Bosque

Nos internamos en el bosque y paseamos un rato. El sol se cuela entre las hojas de los árboles, que no dejan que se escape su calidez. Gracias a eso, hay una temperatura bastante agradable y se puede ver perfectamente el entorno. Destacan los colores verdes sobre todo, pero ya se empiezan a ver amarillos, rojos y blancos a ras de suelo, por las flores que empiezan a salir.

Miro a Curtis. Está especialmente bonita en esta luz. Le sonrío, aunque la expresión que me devuelve me paraliza un poco. No sé si lo que más me afecta es su belleza o el hecho de que actúe como si supiese lo que me hace.

- Yo creo que paso casi todos los días por aquí. Me encanta entrenar en el bosque. Y bueno, tampoco puedo negar que es precioso. Aunque si pudiese volar como tú, imagino que haría lo mismo.

Cierras un instante los ojos, dejándote invadir por una suave brisa que mece dulcemente las ramas, susurrando su admiración a tu alrededor, y tu pelo, siempre dispuesto a revolotear si se le da la oportunidad. Los olores del bosque, en primavera, tienen una textura particular. Niegas suavemente.

─Oh, pero esto también vale mucho la pena. El cielo, aquí en Brontë, es un poco solitario ─confiesas en tono confidente─. ¿Qué entrenas aquí abajo?

No parece el lugar más cómodo para un entrenamiento rutinario. Quizás para entrenar aspectos concretos, pero no como un lugar recurrente. Pero, por supuesto, eso depende del tipo de entrenamiento. Tú, que aun intentándolo serías incapaz de pasar desapercibida, encuentras en el bosque más un ejercicio de obstáculos que una ayuda. Aunque, quizá, ese sea el preciso motivo por el que deberías probarlo.

Pienso en su pregunta. Supongo que entreno de todo aquí. La verdad es que en a ras de suelo el bosque también suele ser solitario. Supongo que es más difícil encontrarse con alguien entre tanta vegetación.

- Pues entreno mi agilidad, resistencia... También magia. Un poco de todo. Me gusta porque hay obstáculos naturales y así son más aleatorios. En las zonas de entrenamiento todo es más regular, no hay sorpresas -le digo divertida.

Me pregunto si no vengo al bosque también por la soledad. No he entrenado casi con otros guerreros. Creo que aún me da algo de miedo no estar a la altura. Aunque no he tenido ninguna mala experiencia. Al contrario. La gente con la que he podido entrenar o que me ha visto entrenar ha sido muy amable. Supongo que es uno de los miedos irracionales en los que debería trabajar.

Mientras pienso, mi vista viaja por el paisaje. Me topo con unas plantas en una zona más iluminada que me llegan por encima de la rodilla. Me fijo en las flores blancas que se acumulan en lo alto de los tallos. ¿Es lo que yo creo? Me agacho para ver bien las hojas. Pues sí, son berros de prado. Emocionada me dedico a cortar unos cuantos tallos ayudándome de las uñas. Los corto justo por encima de la ramita más baja para coger suficiente y al mismo tiempo asegurarme de que volverán a crecer.

Cuando tengo suficientes, me levanto sonriendo alegremente y me giro hacia Curtis. Al mirarla me fijo que el blanco de sus alas no tiene nada que envidiarle a estas flores. Aunque las flores tienen un toque violáceo y sus alas una franja azul. Cojo uno de los tallos que tengo en la mano y se lo tiendo con una sonrisa.

- Hacen juego con tus alas.

Tiene su lógica, consideras. En realidad, no es el lugar más extraño donde encontrar a gente entrenando. Brontë tiene unos terrenos envidiables y unas mentes creativas, y tú has visto todo tipo de razonamientos empleados para hacer todo tipo de ejercicios en todas partes.

─Se te ve entregada ─apuntas. Es, en parte, una concesión de reconocimiento y, en parte, una pequeña broma. Es evidente que no ha venido a Brontë a perder el tiempo.

Pero no tarda en demostrar que su atención es libre y puede abarcar mucho, y en esta ocasión son unas flores las que consiguen reclamarla. Claro que, como es de esperar, no dura mucho tiempo. Porque quien sabe admirar la belleza a su alrededor, cuando te tiene cerca, tenderá siempre a admirarte a ti, por encima de todo lo demás bello.

Sonríes, agradecida y halagada, tomando las flores que te ofrece. Acaricias un pétalo, de tacto sedoso y delicado.

─Gracias ─respondes, con una voz todavía más sedosa, manifiestamente más dulce, como una caricia─. Quizá podría adornarlas.

Las estiras un poco, concesiva. Porque sabe que, en el fondo, lo que te está pidiendo es poder admirarlas un poco más. Comprensible.

La miro atentamente mientras inspecciona las flores que le acabo de dar. Su respuesta es dulce y alegre. Me arranca una sonrisa sin casi darme cuenta.

Entonces estira las alas y me quedo mirándolas impresionada. Tienen un tamaño considerable. Verla volar tiene su encanto, pero poder ver las alas desde tan cerca en todo su esplendor me deja boquiabierta. No intento disimular mi impresión. Me dedico a observar el blanco perfecto de las plumas. Parecen tan ligeras y suaves. Pero tras el momento de sorpresa, me detengo y vuelvo a mirarla a los ojos. Tampoco quiero hacerla sentir incómoda o que piense que soy una mirona.

- Yo voy a llevar estos berros al palacio. Quiero aprovechar que los he encontrado para hacer un batido. Si quieres acompañarme hasta allí, podemos continuar el paseo. Creo que también voy a usar naranjas, por supuesto algo de leche, y veré qué más fruta hay. Le podría quedar bien melocotón. Igual incluso una vaina de vainilla -voy comentando alegremente.

Agitas ligeramente las alas antes de recogerlas cuando deja de observarlas. Quizá luego pruebes a adornarlas. Las flores te favorecen, como es natural; todo te favorece. El único problema es que, por desgracia, su belleza es mucho más perecedera que la tuya, por lo que solo pueden contribuir a tu estética por un tiempo limitado. Sigue siendo un detalle.

Sonríes y asientes, dispuesta a acompañarla, ya que te lo pide. Parece que la has inspirado. Aprecias tu propio arte, pero siempre es entrañable ver con qué facilidad te conviernes en la musa de otras personas.

─Suena muy aromático ─comentas, caminando a su lado.

Avanzando por el bosque, te dejas acariciar por la luz de la tarde, haciendo del ambiente tu ambiente, disfrutando de la naturaleza, junto a tu compañera.

*Se van*