Sala de entrenamiento

Tenso un poco la sonrisa cuando dice lo del final. Si es que tiene razón, claro. Esto no es un juego. Otra más de las cosas que me separan del resto de guerreros. Aunque tampoco es que todos se pasen la vida pegándose unos a otros. Y no me van a convencer de ello. Tengo ojos.

-Por eso es cómodo el duende, supongo. No siempre hay gente dispuesta a enfrentarse a ti -comento. Me encojo de hombros, apartando la vista un instante-. Yo estoy aprendiendo todavía. Puede haber gente que considere que pierde el tiempo.

Bueno. Supongo que eso es verdad. Pero me lo he sacado de la manga. Tampoco es que me dedique a ir pidiendo vez a los guerreros, así que no puedo saberlo a ciencia cierta. Pero tendría sentido que fuese verdad. La gente tiene sus cosas que hacer, ¿no?
Estoy divagando un poco.

Compruebo de nuevo mi pierna en lo que pregunta. La muevo un poco. La enfermería... Yo iría, pero...
Acabo por negar, con una sonrisa suave. Se supone que me estoy intentando hacer fuerte. Y ya voy demasiado por ahí. Además, la herida se ha cerrado.

-Está bien -la tranquilizo-. Parecía más aparatosa de lo que era-. O eso creo-. Y la has cerrado del todo. Yo creo que no hace falta. Si me da problemas iré, pero de momento no pasa nada.

¿Aprendiendo todavía? ¿Intenta darme pena? ¿Cuánto tiempo lleva aquí? ¿Qué intenta decir con eso? ¿Es ese aire deprimente de la adolescencia? Me siento incómoda.

-¿Perder el tiempo por enfrentarse a un compañero? -pregunto, con un tono que cuestiona lo que dice.

Que, ahora que lo pienso, aún se va a creer que yo pretendo entrenar con él, y no es precisamente esa mi intención. Mantengo mi estudiada sonrisa, pero marco ligeramente las distancias. No es por perder el tiempo. Es que no quiero entrenar con nadie ahora. Aunque, bien pensado, no creo que pretenda seguir entrenando. Pero qué sabré yo.

-Bueno, como veas -respondo con un leve encogimiento de hombros, algo más despreocupada-. Si estás bien es tontería, claro.

Me encojo de hombros. A ver, no es que yo lo sepa todo. Solo lo he supuesto.
Me acerco hacia la pizarra, que lleva ahí tirada un bien rato. La pierna me sostiene bien. No hay problema. Pronto la tengo en la mano, y la guardo en el bolsillo, volviéndome hacia Lea con una sonrisa algo resignada.

-Está bien que pienses así. Pero supongo que no será así siempre, ¿no? Habrá quien acepte un entrenamiento, pero no dos...-. ¿Qué digo? Me estoy agobiando un poco.

Hoy no ha traído al vulpus. Es un animal magnífico. Supongo que habrá crecido más en este tiempo. Eso me recuerda que tengo que hacer aún de canguro del tal Thor. Eso si las chicas se dan prisa, porque al final...

Asiento, risueño.

-Sí, tranquila. Yo me encargo si hay problemas. Lo que sí debería hacer es ir a darme un baño -añado, mirando de nuevo la mano manchada de sangre, como la pierna-. Y así dejo que entrenes. Supongo que no venías a que te entretuviese -aventuro, divertido.

Creo que no entiendo lo que dice. O lo que piensa. ¿Qué quiere decir con eso? ¿Será que es él el que no quiere entrenar con otros? Ni siquiera sé muy bien qué responder a eso. Me parece una idea extraña. ¿Qué más da la segunda vez si no has probado la primera? No, en serio, ¿tiene algún sentido lo que acaba de decir?

-¿Tú crees? -se me ocurre decir, poco inspirada.

Es un poco agobiante. Es como que pretende ser demasiado atento, y acaba dando la sensación de que pretende dar pena. ¿Querrá parecer débil? ¿Desvalido? A lo mejor es una manera de hacer que otros bajen la guardia. No sé muy bien qué pensar, la verdad. Me incomoda.

-Bueno, reconozco que no esperaba encontrar a nadie -concedo-. Descansa. Te vendrá bien, después de entrenar. ¡Ah, tu colgante!

Me lo quito para devolvérselo. Es raro, la verdad. Muy raro. Creo que ni siquiera he analizado lo raro que es. Este chico me desconcierta.

No parece muy animada a hablar. Supongo que está ocupada. Aquí la gente lo está, a fin de cuentas. Es su trabajo. No voy a interrumpirla con conversaciones tontas. Ya la he entretenido suficiente con agradecimientos.

Asiento cuando decide encargarse de la despedida ella misma. Le dedico una sonrisa amable. La verdad es que no sabría bien qué decirle ahora, así que supongo que lo adecuado es marcharse.

-Ya nos veremos entonces. Muchas gracias de nuevo. Buenas...-. Noches.

Se ha quitado el amuleto. Ya no hay comunicación.
Voy a por él y lo agradezco con un gesto, tomándolo y poniéndomelo al cuello. Una nueva despedida, esta vez muda, y dejo la sala, con ella dentro.

Mejor que me duche, sí. Estoy más atontado últimamente...

*se va*

Al final, acaba por marcharse, claro. Suspiro cuando ya se ha ido. No sé cuál es el motivo, pero me cuesta tratar con él. Se me hace difícil.

Pero no es momento para preocuparse por eso. En apenas un momento estoy centrada ya en mis actividades. Caliento, estiro, me preparo. Hoy voy a ocuparme de la técnica. He llegado tarde, y además me he entretenido, así que lo dejaré en algo corto. Puedo compensarlo mañana. Por el momento, me preocupo de prepararme, con movimientos suaves, sin forzarme demasiado.

Al final, comienza algo un poco más estricto. Ya que solo voy a ocuparme de la técnica, tengo que hacerlo bien. Me preocupo de tener movimientos exactos, precisos, y aprovecho para probar nuevos gestos, fintas que uso poco o que aún no tengo afianzadas. Siempre hay nuevos detalles que añadir, siempre hay algo que perfeccionar.

El entrenamiento se alarga hasta que mi estómago me reclama. Al final se me ha hecho incluso más tarde de lo que pensaba. No sé si pasar antes por el comedor o por el baño.

*Se va*

Llevaba ya un buen rato allí, entrenando. Había empezado tarde, así que había decidido dedicar parte de la noche a ello. Un entrenamiento nocturno no era malo, a fin de cuentas. No siempre podía saber uno qué escenario le plantearía una batalla en el futuro.

Värdjas, en mis manos, se movía con fuerza, derribando a los enemigos de madera como si fuesen malandrines inútiles. Aunque de serlo no hubiese sido capaz de partirlos en dos, según creía. Pero aquello no implicaba que no pudiese darles una buena lección antes de...

Me detuve con un gruñido, parando la espada en mitad de un golpe y me volví hacia la puerta con gesto hosco. Descubrí allí, sin embargo, a alguien que me hizo esbozar una sonrisa, y me eché la espada al hombro, tratando de adecentar un poco la ropa o el pelo, aunque tampoco podía hacer mucho.

-Vest -saludé, con gesto afable-. ¿No puedes dormir? Oh, buenas noches, en primer lugar.

Asentí, contento. No había olvidado mi nombre. Era agradable ver que el tiempo no había borrado mi imagen de... Bueno. De su memoria.

-Así es -coincidí-. Me siento algo azorado por ello -añadí, con una pequeña mueca-. Debería haberte buscado antes. Lo siento. A veces aquí pierde un poco la noción de los días. ¿Qué tal has estado?

Y en lo que hablaba ella se acercaba. Llegué a mirar a los lados un momento, como esperando que alguien nos estuviese observando. Tenía un aura poderosa, de alguna forma, pero no sabía explicar en qué sentido...

-Debes descansar bien. Hay que reponer energías, y es bueno para la piel -comenté. ¿Qué tontería era aquella?-. Aunque la noche es refrescante, a veces.

Me erguí entonces, cuando apoyó la mano en mi arma, desviando un instante la vista hacia ella, volviendo enseguida hacia la flamma. Alcé las cejas.

-¡Oh! ¡Claro que sí!-. Me erguí un poco más, aunque no estaba seguro de que pudiese hacerlo-. No estoy tan cansado como para no poder dar un par de estocadas más.

¿Aburridos?
Alcé las cejas, poniéndome algo rígido de pronto, con agobio. ¿Aburrido? ¿Era aburrido? Si no me había visto más que una vez... Aunque pronto dijo que era una broma, reí un poco, todavía algo inseguro.

-Bueno, se hace lo que se puede -terminé por decirle-. Si hay algo que pueda mejorar para entretenerme, acepto sugerencias -añadí con una sonrisa, como una pequeña broma.

Tampoco broma. Si podía cambiar a mejor...
¿Ciertos ejercicios? Ladeé un poco la cabeza, mirándola con curiosidad.

-¿Qué ejerc...?-. Callé de pronto, enrojeciendo. ¿Acaso...? Oh, Mithos... Un caballero no debía preguntar por aquello. Carraspeé, incómodo-. Yo duermo lo que debo. No te preocupes -la tranquilicé-. Suelo entrenar a unas horas más apropiadas. Lo de hoy es una excepción-. Dibujé una sonrisa divertida-. Quizás me tocaba encontrarme contigo de una vez por todas -propuse.

Tragué saliva cuando terminó de hablar, asintiendo. Me causaba una sensación un poco extraña. Tenía aquel aura roja que...

-Vamos allá -acepté, retrocediendo un par de pasos y separándome, poniéndome en guardia-. No te haré daño. Tranquila.

Aparté la vista, algo incómodo, aunque pronto la miraba de nuevo. A una dama, y a una dama noble como ella lo era, no se le apartaba la vista así como así. Vaya una falta de respeto.

-Bueno, no esperaba encontrarte -confesé, algo nervioso-. No tenía nada pensado. En estos casos, improvisar es lo mejor-. Carraspeé de nuevo, cuando repitió que no era más que una broma, y asentí-. Tranquila-. Sonreí, caballeroso-. También aceptaría que soy aburrido si te lo parezco. Aunque no me has visto en unos ambientes muy entretenidos. Realmente he llegado a ser el alma de la fiesta.

Hablando de fiestas, ya hacía de la última. Todavía estaba saliendo con Inger por aquel entonces.

Ya estaba relajado, pero perdí la tranquilidad de nuevo con su pregunta. ¿Lo había notado? Demonios. Yo solía ser sutil con aquellas cosas, pero...

-Ah, bueno...-. Carraspeé, incómodo, aunque no perdí la sonrisa-. Nada especial. Cada uno tendrá... sus ejercicios antes de dormir. Ya sabes... A mí me gustaba hacer algunas flexiones, o así -comenté, desviando el tema un poco.

Pero de entrenamiento sí podía hablar, sin problema. Aunque me extrañó ver aquello que sacó, que eran como abanicos. ¿Eran sus armas?
Arrugué el ceño de todos modos, con una sonrisa fiera, sacando algo de pecho. Lo cierto era que mostrar mis habilidades a las damas me hacía sentirme poderoso.

-Te enseñaré mis habilidades, descuida -anuncié, fiero como el guerrero que era.

Me lancé enseguida a por ella, con un impulso poderoso, enviándole una estocada de frente con toda la longitud de Värdjas, más de el cuerpo de muchos hombres. No era difícil de esquivar, pero dejaría una buena distancia entre ambos, por lo que no le sería fácil alcanzarme con aquellas armas tan cortas, esperaba.

¿Inesperado? ¿El destino? Desde luego lo era. ¿Y creía yo en el destino? Sabía que había creído el destino, en lo que me depararía, pero en aquel momento, al escucharla, no pude evitar pensar que, de hecho, hacía tiempo que aquella palabra parecía haber perdido su significado, de alguna forma. Pero sonreí, de todos modos. No era más que un modo de hablar, a fin de cuentas.

-Y también grato -añadí, divertido-. Podemos salir alguna noche, por supuesto -añadí, asintiendo, risueño-. Hace tiempo que no salgo por el pueblo. Al final tenía planes pendientes, pero con el tiempo que hizo en invierno y los trabajos parece que nunca se puede. Pero no me molestaría pasar la noche contigo alguna vez-. Demonios. Esbocé una mueca, apurado-. En el pueblo-. ¡Diantres! ¡¿Qué cambiaba aquello?!-. Si nos juntamos tres o cuatro podría ser incluso más interesante -añadí, sintiéndome algo más relajado. No debía haber malentendidos.

Me centré en el combate. Aquello era lo serio. Aunque debía evaluarla antes de ir completamente en serio, para no hacerle daño.
Me di cuenta de que si Lea me hubiese leído la mente en aquel momento probablemente me hubiese ganado una mala cara. Éramos guerreros a fin de cuentas, ¿no?

Como parecía por su aspecto, resultó ser ágil. Me esquivó sin una dificultad excesiva, y pronto se lanzaba hacia mí. Pero para recorrer la distancia que nos separaba necesitaría más que un mero impulso.
Ella sonreía, y yo también. Pero fiero, con el fuego del combate en los ojos. Y, sin ningún remordimiento, giré la espada con un veloz movimiento de muñecas, para que fuese la hoja y no el filo lo que se apoyaba contra ella. Tenía aquel abanico extraño entre su cuerpo y el mío, como para protegerse, pero si su peso era el que parecía y no tenía una fuerza inhumana oculta con aquel aspecto, no bastaría con aquello.

Moví los brazos con fuerza hacia ella, no buscando golpearla, pero sí empujarla. Usaría un buen impulso, devastador, y si lograba hacer contacto con su cuerpo la lanzaría varios metros hacia la derecha. No quería hacerle daño, pero aquello no impedía que la alejase.
Debía demostrar que se encontraba frente a un adversario fuerte, a fin de cuentas. Y podía ser que yo no fuese otra cosa, pero fuerza para lanzarla a un lado no me faltaba, esperaba.

FdR: con estas cosas siempre me pasa igual. Y más la novata esta con el superveterano. si me paso avisa y edito ù//ú

Posdata, pausa.

Cuando aceptó me sentí motivado a ello. Una noche de fiesta no sentaba mal si uno controlaba. Pero enseguida palidecí al escuchar lo que seguía, y me apresuré a negar, algo agobiado.

-¡Pero no hablo de nada indecoroso! -le aseguré, apresurándome a aclarar el malentendido-. No soy de los que buscan a las mujeres solo por querer ese tipo de cosas de ellas. Podemos divertirnos como compañeros, pero no creas que...-. Demonios. Resultaba difícil rechazarla sin ser ofensivo. Comprendía que mi atractivo viril la hiciese dudar. Carraspeé, tratando de serenarme-. Lo de que más es mejor dependerá del que lo vea. Sinceramente, yo prefiero dedicarme enteramente a algo que abarcar demasiado. Al final uno cree que lo tiene todo y no tiene nada -zanjé, resuelto.

Desde luego, era mejor un amigo que muchos conocidos, era mejor Lea que todas las mujeres del pueblo juntas, y más valía salvar a un hombre que... Bueno, en heroicidades habría que verlo.

Me centré entonces en el combate. Me costaba un poco ponerme completamente serio. Cuando la espada pasó sobre ella porque se agachó estuve muy tentado a cortar el movimiento de golpe y esmagarla contra el suelo, pero aquello era innecesario. Podía hacerle mucho daño. Entonces me limité, simplemente, a soltar la derecha, impulsándome levemente hacia atrás para mantener una distancia en lo que la dejaba acercarse. Podía ser rápida, pero sus movimientos no eran los más elaborados. Podía seguirlos sin excesiva dificultad. Aunque no tenía claro qué buscaba hacerme.

Terminé por extender la mano libre.

-Baadha.

Si la barrera mágica no la detenía por completo quizás, al menos, la parase un poco.

¿Que era buena abarcando lo que...? ¿Acaso se me estaba insinuando? Porque yo sentía como si se estuviese insinuando... Terminé por no preguntar y tratar de ignorar aquella sensación extraña. ¡O no tan extraña! No era raro que las jovencitas se interesasen por mí, a fin de cuentas. Pero no solían ser tan directas...
¿O no hablaba de...? ¿Era yo el que pensaba que lo que decía iba con segundas intenciones? Demonios, debía centrarme...
Y usé el combate para aquello.

Ella había cambiado de estrategia tras mi defensa. No me lo pensé demasiado. Noté cómo su hechizo penetraba en mi barrera, pero aquella era mi forma de luchar (y ya me excusaría ante Lea, como siempre, si sufría más daños de los esperados). Ni me esforcé en evitarlo y me lancé a por ella, retirando la mano pero sintiendo de todas formas la quemazón en la piel. A la vez que avanzaba impulsándome hacia la mujer lanzaba la espada, aún sostenida en la diestra, para aprovechar la propia inercia de mi cuerpo al avanzar y ensartarla.
O "ensartarla". Ni yo ni el hechizo de la sala de entrenamiento permitiría que la hiriese. El golpe, sin embargo, iba a dar, en principio: más de metro y medio de pesado acero buscaban su frágil cuerpo.

Desde luego, no pude negar que le ponía empeño. Era ágil, también. Había visto guerreros más ágiles, que eran capaces de realizar piruetas increíbles, pero también estaban otros, como yo, que no lo eran tanto. Pero, pese a todo, no me resultaba difícil seguirla. Había combatido en Brontë cuatro años, y sus movimientos se me hacían conocidos, de alguna forma, aunque nunca antes los hubiese visto surgir de ella.

Quiso aprovechar mi embiste para lanzarse a por mí, y envidié por un instante a Lea y su capacidad de echar fuego por la boca, pero tampoco fue lo que más me preocupó. Si hubiese querido ser violento hubiese podido mover el arma con violencia de todos modos y, seguramente, alcanzarla, pero en lugar de aquello, aprovechando que se me acercaba con su arma pegada a la mía, hice palanca con la empuñadura de Värdjas para empujarla lejos de mí, con más fuerza de la que yo mismo esperaba.

No ataqué, sin embargo. La miré con una sonrisa, bajando un poco el arma.

-Eres ágil, no hubiese dicho que te mueves tan bien -la halagué-. Pero te arriesgas demasiado. Tienes que tener cuidado cuando te enfrentes a guerreros de mi envergadura. ¿Qué se te da mejor? -inquiricé, curioso, relajado. Había dado el combate por finalizado, de alguna forma. A fin de cuentas, habíamos empezado a entrenar bastante tarde-. Aunque ese flagrare fue bueno-. Sonreí, animado-. Y con lo malo que soy en magia valoro mucho a los que lo sois. Desde luego, eres una dam... mujer de lo más interesante. ¿Me dejas invitarte a cenar? Al comedor -añadí, irguiéndome un poco-. Y me cuentas dónde has aprendido a moverte así-. A luchar, a luchar.

*Se van.*

Dejo ir un jadeo mudo cuando el pie me alcanza en el pecho, y antes de ser plenamente consciente estoy cayendo al suelo de espaldas, lo que me hace dejar ir más aire, y eso que creí que ya no quedaba en mis pulmones. Aún dolorido la veo venir, e invoco un baadha ante mí, resollando, consiguiendo que se repliegue un momento y retroceda. Incluso llega a detenerse, pero creo que es para que me ponga en pie. Alehyss es rápida. Y no lo es tanto, al mismo tiempo. Pero al utilizar esa forma tan directa de luchar hace que me sienta bastante más torpe que si solo utilizase hechizos.

Me pongo en pie y aprieto la mandíbula. Preparo un clair ëm yäk en la mano e inspiro profundamente. Entonces invoco un ebrain aitchbrëa antes de cambiar de sitio y enviarle la bola luminosa.
Por oscura que sea su piel sigue siendo vulnerable a la ceguera.

Cae como un saco. Ni siquiera sabe cómo hacerlo. Y tarda en volver a levantarse. Y eso que apenas lo he golpeado un par de veces. En un combate real habría muerto. Al menos tiene la decencia de amagar una defensa cuando ve que ataco de nuevo.

Estoy a punto de exigirle que se lo tome en serio si quiere que no me vaya cuando veo que se levanta, preparando una nueva ofensiva. O un nuevo intento por hacerlo. Y aunque tiene la buena idea de cegarme, y sé que su puntería y capacidades mágicas no son malas, sigue siendo demasiado predecible. Aún sin ver lo escucho respirar y moverse, por lo que puedo elegir hacia qué dirección moverme cuando voy a atacar.

Esprinto formando un arco para evitar que me lance su hechizo de frente, preparando la bola de la cadena durante mi carrera. Volveré a ver antes de alcanzarlo, y podré lanzarla a su garganta. A ver si así se centra en lo que estamos haciendo.