Jardines (2)

El aire era fresco pero a la muchacha no le importaba. Salió la los jardines buscando el silencio de aquellas horas para practicar algo de magia, después de todo para eso estaba en Brontë y necesitaba prepararse para lo que pudieran pedirla.

Llevaba los tessen encima pero decidió empezar sin ellos, controlar los fuegos fatuos era la principal meta antes de poder controlarlos y combatir a la vez.

Se colocó en posición, relajó los músculos y susurró el hechizo, centrándose en el aire frente a ella. La temperatura cambió, y probablemente con otra luz se hubiera visto ondear el aire, pero nada más. Suspiró cuando no pudo forzar más el hechizo, rotando el cuello antes de volver a intentarlo. Cuatro fuegos fatuos, esa era su meta. Volvió a intentarlo una vez más antes de fracasar y sonreír; obviamente estaba exigiéndose demasiado.
Apartando su ego decidió empezar desde abajo, total, no tenía especial prisa. Esta vez se centró en un punto concreto del aire, centrando el calor en él.

-Igneste. -Dijo con decisión.

Una vez más centró su energía en el aire frente a ella, esta vez concentrándose en un punto. Sentía el calor y la fuerza del hechizo, que de alguna forma la sobrepasaba un poco, resistiéndose a dejarse llevar por él lo mantuvo, como haciendo fuerza. Un instante antes de perderlo un ligero destello se presentó ante ella. Era algo.
Una vez más la palabra salió de sus labios, una suave brisa agitaba su pelo rojo cuando estiró la mano con decisión. Frente a ella una vez más el calor, la energía concentrándose, comprimiéndose, casi como si estuviera haciendo una estrella. Pensó en ese proceso, en esa meta: comprimir, fricción, y entonces... Liberó ligeramente la tensión y la energía pareció prender el propio aire, surgiendo ante ella una llama poco más grande que la de una vela. Probó a moverla hacia un lado pero tras un par de centímetros se extinguió.

-Igneste.-Repitió rápidamente, como si el suceso estuviese reciente y de no volver a intentarlo se borrara de su memoria. Esta vez la llama fue algo más grande, más parecida a lo que tenía que acabar siendo, más potente pero aun así algo pequeña. Probó a moverla una vez más, despacio, no parecía tener mayor problema siempre y cuando no lo hiciera muy deprisa o se alejara demasiado. Repitió el proceso hasta que parecía que podía al menos mantenerlo. Fue entonces cuando la muchacha subió la apuesta.

Aprovechando el calor del fuego que había conseguido crear concentró su energía en un punto justo encima de este, consiguiendo reciclar el calor que emanaba el primero para acelerar el proceso. Si bien las primeras veces solo conseguía absorber toda la energía del primero para crear el segundo (no consiguiendo mantener dos) acabó por pillarle el truco. Consiguió hacer rotar las dos esferas de fuego formando una O, haciendo que se retroalimentaran entre ellas, creciendo asta un tamaño más que aceptable, pero poco más. Siempre que las intentaba separar perdían mucha energía y esto hacía que la muchacha se desconcentrara, lo que solía ocasionar que uno de los dos se extinguiera por completo.

Finalmente intentó el mismo proceso pero un paso antes, jugar no con el fuego ya creado y el calor de este, sino con la propia energía del hechizo. Concentrándose en dos puntos y haciendo que la magia fluyera entre ellos logró encender dos pequeñas llamas, poco intensas, lentas, pero al menos dos. Estaba en el mismo punto del principio pero en el segundo capítulo, ahora tenía que aprender a moverlas y aumentar su potencia. La meta era cuatro, y de alguna forma la agobiaba al mismo tiempo que la maravillaba. La velocidad a la que se movían los fueguecillos era bastante insuficiente como para servir de defensa pero era más que suficiente para prender su determinación.

Volvió a repetir el proceso, asegurándose de controlar lo básico más que de incrementar su calidad. Pronto conseguía crear dos esferas llameantes y moverlas a una velocidad decente (aunque no para el uso que debían tener) con apenas concentrarse. Empezaba a interiorizarlo, a simplificarlo desde su cabeza y a entenderlo. Adaptó el hechizo a su forma de actuar, haciéndolo más fluido y cómodo, viéndolo físicamente y no sólo en los apuntes teóricos. Mientras los hacía orbitar seguía reflexionando sobre lo que quedaba por delante.

Una vez más pronunció el hechizo, esta vez sólo un fuego aparecería ante ella. Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando una llama del tamaño adecuado surgió iluminando ligeramente los alrededores y su expresión de triunfo. Conseguía moverla más rápido que si fueran dos, siento bastante más práctica.

Lo hizo desaparecer y soltó el aire en un "fiuu" cansado. había sido una buena sesión y al menos había conseguido algo, si bien se esperaba haber hecho más. Supuso que saber dónde estaban sus límites y aceptarlos era también parte de su entrenamiento.
Su vestido ondeó mientras regresaba al castillo, como imitando el movimiento de su pelo agitado por la brisa.



*fin de escena*

Volvió al mismo lugar, como intentando mantener la buena racha del anterior entrenamiento, esta vez con las ideas algo más claras y con mayor decisión, tal vez por la confianza que había logrado la última vez.

Una vez más se centró en el aire frente a ella, pronunciando el hechizo en un susurro.

-Igneste.

La bola de  fuego apareció frente a ella con poco esfuerzo, o como mínimo con menos  esfuerzo que las anteriores veces. Consiguió hacer aparecer otra, doblando eso sí la concentración, aunque menguando ligeramente el tamaño de la que ya flotaba ante ella. Cogió aire y se concentró en añadir una más al grupo, utilizando las que ya ardían para reducir el esfuerzo, aprovechando el calor que emanaban.

Para su sorpresa resultó bastante más sencillo de lo esperado, consiguiendo igualarlas en tamaño tras un par de intentos y haciendo más fluidos sus movimientos con relativa facilidad. Las órbitas de los fuegos giraban frente a ella a voluntad en una danza más bien lenta pero aun así organizada y homogénea, habiendo conseguido que ninguno se hiciera más pequeño. Si bien sabía que cuantos más hiciera más débiles serían sabía también que tenía que ser capaz de hacer hasta 4 teniendo en cuenta sus habilidades actuales.
Siguió no obstante practicando con tres, haciéndolas bailar, girar, separarse tanto como podía de ella antes de que se apagaran, invocándolas de nuevo cuando se extinguían o perdía el control y uno de ellos se desvanecía en el aire.

-Igneste. –Volvió a repetir. Aunque todas las veces lo decía con un susurro poco a poco parecía como si se fuera emocionando. Sentía las llamas danzando a su voluntad, sentía que lo estaba consiguiendo. Pronto tres esferas de fuego giraban a su alrededor dejando un ligero rastro debido a la velocidad. Había conseguido equilibrarlas en tamaño y energía
Cogió aire una vez más, dejando de atender al hechizo, lo que provocó que los fuegos se desvanecieran mientras seguían su órbita. Concentrada, dispuesta a conseguirlo y con gran seguridad, volvió a pronunciar el hechizo, como una exclamación en voz baja.

-Igneste.

Tres esferas llameantes surgieron a penas un segundo después de decir aquella palabra, girando en un corro, formando un círculo frente a ella. En su centro fue donde concentró su atención esta vez, canalizando la energía del hechizo y el calor desprendido por las llamas danzantes. Con un movimiento las tres llamas se acercaron al centro y, como si hubiesen prendido una vela invisible, una cuarta surgió en el centro, más pequeña, con una luz más pálida, pero una cuarta al fin y al cabo.
Se sonrió, orgullosa de sí misma, de lo que había logrado. Ahora era repetir el mismo proceso, que poco a poco se le hacía más sencillo. Sentía que iba interiorizando los pasos, como si su mente los simplificara y los resumiera, tardando cada vez menos en llegar al punto en que lograba prender fuego del aire.

Pronto el cuarto fuego flotante dejó de ser una carga, y los cuatro consiguieron un tamaño decente y una velocidad más o menos aceptable para el tiempo que llevaba practicando. En este momento su hechizo era más débil que cuando sólo era uno, pero aun así era necesario llegar a su límite.
Repitió el proceso varias veces, jugando con el número de fuegos y la  velocidad a la que los movía, adoptando poses defensivas y colocándolos en posiciones favorables para tal fin. Comenzó a moverse junto a ellos, colocándolos a su alrededor. Primero uno, más rápido, más potente, luego de dos a cuatro, cada vez más débiles pero también más lentos; tenía que arreglar eso.
Poco a poco fue acelerando sus movimientos, forzándose a acelerar los fuegos y a adaptarlos a sus necesidades, aunque hasta no verse obligada a usarlos no vería su verdadero potencial. Sabía que cuando llegara a dominarlo del todo no habría hecho más que empezar. Pensó en todos los guerreros de Brontë y se mentalizó para tomárselo más en serio: ella quería estar allí, nadie la obligaba, era su deber, ella era la que tenía que obligarse.

Con un simple movimiento las llamas se apagaron y con una mano se apartó un mechón de la cara, colocándolo tras la oreja. Sonrió a la nada, simplemente feliz de lo que había conseguido.

-Igneste. –Sólo una vez más, se dijo.

Los fuegos surgieron y danzaron a sus órdenes, colocándose tal y como ella quería. Se imaginó aprendiendo a usarlos junto con los tessen, ataque físico y defensa mágica al mismo tiempo. Tenía que probarlo.
Pero no hoy. Hoy sólo se daría un baño y descansaría la cabeza de tantos fueguecillos danzarines.

Con paso decidido, como si acabase de descubrir algo realmente importante (que para ella lo era) se alejó del sitio hacia el castillo haciendo que su cabello rojo bailase a su espalda como antes lo habían hecho las llamas.



*Fin de escena*

Seguía intentando exprimir al máximo estos días en los que no llovía. No quería que le diese por llover todo el invierno y no pudiera volar.

Estaba ya volviendo cuando vi una mancha blanca en los jardines y decidí acercarme, no tardando en descubrir quién era. Plegué las alas un instante antes de tomar tierra y con un par de zancadas recuperé el ritmo normal. Había aterrizado a unos cuantos metros de donde estaba, a sus espaldas (por si me había confundido de persona) y me acerqué para saludarlo.

-Jun, buenas tardes. Cuánto tiempo.

Le devuelvo la sonrisa con una más calmada. Cuando señala al cielo no puedo evitar mirar arriba antes de darme cuenta.

-Oh. Sí, he estado volando aprovechando el buen tiempo.

Miro una vez más al cielo, cogiendo aire. A pasar de haber estado un buen rato volando estaba completamente en paz, un poco fuera de mí.

-¿Tú también has salido a tomar el aire ahora que no llueve?

Según hablo caigo que tal vez si se ha comunicado con señas no tenía encima esa pizarrita con la que escribía lo que quería decir. Durante un momento me siento un poco incómodo.

Cuando comienza a escribir me relajo un poco. Me habría sentido un poco mal de no haberla tenido. Supongo que hubiésemos tenido que improvisar algo.
Leo sin mucha facilidad lo que escribe, pero espero paciente a que lo gire para mostrármelo. Lo contrario sería como interrumpirle al hablar.

-Vaya, Aqua. Espero que a parte del entrenamiento lleves ropa de abrigo. -Sonrío, moviendo ligeramente las alas, como acomodándome. -No, no creo. Tal vez en invierno si te dieras un baño en el lago, pero no creo que puedas esperar tanto. -Me erguí un poco. -Bueno, ni que sea recomendable.

Cambié el peso de pierna, con una mano en la cintura. Aqua. Nunca había estado tan al sur. A pesar del frío tenía que ser impresionante. Tanta nieve y las luces del cielo y esas cosas de las que sólo había oído hablar.

-¿Te irás dentro de poco? Supongo que sea mejor antes del invierno, ¿no? Con suerte no tengas que aguantar tanto frío.

-Vaya. -Digo alzando las cejas. -Eso es dentro de nada.

Pues igual tenía que tomarse un poco más en serio el entrenamiento si es que si lo decía en serio.

-Espero que tengas suerte con el tiempo. Aunque supongo que ya lo tengas más que pensado y vayas bien mentalizado. -Sonreí algo avergonzado. -Yo sólo de oírte me pongo nervioso, no sabía qué hacer. Aunque no he estado nunca, no sé si la gente exagera.

A lo mejor era un frío soportable con un par de capas de abrigo.
O a lo mejor era lo más horrible que se podía imaginar y a la gente se le olvidaba al volver. Igual dependía de la zona. Igual era como esas mujeres que olvidan el dolor del parto.

-¿A qué zona vas? -Me atreví a preguntar. -A lo mejor vas a una zona con un clima más...lógico. -Sonreí algo tenso. No sé si estaba intentando animarle o ocultando lo poco que sabía sobre irse a un sitio tan extremo. ¿Por qué tendía que animarle? Casi me había puesto nervioso yo.
A lo mejor pensar en misiones me ponía un poco nervioso.
Desierto de hielo...

Sonreí al chico.
La verdad es que no sabía si era modesto o no, no sabía demasiado de él como para saber si tenía que sentir algo de compasión por que lo llevasen a un sitio tan frío o si era un guerrero preparado. Tener no tenía aspecto de soportar un mandoble con una mano y un hacha con la otra, pero claro...

Abrí los ojos emocionado sólo de oírlo.

-Vaya, la capital. Al menos aun siendo una misión podrás ver un montón de cosas. -Era mejor a que lo llevasen a ver montañas o lagos congelados o...¿Qué más cosas hay en Aqua? Agua.

-En cualquier caso procura no congelarte, tengas o no ayuda cerca. -Dije riéndome, pero controlando. -La verdad es que suena muy bien aunque no deja de ser una misión. Casi dicho así, sin pensar en el trabajo, me dan ganas de ir. Es como que me imagino unas vacaciones aunque no sé si iría a un sitio así de tomarme unas.

Asuntos personales. Me preguntaba qué asuntos podía tener Jun personales en Aqua. ¿A lo mejor familia?

-Oh. Bueno... Supongo que eso hará más ligera la estancia que si sólo fuese una misión. Al menos hay variedad.

La verdad es que más allá de la curiosidad por viajar Aqua nunca me había llamado la atención. No era un ambiente que me tranquilizara demasiado. Mucho frío y tormentas, difícil para volar.

-Espero que la experiencia al menos te compense el frío. -Reí. Por lo que sabía en Lumen el tiempo era más cálido y, aunque Jun llevaba más tiempo que yo en Brontë no parecía muy acostumbrado al clima, lo que me hacía sentirme algo preocupado. Supongo que se habrá preparado bien, no me parece un chico que va con dos pantalones y una bufanda en la maleta...

-Al menos tendrás muchas cosas que contar a la vuelta.-Señalé.

El frío era casi lo de menos, en eso estaba de acuerdo. De alguna forma tenía dentro pensamientos contradictorios. Una parte se moría de envidia, poder conocer Aqua, y la otra... La otra quería entrar al castillo y cerrar las puertas.

-Vayamos dentro entonces; te acompaño. Además hoy ya no pensaba volar más. -Reí. Además tampoco quería quedarme frío, aunque no me parecieran excesivamente bajas las temperaturas sí que notaba las alas destempladas.

Seguí dándole vueltas a esa sensación en el estómago. A lo mejor tenía que enfrentarme a ella, a lo mejor necesitaba yo también una misión bien lejos.
O a lo mejor necesitaba comer algo. Eran opciones muy probables.


*se van*