Bosque

¿Era eso alguna clase de flirteo? Intento no darle importancia ni dibujar ninguna expresión en mi rostro. No es momento para rituales reproductivos.

Por suerte, pronto Rick Dehnel, alias "El Psicópata", se queda sin su espada. Aunque me ha demostrado que su falta de cerebro le otorga una fuerza bruta que basta para reducir a alguien distraído.

- Te lo enseñaré en otra ocasión -respondo sin más.

Lo de partir hacia el castillo es una pregunta retórica tan obvia que casi me apetece responder un "pues yo ahora tengo que hacer un recado" para ver la cara de idiota (más aún) que pondría el estúpido Rick Dehnel, pero me contengo y espero a que Timber comience a andar.

Rick me entregó su espada.

- Vaya... No está nada mal... - aseguré mientras la comprobaba y giraba en el aire.

Comencé a caminar en dirección al palacio sin dirigirles ninguna mirada u orden. Poco después comprobé que ellos dos me seguían, el hombre por la derecha y la bella dama por la izquierda. Compartimos alguna que otra palabra durante el camino, y no pude evitar soltar alguno de mis chistes, pero la trayectoria en general fue bastante sosa y tranquila.

Llegamos al castillo y atravesamos el Hall hasta llegar a los pasillos.

* Se van *

Deshago el camino que había hecho con el jefe aether al llegar al Palacio. He tardado en llegar porque procuré salir de la construcción sin ser vista y di varias vueltas por el bosque para despistar a cualquier posible espectador. No sé si algún jefe podrá aparecerse, como lo hizo el caeruleus hace poco, pero eso escapa de mi control, así que procuro al menos estar alerta por lo que pueda pasar.

Encuentro el lugar bastante rápido. Localizo enseguida el conjunto de piedras localizadas de forma casi semicircular y, orientándome hacia el norte a partir de ahí, avanzo hasta dar con el roble de tronco y grueso retorcido que estoy buscando. Tiene ramas cerca de la base debido a su sinuosa forma, lo que me permite subir con facilidad escalando por ellas.

Arriba las ramas se abren, pero, una vez más, la curiosa forma hace que haya una zona en la cual poder sentarse sin miedo a caerse debido al grosor del tronco y a su disposición inclinada, además de a las ramas que te rodean dándote apoyo.

Aquí es donde dormí la noche anterior a mi llegada. Y, por supuesto, aquí siguen las cosas que dejé.

Tomo con cuidado la bolsa de cuero, cuyo color se camufla casi con la corteza, y la abro, extrayendo de ella una libreta encuadernada en cuero azul, una pluma y un tintero.

Sirviéndome del árbol como apoyo, anoto en una hoja en blanco:


Cierro la libreta, esperando a que la tinta haya secado, y la guardo de nuevo en la bolsa, sacando otra en su lugar. Esta, sin embargo, está encuadernada en negro.

La abro al azar, encontrando pronto una página de las que busco.

- Aquí estás... Nombre... Timber Bright...

"29 años..."

Junto a las descripciones, en la hoja adyacente, hay un esbozo en tinta negra del jefe en cuestión.

Reviso a los otros dos jefes, Nagorr Brumm y, por último, Aren Ferenc Darvenwish.

Finalmente, ojeo el resto del cuaderno que me han entregado, en el que aparecen los jefes de otras razas, preguntándome cuales serán los destinados aquí.

Una vez he terminado con mi trabajo, guardo las cosas en el mismo lugar, las dejo en el árbol, bajo y regreso por el camino que he venido, dirección al Palacio.

*se va*

Llegamos los dos al bosque tras minutos de conversación sobre nuestra vidas.

- ¡Bien! ¡Aire libre! -Exclamé mientras levantaba los brazos y corría haciendo círculos Claramente como símbolo de libertad.

Miré a mi al rededor y observé todos los árboles que había

- Vaya. No me había fijado en lo bien que está conservada esta zona a pesar de haber un palacio a su lado - comenté asombrado por ver todo aquello en tan buen estado.

Miré a mi alrededor, satisfecho.

- Sí, la verdad. Se respira mucha tranquilidad en este sitio. Debería venir más a menudo.

Miré entonces a mi nuevo amigo.

- Y, bueno, Cero... Me decías que eras un experto mago, ¿no? Pero... ¿De verdad no tienes ningún arma? ¿Qué harás si te atacan desprevenido?

Una pregunta brotó de los labios de Rick: ¿Qué haría si me atacan desprevenidamente al no tener arma?
La respuesta estaba clara.

- Tsk... Pues usar magia, por supuesto - respondí fingiendo indignación por la pregunta -. A mí nadie me pilla desprevenido...

Me agaché para ver más de cerca el tallo que desaparecía al entrar en el subsuelo. La naturaleza puede llegar a ser muy sabia.

- ¿Acaso siempre llevas tu hacha en la mano? - Pregunté tratando de que le encontrase lógica a mi respuesta - Pues creo que tardo menos en conjurar un hechizo que es desenfundar un arma.

Solté una carcajada y le di una fuerte palmada en la espalda.

- ¡Así se habla, chaval!

Luego recuperé la compostura, dejando en mi rostro solo una sonrisa de oreja a oreja.

- Pero has de saber que siempre llevo mi arma encima, porque mi arma más poderosa soy yo. ¡A ver si alguien se atreve a desafiarme! Me cuidaré de tus hechizos, no obstante.

Sonreí tras el comentario de Rick y su golpe sobre mi espalda.

- Ten mucho cuidado conmigo - dije aún con la sonrisa grabada en mi cara -. Mis hechizos son tan fuertes que aunque no te den sólo con estar cerca ya te matan.

Me levanté y estiré bien el costado.

- Buff... ¿Damos una vueltecilla? - Pregunté guiñándole un ojo y fortándome la nariz con el dedo índice de mi mano derecha.

- Me parece bien -. Asentí-. Así estiramos las piernas.

Ambos comenzamos a andar, explorando el bosque a ratos, imaginando que bestias feroces nos atacaban y nosotros las derrotábamos y compartiendo opiniones sobre las heroicas hazañas que poblarían nuestras vidas a partir de ese momento.

Cero Ráin y Rick Dehnel...

Seríamos conocidos en todo el mundo.

Seríamos héroes.

*se dedican a pasear*

Tras un rato caminando por el bosque e intercambiando diferentes opiniones, nos fuimos.

*se van*

Caminé un buen rato hasta que vi aparecer el primer árbol adecuado. Tampoco tenía que adentrarme mucho en el bosque; un poco bastaba.

El árbol no era muy alto, pero sí robusto. Era como un parvus, vamos. Bajito y fortachón.

Miré hacia arriba. La primera rama de apariencia fuerte estaba a unos dos metros y pico. Me remangué, tomé aire por la nariz y salté, colgándome de ella.

Y luego a aguantar. Esa sería mi penitencia. Pasaría ahí colgado toda la noche, por lo menos.

Toda la noche o hasta que aprendiera la lección... Lo que antes sucediera.

*se queda*

Mientras el fuerte flamma colgaba del árbol, el líder caeruelus apareció apoyado a la sombra del que estaba frente a él con una sonrisa socarrona y ojos refulgentes. Darvenwish, que había estado en sus aposentos repasando papeles, había escuchado el revuelo y se había puesto al loro para cerciorarse de sus causantes.

-Rick Dehnel... Eres un chico malo... ¿Cuándo vas a dejar de dar quebraderos de cabeza? -La voz acaramelada del líder caeruleus resonó en el claro como una canción poco tranquilizadora. Sin salir de su sombra, continuó: -Que yo sepa, y creeme que sé mucho, ya es la segunda o tercera vez que montas estos numeritos... -El jefe abandonó supuesto y apareció detrás de Dehnel, agarrándolo por la cintura para luego abrazarlo dejando sus manos sobre el pecho de él. -Entiendo y siento tus ansias, tu pasión... Y debes saber que no desapruebo ninguna de ellas... -Acercó la nariz al cuello del flamma para que este se diese cuenta de que lo estaba oliendo y luego se separó para ponerse frente a él.

-Pero, querido, no puedes ir destrozando vajillas y luego pretender pagarlas fregando cubiertos... -Lo miró con los ojos caídos, pretendiendo destrozar sus nervios pues, conociendo al chico, poco haría falta para ello. -Y, ¿sabes?... -Se acercó al oído del chico y susurró. -Llega un momento en que toda persona se cansa de que no se respeten las directrices. -Y un sonido seco se escuchó en la oscuridad sin llegar a percibirse de qué se trataba.

Dicho esto, el líer se volvió a separar y de nuevo se puso a la espalda del chico, pero tomando algunos pasos de distancia.
-Vaya, me vienes perfecto. Sí, señor, ni siquiera se te ocurra moverte... Aunque, te daré unos minutos para que te excuses...¡Eh! sin bajar de ahí...- Concluyó, agarrando el cuero con una sonrisa.

La escena que comenzó a desarollarse me puso los pelos de punta. La forma de hablar desde las sombras, su mera presencia, su respiración junto a mi cuello... Todo esto me ponía nervioso. Sentía incomodidad. No, miedo. Tenía miedo y quería irme, pero estaba paralizado, colgado de aquel árbol, como si fuera una prenda de ropa.

Y con la lengua seca.

- Di... Disculpe, señor... -balbuceé-. Yo... Perdí los papeles... No... No volveré a cau... No...

Me costaba hablar. No podía enfocarlo bien dado que estaba a mi espalda.

- Yo... Estoy a su servicio, señor. A sus órdenes... Y muy arrepentido... Yo...

No estaba seguro de qué iba a hacer. Ni siquiera sabía si iba a hacer algo, pero tenía la impresión de que así era. Y de que sería doloroso.

Rick Dehnel no se asutaba por un poco de dolor. Yo era mucho más fuerte que eso.

Pero él, sin embargo... Con su sonrisa pérfida y su voz zalamera de tono empalagoso...

Eso sí me daba miedo.

Tras los tartamudeos del joven, Aren hizo una mueca desilusionada. Esperaba que el tipo pusiese algo más de su parte, pero comprobando su terror, su forma de súplica, el líder caeruleus retomó su sonrisa.

-Por supuesto que estás a mi servicio, pequeño Rick. Pero desde el momento que llegaste a este lugar y yo no soy un tipo al que le gusten las desobediencias. Verás, pensando en ti, seguro que puedes pasarte la noche aquí colgado y, lamentablemente, no aprender en absoluto- El líder caeruleus, a medida que hablaba, desenrollaba su arma con sumo cariño y tranquilidad. -Espero que al menos, mi buen obrar de esta noche, pueda quedarte grabado para tus próximos encontronazos...


Y, sin previo aviso, un azote como el de mil demonios castigó la espalda del fornido flamma, arrancándole un sonido casi voraz. Segundos después del primer azote, vino el siguiente y, tras esperar un tiempo prudencial, otro más. Hasta seis de sus desgarradores golpes destrozaron el dorso del chico casi por tiempos. Este, con cada vez menos fuerza, se sostenía en la rama por la cuenta que le traía, bajo la influencia de las órdenes anteriores.

Una vez rematada su tarea, el líder caeruleus volvió a recoger su látigo con el mayor cuidado y delicadeza. A pesar de no haber empleado gran parte de su fuerza, conocía la capacidad destructiva de su querido amigo artificial y asumió que el castigo había sido suficiente como para recordarlo.

Darvenwish dio unos pasos hacia el dolorido muchacho y suspiró como si hubiese acabado una tarea doméstica.
-Pásate por la enfermería, joven Rick. Ninguno de los jefes queremos que nuestros guerreros caigan enfermos. -Como colofón final, acarició el pelo del chico y desapareció del lugar, dejando como único ruido los jadeos desiguales del muchacho.

*se desvanece*

El primer golpe me arrancó un grito. Poco a poco, golpe a golpe, sin embargo, mis quejidos fueron siendo cada vez más leves y apagados, hasta parecer un sollozo.

No me solté en ningún momento, ya fuera por no recibir más latigazos o porque era incapaz de ordenar nada a mis manos.

Me quedé allí colgado hasta que el caeruleus se desvaneció.

Entonces me solté. Y me desplomé.

Notaba la sangre fluír por el afilado dolor. Notaba los músculos de la espalda contraídos.

Apreté los dientes con fuerza y me quedé allí un buen rato. No fue hasta varios minutos después cuando logré alzarme tambaleante. Tomé una gruesa rama que encontré a pocos metros y la utilicé como apoyo para caminar hacia el Palacio.

Dolía tanto que casi no sentía. Caminaba como si no fuera yo el que lo hacía.

Era, ante todo, despiadado.

*se va*

Llevo un buen rato en el árbol en el que guardo mis pertenencias importantes. He revisado en el cuaderno negro a todas las jefas piscis actuales, pero todavía no puedo decir ciencia cierta cuál ha venido al castillo, así que desisto y tomo la otra libreta.

Heylel y Massen Dew. Suelto un bufido al recordar que no tengo el apellido del primero, pero al menos me ha brindado voluntariamente bastante información sobre su vida personal.

Anoto lo que he descubierto sobre ellos en páginas individuales, dejando espacio suficiente para actualizarlo en un futuro.

Una vez acabo y la tinta se ha secado, lo guardo todo de nuevo y me bajo del árbol.

Nadie debe verme.

Abandono el bosque.

*se va*

Tenía los pies llenos de barro, ir a buscar su Daga al bosque descalzo no había sido una buena idea, además, yendo hacia el lugar donde había visto a Althea, se había golpeado varias veces contra varias piedras y un par de ramas le había propinado unos cuantos sustos en medio de una fría madrugada.

Pensándolo fríamente, había sido bastante tonto internándose en un bosque desconocido, ¡podría haber esperado a que amaneciese, total, Althea no se iba a mover de ahí!

Justo cuando el miedo que otorgaba la noche al bosque, los bajos de su pijama empapados, los golpes y la sensación de estar solo se apoderaba de él, la vio: allí estaba, había merecido la pena, corrió hasta ella, la recogió del helado césped y se dio media vuelta, llevando consigo su Daga y una sonrisa de oreja a oreja, rogando al cielo que no se encontrase con nadie mientras regresaba a su habitación después de aquella aventurilla nocturna... ¡lo único que le faltaba era encontrarse con alguien en medio de un pasillo!


Con los pies llenos de barro y dejando unas huellas horribles, se adentra en el Hall para volver a su cuarto.

*se va *

Aunque el primer trecho, entre el Palacio y el bosque, lo hago a la carrera, pronto bajo mi ritmo para no ser oída. Evito pisar ramas, procurando ser sigilosa, mientras busco en la oscuridad, maldiciendo el no poder ver en ella sin dar señales de presencia.

Noto el retumbar de mi corazón en los tímpanos.

¿Dónde está?

Me sorprende oír la voz a mi espalda, pero no doy muestras físicas de ello. Me vuelvo lentamente y clavo mis ojos en la figura.

No pido disculpas. Es innecesario. En lugar de eso, espero a que hable. Al fin y al cabo, no estoy autorizada a hablar de temas no relacionados.

Evito en todo momento general cualquier tipo de luz. Si se oculta entre las sombras es, de hecho, para no ser visto.

Niego lentamente, evitando hacer movimientos bruscos.

- He cuidado de que nadie me viera, y si no utilizo magia ni siquiera los jefes podrán notar mi presencia...

Guardo silencio los segundos justos antes de atreverme a preguntar por él.

- ¿Y tú? No te percibirán a ti?

Lo miro de soslayo, aunque sea poco lo que puedo ver. Aunque la penumbra me lo impida, aunque no sé si los recuerdo y no los veo, adivino sus pálidos ojos bajo la capucha, fijos en mí.

Asiento a la visión de la piedra. No necesito más información acerca de su funcionamiento para comprender de qué se trata, y no me está permitido hacer preguntas que no se refieran a mi misión, las cuales también están muy restringidas.

Su piel roza la mía antes de que tome mi barbilla, como si de pronto se hubiera interesado por mí. Este gesto, sin embargo, no se corresponde con su pregunta, completamente ajena a mí como persona.

- Dentro del bosque. Te llevaré -respondo, intentando mantener el tono monocorde que él ha abandonado.

Me vuelvo sin esperar su orden y comienzo a internarme más en el bosque, buscando con dificultad el árbol en el que oculto mis cosas, pues las sombras me retan a seguir el camino solo de memoria.

Me sorprende que no sea lo que ha venido a buscar. Parece que simplemente quisiera comprobar la existencia de esto, pero nada más. ¿Otros asuntos? No me está permitido preguntar, pero...

Tras verlo dar varios pasos, me atrevo a romper una de las reglas.

- Jager.

Clavo mis ojos en lo que, bajo la capa, es su nuca. Aprieto los labios, arrepintiéndome al instante de haberlo llamado. Sin embargo, ya no hay marcha atrás.

- ¿Para qué has venido si no es esto lo que quieres?-. Alzo la bolsa de cuero con mis cosas sin permitir que mi voz flaquee.

He roto una regla. Tal vez más. Ya es tarde para arrepentirse por ello, así que frunzo el ceño y espero su respuesta.