Sala común

Edad : 28 Mensajes : 1436

Así que una familia numerosa, eh... Vaya. Eso podría explicar que sea tan seria, aunque también puede ser de nacimiento.

-La familia puede llegar a ser una pesadez -digo, pensando en mi madre. Ella siempre sabe cómo fastidiar-. Ánimo.

Luego me hace las típicas preguntas que se le hacen a los nuevos en todos lados. Cortesía, cortesía. Siempre cortesía.

-Pues algo aburrido, la verdad -. Agito la mano delante de la nariz, como si algo oliese mal-. Conocí a un piscis rarito, a una chica parvus loca y a un tipo chrysos algo chulo que era bastante majo, pero podría decir que la mayor parte del tiempo lo paso sola.

Suspiro. Sola en mi cumpleaños. Es la primera vez...
Tampoco me voy a poner toda cría imbécil. Pero a veces una se pone sensible por gilipolleces así.

Moderador Edad : 24 Mensajes : 2840

Me encogí de hombros ante su afirmación, aunque no negué sus palabras. El fin y al cabo, sí era cierto que muchos familiares llegaba a ser algo agobiante a veces...

-Sí, bueno -respondí-. Supongo que es difícil llevarse bien con todos. Pero estando todos tan lejos es difícil que llegue a ser molesto. Lo más que pueden hacer es esto -. Señalé las cartas.

Según decía, no parecía demasiado contenta con su estancia. De hecho, parecía muchísimo más animada el día de su llegada. Me pregunté si le habría pasado algo o si, simplemente, estaba decepcionada con lo que había encontrado. Y la segunda opción no me parecía demasiado buena...

En cuanto a la gente, no me dio nombres, y tal y como hablaba de aquellos con quien se había encontrado, preferí no pedírselos. Traté de reforzar mi sonrisa para infundirle ánimos.

-La verdad, si lo piensas, hay mucha gente curiosa por aquí... -reconocí-. Me he encontrado con unos cuantos. A veces la gente es un poco difícil de tratar... -No podía evitar pensar en Follow mientras hablaba. Acabé por encogerme de hombros-. Pero en fin, al final una se da cuenta de que son buena gente.

Edad : 28 Mensajes : 1436

Me encojo de hombros, suspirando. Claro que ella, que lleva aquí ya dos años, conocerá a toda la gente y sus puntos malos y buenos. Pero eso a mí no me dice nada.
Me froto la punta de la nariz con un dedo con gesto desinteresado, como si realmente me diese igual estar sola o no estarlo.

-Cuando me largué de casa creí que esto sería diferente. Llevo muy poco aquí, pero no me siento nada integrada. Y yo eso de pasar largas horas cavilando en soledad nunca lo llevé bien -. Le lanzo una mirada-. A lo mejor no he venido al sitio indicado, pero no puedo volver a casa sin más o me follarán viva.

De nuevo, pienso en mi madre. Estará preocupada, pero bajo esa preocupación solo puede haber ira infinita.

-Vaya mierda... -murmuro más bajo, para mí, suspirando sonoramente.

Moderador Edad : 24 Mensajes : 2840

Mi sonrisa acabó por borrarse cuando volvió a hablar. Desvié la mirada, incómoda. ¿Y qué pretendía arreglar quejándose? Yo tampoco que sentía integrada cuando llegué. Tenía trece años, Mithos. ¿Cómo iba a sentirme integrada? Incluso después de tanto tiempo, a veces...

Sacudí la cabeza y volví a mirarla, esta vez seria.

-Bueno, eso se arregla con el tiempo y con actitud -repuse-. Es difícil llegar y sentirse integrado. A todos nos cuesta. Busca algo que hacer. A alguien que te guste. No sé.

Anda, que no pasaba yo tiempo sola. Eso era algo que había que arreglar por uno mismo. Y, en cuanto a volver a casa... Por como hablaba, su situación no debía ser muy distinta a la mía.

-Yo, cuando me fui de Aqua, prometí que no volvería hasta que todos tuvieran que admitir que había hecho bien en irme. Y, de hecho, aún no he vuelto a casa desde que me fui. Estuve un año entero sin dar señales de vida, y no porque estuviera ocupadísima aquí, o porque Brontë fuera de lo más interesante. Pero una vez te vas, tienes que mantenerte un poco en tu decisión si quieres que salga adelante -. Desvié la vista-. Aunque no te sientas cómoda -murmuré, un poco más bajo.

También podías hacer como Jun; agachar la cabeza y volver a refugiarte en las faldas de mamá con cara de arrepentimiento. Pero, para mí, eso nunca había sido una opción.

FdR.: Massen y sus lecciones sobre la vida XDD

Edad : 28 Mensajes : 1436

La escucho hablar con calma, sin mirarla a veces, pero prestándole atención. Suena como una vieja, pero no lo es. Quizás pueda aprovecharme de su edad para algo... Al fin y al cabo, no puede haber mucha gente más joven que ella.

-¿Tienes algún amigo que presentarme? -inquiero de pronto, con una sonrisa-. ¿Entrenas conmigo? Le dije a Gerald que entrenaría con él, pero estoy algo oxidada y no quiero hacer el ridículo para que se crezca más.

Joder... Debí haberlo pensado antes. Si pido que me presenten a gente haré amigos mucho antes. Ya es hora de correrse alguna juerga. ¿Qué harán los jóvenes por aquí?

Moderador Edad : 24 Mensajes : 2840

Sus repentinas preguntas me tomaron por sorpresa, con lo que me volví a mirarla. Acabé por sonreír. Vaya, aquello era otra cosa...

Me tomé un momento antes de contestar. Claro que podía presentarle gente. La cosa era pensar en con quién podría llevarse bien. Y no era algo fácil, y menos conociéndola tan poco...

-Puedo presentarte a mucha gente -accedí-. O, como mínimo, hablarte de ellos. Aunque parezca una tontería, a veces pasan meses desde que ves a una persona hasta que la vuelves a encontrar. Algunos van y vienen, y con las misiones y así... -Me encogí de hombros-. Pero buscaré a quién presentarte. Será por gente...

Su segunda propuesta, por otra parte, parecía mucho más interesante.

-Conozco a Gerald muy poco, y no sé qué tal es en combate -repuse-. Pero yo puedo entrenar contigo, si quieres. Y encantada. No es fácil encontrar gente para entrenar últimamente, así que cuando quieras. Como si es ahora.

Edad : 28 Mensajes : 1436

Parece que he dado en el clavo. Si al final va a ser que es más fácil de tratar de lo que parece... ¡Y me brinda una explicación gratuíta!

-¡Pues de puta madre! -exclamo, más animada-. Tú preséntame a la gente que puedas que ya me encargo yo de dedir cuáles me gustan y cuáles no. ¿Qué gente interesante hay por aquí?

Ni todos pueden estar locos, ser raritos o aburridos... Alguno habrá que sea normal y gracioso.
En cuanto al entrenamiento...

-Se lo creía demasiado como para ser una mierda de guerrero, así que me vendrá bien prepararme un poco. Le patearé el culo, si veo ocasión -. Me pongo en pie, animada-. Así que vamos. Venga.

En cuanto volviese a ver al Buscador le iba a restregar lo mucho que había entrenado. Gilipollas...

Moderador Edad : 24 Mensajes : 2840

Parecía, de pronto, emocionada. Al final iba a ser que sí podía hacer algo por ella... Era un alivio, teniendo en cuenta lo incómoda que me sentía con su actitud y sus ánimos. Me preguntó por gente y me dijo si íbamos a entrenar.

Guardé las cartas. Llevaba días sumergida en aquel asunto; un poco de entrenamiento me vendría bien. Me levanté.

-Muy bien -accedí.

Juntas, echamos a andar hacia la puerta. Por el camino, fui hablándole vagamente de quien se me venía a la cabeza en aquel momento.

*Se van*

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El papel es fuego. Eso lo sabe todo el mundo. Y eso hacía yo.

Tranquilamente sentada en una butaca, muy pegada a la chimenea, que me había encargado personalmente de encender, desmembraba un sobre escrito con infinita paciencia, tarareando.

Despegué primero el lacre, extraje la carta y deshice el sobre. Luego, lentamente, fui rompiendo todos los papeles en trozos tan pequeños como me era posible, disfrutando infinitamente del crujido del papel al romperse y arrugarse.

Una vez terminado este trabajo, me dedicaba ya a lanzar, uno por uno, los papeles al fuego. Hipnotizaba, contemplaba cómo se deshacían hasta desaparecer.

*Se queda*

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Con pasos pesados, terminé por entrar en la sala común. Allí había asientos cómodos, un ambiente agradable y, seguramente, encontraría mucha más paz para mi estómago de la que pudiese encontrar en los establos. Con cada paso que daba podía escuchar un desagradable rugido viscoso abandonando mi barriga. Era innoblemente terrible.

Al entrar, ella llamó mi atención. La parvus echaba papeles al fuego, aparentemente contenta.

-Saludos -dije, alzando una mano, aunque sin lograr componer una sonrisa suficientemente creíble-. ¿No ha sido esa carta de vuestro gusto, y por eso paga con su vida? -inquirí, dejándome caer sobre una butaca, exhalando a la vez un suspiro cansado.

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Me detuve al oír una voz conocida y me volví. Sonreí. El gigante rojo.

Agité una mano a modo de saludo.

-Así que también existes aquí -comenté, de buen humor.

Bajé la vista hacia lo que quedaba de la carta y, contenta, eché un nuevo pedazo al fuego. Iba a coger otro cuando volvió a hablar. Lo miré a él y luego a los papeles, varias veces, como meditando.

-No sé -respondí-. Pero es divertido.

Eché un nuevo papel al fuego, con una radiante sonrisa.

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Me llevé una mano a la cabeza. Me dolía más que cuando aquellas viejas urracas se ponían a hacer preguntas innoblemente indiscretas en los festojos familiares, hablando con aquella horrible voz chirriante y nasal como si a alguien, realmente, le interesase toda aquella cháchara. Y, de hecho, al pensar en ellas no hacía más que aumentar aquel dolor inhumano. Bien por mí.

-Yo existo en todas partes. ¡Especialmente en los sueños de las damas y las pesadillas de los malhechores!- exclamé, con menos entusiasmo del acostumbrado. Desde luego, cuando me encontraba mal, por mucho que quisiese ocultarlo, terminaba por notárseme.

Por suerte para mí, aquel día la parvus parecía tranquilita. Aún recordaba los golpes que había recibido y no me apetecía enfrentarme de nuevo a todo aquello.

-¿No lo sabes? No la habrás robado, pequeña malandrina.

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Asentí a sus palabras, con convencimiento, aunque en realidad ni siquiera había escuchado lo que decía. Continué arrancando pedazos y tirándolos al suelo.

-Claro. Eres demasiado grande para no existir.

Un nuevo pedazo. Era increíble lo rápido que se arrugaba, se ponía naranja, marrón, negro y desaparecía en el fondo. Solté una risita. Genial.

El gigante rojo seguía hablando.

-La mandó Sahirr -dije sin mirarlo, como si eso lo explicara todo.

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Me encogí de hombros, desanimado. Aquello también tenía sentido, aunque lo mío era mucho más poético. Aunque para gustos...
Suspiré.

-¿Quién es Sahirr? -. Me froté el pelo con la mano, cansado-. Yo debería escribir a casa también. He vivido increíbles aventuras que, seguro, harían sentir a todos muy orgullosos de mí. Especialmente a Nadia. Tiene que estar enorme...

Ni siquiera le había hablado de Telma... Seguro que a Nadia le encantaría Telma. No era un caballo de raza pura, pero era peluda y suave.

-Hoy he visto a Zacharyas -recordé de pronto. Me sentía tan mal que apenas había hablado con él... Menudo maleducado estaba yo hecho.

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Me encogí de hombros.

-Papá -respondí, simplemente. De nuevo, un trozo fue a parar a la chimenea.

El gigante rojo hablaba mucho incluso para ser el gigante rojo, y yo no sabía qué decía. Hablaba de Nadie, y a lo mejor de Alguien, incluso de Muchos. Pero eso yo no lo entendía.

Me detuve, sin embargo, al oír su última frase. Soltando el papel que tenía en la mano, me volví como un resorte, inclinándome hacia él por encima del brazo del sofá.

-Oh -exclamé-. El chiquillo.

Tras dudar un momento, sonreí al gigante rojo.

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Así que su padre le mandaba cartas y ella las quemaba. Nunca había sido padre, pero si mi padre me mandase una carta jamás se me ocurriría quemarla. Es decir... ¡Una carta del mismísimo y gran Reick Dehnel no podía acabar en el fuego, convertida en cenizas, a menos que la propia carta dijese que debía hacerse aquello con ella! Seguramente se trataba de alguna tradición parvus, o algo así.

-Si la quemas no podrás volver a leerla. Creo que es una tradición parvus poco útil -dije, asintiendo para mí, cruzando los brazos.

Al mencionar a Zacharyas, pareció reaccionar. Mucho sonreía, pero yo había visto las heridas de Zacharyas. Todavía no tenía muy claro por qué se dejaba maltratar de aquella forma por la parvus.

-¿Ya arden vuestros corazones con la llama del amor? -inquirí, sonriente-. ¿Se ha declarado ya, oficialmente, como ha de hacer todo verdadero y noble hombre ante la dama a la que ha cortejado?

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Lo miré fijamente un momento, con el ceño fruncido. Al fin, comprendí qué fallaba.

-No la he leído -expliqué, antes de volverme a la chimenea y lanzar tres trozos seguidos.

El gigante rojo hablaba. Y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Al principio, sonreí, y luego se hizo tan evidente que tapé la sonrisa con la mano. Al final, acabé por soltar una pequeña risa.

-No entiende. Aún es pequeño -repuse, aún con la mano delante de la boca.

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La miré, extrañado. ¿No la había leído? ¿Acaso odiaba a su padre, o algo por el estilo? Porque, en caso contrario... O incluso en ese, lo correcto sería leerla y luego mentir diciendo que había sido quemada sin ser leída, pero conociendo ya todos los detalles que había escritos en la carta.

-¿La quemas sin leerla? ¿Acaso hay rivalidad entre vosotros?

Su siguiente comentario me hizo reír, aunque bajito, que me dolía la cabeza.

-¿Aún es pequeño? Si todavía lo es, entonces no crecerá nunca. Los que dan la espalda a la verdadera importancia del amor, del sentimiento, los que no quieren comprender qué significa realmente compartir con una dama su vida... Esos necios no hallarán nunca la respuesta.

Aunque, ciertamente, desde el primer momento supe que Zacharyas no era muy hábil tratando con mujeres. Lo sorprendente es que haya conseguido, siquiera, besar a una.

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Y hablaba. Y hablaba, y hablaba. Al final, acabé por lanzar todos los pedazos que quedaban al fuego de golpe, y aplaudí al ver cómo ardían rápidamente. Así, mucho mejor.

-Sahirr es bien. Pero esto es más divertido.

Se me borró la sonrisa poco a poco, y acabé por apartar la mano de la boca y fruncir el ceño. Me puse de pie en la butaca y puse los brazos en jarras, inclinando la cabeza a un lado.

-¡Hala! -dije, con enfado-. Vaya con el gigante rojo. ¡Si tú no sabes, hombre! -Negué con la cabeza y me incliné, apoyándome en el respaldo del sofá, mirándolo fijamente-. El chiquillo está creciendo ahora. ¿No ves como no sabes?

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Bostecé, cubriéndome la mano con la boca. El estómago me daba tantas vueltas... No sabía cuándo volvería a comer, pero no sería pronto... De eso no me cabía la menor duda.

-Di lo que quieras -dije, negando para mí-. No tengo nada contra vosotros. Zacharyas es mi amigo, y me gustaría que le fuera bien, pero cuando hablé con él y lo aconsejé... No sé, no me pareció muy interesado en esas cosas. Y mira que le hablé a las mil maravillas de las mujeres, pero el pobre creía que un cementerio podía ser romántico. No creo que las damas sean lo suyo.

No como yo. No quería ni imaginar el número de mujeres que se morían por mis huesos en el palacio... Solo de pensarlo me apenaban los otros hombres, que terminaban siendo segundos platos.

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Lo escuché un rato, pero no tardé en cansarme. Torciendo el gesto, desvié la vista a una ventana. Fuera ya era negro.

-Conmigo sí -repuse, dispuesta a pelear por llevarme la razón-. Y van tres. Y pide. Y quiere. Y ya sabe un poquito.

Distraídamente, arranqué un hilo deshilachado de la butaca. Me volví a mirarlo, con aspecto malicioso, y solté una pequeña risita.

-Envidioso -lo acusé.

Edad : 32 Mensajes : 2682

Abrí los ojos, con sorpresa. ¿Tres veces? Siendo lo rara que era aquella chica, podía estar hablando de cualquier cosa, por otro lado, pero no podía evitar pensar que quizás...
Su "envidioso" fue la gota que colmó el vaso. Era, si hablábamos de sexo, una verdad absoluta. No podía sino recordar a Inger y sentirme humillantemente triste... ¿Cómo podía ser el mundo tan cruel con un buen hombre como yo lo era?

-Bueno... Voy a salir un rato -dije, decaído de pronto, tras haber recordado mi horrible situación amorosa.

Me levanté, no sin esfuerzo. Me acerqué pesadamente a la puerta. Mejor sería que la dejase allí mirando las cenizas de la carta de su padre, mientras yo pensaba en las cenizas de mi corazón, triste.

-Buenas noches -dije, antes de salir por la puerta.

¿Cómo se llamaba esta chica?

*se va*

Edad : 31 Mensajes : 1315

Volví a ponerme sería al verlo así de pronto. Lo miré con auténtica curiosidad. Cuando se levantó y se fue, agité de nuevo la mano, esta vez a modo de despedida.

-Sal bien -murmuré, intrigada.

Me volví hacia el asiento y, saltando de él, lo repasé en busca de más papelitos. Los que encontraba, los iba tirando al fuego, parándome a ver cómo ardían. Sonreí.

Por último, dando mi tarea por finalizada, me fui.

*Sale*

Edad : 35 Mensajes : 1331

Últimamente he estado entrenando a fondo con lo que acabo bastante cansado si me levanto pronto.

Después de salir a entrenar por fuera para practicar algo de esgrima y no olvidar cómo se movía la espada, había acabado en la sala común al ver cómo volvía a empezar a llover. Hace tanto que no tengo una pelea real... Me pregunto dónde estarán las chicas de Flavia últimamente. Podían venir a desahogarme, ya sabes. Jaja. Suspiro profundamente. Qué solo estoy y qué poquito me quejo.

Tumbado en uno de los sofás, con la camisa a modo de almohada, alterno momentos de sueño y vigilia porque no me apetece nada levantarme. La lluvia y el sonido del fuego en la chimenea actúan como un sedante natural, causándome un enorme sopor y el calor acogedor hace que no me planteé ni por un momento el levantarme de mi posición. Me pregunto si alguien se asustará al verme aquí repantigado como si estuviese en mi casa. Se me escapa una sonrisilla adormilada.

Entre unas cosas y otras acabo por notar como el sueño vuelve a mí y me dejo llevar.

*se queda adormilado*

Edad : 38 Mensajes : 141

Entró para dejar un libro sobre Ventus en una de las estanterías y lo vio allí tumbado.
Gruñó.
Se acercó a él y le dio una palmada en la cara.
Entonces se quedó mirando, con cara de circunstancias.
-Este no es el lugar. - Habló.

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