Sala de entrenamiento

Lo que dice tiene sentido. Pero era muy arriesgado. Necesito más gestos para agarrarle la mano que ella para... cortar. Entonces hubiese sido algo un poco suicida por mi parte. Y no es que yo sea demasiado temerario.

<<Es peligroso. En un forcejeo hay que sentirse seguro si el otro tiene un arma. Con un corte aquí>>, indico, señalando mi aorta <<ya estaría muerto. Y también sé que te manejas mejor que yo con armas.>>

Hago amago de dudar sobre si decirle de qué hechizo se trata o no, con una sonrisa. Sería una buena estrategia para cuando lo aprenda, para sorprenderla. Pero, siendo sincero, no creo que se lo vaya a dar ocultado hasta entonces. Y ella podría decirme qué tal lo llevo, claro...

Extiendo la diestra y me concentro un momento. Un momento largo. Así en frío es como más complicado.
Cierro los ojos invocando (o, más bien, intentándolo) un pleniäo. La mano cambia de aspecto un momento al de la corteza de un árbol. Pero apenas un segundo después vuelve a ser la de siempre, y tuerzo la sonrisa con gesto de esfuerzo.

<<Aún me falta un poco>>, confieso. Como si no pudiese verlo, claro...

Me doy cuenta de que está estirando, entonces... ¡Claro! Enseguida me pongo a hacerlo yo mismo un poco, aunque sea, que luego no hay quien se doble...

Asentí. Por supuesto, en eso tenía razón.

-Pero si no me quitas el puñal antes de que haga ese corte, estás muerto -le recordé-. Cuando estás en esa situación, es una contrarreloj. Yo voy a matarte. Tú tienes menos que segundos para impedírmelo. Yo te domino. Tú cuentas con la ayuda de tu instinto de supervivencia. Pero tienes que aprender a quitarme el arma para cuando tengas la necesidad de hacerlo. Aquí, aunque te haga un corte, será leve. Además, yo puedo curarte. Y como manejo mejor las armas que tú, tienes que aprender a desarmarme para quitarme esa ventaja. Es tu mejor oportunidad para aprender a sobrevivir en una situación así. Si no, cuando no te quede otra opción no sabrás hacerlo. Entonces sí que te cortarán el cuello.

Me sorprendía un tanto la frialdad con que lo decía, como si hablara de qué comidas me gustaban y cuáles no. Pero era mejor así. Jun era muy racional siempre, así que necesitaba una explicación racional. Y no podía confiar en que todo el mundo fuera a limitar su muerte a la palabra.

Observé el hechizo con curiosidad. No sabía exactamente en qué consistía, pero aquella pequeña muestra lo señalaba como útil. Salvo que consistiera en convertirse en árbol, cuya utilidad veía muy limitada. Dudaba que fuera a aquello a lo que se refería cuando decía que quería ponerse al servicio de Loksass. De todas formas, sonreí.

-Tienes que enseñarme -pedí-. No ese, supongo. A concentrarme. Hace mucho que no aprendo un nuevo hechizo, y me vendría bien saber cómo practicas tú.

Analizo lo que dice. Claro, visto así, es una opción muy plausible... Porque una amenaza no es lo mismo que una muerte segura. Ella me amenazaba porque no iba a matarme, pero en un combate real puedo encontrarme con que el otro no quiera, para nada, amenazarme.
Un escalofrío me recorre solo de pensarlo.

<<Enséñame. ¿Cómo se hace?>>, le pregunto serio, repentinamente interesado.

La verdad es que asusta. Yo no soy capaz de imaginarme en una situación como esa...

¿Enseñarle a concentrarse? Bueno... Desde luego, ella ha demostrado tener un abanico de opciones generoso y a ser una buena estudiante. Eso no se lo puedo negar.

<<Podemos hacerlo un día, antes de que me vaya>>, propongo asintiendo. <<Que ya no puede quedar mucho... A ver si puedo terminar de sacar este antes de irme, que de viaje quizás tenga menos tiempo.>>

Esbozo una sonrisa. La miro un momento pensativo, entonces, barajando algunas cosas.

Sonreí. Al poco, asentía, segura.

-Entonces tendremos que vernos otra vez -decidí, segura-. Aquí no se puede dejar de trabajar, que luego se pierde la forma.

Pensé en ofrecerle el cuchillo, pero al final me giré y eché a andar hacia la pared más cercana. Al llegar, me volví hacia él y lo esperé. Claro que le enseñaría cómo hacerlo. Era importante que lo supiera antes de que fuera demasiado tarde. Desenfundé.

-Ven -le dije, repasando con los dedos el filo del arma.

Vernos otra vez. Eso.
Asiento un par de veces. Teníamos varias cosas pendientes. Quizás no todas, pero si podemos llevar a cabo la mayoría pues mejor.

Arrugo un poco las cejas cuando se aleja. Llega junto a la pared y se vuelve hacia mí. ¿Me ha entendido bien? Es decir...
Tras un momento de duda, porque sí que impone con esa mirada y el arma en la mano, le hago caso y voy. La miro con cierta duda, expectante pero cauteloso. Aunque no va a pasar nada... Ni puede ni lo va a hacer. No es que desconfíe. Es mero instinto, imagino...

Cuando Jun llegó a mi altura, esperé a que se parara ante mí. Entonces me moví con rapidez. Tomándolo por los hombros, lo empujé hacia la pared antes de que reaccionara y opusiera resistencia, y coloqué de nuevo el filo contra su garganta, observándolo con gesto serio, frío y calculador.

-Ahora cógeme la muñeca -indiqué, con la mirada fija en él, prestando atención únicamente a lo que trataba de explicarme-. El pulgar tiene que coincidir con la parte interior de la muñeca, y el resto de la mano debe rodearla. Con la mano impides el avance. Con el pulgar ejerces la fuerza. Es un solo dedo, y yo tengo muchos... Bueno, cables, lo que sean. Tienes que clavar el dedo, forzarlos y obligarme a moverlos. Mi mano no puede ejercer más presión sobre tu cuello. Tienes que conseguir que mis dedos pierdan fuerza. Retuerce, clava, lo que haga falta. Estás intentando conservar la vida, así que no te preocupes por hacerme daño.

Mantenía, hasta que él me obligara a lo contrario, la mano bien firme junto a su cuello, mientras la otra seguía sujetándolo por el hombro. Que fuera realista, al menos, aunque fuera demasiado lento.

Vaya... Supongo que era de esperar, pero de hecho me ha sorprendido. No soy tan ágil de pensamiento cuando se trata de desconfiar, desde luego. Y eso que creo que he ido mejorando al respecto... Pero se hace difícil.
Voy a hacer amago de resistirme con el cuerpo, pero entonces noto el filo contra la piel y me tenso un poco, evitándolo.

Tendones... La palabra es tendones.

Llevo la mano a su muñeca, presionando con fuerza. Por ahora solo la mantengo sujeta para impedir que avance.
Inspiro profundamente por la nariz.

En un gesto rápido, despejo la mano que sujeta mi hombro, mientras tuerzo la del puñal al mismo tiempo, apretando en el centro de los tendones con el pulgar, como ha dicho. Noto el gesto algo contraído, como violento.
Avanzo un paso, empujando su torso con el antebrazo para que retroceda un poco, pero sin soltar el agarre de la mano del puñal.
La anatomía indica que si lo hago bien ella debería rotar para evitar que la muñeca acabe en una postura antinatural. Y entonces podría, si todo sale perfecto, acorralarla yo a ella contra la pared y llevar el arma, aún en su mano, al cuello, forzándola con la mía.

Bueno, eso es la teoría... Lo que salga de ahí, sin embargo...

Al principio se quedó un poco sorprendido, por supuesto, pero reaccionó como le decía. O eso creí al principio. Alcé las cejas al ver cómo trataba de ir más allá de lo que yo le había dicho, y sentí cómo me veía obligada a seguir sus movimientos. Pero, para impedir su contraataque, solté el puñal, que cayó al suelo con un ruido metálico.

Y entonces, con un brillo de resistencia y una sonrisa maligna, hice un esfuerzo especial por ignorar el dolor y avancé una rodilla hacia él, amagando un golpe entre las piernas, al tiempo que volvía a colocar la mano sobre su hombro para afianzar el gesto. Podía ser todo lo listo que quisiera, pero a mí Alehyss me había enseñado algo más que un par de trucos.

-Primero: no intentes adelantarte a las lecciones -recité, con voz burlona, ahogando el dolor de la muñeca como podía-. Segundo: si vas a intentar volver la situación en mi contra, tienes que sujetar mi otra mano para inmovilizarme del todo. ¿Y si llego a sacar otro puñal? Tercero: no lo sabes, pero ahora mismo me has soltado y estás tirado en el suelo, retorciéndote de dolor a mis pies.

No lo sentía, pero a medida que hablaba, con los ojos fijos en los suyos, se me iba afianzando la sonrisa.

Vale... No cuento con lo que viene. Sé que no puedo estar pálido porque mi piel es oscura por naturaleza, pero se me acaban de vaciar los pulmones de la impresión, y he recordado algunos accidentes en los que ciertos golpes me enseñaron que...
La puedo sentir a través de la ropa, peligrosa. Mantengo los ojos en los suyos y aflojo un poco el agarre mientras habla, aunque sin soltarla del todo. Aunque, como ella acaba diciendo, en teoría la he soltado.

Mantengo los ojos clavados en ella, examinándola. De alguna forma evalúo su peligrosidad. Esa sonrisa indica que no bromea. Es como una sonrisa un poco... siniestra.
Me resulta...

Termino por abrir la mano con lentitud, sin mover más. De alguna forma es como si esperase que cualquier movimiento sospechoso se convirtiese en una ofensiva o así... Algo como eso...

Tardó un momento en entender el mensaje, como hipnotizado por las consecuencias de su intento de rebelión. Un asunto que no era esencial en mi cabeza en aquel momento. Quizás él no lo tuviera muy presente, pero me había criado con chicos y sabía que aquel era un punto débil que usar en situaciones desesperadas, uno que te proporcionaba ciertas libertades incluso cuando te superaban en fuerza.

En cuanto relajó la mano lo suficiente, la solté del agarre y me froté un poco la muñeca. Alcé las cejas un par de veces, tratando de romper el silencio que parecía haberse formado. Y no era que Jun fuera ruidoso habitualmente, pero... Bueno, yo me entendía.

-Te estás haciendo fuerte -señalé.

En seguida, me agaché a recoger el puñal y lo guardé en su funda. Luego me crucé de brazos, apoyándome en la pared, y ladeé la cabeza.

-¿Lo has entendido? Con eso te puedes ahorrar un afeitado fallido.

Termina por apartarse y yo quedo libre. Tengo ganas de acomodarme el pantalón, de pronto, pero tampoco es necesario. No quedaría muy apropiado.
De pronto es como si tuviese la garganta algo seca, pero asiento y esbozo una sonrisa cuando habla. A ver, que tampoco ha sido para tanto...

<<Bueno, ya iba siendo hora>>, le explico con gestos algo vagos y una sonrisa entre divertida y resignada.

Esta vez la lección me queda aprendida. Asiento sin dudarlo. No lo olvidaré. Ni por el degollado ni por lo otro. Quizás no sea una profesora convencional, pero deja huella...

<<¿Y ahora qué?>> La miro, interrogante. Termino por añadir algo más. <<Es tarde. ¿Nos vamos a la cama?>>

Aprieto levemente los dientes.
La verdad es que después de lo de hoy voy a tener agujetas, seguro. Y el hombro todavía me molesta un poco... Si es que soy lo que soy.

Me estiré de nuevo y salí del espacio entre él y la pared, algo más relajada. O, al menos, fingiendo estarlo, porque aún notaba cierta tensión del combate en el ambiente. En aquella ocasión daba por finalizado el asunto. Me eché de nuevo las manos al pelo y me solté el prendedor, dejando caer las trenzas libres. No tardé en recogerlas en un mismo montón y colocármelas por encima de hombro para mantenerlas quietas.

Miré a Jun y me encogí de hombros. No era mala pregunta. Ni mala propuesta.

-Yo voy a pasar a darme una ducha rápida -. Y a buscar una crema para aliviar el dolor de la muñeca-. Pero sí, creo que la cama suena como una opción maravillosa ahora mismo. ¿Vamos?

Desde luego, no puso ninguna pega. Pronto ambos salíamos de la habitación.

*Se van*

Corbin seguía empeñado en utilizar su rapidez para llevar a cabo sus ataques. Era algo que siempre había llevado en su contra, pero era el momento de trabajarlo y ponerlo a su favor. Tenía mucho por delante si quería que su estilo de combate fuera imbatible, y mejorar su velocidad era un punto importante para ello.

Entró en la sala ya en un ligero trote, que mantuvo durante unas cuantas vueltas antes de detenerse a calentar. Su trote, como siempre, incluía formas distintas de ejercicio, asegurando así que no solo las piernas entraban en calor y se ponían en marcha. Cuando dio su pequeña carrera por finalizada, procedió con su calentamiento de articulaciones, siempre de arriba a abajo. Tras completarlo con unos estiramientos, se dirigió al arsenal y se hizo con la misma espada que usaba siempre que practicaba esgrima para añadirla a sus puños y su daga.

Con todo dispuesto, se dirigió a la caja del duende y le pidió que presentara ante él a Rick Dehnel, al que debía enfrentarse una vez más. En cuanto Rick estuvo ante él, comenzó el combate, principalmente de esgrima. Se lanzó hacia él antes incluso de que el flamma atacase, aunque más dispuesto a incitarlo a actuar que a llevárselo por delante.

Corbin no debía llevar la voz principal en aquel encuentro, pero era difícil olvidarlo. De todas formas, trató de dedicarse a reclamar la atención de su enemigo sobre él, a forzarlo a atacar. Rick era directo, y su copia no puso muchas pegas a aquello. En seguida se dedicaba a esquivarlo o bloquearlo, y cada vez que lo hacía, Corbin aprovechaba el momento exacto tras el ataque de su oponente para lanzar él uno. Una vez tras otra. Daba igual el resultado del ataque del flamma. Unas veces, el filo de Rick pasaba de largo a su lado; otras, Corbin lo detenía con sus armas; otras, incluso, el filo llegaba a morderle la piel mientras él intentaba quitárselo de encima. Pero, invariablemente, la respuesta era un ataque, y otro, y otro, hostigándolo y al tiempo animándolo a continuar atacando. Y, cada vez, Corbin veía mejor los huecos por los que atacar cuando su contrincante se lanzaba, y los aprovechaba tanto como su velocidad le permitía.

*Se queda*

Entré con la expresión algo seria. Llevaba una racha de días cansados y no era capaz de salir de ella, pero de todas formas me preocupaba por llevar mis entrenamientos al día. Con aquello podría ganar danenismo... Dine... Energía para poder llevar a cabo más misiones heroicas o lo que fuese.
Daba un poco igual.

Nada más entrar vi a Corbin enfrentándose a mí. Parecía que seguía con el entrenamiento de espadas que habíamos comenzado una vez. De hecho, ni tenía que estar presente para participar en aquello.
Era como cuando había luchado, o lo había intentado al menos, contra la copia de Lea.
¿Y si Lea se enfrentaba a una copia mía y aquello la ayudaba más que el yo real? No creía que al menos cayese en un beso... ¿O sí?
¿Y besaría Lea a una copia mía para derrotarla?
Qué mareo de preguntas.

Saludé a Corbin con un gesto y una sonrisa y comencé un trote lento, más por poner el cuerpo en marcha que por otra cosa. Era como si sintiese que tenía otros asuntos que arreglar y que, sin embargo, solo estaba allí corriendo.

Para cuando Rick entró en la sala, Corbin ya llevaba avanzada una buena parte del combate, pero su enemigo se resistía a caer. Corbin le había dejado ya un buen número de cortes, y se había llevado otros tantos golpes, pero ambos se resistían, tozudos. Corbin soltó un gruñido hosco cuando vio a Rick por el rabillo del ojo.

No podía apartar la vista de su enemigo, que estaba prácticamente encima de él. Lanzó un puñetazo al mandoble que trataba de alcanzarlo para desviarlo de su trayectoria, y aprovechó el espacio que había quedado libre para lanzar un nuevo golpe con su propia espada a su adversario. Enzarzado en aquello, se encontró con que la presencia de otro en la sala le creaba una gran urgencia por terminar, hasta el punto de que, al próximo ataque, se lanzó directamente al pecho de Rick con la daga, ignorando la espada que venía a cortarlo en dos.

Cuando la copia cayó al suelo, muerta, supo que en un combate real él mismo habría caído, y se maldijo por su impaciencia. Con un toque con el pie, demasiado leve para considerarse una patada pero igualmente grosero, ordenó al duende que se retirara y se dio la vuelta, en busca de una toalla, de evidente mal humor.

Estaba empezando a calentar brazos y hombros con una serie de flexiones suaves cuando me vi caer. Había muerto.
Alcé la vista hacia el rostro de Corbin. Era la primera vez que me veía morir, pero no me sentía asustado o algo parecido. De alguna forma, aquella visión había sido como un golpe extraño a mi cerebro. De pronto me sentía apagado.

Me impulsé con las manos para alzarme. Lo miraba de reojo, mientras tanto, como buscando responder yo mismo a la pregunta que le había hecho antes de atreverme a lanzarla.

-Corbin -llamé, serio-. ¿Podrías matarme a mí también?-. Fruncí el ceño-. ¿Al yo de verdad?

Ya lo había visto matar antes, una vez. Matar de verdad. Salvar mi vida ante Inger, hacía ya mucho tiempo.

Corbin utilizó la toalla, por supuesto, para secarse el sudor, pero sobre todo para limpiarse la sangre. Tenía sangre de su enemigo caído salpicándolo entero, y también sangre propia, que manaba de distintas heridas. Acabó por situar la toalla sobre una herida en el brazo, la última recibida, que era algo más profunda que las demás, presionando para cortar la hemorragia.

Cuando alzó la vista hacia Rick, lo hizo con el ceño fruncido y evidente expresión hostil. Se quedó un buen rato envuelto en un silencio hosco, preguntándose a qué se refería su compañero con la pregunta. Por supuesto, la muerte de Rick a sus manos dependería de la resistencia que el propio flamma opusiera. Además, en aquel momento se encontraba algo afectado por el combate, y no encontraba un razonamiento lógico para aceptar matarlo en aquel momento.

-¿Ahora? -preguntó, con desconfianza evidente en la voz-. ¿Por qué?

Negué un par de veces, ceñudo. No me refería a aquello, por supuesto. No creía que él tuviese ningún motivo para matarme, claro. Solo era una hipétesis de esas.
Suspiré, poniendo un poco en orden mis ideas.

-Me refiero a...-. Fruncí el ceño, mirándolo, aún ordenando palabras-. ¿Te temblaría el pulso al hacerlo? No...-. Me acerqué un poco, aún a varios metros, totalmente seguro de que quería saber aunque temiese saber, en cierto modo-. ¿Cómo puedes hacer para encargarte de tus enemigos de esa forma tan eficaz? ¿Y podría ser así con cualquiera? Tú... ¿Serías capaz de hacerlo con la copia de cualquier guerrero? ¿Qué piensas al herir, al matar, a una copia de la gente a la que conoces?

Tenía los puños algo apretados.
No era capaz de...

La pregunta no le gustó demasiado. ¿Acaso dudaba de su profesionalidad? A Corbin nunca le había temblado el pulso cuando se trataba de matar, y contaba con que aquello nunca llegase a suceder. Después de todo, una muerte siempre tenía un motivo, y si el motivo estaba claro, no había razones para que la mano dudase.

Miró a Rick largamente, con gesto molesto.

-Una copia es una copia -declaró con desprecio-. Ni siquiera es un ser humano. No es más que un muñeco. Tampoco muere porque le hagas daño, porque no tiene vida. No veo motivos para que su supuesta vida sea más valiosa, se parezcan a quien se parezcan -. Hizo una pausa, pensativo. No le gustaba matar. No era algo que disfrutara especialmente. Simplemente, debía hacerlo y lo hacía-. Mato para vivir. Si alguien muere a mis manos es por mi supervivencia. Mi eficacia se basa en mi preparación y mi experiencia.

No estaba seguro de haber solucionado sus dudas. Tampoco estaba seguro de saber cuáles eran sus dudas. Consideraba a Rick un guerrero capaz, y aquellas repentinas preguntas lo descolocaban.

Una copia era una copia. Aquello era cierto, claro. No lo había pensado. O sí, pero... De alguna forma daba miedo igual, ¿no? Ver un rostro conocido me hacía flaquear. Aunque era cierto que yo nunca había matado a nadie. Nunca había sido capaz de hacer algo como aquello. Y, de alguna forma, no quería. Pero llegado un momento... ¿Y si tenía que enfrentarme a un peligro y no quedaba otra solución? ¿Y si aquel peligro adoptaba una imagen conocida?

Me estremecí un momento a su comentario. Muy serio, lo miré otra vez.

-¿Y si no fuesen copias? ¿Y si fuesen reales? ¿Entonces serías capaz de todas formas? ¡No lo entiendo, Corbin!

Apreté los dientes.
No tenía que pagar con él mis frustraciones.
Terminé por acercarme a las pesas y tomar un par, serio. No era tan fácil como él lo ponía, lo dijese como lo dijese.

Corbin no veía el problema. No era la primera vez que se encontraba con alguien reticente a dar muerte, pero eso no significaba que lo entendiera mejor. Después de todo, a su modo de ver, no había nada que entender. Si matabas a alguien, acababas con una existencia. Y después tu vida seguía. Tras una muerte, nada cambiaba. Todo seguía adelante, solo que ya no incumbía a quien había desaparecido.

Mientras terminaba de limpiarse el brazo, observó cómo Rick se alejaba hacia las pesas. Su ceño se frunció un poco más.

-¿Qué no entiendes? -preguntó, y su voz fue casi como un ataque en sí mismo, aunque él no fuera consciente de ello.

Comencé a lanzar puñetazos al aire, con las pesas en las manos, buscando una mayor potencia de aquella forma. Me encontraba, cada vez más, con que diez kilos casi ni se notaban. Era como si no pesasen.

-Yo no entiendo cómo no se hace eso de matar sin remordimientos. Me he enfrentado a muchos enemigos, he luchado con fiereza con los puños y la espada, he amputado el brazo de un hombre de un solo tajo y...-. Fruncí el ceño, mirándolo, lanzando otro puñetazo más intenso, apretando tanto la mano que los dedos se me quedaron blancos-. ¡Y de repente no soy capaz de luchar contra la copia de una persona! Porque no puedo quitarme de la cabeza su imagen. Es como si temiese encontrarme con que si no me importa la copia tampoco me importará hacerlo con la persona real. No sé si me... explico.

Gruñí, molesto conmigo mismo.

Corbin tampoco sabía si Rick se estaba explicando, pero sí sabía que él no lo estaba entendiendo. Primero, porque los razonamientos de Rick le quedaban demasiado lejos. Segundo, porque los presentaba de una manera demasiado abstracta.

-Si te ataca y no te defiendes, morirás -declaró, frío, sin entender-. Solo te queda luchar por tu vida. Si eso supone acabar con la suya, es algo que tendrás que hacer -. Hizo una leve inclinación de cabeza, que resultó rígida-. Buenas tardes.

Y, sin más, abandonó la sala. El humor de Rick no iba a ayudarlo a tranquilizarse, y ya había cometido un error en su empeño por matar a su copia. No le convenía repetirlo con el real.

*Se va*

Fdr- Rick tardará en postear

Lo vi marchar con gesto algo hosco. No entendía qué pasaba con todo aquello. No entendía por qué de pronto me obsesionaba con tantas cosas: con los combates que era incapaz de disputar, con la carta de Nadia, con ser incapaz de entrenar en buenas condiciones con Lea... Ya ni pensaba en Gerald, que había permanecido bastante ausente desde el suceso del baño. Y, por encima de todo... no entendía.

-¡QUIERO UNA PELEA A PUÑOS CONTRA GERALD BROWEN! -bramé al extraño geniecillo de las copias.

Apareció ante mí. Ni siquiera solté las pesas que llevaba en las manos y me volví hacia él, furibundo. No era más que una copia, pero seguía transmitiendo aquella arrogancia tan desagradable. Y no tardé en enredarme con él, descargando la tensión, porque al de verdad no podía tocarlo, pero sí al falso. Y era la primera vez que me permitía golpearlo, y la primera vez que recibía sus golpes sin contención.
Terminé por soltar las pesas, que ayudaban a pegar más fuerte pero me hacían más difícil el alcanzar su cuerpo escurridizo. Y no lo daba agarrado tantas veces, pero cuando lo hice no lo solté, rodando con él por el suelo, enfrentándolo como había llegado a hacer con Robert algunas veces. Y luego con los malhechores de las calles junto a él.
Al salvar a alguna señora en apuros siempre recibías un "gracias" y una sonrisa asustada por lo vivido. El bien y el mal estaban definidos. Había correcto e incorrecto. Pero no parecía que la muerte fuese una opción para nadie. Todos querían evitarla.

Aquello me asustaba. Me asustaba recibir cartas sobre matrimonios. Me asustaba llevar casi cuatro años en aquel lugar y sentir que no había dado tantos pasos hacia adelante, y ver como otros sí.

Sobre Gerald, erré un golpe, que dio al suelo, arrancándome la piel de los nudillos. Luego lo hice desaparecer y estiré un poco, muy serio.
Pronto me iba hacia el baño a asearme un poco.

*se va*

Han vuelto las nieves, y Kyoti está incómodo. No quiere dar sensación de debilidad, pero no puede evitar justificarlo con la idea de que acaba de llegar. Le habría gustado poder cazar. La gente suele decir que Fulmen es un continente muy verde y con muchos recursos. Él solo ha encontrado blanco.

Pero, de todas formas, decide que es mejor utilizar el tiempo. Está probando cosas que no hace demasiado a menudo. Por una parte, se dedica a lanzar flechas a las dianas con forma humana. Después de lo que le ha dicho Alehyss, ha decidido que necesita concienciarse y estar preparado. Por el momento, calcular los puntos letales y alcanzarlos es una buena actividad. Por otra, prueba a utilizar dos flechas en vez de una. Eso supone que tiene que calibrar el equilibrio y dar mayor fuerza al lanzamiento. No le viene mal. Además, así puede ir aprendiendo a controlar adónde se dirigen.

*Se queda tirando*