, había logrado marcarme un horario de entrenamiento que, hasta ahora, estaba cumpliendo sin muchos problemas, aunque debía admitir que, de momento, los ejercicios no eran muy complicados.

Al entrar en la sala común, me encontré con una aether a la que no recordaba haber visto nunca. La chica estaba calcetando cerca de la ventana, sentada en uno de los sillones. Parecía concentrada. Tímidamente, me adentré en el lugar y tomé asiento, lejos de ella. No quería molestarla, pero tampoco quería irme de allí.

—Bu... Buenas tardes... —murmuré, mirándola. Luego abrí el libro y observé las primeras páginas sin llegar a leerlas.

Alcé la vista cuando escuché la voz de la aether y esbocé una sonrisa. Luego volví a observar las páginas, sin interés. No tenía ganas de molestarla, pero tampoco tenía ganas de irme ni de leer. Realmente, lo que quería era charlar con alguien. Hacía mucho que no hablaba con nadie. Además, la chica me despertaba curiosidad, más que nada porque no me sonaba haberla visto antes. Me preguntaba si sería nueva.

—Me... Me llamo Inger —murmuré, volviendo a mirarla. Luego esbocé una tímida sonrisa—. ¿Y... Tú? No pretendo molestarte ni nada, pero es que... Como no nos hemos visto antes, pues tenía curiosidad y, eh... —Me pasé una mano por la nuca y observé el suelo—. No hace falta que hables si no quieres...

Tragué saliva.

Sonreí tímidamente y volví a mirarla.

—Encantada...

Su nombre tampoco me sonaba, así que deduje que debía ser nueva. Llevaba en Brontë muchísimo tiempo y, aunque el otro día me había sorprendido al encontrarme con aquel chrysos, dudaba que hubiese muchos más veteranos a los que no conociese. Además, no recordaba haber oído su nombre antes.

Acepté su invitación y me senté en el sofá, que estaba más próximo a la ventana que el sillón en el que estaba. Sonreí. Como no parecía que le importase hablar (de hecho, eso mismo había dicho), decidí animarme a entablar conversación:

—Y, eh... ¿Qué tal...?

O al menos a intentar entablar conversación.

Alcé ligeramente las cejas, curiosa, y observé el paño tenía entre las manos. Era bonito, aunque yo nunca le regalaría algo así a mi madre. A mi madre aquellas cosas no le gustaban, aunque sí que le gustaban las flores. Fruncí levemente el ceño. Hacía bastante que no les enviaba ninguna carta a mis padres. No me había dado cuenta hasta ahora, pero sí que llevaba tiempo sin saber nada de ellos. Debería remediarlo.

—Es bonito —murmuré, señalando el paño con la cabeza—. Se... Seguro que a tu madre le... gusta.

Sonreí ampliamente. Realmente me parecía bonito y, si sabía calcetar, alguien debió enseñarle. Y ese alguien, pensé, debió haber sido su madre, así que seguro que le gustaba el regalo. Además, a todas las madres les gusta que sus hijos les regalen cosas, y mucho más si es algo hecho por ellos mismos. Antes, cuando era más pequeña, a mi madre siempre le sacaba una sonrisa cuando le daba algún dibujo, y suponía que eso no variaba por mucho que crecieses.

Me sonrojé levemente cuando la aether me dijo que olía muy bien. No me había esperado un comentario así...

—Gra.... Gracias... —murmuré—. Es... Acabo de salir de la ducha... Así que es normal y tal... —Sonreí—. Y, eh... Bueno. Yo también estoy bien... He estado entrenando y, eh... Ahora iba a leer. Pero, bueno, como nos hemos encontrado, pues... Leeré más tarde.

Me pasé una mano por la nuca.

Sonreí ampliamente y observé el libro que tenía sobre mi regazo.

—Es... un libro de cuentos. —Me llevé una mano al cuello—. Sé... Bueno, sé que no es muy... Serio, pero... Eh... A mí me gustan... —Suspiré—. Es lo que más leo... Eso y fantasía.

La miré de reojo y me encogí de hombros. Luego bajé la vista. Esperaba que no pensase que era una infantil por leer esa clase de cosas. Sabía que, en teoría, debería preocuparme por leer cosas más "adultas" (libros de estudio, de historia o cosas así), pero los cuentos me gustaban mucho. Me gustaban mucho más que el resto de las historias, por pueril que sonase.

Sorprendida por su respuesta, alcé las cejas y entreabrí los labios formando una pequeña o. No me había esperado que le gustase leer ese tipo de historias. Por algún motivo, pensé que leería estudios, libros historicos, o historias sin un ápice de fantasía. Durante unos segundos, pensé en Corbin. Me pregunté si ambos se conocerían. Por algún motivo, creía que al claritas le haría ilusión que hubiese alguien más en Palacio con esos gustos.

—Bueno... Piensa que los libros... Siempre estarán ahí... —murmuré, mirándola. Me encogí levemente de hombros—. Qui... Quiero decir. Los libros no se van a mover y, eh... Bueno, hay cosas más importantes... Así que deberías solucionarlas antes de leer... —Me pasé una mano por la nuca—. No creo que... Tengas motivos para avergonzarte ni nada...

Esbocé una pequeña sonrisa y bajé la vista al libro.

Asentí, sonriente. Luego observé la sala común en silencio, pensando qué podía decir. Nunca se me había dado muy bien sacar temas de conversación. Siempre que hablaba con alguien era el otro quien movía la conversación. Pero Fier no parecía muy dispuesta a preguntar nada, así que supuse que, si no quería que el silencio continuase, debía ser yo la que hablase.

Durante unos largos segundos, cavilé sobre qué podía preguntar, barajando diferentes opciones. Finalmente, me decanté por uno.

—Eh... ¿Conoces a mucha gente...? —inquirí, mirándola. Después sonreí—. Porque, eh... Creo que le caerías bien a Corbin... No sé si lo conoces... Y, eh, bueno, responde si quieres. No tienes por qué decirme a quién conoces ni... Nada.

Sonreí tímidamente.

Por unos momentos tengo silencio sobre la sala y eso me calma y beneficia. Me concentro, repaso que no tengo errores, me siento orgullosa de mi trabajo y me prometo a mi misma que lo terminaré hoy, todo ello antes de volver a oir la suave y casi desvanecida voz de la joven. Me pregunto cuantos años tendrá, aunque tan sólo es un reflejo que pasa brevísimo entre todo mi cauzal de pensamientos actual.

- ¿Mucha gente...? No sé cuánta es mucha para ti. Conozco a Jun, a Nagore, Massen, Ayne, Lyam, Cierzo, Rick, Zacharyas, Heylel, Lluvia, Gerald, Narbe... Y seguro que a alguno me estoy dejando en el tintero. También conozco a Corbin. Siempre que lo he visto estaba en la biblioteca, y creo que la última vez que coincidimos no le gustó mucho el arreglo floral que hice.- Me encojo de hombros, en parte es comprensible por su parte, pero tan sólo eran flores y estaban alejadas de los libros. Aún así no puedo evitar suspirar levemente, apenas sí respirando un poco más hondo de lo normal.- Bueno, y ahora también te conozco a ti. Es mucha gente, si lo comparamos con allá de donde vengo. Pero esto es un castillo.

FdR: a Fier le falta una mecedora y un gato en el regazo para ser una previejita nirvanísticamente feliz.

Alcé las cejas al escuchar la retahíla de nombres que dijo. Algunos me sonaban; otros, no. Durante unos segundos, me pregunté quiénes serían aquellos desconocidos, pero no tardé en olvidarme de aquello para concentrarme en dos cosas: la primera, conocía a Corbin; la segunda, ¡también conocía a Rick! Sonreí ampliamente. ¿Le caería bien?

—Corbin es muy majo... Seguro que no estaba molesto... —murmuré. Realmente no tenía ningún derecho para afirmar aquello, pero me dio igual—. ¡Y conoces a Rick! —Esbocé una amplia sonrisa—. Rick también es muy majo... Espero que os llevéis bien.

La miré. No me esperaba que los conociese a los dos.

Asentí, levemente ruborizada por su primer comentario. Pese a ello, no respondí, y en su lugar me limité a continuar escuchándola. Cuando terminó, la miré, curiosa. Me preguntaba qué clase de excentricidades tenía para que el hecho de que Rick la aceptase hiciese que lo tuviese en alta estima. A lo mejor eran cosas muy raras que poca gente aceptaba. Eso tendría sentido, pero la chica no parecía muy peculiar a primera vista.

—Lo conozco desde... hace dos años. —Fruncí levemente el ceño, pensativa—. Creo... Y, bueno... Lo conocí cuando llegué a Palacio. Básicamente se... Desmayó mientras... yo esperaba en el hall. —Me encogí de hombros. Aquel primer encuentro había sido muy raro. Y describirlo era aún más raro—. Al principio no conocía su nombre, pero luego ya sí... Y, eh... —Bajé la vista al libro, sonrojada— Bueno, eso... ¿Tú cómo lo conociste?

Sonreí.

Escuché lo que decía con atención, observándola mientras lo hacía. La historia, por algún motivo, no se me antojó especialmente extraña: Rick hacía cosas muy raras. Y estúpidas. Durante unos segundos, el recuerdo de lo ocurrido con los mercenarios pasó por mi mente. Aquella, sin duda, había sido una actuación estúpida; noble, pero estúpida. Recordé, entonces, que aún no había hablado con él. Ni con Corbin, ni tampoco con Heylel. Tenía que solucionarlo.

—Es muy... Peculiar —concendí. Sonreí—. Pero es muy bueno. —Bajé la vista al suelo y ensanché la sonrisa—. Aunque haga cosas muy tontas y sea un cabezota. —Suspiré—. Le... tengo aprecio —concluí. Tenía las mejillas levemente sonrojadas.

Fdr. "le tengo aprecio" ow yeah

Un joven del servicio me entregó una carta. Al leer en el sobre el remitente no pude ocultar una sonrisa. Tras dar las gracias al chico, vine aquí.
Una vez en la sala común, tomo asiento en un cómodo sillón y contemplo el lacre unos instantes. Finalmente, lo rompo, abriendo el sobre con delicadeza. Desdoblo el papel y lo examino por ambas caras, sin ver nada verdaderamente extraño. Comienzo la lectura.

"Excelentísima señora:"
Una sonrisa divertida acude a mis labios sin que pueda evitarlo. Niego para mí, inconscientemente. Luego prosigo.

"No he vuelto a saber nada sobre el asunto de la otra noche. No he encontrado a nadie que me diera más información al respecto, pero continúo alerta. Parece que, finalmente, lo más fácil será que me acabes informando tú al respecto, si es que has tenido más éxito que yo investigando."
Enarco una ceja, entretenida. Si no miente, parece que tendré que ser yo la que lo ponga un poco al día. Quizás ese encuentro sirva para sonsacarle algo de información a él, aunque solo sea su opinión al respecto.

"Por lo demás, nada ha cambiado demasiado. Sigo con mis lecturas, y estoy intentando perfeccionar mi entrenamiento. Parece que mis sentidos tienen aún mucho que desarrollar, teniendo en cuenta la facilidad con que me tumbó aquel hombre. No me gustaría que algo del estilo volviera a ocurrir."
Quizás fuese interesante entrenar un día con él. Cuando comimos juntos me ofreció uno de los posibles ataques que lanzaría contra mí en un hipotético combate, pero me gustaría comprobar en persona, cara a cara, su estilo de lucha.

"Espero tu respuesta, o verte por aquí en algún momento. Veremos qué se da antes."
Qué encantador.

"Un saludo,"

Escudriño el borrón que hay junto a su apellido. Desde el principio, no ha tenido un solo fallo. Sin embargo, ha cometido uno en su nombre. Difícil de creer. Aunque, al mismo tiempo, me extraña que me haya enviado la carta si trata de ocultar algo, pues la pista es demasiado obvia. A no ser que él desee que yo averigüe algo o que sea demasiado tonto.
Por otro lado, cabe la posibilidad de que solo sea una errata, pero me resulta difícil de creer.
Miro fijamente el borrón, tratando de encontrar algún trazo comprensible que me haga imaginar lo que hubo allí escrito.

*se queda*

Fuera llovía. Pese a que la lluvia no solía suponer ningún problema para mí, aquel día lo había pasado huyendo de ella, resguardada en el interior del palacio. Había leído un poquito por la mañana. Mis encuentros con Jun me habían recordado lo importante que era que aprendiera cuanto antes. Por la tarde, en cambio, había estado más desocupada. Hacía media hora, había recibido una carta, una que llevaba bastante tiempo esperando. Decidí ir a la sala común a leerla.

Al llegar, sin embargo, cambié de idea. Una figura examinaba un papel sentada en un sillón. Sonreí. Hacía mucho que no veía a Alehyss. Tenía curiosidad por el contenido de mi carta, pero eso podía esperar.

-Alehyss -llamé, desde la puerta.

Saludé con una mano, aún con mi sonrisa, y me acerqué, sentándome en un sofá a su lado.

Al oír mi nombre, alzo la vista, curiosa, y doy con Massen. Enseguida pliego la carta y la dejo sobre el sobre, encima de un reposabrazos del sillón. Esbozo una sonrisa y me pongo de pie, acercándome a ella. Al ver que se sienta, tomo la carta y el sobre y me acomodo a su lado.

-Buenas tardes -le digo, a modo de saludo.

La última vez que la vi fue en el fragor del combate, de forma que pudimos intercambiar pocas impresiones. Y, además, tras haber conocido a Nagore, creo que hay varias cosas que no me ha contado y que me gustaría tratar con ella.

-No te veía desde aquel día. ¿Cómo te ha ido?