Sala de entrenamiento

Desde luego, nada más entrar Johan tiene que admitir algo para sí, y ese algo es que en Brontë no falta la gente extraña. Desde que ha llegado se ha topado ya con alguna situación un tanto estrambótica, lo cual le da a todo un aire de lo más entretenido. Que no es que él no encaje en eso, por otra parte, pero pocas veces en mucho tiempo se ha encontrado en un periodo tan corto con escenas como la de su llegada o como esta de ahora en la que alguien bocabajo sujeta una especie de espada con los dientes y sube (¿o baja?) por una espaldera de madera.

Casi tiene ganas de hacer el pino él también para ponerse en el mismo plano, pero al final opta por, simplemente, torcer la cabeza hasta dejarla paralela al suelo, y desde ahí mirar. Tiene que haber un ángulo, está seguro, que muestre al completo el esplendor de un ejercicio como ese. Solo de verlo ya parece que uno entrena.

A Ben le hormigueaba un poco la cabeza, lo justo para saber que la presión estaba bajando allí. De todas formas, después de que entrara aquel chico azul por la puerta (no estaba viendo visiones, ¿no?), aún tardó un poco en bajar. En un primer momento se limitó a sonreí, retirando el alfanje de la boca y enfundándolo. A continuación, casi con pereza, soltó los pies de la espaldera, se impulsó y se lanzó al suelo, cayendo perfectamente de pie.

Se recolocó la gorra y se apartó y revolvió un poco el flequillo mientras se acercaba, dedicándole también un saludo pseudomilitar. Se preguntaba de dónde habría salido un chico tan particular, pero decidió que no era muy buena idea pronunciar su pregunta en voz alta.

-Muy buenas, chaval, ¿cómo va eso? -preguntó-. ¿Trabajando duro?

Johan alza las cejas cuando la ve desenvolverse con agilidad. No le sorprende tanto como podría haber sido, porque el haber visto a alguien colgado de es forma era una buena premisa. Y, por otro lado, hallándose en un lugar como Brontë no cree que sea difícil salir sorprendido. Se supone que son la élite, de alguna forma.

Lentamente, Johan devuelve la cabeza a su posición habitual, metiendo las manos en los bolsillos de la chaqueta que lleva mientras ella se acerca. Y es ella porque ha hablado, ya que en la distancia no lo tuvo claro.

-No realmente -le dice con calma y una sonrisa suave-. Estoy, más bien, viendo las instalaciones.

La examina, curioso. Le cuesta un poco decidir sus colores. Los ojos verdes y el pelo... complicado.

Ben asintió, casi solemne, conteniéndose para no hinchar el pecho con orgullo. Un novato, desde luego. Si lo hubiera visto antes, se acordaría. Y nadie le había hablado de ningún chico azul, así que... Era, como había dicho Frikka, su oportunidad. Ella también podía ser una veterana, desde luego, aunque tuviera a otros por encima en la jerarquía.

-Claro, claro, es lo que tiene con los recién llegados -asintió, con tono completamente comprensivo-. Ven conmigo, que nos damos una vuelta por ahí y te enseño las cosas -. Era suficientemente bajito para poder rodearle los hombros con un brazo, y así lo hizo, incitándolo a echar a andar con ella-. Tú cuéntame qué quieres saber y tu gran maestra te lo enseñará. No, no, no te preocupes, no hace falta que me des las gracias.

Un novato. Su oportunidad. No iba a dejarla escapar, desde luego.

Johan la mira con un deje de curiosidad divertida en los ojos en cuanto la ve desenvolverse. No niega lo que le achacan. Es más, llega a asentir suavemente.

-Hoy mismo, así es -comenta sin darle mucha importancia. Dedica una breve mirada al brazo que lo rodea, girando primero la cabeza hacia la mano que sobresale y luego al lado contrario, a ella-. Oh, bueno. Pues...-. Piensa un momento, iniciando la marcha cuando ella lo hace-. Dormitorios, baño, comedor... Eso ya lo he visto. ¿Hay algo sorprendente que ver?

Es graciosa, desde luego, piensa Johan. Que se dé esos aires tiene su gracia, y puede ser entretenido. Aunque parece más de las que hablan que de las que dejan hablar. Pero, de todos modos, estaba aburrido cuando llegó a la sala.

Ben asintió, cada momento más contenta. Un recién llegado. Recientísimo. Era como un sueño. La sonrisa no podía borrársele de la cara en aquel momento ni aunque lo intentara, así que no se esforzó en ello. En su lugar, pensó en algún sitio que pudiera resultarle interesante. ¿Qué podía gustarle a un chico azul?

-¿Has visto la biblioteca? -sugirió-. Yo en la vida había visto tantos libros juntos, te caes de culo con semejante colección. Aunque a mí, la verdad, me gusta más la sala de música. Que también tiene una colección para caerse de culo, pero una colección bastante más útil. Aunque entiendo que no todo el mundo tiene los mismos gustos -. Abrió la puerta para él-. Ah, pasa, pasa, tú dime lo que quieras y te llevo. También están los tejados, si tus pies son capaces de agarrarse al hielo. No están nada, pero que nada mal, y tienen unas vistas maravillosas.

Lo guió más allá de la puerta, cerrándola a las espaldas de ambos.

*Salen*

Cuando llegamos a la sala, ya había tenido tiempo de estirar los dedos, calentándolos bien, ya que contaba con que gran parte del entrenamiento tendría que ver con magia. De todas formas, iba también preparada con el puñal, por si era necesario. Ya tenía un par de encargos a la vista, como le había dicho a Jun, así que me convenía mantenerme bien en forma y practicar el combate.

Al entrar en la sala, me puse a trotar en seguida, sin prestarle atención en un primer momento. Podíamos entrenar juntos, claro, pero calentar no tenía mucho sentido hacerlo entre dos. Por el momento, debía prepararme.

*Corretea*

Quizás no me sienta mucho más fuerte que la primera vez que nos enfrentamos, pero hoy vengo más dispuesto, sin duda. Es una buena excusa para practicar algunas cosas, claro, que cuando vaya con Alehyss a Ventus... No cuento con que haya demasiados inconvenientes, pero me asusta un poco no estar a la altura si se da algún problema.

Nada más llegar Massen ya se ha puesto en serio a calentar. La verdad es que da un poco de miedo cuando se pone así. Tiene esa expresión de concentración que la hace parecer una profesional y, en definitiva, muy distinta a mí. Pero bueno...
Tras una breve duda, la imito un poco, trotando un poco a mi ritmo, concentrándome ya en lo que va a venir. Porque voy a tener que darlo todo si quiero mejorar la marca de la otra vez...

Prefiero no empezar con hechizos hasta que comience el enfrentamiento o la presión del cuello me molestará antes de tiempo. Por ahora un calentamiento físico es más que suficiente.

Era agradable ver que Jun tampoco tenía intención de perder el tiempo. Sonreí para mí, haciendo más largas mis zancadas, tratando de recorrer el espacio más rápido, en apariencia por nada en particular. La sala era grande, así que no era sencillo dar la vuelta completa, pero cuando lo hice, avancé hasta ponerme a la altura de Jun y le di un suave toque en el brazo al tiempo que lo rebasaba.

Me di entonces la vuelta un momento, sin dejar de correr, entonces de espaldas, y le saqué la lengua. Después de terminar mi giro, continué la carrera, empezando a alternar saltos y desplazamientos en lateral con la misma. En un momento dado, me animé incluso a una voltereta lateral, tras lo cual continué la marcha en una carrera normal.

Troto a mi ritmo, con calma, centrándome en acomodar mi cuerpo, simplemente. Estoy bastante relajado, la verdad. Esto ya lo he hecho antes, lo de correr, y me voy sintiendo más rápido y capaz con el tiempo. Aunque voy tan concentrado que no me doy cuenta de que viene directa hasta que me toca y adelanta. Enseguida apuro la marcha para tratar de alcanzarla, con una sonrisa divertida, pero es evidente que pese a todo es más rápida que yo. Aunque cuando se gira sí que llego a alcanzarla y a ponerme a su altura.
¿A qué viene esa burla?

Alzo las cejas cuando, tras un rato, da la voltereta lateral. Nunca he sido muy bueno en esas cosas, la verdad... Bueno, y eso es algo así como un eufemismo...
Por mi parte, termino por detenerme para calentar un poco el resto de articulaciones: giro tobillos, rodillas y muñecas, y luego abro y cierro las manos varias veces, soltando los dedos.
Le dedico una sonrisa desafiante mientras roto un poco los hombros y salto en el sitio. Aunque el que debería estar algo asustado soy yo, pero...

Desde luego, Jun estaba de buen humor. O eso parecía, porque se lo veía con bastante arrojo aquel día. Mejor, desde luego. Le vendría bien. Continué un rato más la carrera cuando él se detuvo, antes de pararme en saltitos, aflojando el cuerpo, y comenzar a rotar articulaciones y estirar. Para cuando él acabó, yo aún estaba en ello, aunque no tardé mucho en dar por terminado mi calentamiento.

Le devolví entonces, y no antes, la sonrisa desafiante, al tiempo que tomaba posición a una cierta distancia, siempre en movimiento para evitar que el cuerpo se me acomodara en alguna postura. Invoqué un aquaerum a su vista, más un floreo que una auténtica amenaza, como era evidente. Ladeé la cabeza.

-Cuando quieras -ofrecí, dejando ir el aquaerum ante sus pies, justo como la última vez.

Me muevo de un lado a otro mientras ella termina, para no enfriarme pero sin ganas de seguir con ejercicio demasiado fuerte. De todos modos, pronto está preparada, y ya demostrando su seguridad. No voy a dejar que me amedrente tan fácilmente.

Doy un paso atrás cuando lanza el hechizo, mirándola con una sonrisa segura. Mi mayor ventaja, por una vez, es que soy mudo, así que invoco enseguida un ebrain aitchbrëa enseguida, buscando cegarla antes de que reaccione y todo se ponga demasiado serio.

La lógica dice que ahora se protegerá del siguiente ataque, de modo que me impulso hacia la derecha para atacar con un clair ëm yäk a su costado izquierdo. Ella es mejor que yo, pero si empiezo fuerte quizás pueda retrasar un poco el momento en el que se alce sobre mí.

Por supuesto, en seguida tomó la iniciativa, y por supuesto lo hizo cegándome. Como siguiera entrenando mucho con él me iba a estropear la vista. Me obligué a ahorrar una queja por la repentina luz, y en seguida invoqué un nairea para evitar que tuviera ventaja, moviéndome del sitio para que no pudiera localizarme. Sentí un hechizo pasando a mi lado, rozándome la espalda, pero tampoco hice ninguna señal al respecto. Más me valía aprovechar el escudo visual y mantenerme en silencio.

Tratando de mantenerme oculta, invoqué un baadha para evitar otros posibles ataques por parte de mi compañero. Cuando aquello terminara, lo primero que vería aparecer entre los jirones de niebla sería mi pisflivire, directo a él. Por una vez, sin tanteos.

No reacciona como espero, desde luego, aunque supongo que si fuese tan predecible no sería un principiante comparado con ella.
La barrera que crea no es física, sino visual, y pronto me encuentro con que una niebla blanca me hace imposible ubicarla con exactitud. De todos modos presto atención al sonido, que debería delatarla si se mueve. Y, sin embargo, no es hasta que están a punto de alcanzarme esas púas que, con los ojos muy abiertos, me echo a un lado.
Caigo al suelo sobre el hombro y cierro los ojos, dolorido. Enseguida ruedo a un lado para evitar los ataques que pueda lanzarme y le envío yo mismo otro clair ëm yäk a las rodillas mientras me levanto de nuevo.

Jo, el hombro me duele más de lo esperado. Tengo que trabajar con la torpeza, que todavía no reacciono todo lo bien que debería.

Fue capaz de esquivarlo, pero a costa de acabar en el suelo. Un movimiento innecesario, como podría comprobar. No era momento de dar tregua, así que continué con la ofensiva, limitándome a dar un buen salto para evitar su contraataque.

Aún en el aire, invoqué un hedri contra él. Mis cinco pequeños elementales salieron hacia él a toda velocidad, dispuestos a evitar que se recuperase. Tenía que mantenerlo en posiciones incómodas si quería ganar terreno, desde luego.

No parece que esté funcionando muy bien. Pero de momento aguanto...
Alzo la mano al ver venir su ataque, invocando un baadha ante mí. Sé que ella es más fuerte, pero debería bastar para contener el grueso del ataque y poder llevar a cabo mi nuevo plan.
Llego a recibir un impacto en el pecho, pero ya he tomado la decisión y esta vez no flaqueo.

De nuevo, ebrain aitchbrëa, mientras me lanzo a la izquierda, buscando ángulos muertos por los que poder atacar cuando ella haya reaccionado.
Veamos si esto funciona...

El hecho de que no contraatacara se me hacía muy sospechoso. Jun siempre le estaba dando vueltas a esa mollera suya, y nunca era buena señal si yo lo tenía en mi contra. Estaba buscando algo que hacer, y no le importaba que yo repitiera mi defensa. Si no, no habría hecho lo mismo.

Pero, como no tenía muchas más opciones, concedí e invoqué el nairea. Y, cuando estuve cubierta, me eché al suelo en silencio y rodé lejos de él, antes de invocar un baadha que me cubriera. Cuando todo hubiera pasado, tendría que atacar de nuevo, pero por el momento no me quedaba otra que esperar.

Ahí está la nube de niebla otra vez. Tengo pocos segundos para actuar, pero espero que sean suficientes. Me desplazo, silencioso, aprovechando la densidad de su ataque, y cuando empieza a disiparse invoco mi hechizo: hÿnio.

Las cuatro copias de mí aparecen separadas las unas de las otras, lo suficientemente lejos entre sí como para que no pueda mirarlas todas al mismo tiempo. Busco mantenerme inmóvil los últimos segundos, mientras el nairea se disipa, conteniendo incluso la respiración, hasta dar con ella. La niebla restante debería camuflar un poco al de verdad y solo necesito un momento para apuntar y lanzar un clair ëm yäk apuntando con rapidez nada más ubicarla.
Si ella ve a una de las copias antes que a mí es posible que lo logre...

Todavía estaba en el suelo cuando percibí las sombras a través de la niebla. Desorientada, traté de darle un sentido a lo que veía, pero no lo encontré: Jun se había multiplicado. Y tampoco tuve mucho tiempo para darle vueltas, porque un nuevo hechizo resquebrajó mi barrera hasta tal punto que decidí que más me valía deshacerla y ponerme en pie rápidamente.

Un hedri fue lo siguiente que lancé, enviando un elemental contra cada uno de los enemigos que veía ante mí. Y, después, un nuevo baadha, retrocediendo, buscando localizar al de verdad. No sabía qué era aquello, pero tenía que haber algún fallo en el truco.

Ahí está, pero bien protegida. Eso resulta un problema, pero también tiene una solución, creo. Aunque en el momento en el que ataca me doy cuenta de que no tardará demasiado en descubrirme. Entonces la solución esta vez es...

Invoco un nuevo ebrain aitchbrëa antes de que su golpe me alcance, de modo que no pueda ver cuál es que se mueve, mientras me cubro con los brazos tratando de reducir el daño, componiendo una mueca pero apretando los dientes para evitar dejar ir el aire. Al menos uno de estos se aguanta mejor...
Entonces tengo apenas un instante para tratar de lanzarme a por ella, esprintando para tratar de alcanzarla en el poco tiempo que tengo, mientras no ve, desde un lateral, y echarme encima para intentar tirarla al suelo... Aprovecharé la inercia de la carrera para embestir con más fuerza, ya que yo por mí mismo no es que sea la gran cosa.
No queda muy bien planificado así, pero tengo que seguir mejorando mi magia si quiero ganar combos mejores...

Por supuesto, en el transcurso de mi movimiento deshago las copias para darle un respiro a mi magia.

Pretendía no darle tregua, pero sin ver nada no podía hacer mucho. Parecía más bien que fuera él el que tenía que darme una tregua, en todo caso, pero todavía tenía el orgullo suficiente como para no pedirla.

Rodé a un lado al tiempo que invocaba un nairea, sin alejarme mucho de donde estaba, y con una rodilla hincada en tierra, invoqué un nuevo baadha, de cara a donde estaban mis enemigos. Pero ningún hechizo impactó con mi barrera. En su lugar, Jun cayó sobre mí, terminando de echarme al suelo.

Y, si estaba tan cerca, tenía que actuar con rapidez. Como ya estaba medio en el suelo, no me fue difícil rodar, pegándolo a mí en el proceso y aprovechando el impulso para hacerlo girar y acabar sobre él. Y, durante el giro, extraje mi puñal de su funda y se lo pegué al cuello.

-Muerto -declaré con el ceño fruncido, fiera.

Aunque en un primer momento parece que haya tenido éxito, ella pronto se aprovecha de la situación y le da la vuelta. Literalmente.
Cuando quiero darme cuenta la tengo sobre mí, poniéndome un cuchillo al cuello. Además, al dolor del hombro se suma el del nuevo chichón en mi cabeza y un ligero sabor a sangre que no sé bien de dónde viene.

Es extraño que esto pueda ser cierto, pero pese al dolor, al entumecimiento y a todo... no me desagrada esta sensación. Este cosquilleo que me recorre hasta los dedos. Es como una emoción que no se ubicar demasiado bien en algún otro recuerdo.
La miro jadeante. Se me escapa una sonrisa, sin embargo. Es raro porque no tengo miedo, aunque de hecho esté "muerto".

Ella tiene un gesto diferente, más contraído. De verdad que parece que podría llegar a cortar. Si no fuese yo, espero...
No pesa tanto, de todos modos. Es como si creyese que podría quitármela de encima si no fuese armada. Incluso en una situación como esta debería haber una escapatoria. Solo que ahora no la encuentro, porque esa expresión suya amenaza y claro...

Las manos la sujetan, de alguna forma, en un ridículo intento por mantenerla "a raya". Como si hubiese funcionado...
Termino por soltarla y apoyando los brazos en el suelo, algo abiertos, con la respiración algo agitada todavía. Ha sido más cansado de lo que esperaba, pero he aguantado.
No puedo evitar mirarla. Se supone que no hay que perder de vista a un rival... ¿No? Aunque hayas perdido, tienes que mantenerte atento.
Algo así es...

Tiene que existir. Tiene que haber una forma de darle la vuelta a esto. La hay. Yo podría encontrarla.

Tardé un momento en relajarme, pero acabé por corresponder a su sonrisa, guardar el puñar y echarme a un lado, manteniéndome sentada en el suelo. Me sentía exultante, y no por mi victoria. Miré a Jun con claro gesto de satisfacción, al tiempo que me llevaba las manos al pelo para rehacerme el peinado y quitarme los mechones sueltos que me caían ante la cara.

-Cada vez lo haces mejor -le dije, claramente animada-. Me has tenido en un aprieto todo el combate. Ha sido muy intenso.

Me obligué a levantarme y me estiré. Era mejor estirar antes de quedarme fría, desde luego. No me moví de donde estaba, sino que comencé allí mismo, empezando por las piernas.

-Un día tenemos que probar a luchar juntos -propuse, aún con el sabor del combate en la boca-. Pelear el uno contra el otro está muy bien, pero también hay que aprender a compenetrarse. Quizás podamos hacerlo contra el duende. Dos contra uno no es muy justo, pero es una buena forma de empezar.

Respiro un poco más calmado cuando sale de encima, siguiéndola con la mirada. No tardo en levantarme yo también, frotándome un poco la cabeza, donde me duele. Aunque no debe de haber sido mucho.
Evidentemente no lo ha sido.

<<Me queda mucho por aprender>>, respondo finalmente, con una negación suave. <<Y luego está eso del final>>. Hago un gesto, como llevándome un cuchillo imaginario a la garganta, con expresión muy decidida. <<Yo eso no podría hacerlo>>.

Sonrío, pero de hecho es cierto. No sé de dónde saca el valor para que no le tiemble el pulso.

Alzo las cejas. Luchar juntos. Enseguida empiezo a darle vueltas a la cabeza, buscando estrategias.

<<Tendré que ponerme con un hechizo que ciegue pero sin hacerlo contigo. Aunque ahora mismo estoy probando con otro.>>, le explico con una sonrisa, con algo de orgullo y todo.

Me encogí de hombros, pensativa. Quizás todavía fuera pronto para que él amenazara a alguien así, pero siempre había otros recursos. Jun necesitaba decisión, claro, pero bien podía ponerme en un aprieto si aprendía a controlar su propia situación.

-Bueno, puede que no hubieras sacado un puñal -concedí-. Aunque, si quieres aprender a hacerlo, esta sala es el mejor sitio, porque no vas a poder matar a nadie. De todas formas, eres más fuerte que yo. Si me sujetas la mano, no puedo cortar. Si me la retuerces, me obligas a soltar el arma. Si te revuelves, no puedo mantenerte inmovilizado. Bueno, puedo, pero no como lo estaba haciendo. Necesitaría una técnica más compleja. La próxima vez, quítame el arma.

Continué mis estiramientos, mirándole las manos mientras hablaba. Desde luego, mientras estiraba no era fácil atender a aquello, pero me obligué a hacerlo.

-¿Un hechizo? Vaya. Quizás debería hacer lo mismo. ¿Cuál es? -pregunté.