Jardines (2)

Estos días no deja de llover y, al contrario de quitarme las ganas de salir a entrenar, parece hacer que me pique con el tiempo y salga con más rabia. Los entrenamientos son eternos y los avances nunca llegan.

Golpeo un tronco fuerte de los que lindan el jardín, con puño y piernas, como a un adversario de gran calibre. Con este brazo todavía no he conseguido un golpe lo suficientemente contundente y eso solo hace que me de más rabia seguir así. Desde que perdí el brazo no dejo de sentirme como un parásito.

Me centro en las patadas, por suerte todavía tengo dos piernas para ser rápido y ágil con el tronco. Preparo la parada con la izquierda, de medio lado y voy cambiando el peso de una a otra para aflojar todo lo que pueda. Finalmente me aseguro en la postura y lanzo la pierna, tensándola juto cuando llega al golpe y un fuerte ruido cruje bajo ella en cuando golpeo el árbol, dejando una muesca. Mi pierna al menos sigue manteniendo su fuerza y precisión, pero no es suficiente como para dominar el golpe.

Vuelvo a repetir el movimiento, aflojando la pierna inicialmente y lazándola aprovechando la inercia del giro de cadera hasta tensar todos los músculos en el último momento y dar un golpe seco. De nuevo un crujido y una marca. La tensión del músculo bloquea parte del golpe y todavía no siento el miembro dolorido.

Me paso la mano por la cara, que se empapa a pesar de la capucha. Pierdo la postura y doy un par de pasos, observando por dónde atacar el tronco. Esta vez probaré con un movimiento algo más elaborado, para que una mayor inercia me dé tiempo e impulso para crear el gran impacto.

Me alejo unos pasos para tener amplitud de movimiento y preparo el movimiento, soltando las articulaciones con movimientos en resorte. Cuando me veo preparado, llevo la pierna derecha hacia adelante, para servir de apoyo y empiezo el giro girando la cabeza, para que el cuerpo lleva la guía de la inercia. Doy un pequeño salto al tiempo que empiezo a girar y lanzo la pierna izquierda hacia el árbol, centrándome en tensarla en el último momento. Siento el topetazo contra la madera y la sensación en los músculos ya ha sido mejor que antes.

Vuelvo a retroceder y repetir el movimiento, esta vez algo más rápido. Adelanto la derecha para el apoyo, empiezo el giro y doy el salto para lanzar la patada giratoria. Tenso los músculos en el último instante y esta vez saltan algunas astillas de la madera.

Me animo a probar algo mejor. Me alejo del árbol para coger algo de carrerilla y visualizo el movimiento. Serán tres zancadas grandes con las que coger el suficiente impulso como para dar un giro completo en el salto antes de golpear. Trazo la trayectoria mentalmente y me mentalizo del movimiento.

Cuando estoy listo salgo con impulso y doy tres zancadas fuertes para acabar apoyándome con la derecha y dando un gran salto ya realizando el giro del tronco. Tenso el cuerpo para dar el giro que me aporte la inercia y suelto la patada con la izquierda, tensando el músculo. Pero hay algún fallo de cálculo y tenso un momento antes del que debería. Me doy cuenta instantes antes de dar el golpe y, aunque siento como se hunde la madera, me llevo un buen leñazo en la pierna, retrasando el resto del movimiento y haciendo que resbale en el barro al caer.

Doy un grito de rabia agarrándome la pierna por el dolor del momento y el haber fallado el golpe. No voy a dejar que incluso un árbol me deje en ridículo. Dejo reposar la pierna un momento y me pongo en pie cuando parece que ya duele menos. La aflojo y dejo que todo vuelva a su sitio, apoyándola con cuidado. Una vez que estoy listo, vuelvo a la posición de antes y repito el movimiento.

Tres zancadas, un salto con giro y en el último momento tenso. Pero parece que el cuerpo no me obedece del todo y el golpe que doy es mucho más suave que antes. No me lo puedo creer. Doy una patada al árbol, una de desprecio, y vuelvo a la posición anterior. Nuevamente el mismo gesto y nuevamente una patada más floja. Así las dos veces siguientes.

Espero sentado en el suelo, frente al árbol al que ya tengo manía. Mi mente ha cambiado hacia algo horrible. El dolor me está bloqueando. no, no es el dolor exactamente. Me miro el muñón del hombro y tomo aire. Esto ya me deja bastante inútil como para inculcarme miedos que me vuelvan todavía más inútil.

Vuelvo a levantarme con determinación y me coloco en el sitio inicial para coger carrerilla. Ni siquiera es un enemigo real, ni siquiera es tan denso como mis huesos. Respiro con brusquedad y me vuelvo a pasar la mano por la cara. Nunca he tenido miedo a la lucha, no voy a dejar que me lo inculquen. Aseguro los pies en la tierra mojada, buscando ser consciente de cada músculo de mi cuerpo. Están ahí y son míos, no voy a dejar que nadie más que yo coja el timón de este barco.

Salgo con impulso y doy la primeza zancada, segura y fuerte. La segundo, la tercera es la vital, la técnica. Aseguro el apoyo y giro la cabeza, con el objetivo en mente. Salto con fuerza y giro el tronco, utilizando toda mi inercia. no pierdo de vista el objetivo y me contengo. Lanzo la pierna y espero hasta envíar la orden de tensar la pierna en cuanto va llegar el impacto. Siento un breve momento de duda y lo aplasto reafirmando la tensión del músculo. Noto como si se inflasen ligeramente y se volviese rígidos como la piedra, encontrando el punto. Descargo entonces en el árbol, que deja paso a mi pierna durante unos centímetros y escucho las grietas que forma el resto del impacto.

Al llegar al suelo siento la pierna dolorida de nuevo, pero al fin he conseguido el golpe. Miro al árbol con la el costado izquierdo socabado y siento que algo ha ido bien hoy, después de meses.

Me quito la capucha y me froto la cara, dejando que la lluvia me cale más. Creo que la siento hasta en el brazo izqueirdo.

Me giro al escuchar el chapoteo en el jardín y veo a una chica que parece sonarme. Cuando se incorpora hace un comentario y entorno los ojos, acercándome un poco para ver si no me confundo. La pierna me duele un poco, pero hago como que no.

—A ti te conozco. Eras amiga de Frikka o algo así —Le indico, acortando la distancia. Me acuerdo de haber hablado con ella hace bastante. Todavía estábamos reparando el palacio. No ha crecido mucho.

—La verdad es que tengo mal temperamento —Le aclaro por su comentario, girándome un momento hacia el árbol. —¿Buscas compañía? —.

Ben, es verdad. Aunque si no lo hubiese dicho bien podría llamarse Rogelia que no lo tendría en mente. Lo de retales ya me suena algo más deescuchar a Frikka. No tengo muy claro cómo sentirme con eso de "cómo para olvidarse", pero siempre me ha gustado el público, así que está bien.

—Pues has tenido suerte, no creo que haya muchos entretenimientos a la lluvia —Le informo, pasándome el brazo por la nariz. —Sí, lo de la compañía puede ser complicado en este sitio... —Respondo, pensando para mí al echar un vistazo a la fachada del palacio, como buscando a alguien por el pasillo. Luego vuelvo a centrarme en ella, apoyando el brazo en la cadera.

—¿No vas a resfriarte aquí fuera? —Le pregunto, un poco por si se anima a ahuecar el ala y otro poco por lo canija que parece. La pierna se me está enfriando y empieza a doler. Cambio el peso a la pierna contraria.

La miro mientras habla y me acabo encogiendo de hombros. Luego me río un momento.

—Antes hacía cosas más entretenidas —La verdad es que montaba bastantes espectáculos. Madre mía, estoy hablando como si hubiesen pasado veinte años... —Si has saltado de ahí arriba puedes dar siete patadas de esas —Le comento, dirigiéndome hacia los soportales para escurrirme un poco. Una vez a cubierto me paso la mano por el pelo para sacar el agua. Luego voy dando vueltas al jersey con la mano para escurrirlo también.

Imagino que no ha sido una princesa entonces. Tampoco tenía pinta. No recuerdo si me había comentado algo de su vida la otra vez, pero tampoco creo que le hubiese prestado atención.

—También es verdad. Teniendo comida caliente y ropa limpia se vuelve complicado. Además está la enfermería en casa. Ya le gustaría a mi hermana... —Comento. Yo he pasado gran parte de mi vida en cuarteles y no es que fuesen lo más acogedor del mundo, pero la enfermería siempre estaba cerca, no como cuando era invierno en el pueblo.

Levanto la cabeza de la ropa cuando pregunta, volviendo a prestarle atención.

—Ah, nada. Que ya le gustaría a ella vivir con tanto lujo —Aclaro. No es que tenga importancia. Cuando acabo un poco con la ropa me acerco a un banco para sentarme y descansar la pierna. Por lo menos para la próxima ya sé cómo evitar esto.

—¿Y qué, Ben? ¿Qué haces con tu vida? Ya que estamos hablando... —Me vendrá bien despejarme un poco con alguien distinto de Cierzo para no volver a llegar a la cena con ganas de repetirle mis quejas sobre lo mal que entreno.

Escucho con paciencia cuando empieza a hablar. Así es una conversación, Gerald, aguantar a la gente hablando aunque no te importe, así se hacen amigos. O se deshacen. Creo que no valgo para estas cosas. Es un poco como Frikka, hablando rápido y despreocupada, normal que hagan equipo.

La miro extrañado cuando me menciona de nuevo y hasta me hace gracia por la expresión del vinagre. Pues la legre en vinagre se corta.

—Si me voy no tengo cama y comida gratis —Le respondo. Me froto un poco la pierna. No tiene pinta de irse así que es tontería desatenderla solo por su presencia. —Nunca tuve mucha intensión de "servir", pero mientras siga matando babociélagos o algo creo que me dejarán quedarme —Le comento.

Me hace gracia cuando cuchichea como si los de arriba estuviesen escuchando. La verdad es que uno incluso duda de esas cosas visto lo visto. Seguramente me tendrán una manía horrible...

—No piden mucho, no. O al menos dan por hecho que no necesitan pedirlo —Aclaro.

Menciona mi pierna y niego un momento.

—Sólo necesita reposo. Pero la verdad es que debería ducharme y sacarme todo esto —Me pongo en pie, algo incómodo, pero no tiene pinta de que la molestia vaya a durar más allá del golpe. —Nos vemos en otro momento. Saluda a Frikka si la ves —Me despido. Ella parece tomar el camino opuesto y yo me dirijo a la ducha.