Sala común

Esta vez perdió la batalla frente a la risa, pues entre su barba se pudo admirar una sonrisa algo tuerta por falta de uso. Una parte de él sabía que se había portado quizás, demasiado duro con él. Otra, reía enormemente.

- Mujeres... Qué monotemático eres.- Dijo sentándose a su lado y cogiendo su camisa, para luego entregársela.- Hazle un favor al mundo.- Le dijo alzando una ceja.

- No. He estado leyendo un poco. Iremos a Ventus, pero no se cómo.- Dijo cerrando los ojos y apoyando la cabeza en el respaldo.

Estoico, resistió todas las bromas y comentarios con una entereza bastante impresionante, únicamente añadiendo un par de palabras.- A ti tu madre no te quería...- Dijo, más para sí que para su entrañable compañero.

- No sé conducirlas.- Dijo chasqueando la lengua.- Y me gustaría llegar de una pieza.- Dijo pasándose una mano por la barba.

-Ah Geralinne. -Canturreó.- Puedes parar. No hace falta que finjas más. Mi barba nunca te pertenecerá. No estás a su nivel.- Comentó, cruzándose de brazos y moviéndolos contra su pecho con énfasis.

-No, hijo, no. Ojalá. Te tengo a ti detrás de mí todo el día.- Acertó a decir. -Me sobra afecto.- Habló, resuelto.

-Novia, mujer e hijo.- Dijo, con asco y resentimiento.

-Haz lo que te dé la gana.- Estaba molesto. Hacía mucho tiempo que no tocaba ciertos temas familiares. Ahora quería irse.

Mi mirada sombría no da pie a más. Quiero soledad.
Gerald parece darse cuenta y decide irse.- De acuerdo...- Digo con un tono apagado.

Me levanto y me quedo de pie durante varios minutos, en silencio.
-Mi pequeño...- susurró, enjugándose una lágrima.

Entonces se fue.

*se va*

Llego a la sala común sin mediar palabra (¿Con quién iba a hacerlo?) y me tiro de mala manera en el sofá, gruñendo mientras lo hago. Malditos madrugones y maldita la madre que parió a todos estos idiotas que viven de día. Reitero que si yo lo hiciese mi padre me daría un buen sermón, Mithos. Un Dios benevolente jamás permitiría que alguien como yo sufriese de esta manera...

-Joder... -murmuro, estirando los brazos-. ¿Qué cojones se puede hacer en este sitio que no sea ser un raro solitario, pesas o leer como una rata?

Miro de reojo un ajedrez que hay cerca. Y una mierda. Sola no. Ni acompañada. Vaya puto rollo.

*se duerme*

Corbin estaba de buen humor. Por una vez, había dedicado el día entero a materia intelectual, y sentía que ni siquiera una pequeña parte de él (bueno, tal vez una muy muy pequeña, pero insignificante) se dejaba llevar por la culpabilidad.

Se había detenido hacía un rato con idea de salir al exterior un rato, pero la lluvia había hecho que decidiera quedarse dentro. Después de todo, no siempre iba a ir uno en contra del tiempo, ¿no?

Así pues, se dirigió a la sala común con el fin de continuar allí sus actividades. La lectura lo había tenido ocupado todo el día, pero eso no hacía que se hubiera cansado de ella.

Encontró la sala común vacía, a excepción de una chiquilla que dormía en un sofá. No pudo evitar preguntarse qué hacía allí, aunque tampoco le dio muchas vueltas. Resuelto, tomó asiento en una butaca un poco más allá y abrió el libro por donde lo había dejado.

*Se queda*

Mis oídos detencan un sonido y me despierto, abriendo lentamente los ojos. Me froto uno con el puño, sin analizar todavía mis alrededores. No sé por qué cojones me he dormido, pero he tenido un sueño de lo más extraño... Primero iba volando por el cielo, recorriendo tranquilamente el mundo, cuando me encontraba con una niña de color azul y una cresta rubia enorme que me venía a pedir ayuda y decía que...

¿Qué hace ese negro aquí?
Me repliego un poco sobre el sofá, mirándolo desconfiada.

-¿Me has tocado? -inquiero, mirándolo de reojo-. Deja de fingir que lees y responde.

¿Qué tío raro ve a alguien durmiendo y entra para leer? Por Mithos... ¿Le parecería normal que entrase yo en el sitio en el que estuviese echando él la siesta para comer patatas fritas sobre su cara? Qué desagradable es la gente...

Corbin sintió movimiento a su lado, pero no se preocupó en volverse. Oyó también una voz, pero tampoco entonces se giró. Cuando la voz volvió a oírse, la pequeña parte de su cerebro que la había oído decidió que atendería cuando llegase a un punto.

Sin embargo, detrás del punto vino otro, y al final no bajó el libro hasta haber terminado la página. Entonces sí, alzó la cabeza y miró a la joven, que se había despertado.

-¿Perdona? -preguntó. Con la lectura de por medio, ya no sabía qué había dicho la chica.

Alzo ambas cejas, aguardando por su respuesta. Será maleducado... Más le vale ser sordo de nacimiento, porque como se lo esté haciendo le voy a meter el libro por las orejas para desatascárselas. Y luego los claritas pretenderán ser iguales a nosotros. ¡Pues para eso que dejen esas malas costumbres!

-Pues no, no te perdono -ladro, cruzándome de brazos. ¡Habrase visto cosa semejante!-. Si pretendes que sea tu loro personal, repitiendo las cosas cuándo te convenga, estás muy equivocado.

Y dicho eso, alzo el mentón y desvío la mirada, cruzando una pierna sobre la otra y prestando atención a una estantería cercana.

Soy borde al despertarme, sí, pero él se lo ha buscado. A ser maleducados podemos jugar todos.

Corbin frunció el ceño, tratando de seguir y conectar las palabras de la chica sin demasiado éxito. Cuando ella se calló, se quedó un momento en silencio, mirándola, preguntándose de dónde habría salido.

-De... acuerdo -aceptó, sin saber muy bien qué.

Se quedó quieto, en silencio, preguntándose qué pasaba entonces. Era ella quien lo había reclamado, pero no tenía muy claro por qué. Carraspeó, a la espera de algo más, pero se impacientó al ver que no llegaba.

-Buenas noches -aventuró entonces.

Cruzada de brazos, vuelvo mis ojos a él con reprobación. Termino asintiendo y relajando un poco el ceño.

-Eso está mejor. Esa sí es una buena forma de ser educado.

Descruzo los brazos. Me estiro, perezosa, y me levanto como un resorte, acercándome a él, curiosa. Si es que al final se me escapa la sonrisa y todo.

-¿Estás muy ocupado? -inquiero, inclinándome sobre él.

Pareció que, pese a todo, Corbin había acertado por una vez. Pensó que era una lástima que, en una situación positiva, no se hubiera enterado de qué había hecho bien. En fin, el asunto sería intentar seguirle la corriente.

-Gracias -murmuró, no muy seguro de si el cumplido era auténtico.

La chica se acercó a curiosear, y Corbin, intrigado por su actitud, no hizo nada por evitarlo. A su pregunta, estuvo a punto de afirmar, pero logró contenerse. Pensó un momento antes de contestar.

-Supongo que no -declaró finalmente.

Alzo ambas cejas, curiosa. ¿Entonces solo está leyendo por placer? Me da un poco igual, la verdad, pero así paso el rato.
Me rasco la nariz pensativa un buen rato.

-Joder... Es que no sé qué hacer. Se me da muy mal estar sola. Vengo de una familia muy ruidosa y blablabla y ahora llego aquí y... -. Tuezo el gesto, componiendo una mueca-. No sé si me entiendes... ¿Tú cómo lo aguantas? -. Lo miro de arriba abajo con cierto desprecio-. Bueno... Visto así, pareces algo aburrido... No sé si quiero la respuesta.

Estiro los brazos hacia arriba, gruñendo relajada.

La observó con seriedad, tratando de seguir el hilo de sus palabras. Qué jovencita más parlachina, Mithos.

Lo pensó un momento antes de contestar.

-Puedes leer. O entrenar. Supongo que lo ideal es entrenar -propuso, serio-. Yo vengo de un lugar vacío y silencioso, y dedicaba a eso mi tiempo. De hecho, este lugar me parece de lo más abarrotado.

La miró con curiosidad. Era una chica peculiar, desde luego. ¿Cómo sería ese lugar del que hablaba si consideraba Brontë tan tranquilo?

Asiento, grave.

-Desde luego, parece que hayas vivido toda la vida en una biblioteca. ¿No tienes sangre en las venas? -. Río, divertida. Vaya tipo más soso-. Entrenar es interesante, y leer no está mal, pero... Joder... Tiene que haber algo más, ¿no? ¿Para qué entrenar? ¿Para qué lees?

Bostezo aparatosamente. Luego me llevo las manos a la nuca, relajada, observando al claritas con poco interés, pero aguardando su respuesta.

Corbin escuchaba con interés. Aburrido... Aburrido era un término que había aprendido a ignorar. Aburrimiento implicaba no actividad, y no actividad implicaba negligencia. Eso era lo que Falace le había inculcado.

Meditó un momento antes de responder a la chica.

-Leo para llenar mi cabeza con ideas -concluyó, al fin-. Y entreno para mantenerme en forma y vencer las adversidades -. Calló un momento-. No se me ocurren muchas más cosas, además de escuchar a la gente - añadió.

La chica le resultaba tremendamente interesante porque parecía un libro abierto. Era tremendamente expresiva, y eso era algo en lo que no podía evitar fijarse.

Arrugo el ceño. Lo que dice tiene sentido, pero me resulta demasiado superficial. ¿Por qué se obcecan todos tanto con ser jodidamente superficiales? La profundidad es el alma de todas las artes.

-Llenar tu cabeza con ideas... ¿Y para qué usas esas ideas? ¿Qué adversidades aparecen frente a ti cada día? No sé, todo eso está muy bien, pero... ¿Realmente tiene un sentido? ¿O es lo que te han enseñado y por ello lo acatas? ¡¿Acaso conoces otra jodida cosa?!

Mientras hablo, voy subiendo el tono con emoción. Creo que hay cosas aquí que me traen recuerdos del hogar... Mi madre está obsesionada con eso... Con enseñar cosas, pero con un objetivo que no está nada claro.

Corbin sacudió la cabeza. Demasiadas preguntas. Demasiado complejo. La vida era mucho más simple que eso.

-Para cualquier cosa. Para todo, en realidad -repuso-. Hay mucho que reflexionar y mucho que aprender, y tu vida puede depender de ello a veces. Los libros encierran muchos secretos. Y adversidades, mayores o menores, siempre están ahí.

La miró, expectante.

Suspiro, exasperada. Este es de los que tienen un garbanzo por cerebro, la verdad... Aprender por aprender sin sacarle partido es una auténtica estupidez... ¡Es de descerebrados! Saber está muy bien, pero si no le sacas partido, ¿para qué cojones sirve? Es cierto que, en un momento dado, tu vida puede depender de algo que, casualmente, has aprendido un día porque sí en un libro.

Hago un mohín, desagradada.

- Sí, sí... Más vale prevenir que curar, y todo eso... Pero... ¡¿Acaso puedes imaginar la de cosas que te pierdes por aprenderlo todo así?! Por ejemplo... Puedes leer cien veces cómo sabe la comida más deliciosa del mundo, pero si no la pruebas no te servirá de nada. Tu coco -digo, dándole dos toquecitos en la sien con el dedo- no puede reproducir eso. Yo creí que aquí iba a encontrar las aventuras que soñaba porque con los libros no me llega -. Abro los brazos, emocionada, como queriendo abarcarlo todo-. ¡La fuerza se tiene por algo! ¡Y la sabiduría! ¡Entender las cosas tiene que tener un sentido! -. Lo miro fijamente, inclinándome de nuevo-. Todo tiene que tener un sentido... No es como si las cosas pasasen sin más, porque les sale de los huevos. Y entrenar y estudiar está muy bien, pero si no haces otras cosas... Es inútil. ¿Para qué te sirve salvar tu vida si todo lo que haces en ella es estudiar para no vivirla plenamente? Piénsalo.

Me cruzo de brazos con una sonrisa de satisfacción en los labios.

Corbin la escuchaba. En cierto modo, pensó, tenía razón. Pero solo en cierto modo. Reflexionó un rato sobre lo que decía, cuestionándose ciertas cosas. Por algún motivo, las palabras de la chica le hicieron recordar la noche de la fiesta y el impulso de Alehyss.

Mantuvo la vista fija en la chica.

-Eres tú la que dice que no sabe qué hacer -repuso-. Adelante. Busca actividades. Experimenta. Experimentar es muy positivo. Yo, sin embargo, no estoy demasiado acostumbrado a experimentar. Tan solo en combate, pero para eso existo, a fin de cuentas.

Se sentía raro hablando así, casi mal, pero no podía evitarlo. Algo en su cabeza luchaba contra aquello, pero era demasiado débil como para tomar las riendas.

Frunzo el ceño, algo contrariada.

-Eso es porque acabo de llegar. Todavía no me he acostumbrado a estar por aquí, a pasar tantas horas conmigo misma. ¡Pero me esfuerzo por conseguir que cada momento sea lo menos aburrido posible! -. Cerré el puño con energía para dar énfasis a mis palabras. Sin embargo, las últimas palabras del panoli... Aish, panoli panoli...-. ¿Existes para luchar? ¿Eres tonto o fumas piedras?

Niego varias veces, como si lo que acabo de oír haya acabado con mi respeto hacia él. La gente sí que se complica la vida, cojones... No me extraña que este sitio sea tan aburrido. ¡Si hasta las crías como Massen están amargadas!

-No sé si eres uno de esos a los que luchar y matar les hace correrse de la diversión, pero si no es así... ¡Has de saber...! -. Alzo un dedo, señalándolo acusativa-. Se lucha para vivir, y no al revés, cojones. Te enfrentas a tus problemas, a los obstáculos, para poder vivir una vida plena y todo eso que se dice. Pero si tu jodida vida no existe más allá de luchar... Más te vale dejarte morir. Lo que verdaderamente merece la pena son esas pequeñas cosas, esos momentos especiales o como mierda quieras llamarlos...-. Lo miro fijamente a los ojos, grave. Me acabo de encontrar al zopenco del siglo, desde luego-. Hay cosas que merecen la pena más allá de los libros y de entrenar y de esas cosas. Si no eres capaz de entenderlo, no importa lo mucho que luches, morenito... No estás vivo.

Niego, profunda, terminando con un suspiro.

FdR- Hedonista total XD